España es el 5º país europeo con más hogares con acceso a Internet: un 96,83% de los hogares españoles (18,75 millones, donde viven 47,4 millones de personas) tenían acceso a Internet en 2024, frente al 94,09% de hogares conectados en la UE-27, según los últimos datos de Eurostat. Sólo están más “conectados” que nosotros Paises Bajos (99,04% hogares conectados), Luxemburgo (98,84%), Finlandia (97,35%) y Dinamarca (96,83%), mientras superamos en conexión a Internet a Suecia (95,43%), Austria (94,96%), Francia (94,44%), Italia (93,41%), Alemania (92,65%) o Bélgica (91,38%). Un gran salto, dado que en 2015, sólo el 78,75% de los hogares españoles estaban conectados a Internet, frente al 84,7% en la UE-27, donde ocupábamos el puesto 15º en el ranking de conectividad.
jueves, 27 de febrero de 2025
España, un país mucho más digital
En unos pocos años, desde la pandemia, España ha dado
un salto de gigante en la digitalización de la vida y la
economía. Por un lado, somos el 5º país europeo con más hogares conectados a
Internet y uno de los paises que más utiliza WhatsApp, las redes sociales o
lee noticias, mientras más de 30 millones de españoles compran online.
También somos el 5º país europeo con más uso online de servicios públicos
(pago impuestos o cita sanitaria, por ejemplo), mientras tenemos más
personas con competencias básicas de Internet que la UE-27. Incluso
nuestras empresas se han digitalizado y un tercio de nuestras pymes
venden online, siendo más las empresas que utilizan el análisis de
datos, la factura electrónica o la inteligencia artificial que la media
europea. Pero todavía queda mucho por hacer, sobre todo gastar más en
tecnología y formación de especialistas TIC. La digitalización se lleva un
30% de los Fondos UE y hay que aprovechar para seguir avanzando hasta
2026, cuando se acaban. Enrique Ortega
España es el 5º país europeo con más hogares con acceso a Internet: un 96,83% de los hogares españoles (18,75 millones, donde viven 47,4 millones de personas) tenían acceso a Internet en 2024, frente al 94,09% de hogares conectados en la UE-27, según los últimos datos de Eurostat. Sólo están más “conectados” que nosotros Paises Bajos (99,04% hogares conectados), Luxemburgo (98,84%), Finlandia (97,35%) y Dinamarca (96,83%), mientras superamos en conexión a Internet a Suecia (95,43%), Austria (94,96%), Francia (94,44%), Italia (93,41%), Alemania (92,65%) o Bélgica (91,38%). Un gran salto, dado que en 2015, sólo el 78,75% de los hogares españoles estaban conectados a Internet, frente al 84,7% en la UE-27, donde ocupábamos el puesto 15º en el ranking de conectividad.
Además de ser un país muy conectado, los
españoles usamos mucho Internet: un 95,78% de los adultos
(16 a 74 años) lo han usado en los últimos 3 meses, más que la media UE-27
(92,83% lo usaron) y nos coloca como el 8º país europeo con más uso de
Internet, sólo por detrás de Dinamarca (99,77%), Paises Bajos (99,52%),
Luxemburgo (98,76%), Irlanda (98,60%), Finlandia (97,95%) y Bélgica (95,98%), superando
en uso de Internet a paises como Austria (94,92%), Francia (94,14%),
Alemania (93,50%) o Italia (89,23%). Y si miramos los españoles
que se
conectan a Internet diariamente, son ya
el 92% (entre 16 y 74 años), somos también el 8º país del
ranking, tras Paises Bajos e Irlanda (98%), Dinamarca (97%), Suecia
(96%), Luxemburgo o Chipre (94%) y Bélgica (93%), muy por delante de la UE-27
(88% adultos se conectan diariamente), Alemania o Francia (88%) e Italia (87%).
Además, la “inclusión digital” de mayores y zonas rurales es mejor aquí que en
la UE-27.
¿Para qué nos conectamos tanto a Internet? El
último informe de Eurostat revela el elevado uso del correo electrónico
(lo utilizan el 83,04% de los adultos en España, frente al 80,42% de media en
la UE-27, siendo el 12º país del ranking de uso, por detrás de los paises
nórdicos, Francia y Alemania), pero sobre todo el altísimo uso de la mensajería
instantánea (el 93,12% de los adultos españoles usan WhatsApp y otros, siendo
el 2º país donde es más popular, tras usarlo un 97,82% de las personas en Paises
Bajos y el 79,22% en la UE-27) y la menor participación en las redes
sociales: las utilizan en España el 64,7% de los adultos (16-74 años),
frente al 79,22% de media en la UE-27, el 90,02% en Dinamarca, el 80,96% en
Paises Bajos o el 72,64% en Bélgica, aunque su uso es aún menor en Alemania
(58%), Italia (55,96%) o Francia (44,50%). Y España ocupa el lugar 10º
en el ranking de lectura de noticias por Internet: las leen así el 75%,
más que en la media UE (65%), Alemania (63%), Italia /55%) y Francia (52,6%),
pero menos que en Paises Bajos y los nórdicos.
En España, los
internautas también se conectan más que en Europa para ver vídeos de
intercambio en YouTube o TikTok (75% de usuarios frente al 62% en la UE-27) y
para ver los canales de TV de pago por streaming (58% en España, sólo
por detrás de Dinamarca, Finlandia, Irlanda y Paises Bajos, frente al 48% en la
UE-27). También los internautas españoles destacan en la utilización de servicios
de e-salud: búsqueda de información sanitaria online (70% frente al
58% en la UE-27), reserva online de cita médica (el 61”, lo que nos convierte
en el 2º país tras Finlandia, frente al 40% de media europea) y acceso online a
historiales médicos (45% usuarios frente al 28% en la UE-27). Y en educación,
España es el 4º país europeo donde se hacen más cursos online: un 30% de
los adultos frente al 17% en Europa (ojo: 10% en Alemania, 14% en Francia y 18%
en Italia).
El tremendo salto en el número de internautas en España y el
gran uso de Internet se traduce en que cada
vez más españoles compran online: en 2024, casi el 69% de los adultos (16-74 años) compraron
algo por Internet, un 10% más que antes de la pandemia (58% en 2019), lo que
nos sitúa en la mitad del ranking europeo (puesto 16 de 27), con un
porcentaje menor de compradores online que los paises líderes (94,70% Irlanda,
94,06% Paises Bajos, 90,86% Dinamarca y 88,39% Suecia), por debajo de Francia
(80,29% adultos compran online) o Alemania (77,89%) y por delante de Italia
(53,6%) y paises del Este. Y si
tomamos sólo a los internautas, el porcentaje de los que compraron
online el último año sube al 71,54% en España, por debajo de 19 paises y
de la media UE (76,58% internautas).
Así que hemos dado un gran salto en compras online, pero todavía
compramos por Internet menos que la mayoría de los europeos. Con todo, ya
son más de 30 millones los españoles que compran online, según
un reciente estudio de Red.es, con una cifra de ventas de 99.200
millones de euros en 2023, lo que supone 3.307 euros de gasto medio por
comprador online. Lo que más compramos por Internet son ropa, calzado
y accesorios (78,9% compras), seguido de entradas a eventos (57%),
cosméticos (56,7%) y compra de comida (56,5). Los compradores online en España son,
mayoritariamente, personas de mediana edad y con alto nivel de estudios e
ingresos, que valoran la comodidad y el precio y se
sienten cada vez más seguros al comprar online, sobre todo con el móvil (78,9%
compras).
El tirón de las compras online tiene mucho que ver
con el auge de las Webs extranjeras, porque más de la mitad de las
compras online hechas en 2023 (el 56,84%)
fueron hechas fuera de España, sobre todo en Webs europeas (94,4%
de las utilizadas), Reino Unido (2,1%), EEUU (1,4%) y Asia (0,8%), según
los datos de la CNMC. Pero las empresas españolas cada vez venden más por
Internet, según
los datos de Eurostat: el 32,3% de las pymes españolas venden
online, frente al 23,83% de las pymes europeas, lo que nos sitúa como el
6º país con más ventas online de las pymes, tras Lituania (42,07% pymes),
Irlanda (39,57%) Dinamarca (38,76%), Suecia (36,50%) y Malta (34,51), muy
por delante del porcentaje de pymes que venden online en Francia (18,34%), Alemania
(22,97%) e Italia (20,41%). Sin embargo, tomando el conjunto de empresas
que venden online, España aún tiene mucho pendiente: el volumen del comercio
online es sólo el 10% del total, frente al 12% en la UE-27.
El gran salto digital que ha dado España en
los últimos años se traduce en el índice DESI, que elabora la Comisión Europea
sobre la digitalización de los paises UE. En el último estudio sobre
la Década Digital, publicado en julio de 2024 (datos 2023), España
se sitúa en el 8º lugar del ranking europeo de digitalización (con
una nota de 62,9 puntos), frente al 11º lugar que ocupaba en el ranking DESI
2020. Y destaca que sólo nos superan en digitalización Dinamarca
(69,6 puntos), Finlandia (68,4), Paises Bajos (67,5), Malta y Suecia (67),
Irlanda y Luxemburgo (63 puntos). Y que estamos 6 puestos por encima de la
media UE-27 (56,8 puntos) y muy por delante de Francia (56,8), Alemania (55) e
Italia (54 puntos).
