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jueves, 23 de marzo de 2023

¿Qué pasa con los alimentos? : seguirán caros

La inflación empezó 2023 subiendo, en enero y febrero, quedando en el +6%. El problema son los alimentos, que suben un +16,6% anual, el mayor alza de los últimos 40 años. A pesar de la bajada del IVA en enero de alimentos básicos, pastas y aceites: bajaron en enero, pero han subido en febrero. Y hay 22 alimentos que cuestan ahora más que en diciembre. Mucha gente culpa a los intermediarios, que suben sus márgenes mientras el campo no se beneficia de estas subidas: la renta agraria cayó un -5,5% en 2022. Es evidente que la energía y muchos costes han bajado, pero no los alimentos. Pero hay otras causas, como el aumento de exportaciones españolas de alimentos a Europa (que los paga más caros), el cambio climático (que ha hundido las cosechas aceite, azúcar y cereales), la reducción de explotaciones agrarias y ganaderas (los jóvenes huyen del campo) y la subida de los precios internacionales de los alimentos. Y por todo ello, la comida va a seguir siendo cara.

Enrique Ortega

La alta inflación en el mundo y en España es un problema anterior a la invasión de Ucrania, aunque la agravó. El año 2021 empezó con una inflación del +0,5% anual, pero saltó del 3% en agosto (+3,3%), por el aumento de la demanda y los atascos en las cadenas de suministro, más el tirón de consumo del turismo. Y se cerró el año 2021 con una inflación del +6,5%, que llegó al +7,6% en febrero de 2022. Ya con la guerra en Ucrania, se dispararon los precios de la energía y las materias primas, disparando la inflación al +9,8% en marzo y superando el +10% anual en junio, julio y agosto, para moderarse después (tras las medidas del Gobierno y la excepción ibérica) y cerrar 2022 en el +5,7%. Y ahora, lleva dos meses volviendo a subir, poco, al +5,9% en enero y +6% en febrero. Es una inflación alta, pero inferior a la de finales de 2021, antes de la guerra. Y tenemos la 3ª inflación más baja de Europa (tras Luxemburgo y Bélgica), según Eurostat, muy por debajo de la UE-28 (+9,9%), la zona euro (+8,5), Italia (9,8%), Alemania (+9,3%) y Francia (+7,3%).

El mayor problema lo tenemos en el precio de los alimentos: suben un +16.6% en febrero, más del triple que el resto de la inflación y la mayor subida en los 40 años del IPC. Curiosamente, el precio de los alimentos estuvo muy moderado en 2021, subiendo del +1.7% en julio al +5% en diciembre, por debajo del IPC general (+6,5%). Y así siguió, por debajo, en enero (+4,8%), febrero (+5,6%) y marzo de 2022 (+6,8%). Pero en abril de 2022, los precios de los alimentos asumieron la guerra de Ucrania y subieron un +10,1% anual, poniéndose ya por delante del IPC general (+8,1% en abril 2022) hasta hoy, según el INE. Rondaron el +13% de subida en verano, superaron el 15% desde octubre  (mientras la inflación general se moderaba), cerraron el año 2022 con una subida del +15,7%, hasta el +16,6% actual. Así que seguimos con un grave problema de inflación en los alimentos, que preocupa mucho a las familias españolas, porque supone el 16,4% del gasto familiar, según el INE. Y en el caso de las familias con menos rentas, supera el 20% del gasto total.

Los alimentos también están subiendo más en toda Europa que el resto de gastos, según Eurostat. Así, en febrero 2023 subían una media del +19,1% en la UE-28 (el doble que la inflación global, que subía +9,9%) y un +17,3% en la eurozona, más que en España (+16,6%), que ocupa el lugar nº11 entre los paises con los alimentos más baratos, detrás de Chipre (+9,5%), Irlanda (+13%), Malta (+13,2%), Italia (13,4%), Luxemburgo (+13,9%), Grecia (+14,5%), Dinamarca (+14,8%), Francia (+15,8%), Austria (16,2%) y Finlandia (16,3%).Pero aquí suben menos los alimentos que en 17 paises europeos, entre ellos Suecia (+21,6%), Alemania (+21,2%), Portugal (+21,5%), Bélgica (+19,4%), Paises Bajos (+17,9%) y la mayoría de los paises del Este de Europa. Y suben menos, un +10,1% en EEUU.

