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lunes, 14 de febrero de 2022

La carne, un negocio millonario

La polémica de las macrogranjas tiene detrás al potente negocio de la carne en España, que mueve 50.000 millones de euros y emplea a 2,5 millones de personas. Un negocio millonario que se inicia en las enormes granjas de cerdos (53 millones) y ovejas, donde España es el primer productor europeo, pollos (700 millones: somos el 2º productor)  o de vacuno, donde somos el tercero. Y sigue en los mataderos e industrias cárnicas, la 4ª mayor industria española. Una parte de esta carne acaba en nuestra mesa (somos los más “carnívoros” de Europa) pero la mayoría se exporta, sobre todo el cerdo a China, Asia y Europa, una “burbuja” que ha disparado las macrogranjas. Problemas: comer demasiada carne es malo para la salud y el medio ambiente: genera emisiones y contamina suelos y aguas, además de maltrato laboral (muchos trabajadores precarios) y a los animales. El dilema no es carne sí o no: deberíamos comer menos carne y producirla dañando menos al medio ambiente. Pero eso implica pagarla más cara.

Enrique Ortega

La carne es un sector económico muy potente en España. Empezando por su producción: a principios de 2021, la ganadería aportaba 20.901 millones de euros a la actividad agraria, el 37,4% de toda la producción del campo, según el Ministerio de Agricultura. Y si tomamos sólo la producción de carne (descontando leche y huevos), las 350.000 explotaciones de carne que hay en España facturaron 15.476 millones de euros, todo un récord, según la Plataforma Campo y Salud. Casi la mitad del valor de la ganadería la producen las 83.360 granjas de cerdos: 7.417 millones de euros facturados en 2020. Les siguen las 130.790 granjas de vacuno (facturaron 3.363 millones), las 20.754 granjas de aves (sobre todo pollos), que produjeron por valor de 2.349 millones, las 113.779 granjas de ovejas y cabras (facturaron 2.072 millones) y las 19.972 granjas de conejos (275 millones más).

Alrededor de estas explotaciones agrícolas giran una serie de negocios que también tienen una alta facturación: fábricas de piensos, empresas de sanidad animal y veterinarios, además de instaladores de granjas y maquinaria. Y a partir de ahí, otra sucesión de empresas que se generan a partir de las explotaciones ganaderas: mataderos, salas de despiece, empresas de empaquetado y congelado, procesado de carne, logística y distribución. Sólo la industria cárnica (mataderos, salas de despiece e industrias de elaboración de productos cárnicos) está integrada por más de 3.000 empresas, que facturaron 27.957 millones de euros en 2020, según la patronal Anice. Eso la convierte en la 4ª mayor industria española, tras la del automóvil, las petroleras o las energéticas. Y supone, sólo la carne, el 22,2% de toda la industria alimentaria española. Ahí no se incluye a las 24.200 carnicerías, que facturan otros 4.300 millones en 2020. Y además, la carne es la 9ª mayor partida exportadora, con unos 10.200 millones de euros vendidos fuera en 2021.

Y ya no es sólo que la carne sea un negocio millonario, es que además mantiene muchísimos empleos. En origen, unas 500.000 personas trabajan en las explotaciones ganaderas de carne, según el Ministerio de Agricultura. La industria de la carne, desde los mataderos a las fábricas de elaboración der productos cárnicos, emplea  a 119.646 trabajadores directos, más un 20% de indirectos. Y en las carnicerías trabajan otros 60.000 empleados. Son las grandes cifras de un negocio que ocupa en España a 2,5 millones de personas, según la Plataforma Carne y Salud, desde las explotaciones ganaderas, las fábricas de pienso, la industria de sanidad animal y veterinarios, el transporte de animales, los mataderos y salas de despiece, las industrias de la carne, la logística, las carnicerías, supermercados y exportadores.

