jueves, 27 de febrero de 2025

España, un país mucho más digital

En unos pocos años, desde la pandemia, España ha dado un salto de gigante en la digitalización de la vida y la economía. Por un lado, somos el 5º país europeo con más hogares conectados a Internet y uno de los paises que más utiliza WhatsApp, las redes sociales o lee noticias, mientras más de 30 millones de españoles compran online. También somos el 5º país europeo con más uso online de servicios públicos (pago impuestos o cita sanitaria, por ejemplo), mientras tenemos más personas con competencias básicas de Internet que la UE-27. Incluso nuestras empresas se han digitalizado y un tercio de nuestras pymes venden online, siendo más las empresas que utilizan el análisis de datos, la factura electrónica o la inteligencia artificial que la media europea. Pero todavía queda mucho por hacer, sobre todo gastar más en tecnología y formación de especialistas TIC. La digitalización se lleva un 30% de los Fondos UE y hay que aprovechar para seguir avanzando hasta 2026, cuando se acaban.

                            Enrique Ortega

España es el 5º país europeo con más hogares con acceso a Internet: un 96,83% de los hogares españoles (18,75 millones, donde viven 47,4  millones de personas) tenían acceso a Internet en 2024, frente al 94,09% de hogares conectados en la UE-27, según los últimos datos de Eurostat. Sólo están más “conectados” que nosotros Paises Bajos (99,04% hogares conectados), Luxemburgo (98,84%), Finlandia (97,35%) y Dinamarca (96,83%), mientras superamos en conexión a Internet a Suecia (95,43%), Austria (94,96%), Francia (94,44%), Italia (93,41%), Alemania (92,65%) o Bélgica (91,38%). Un gran salto, dado que en 2015, sólo el 78,75% de los hogares españoles estaban conectados a Internet, frente al 84,7% en la UE-27, donde ocupábamos el puesto 15º en el ranking de conectividad.

Además de ser un país muy conectado, los españoles usamos mucho Internet: un 95,78% de los adultos (16 a 74 años) lo han usado en los últimos 3 meses, más que la media UE-27 (92,83% lo usaron) y nos coloca como el 8º país europeo con más uso de Internet, sólo por detrás de Dinamarca (99,77%), Paises Bajos (99,52%), Luxemburgo (98,76%), Irlanda (98,60%), Finlandia (97,95%) y Bélgica (95,98%), superando en uso de Internet a paises como Austria (94,92%), Francia (94,14%), Alemania (93,50%) o Italia (89,23%). Y si miramos los españoles que se conectan a Internet diariamente, son ya el 92% (entre 16 y 74 años), somos también el 8º país del ranking, tras Paises Bajos e Irlanda (98%), Dinamarca (97%), Suecia (96%), Luxemburgo o Chipre (94%) y Bélgica (93%), muy por delante de la UE-27 (88% adultos se conectan diariamente), Alemania o Francia (88%) e Italia (87%). Además, la “inclusión digital” de mayores y zonas rurales es mejor aquí que en la UE-27.

¿Para qué nos conectamos tanto a Internet? El último informe de Eurostat revela el elevado uso del correo electrónico (lo utilizan el 83,04% de los adultos en España, frente al 80,42% de media en la UE-27, siendo el 12º país del ranking de uso, por detrás de los paises nórdicos, Francia y Alemania), pero sobre todo el altísimo uso de la mensajería instantánea (el 93,12% de los adultos españoles usan WhatsApp y otros, siendo el 2º país donde es más popular, tras usarlo un 97,82% de las personas en Paises Bajos y el 79,22% en la UE-27) y la menor participación en las redes sociales: las utilizan en España el 64,7% de los adultos (16-74 años), frente al 79,22% de media en la UE-27, el 90,02% en Dinamarca, el 80,96% en Paises Bajos o el 72,64% en Bélgica, aunque su uso es aún menor en Alemania (58%), Italia (55,96%) o Francia (44,50%). Y España ocupa el lugar 10º en el ranking de lectura de noticias por Internet: las leen así el 75%, más que en la media UE (65%), Alemania (63%), Italia /55%) y Francia (52,6%), pero menos que en Paises Bajos y los nórdicos.

En España, los internautas también se conectan más que en Europa para ver vídeos de intercambio en YouTube o TikTok (75% de usuarios frente al 62% en la UE-27) y para ver los canales de TV de pago por streaming (58% en España, sólo por detrás de Dinamarca, Finlandia, Irlanda y Paises Bajos, frente al 48% en la UE-27). También los internautas españoles destacan en la utilización de servicios de e-salud: búsqueda de información sanitaria online (70% frente al 58% en la UE-27), reserva online de cita médica (el 61”, lo que nos convierte en el 2º país tras Finlandia, frente al 40% de media europea) y acceso online a historiales médicos (45% usuarios frente al 28% en la UE-27). Y en educación, España es el 4º país europeo donde se hacen más cursos online: un 30% de los adultos frente al 17% en Europa (ojo: 10% en Alemania, 14% en Francia y 18% en Italia).

El tremendo salto en el número de internautas en España y el gran uso de Internet se traduce en que cada vez más españoles compran online: en 2024, casi el 69%  de los adultos (16-74 años) compraron algo por Internet, un 10% más que antes de la pandemia (58% en 2019), lo que nos sitúa en la mitad del ranking europeo (puesto 16 de 27), con un porcentaje menor de compradores online que los paises líderes (94,70% Irlanda, 94,06% Paises Bajos, 90,86% Dinamarca y 88,39% Suecia), por debajo de Francia (80,29% adultos compran online) o Alemania (77,89%) y por delante de Italia (53,6%) y paises del Este. Y si tomamos sólo a los internautas, el porcentaje de los que compraron online el último año sube al 71,54% en España, por debajo de 19 paises y de la media UE (76,58% internautas).

