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jueves, 10 de marzo de 2016

¿Otra crisis? Europa se la juega (y España más)


Las turbulencias en los mercados no amainan y el mundo teme caer en una nueva crisis, por el petróleo, China y países emergentes, la deuda y la banca. Europa es la zona más vulnerable: lleva dos años estancada y los mercados están  inquietos ante una unión sólo monetaria, con alto paro, nula inflación y mucha deuda, sin crédito ni inversión. Hoy, el BCE vuelve a hacer de “bombero”, aprobando nuevas medidas para evitar una tercera recesión. Pero no basta con inundar Europa de dinero al 0%. Es hora de tomar otras medidas, reactivar la economía europea con inversiones, más gasto, mayores salarios y un pago en común de la deuda (eurobonos). España, sin Gobierno, es uno de los países más vulnerables si  los mercados se ponen más nerviosos: necesitamos que nos presten otros 400.000 millones este año. Urge un Plan europeo para evitar otra crisis. Y que España apruebe además medidas propias, porque seguimos con el doble de paro que Europa. Y no más recortes, como exige Bruselas. 

enrique ortega


Pasan las semanas y la economía mundial no mejora. Las causas son varias y están relacionadas. Primero fue China, el gigante que tiró de la economía mundial en los años de recesión: su  fuerte crecimiento se ha frenado, mientras afronta tres“burbujas que podrían provocar una catástrofe si estallan (la burbuja de la Bolsa, la burbuja inmobiliaria y la burbuja de su abultada deuda). Luego se desplomó el precio del petróleo, por una caída de la demanda ante el menor crecimiento mundial, pasando de 115 dólares barril en junio 2014 a 65,5 en junio 2015 y unos 40 dólares ahora. Eso supone un desplome de ingresos de los países productores y de las petroleras, muy endeudados todos. Y es la puntilla para unos países emergentes que también sufren el desplome de precios de las materias primas, desde los metales a los alimentos, mientras se les encarece pagar la deuda, por la subida del dólar. Y al final, esta caída de ventas y este menor crecimiento acaba deteriorando las cuentas de los bancos, abriendo nuevos temores de otra crisis financiera.

Con todo, el verdadero problema es que el mundo está creciendo menos. Y eso preocupa especialmente a los inversores, a los mercados, porque han prestado su dinero por todo el mundo y ahora temen recuperarlo. Realmente, el mayor problema mundial es la deuda, de países y empresas, que se ha disparado desde 2008, al amparo de unos  tipos de interés cero y de unos bancos centrales que se han dedicado a inundar de dinero las economías para salir de la recesión. El resultado es que el mundo tiene “un empacho de deuda: ha pasado de 87 billones de dólares en 2004 a 199 billones en 2014, según el McKinsey Institute. Las 8 grandes economías del mundo han aumentado un 73,75% su deuda, pasando de 20,5 billones de dólares en 2008 a 35,6 billones en 2015, sobre todo China (+227%), Reino Unido (+179%) y España (+141%). Y lo mismo han hecho las empresas privadas, sobre todo las de los países en desarrollo: los bancos internacionales han prestado 3,6 billones de dólares a empresas de países emergentes y los inversores extranjeros tienen una cuarta parte de sus ahorros en deuda de países en desarrollo. De ahí sus nervios (Bolsas y bonos) ante la crisis de los emergentes y la caída del petróleo y las materias primas. Temen no cobrar.

El que no crece tiene muy difícil pagar sus deudas y esto es lo que preocupa a los inversores de todo el mundo, a la vista de que la economía mundial está estancada. En 2015, creció el 3%, la menor tasa desde 2009. Y este año podría crecer aún menos. En enero, el FMI rebajaba sus previsiones de crecimiento mundial al 3,4 %, y en febrero, la OCDE lo volvía a rebajar al 3%, a pesar de contar con los estímulos de un dinero al 0% de interés y un petróleo a la tercera parte de su precio. En este panorama mundial tan gris, lo único que tira es la economía de EEUU, que crecerá un 2,6% este año, mientras Japón sigue estancado (+0,8%) y hay recesión en Rusia (-1%) y Latinoamérica (-0,3%). Pero tanto el FMI como la OCDE están especialmente preocupadas por el estancamiento de Europa, sobre todo la zona euro, que esperan crezca sólo un 1,4% este año (OCDE).