El origen y motor de todo este negocio está en el campo, en la producción de carnes, que se ha disparado en los últimos años: la producción ha pasado de 3,46 millones de toneladas de carne en 1990 a 7,6 millones de toneladas en 2020 (+5,1%), batiendo récords año tras año y colocando a España en cabeza de la UE. Dos tercios de la producción de carne (el 66%) es carne de cerdo, una ganadería que tiene cifras impresionantes: 5 millones de toneladas producidas en 2020 (+8,2%), 53 millones de cerdos al año, lo que nos ha colocado ya como el primer país productor de cerdos de Europa, superando a Alemania, y el tercero del mundo (tras China y EEUU). La 2ª mayor producción de carne son las aves: 1,71 millones de toneladas, un +0,7%  (1,4 millones de pollos: se matan 700 millones al año en las granjas españolas), lo que nos convierte en el 2º mayor productor de aves de Europa (tras Polonia) y el 10º del mundo (un mercado dominado por EEUU, China y Brasil). La tercera mayor producción es la carne de vacuno: 677.296 toneladas en 2020 (bajó un -2,5%), que nos convierten en el tercer mayor productor europeo, tras Francia y Alemania. Y le sigue, en cuarto lugar, la producción de carne de ovino y caprino: 124.467 toneladas (-5,5%), que nos sitúa como el primer productor europeo (15% de la UE), tras la salida del Reino Unido (15,6%),por delante de Francia (11,2%), Grecia (9,2%) e Irlanda (8,4%).

Hasta hace unos años, el tirón de esta producción de carne era el consumo interno, el hecho de que seamos “un país carnívoro”. De hecho, las estadísticas de la FAO (ONU) colocan a España como el primer consumidor de carne de Europa y el 7º del mundo: 98,79 kilos por persona (2018), por delante de Portugal (94,68), Polonia (88,48) o Italia (81,69 kilos) y lejos de Francia (79 kilos), Alemania (78,75) o Paises Bajos (69,18 kilos). El Ministerio de Agricultura rebaja la cifra a 51,45 kilos por persona en 2020, el primer año en que ha subido el consumo (por la pandemia) tras bajar desde 2012. La carne es el mayor gasto en alimentación de las familias (se llevó el 20% del presupuesto en 2020), que consumieron 2.287 millones de kilos, por los que pagaron 15.990 millones de euros, según el Ministerio de Agricultura. Los españoles consumen la carne sobre todo fresca, aunque aumentan la transformada (27%) y congelada (2 %). La carne más consumida es el pollo (625,6 millones de kilos), seguida de los elaborados cárnicos (569,3), el cerdo (501,5 millones kg), vacuno (244, 7 millones kg), oveja y cabras (64,6 millones kg) y aumenta el peso de “otras carnes” (281,9 millones kg).

En la última década, el gran motor que ha tirado de la ganadería de carne son las exportaciones, que se han triplicado: se ha pasado de exportar 3.411 millones de carne en 2011 a 10.200 millones exportados con los que se espera cerrar 2021. En todo 2020 se exportó carne por valor de 9.842 millones de euros y en noviembre de 2021 (último dato) ya se habían exportado 9.405 millones. Con ello, la exportación de carne es la  9ª mayor partida exportadora de España, tras el automóvil (27.644 millones), las frutas (18.848 millones), la energía (15.640 millones), los medicamentos (15.520), la maquinaria (14.088), los textiles (12.434), plásticos (12,288) y aparatos eléctricos (11.218 millones). El principal destino de las exportaciones españolas de carne es China (33,5% en 2020, el doble que en 2019, por las importaciones récord de cerdo ante su epidemia de peste porcina), Francia (12,5%), Portugal (7,9%), Italia (6,8%) y Japón (4,8%).

El “boom” de la exportación de carne española se debe básicamente al cerdo (5.651 millones exportados en 2020), que supone el 58% de todas las exportaciones cárnicas, lo que ha alimentado una “burbuja” de producción y macrogranjas, convirtiendo a España en uno de los cuatro mayores exportaciones mundiales de porcino, junto a EEUU, Alemania y China. El segundo renglón exportador son los productos  elaborados: 1.148 millones exportados, sobre todo jamón, embutidos y derivados, junto a platos preparados. La tercera partida por valor es la exportación de vacuno (760 millones de euros), la mitad a Portugal (26,4%) Italia (18,1%) y Francia (7,4%), seguidas de Libia (6,7% y Grecia (6,2%). La 4ª la exportación de aves, 387 millones, sobre todo a Sudáfrica, Francia, Portugal y Reino Unido. Y le sigue la exportación de ovino y caprino, que en 2020 alcanzó un récord: 367 millones exportados, sobre todo a Francia (28,1%), Libia (15,8%), Arabia (11%), Jordania (7,5%) e Italia (6,1%).