Así que hemos dado un gran salto en compras online, pero todavía compramos por Internet menos que la mayoría de los europeos. Con todo, ya son más de 30 millones los españoles que compran online, según un reciente estudio de Red.es, con una cifra de ventas de 99.200 millones de euros en 2023, lo que supone 3.307 euros de gasto medio por comprador online. Lo que más compramos por Internet son ropa, calzado y accesorios (78,9% compras), seguido de entradas a eventos (57%), cosméticos (56,7%) y compra de comida (56,5). Los compradores online en España son, mayoritariamente, personas de mediana edad y con alto nivel de estudios e ingresos, que valoran la comodidad y el precio y se sienten cada vez más seguros al comprar online, sobre todo con el móvil (78,9% compras).

El tirón de las compras online tiene mucho que ver con el auge de las Webs extranjeras, porque más de la mitad de las compras online  hechas en 2023 (el 56,84%) fueron hechas fuera de España, sobre todo en Webs europeas (94,4% de las utilizadas), Reino Unido (2,1%), EEUU (1,4%) y Asia (0,8%), según los datos de la CNMC. Pero las empresas españolas cada vez venden más por Internet, según los datos de Eurostat: el 32,3% de las pymes españolas venden online, frente al 23,83% de las pymes europeas, lo que nos sitúa como el 6º país con más ventas online de las pymes, tras Lituania (42,07% pymes), Irlanda (39,57%) Dinamarca (38,76%), Suecia (36,50%) y Malta (34,51), muy por delante del porcentaje de pymes que venden online en Francia (18,34%), Alemania (22,97%) e Italia (20,41%). Sin embargo, tomando el conjunto de empresas que venden online, España aún tiene mucho pendiente: el volumen del comercio online es sólo el 10% del total, frente al 12% en la UE-27.

El gran salto digital que ha dado España en los últimos años se traduce en el índice DESI, que elabora la Comisión Europea sobre la digitalización de los paises UE. En el último estudio sobre la Década Digital, publicado en julio de 2024 (datos 2023), España se sitúa en el 8º lugar del ranking europeo de digitalización (con una nota de 62,9 puntos), frente al 11º lugar que ocupaba en el ranking DESI 2020. Y destaca que sólo nos superan en digitalización Dinamarca (69,6 puntos), Finlandia (68,4), Paises Bajos (67,5), Malta y Suecia (67), Irlanda y Luxemburgo (63 puntos). Y que estamos 6 puestos por encima de la media UE-27 (56,8 puntos) y muy por delante de Francia (56,8), Alemania (55) e Italia (54 puntos).

Este informe de la Comisión Europea evalúa 4 bloques de indicadores. El primero, sobre “capacidades digitales”, donde España ocupa el 7º lugar de Europa (con 8,8 puntos, por delante de los 7,6 puntos de media europea), tras Dinamarca, Finlandia, Paises Bajos, Suecia, Irlanda y Luxemburgo, gracias a que hemos mejorado en usuarios de internet, en personas con capacidades básicas digitales  (66%, frente al 56% de media en la UE-27 y todavía lejos del 85% de objetivo para 2030) y en graduados TIC, aunque todavía tenemos menos especialistas TIC (4,4% de los trabajadores) que la media europea (4,8%).

El 2º bloque que se evalúa son “las infraestructuras digitales” de cada país y aquí España ocupa el tercer lugar en Europa (23,7 puntos frente a 19,3 puntos en la UE-27), sólo por detrás de Dinamarca y Paises Bajos, gracias a nuestra extensa red de fibra óptica instalada  (tenemos más red de fibra óptica instalada que Francia, Alemania, Italia y Reino Unido juntos) y a la mayor cobertura de 5G y redes de alta capacidad, fruto de las inversiones hechas las últimas décadas por las telecos españolas, a costa de sus beneficios y nuestras tarifas.

El tercer bloque donde España también destaca es el de “digitalización de servicios públicos”, donde ocupamos el 5º lugar europeo (21,7 puntos frente a 20,3 la UE-27), sólo por detrás de Irlanda, Finlandia, Malta y Paises Bajos. Aquí, España destaca por tener más usuarios de la Administración electrónica (79,69% frente al 70% la UE-27), la mayor disponibilidad de servicios públicos online para ciudadanos (84% frente a 79%) y para empresas (91% frente al 85%, con el objetivo de llegar al 100% en 2030) y un alto acceso a servicios de salud electrónicos (85% en España y 79% en la UE, para llegar al 100% en 2030).

Donde España “pincha” en digitalización, a pesar de lo avanzado estos años, es en el bloque de “digitalización de empresas”, donde ocupamos el puesto 11º, con una nota inferior a la media UE (8,7 puntos frente a 9,6).  Estamos bien en el porcentaje de pymes con un nivel básico de intensidad digital (61% frente a 58% UE-27), intercambio de información electrónica (54% frente a 42%), uso de redes sociales (38% frente a 31%), análisis de datos (38% frente a 33% UE), ventas online pymes (32,22% frente a 23,83%), pero hemos avanzado menos en la utilización de “la nube” (27,2 frente al 38,9% la UE), el peso del comercio electrónico (10% frente al 12%), igualando el poco uso de la inteligencia artificial (9% frente al 8% la UE). Y tenemos menos empresas con alta intensidad digital (26 frente al 27,08% la UE).