Europa ha atravesado ya dos recesiones en esta crisis (2009 y 2012-2013), pero no acaba de recuperarse y lleva dos años creciendo muy poco (0,3% a finales de 2015). Con ello, la zona euro no ha recuperado aún la producción (PIB) que tenía antes de 2008, mientras EEUU, con una política económica más agresiva, recuperó en otoño de 2011 sus niveles pre-crisis y ha crecido después un 10% adicional sobre la riqueza que tenían en 2008. Además, el crédito y la inversión no despegan en Europa, por la poca demanda, con lo que apenas se reduce el paro, a uno de los niveles más altos desde la II Guerra Mundial (11%). Y como síntoma de la debilidad de la economía, los precios están en negativo (-0,2% en febrero). Toda esta atonía se acaba trasladando a los bancos, que ni prestan ni ganan con tipos tan bajos, mientras se teme por sus cuentas si las empresas no venden y les cuesta pagar deudas (morosidad). Y por si fuera poco, Europa no es capaz de resolver la "invasión" de más de un millón de refugiados y el futuro se complica ante una posible salida de Gran Bretaña de la UE en junio (“Brexit”).

Por todo ello, el temor en los mercados es que Europa pueda caer en su tercera recesión en ocho años. Grecia y Finlandia ya están en recesión y los tres grandes países del euro apenas crecen: Alemania un 0,3%, Francia un 0,2% e Italia un 0,1%, a finales de 2015, según Eurostat. Y mientras, Europa tiene un grave problema de deuda en seis países (Bélgica, Grecia, Italia, Portugal, España y Chipre deben el 100% o más de su PIB: tienen más deuda de lo que producen), que provoca turbulencias en los mercados y que podrían crear graves problemas financieros a los países del sur, como pasó en 2012 y 2013.

España es uno de los países europeos más vulnerables, advierte la Comisión Europea,  aunque Rajoy siga presumiendo de que es uno de los que más crece (un 0,8% a finales de 2015). Y somos vulnerables, sobre todo, porque tenemos el mayor déficit público de Europa (4,5% del PIB en 2015), lo que nos ha disparado la deuda pública: 1.069.000 millones de euros, el 98,8% del PIB, la  6ª mayor de Europa. Y también tenemos una elevada deuda privada (empresas y particulares), en torno a 1,6 billones de euros más. Con ello, España necesita que los inversores le presten este año unos 400.000 millones de euros, según el ministro Luis de Guindos. Y si persisten las turbulencias en los mercados o “no les gusta” el próximo Gobierno que elijamos, podemos tener un grave problema para financiarlos.

Ante este panorama, el Banco Central Europeo (BCE) lleva haciendo de “bombero” desde el verano de 2012, tratando de evitar otra crisis de la deuda y buscando reanimar la economía inundando Europa de dinero barato, comprando deuda pública. Pero ha servido de poco: Europa apenas crece y la inflación sigue en el 0%. Hoy 10 de marzo, Mario Draghi aprueba nuevas medidas para intentar “calmar a los mercados”, pero es más de lo mismo: dar liquidez a la economía y penalizar a la banca cobrándole por los depósitos que tienen en los bancos centrales. Algo que se ha revelado poco efectivo, porque como apenas hay empresas y particulares solventes que pidan crédito, los bancos prefieren pagar por dejar sus depósitos al BCE que arriesgarse a prestar ese dinero y no cobrarlo. Y así se explica que tengan un exceso de reservas (dinero inmovilizado) de 441.434 millones de euros y además guarden otros 209.732 millones en depósitos por los que ahora pagarán el 0,4% de interés.

Sobra dinero, lo que falta son empresas y particulares que lo pidan para invertir y consumir. Por eso, el BCE ha agotado sus recetas, ya no puede hacer más por la economía europea. Hay que tomar otras medidas y las tienen que tomar los Gobiernos, como les piden desde hace meses el FMI y la OCDE: tienen que reactivar la economía, con más gasto y más inversión pública, que tiren del consumo y la inversión privada. Acabar con la austeridad y lanzar un Plan de choque que haga crecer la economía europea, sobre todo la del sur.