Este informe
de la Comisión Europea evalúa 4 bloques de indicadores. El primero,
sobre “capacidades
digitales”, donde España ocupa el 7º lugar de Europa (con 8,8
puntos, por delante de los 7,6 puntos de media europea), tras Dinamarca,
Finlandia, Paises Bajos, Suecia, Irlanda y Luxemburgo, gracias a que hemos
mejorado en usuarios de internet, en personas con capacidades básicas
digitales (66%, frente al 56% de media
en la UE-27 y todavía lejos del 85% de objetivo para 2030) y en graduados TIC,
aunque todavía tenemos menos especialistas TIC (4,4% de los trabajadores) que
la media europea (4,8%).
El 2º bloque que se evalúa son “las infraestructuras
digitales” de cada país y aquí España ocupa el tercer lugar en
Europa (23,7 puntos frente a 19,3 puntos en la UE-27), sólo por detrás de
Dinamarca y Paises Bajos, gracias a nuestra
extensa red de fibra óptica instalada (tenemos más red de fibra óptica instalada que
Francia, Alemania, Italia y Reino Unido juntos) y a la mayor cobertura de 5G
y redes de alta capacidad, fruto de las inversiones hechas las últimas
décadas por las telecos españolas, a costa de sus beneficios y nuestras
tarifas.
El tercer bloque donde España también destaca es el de “digitalización de
servicios públicos”, donde ocupamos el 5º lugar europeo
(21,7 puntos frente a 20,3 la UE-27), sólo por detrás de Irlanda, Finlandia,
Malta y Paises Bajos. Aquí, España destaca por tener más usuarios de la Administración
electrónica (79,69% frente al 70% la UE-27), la mayor disponibilidad de servicios
públicos online para ciudadanos (84% frente a 79%) y para empresas (91%
frente al 85%, con el objetivo de llegar al 100% en 2030) y un alto acceso a
servicios de salud electrónicos (85% en España y 79% en la UE, para llegar al
100% en 2030).
Donde España “pincha” en digitalización, a pesar de
lo avanzado estos años, es en el bloque de “digitalización de empresas”,
donde ocupamos el puesto 11º, con una nota inferior a la media UE
(8,7 puntos frente a 9,6). Estamos bien
en el porcentaje de pymes con un nivel básico de intensidad digital (61%
frente a 58% UE-27), intercambio de información electrónica (54% frente a 42%),
uso de redes sociales (38% frente a 31%), análisis de datos (38%
frente a 33% UE), ventas online pymes (32,22% frente a 23,83%), pero
hemos avanzado menos en la utilización de “la nube” (27,2 frente
al 38,9% la UE), el peso del comercio electrónico (10% frente al
12%), igualando el poco uso de la inteligencia artificial
(9% frente al 8% la UE). Y tenemos menos empresas con alta intensidad digital
(26 frente al 27,08% la UE).
Al final, salimos
bastante bien parados de este “examen digital” de la UE, en un
puesto intermedio, con menos digitalización que los paises nórdicos,
Irlanda y Países Bajos, pero más avanzados digitalmente que Francia, Alemania,
Italia y la Europa del Este, lo que no deja de ser “un milagro”, fruto en gran
medida del Plan de Recuperación y de la apuesta de este Gobierno por
la digitalización de la economía y la transición ecológica. De hecho, la digitalización
de la economía es el
2º mayor bloque de gasto de los Fondos Europeos : se lleva el
29% de los Fondos, unos 33.700 millones (ayudas y créditos) entre 2021 y
2026. Un dinero que ya se ha gastado en gran parte, para financiar las grandes
partidas de la
Agenda Digital 2025: digitalización de pymes, desarrollo 5G, mejora competencias digitales, modernización de la Administración y digitalización
del sistema educativo, sanitario y del turismo, junto al desarrollo del
comercio online y la inteligencia artificial.
España ha conseguido que estas y otras inversiones (europeas,
públicas y privadas) estén mejorando
la digitalización de nuestra vida y nuestras empresas, algo
imprescindible para competir, crecer y sostener el empleo. Pero todavía queda
una gran tarea por delante, que hemos de “acelerar”, porque en
2026 han de ultimarse los proyectos financiados con Fondos europeos. Hay que
seguir apostando por la digitalización desde la enseñanza (más FP y más
carreras universitarias orientadas a formar especialistas TIC) a las pymes,
pasando por los servicios públicos y la Administración. Tenemos ventajas de
partida (como el amplio despliegue de fibra óptica y 5G) o el mayor
porcentaje de internautas mejor formados), pero queda avanzar en el mundo empresarial,
con más gasto (público y privado) en
tecnología e innovación: España invierte en I+D+i el 1,5% del PIB frente al
2,2% la UE.
La transformación digital es uno de los
grandes retos del mundo en el siglo XXI, junto a la sostenibilidad
medioambiental , la tecnología y la demografía. España ha conseguido subirse a este tren,
del que va a depender nuestra competitividad, nuestro crecimiento y los futuros
empleos (que nos obligarán a un completo reciclaje). Pero necesitamos
avanzar en ese tren, con ayudas, inversiones y mucha formación, desde
los jóvenes al último consumidor, desde las grandes empresas a las pymes y
exportadores. Hay que completar esta “reconversión digital”.
España es el 5º país europeo con más hogares con acceso a Internet: un 96,83% de los hogares españoles (18,75 millones, donde viven 47,4 millones de personas) tenían acceso a Internet en 2024, frente al 94,09% de hogares conectados en la UE-27, según los últimos datos de Eurostat. Sólo están más “conectados” que nosotros Paises Bajos (99,04% hogares conectados), Luxemburgo (98,84%), Finlandia (97,35%) y Dinamarca (96,83%), mientras superamos en conexión a Internet a Suecia (95,43%), Austria (94,96%), Francia (94,44%), Italia (93,41%), Alemania (92,65%) o Bélgica (91,38%). Un gran salto, dado que en 2015, sólo el 78,75% de los hogares españoles estaban conectados a Internet, frente al 84,7% en la UE-27, donde ocupábamos el puesto 15º en el ranking de conectividad.
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lunes, 24 de febrero de 2025
Exportaciones estancadas (antes de aranceles)
Las exportaciones parecen un tema teórico para
economistas, pero nos afectan a todos: aportan un tercio
del crecimiento y mantienen 4,6 millones de empleos. En 2024,
las exportaciones se estancaron (+0,2%), tras 40 años aumentando
año tras año (salvo en 2009, 2020 y 2023). La culpa es del estancamiento
de la economía europea, donde van el 73,7% de nuestras exportaciones,
aunque subieron las ventas a Latinoamérica, Asia y África. Ahora
preocupa que caigan en 2025 y 2026, dos años en que nos restarán
crecimiento, por la debilidad de la economía europea y los aranceles
con que amenaza Trump. España se verá menos afectado que la mayoría de Europa,
pero dañarán a la industria siderúrgica, farmacéutica y al campo,
sobre todo al aceite, vino, carnes y pescados. Por eso, urge que Europa
tome medidas defensivas ante los aranceles USA y ayude a los paises a
diversificar sus exportaciones. Y en España, hay que aprobar un Plan de
choque para ayudar a nuestros exportadores, un motor clave de la
economía y el empleo. Enrique Ortega
España ha protagonizado un histórico “milagro exportador”, promovido por el ingreso de España en la CEE, la apertura exterior de nuestra economía y la crisis financiera de 2008, que obligó a muchas empresas a buscar mercados fuera. Así se explica que España lleve 40 años aumentado sus exportaciones, desde 1995: año tras año hemos exportado más, salvo tres años en que cayeron (2009, 2020 y 2023). Con ello, hemos pasado de exportar 22.933 millones de euros en 1986 (el 10% del PIB) a 159.889 millones en 2009 (15% del PIB) y 384.465 millones en 2024 (el 24,13% del PIB). O sea, que exportamos 16 veces más que hace 40 años. Y además, aunque también importamos más, el “agujero comercial” (-40.275 millones de euros) se cubre de sobra con los ingresos por las exportaciones de servicios y por el turismo, con lo que España ha conseguido algo que parecía imposible hace unas décadas: tenemos “superávit con el exterior” desde 2013, algo inaudito en nuestra historia (de 1961 a 2012 tuvimos déficit con el exterior 45 de estos 52 años).
Las exportaciones no sólo facturan ya una cuarta
parte de nuestros ingresos como país y nos permiten ser más autosuficientes (tener
divisas suficientes para crecer y no tener que endeudarnos tanto) sino que han
sido claves para conseguir el crecimiento y el empleo de las últimas dos
décadas. Así, tras
la crisis de 2008, la economía española entró en recesión, pero hubiera
caído mucho más de no ser por la ayuda de las exportaciones: en 2009,
por ejemplo, el PIB cayó un -3,6%, pero hubiera caído bastante más (también el
empleo) si las exportaciones no hubieran aportado un +2,8% al crecimiento. Y
las exportaciones volvieron
a salvarnos con la pandemia:
en 2020, cayeron menos que la economía (-2,2%, frente al -10,9% que cayó
el PIB). Y en la recuperación posterior, las exportaciones han sido un motor
clave: en 2022
aportaron más de un tercio del crecimiento (2,3% del 6,2% que
creció el PIB) y lo mismo en 2023 (1%
del 2,7% de crecimiento del PIB).