Al final, salimos bastante bien parados de este “examen digital” de la UE, en un puesto intermedio, con menos digitalización que los paises nórdicos, Irlanda y Países Bajos, pero más avanzados digitalmente que Francia, Alemania, Italia y la Europa del Este, lo que no deja de ser “un milagro”, fruto en gran medida del Plan de Recuperación y de la apuesta de este Gobierno por la digitalización de la economía y la transición ecológica. De hecho, la digitalización de la economía es el 2º mayor bloque de gasto de los Fondos Europeos : se lleva el 29% de los Fondos, unos 33.700 millones (ayudas y créditos) entre 2021 y 2026. Un dinero que ya se ha gastado en gran parte, para financiar las grandes partidas de la Agenda Digital 2025: digitalización de pymes, desarrollo 5G, mejora competencias digitales, modernización de la Administración y digitalización del sistema educativo, sanitario y del turismo, junto al desarrollo del comercio online y la inteligencia artificial.

España ha conseguido que estas y otras inversiones (europeas, públicas y privadas) estén mejorando la digitalización de nuestra vida y nuestras empresas, algo imprescindible para competir, crecer y sostener el empleo. Pero todavía queda una gran tarea por delante, que hemos de “acelerar”, porque en 2026 han de ultimarse los proyectos financiados con Fondos europeos. Hay que seguir apostando por la digitalización desde la enseñanza (más FP y más carreras universitarias orientadas a formar especialistas TIC) a las pymes, pasando por los servicios públicos y la Administración. Tenemos ventajas de partida (como el amplio despliegue de fibra óptica y 5G) o el mayor porcentaje de internautas mejor formados), pero  queda avanzar en el mundo empresarial, con más gasto (público y privado) en tecnología e innovación: España invierte en I+D+i el 1,5% del PIB frente al 2,2% la UE.

La transformación digital es uno de los grandes retos del mundo en el siglo XXI, junto a la sostenibilidad medioambiental , la tecnología y la demografía. España ha conseguido subirse a este tren, del que va a depender nuestra competitividad, nuestro crecimiento y los futuros empleos (que nos obligarán a un completo reciclaje). Pero necesitamos avanzar en ese tren, con ayudas, inversiones y mucha formación, desde los jóvenes al último consumidor, desde las grandes empresas a las pymes y exportadores. Hay que completar esta “reconversión digital”.

lunes, 24 de febrero de 2025

Exportaciones estancadas (antes de aranceles)

Las exportaciones parecen un tema teórico para economistas, pero nos afectan a todos: aportan un tercio del crecimiento y mantienen 4,6 millones de empleos. En 2024, las exportaciones se estancaron (+0,2%), tras 40 años aumentando año tras año (salvo en 2009, 2020 y 2023). La culpa es del estancamiento de la economía europea, donde van el 73,7% de nuestras exportaciones, aunque subieron las ventas a Latinoamérica, Asia y África. Ahora preocupa que caigan en 2025 y 2026, dos años en que nos restarán crecimiento, por la debilidad de la economía europea y los aranceles con que amenaza Trump. España se verá menos afectado que la mayoría de Europa, pero dañarán a la industria siderúrgica, farmacéutica y al campo, sobre todo al aceite, vino, carnes y pescados. Por eso, urge que Europa tome medidas defensivas ante los aranceles USA y ayude a los paises a diversificar sus exportaciones. Y en España, hay que aprobar un Plan de choque para ayudar a nuestros exportadores, un motor clave de la economía y el empleo.

                            Enrique Ortega

España ha protagonizado un histórico “milagro exportador, promovido por el ingreso de España en la CEE, la apertura exterior de nuestra economía y la crisis financiera de 2008, que obligó a muchas empresas a buscar mercados fuera. Así se explica que España lleve 40 años aumentado sus exportaciones, desde 1995: año tras año hemos exportado más, salvo tres años en que cayeron (2009, 2020 y 2023). Con ello, hemos pasado de exportar 22.933 millones de euros en 1986 (el 10% del PIB) a 159.889 millones en 2009 (15% del PIB) y 384.465 millones en 2024 (el 24,13% del PIB). O sea, que exportamos 16 veces más que hace 40 años. Y además, aunque también importamos más, el “agujero comercial” (-40.275 millones de euros) se cubre de sobra con los ingresos por las exportaciones de servicios y por el turismo, con lo que España ha conseguido algo que parecía imposible hace unas décadas: tenemos “superávit con el exterior” desde 2013, algo inaudito en nuestra historia (de 1961 a 2012 tuvimos déficit con el exterior 45 de estos 52 años).

Las exportaciones no sólo facturan ya una cuarta parte de nuestros ingresos como país y nos permiten ser más autosuficientes (tener divisas suficientes para crecer y no tener que endeudarnos tanto) sino que han sido claves para conseguir el crecimiento y el empleo de las últimas dos décadas. Así, tras la crisis de 2008, la economía española entró en recesión, pero hubiera caído mucho más de no ser por la ayuda de las exportaciones: en 2009, por ejemplo, el PIB cayó un -3,6%, pero hubiera caído bastante más (también el empleo) si las exportaciones no hubieran aportado un +2,8% al crecimiento. Y las exportaciones volvieron a salvarnos con la pandemia: en 2020, cayeron menos que la economía (-2,2%, frente al -10,9% que cayó el PIB). Y en la recuperación posterior, las exportaciones han sido un motor clave: en 2022 aportaron más de un tercio del crecimiento (2,3% del 6,2% que creció el PIB) y lo mismo en 2023 (1% del 2,7% de crecimiento del PIB).