Lo preocupante es que los alimentos han seguido subiendo en España este año, a pesar de la bajada del IVA el 1 de enero: bajó del 4 al 0% para alimentos básicos (pan, harinas, queso, huevos, frutas, verduras, legumbres, hortalizas, paratas y cereales) y del 10 al 5% para aceites y pastas. En enero, algunos de estos alimentos bajaron (el índice alimentación bajó del 15,7% al 15,4%), pero luego en febrero volvieron a subir muchos (elevando el índice alimentación del 15,4 al 16,6%). Un “efecto yo-yo, que demuestran las estadísticas del INE. De hecho, hay 22 alimentos que subieron más en febrero de lo que subían en diciembre: azúcar (+52,6% anual frente a 50,6%), panadería (28,3% frente a 27,5%), lácteos (+27,9% frente a +24,1%), legumbres y hortalizas (+23,6% frente a 12,3%), alimentos para bebé (+23,5% frente a +14,5%), pizzas (+22,3% frente a +12,3%), cacao y chocolate en polvo (+18,6% frente a +15%), helados (+18,5% frente a +13,7%), confituras y mermeladas (+18,4% frente a +16,9%), zumos (+17,9% frente a 17,5%), pescado y marisco seco (+17,6 frente a 13,4%), sal y especias (+17,1% frente a +15,8%), refrescos (+16,5% frente a +11%), otras cervezas (+16,2% frente al +13%), carne de cerdo (+15,4% frente a +13,8%), té (+15,3 frente al +12,1%), legumbres y hortalizas secas (+15,2 frente a +14,9%), cereales de desayuno (+14,2% frente a +11,2%), cerveza sin alcohol (+14,2% frente a +11,6%), cerveza rubia (+14,1% frente a +12,4%), agua mineral (+14% frente a +12,9%), carne de vacuno (+13,7% frente a +13,2%), carne seca (+11,8% frente a +9,5%) y chocolate (+11,2% frente a +6,7%).

La asociación de consumidores FACUA ya denunció en febrero a la Comisión de la Competencia (CNMC) una lista de supermercados por no haber bajado los alimentos a los que se había bajado el IVA, que eran 1 de cada 5 analizados (el 20%), Lo preocupante es que, a mediados de marzo, FACUA ha detectado que han vuelto a subir 1 de cada 3 alimentos básicos (un 30,8%, más que en febrero): en el análisis de 1.000 productos, se han detectado 312 casos de subidas, sobre todo frutas y verduras (127 casos denunciados), aceites de oliva (55 denuncias), leches y lácteos (47), legumbres (34 denuncias), pastas (19 casos), arroces (17), pan y huevos (las 12 denuncias restantes).

Los agricultores y ganaderos se defienden diciendo que ellos no han subido precios estos  últimos meses. La organización agraria COAG publica mensualmente un informe sobre la diferencia entre los precios que cobra el campo y los que paga el consumidor final (ver escandallos IPod últimos meses).Y ahí se ve que, salvo en el pimiento verde y en los tomates, el precio percibido por agricultores y ganaderos apenas han subido, desde luego mucho menos que el precio en el súper. Y esgrimen otro dato: en 2022, el año con la mayor subida de los alimentos en España, la renta agraria ha caído un -5,5%, según el Ministerio de Agricultura, debido a que los costes del campo subieron más que los precios.

Entonces, ¿por qué se ha disparado el precio de los alimentos? Muchos expertos lo atribuyen a los intermediarios de la cadena alimentaria, desde los mayoristas en origen al transporte, la industria alimentaria, los distribuidores y supermercados e híper. Algo difícil de probar porque no se publican los márgenes, como hará Francia. Pero hay un hecho claro: los precios de la energía son ahora mucho más bajos que hace un año: el petróleo cotizaba ayer a 75 dólares barril, más barato que antes de la invasión de Ucrania (97.89 el 23-F), el gas cotiza a 42,40 euros (frente a 88,89 el 23-F) y la luz costaba ayer en España 101,22 euros MWh (un 48% menos que los 195,86 euros del 23-F). Pero esta bajada de costes no se ha repercutido en la producción, transporte y distribución de alimentos.