En 2024, la aportación de las exportaciones al
crecimiento español (y al empleo) ha sido algo menor, aunque
importante: un 0,4%
del 3,2% que creció el PIB (la 8ª parte). Y eso porque las exportaciones
se han estancado en 2024, creciendo sólo un +0,2% sobre 2023. Aún
así, las ventas al exterior de España han sido de 384.464 millones de
euros, el
2º mejor dato de nuestra historia (tras el récord de 387.599 millones
en 2022, el “repunte” tras la pandemia). Y las exportaciones han conseguido “mantenerse”
en un año malo para todos los paises, por el bajo crecimiento
europeo y el proteccionismo comercial. Así, las exportaciones
alemanas cayeron -1,3% y las francesas -1,6%, mientras las
británicas caían un -5%, creciendo un +2,3% las de EEUU, un +7,1%
las de China y un 6,2% las de Japón.
El estancamiento de las exportaciones
españolas en 2024 se debe a la caída de las ventas a Europa (-0,6%),
debido a que la UE creció sólo un 0,8%, Alemania siguió en recesión (-0,2%) y
apenas crecieron Francia (+1,1%) e Italia (+0,5%), mientras España creció un
3,2%. La mayor caída de nuestras exportaciones, según
Comercio, se ha dado con Francia (-3,9%), nuestro primer cliente,
seguida de las ventas a Alemania
(-1,2%) y Bélgica (-18,1%), aunque han crecido las exportaciones a
Italia (+0,9%), Paises Bajos (+0,8%) y Portugal (+0,8%). Con todo, España cerró
2024 con un superávit comercial (más exportaciones que importaciones) con
toda Europa (+43.247,3 millones de euros, +2,5% que en 2023). Y tenemos superávit
comercial con 17 de los 26 paises restantes de la UE (con todos, salvo
Alemania, Paises Bajos, Austria, Eslovaquia, Luxemburgo, Dinamarca, Suecia, Hungría
y República Checa). En contrapartida al “pinchazo” de las exportaciones a
Europa, en 2024 aumentaron nuestras ventas a Latinoamérica (+1,9%), Asia
(+3,5%), Africa (+6,4%) y Australia (+18,1%), bajando sólo las
exportaciones a EEUU (-3,8%), China (-1,5%) y Oriente Medio (-1%).
Por sectores, las exportaciones
españolas que más cayeron en 2024 fueron las de bienes de equipo
(-0,5%, por menores ventas de material de transporte y maquinaria industrial), productos
químicos (-2,3%, por la bajada del -12,4% en la exportación de medicamentos),
automóviles (-1,4%), semimanufacturas (-1,4%, sobre todo por la caída
del -11,6% en la exportación de hierro y acero o el -3,4% de las ventas de
cerámicas) y energía (-7,6%, por menores exportaciones de petróleo, gas,
carbón y electricidad). Pero crecieron el año pasado las exportaciones
españolas de alimentos (+6,8%), nuestra 2ª mayor partida exportadora
(71.793 millones), de ropa y calzado (+2,7%) y materias primas (+6,2%).
Por autonomías, la mayoría exportó más, salvo Madrid (-5,4%), País Vasco
(-5,1%), Comunidad Valenciana (-2,7%) y Cataluña (-0,5%), según
Comercio.
Lo que preocupa ahora es la esperada bajada de las
exportaciones españolas en 2025 y 2026, rompiendo la racha de las últimas
cuatro décadas. La
última previsión del Gobierno apunta que las exportaciones se frenarán,
por las tensiones proteccionistas en el comercio mundial y el bajo crecimiento
europeo: la
Comisión Europea prevé que la UE-27 crezca sólo un +1,5% en 2025, con
crecimientos mínimos del +0,7% en Alemania, un +0,8% en Francia y un +1% en
Italia (muy por debajo del 2,6% de crecimiento previsto para España este año). De
cumplirse estas previsiones, las exportaciones no ayudarían al crecimiento
de España ni en 2025 ni en 2026: “restarían”
un -0,3% y un -0,4%, después de varios años en que han aportado (“sumado”)
un tercio del crecimiento (y la 8ª parte en 2024).
Estas perspectivas “sombrías” sobre las
exportaciones españolas en 2025 y 2026 podrían incluso empeorar si Trump
cumple con sus amenazas
de imponer aranceles a los productos europeos, lo que
frenaría aún más todas las exportaciones. De momento, Trump ha amenazado con subir
un 25% los aranceles (impuestos) que han de pagar las exportaciones de hierro y
acero que entren en EEUU. Y anuncia que el
próximo 2 de abril concretará los aranceles (podrían ser un 25%) que impondrá a las
importaciones europeas, en especial a los coches, chips, productos
farmacéuticos y alimentos vendidos por Europa.
Estados Unidos es un mercado clave para Europa,
ya que allí se dirigen el 20% de las exportaciones europeas y la
UE-27 tiene un superávit comercial (más exportaciones que importaciones) con
EEUU de 200.000 millones de euros (2024), según
Eurostat. Imponer un arancel del 10% al 25% a los productos europeos
(que ahora pagan un 2% de media) dañaría sobre todo a la
industria europea del automóvil, a la industria química y farmacéutica, a la de
material de transporte, muebles y bienes de equipo, así como a los alimentos
europeos, según
un estudio de CaixaBank Research. Y los paises más afectados
serían Irlanda, Alemania e Italia, los paises europeos que más exportan
a USA.
España sería el 4º país europeo menos afectado
por un aumento de los aranceles de EEUU (tras Rumanía, Eslovaquia y Croacia), según
este estudio, pero nos provocarían unas pérdidas de ventas de 1.338 millones
de euros anuales. EEUU
es el 6º país cliente de las exportaciones españolas (tras Francia,
Alemania, Italia, Portugal y Reino Unido), con 18.179 millones exportados
en 2024 (el 4,7% del total) y 28.192 millones importados (el 6,6% del
total), lo que significa que tenemos un déficit comercial de -10.120
millones de euros con EEUU (-9.363 en 2023), mientras toda la UE-27
tiene superávit. Nuestras compras a USA se concentran en energía
(gas y petróleo) y tecnología, mientras nuestras ventas (las que pueden
sufrir si imponen aranceles) se
concentran en bienes de equipo (6.228 millones en 2023, básicamente
maquinaria y material de transporte), semimanufacturas (4.974 millones, sobre
todo metales, hierro y acero), alimentación (2.441 millones) y manufacturas de
consumo (1.146 millones, sobre todo ropa, calzado y juguetes).
Ahora queda esperar a ver cómo la Administración USA
concreta sus amenazas de aranceles, que ya implantó
Trump en su primer mandato y afectaron mucho a las exportaciones españolas
de hierro y acero y a ciertos alimentos (aceituna negra, aceite y vino). Ahora,
el
mayor temor se centra en las exportaciones españolas de
hierro y acero, en medicamentos y productos químicos, en maquinaria y material
de transporte, en el automóvil (España apenas exporta coches directamente a
USA, pero sí automóviles y componentes a Europa, que luego se verían
negativamente afectados por una subida de aranceles) y, sobre todo en
alimentos: aceites, aceitunas, vino, carnes, pescados y mariscos.
Mientras las empresas de estos sectores están
muy preocupadas, Europa espera a concretar su reacción comercial a
que Trump concrete sus aranceles. Pero todo el mundo apuesta a que
habrá subida
recíproca de aranceles europeos y eso se traducirá en menores
exportaciones y un menor crecimiento económico en Europa, así como un repunte
de la inflación (si la UE-27 se ve obligada a imponer aranceles a los
productos importados de EEUU, en especial al gas y petróleo, así como a algunos
productos tecnológicos). Por ello, la clave es que
Europa reaccione también con
otras medidas, especialmente dos: diversificar mercados
(multiplicando los acuerdos comerciales con Latinoamérica, India, Asia, África
y Australia) y favorecer a los exportadores europeos, con promoción,
financiación e incentivos.
Entre tanto, España debe tomar también sus propias medidas, acordado el Gobierno, las autonomías y las fuerzas sociales (patronal y sindicatos) un Plan de choque de apoyo a la exportación, para evitar que frene el crecimiento y pueda seguir manteniendo y creando empleo. Es básico también diversificar mercados, promoviendo oficinas comerciales y Ferias en más paises, con nuevas ayudas a la internacionalización de las empresas, no sólo las grandes que ya exportan (sólo 45.931 empresas han exportado en 2024 y los tres años anteriores), con más financiación pública y privada, mejorando la formación exportadora de los jóvenes emprendedores y las empresas y promoviendo la exportación de productos y servicios de más valor añadido (sólo exportamos un 6,8% de productos de alta tecnología, frente al 17,7% de media en las exportaciones europeas).
En definitiva, la economía ha crecido más gracias al “tirón
exportador” pero ahora está en riesgo, por el menor
crecimiento en Europa (nuestros tradicionales compradores) y por la amenaza de Trump
de subir los aranceles, encareciendo (y frenando) nuestras exportaciones
y las del resto del mundo. Los
aranceles perjudican a todos,
pero hay que responder a esta imposición con aranceles
europeos y buscando nuevos mercados. Y para ello, hacen falta medidas y ayudas
europeas, pero también españolas. Urge que los políticos acuerden un
Plan de choque para apoyar a la exportación, clave para el crecimiento
y el empleo.
España ha protagonizado un histórico “milagro exportador”, promovido por el ingreso de España en la CEE, la apertura exterior de nuestra economía y la crisis financiera de 2008, que obligó a muchas empresas a buscar mercados fuera. Así se explica que España lleve 40 años aumentado sus exportaciones, desde 1995: año tras año hemos exportado más, salvo tres años en que cayeron (2009, 2020 y 2023). Con ello, hemos pasado de exportar 22.933 millones de euros en 1986 (el 10% del PIB) a 159.889 millones en 2009 (15% del PIB) y 384.465 millones en 2024 (el 24,13% del PIB). O sea, que exportamos 16 veces más que hace 40 años. Y además, aunque también importamos más, el “agujero comercial” (-40.275 millones de euros) se cubre de sobra con los ingresos por las exportaciones de servicios y por el turismo, con lo que España ha conseguido algo que parecía imposible hace unas décadas: tenemos “superávit con el exterior” desde 2013, algo inaudito en nuestra historia (de 1961 a 2012 tuvimos déficit con el exterior 45 de estos 52 años).