En 2024, la aportación de las exportaciones al crecimiento español (y al empleo) ha sido algo menor, aunque importante: un 0,4% del 3,2% que creció el PIB (la 8ª parte). Y eso porque las exportaciones se han estancado en 2024, creciendo sólo un +0,2% sobre 2023. Aún así, las ventas al exterior de España han sido de 384.464 millones de euros, el 2º mejor dato de nuestra historia (tras el récord de 387.599 millones en 2022, el “repunte” tras la pandemia). Y las exportaciones han conseguido mantenerse” en un año malo para todos los paises, por el bajo crecimiento europeo y el proteccionismo comercial. Así, las exportaciones alemanas cayeron -1,3% y las francesas -1,6%, mientras las británicas caían un -5%, creciendo un +2,3% las de EEUU, un +7,1% las de China y un 6,2% las de Japón.

El estancamiento de las exportaciones españolas en 2024 se debe a la caída de las ventas a Europa (-0,6%), debido a que la UE creció sólo un 0,8%, Alemania siguió en recesión (-0,2%) y apenas crecieron Francia (+1,1%) e Italia (+0,5%), mientras España creció un 3,2%. La mayor caída de nuestras exportaciones, según Comercio, se ha dado con Francia (-3,9%), nuestro primer cliente, seguida de las ventas a  Alemania (-1,2%) y Bélgica (-18,1%), aunque han crecido las exportaciones a Italia (+0,9%), Paises Bajos (+0,8%) y Portugal (+0,8%). Con todo, España cerró 2024 con un superávit comercial (más exportaciones que importaciones) con toda Europa (+43.247,3 millones de euros, +2,5% que en 2023). Y tenemos superávit comercial con 17 de los 26 paises restantes de la UE (con todos, salvo Alemania, Paises Bajos, Austria, Eslovaquia, Luxemburgo, Dinamarca, Suecia, Hungría y República Checa). En contrapartida al “pinchazo” de las exportaciones a Europa, en 2024 aumentaron nuestras ventas a Latinoamérica (+1,9%), Asia (+3,5%), Africa (+6,4%) y Australia (+18,1%), bajando sólo las exportaciones a EEUU (-3,8%), China (-1,5%) y Oriente Medio (-1%).

Por sectores, las exportaciones españolas que más cayeron en 2024 fueron las de bienes de equipo (-0,5%, por menores ventas de material de transporte y maquinaria industrial), productos químicos (-2,3%, por la bajada del -12,4% en la exportación de medicamentos), automóviles (-1,4%), semimanufacturas (-1,4%, sobre todo por la caída del -11,6% en la exportación de hierro y acero o el -3,4% de las ventas de cerámicas) y energía (-7,6%, por menores exportaciones de petróleo, gas, carbón y electricidad). Pero crecieron el año pasado las exportaciones españolas de alimentos (+6,8%), nuestra 2ª mayor partida exportadora (71.793 millones), de ropa y calzado (+2,7%) y materias primas (+6,2%). Por autonomías, la mayoría exportó más, salvo Madrid (-5,4%), País Vasco (-5,1%), Comunidad Valenciana (-2,7%) y Cataluña (-0,5%), según Comercio.

Lo que preocupa ahora es la esperada bajada de las exportaciones españolas en 2025 y 2026, rompiendo la racha de las últimas cuatro décadas. La última previsión del Gobierno apunta que las exportaciones se frenarán, por las tensiones proteccionistas en el comercio mundial y el bajo crecimiento europeo: la Comisión Europea prevé que la UE-27 crezca sólo un +1,5% en 2025, con crecimientos mínimos del +0,7% en Alemania, un +0,8% en Francia y un +1% en Italia (muy por debajo del 2,6% de crecimiento previsto para España este año). De cumplirse estas previsiones, las exportaciones no ayudarían al crecimiento de España ni en 2025 ni en 2026: “restarían” un -0,3% y un -0,4%, después de varios años en que han aportado (“sumado”) un tercio del crecimiento (y la 8ª parte en 2024).

Estas perspectivas “sombrías” sobre las exportaciones españolas en 2025 y 2026 podrían incluso empeorar si Trump cumple con sus amenazas de imponer aranceles a los productos europeos, lo que frenaría aún más todas las exportaciones. De momento, Trump ha amenazado con subir un 25% los aranceles (impuestos) que han de pagar las exportaciones de hierro y acero que entren en EEUU. Y anuncia que el próximo 2 de abril concretará los aranceles  (podrían ser un 25%) que impondrá a las importaciones europeas, en especial a los coches, chips, productos farmacéuticos y alimentos vendidos por Europa.

Estados Unidos es un mercado clave para Europa, ya que allí se dirigen el 20% de las exportaciones europeas y la UE-27 tiene un superávit comercial (más exportaciones que importaciones) con EEUU de 200.000 millones de euros (2024), según Eurostat. Imponer un arancel del 10% al 25% a los productos europeos (que ahora pagan un 2% de media) dañaría sobre todo a la industria europea del automóvil, a la industria química y farmacéutica, a la de material de transporte, muebles y bienes de equipo, así como a los alimentos europeos, según un estudio de CaixaBank Research. Y los paises más afectados serían Irlanda, Alemania e Italia, los paises europeos que más exportan a USA.