Europa está estancada y ponerla en marcha no pasa por inyectar más dinero barato a los mercados (sobra) sino por reanimar la demanda, las ventas, las inversiones, utilizando los Presupuestos de la UE y de los países para tirar de la actividad. Y para ello, una premisa es recaudar más, Bruselas y los países, luchando mejor contra el fraude fiscal y consiguiendo que paguen más impuestos los que no pagan, sobre todo grandes empresas, los más ricos y las multinacionales (evaden 70.000 millones anuales “legalmente”, según la Comisión). Y con más recursos (también de nuevos impuestos medioambientales y sobre las transacciones financieras), la Unión Europea podría poner en marcha un ambicioso Plan de inversiones, en infraestructuras, reindustrialización, tecnologías, digitalización, medio ambiente, educación y formación, un Plan que arrastraría inversiones privadas que hoy no saben dónde ir . Hay ya un Plan europeo, aprobado en 2014, el Plan Juncker (315.000 millones a 3 años), pero apenas se ha puesto en marcha y tiene pocos recursos públicos (21.000 millones).

En paralelo, los países europeos deberían relanzar Planes propios de inversión y gasto, sobre todo los que tienen menos déficit (Alemania tiene un superávit presupuestario de 19.400 millones de euros, el mayor desde la reunificación de 1990), para “tirar” de la economía europea. Y además, habría que acabar con la austeridad en la Europa del sur, flexibilizando los objetivos de déficit (el 3% para 2018) para que los Presupuestos reanimen el gasto y la inversión pública necesarios y eficientes (no gastar en AVEs), lo que “tiraría” del consumo y  la inversión privada. Todo ello podría hacerse, como en Europa, con mayor recaudación, no de los que ya pagamos impuestos, sino de los que pagan poco, como las grandes empresas (pagan el 7,3% de sus beneficios, menos que las pymes), las multinacionales (evaden 8.250 millones cada año en España, según los técnicos de Hacienda) y los más ricos (SICAV). Y además, si “tiran” la economía y las empresas, habría que subir sueldos y conseguir empleos menos precarios, para hacer crecer el consumo, las ventas y el empleo. Todo menos hacer más recortes, como exigen los “fundamentalistas” de Bruselas. Sería cortar en seco la débil recuperación actual.

Y Europa no puede olvidarse de la deuda, de que tiene 28 países cada uno con su deuda y pagando tipos por su cuenta, desde el 0,15% de Alemania (deuda a 10 años) al 10,71% que paga Grecia el 3,07% de Portugal o el 1,59% de España. Urge crear un Tesoro europeo (como EEUU), que ponga toda la deuda en el mismo saco (eurobonos) y consiga así que la mayoría de países se financien más barato (alemanes y europeos del norte pagarían algo más). Eso daría estabilidad a la deuda, mientras se negocian quitas y nuevos calendarios para los países más agobiados (Grecia, Portugal, España o Italia), que podrían pagar menos intereses y dedicar así más dinero a reanimar sus economías. Y lo mismo la deuda privada de empresas y familias: quitas y renegociación para que no sea una losa que impida invertir y consumir.

No es un “cuento de la lechera”, son recetas realistas que cada vez defienden más expertos e incluso el FMI, la OCDE o el G-20, aunque más con palabras que con hechos. Algo hay que hacer, porque si no se toman medidas eficaces, otra crisis está al caer. Sobre todo en Europa. Y España lo tiene más crudo, sea cual sea el Gobierno que venga. Porque somos un país muy endeudado, que necesita crecer más que nadie para pagar intereses y crear mucho más empleo, porque tenemos el doble de paro. Y no podemos hacerlo solos. Necesitamos la ayuda de Europa, no que nos exijan más recortes. Por eso, España debería hacer un frente común con Francia, Italia, Portugal y Grecia (ahora gobernados por la socialdemocracia) para defender en Bruselas un cambio de política: acabar de una vez con la austeridad y poner en marcha un ambicioso Plan europeo de reactivación y crecimiento. Eso o llegará la tercera recesión. Europa se la juega. Y España más.

lunes, 1 de febrero de 2016

¿Otra crisis? Estancamiento y empacho de deuda


El año 2016 no ha entrado con buen pie: caídas de las Bolsas, desplome del petróleo, temor a China, fuga y depreciación de divisas, recesión en Rusia y Latinoamérica… Vuelve la inquietud a la economía mundial y los temores a una nueva crisis. Pero no se habla del problema de fondo: el exceso de deuda, de países y empresas, alimentada por un océano de dinero barato que ha “dopado” la economía desde 2008. Y ahora, cuando muchos países no crecen y las empresas venden poco, los inversores temen que no puedan devolver esta deuda, la mayoría en China y países emergentes: el que no crece no paga. La solución exige reanimar la economía mundial, para que países y empresas puedan crecer y pagar su angustiosa deuda. España, el 5º país UE con más deuda, es muy vulnerable a la inestabilidad mundial: dependemos mucho de que los mercados nos financien. Y más si seguimos sin Gobierno.
 