Hay otras causas que encarecen los alimentos además de los márgenes. Una de ellas son los altos precios que han alcanzado los alimentos en Europa, empujados también por una menor producción en el centro y norte del continente, tras el cierre de invernaderos por la subida del gas. Eso hace que el precio de un tomate en Berlín sea de 4,99 euros kilo frente a los 2,55 euros en Madrid. Lo mismo pasa con casi todos los alimentos, desde las patatas (1,72 euros kilo en Madrid y 1,98 euros en Roma), los huevos (1,2 euros la media docena en Madrid y 2,79 euros en La Haya), la leche (0,92 euros la semidesnatada en Madrid frente a 1,54 euros en París), la pechuga de pollo (4,24 euros el medio kilo en Madrid y 7,28 euros en La Haya) o las naranjas (2,15 euros kilo en Berlín y 1,15 euros en Madrid). Con estos precios, un mayorista de Murcia o Almería prefiere vender alimentos en Alemania o Paises Bajos. Y eso fuerza al alza a los alimentos que los intermediarios compran y venden en España.

La prueba de este “desvío de alimentos” al extranjero (para cobrar precios más altos)  es el tirón de las exportaciones agrícolas de España, que lleva años siendo “la despensa de Europa”: las exportaciones de alimentos casi se han duplicado, de 37.604 millones en 2013 a 64.248 millones en 2022, año en que crecieron un 13,1% (y un +32% sobre 2019), según los datos de Comercio. De esa cifra, un tercio son exportaciones de frutas, hortalizas y legumbres (21.811 millones, +18,2% sobre 2019), la 3ª mayor exportación de España (tras coches y medicamentos). Y son también muy relevantes las exportaciones de aceites (7.051 millones, un +32,2% en 2022), de carnes  (11.459 millones, +11,9%),  de azúcar, café y cacao (2.508 millones,+20,5%) y lácteos (2.20 millones, +25,3%). Dos tercios de estas exportaciones de alimentos van a la UE, pero el otro tercio se reparte en el resto del mundo, con una subida en 2022 de las ventas a Reino Unido y EEUU (+27%).

Otro factor que explica la subida de los alimentos, junto a los márgenes y las exportaciones, es el Cambio Climático, las malas cosechas provocadas por el clima (olas de calor, heladas, sequía, inundaciones…). Es lo que explica el tirón de precios del aceite, cuya última cosecha ha caído en España un -51,8% (de 1.412.000 Tm en 2021-22 a 680.000 Tm en 2022-23, la peor campaña desde 1.995-96). El clima ha dañado también la campaña de cítricos (-15,6%), afectando sobre todo a las naranjas (-19,9% producción 2022-2023). Y también el clima (heladas primavera pasada y lluvias intensas después) ha reducido un -10% la producción de frutas y hortalizas, siendo mayor la caída en algunas zonas y productos.

Un factor clave son los precios internacionales de los alimentos, que nos afectan directamente. Es el caso del azúcar (+52,6% de subida anual), cuyo precio es el más alto de los últimos 6 años, por la revisión a la baja de la cosecha en India y el desvió en 2022 de una parte de la caña de azúcar de Brasil a la producción de bioetanol. En España, el problema es que muchos agricultores han dejado de sembrar remolacha (el 80% se produce en Castilla y León), por la caída de precios en los años anteriores, que les han llevado a cambiarse al cultivo de maíz. Y además, la sequía ha recortado también la cosecha.

Otro factor más para explicar la subida de los alimentos es el abandono de explotaciones, tanto agrícolas como ganaderas. Ya asistíamos a una falta de reemplazo en el campo, con los jóvenes poco interesados en relevar a sus padres, pero el aumento de costes y la caída de la renta agraria sigue reduciendo el número de explotaciones. Un ejemplo: las granjas lecheras, donde se cierran 700 por año. Si se reduce la producción agrícola y ganadera y buena parte de lo que se produce se exporta, lo lógico es que los alimentos no paren de subir. Y más si el Cambio Climático avanza imparable: para 2050, los cultivos agrícolas de los paises mediterráneos van a reducirse un -17%, según el IPCC (ONU). Y el Cambio Climático es responsable de la caída de la producción sufrida ya en el maíz, el trigo y el arroz, los tres principales cultivos que alimentan al mundo.