Entre tanto, España debe tomar también sus propias medidas, acordado el Gobierno, las autonomías y las fuerzas sociales (patronal y sindicatos) un Plan de choque de apoyo a la exportación, para evitar que frene el crecimiento y pueda seguir manteniendo y creando empleo. Es básico también diversificar mercados, promoviendo oficinas comerciales y Ferias en más paises, con nuevas ayudas a la internacionalización de las empresas, no sólo las grandes que ya exportan (sólo 45.931 empresas han exportado en 2024 y los tres años anteriores), con más financiación pública y privada, mejorando la formación exportadora de los jóvenes emprendedores y las empresas y promoviendo la exportación de productos y servicios de más valor añadido (sólo exportamos un 6,8% de productos de alta tecnología, frente al 17,7% de media en las exportaciones europeas).
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jueves, 20 de febrero de 2025
Crecemos, pero con pobreza y desigualdad
Confirmado: España creció en 2024 cuatro veces más
que Europa (3,2% frente a 0,8%). Pero mucha gente no lo nota,
porque la inflación se ha comido los salarios y por la subida de alquileres,
hipotecas y servicios públicos. Así, un 9,1% españoles llegan a fin de mes “con
mucha dificultad” y casi la mitad con problemas. Y hay 9,6
millones de españoles en situación de “pobreza”: ganan menos
del 60% que la media. Tenemos sólo 409.000 “pobres” menos que en 2018,
cuando Sánchez llegó a la Moncloa, aunque hay 2,35 millones de residentes
más. Pero sube la pobreza infantil y somos el 5º país
con más pobreza de Europa, a pesar del crecimiento y el empleo. Fallan
las ayudas a la pobreza y tenemos demasiados sueldos bajos:
un 70% ganan menos de 2.548 euros, 24% menos que en Europa. Urge corregir las medidas
sociales, con más ayudas por hijos, y subir más los salarios bajos (menores de 2.000 euros),
ahora que los beneficios empresariales son altos. Hay que “repartir”
mejor el crecimiento.
Eurostat, lo confirmó a finales de enero: España creció +3,2% en 2024, más que en 2023 (+2,7%) y cuatro veces el crecimiento de la UE-27 (+0,8%), triplicando el crecimiento de Francia (+1,1%) y seis veces más que Italia (+0,5%), mientras Alemania sigue en recesión (-0,2%). Los motores del alto crecimiento español, por tercer año consecutivo, son el aumento del consumo público y privado (por el aumento de ocupados: + 468.100 empleos en 2024), las exportaciones y, sobre todo el turismo, que batió otro récord histórico. Y además, la inflación cerró el año con una subida del 2,8%, en linea con el +2,7% en la UE-27. El punto negro sigue siendo el paro, que acabó en el 10,6%, casi el doble que la media europea (5,6%). Con todo, la economía española crece más que la europea, con una inflación moderada (al alza), menos déficit público y superávit con el exterior, esperando crear otros 500.000 empleos en 2025. Pero muchos españoles no acaban de notarlo. Primero, porque la inflación de los últimos años “se ha comido” parte de sus salarios: los salarios pactados en convenio han subido un +12,92% entre 2020 y 2024, mientras la inflación subió un +20% (y si nos vamos más atrás, desde 2009, los salarios han perdido un -21,43% de poder adquisitivo). Además, en los últimos años se han disparado los alquileres (subieron +31% entre 2020 y 2024) y el coste de las hipotecas, por la subida de los pisos y tipos. Y hay muchos servicios que se han encarecido, como la sanidad (los seguros médicos) o la educación, subiendo las facturas de la energía, alimentos y carburantes, a pesar de las ayudas del “escudo social”.
Y hay otro factor del que apenas se habla: la
economía crece con fuerza, producimos mucho más, pero somos
mucho más habitantes, con lo cual la producción (y la renta) se
reparte entre muchos más. Así, el valor de lo producido (PIB) ha pasado de
1.253.710 millones de euros en 2019 a 1.593.136 en 2024, un
aumento del +27% . Pero la población residente ha pasado (por el
aluvión de inmigrantes), de
47 a 49 millones en estos 6 años. Así que el PIB por habitante
ha crecido algo menos: de 26.670 euros en 2019 a 32.461 en 2024 (+21,7%).
Todavía tenemos una
menor productividad que Europa,
no tanto por los trabajadores como por la baja inversión y un modelo económico
menos productivo.
Volviendo a los que no notan el fuerte crecimiento, la
última estadística del INE revela que casi la mitad de los españoles
(el 47,4%) tienen algún problema parea llegar a fin de mes, algo
menos que en 2019 (49,3% tenían problemas), aunque ahora hay 2 millones de
habitantes más. De ellos, un 9,1%
llegan a fin de mes “con mucha dificultad” (eran el 7,8% en
2019 y el 9,3% en 2023), sobre todo en Castilla la Mancha (13%), Canarias
(12,4%) y Andalucía (10,9%), siendo pocos en País Vasco (5,1%), Baleares (5,6%)
y la Rioja (5,9%). Otro 12,7% de españoles llegan a fin de mes “con
dificultad” (14,2% en 2019) y el 25,6% restante con “cierta
dificultad (27,3% en 2019). La alta inflación pasada y los alquileres lo
explican.
Otro dato preocupante son los españoles, que a pesar de la
mejoría del crecimiento y el empleo, sufren “carencias materiales”,
según
la Encuesta de Condiciones de Vida 2024 del INE. Casi un tercio de la
población (35,8%) “no tiene capacidad para atender gastos
imprevistos” (como en 2019, cuando eran el 35,9%, aunque hoy somos 2
millones de habitantes más), el 6,1% no se puede permitir comer carne o
pescado cada dos días (eran la mitad, el 3,8% en 2019), un 17,6% no
pueden mantener su vivienda a la temperatura adecuada (el doble que en 2019,
cuando eran el 7,6%) y un 13,6% de personas han tenido retrasos en el
pago de gastos de su vivienda (frente al 8,3% en 2019).
Pero lo más preocupante es que, a pesar del alto crecimiento
y el empleo, España todavía tiene muchos “pobres”: somos el 5º
país con más pobreza de Europa (19,7% de la población en 2024) , tras
Letonia (22%), Bulgaria (21,7%), Estonia (20,7%) y Lituania (20,6%), según
Eurostat. Son 9.653.000 españoles a los que las estadísticas
europeas considera “pobres”, porque ingresan menos del 60%
de la media del país (menos de 11.584,4 euros al año los solteros y menos de
24.3272 euros al año una familia con dos niños), según
el INE.
Lo peor es que, a pesar del alto crecimiento y el empleo, la pobreza
infantil ha crecido en España: en 2024 estaban en situación de pobreza el
29,2% de los menores de 16 años, frente al 26,2% de pobreza infantil en
2018. Son 2,5 millones de niños y niñas que viven en hogares pobres y de
ellos, más de un tercio (el 11%, 941.000 niños y niñas) viven
en hogares con pobreza severa y no pueden acceder a una alimentación
saludable, como
denuncia Save the Children, recordando que España es el 2º país de
Europa con más pobreza infantil, tras Rumanía. Esta pobreza infantil se concentra en las familias
de mujeres solas con niños (el 81% de las familias monoparentales),
“feminizando” la pobreza.
La llamativa subida
del salario mínimo interprofesional (de 735 euros en 2018 a 1.184
euros en 2025, +61%), el avance del Ingreso
mínimo Vital (llega a 674.000 hogares, con 2 millones de beneficiarios
y una cuantía mensual entre 658 y 1.500 euros) y las ayudas públicas que han
integrado (e integran) el “escudo
social” (ERTEs, bono social eléctrico, ayudas al transporte, luz, alimentos y carburantes) han evitado que
la pobreza en España creciera estos años, a pesar de que somos 2,35
millones de habitantes más. Pero la tasa de pobreza es “inadmisible” y
la Comisión Europea nos
alertó de ello en diciembre pasado.
El problema de fondo no es sólo que falten ayudas
públicas contra la pobreza sino que se gastan mal, como nos
ha reiterado la OCDE y la Comisión Europea. Por un lado, las ayudas
públicas a las familias (claves para luchar contra la pobreza) tienen en España la mitad de peso que en otros paises:
suponen
el 1,6% del PIB (2021), frente al 2,5% de media en la UE-27,
el 3,7% en Alemania o el 2,5% en Francia. Por otro, estas ayudas públicas en
España benefician más a las familias de rentas medias y altas que a las
familias con rentas bajas, porque el grueso de las ayudas son desgravaciones fiscales en
el IRPF, que benefician a 8 millones de contribuyentes, la mayoría con
rentas medias y altas, porque las
rentas bajas y los más pobres no declaran (los ingresos de menos de
22.000 euros al año, todos los que están en pobreza severa y la mayoría de los
considerados “pobres”).