enrique ortega


Un fantasma recorre el mundo: el temor a una nueva crisis. O mejor, que no acabemos de salir de la larga crisis iniciada en 2008. Los síntomas son preocupantes: China crece menos, Rusia, Latinoamérica y muchos países emergentes están en recesión, el precio del petróleo  y las materias primas se desploma, el dinero huye de los países en desarrollo y sus monedas se deprecian, Japón está en recesión, Europa apenas crece y  el comercio y  la economía mundial se estancan, con poco crédito, inversión y empleo (a pesar de que hay 200 millones de parados en el mundo, 27 millones más que en 2007, según el último informe de la OIT).

El primer detonante de esta nueva crisis es China, que ha sido el motor de la economía mundial durante la recesión, aportando la mitad del crecimiento mundial. Ahora confirma que su economía ha “pinchado” y que en 2015 creció “sólo” el 6,9% en 2015, el más bajo de los últimos 25 años, alejado de los crecimientos superiores al 10% en las décadas pasadas. Ahora se plantea cambiar el modelo de crecimiento (que tire el consumo de los chinos en vez de las exportaciones), pero el mundo teme que estallen alguna de las tres “burbujas” que ha creado la economía china: la burbuja del crédito (gobiernos locales y empresas estatales tienen una deuda de 28 billones de dólares, el 280% del PIB), la burbuja inmobiliaria y la burbuja de la Bolsa (subió un 150% en el último año). Y si eso pasa, contagiaría al mundo.

El segundo gran síntoma de esta crisis es el desplome del precio del petróleo: ha llegado a caer este año por debajo de los 30 dólares barril (hoy ronda los 35 dólares) cuando en enero de 2015 valía casi 60 dólares y en 2014 costaba cuatro veces más (120 dólares por barril). La caída del petróleo es buena para los consumidores y las economías (España se ahorrará unos 15.000 millones de euros en la factura energética de 2016), pero tiene también un efecto negativo, ya que deteriora los ingresos de muchos países emergentes y empresas energéticas, cuyas cuentas se hunden. Y además, el desplome del precio del crudo es un claro síntoma de que la economía mundial está anémica: sobra petróleo porque hay poca demanda, porque la economía mundial está estancada y bombea “poca sangre” (petróleo).

Igual que el petróleo, están cayendo en picado los precios de las materias primas (el nivel más bajo en 16 años), desde el carbón, el gas o los minerales a los alimentos, también por una menor demanda mundial. Y eso hunde más a las economías de los países emergentes, muchas de las cuales viven de vender petróleo y materias primas. Además, los inversores están “huyendo” de estos países, hacia EEUU y Europa (se “fugaron” 500.000 millones de dólares de los países emergentes sólo en 2015), lo que ha depreciado sus monedas. Y como muchos están muy endeudados en dólares, y el dólar sube, van a tener que pagar más intereses ahora que encima ingresan menos. Por todo ello, Rusia y Latinoamérica están en recesión, lo mismo que Sudáfrica y muchos países de Asia, Oriente Medio y África.

La situación de China, los emergentes y el petróleo contagia también a los países ricos y a sus empresas, sobre todo a las energéticas, muchas ya en apuros (petroleras y de materias primas). Como están cayendo las compras y el comercio mundial, Europa no acaba de crecer (+1,5%) y preocupa la crisis bancaria en Italia, país con 200.000 millones en créditos dudosos), Japón está en recesión (la 5ª en 7 años), Canadá, Australia y Noruega en puertas y sólo EEUU crece bastante (+2,4%) y crea empleo, con la incertidumbre electoral de noviembre. Y en este contexto, el FMI augura un bajo crecimiento mundial en 2016 (+3,4%) y habla de “prolongado estancamiento”, al que su directora general, Christine Lagarde, califica de “la nueva mediocridad”.