El alto consumo de carnes en España y el boom de las exportaciones, sobre todo a Asia y Europa, han relanzado la industria de la carne, que busca ajustar costes para ofrecer bajos precios con los que competir en España y, sobre todo, en el extranjero. Eso ha provocado dos grandes reajustes en el negocio de la carne. El primero, en origen, la tendencia a montar explotaciones cada vez más grandes, fomentando la creación de macrogranjas, sobre todo de cerdos y pollos, los dos negocios más dirigidos a la exportación. Se estima que de las 350.000 explotaciones ganaderas, sólo 7.100 se pueden considerar “macrogranjas”, radicadas principalmente en Aragón (922), Cataluña (856) y Castilla y León (582), pero cada vez tienen más peso en la producción y exportación. De ellas, las que más crecen son las macrogranjas de cerdos, 3.217 contabilizadas como tales (la mayor, en Castillejar de Granada, puede producir 500.000 cerdos al año) y las de pollos, donde  las granjas tienen un tamaño medio elevado (280.000 pollos).

El otro reajuste en el negocio de la carne, para rentabilizarlo, es que muchas explotaciones y empresas han dado el salto a “la integración vertical: no sólo explotan granjas de carne sino que han montado empresas de piensos, mataderos y hasta fábricas para productos cárnicos, todo dentro del mismo grupo empresarial. Y muchas ofrecen a los ganaderos ponerles  los animales, los piensos y los servicios, pagándoles porque les cuiden los cerdos o las gallinas, con un pago por animal: 12 euros por cerdo criado, por ejemplo. Este sistema, que ha impulsado un tipo de ganadería “intensiva considera el proceso de producción de carne como una industria: desde la genética de animales madres hasta los piensos, la tecnología de las instalaciones, los cuidados veterinarios, la recogida, el matadero y el despiece, la elaboración de productos frescos y congelados y la logística para transportar y vender la carne aquí o fuera.

Esta “industrialización” del negocio de la carne ha creado unas industrias cárnicas cada vez más poderosos, creadas por pequeños empresarios desconocidos que ahora gestionan grupos millonarios. Podemos perfilar “5 grandes familias” de las que no se habla. Como la familia Vall Esquerda de Lérida, un grupo que factura 1.600 millones de euros y que mata 4,5 millones de cerdos (es el primer productor de porcino de la UE) y 72 millones de aves. O el Grupo Costa, de Huesca, que factura 1.500 millones, con cerdos (3,6 millones), pollos (60 millones) y productos cárnicos. El Grupo Jorge, aragonés, que es el 2º productor de porcino de España (4 millones) y el primer exportador (el 14% del cerdo que se vende a China). O el Grupo Delisano, de Gerona, especialista en porcina y proveedor de Mercadona, que supera los 1.000 millones de facturación, Y el Grupo Incarlopsa, de Tarancón (Cuenca), proveedor también de Mercadona, que factura 678 millones. Todos tienen negocios “integrados”, desde granjas (propias y “alquiladas) a mataderos o industrias agroalimentarias.

Ya sabemos algo más del negocio de la carne, que crece sin parar, en España y en todo el mundo: el siglo XXI es “la Era de la Carne”: si en  1950, la producción mundial eran 50 millones de toneladas, en el año 2.000 ya se había cuadruplicado con creces (229 millones) y alcanzaba los 337,2 millones Tm en 2020, según la FAO (ONU), que prevé se llegue a los 465 millones Tm en 2050. La tendencia es que los paises ricos occidentales moderan su consumo de carne, pero lo aumentan los paises en desarrollo, sobre todo en Asia y Latinoamérica, y antes o después lo harán en África. Mercados con futuro para las competitivas empresas españolas, que también modifican su oferta en España, con nuevos productos derivados de la carne.