La propia Comisión Europea alertó,
en su informe de diciembre, sobre el hecho de que las ayudas
contra la pobreza en España “tienen menos impacto que en otros paises”,
por “los problemas de adecuación y cobertura del sistema de protección social,
las disparidades regionales de acceso a los servicios públicos y la persistente
pobreza en el trabajo”. Sobre este último punto, recordar que en 2023 eran
“pobres” casi 2,5 millones de trabajadores (2.499.654), según la Red EAPN. Y que España es el tercer
país europeo con más porcentaje de “trabajadores pobres” (11,9%),
sólo por detrás de Rumanía (15%) y Bulgaria (11,7%), peor que Portugal (10%) o
Grecia (9,85) y por encima de la UE-27 (8,9% de trabajadores
“pobres”), Italia (9,9%), Francia (7,8%) o Alemania (6,5%), según
Eurostat.
Por todo ello, expertos y ONGs piden modificar
el esquema de protección social a las familias más vulnerables, reformar
la política contra la pobreza en España. Por un lado, es urgente coordinar
las ayudas públicas, creando
“una ventanilla única” donde se soliciten y se gestionen, con
menos burocracia, más colaboración entre administraciones (incluyendo los
Ayuntamientos, claves en las ayudas contra la pobreza) y dando más entrada a
las ONGs, quienes tienen más experiencia y conocimiento del problema. Y por
otro, hay que destinar
más recursos públicos a la lucha contra la pobreza, gastando el
doble (como hace la UE) en ayudas a la familia. Además, urge avanzar en
aprobar una ayuda universal por hijos, clave para reducir la pobreza
infantil, como reitera Save the Children.
De hecho, en 20 paises europeos existe una
ayuda universal por hijo, que la OCDE ha propuesto a España (y que sólo
aplica el País Vasco, desde marzo der 2023, cuando entró en vigor una
ayuda universal por hijo de 200 euros que cobrarán las familias durante 3
años). Con esta ayuda, “se matarían dos pájaros de un tiro”: se
reduciría la pobreza infantil y la pobreza de las familias (más
concentrada en las que tienen hijos) y se fomentaría la
baja natalidad, un grave problema estructural de España, que pone en
peligro el futuro de las pensiones y del Estado del Bienestar. El Gobierno
Sánchez dice que estudia
una ayuda universal por hijo hasta los 6 años, pero tiene difícil
contar con apoyos políticos y recursos, máxime cuando la política del PP
(apoyada por Junts y PNV) es “bajar impuestos” indiscriminadamente.
Para que haya menos pobres y más gente “note” el
crecimiento y el empleo, hay que actuar también sobre los salarios, porque
son muy bajos y desiguales, lo que provoca que casi la mitad de
españoles tengan problemas para llegar a fin de mes. Los salarios
en convenio han subido un +3,07% en
2024, más que la inflación media (2,77%), pero llevan muchos años
perdiendo poder adquisitivo (-7,08% desde 2020 y -21,43% desde 2009). Y
tienen dos problemas. Uno, son más bajos que en Europa: el salario
medio por hora era de 18,2 euros en 2023, frente a 24 euros
de media en la UE-27 (-24,2%) , 31,6 euros en Alemania, 28,7
euros en Francia o 21,5 euros/hora en Italia, según
Eurostat. Y el otro, que los salarios en España son muy desiguales
y hay una mayoría que los tiene bajos.
Veamos. El salario medio bruto en España era de 2.237
euros en 2023, según
la última estadística del INE (Decil de salarios). Pero de los 18 millones
de asalariados, un 30% (5.400.000) ganan menos de 1.534 euros brutos
al mes, otro 40% (7.200.000 trabajadores) ganan entre 1.534,7 y
2.548,2 euros brutos mensuales y sólo el 30% restante (5.400.000
asalariados) ganan más de 2.548,2 euros brutos mensuales. A lo claro: que el 70% de los que
trabajan en España (12,6 millones)
ganan menos de 2.548 euros brutos, unos 2.170 euros netos. Y hay
sectores enteros, como la hostelería, el campo, las empleadas de hogar, el
comercio y muchas pymes, donde ganan aún menos. Y sobre todo las mujeres
(2.063,2 euros de media, -16,4% que los hombres) y los jóvenes que aún ganan menos (1.387 euros
brutos es el salario medio de 16 a 24 años). Con este bajo nivel salarial, no
es extraño que si repunta la inflación o suben los alquileres y algunas
facturas, mucha gente tenga problemas para llegar a fin de mes. O acabe en
la pobreza.
Por eso, habría que actuar en dos frentes. Por
un lado, aprobando un
Plan urgente contra la pobreza, en especial contra la pobreza
infantil, legislando una ayuda por niño/a hasta los 6 años (complementada
con otras ayudas hasta los 16 años) y reformando las ayudas públicas
disponibles, para que beneficien más a los más pobres. Y por otro, promoviendo
en la negociación colectiva una subida
mayor de los salarios más bajos (los de menos de 2.000 euros, por
ejemplo), para reducir la desigualdad actual y mejorar el poder de compra, lo
que se traduciría en más consumo, más crecimiento y más empleo. Es hora
de plantear subidas mayores del 3% para estos trabajadores peor pagados,
porque ahora las
empresas pueden hacerlo,
porque llevan 3 años consecutivos con más
ventas, márgenes y beneficios.
Lo peor que le puede pasar a un país es que no crezca ni
cree empleo. Pero tampoco es bueno que crezca y la mayoría de su población no
lo note, porque una buena parte de la población no llegue a fin de mes o siga
en la pobreza. Urge aplicar políticas para reducir de verdad la pobreza, sobre
todo la infantil, y para que la mayoría de los salarios sean más altos y
permitan una vida mejor. Hay que “repartir
mejor el crecimiento”, para que lo noten más españoles, no sólo una
minoría de sueldos y empresas. Es la manera de evitar que muchos españoles “pasen”
del Estado y de la política y se radicalicen, en manos del populismo y
la ultraderecha. La democracia ( y aún más la socialdemocracia) es crecer
más para que la mayoría vivan mejor. A ello.
Eurostat, lo confirmó a finales de enero: España creció +3,2% en 2024, más que en 2023 (+2,7%) y cuatro veces el crecimiento de la UE-27 (+0,8%), triplicando el crecimiento de Francia (+1,1%) y seis veces más que Italia (+0,5%), mientras Alemania sigue en recesión (-0,2%). Los motores del alto crecimiento español, por tercer año consecutivo, son el aumento del consumo público y privado (por el aumento de ocupados: + 468.100 empleos en 2024), las exportaciones y, sobre todo el turismo, que batió otro récord histórico. Y además, la inflación cerró el año con una subida del 2,8%, en linea con el +2,7% en la UE-27. El punto negro sigue siendo el paro, que acabó en el 10,6%, casi el doble que la media europea (5,6%). Con todo, la economía española crece más que la europea, con una inflación moderada (al alza), menos déficit público y superávit con el exterior, esperando crear otros 500.000 empleos en 2025. Pero muchos españoles no acaban de notarlo. Primero, porque la inflación de los últimos años “se ha comido” parte de sus salarios: los salarios pactados en convenio han subido un +12,92% entre 2020 y 2024, mientras la inflación subió un +20% (y si nos vamos más atrás, desde 2009, los salarios han perdido un -21,43% de poder adquisitivo). Además, en los últimos años se han disparado los alquileres (subieron +31% entre 2020 y 2024) y el coste de las hipotecas, por la subida de los pisos y tipos. Y hay muchos servicios que se han encarecido, como la sanidad (los seguros médicos) o la educación, subiendo las facturas de la energía, alimentos y carburantes, a pesar de las ayudas del “escudo social”.
Esta tasa de pobreza (19,7%) era superior en 2018 (21,5%),
cuando el Gobierno Sánchez llegó a la Moncloa, pero el número de pobres ha
bajado poco, en -409.000 personas (había 10,06 millones de pobres en 2018),
entre otras cosas porque ahora somos 2,35 millones de habitantes más.
La población
en situación de “pobreza extrema” (ingresan menos del 40% que la
media, menos de 7.772 euros anuales los solteros y menos de 16.218 euros las
familias con 2 niños) también se ha reducido, pero poco: eran el 8,7% de los
españoles en 2018 y ahora son el 8,3% de la población, 4.067.000 españoles
(solo 4.000 menos que en 2018).
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lunes, 17 de febrero de 2025
Centros de Salud desbordados
Se han cumplido 5 años del primer muerto en España por
COVID-19 y la sanidad pública no acaba de recuperarse de la pandemia
: las listas de espera siguen en máximos históricos y la Atención
Primaria está colapsada: me han dado cita para la médico
de familia dentro de 14 días (y la demora media está en España en 9
días). La consecuencia es que 12,5 millones de españoles se pagan un seguro
privado (ahora más caro), lo que lleva a demoras en la sanidad privada.
Se multiplican las manifestaciones por la mejora de la sanidad, pero no
se avanza. El problema más grave está en la Atención Primaria, donde
Sanidad ha propuesto un Plan de actuación 2025-2027. Muchas medidas,
pero falta lo fundamental: gastar más (+10.000 millones sólo en
Atención Primaria), contratar más médicos de familia (+8.000) y enfermeras
(+15.000) y reorganizar los centros, con 10.000 administrativos más. Urge
un Plan de choque para mejorar la Atención Primaria. Nos jugamos la
primera linea de la salud. Centro de Salud en Madrid
El 13 de febrero de 2020 moría en Valencia el primer paciente contagiado por COVID-19. Han pasado 5 años y la sanidad pública no se recupera del mazazo de la pandemia: estamos mejor que entonces, pero el sistema sanitario apenas ha vuelto a los niveles de 2019, donde ya había problemas de saturación y falta de medios. La espera para ser atendido por el médico de familia (o el pediatra) estaba en 8,81 días en 2024 (Barómetro Sanitario), frente a los 5,8 días de espera media en 2019. Y las listas de espera, aunque han mejorado frente a lo peor de la pandemia, siguen en máximos históricos: 94 días de media para la consulta de un especialista en junio de 2024 (el 2º peor dato desde 2022) y la espera para ser operado estaba en 121 días (9 más que en junio de 2023).