España sería el 4º país europeo menos afectado por un aumento de los aranceles de EEUU (tras Rumanía, Eslovaquia y Croacia), según este estudio, pero nos provocarían unas pérdidas de ventas de 1.338 millones de euros anuales. EEUU es el 6º país cliente de las exportaciones españolas (tras Francia, Alemania, Italia, Portugal y Reino Unido), con 18.179 millones exportados en 2024 (el 4,7% del total) y 28.192 millones importados (el 6,6% del total), lo que significa que tenemos un déficit comercial de -10.120 millones de euros con EEUU (-9.363 en 2023), mientras toda la UE-27 tiene superávit. Nuestras compras a USA se concentran en energía (gas y petróleo) y tecnología, mientras nuestras ventas (las que pueden sufrir si imponen aranceles) se concentran en bienes de equipo (6.228 millones en 2023, básicamente maquinaria y material de transporte), semimanufacturas (4.974 millones, sobre todo metales, hierro y acero), alimentación (2.441 millones) y manufacturas de consumo (1.146 millones, sobre todo ropa, calzado y juguetes).

Ahora queda esperar a ver cómo la Administración USA concreta sus amenazas de aranceles, que ya implantó Trump en su primer mandato y afectaron mucho a las exportaciones españolas de hierro y acero y a ciertos alimentos (aceituna negra, aceite y vino). Ahora, el mayor temor se centra en las exportaciones españolas de hierro y acero, en medicamentos y productos químicos, en maquinaria y material de transporte, en el automóvil (España apenas exporta coches directamente a USA, pero sí automóviles y componentes a Europa, que luego se verían negativamente afectados por una subida de aranceles) y, sobre todo en alimentos: aceites, aceitunas, vino, carnes, pescados y mariscos.

Mientras las empresas de estos sectores están muy preocupadas, Europa espera a concretar su reacción comercial a que Trump concrete sus aranceles. Pero todo el mundo apuesta a que habrá subida recíproca de aranceles europeos y eso se traducirá en menores exportaciones y un menor crecimiento económico en Europa, así como un repunte de la inflación (si la UE-27 se ve obligada a imponer aranceles a los productos importados de EEUU, en especial al gas y petróleo, así como a algunos productos tecnológicos). Por ello, la clave es que Europa reaccione también con otras medidas, especialmente dos: diversificar mercados (multiplicando los acuerdos comerciales con Latinoamérica, India, Asia, África y Australia) y favorecer a los exportadores europeos, con promoción, financiación e incentivos.

Entre tanto, España debe tomar también sus propias medidas, acordado el Gobierno, las autonomías y las fuerzas sociales (patronal y sindicatos) un Plan de choque de apoyo a la exportación, para evitar que frene el crecimiento y pueda seguir manteniendo y creando empleo. Es básico también diversificar mercados, promoviendo oficinas comerciales y Ferias en más paises, con nuevas ayudas a la internacionalización de las empresas, no sólo las grandes que ya exportan (sólo 45.931 empresas han exportado en 2024 y los tres años anteriores), con más financiación pública y privada, mejorando la formación exportadora de los jóvenes emprendedores y las empresas y promoviendo la exportación de productos y servicios de más valor añadido (sólo exportamos un 6,8% de productos de alta tecnología, frente al 17,7% de media en las exportaciones europeas).

En definitiva, la economía ha crecido más gracias al “tirón exportador” pero ahora está en riesgo, por el menor crecimiento en Europa (nuestros tradicionales compradores) y por la amenaza de Trump de subir los aranceles, encareciendo (y frenando) nuestras exportaciones y las del resto del mundo. Los aranceles perjudican a todos, pero hay que responder a esta imposición con aranceles europeos y buscando nuevos mercados. Y para ello, hacen falta medidas y ayudas europeas, pero también españolas. Urge que los políticos acuerden un Plan de choque para apoyar a la exportación, clave para el crecimiento y el empleo.

jueves, 20 de febrero de 2025

Crecemos, pero con pobreza y desigualdad

Confirmado: España creció en 2024 cuatro veces más que Europa (3,2% frente a 0,8%). Pero mucha gente no lo nota, porque la inflación se ha comido los salarios y por la subida de alquileres, hipotecas y servicios públicos. Así, un 9,1% españoles llegan a fin de mes “con mucha dificultad” y casi la mitad con problemas. Y hay 9,6 millones de españoles en situación de “pobreza”: ganan menos del 60% que la media. Tenemos sólo 409.000 “pobres” menos que en 2018, cuando Sánchez llegó a la Moncloa, aunque hay 2,35 millones de residentes más. Pero sube la pobreza infantil y somos el 5º país con más pobreza de Europa, a pesar del crecimiento y el empleo. Fallan las ayudas a la pobreza y tenemos demasiados sueldos bajos: un 70% ganan menos de 2.548 euros, 24% menos que en Europa. Urge corregir las medidas sociales, con más ayudas por hijos, y subir más los salarios bajos (menores de 2.000 euros), ahora que los beneficios empresariales son altos. Hay que “repartir” mejor el crecimiento.


Eurostat, lo confirmó a finales de enero: España creció +3,2% en 2024, más que en 2023 (+2,7%) y cuatro veces el crecimiento de la UE-27 (+0,8%), triplicando el crecimiento de Francia (+1,1%) y seis veces más que Italia (+0,5%), mientras Alemania sigue en recesión (-0,2%). Los motores del alto crecimiento español, por tercer año consecutivo, son el aumento del consumo público y privado (por el aumento de ocupados: + 468.100 empleos en 2024), las exportaciones y, sobre todo el turismo, que batió otro récord histórico. Y además, la inflación cerró el año con una subida del 2,8%, en linea con el +2,7% en la UE-27. El punto negro sigue siendo el paro, que acabó en el 10,6%, casi el doble que la media europea (5,6%).