Ahora, marzo puede dar una pequeña tregua al precio de los alimentos, pero subirán en abril y este verano, por la mayor demanda del turismo. Un factor clave será el clima esta primavera, porque si no llueve, volverá a haber problema con el ganado y muchos cultivos. Con todo, la previsión es que los precios de los alimentos pueden bajar más después del verano, aunque seguirán altos, por los recortes en la producción (clima) y la alta demanda (China y otros paises de Asia y Latinoamérica están aumentado su consumo). La estimación del Banco Mundial es que los precios internacionales de los alimentos den una tregua en 2023 y se estabilicen en 2024, pero que no bajarán hasta 2025. Todo va a depender de la evolución de los precios de la energía, de la guerra de Ucrania y del clima. Pero no parece que los alimentos vuelvan de momento a los precios de hace un año.

Ante el panorama de unos alimentos que no bajan, el Gobierno pide paciencia y esperar unos  meses. Y el sector pide nuevas bajadas del IVA, esta vez a todos los alimentos. Pero ya se ha visto que no son eficaces, porque no existen mecanismos para vigilar los precios de 7.000 productos en 30.000 establecimientos y evitar que los intermediarios mejoren márgenes con nuevas rebajas. Pero además, la bajada del IVA ha sido criticada por todos los organismos internacionales, desde la OCDE y la Comisión Europea al BCE, porque supone “gasolina para la inflación. Y también por otra razón clave: la rebaja del IVA alimenta la desigualdad, porque beneficia más a los que más tienen. Según un reciente estudio de FEDEA (Cajas de Ahorros), el IVA aumentó la desigualdad un +2,72% en 2020 (y +2,87% en 2019), mientras el IRPF la reduce. En los hogares con menos ingresos, el pago efectivo del IVA se lleva un 13% de su renta bruta, mientras que en los hogares con más recursos, este impuesto les supone menos del  2% de sus ingresos.

Los organismos internacionales defienden que los Gobiernos aprueben ayudas directas a los más vulnerables, como el cheque de 200 euros que aprobó el Gobierno (se puede solicitar hasta el 31 de marzo). Ahora, la UGT ha hecho una propuesta que parece razonable: sustituir la rebaja del IVA (ineficaz) por un cheque para alimentos que las familias podrían canjear en los supermercados, una medida que lleva años aplicándose en muchos paises y que, con la vigilancia adecuada, podría ser eficaz para que las familias con menos recursos se alimenten mejor (ha caído el consumo de carnes, pescados, frutas y verduras)  y lleguen a fin de mes. Pero en paralelo, habría que elaborar un listado oficial de márgenes de precios alimenticios, multiplicar las inspecciones oficiales  y aplicar multas ejemplares a los especuladores. Está claro que los alimentos van a ser caros a medio plazo, pero eso no impide evitar beneficios injustificables a costa de todos. Con la comida no se especula.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Suben los alimentos, cae el campo


Cuando vayamos al supermercado, notaremos que han subido los alimentos, sobre todo el pan, las pastas, los huevos, la leche, el aceite, las carnes y el pescado. Y eso, porque están subiendo los alimentos en el mundo y por la sequía en España, que ha reducido cosechas y producciones  a unos agricultores y ganaderos asfixiados por la subida de los piensos, el gasóleo, la luz y los fertilizantes. Al final, nosotros pagaremos más por los alimentos, muchos de ellos importados, pero la subida apenas llegará al campo español y se quedará en los intermediarios, que se llevan las tres cuartas partes de los precios. Con ello, seguirá el abandono del campo (se produce la mitad que hace 10 años, tras los recortes de Bruselas) y dependeremos más de los alimentos importados. Y comer será cada vez más caro.

Las alarmas saltaron en septiembre en los países en desarrollo, al ver como subían los precios de los alimentos básicos (cereales, maíz, soja, arroz), entre un 20 y un 40% desde enero. Temían que se repitieran las grandes subidas de 2007-2008, que llevaron a 70 millones de personas a la pobreza extrema y provocaron graves tensiones políticas (la primavera árabe). Por eso, se reunió de urgencia el G-20, aunque el último informe del FMI reduce la gravedad, asegurando que esta subida no es tan preocupante porque no se acompaña como entonces de una crisis energética, que hizo subir los biocombustibles (producidos con maíz o caña de azúcar), limitados ahora por Bruselas.