La consecuencia es una peor atención de la
sanidad pública (a pesar del esfuerzo de sus profesionales) y un desvío
de muchos pacientes a la sanidad privada: más
de 12,5 millones de españoles pagan un seguro médico privado cada mes (+3,5
millones que hace una década), sobre todo en Madrid (38,7% población tiene un seguro médico
privado), Cataluña (32,4%) y Baleares (30,9%), aunque su precio se ha disparado
(los seguros médicos han subido +39,5% desde 2019, según el INE). Este desplazamiento hacia médicos,
especialistas y hospitales privados, para sortear “los atascos” en la sanidad
pública tiene 2 consecuencias. Una, que ya hay especialistas y hospitales
privados que dan muchos retrasos para ser atendidos (50 días
me han dado para una ecografía… por lo privado), siendo habitual cambios de citas
y deterioro en la atención. Además, como las
aseguradoras pagan poco a los médicos, hay muchos especialistas
que “no trabajan con aseguradoras”.
Pero el gran problema sigue estando en la primera línea
de la sanidad pública, en la Atención Primaria de los Centros de
Salud y los ambulatorios. La población residente en España acaba de superar
los 49 millones (49.077.984
el 1 de enero 2025) y eso supone un aumento de +1,76 millones de
personas residentes sólo en los últimos 5 años (47.318.050 habitantes el
1 enero 2020). Un aluvión de nuevos habitantes (y potenciales pacientes) que
han de atender casi los mismos médicos y enfermeras, con lo que
cuando algún profesional (o administrativo) se pone enfermo o toma vacaciones,
el colapso en las consultas es grave y lo sufren los pacientes, dilatando los
plazos para ser atendidos. Y muchos no esperan y acuden a las urgencias
de los hospitales: el
45% de los ciudadanos acudió a las urgencias
hospitalarias en el último año (frente al 38,2% en 2023), según el Barómetro
Sanitario 2024.
La Atención Primaria en España tiene un serio problema
de retrasos en las citas de los médicos de familia y pediatras. En julio
de 2024, el retraso medio era de 8,81 días para ser atendido, frente a
los 5,8 días de 2019, según el Barómetro
Sanitario que elabora el CIS y Sanidad. Sólo un 0,1% de pacientes consiguen
cita en el día, al 11,2% les dan en 2 días, al 13,7% en 3 días, al 8,41%
en 4 días, un 20% tardan en ser atendidos 7 días, un 12,8% tardan de 8 a
10 días y al 21,7% (como a mí) les dan cita entre 11 y más días después
de solicitarla (por Internet, porque los teléfonos están aún más colapsados … ).
Sanidad y las autonomías apenas informan de estos
retrasos en conseguir una cita para el médico de familia o el pediatra.
El
diario EL PAIS ha publicado una relación de retrasos por autonomías, a
través de solicitudes de Trasparencia a las consejerías de Sanidad y alerta
que más de la mitad de los Centros de Salud de toda España dan cita pasadas
48 horas, a pesar de que el Gobierno y las autonomías pactaron en 2019 garantizar
que la atención no urgente en Atención Primaria se hiciera en
menos de 2 días. Según este rastreo, los
peores datos de retrasos se encuentran en Madrid, Comunidad
Valenciana, Canarias y Baleares, donde más del 85% de los Centros de Salud
registran demoras de más de 2 días. Pero lo más preocupante es que hay
demoras de más de 5 días en el 59% de los Centros de Salud de la Comunidad
Valenciana, el 44% de Canarias, el 43% de Baleares, el 28% de
Madrid, el 23% de Aragón, el 20% de Andalucía y el 16% en Castilla la
Mancha, mientras las otras 10 autonomías no dan retrasos en citas
superiores a los 5 días.
Estos retrasos, que agobian a los pacientes (sobre todo a
los enfermos crónicos y de más edad), tienen un origen claro: la
falta de medios en la Atención Primaria, detallada
en este informe elaborado en 2024 por la Federación en Defensa de la
Sanidad Pública (FADSP). El primer problema es que España gasta poco en
Sanidad : 2.822 euros por habitante, un 20% menos de los 3.533 que gasta la
UE y la mitad de los 5.317 euros por habitante que gasta Alemania, según
la OCDE. Pero además de gastar menos, dedica un porcentaje menor que
otros paises a financiar la Atención Primaria: un 14%
de todo el gasto sanitario en España, frente al 25% de media que se gasta
en Europa.
Y por si esto no explica la situación actual, la
financiación de la Atención Primaria es muy desigual por
autonomías, según los datos del gasto
por habitante en 2024 que aporta la FDSP: 150,90 euros/habitante en
Madrid, 154 en la Comunidad Valenciana, 229 en Cataluña, 247 en Murcia, 264
en Baleares o 274 euros/habitante en Galicia, frente a 402 euros/habitante
en Extremadura (más del doble de gasto que en Madrid), 329 euros en
Castilla y León, 323 en La Rioja, 309 en
Andalucía, 308 en País Vasco o 306 en Asturias.
A partir de este gasto desigual, también es desigual
el número de médicos y enfermeras que trabajan en Atención Primaria.
Donde hay menos médicos de familia es en Baleares (0,51
por 1.000 habitantes), Madrid (0,57), Canarias (0,58), Andalucía
(0,60), Murcia (0,62) y Cataluña ( 0,64), mientras hay muchos
más médicos en Castilla y León (0,95/1.000 habitantes), Extremadura (0,77),
Aragón (0,75) y Galicia (0,71), según
la FADSP .Y en cuanto a enfermeras, donde menos hay
(comparativamente) vuelve a ser en Balares y Murcia (0,59 por 1.000
habitantes), Madrid (0,52), Asturias (0,67) y Andalucía (0,69), mientras hay
más en La Rioja (0,90 por 1000 habitantes, casi el doble que en Madrid), Extremadura
y Castilla y León (0,86), Aragón (0,83) y Navarra (0,82).
Y con este diferente personal, las regiones con más
población son las que tienen los Centros de Salud más colapsados.
Así, la
FADSP informa que si en España hay un 59,3% de médicos de familia que
atienden a más de 1.500 tarjetas sanitarias, en Baleares son el 77,52% y en
Andalucía el 69,99%, destacando también el 47% de Madrid y el 42,18% en
Castilla la Mancha, mientras sólo tienen tantos pacientes el 23% de los médicos
de familia vascos y el 27% de los navarros. Y si la media de médicos que atienden
a más de 2.000 tarjetas es baja, el 4,14% de los médicos de familia, en
Baleares son el 11,91% y en Madrid el 6,75%. Y si analizamos el trabajo de los
pediatras, el 5,2% atiende a más de 1.500 tarjetas en España, pero en Madrid
lo sufren el 12,1% de los pediatras, el 10,8% en Castilla la Mancha y algo
menos del 10% en Baleares y Cataluña.
El informe de la Federación en Defensa de la Sanidad Pública
(FADSP) lleva más de una década analizando la
situación de la sanidad en las autonomías, muy desigual tanto en el gasto
como en las listas de espera como en la Atención Primaria (analizan decenas de
parámetros). Y en el
último ranking, de 2024, han agrupado la sanidad de las autonomías
en 4 bloques. Uno, las 4 autonomías con mejor sanidad: Navarra (106
puntos sobre 142), País Vasco (105), Asturias (100) y Castilla
y León (95). El 2º grupo, 5 autonomías con servicios sanitarios “regulares”
son Aragón, Cantabria y La Rioja (las tres con 91 puntos), Extremadura (90) y
Galicia (82). El tercer grupo son 4 autonomías con una sanidad “deficiente” : Cataluña
(80 puntos), Canarias, Castilla la Mancha y Madrid (con 79 puntos cada
una). Y en el pelotón de cola, “con peores servicios sanitarios” están Murcia
(78), Baleares (77), Andalucía (76) y la Comunidad Valenciana
(62). Desde 2010, la región valenciana aparece como “el farolillo rojo” de la
sanidad autonómica, junto a Andalucía, Canarias y Murcia muchos años.
Los problemas
en la Atención Primaria y de toda la sanidad, más graves en las autonomías
más pobladas, han sacado a la calle a médicos y pacientes, con manifestaciones multitudinarias en Madrid,
Galicia, Andalucía, Aragón y el País Vasco. Las autoridades autonómicas
prometen mejoras, pero apenas gastan y contratan, mientras crece la población.
De hecho, el gasto sanitario de las autonomías aumentó un +22,02%
entre 2009 y 2023, un tercio menos que la inflación (+36,6%). Y además,
en Cataluña ha caído el gasto sanitario en estos 15 años (-4,80%),
mientras ha crecido sólo un +9,97%
en Madrid, un +15,20% en Castilla la Mancha y un +17,24% en Aragón. Y
eso, a pesar de que las autonomías han recibido del Presupuesto del Estado,
entre 2018 y 2024 (los 7 años de Gobierno Sánchez) 300.000
millones más de recursos que en los 6 años de Gobierno Rajoy. Unas se han
gastado estas mayores transferencias “en otras cosas” y la mayoría (gobernadas
por el PP) han
aprovechado para bajar impuestos (a los más ricos), reduciendo
ingresos muy necesarios.