Con todo, la economía española crece más que la europea, con una inflación moderada (al alza), menos déficit público y superávit con el exterior, esperando crear otros 500.000 empleos en 2025. Pero muchos españoles no acaban de notarlo. Primero, porque la inflación de los últimos años “se ha comido” parte de sus salarios: los salarios pactados en convenio han subido un +12,92% entre 2020 y 2024, mientras la inflación subió un +20% (y si nos vamos más atrás, desde 2009, los salarios han perdido un -21,43% de poder adquisitivo). Además, en los últimos años se han disparado los alquileres (subieron +31% entre 2020 y 2024) y el coste de las hipotecas, por la subida de los pisos y tipos. Y hay muchos servicios que se han encarecido, como la sanidad (los seguros médicos) o la educación, subiendo las facturas de la energía, alimentos y carburantes, a pesar de las ayudas del “escudo social”.

Y hay otro factor del que apenas se habla: la economía crece con fuerza, producimos mucho más, pero somos mucho más habitantes, con lo cual la producción (y la renta) se reparte entre muchos más. Así, el valor de lo producido (PIB) ha pasado de 1.253.710 millones de euros en 2019 a 1.593.136 en 2024, un aumento del +27% . Pero la población residente ha pasado (por el aluvión de inmigrantes), de 47 a 49 millones en estos 6 años. Así que el PIB por habitante ha crecido algo menos: de 26.670 euros en 2019 a 32.461 en 2024 (+21,7%). Todavía tenemos una menor productividad que Europa, no tanto por los trabajadores como por la baja inversión y un modelo económico menos productivo.

Volviendo a los que no notan el fuerte crecimiento, la última estadística del INE revela que casi la mitad de los españoles (el 47,4%) tienen algún problema parea llegar a fin de mes, algo menos que en 2019 (49,3% tenían problemas), aunque ahora hay 2 millones de habitantes más. De ellos, un 9,1% llegan a fin de mes “con mucha dificultad (eran el 7,8% en 2019 y el 9,3% en 2023), sobre todo en Castilla la Mancha (13%), Canarias (12,4%) y Andalucía (10,9%), siendo pocos en País Vasco (5,1%), Baleares (5,6%) y la Rioja (5,9%). Otro 12,7% de españoles llegan a fin de mes “con dificultad” (14,2% en 2019) y el 25,6% restante con “cierta dificultad (27,3% en 2019). La alta inflación pasada y los alquileres lo explican.

Otro dato preocupante son los españoles, que a pesar de la mejoría del crecimiento y el empleo, sufren “carencias materiales, según la Encuesta de Condiciones de Vida 2024 del INE. Casi un tercio de la población (35,8%) “no tiene capacidad para atender gastos imprevistos” (como en 2019, cuando eran el 35,9%, aunque hoy somos 2 millones de habitantes más), el 6,1% no se puede permitir comer carne o pescado cada dos días (eran la mitad, el 3,8% en 2019), un 17,6% no pueden mantener su vivienda a la temperatura adecuada (el doble que en 2019, cuando eran el 7,6%) y un 13,6% de personas han tenido retrasos en el pago de gastos de su vivienda (frente al 8,3% en 2019).

Pero lo más preocupante es que, a pesar del alto crecimiento y el empleo, España todavía tiene muchos “pobres”: somos el 5º país con más pobreza de Europa (19,7% de la población en 2024) , tras Letonia (22%), Bulgaria (21,7%), Estonia (20,7%) y Lituania (20,6%), según Eurostat. Son 9.653.000 españoles a los que las estadísticas europeas considera “pobres”, porque ingresan menos del 60% de la media del país (menos de 11.584,4 euros al año los solteros y menos de 24.3272 euros al año una familia con dos niños), según el INE.

Esta tasa de pobreza (19,7%) era superior en 2018 (21,5%), cuando el Gobierno Sánchez llegó a la Moncloa, pero el número de pobres ha bajado poco, en -409.000 personas (había 10,06 millones de pobres en 2018), entre otras cosas porque ahora somos 2,35 millones de habitantes más. La población en situación de “pobreza extrema (ingresan menos del 40% que la media, menos de 7.772 euros anuales los solteros y menos de 16.218 euros las familias con 2 niños) también se ha reducido, pero poco: eran el 8,7% de los españoles en 2018 y ahora son el 8,3% de la población, 4.067.000 españoles (solo 4.000 menos que en 2018).

Lo peor es que, a pesar del alto crecimiento y el empleo, la pobreza infantil ha crecido en España: en 2024 estaban en situación de pobreza el 29,2% de los menores de 16 años, frente al 26,2% de pobreza infantil en 2018. Son 2,5 millones de niños y niñas que viven en hogares pobres y de ellos, más de un tercio (el 11%, 941.000 niños y niñas) viven en hogares con pobreza severa y no pueden acceder a una alimentación saludable, como denuncia Save the Children, recordando que España es el 2º país de Europa con más pobreza infantil, tras Rumanía.  Esta pobreza infantil se concentra en las familias de mujeres solas con niños (el 81% de las familias monoparentales), “feminizando” la pobreza.

La llamativa subida del salario mínimo interprofesional (de 735 euros en 2018 a 1.184 euros en 2025, +61%), el avance del Ingreso mínimo Vital (llega a 674.000 hogares, con 2 millones de beneficiarios y una cuantía mensual entre 658 y 1.500 euros) y las ayudas públicas que han integrado (e integran) el “escudo social” (ERTEs, bono social eléctrico, ayudas al transporte,  luz, alimentos y carburantes) han evitado que la pobreza en España creciera estos años, a pesar de que somos 2,35 millones de habitantes más. Pero la tasa de pobreza es “inadmisible” y la Comisión Europea nos alertó de ello en diciembre pasado.