Ser una potencia cárnica es bueno para España, por su aportación creciente a la economía y por el empleo que crea. Pero la industria de la carne acarrea tres graves problemas. El primero, que consumir demasiada carne provoca problemas de salud, como han advertido múltiples veces científicos y la OMS: enfermedades cardiovasculares, mayor riesgo de cáncer colorrectal (por las carnes procesadas y las rojas), diabetes y sobrepeso. Y además, el tratamiento de muchos animales de la ganadería intensiva con hormonas y medicamentos provoca que puedan acabar en los humanos, además de que al procesarse industrialmente la carne se añaden productos que pueden ser nocivos, como los conservantes y aditivos, antioxidantes, excipientes y mucha sal.  La recomendación de la OMS es no consumir más de 21 kilos por persona (51,45 en España), unos 300 gramos a la semana, mientras la Asociación Española de Seguridad Alimentaria (AESAN) recomienda consumir carne de 2 a 4 veces a la semana (entre 200 y 500 gramos semanales, la tercera parte de los 989 gramos semanales de carne que ahora comemos).

El segundo problema es medioambiental. Por un lado, la ganadería general el 14,5% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo (metano, óxido nitroso y amoniaco), por los animales y las instalaciones. Y en España, la ganadería fue responsable del 9,14% de todas las emisiones, según los datos oficiales .Además, las explotaciones ganaderas (más las macrogranjas) contaminan el suelo y las aguas (primero las subterráneas y luego el resto). Y gastan muchísimo agua: producir 1 kilo de carne de vaca necesita 15.000 litros (y producir un kilo de maíz, 1.500 litros). Además, la fabricación de forraje para el ganado provoca que se talen bosques (cada año, 13.000 hectáreas de bosques se talan para convertirlas en pastizales y cultivos con los que alimentar al ganado (cultivos que no comen las personas).

El tercer problema, del que ahora ya no sólo hablan los ecologistas sino también los científicos, es el maltrato animal, ligado a la ganadería industrial y a las macrogranjas: animales hacinados en jaulas durante largos periodos, engordados a destajo. Pero hay otro maltrato del que se habla menos: el maltrato laboral. La industria de la carne ofrece empleos muy precarios, en muchos casos a inmigrantes, con contratos en exceso temporales y bajísimos salarios, desde las granjas a los mataderos. Esto se ha visto especialmente durante los primeros meses de la pandemia, donde comprobamos que muchos trabajadores de mataderos malvivían hacinados, con subempleos y alto riesgo de contagio.

Al final, muchos han querido convertir el debate de las macrogranjas en un debate simplista: carne sí o carne no. La respuesta debería ser: carne sí, pero menos y producida sin poner en riesgo el medio ambiente y sin maltrato laboral y animal. Había que parar “la burbuja de la carne”, alimentada por el boom exportador, y hacer un Plan para racionalizar el consumo y la producción de carne compatibles con nuestra salud y el Planeta. Y, en consecuencia, aprobar una moratoria para paralizar nuevas explotaciones y racionalizar las existentes, con planes y ayudas para que produzcan carne de forma más sostenible. Es un debate que ya se ha iniciado en Alemania y en Holanda (donde se ha creado incluso un Ministerio de la Naturaleza para reducir las emisiones de la ganadería) y que debía abrirse aquí sin oportunismo político. Y todos debemos saber que si queremos una carne más respetuosa con el medio ambiente, los trabajadores y los animales, será más cara. Así de claro.

jueves, 10 de mayo de 2018

Comer carne: subcampeones de Europa


Los problemas de cada día no deben impedirnos reflexionar sobre el mundo que vivimos y sobre este crecimiento poco sostenible, que pone en peligro el medio ambiente y nuestro futuro. El Cambio Climático ya está aquí y hay que afrontarlo en todos los ámbitos, también en la alimentación. Comemos demasiada carne y eso provoca una creciente ganadería industrial que emite muchos gases de efecto invernadero, consume demasiada agua y tierras de cultivo, deforesta y contamina. Y encima, perjudica nuestra salud, provocando enfermedades cardiovasculares y cáncer. España es el 2º país de Europa que más carne consume y la ganadería perjudica al medio ambiente la mitad que el transporte, con miles de granjas produciendo no sólo para nosotros sino para exportar (un tercio de la carne), aunque contaminan aquí. Habría que consumir menos carne y lácteos (no nos hacen falta tantas proteínas animales) y comer más verduras, hortalizas, legumbres y cereales, por nuestra salud y por la del Planeta. Es algo en lo que podemos ayudar todos.