Con todo, no se habla apenas del problema más preocupante de la economía mundial y el que provoca la inestabilidad en las Bolsas: el exceso de deuda en el mundoLos países y las empresas ya estaban muy endeudados en 2008, cuando estalló la recesión, pero ahora lo están mucho más, porque una de las medidas contra la crisis fue inundar el mundo de dinero barato, a interés casi cero, desde EEUU a China o Brasil pasando por Europa o Japón. Las ocho grandes economías del mundo han aumentado un 73,75% su deuda pública, pasando de 20,5 billones de dólares en 2008 a 35,6 billones en 2015, sobre todo China (+227%), Reino Unido (+179%) y España (+141%). Y lo mismo o más han hecho las empresas privadas, sobre todo las de los países en desarrollo: los bancos internacionales han prestado 3,6 billones de dólares a empresas de países emergentes y los inversores extranjeros tienen una cuarta parte de sus ahorros metidos en deuda de países emergentes. De ahí sus nervios estas semanas.

Los países y las empresas tienen un “empacho” de deuda y los bancos e inversores temen que no puedan pagarles, sobre todo si entran en recesión porque a los países (Venezuela, Ecuador, Brasil, Rusia, China, México, Sudáfrica, Nigeria, Ghana...) y a las empresas se les hunden los precios del petróleo y las materias primas. Máxime si China representa más de la mitad de la deuda de los países emergentes. De hecho, la siderúrgica estatal Sinosteel  Corporation amplió en diciembre (por tercera vez) el plazo para pagar su deuda. Y no sólo preocupan las empresas de países emergentes: un tercio de los bonos de alto riesgo emitidos en EEUU están ligados a empresas energéticas occidentales, ahora en apuros para pagar estos bonos (su deuda) . Así, la caída del petróleo podría "llevarse por delante" a 400 empresas energéticas, según el presidente de BlackRock, la mayor gestora de inversiones del mundo. De momento, Repsol ha reconocido unas pérdidas de 1.200 millones en 2015 por la caída del petróleo.

El que no crece no paga. Ese es el miedo de la banca y los inversores mundiales, que temen ahora posibles impagos de países y empresas que crecen y venden menos, lo que podría hacer estallar una nueva crisis financiera, que llevaría al mundo a otra recesión. Ya en diciembre, tres Fondos de inversión de alto riesgo de EEUU suspendieron los reembolsos a sus inversores. Y si persiste el desplome de los precios del petróleo y las materias primas, podría explotar la “nueva burbuja” de bonos de alto riesgo (el mundo no aprende de 2008: la codicia es eterna), alimentados por el dinero barato y concentrados en un 80% en EEUU. Y ello contagiaría a la economía real, otra vez desde EEUU al resto del mundo.

Por todo ello, los inversores, los bancos y las Bolsas están inquietos: si el mundo no crece, ellos no cobran. Y menos si suben los tipos de interés en 2016, como se espera después que EEUU iniciara  en diciembre de 2015 el encarecimiento del dinero. Así que la mejor receta contra la actual inestabilidad mundial es reanimar las economías, poner en marcha planes de inversión pública y privada, como han planteado sin éxito el FMI y el G-20 (cumbre Turquía noviembre). Y en paralelo, poner orden en el mercado del petróleo (hay rumores de que Rusia y parte de la OPEP  podrían recortar la producción, pero están muy divididos) y renegociar la deuda de los países emergentes y sus empresas (mejor eso que no cobrar). Pero la clave está en que tomen medidas  los países que pueden y tiren del crecimiento mundial, en especial USA (va a suavizar la subida de tipos), Japón (ha aprobado tipos negativos: cobrarán por el dinero quieto en los bancos) , China (han presentado otro plan de reactivación) y Europa, un continente estancado y con mucho paro (9,5%, el doble que USA). Draghi, el presidente del BCE, preocupado por la situación, ha prometido hacer otra vez de “bombero” en marzo, comprando más deuda e inyectando más liquidez. Pero sobra dinero barato. Lo que falta es que los países europeos que pueden (Alemania) gasten e inviertan más, para “tirar” de la Europa del sur y ayudar así a reanimar la economía mundial.