En cualquier caso, el hecho es que los cereales, carnes y pescados están subiendo en el mercado mundial, por tres razones. Una coyuntural, la sequía en Estados Unidos, la mayor desde 1.956 (que ha reducido un tercio la cosecha de maíz y soja), y en Rusia y Ucrania, que  ha recortado su producción de cereales (trigo y maíz). Y dos estructurales: la especulación sobre los alimentos (con tipos bajos y escasa inversión, hay mucha liquidez que va a futuros y opciones sobre alimentos, como un valor más para jugar a la Bolsa) y la demanda creciente de los países en desarrollo, que crecen y quieren comer cada vez más y mejor. De hecho, la FAO señala que los alimentos van a seguir subiendo porque la producción tendría que aumentar un 70% hasta 2050 (algo difícil) para satisfacer la creciente demanda mundial.

En España, estas subidas internacionales (que se agravarán con los efectos del huracán Sandy) son la puntilla a un campo que ha sufrido en el último año la peor climatología posible: sequía (el invierno y la primavera fueron los más secos desde 1938), heladas en febrero, pedrisco en mayo-julio y calor extremo en agosto. Con ello, han caído drásticamente las cosechas y han subido los piensos (+40% desde enero), además del gasóleo, la luz y los fertilizantes. Y agricultores y ganaderos no han podido subir  apenas precios (sólo los huevos han subido un 18,7%), por la presión de las industrias y los grandes distribuidores, que han aumentado las importaciones de alimentos para contener precios.

El eslabón más débil son los ganaderos, sobre todo los de la leche, un producto escaparate en los supermercados, lo que lleva a tirar precios. El Gobierno aprobó desde el 3 de octubre la obligación de un contrato entre ganaderos e industrias, para evitar abusos, pero algunas organizaciones denuncian que se sigue pagando por debajo de coste: 0,29 euros/litro, cuando producirla cuesta  0,35 (y la pagamos por encima de 0,65 € /litro). El resultado es el abandono de muchas explotaciones lecheras, tras el drástico recorte de los últimos años (de 124.000 en1995 a sólo 21.000 ahora), mientras nos inundan de leche europea.

Otro producto escaparate para los supermercados son los huevos, donde la nueva normativa europea (“de bienestar animal”) obliga a los avicultores, desde el 31 de julio, a disponer de más espacio y mejoras en las granjas, lo que ha provocado reducir las gallinas un 22%, cierres de granjas y subidas de precios, así como más importaciones de huevo en polvo para la industria (de Brasil o India), sin tantas garantías. Y en enero de 2013, esa normativa se aplicará a las granjas de cerdos (subirán los precios).

La leche o los huevos reflejan lo que pasa con los alimentos: suben los costes en origen pero agricultores y ganaderos no pueden subir tanto los precios a los distribuidores, por la presión de las importaciones a bajo precio (y menos calidad) y porque no tienen poder frente a los grandes compradores (distribuidores de marcas blancas, industrias y grandes supermercados) : cuatro operadores controlan el 60% de las ventas, según alertó en 2011 la Comisión Nacional de la Competencia . Y al final, nosotros pagamos mucho más al comprar, porque en el camino del productor al consumidor suben hasta cuatro veces y más los precios, según el observatorio de precios IPOD (ver listado por alimentos).

Antes o después, las subidas de los precios internacionales de cereales, carnes y pescados, más la subida de los piensos y otros costes y el efecto de la sequía en España, se trasladarán al consumidor, con subidas en el pan, pastas, leche, huevos, carnes, pescados y aceites, sobre todo porque el Gobierno no toma medidas efectivas para rebajar márgenes en los intermediarios, a pesar de tener la inflación en máximos.

Con ello, seguirá subiendo la cesta de la compra y en paralelo, seguirá cayendo el campo, que sufre una doble crisis. Ya se han reducido a la mitad en los últimos 10 años las producciones agrícolas y ganaderas (Galicia, por ejemplo ha perdido el 65% de sus granjas lecheras), empujadas por los recortes de Bruselas, que prefiere importar alimentos a mantener subvenciones a los agricultores europeos (se llevan el 40% del Presupuesto y las quiere recortar para 2014-2020, lo que afectará sobre todo a Francia y a España). Y con ello, caerán más las rentas agrarias (están por debajo del año 2000, con la mitad de ingresos que en las ciudades), el campo se despoblará más, no habrá relevo generacional (uno de cada tres agricultores tiene más de 65 años) y tendremos que comer más productos importados, que crean  riqueza y empleo fuera de España. Triste panorama. En cualquier caso, comamos carne, pescado o leche española o brasileña, vietnamita o francesa, comer será cada vez más caro. Es lo que hay.