enrique ortega

Cuando yo era niño y adolescente, en los años 50 y primeros 60, en España se consumía poca carne: un día por semana o en las fiestas. Luego, el consumo de carne aumentó, pero no se disparó hasta los años 90, con 100 kilos de media por español, alcanzando el máximo en 2002: 120 kilos por habitante al año. Habían cambiado los hábitos de consumo: si antes se comían “cosas con carne”, en este siglo se come “carne con cosas”. Y aunque la crisis hizo mella en el consumo de carne, bajando a partir de 2007, todavía comemos mucha: 94,04 kilos por habitante en 2013, según los últimos datos de la FAO (ONU) aportados por Greenpeace. Eso nos sitúa en 2º lugar en el consumo europeo de carne (85 kilos/habitante en la UE), por detrás de Luxemburgo. Y también consumimos mucha leche y derivados lácteos: 165,03 kg/habitante, aunque estamos por debajo de la media europea (260 kg/habitante).

El Ministerio de Agricultura (MAPAMA) rebaja estas cifras de consumo de carne a 50,13 kilos por habitante en 2016, pero es un dato parcial, porque sólo incluye la carne que compran las familias, no el consumo fuera de casa, que si recoge la estadística de la FAO, más completa. Pero el dato de compra de carne en el súper nos sirve para saber qué carne se compra: 74% carne fresca, 2,5% congelada y 23,5% transformada (desde embutidos a hamburguesas), el consumo que más crece. Y respecto a la carne fresca, en los últimos años se ha disparado el consumo de pollo (18,70 kilos por persona/año) y cerdo (14,40 kilos), estabilizándose en vacuno (7,55 kilos) y bajando el cordero y otras carnes (9,35 kilos). En total, el gasto en carne por persona fue de 320,22 euros en 2016, a los que habría que sumar otros 182,79 euros en leche y derivados lácteos. En total, comer carnes y lácteos supone un gasto anual de 503 euros por español, un tercio de todo el gasto en alimentación. La mayor factura.

Pero comer tanta carne y lácteos tiene otros costes, más preocupantes. El primero y fundamental, sobre la salud. Un polémico informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó, en octubre de 2015, del riesgo de un consumo excesivo de carnes procesadas (salchichas, embutidos, hamburguesas) y carnes rojas: puede provocar cáncer colorrectal. Además, otros estudios científicos revelaron que el consumo excesivo de carnes y lácteos favorece la obesidad y el sobrepeso, con riesgo de enfermedades cardiovasculares y la  diabetes tipo 2, las dos enfermedades de este siglo. Ya el Libro Blanco de la Nutrición en España alerta sobre los elevados consumos de carnes grasas y embutidos y un exceso de carnes y lácteos en la dieta, sobre todo en las ciudades y clases medias y altas.

El exceso de carne y lácteos en la alimentación no sólo perjudica el bolsillo y la salud. También atenta contra el Planeta, contra el medio ambiente. Y eso porque el consumo de carne (y lácteos) se ha disparado en el mundo, siendo este siglo XXI  la era de la carne. Si en 1950, la producción mundial de carne era de 50 millones de toneladas, en el año 2.000 ya se había cuadruplicado con creces (229 millones Tm) y en 2017 se ha multiplicado por más de 6 (322 millones Tm).Y se espera que alcance los 465 millones de toneladas para 2050. Ello se debe al fuerte aumento del consumo de los países occidentales (de 60 kilos por persona en 1964 a 96 kilos ahora), pero sobre todo al aumento de consumo de carne de los países en desarrollo, que están cambiando su dieta. Es el caso de China, que hace 20 años sólo consumía 5 kilos de carne por persona y año y hoy ya consume 50 kilos. En consecuencia, el consumo de carne se ha estabilizado en los países desarrollados (a niveles altos: 115 kilos/persona en EEUU) pero crece imparable en los países emergentes, lo que augura que el consumo total de carne en el mundo se duplique, pasando de los 45 kilos de media actuales a 80 kilos de media por persona en 2050 (y más de 100 kilos en los países ricos).