Y mientras, en España, el ministro de Economía sigue presumiendo, como si no pasara nada por el mundo: “España dejará definitivamente la crisis a finales de 2016”. Y repiten sin parar que vamos a crecer este año (+2,7%) el doble que la zona euro (+1,7%). Claro, pero eso es porque también hemos caído más durante la crisis: la economía española cayó un 9% entre 2008 y 2013, el doble que la UE (-4,4%). Y ahora toca el efecto rebote, como al tirar una pelota: cuanto con más fuerza cae, con más fuerza rebota. Y tanto el ministro de Guindos como Rajoy se olvidan de tres datos muy preocupantes. Uno, que España sigue con más del doble de paro (20,9%) que Europa (9,5%). Dos, que somos el país de la UE con más déficit público (3,6% en 2016), a pesar de los dolorosos ajustes. Y tres, que somos el quinto país europeo con más deuda pública: un 100,8% del PIB (más de 1 billón de euros), sólo por detrás de Grecia (199,7%), Italia (132,2%), Portugal (124,7%) y Bélgica (107,1%). Y nuestras empresas deben otros 1,1 billones de euros (106% del PIB), una deuda que les asfixia (crisis Abengoa).

Y ahora, con la inestabilidad en los mercados y en la economía internacional, este grave problema de la deuda española (pública y privada) vuelve a primer plano. Y se traduce en que España es más vulnerable que la mayoría de países y tiene “un alto riesgo”, como acaba de alertar la Comisión Europea. Porque dependemos mucho de los inversores, de los mercados, para seguir adelante. Y si vuelven las “movidas”, nos costará más financiarnos.

Por eso, la inestabilidad de los mercados internacionales, por China, la crisis de los emergentes y el petróleo, pone más presión sobre España, amenazada ya por los nuevos recortes que exige Bruselas (13.000 millones). Y más si no tenemos Gobierno. Urge buscar uno estable y sobre todo poner en marcha una política que reactive el crecimiento, junto al resto de Europa. Porque lo que más “calma a los mercados” es ver que sus deudores crecen, que recaudan más y sus empresas venden y ganan más. Y lo que más les preocupa es el estancamiento, que los deudores no “tiren” y acaben no pagando.

Hay que empezar por forzar un acuerdo europeo para reanimar la economía del continente, con un ambicioso plan de inversiones públicas europeas (el Plan Juncker no despega y se ha quedado corto), asentado sobre el gasto en infraestructuras, tecnología, educación y medio ambiente, con mayores ingresos fiscales. Y ya en España, pactar para los próximos años un programa económico con dos patas: ingresar más (se pueden recaudar 30.000 millones más en la lucha contra el fraude fiscal y haciendo pagar más impuestos a multinacionales, grandes empresas y los más ricos) y gastar más, en inversiones necesarias (infraestructuras, reindustrialización, tecnología, educación, digitalización y medio ambiente) y en programas de formación y empleo, para reducir la tasa de paro a niveles europeos (9,5%).

Sólo así se puede crecer más, recaudar más (bajaría el déficit) y asegurar el pago y el recorte de la deuda. Seguir como ahora, el “esperar y ver” de Rajoy y Bruselas, nos mantendría en la mediocridad  y la inestabilidad. Los mercados piden medidas y más crecimiento. Y los españoles también.
Cine: “LA GRAN APUESTA"

Vayan a ver una gran película, candidata a los Oscar : “La gran apuesta”, basada en el libro del mismo nombre de Michael Lewis, que les recomendé aquí hace ya tres  veranos. Una película que explica quién y cómo provocaron la crisis de 2008. Y cómo algunos se hicieron multimillonarios jugando (“la gran apuesta”) a que la burbuja de las hipotecas iba a estallar. Es muy instructiva: un manual sobre la codicia. Y ahora, cuando la inestabilidad vuelve a los mercados,es muy reveladora. No se la pierdan.

lunes, 7 de septiembre de 2015

El temor a China en un mundo estancado


Ha sido la noticia económica de agosto: el temor a la crisis del gigante chino, la locomotora de la economía mundial en las dos últimas décadas. China está creciendo menos y su Gobierno ha tomado medidas excepcionales para reanimar la economía: devaluar su moneda, inyectar liquidez y bajar los tipos de interés, además de intervenir en sus Bolsas para frenar unas drásticas caídas que han contagiado a todos los mercados. El susto ha pasado pero los problemas siguen ahí y el mundo pide que China cambie su modelo de crecimiento y liberalice su economía para impedir una crisis más profunda, de consecuencias inimaginables. El problema es que los temores sobre China resurgen cuando el resto del mundo está estancado y el FMI ha pedido medidas al G-20 para evitar un "frenazo económico": Japón está a las puertas de su quinta recesión, Europa apenas crece, Canadá está en recesión y Latinoamérica y muchos emergentes han entrado en crisis. Salimos de la gran recesión, pero la economía mundial no tira, salvo EEUU (poco). Y si pincha China, apaga y vámonos.
 