Mientras, el Gobierno central trata de influir en la mejora
de la sanidad autonómica, más con normas que con financiación o medios. Así, el
16 de diciembre, la ministra de Sanidad presentó a las autonomías un Plan
de Acción para la Atención Primaria 2025-2027, en cuyo texto han participado
el Ministerio, las autonomías, asociaciones de médicos y pacientes. El objetivo
es adoptar medidas para mejorar los equipos de gestión en Atención
Primaria, las políticas de personal y gobernanza, así como la mejora y
coordinación de prestaciones y servicios, para reducir las desigualdades
actuales. Está bien, el Plan es un punto de partida para mejorar,
pero no incluye las dos medidas más importantes: más
financiación y más medios. Por
eso, puede acabar siendo “un catálogo de deseos”. Papel
mojado.
Los expertos sanitarios insisten en que no mejorará la Atención Primaria, la 1ª línea de nuestra
sanidad, hasta que no cuente con más dinero y más personal, reestructurando su
organización. La FADSP
propone destinar el 25% de todo el gasto sanitario a Atención
Primaria, lo que supone gastar 10.000 millones más al año (de forma
escalonada). Y cree que se necesitan 8.000 médicos más, 15.000 nuevas
enfermeras y 1.000 pediatras para “desatascar” los centros de Salud, además
de 10.000 administrativos más para que una parte de la jornada de
médicos y enfermeras no sea atender tareas administrativas. Y en paralelo, contar
con más tecnología para realizar más pruebas diagnósticas en
estos Centros. Además, proponen restablecer las Áreas sanitarias como
marco de gestión y darles más autonomía. Con estas medidas, se busca que
el 95% de las consultas se realicen en menos de 48 horas…
Esto sí son medidas concretas y una hoja de
ruta para salir del colapso actual. Pero no se podrá avanzar si no se alcanza un
Pacto (otro) entre el Gobierno central y las autonomías, con la
participación de profesionales y pacientes. No parece que sea el camino elegido,
mientras el PP avanza en la privatización de la sanidad
pública en las autonomías que gobierna (con más “conciertos” para
derivar pacientes, pruebas y operaciones a la sanidad privada) y el Gobierno
intenta avanzar con normas y Leyes que luego no se pueden aplicar, por falta de
financiación, medios y colaboración política. En medio estamos nosotros,
los 49 millones de españoles, cada
vez más envejecidos, que tenemos que esperar días y meses
para saber qué problema de salud tenemos y cuándo tendremos la prueba,
operación o tratamiento. Así no podemos seguir.
El 13 de febrero de 2020 moría en Valencia el primer paciente contagiado por COVID-19. Han pasado 5 años y la sanidad pública no se recupera del mazazo de la pandemia: estamos mejor que entonces, pero el sistema sanitario apenas ha vuelto a los niveles de 2019, donde ya había problemas de saturación y falta de medios. La espera para ser atendido por el médico de familia (o el pediatra) estaba en 8,81 días en 2024 (Barómetro Sanitario), frente a los 5,8 días de espera media en 2019. Y las listas de espera, aunque han mejorado frente a lo peor de la pandemia, siguen en máximos históricos: 94 días de media para la consulta de un especialista en junio de 2024 (el 2º peor dato desde 2022) y la espera para ser operado estaba en 121 días (9 más que en junio de 2023).
Y eso se traduce en un mayor
o menor desvío a urgencias:
Madrid es la que más atiende (815,3 pacientes por 1000 habitantes),
seguida de Baleares (795), Murcia (743), Aragón y Andalucía (633), frente a
sólo 471 pacientes/1000 en urgencias en Navarra, 533 en Extremadura, 534 en
Canarias o 555 en Castilla y León.
La gestión de la sanidad (y la mayor parte de
su financiación) corresponde a las autonomías. El Gobierno trata
de “ayudar”, facilitando la habilitación de médicos y aumentando las
transferencias, aunque la clave es reformar
el sistema de financiación autonómica, porque hay 6
autonomías a las que el actual sistema “penaliza” (Comunidad
Valenciana, Murcia, Andalucía, Castilla la Mancha , Baleares y Cataluña) y otras
5 a las que “premia” (Cantabria, La Rioja, Extremadura, Aragón y Castilla y
León), según
FEDEA. Cara al futuro, cualquier reforma debe dar más peso en el reparto de
los fondos públicos a factores como la población, el envejecimiento y los
usuarios de la sanidad pública.
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jueves, 13 de febrero de 2025
Reforma Ley de Dependencia: papel mojado
Este martes, junto a la subida del SMI, el Gobierno aprobó la
reforma de la Ley de Dependencia, impulsada por Sumar para recuperar “protagonismo
político”. El proyecto de Ley amplía algunos servicios a los
dependientes, pero no compromete nuevos fondos: serán “derechos”
de papel”. Supone agravar el problema de base de la Dependencia:
derechos sin financiación. Ahora, el Gobierno no puede aportar
más (porque no aprueba Presupuestos) y las autonomías “hacen caja” a
costa de los dependientes. Y no gastarán más en los nuevos derechos que quieren
aprobarse. Tampoco gastan en financiar nuevas residencias de ancianos,
donde faltan 89.324 plazas. Consecuencia: las familias (las
mujeres, el 75% de las cuidadoras”) “cargan” con los dependientes,
con escasa ayuda pública. Un grave problema ahora y más en
unos años, porque en 2050, un 30% de los españoles tendrán más de 65
años. Y habrá 6 millones de españoles con 80 años y más, el doble que
ahora. Menos demagogia populista y más fondos para ayudar a los mayores
dependientes. Enrique Ortega
El pasado 1 de enero, la Ley de Dependencia cumplió 18 años, ya que entró en vigor en enero de 2007. El balance de esta Ley, que se considera “el cuarto pilar” del Estado del Bienestar (junto a la sanidad, la educación y las pensiones) es “gris”, según detallé en un reciente Blog, a partir del balance realizado por los Directores y Gerentes de Servicios Sociales. Por un lado, ha atendido a 3,7 millones de dependientes, la mayoría mayores, y ahora reciben alguna ayuda o servicio más de 1,5 millones de dependientes. Pero las familias con dependientes tardan casi un año en que se resuelva su expediente (334 días de media, pero 618 en Andalucía, 574 en Canarias o 514 en Murcia), comprobando después que las ayudas económicas son escasas (264 euros al mes es la media que reciben los cuidadores no profesionales) y que los servicios son cada vez más “low cost”, con menor coste y alcance (desde la teleasistencia a la ayuda a domicilio).
El pasado 1 de enero, la Ley de Dependencia cumplió 18 años, ya que entró en vigor en enero de 2007. El balance de esta Ley, que se considera “el cuarto pilar” del Estado del Bienestar (junto a la sanidad, la educación y las pensiones) es “gris”, según detallé en un reciente Blog, a partir del balance realizado por los Directores y Gerentes de Servicios Sociales. Por un lado, ha atendido a 3,7 millones de dependientes, la mayoría mayores, y ahora reciben alguna ayuda o servicio más de 1,5 millones de dependientes. Pero las familias con dependientes tardan casi un año en que se resuelva su expediente (334 días de media, pero 618 en Andalucía, 574 en Canarias o 514 en Murcia), comprobando después que las ayudas económicas son escasas (264 euros al mes es la media que reciben los cuidadores no profesionales) y que los servicios son cada vez más “low cost”, con menor coste y alcance (desde la teleasistencia a la ayuda a domicilio).
Y
finalmente, hay casi 300.000 dependientes “desatendidos” (270.325),
bien porque están pendientes de valoración o porque tienen su derecho
reconocido pero no le llegan las ayudas. Y como 4 de cada 5 dependientes
tienen más de 80 años, muchos se mueren antes: 900.000
dependientes han muerto desde 2007 esperando una ayuda pública… (34.252
en 2024).
En enero de 2021, el entonces vicepresidente Pablo Iglesias
retoma personalmente la gestión de la Dependencia y aprueba un Plan
de Choque 2021-2023 para inyectar 1.845 millones extras a la Dependencia
(615 al año), para reducir las listas de espera y mejorar la atención a los
dependientes. El Plan contó con el apoyo de las autonomías, pero
muchas aprovecharon estos mayores recursos estatales para
“hacer caja” y reducir su aportación. En 2022 lo hicieron 10
autonomías (Castilla y León, Galicia, Aragón, País Vasco, Navarra, Murcia, Extremadura,
Canarias, La Rioja y Castilla la Mancha), “ahorrándose entre todas 309 millones
(que gastaron en otras cosas). Y en
2023 volvieron a hacerlo otras 9 (Cataluña, Andalucía, Comunidad
Valenciana, Madrid, Extremadura y Asturias), recortando su gasto en Dependencia
en otros 186 millones… En cambio, el Estado central ha aportado a la
Dependencia 3.793 millones más entre 2021 y 2023.
En 2024, el problema ha estado en que el Gobierno no
consiguió aprobar un Presupuesto, con lo que mantuvo su aportación a la
Dependencia y no pudo aumentarla : financia el 39,6% del gasto público y las
autonomías el 60,4% restante, mientras muchas (sobre todo las 12 gobernadas
por el PP, con apoyo de Vox) han estancado esta partida en 2024 (como
otros gastos sociales) y también lo harán en 2025. Y a la vista de la
polarización política, existe el riesgo de que el Gobierno tampoco consiga
aprobar un Presupuesto en 2025, con lo que tampoco este año habrá más
dinero para la Dependencia…
En este contexto, Sumar ha querido “recuperar
protagonismo político” y ha forzado la aprobación, este martes, de una
Ley que modifica y amplía algunos derechos de la Ley de Dependencia. En líneas
generales, según
explicó el ministro Bustinduy, “se revierten los recortes, se garantizan
más derechos y se amplía el catálogo de servicios”. Pero hay una pega: no
se aumenta un euro la financiación estatal para la Dependencia. Por
eso, los Directores y Gerentes de Servicios Sociales hicieron
un duro comunicado: “el Gobierno, mientras congela la financiación a la
Dependencia, propone una reforma de la Ley sin recursos. Son derechos en
papel. Sólo generará falsas expectativas”.