Este esperado salto en el consumo de carne (y lácteos) en el mundo va a disparar aún más la ganadería industrial, la opción elegida para hacer frente a la creciente demanda de carne en el siglo XXI: han desaparecido las explotaciones ganaderas pequeñas y familiares y se han sustituido por enormes granjas, con muchos animales por hectárea (maltratados) y un sistema industrial de producción, apoyado en piensos, hormonas y antibióticos. Baste decir que en el mundo se sacrifican más de 70.000 millones de animales cada año, 192 millones de animales sacrificados cada día. Sólo en España se matan cada año 886 millones de animales, casi 20 por cada español, una media de 1.700 animales sacrificados por minuto (1.482 pollos y aves, 90 cerdos, 90 conejos, 17 ovejas, 5 vacas y 2 cabras), según datos oficiales recogidos por Greenpeace. De hecho, la industria cárnica es la 4ª industria española (tras el automóvil, las petroleras y las eléctricas), con 86.000 empleos y más de 3.000 empresas, que facturaron 24.000 millones de euros en 2017, según la asociación Anice. Un poderoso "lobby", el de la carne, que financia incluso estudios (como el reciente de los médicos de familia) a favor del consumo de carne.

Esta  gigantesca industria de la carne, en el mundo y en España, subvencionada además con Fondos europeos, provoca graves daños al medio ambiente y al Planeta. En primer lugar, la ganadería emite un 14,5% de los gases de efecto invernadero (GEI), responsables del Cambio Climático, casi tanto como el transporte, según los informes de la ONU y la FAO. El ganado es responsable de un 37% de las emisiones de metano (al hacer su digestión) y del 65% de las emisiones de oxido nitroso (por el estiércol), dos gases más peligrosos para el clima que el CO2. Y provoca dos tercios de las emisiones mundiales de amoniaco (por el estiércol), culpable de la lluvia ácida. Además, producir carne masivamente lleva a talar bosques para pastos y cultivos para el ganado y esta deforestación causa el 9% de todas las emisiones mundiales de CO2. Por eso, desde 2008, la ONU lleva recomendando consumir menos carne para ayudar a frenar el Cambio Climático.

En España, la ganadería emitió en 2015 más de 86 millones de Tm de CO2, según los cálculos de Greenpeace, que estima que la ganadería y la agricultura son el 4º emisor de gases de efecto invernadero, produciendo el 13,35% de las emisiones totales. Y el primer emisor de metano y de oxido nitroso, más dañinos que el CO2. Las granjas que más emiten son las de cerdos (por las emisiones de los piensos para alimentarles y por los purines, el estiércol) y las de vacas (por los forrajes y piensos y por el metano de su digestión).

 Además de emitir gases peligrosos, la ganadería industrial consume mucho forraje, cereales y piensos, que obliga a cultivar muchas tierras para la alimentación animal y no para  producir alimentos a los humanos (que en muchos lugares pasan hambre). Así, producir 200 gramos de carne se lleva 45 cuencos de cereales que podrían alimentar a 20 personas, según la FAO. De hecho, en España, la ganadería industrial requiere destinar el 77% de toda la superficie agrícola  (18 millones de hectáreas) a plantar forraje y cereales para el ganado, además de importar cada año 15 millones de Tm de cereales y leguminosas para alimentar al ganado, según los datos de Greenpeace. Precisamente, la gran necesidad de piensos ha hecho que España utilice cultivos transgénicos para el ganado, el 95% de todos los de la UE.

Si la ganadería industrial necesita tierras para alimentar a los animales, necesita también mucha agua, una barbaridad: consume más de 48.000 millones de metros cúbicos al año, el consumo de todos los hogares españoles durante 21 años. Recuerde: producir un filete de 200 gramos exige tanto agua como darse una ducha, según Greenpeace. Y además, esa ganadería industrial contamina gravemente el agua, con los excrementos y purines (hay 50 millones de cerdos en España, que producen purines para llenar 66 piscinas olímpicas de excrementos cada día…), que ya han contaminado los acuíferos y las aguas de consumo en Aragón, las dos Castillas y sobre todo en Cataluña, donde la mitad del territorio tiene contaminadas las aguas subterráneas por la ganadería industrial, según denuncia Greenpeace.

Pero además del agua, la ganadería industrial también contamina el aire. Por un lado, las granjas emiten a la atmósfera amoniaco (por los purines y fertilizantes), 54.493 Tm en 2016, que al oxidarse produce también oxido nitroso. Pero además, está demostrado que en las áreas próximas a grandes granjas ganaderas hay contaminación por partículas en suspensión (PM 2,5), gases y endotoxinas, que pueden provocar problemas respiratorios y cáncer, según han advertido las autoridades sanitarias en Europa.