enrique ortega


El temor a una crisis en China es un miedo recurrente, tras tres décadas de fuerte crecimiento, superior al 10% durante varios años, que le ha llevado a convertirse en la segunda economía mundial, tras EEUU. Este verano, el detonante de los temores fue el mal dato de las exportaciones chinas en julio: habían caído un 8,3%. Y algo peor: ya eran 5 meses, de los 7 transcurridos en 2015, en que caían las exportaciones, el motor del crecimiento chino. Por eso, el 11 de agosto, el Gobierno inició la devaluación de su moneda, el yuan, un 3% en tres días, una medida que se disfrazó como una liberalización en su mercado de divisas (apoyada por el FMI) pero que los mercados interpretaron como una confirmación de que el crecimiento chino era débil y que quizás no alcanzara el 7% previsto para 2015. Eso hizo hundirse a la Bolsa de Shanghái, que cayó un 35% desde junio, contagiando a todas las Bolsas mundiales. Y el Gobierno chino se vio obligado a intervenir, con compras en Bolsa, inyección de liquidez y rebaja de tipos (la quinta desde noviembre) para calmar los ánimos.

Lo peor pasó y a finales de agosto y principios de septiembre hay algo más de calma en los mercados, aunque siguen muy vivos los temores sobre un posible pinchazo” de la economía china, que ha sido la locomotora de la economía mundial en las últimas décadas y sobre todo, tras la crisis financiera de 2008, aportado la mitad de lo que ha crecido el mundo en estos años. Tras los fuertes crecimientos de China en las últimas tres décadas (por encima del 10%), en 2014 creció “sólo” un 7,4% y para este año el objetivo es crecer al 7%, aunque algunos expertos creen que podría no superar el 4%. Y además preocupa que estalle alguna de las tres “burbujas” que se han creado en la economía china: la burbuja del crédito (gobiernos locales y empresas estatales, tienen una deuda de 28 billones de dólares, el 280% del PIB), la burbuja inmobiliaria y la burbuja de la Bolsa (subió un 150% el último año).

El problema de fondo es el agotamiento del modelo de crecimiento de China en estos 30 años, basado en la exportación, en convertirse en “la fábrica del mundo”, un modelo que ha tocado fondo por razones externas (el comercio mundial y las principales economías se han estancado y les compran menos) y sobre todo por razones internas: los salarios chinos se han triplicado, falta mano de obra cualificada (por su política demográfica), hay escasez de energía y materias primas, falta innovación y tecnología  y está en riesgo el medio ambiente y la estabilidad social, con una creciente desigualdad y corrupción. China ha crecido gracias a la inversión pública en infraestructuras y a las exportaciones pero esos motores se agotan y ahora necesita cambiar el modelo y crecer en base al consumo interno, que sólo aporta un 38% del crecimiento cuando en España y Occidente supone el 60%.

El reto es complejo: conseguir crecer en base a un mayor consumo de los 1.200 millones de chinos a la vez que siguen inundando el mundo con sus productos baratos. Y en el camino, desinflar las burbujas de la Bolsa, el mercado inmobiliario y la enorme deuda. Tienen a su favor dos factores: mucho dinero (unas inmensas reservas de 3,6 billones de dólares, invertidas por todo el mundo) y una economía muy intervenida por el Estado, que tiene todas las palancas para tomar medidas que intenten evitar las crisis. Pero a su vez, esta es también su debilidad: una economía muy intervenida acaba siendo muy ineficiente y por eso los expertos piden una mayor liberalización de la economía china, desde sus empresas a sus bancos, con mayor entrada al capital extranjero. El mayor obstáculo a esta apertura económica está en la política, en el control total del poder por el partido único (el PCCh), que defiende un “capitalismo de partido” (o un “comunismo de mercado”) que les ha ido bien en lo económico pero que a la larga, en la medida que la población progrese, es incompatible con la falta de democracia.