El problema de fondo no es sólo que falten ayudas públicas contra la pobreza sino que se gastan mal, como nos ha reiterado la OCDE y la Comisión Europea. Por un lado, las ayudas públicas a las familias (claves para luchar contra la pobreza) tienen en  España la mitad de peso que en otros paises: suponen el 1,6% del PIB (2021), frente al 2,5% de media en la UE-27, el 3,7% en Alemania o el 2,5% en Francia. Por otro, estas ayudas públicas en España benefician más a las familias de rentas medias y altas que a las familias con rentas bajas, porque el grueso de las  ayudas son desgravaciones fiscales en el IRPF, que benefician a 8 millones de contribuyentes, la mayoría con rentas medias y altas, porque las rentas bajas y los más pobres no declaran (los ingresos de menos de 22.000 euros al año, todos los que están en pobreza severa y la mayoría de los considerados “pobres”).

La propia Comisión Europea alertó, en su informe de diciembre, sobre el hecho de que las ayudas contra la pobreza en España “tienen menos impacto que en otros paises”, por “los problemas de adecuación y cobertura del sistema de protección social, las disparidades regionales de acceso a los servicios públicos y la persistente pobreza en el trabajo”. Sobre este último punto, recordar que en 2023 eran “pobres” casi 2,5 millones de trabajadores (2.499.654), según la Red EAPN. Y que España es el tercer país europeo con más porcentaje de “trabajadores pobres” (11,9%), sólo por detrás de Rumanía (15%) y Bulgaria (11,7%), peor que Portugal (10%) o Grecia (9,85) y por encima de la UE-27 (8,9% de trabajadores “pobres”), Italia (9,9%), Francia (7,8%) o Alemania (6,5%), según Eurostat.

Por todo ello, expertos y ONGs piden modificar el esquema de protección social a las familias más vulnerables, reformar la política contra la pobreza en España. Por un lado, es urgente coordinar las ayudas públicas, creando “una ventanilla única” donde se soliciten y se gestionen, con menos burocracia, más colaboración entre administraciones (incluyendo los Ayuntamientos, claves en las ayudas contra la pobreza) y dando más entrada a las ONGs, quienes tienen más experiencia y conocimiento del problema. Y por otro, hay que destinar más recursos públicos a la lucha contra la pobreza, gastando el doble (como hace la UE) en ayudas a la familia. Además, urge avanzar en aprobar una ayuda universal por hijos, clave para reducir la pobreza infantil, como reitera Save the Children.

De hecho, en 20 paises europeos existe una ayuda universal por hijo, que la OCDE ha propuesto a España (y que sólo aplica el País Vasco, desde marzo der 2023, cuando entró en vigor una ayuda universal por hijo de 200 euros que cobrarán las familias durante 3 años). Con esta ayuda, “se matarían dos pájaros de un tiro”: se reduciría la pobreza infantil y la pobreza de las familias (más concentrada en las que tienen hijos) y se fomentaría la baja natalidad, un grave problema estructural de España, que pone en peligro el futuro de las pensiones y del Estado del Bienestar. El Gobierno Sánchez dice que estudia una ayuda universal por hijo hasta los 6 años, pero tiene difícil contar con apoyos políticos y recursos, máxime cuando la política del PP (apoyada por Junts y PNV) es “bajar impuestos” indiscriminadamente.

Para que haya menos pobres y más gente “note” el crecimiento y el empleo, hay que actuar también sobre los salarios, porque son muy bajos y desiguales, lo que provoca que casi la mitad de españoles tengan problemas para llegar a fin de mes. Los salarios en convenio han subido un +3,07% en 2024, más que la inflación media (2,77%), pero llevan muchos años perdiendo poder adquisitivo (-7,08% desde 2020 y -21,43% desde 2009). Y tienen dos problemas. Uno, son más bajos que en Europa: el salario medio por hora era de 18,2 euros en 2023, frente a 24 euros de media en la UE-27 (-24,2%) , 31,6 euros en Alemania, 28,7 euros en Francia o 21,5 euros/hora en Italia, según Eurostat. Y el otro, que los salarios en España son muy desiguales y hay una mayoría que los tiene bajos.

Veamos. El salario medio bruto en España era de 2.237 euros en 2023, según la última estadística del INE (Decil de salarios). Pero de los 18 millones de asalariados, un 30% (5.400.000) ganan menos de 1.534 euros brutos al mes, otro 40% (7.200.000 trabajadores) ganan entre 1.534,7 y 2.548,2 euros brutos mensuales y sólo el 30% restante (5.400.000 asalariados) ganan más de 2.548,2 euros brutos mensuales. A lo claro: que el 70% de los que trabajan en España (12,6 millones) ganan menos de 2.548 euros brutos, unos 2.170 euros netos. Y hay sectores enteros, como la hostelería, el campo, las empleadas de hogar, el comercio y muchas pymes, donde ganan aún menos. Y sobre todo las mujeres (2.063,2 euros de media, -16,4% que los hombres) y los jóvenes que aún ganan menos (1.387 euros brutos es el salario medio de 16 a 24 años). Con este bajo nivel salarial, no es extraño que si repunta la inflación o suben los alquileres y algunas facturas, mucha gente tenga problemas para llegar a fin de mes. O acabe en la pobreza.

Por eso, habría que actuar en dos frentes. Por un lado, aprobando un Plan urgente contra la pobreza, en especial contra la pobreza infantil, legislando una ayuda por niño/a hasta los 6 años (complementada con otras ayudas hasta los 16 años) y reformando las ayudas públicas disponibles, para que beneficien más a los más pobres. Y por otro, promoviendo en la negociación colectiva una subida mayor de los salarios más bajos (los de menos de 2.000 euros, por ejemplo), para reducir la desigualdad actual y mejorar el poder de compra, lo que se traduciría en más consumo, más crecimiento y más empleo. Es hora de plantear subidas mayores del 3% para estos trabajadores peor pagados, porque ahora las empresas pueden hacerlo, porque llevan 3 años consecutivos con más ventas, márgenes y beneficios.