Y hay otra contaminación aún más preocupante, la de los antibióticos y hormonas que se utilizan en la ganadería industrial, para fomentar la cría y engorde o prevenir enfermedades. Y aquí, la situación en España es preocupante, porque somos el país europeo que más los utiliza: 3.029 toneladas de antibióticos vendidos para la ganadería en 2015, según la Agencia Europea del Medicamento (EMA), un 36% de todas las ventas en Europa (30 países). El riesgo es doble: se han detectado antibióticos en las aguas subterráneas y en el agua corriente y puede provocar problemas en los humanos, favoreciendo la resistencia a los antibióticos, una gran preocupación de la OMS, que piensa causará más muertes que en cáncer en 2050. Además, después, al procesarse muchas de estas carnes, se les añaden productos que pueden ser nocivos: conservantes y aditivos, antioxidantes, excipientes y mucha sal (el 75% de la sal que consumimos viene de alimentos procesados, no está en el alimento original: una hamburguesa, por ejemplo, tiene 13 veces más sal que un filete normal).

Tras este repaso a sus efectos sobre la salud y el Planeta, quizás mire la carne de otra manera. Pero además, hay otra cosa a tener en cuenta: mucha de la carne que se produce en España, la tercera parte, es para exportar, pero sus efectos negativos sobre el medio ambiente se quedan aquí. España exportó en 2017 más de 2,3 millones de toneladas de carne, superando por primera vez los 6.000 millones de euros de ingresos. Somos el 4º productor mundial de carne de cerdo (tras China, EEUU y Alemania) y el 2º productor europeo de ovino y caprino, tras Reino Unido. Y el 4º país europeo en productos cárnicos elaborados, tras Alemania, Italia y Francia. O sea que, aunque redujéramos el consumo interno de carne, las grandes granjas de animales seguirían ahí, para exportar  carne y lácteos a todo el mundo. Y destrozarían nuestro clima, nuestras aguas y nuestro aire para mantener ese potente negocio.

Algo habrá que hacer. En la Cumbre del Clima de París (2015), 195 países ya se comprometieron a reducir sus emisiones (a partir de 2020) entre el 20 y el 30% para 2030. Y eso exige tomar medidas en la energía, los transportes, las viviendas y la industria, pero también en la alimentación, reduciendo el consumo de carne. Greenpeace ha lanzado un objetivo mundial: reducir el consumo de carne un 50% para 2050: de 45 a 20 kilos/persona y año). Y en el caso de España, trazan dos objetivos: reducir el consumo  de 94 a 24 kilos de carne en 2030 (y de 165 kg de lácteos a 57 kilos) a 16 kilos de carne y 33 de lácteos en 2050. Serían 300 gramos de carne a la semana (suficientes para las proteínas necesarias), frente a 1,8 kilos hoy, quizás un objetivo imposible. Pero habría que bajar el consumo. Y para ello plantean medidas en dos frentes. Por un lado, más control y exigencias a la ganadería industrial, forzando la reducción de emisiones y contaminación y no autorizando macrogranjas (la de Noviercas, en Soria, tendrá 20.000 vacas y será la granja más grande de Europa). Y por otro, educación a las personas y a los niños, para consumir menos carne (y sobre todo menos carne procesada y roja) y menos lácteos y más cereales, verduras, hortalizas y legumbres, la “dieta mediterránea”.

Comer menos carne no es una moda ni un “invento ecologista”, es una necesidad si queremos cuidar nuestra salud y la del Planeta, además del bolsillo. Es importante obligar a las empresas a informar al consumidor de “la huella de carbono”: así sabremos que producir 1 kilo de cordero supone 10.629 gramos de CO2 equivalente, frente a sólo 140 gramos de CO2 por kilo de naranjas o 299 gramos por kilo de tomates. O que producir 1 kilo de vaca se lleva 10 kilos de pienso y 15.000 litros de agua, además de emitir 7.275 gramos de CO2 (ver este cuadro con las emisiones de CO2  que genera  producir los alimentos). Un despropósito y un despilfarro. Y más cuando  hay 791 millones de personas que pasan hambre mientras el mundo cultiva para alimentar a los animales. No puede ser. A todos nos gusta la carne, pero habrá que comerla menos, dos veces a la semana, modificando la dieta y comiendo más sano. Y más sostenible. Ser subcampeones de Europa en comer carne es una locura. Tenemos que cambiar.