Por un lado, el
proyecto de Ley pretende hacer compatible las prestaciones, que un
dependiente pueda asistir a un centro de día y recibir a la vez ayuda
domiciliaria, algo no posible ahora (no porque lo diga la Ley, sino porque
Rajoy lo aprobó en 2013, para ayudar a las autonomías a “sobrevivir” tras
los recortes). Ahora, se puede aprobar en una Ley (si la apoya una mayoría, lo
que no será fácil), pero será difícil cumplirlo si las autonomías no aportan (o
reciben) más recursos. Otra
novedad del proyecto de Ley es que elimina el periodo de carencia de
2 años para que las familias reciban una ayuda económica, periodo que también
incluyó Rajoy en 2012 (no la Ley de Dependencia), para recortar gasto. Y además, tiene
poco sentido suprimirlo cuando los expedientes tardan 334 días (esa
sí es una carencia…).
El proyecto de Ley (y el ministro Bustinduy, el
ministro nº 13 de la Dependencia desde 2007) insiste mucho en que va
a reforzar la atención a los dependientes en sus hogares, “en casa”,
potenciando la ayuda a domicilio. Pero tiene mucha tarea por delante para que
esa ayuda a domicilio sea sustantiva, porque a día de hoy, la
media de atención a domicilio es de 34 horas mensuales para la mayoría (1
hora diaria) y de menos
de 2 horas diarias para los “grandes dependientes” (Grado III). Con esta “ayuda”
la mayoría de las familias tienen que recurrir a contratar a un cuidador externo
(pagando un sueldo y cotizaciones) o decidir que una persona de la familia deje
de trabajar y cuide al anciano o menor dependiente (el 75% de los “cuidadores
familiares” son mujeres…). Nada será eficaz en la ayuda a domicilio si
no permite realizar una jornada laboral al familiar cuidador.
Esta idea que ahora defiende la parte de Sumar del Gobierno,
“atender a los dependientes en casa” y no sacarles de su entorno, no es nueva,
pero exige financiación y personal. Y en los últimos años, la ayuda a domicilio
se ha estancado, según
los datos aportados por los Directores y Gerentes de Servicios Sociales :
en 2023, sólo cubría al 5,5% de los dependientes atendidos, casi el mismo
porcentaje que en 2019 (4,9%) y 2010 (4,7%). Y las horas mensuales de atención
son similares en 2023 (21,1 horas) a las de 2012 (21 horas) . Eso explica que
muchas familias hayan “tirado la toalla” y hayan optado por llevar a sus
dependientes a una residencia… si la encuentran y la pueden pagar. Porque en
paralelo al problema de la escasa atención a domicilio está el problema del déficit
de plazas en residencias de ancianos.
En diciembre de 2023 (último dato del IMSERSO) había en
España 395.065
plazas en residencias de mayores, 3.520 menos que en 2022 (ha sido el
primer año en que bajaron desde 2014). Eso significa que había 4,08 plazas por
cada 100 mayores de 65 años, la tasa de cobertura más baja desde que hay estadísticas
(4,56% en 2010), según
este reciente estudio de los Directores y Gerentes de Servicios Sociales. Y
se da la circunstancia de que 7 de cada 10 plazas en residencias son de
financiación pública (275.094 plazas), ya sea porque son residencias
públicas, plazas concertadas en residencias privadas (el Estado paga una parte
y la familia otra) o plazas que se financian “con la prestación vinculada al
servicio” (la autonomía da un cheque a la familia y “se busca la vida”… ).
El objetivo que plantean los expertos es que haya plazas en
residencias al menos para el 5% de los mayores de 65 años. Eso supone que en
España faltan 89.324 nuevas plazas en residencias (en 2014, el déficit era
de 53.000 plazas). De ellas, 35.000 plazas hacen falta ya, para cubrir la demanda sin atender de los dependientes de grado III y II, según
los Directores y Gerentes de Servicios Sociales. Eso sí, el déficit (89.324
plazas) se concentra en 2 autonomías, Andalucía (faltan 35.857
plazas) y Comunidad Valenciana (faltan 24.801 plazas), seguidas de lejos por
Cataluña (-14.428), Galicia (-13.404), Canarias (-9.400) y Madrid (-7.954
plazas). Y hay 4 autonomías que tienen más plazas en residencias del 5% de sus
mayores (Castilla y León, Castilla la Mancha, Aragón y Extremadura).
El problema de fondo sigue siendo el mismo que
hace 18 años, cuando echó a andar la Ley de Dependencia: hace falta comprometer
una financiación suficiente para que los derechos no sean “papel
mojado”. Los Directores y Gerentes de Servicios Sociales han lanzado la cifra
del dinero que falta: 10.000
millones más para la Dependencia, si España quiere gastar la media de la OCDE: el 1,55% del PIB, frente al 0,89% que gastamos ahora. De
hecho, la Dependencia es el gasto social más bajo: 11.500
millones gastados en 2024 (Estado y autonomías), 8,6 veces menos de lo
que gastamos en Sanidad, 7,55 veces menos de lo que gastamos en Educación y 17
veces menos del gasto en pensiones…
Lo importante no es tener Leyes garantistas, con
muchos derechos
“sobre el papel”, sino conseguir más dinero para financiar la Dependencia,
lo que exige (entre otras cosas) una reforma fiscal y no empecinarse en bajar
impuestos (autonomías PP). Este es el gran debate que casi nadie plantea. Si no
se afronta y resuelve, el envejecimiento nos pillará desprevenidos, como
pasó con las pensiones. Porque cada vez habrá más personas mayores y más
dependientes que atender. Basten 2 datos del INE Uno, los
mayores de 65 años: superan el 20% de la población (10,18 millones) y serán el
30,4% en 2050 (16 millones). Y otro, más preocupante: los mayores de 80 años
(con más riesgo de ser dependientes) son ahora el 6% (3millones) y serán el 11% en 2050 (6 millones, el doble).
O nos preparamos desde ahora, con
financiación, personal, medios, ayudas y centros de atención (distintos, por
favor, a las siniestras residencias actuales) o la Dependencia será uno
de los grandes dramas de las familias este siglo. Y, sobre todo, una
losa para las mujeres.
El problema de fondo de la Ley de Dependencia,
según la mayoría de expertos, es que se
aprobó sin comprometer una financiación suficiente. En teoría, la
mitad del gasto lo iba a costear el Presupuesto del Estado y la otra mitad las
autonomías, que son quienes gestionan la Dependencia. Pero la financiación fue
insuficiente desde el principio y, a partir de 2012, el Gobierno Rajoy le
aplicó duros recortes (-2. 825 millones entre 2012 y 2015), como a todo
el país. Y las autonomías se vieron obligadas a hacer los suyos y a gestionar
las ayudas con muchos menos recursos. Resultado:
retrasaron los expedientes, aumentaron las listas de espera y trataron de
atender a más dependientes con menos recursos, ofreciendo más servicios “low
cost” (teleasistencia, ayuda a domicilio) y menos plazas en residencias y
escasas ayudas a las familias que cuidan a sus dependientes.
Además, el proyecto de Ley incluye que todos los que tengan
una situación de dependencia reconocida tengan derecho a recibir
teleasistencia. Eso no estaba en la Ley de 2007, pero se
incluyó en 2021, en el Plan de choque aprobado por el Gobierno y apoyado
por las autonomías, para conseguir que la teleasistencia llegara
al 100% de los dependientes a finales de 2022… Pero no se ha cumplido, por la
falta de recursos. Y así, al comienzo de 2025, sólo el 42% de las personas
atendidas en su domicilio tienen teleasistencia y el 58% de los dependientes
no la reciben, según
los Directores y Gerentes de Servicios Sociales.
En
total, hay 2,84
plazas de residencias con financiación pública por cada 100 mayores,
pero hay 4 autonomías con más porcentaje de plazas con financiación pública
(6,25% en Castilla y León, 5,35% en Castilla la Mancha, 3,75% en Aragón y 3,05%
en Extremadura) y otras que apenas tienen, como Canarias (para el 1,74% de los
mayores), Comunidad Valenciana (1,76%), Murcia (1,76%) y Andalucía (1,79%),
quedando por encima de la media Cataluña (2,83) y Madrid (3,06%).
Así que aunque lo ideal sea que los mayores
dependientes “no salgan de casa”, ahora no ayudamos a sus familias para
cuidarlos ni tampoco hay residencias suficientes para trasladar a los que
necesitan más cuidados (si se pueden pagar la plaza o una parte). Y entre
medias, las
ayudas a la Dependencia siguen “en el aire”, entre los recortes
presupuestarios de las autonomías y unos servicios “low cost” que tratan de
atender a más dependientes con menos coste. En este contexto, Sumar “se
descuelga” con una Reforma para “ampliar los servicios a la
Dependencia”, sin Presupuestos y sin
haber acordado nada previamente con las autonomías, que son las que
financian el 60% de las ayudas… Pura
demagogia.
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