El futuro de China preocupa y mucho porque todos los análisis señalan que Asia concentrará el 75% del crecimiento mundial en la próxima década. El problema además es que los temores sobre China han saltado en un momento en que el resto del mundo está estancado y apenas “tira”, aunque oficialmente haya salido de la gran recesión de 2008.

Japón acaba de anunciar que su economía ha caído un 0,4% en el segundo trimestre, tras sólo 6 meses de crecimiento, con lo que va camino de entrar en su quinta recesión en los últimos siete años. La Unión Europea sigue estancada (ha crecido sólo un 0,4% en el segundo trimestre de 2015, lo mismo que en los dos anteriores) y la zona euro va incluso peor, con un mínimo crecimiento del 0,3% entre abril y junio (inferior al 0,4% de los dos trimestres anteriores). Francia está parada (creció un 0% en el segundo trimestre), Italia casi (+0,2%) y Alemania crece el 0,4%, mientras Holanda y Austria crecen el 0,1%. Y España “saca pecho” con un crecimiento del 1%, mientras Reino Unido crece al 0,7%. Miserias. Canadá, la décima economía del mundo, acaba de entrar en recesión por la crisis del petróleo. Y entre tanto, muchos países emergentes han entrado en crisis, por la caída del comercio mundial y de los precios de las materias primas, desde Brasil (en recesión) a Chile o Venezuela, Indonesia, Sudáfrica, Rusia o Australia. La propia directora general del FMI acaba de decir que espera en 2015 un crecimiento mundial “más débil del esperado”, en torno al 3%. Y el FMI ha advertido al G-20 del riesgo de un "frenazo económico", por China y la debilidad de los países emergentes, la fortaleza del dólar, la caída de las materias primas y el menor flujo de capitales.  

La esperanza es Estados Unidos, el único país que va mejor y crea bastante empleo. Pero tampoco está para echar cohetes: la Reserva Federal ha rebajado en junio su previsión de crecimiento para 2015, del 2,3%-2,7% que preveía en marzo al 1,8%-2%, un crecimiento moderado que podría retrasar la decisión de subir los tipos de interés, quizás hasta fin de año. Y en agosto se han creado menos empleos (173.000) que en los siete meses anteriores (212.000 nuevos empleos mensuales), aunque el paro ha caído al 5,1%, el nivel más bajo desde abril de 2008 (y menos de la mitad que el paro en la zona euro: 10,9%). En cualquier caso, si suben los tipos la próxima semana (16 y 17), por primera vez desde la crisis de 2008, EEUU podría provocar un mayor estancamiento en la economía mundial, agravando la crisis de China y sobre todo, de los países emergentes: la mayoría están muy endeudados y con un dólar más fuerte, aumentaría el pago de intereses de la deuda, frenando su crecimiento. Por eso, quizás esperen a diciembre para subir los tipos (suavemente). 
Así que el problema no es sólo que China pueda crecer menos del 7% sino que el resto del mundo (que supone el 83% del PIB mundial) apenas crece e incluso decrece, mientras EEUU no acaba de tirar de la economía mundial, a un año de las elecciones presidenciales de 2016. El mundo ha salido oficialmente de la gran recesión pero ha entrado en un parón, en un “estancamiento prolongado”, en una espiral de mínimo crecimiento, empleo e inflación. Haría falta un esfuerzo conjunto de los grandes países para reanimar la economía mundial, con políticas coordinadas a través del G-8, del G-20 o del FMI. Pero los dirigentes mundiales, reunidos el viernes y sábado en Ankara (Cumbre G-20), no han tomado medidas concretas para estimular las economías, como les pedía el FMI . Y cada uno sigue "a lo suyo", a intentar salvarse depreciando su moneda (el Banco Mundial habla de una escaramuza de “guerra de divisas”), bajando tipos o protegiendo sus exportaciones y ayudando a sus empresas.

Es la política de “sálvese el que pueda” y dejar que los mercados manden, a golpe de vaivenes, sustos y millonarias plusvalías. No hay una coordinación económica mundial ni una apuesta decidida por salir de la crisis con decisión y más estímulos públicos al crecimiento y al empleo. En este contexto de estancamiento y descoordinación, si China falla y “pincha”, acabaremos en otra grave recesión. Lo saben, pero los líderes mundiales (G-8 y G-20) no hacen nada para evitarlo. No aprenden.