Lo peor que le puede pasar a un país es que no crezca ni cree empleo. Pero tampoco es bueno que crezca y la mayoría de su población no lo note, porque una buena parte de la población no llegue a fin de mes o siga en la pobreza. Urge aplicar políticas para reducir de verdad la pobreza, sobre todo la infantil, y para que la mayoría de los salarios sean más altos y permitan una vida mejor. Hay que “repartir mejor el crecimiento, para que lo noten más españoles, no sólo una minoría de sueldos y empresas. Es la manera de evitar que muchos españoles pasen” del Estado y de la política y se radicalicen, en manos del populismo y la ultraderecha. La democracia ( y aún más la socialdemocracia) es crecer más para que la mayoría vivan mejor. A ello.

lunes, 17 de febrero de 2025

Centros de Salud desbordados

Se han cumplido 5 años del primer muerto en España por COVID-19 y la sanidad pública no acaba de recuperarse de la pandemia : las listas de espera siguen en máximos históricos y la Atención Primaria está colapsada: me han dado cita para la médico de familia dentro de 14 días (y la demora media está en España en 9 días). La consecuencia es que 12,5 millones de españoles se pagan un seguro privado (ahora más caro), lo que lleva a demoras en la sanidad privada. Se multiplican las manifestaciones por la mejora de la sanidad, pero no se avanza. El problema más grave está en la Atención Primaria, donde Sanidad ha propuesto un Plan de actuación 2025-2027. Muchas medidas, pero falta lo fundamental: gastar más (+10.000 millones sólo en Atención Primaria), contratar más médicos de familia (+8.000) y enfermeras (+15.000) y reorganizar los centros, con 10.000 administrativos más. Urge un Plan de choque para mejorar la Atención Primaria. Nos jugamos la primera linea de la salud.

                        Centro de Salud en Madrid

El 13 de febrero de 2020 moría en Valencia el primer paciente contagiado por COVID-19. Han pasado 5 años y la sanidad pública no se recupera del mazazo de la pandemia: estamos mejor que entonces, pero el sistema sanitario apenas ha vuelto a los niveles de 2019, donde ya había problemas de saturación y falta de medios. La espera para ser atendido por el médico de familia (o el pediatra) estaba en 8,81 días en 2024 (Barómetro Sanitario), frente a los 5,8 días de espera media en 2019. Y las listas de espera, aunque han mejorado frente a lo peor de la pandemia, siguen en máximos históricos: 94 días de media para la consulta de un especialista en junio de 2024 (el 2º peor dato desde 2022) y la espera para ser operado estaba en 121 días (9 más que en junio de 2023).

La consecuencia es una peor atención de la sanidad pública (a pesar del esfuerzo de sus profesionales) y un desvío de muchos pacientes a la sanidad privada: más de 12,5 millones de españoles pagan un seguro médico privado cada mes (+3,5 millones que hace una década), sobre todo en Madrid  (38,7% población tiene un seguro médico privado), Cataluña (32,4%) y Baleares (30,9%), aunque su precio se ha disparado (los seguros médicos han subido +39,5% desde 2019, según el INE).  Este desplazamiento hacia médicos, especialistas y hospitales privados, para sortear “los atascos” en la sanidad pública tiene 2 consecuencias. Una, que ya hay especialistas y hospitales privados que dan muchos retrasos para ser atendidos (50 días me han dado para una ecografía… por lo privado), siendo habitual cambios de citas y deterioro en la atención. Además, como las aseguradoras pagan poco a los médicos, hay muchos especialistas que “no trabajan con aseguradoras”.

Pero el gran problema sigue estando en la primera línea de la sanidad pública, en la Atención Primaria de los Centros de Salud y los ambulatorios. La población residente en España acaba de superar los 49 millones (49.077.984 el 1 de enero 2025) y eso supone un aumento de +1,76 millones de personas residentes sólo en los últimos 5 años (47.318.050 habitantes el 1 enero 2020). Un aluvión de nuevos habitantes (y potenciales pacientes) que han de atender casi los mismos médicos y enfermeras, con lo que cuando algún profesional (o administrativo) se pone enfermo o toma vacaciones, el colapso en las consultas es grave y lo sufren los pacientes, dilatando los plazos para ser atendidos. Y muchos no esperan y acuden a las urgencias de los hospitales: el 45% de los ciudadanos acudió a las urgencias hospitalarias en el último año (frente al 38,2% en 2023), según el Barómetro Sanitario 2024.

La Atención Primaria en España tiene un serio problema de retrasos en las citas de los médicos de familia y pediatras. En julio de 2024, el retraso medio era de 8,81 días para ser atendido, frente a los 5,8 días de 2019, según el Barómetro Sanitario que elabora el CIS y Sanidad. Sólo un 0,1% de pacientes consiguen cita en el día, al 11,2% les dan en 2 días, al 13,7% en 3 días, al 8,41% en 4 días, un 20% tardan en ser atendidos 7 días, un 12,8% tardan de 8 a 10 días y al 21,7% (como a mí) les dan cita entre 11 y más días después de solicitarla (por Internet, porque los teléfonos están aún más colapsados … ).

Sanidad y las autonomías apenas informan de estos retrasos en conseguir una cita para el médico de familia o el pediatra. El diario EL PAIS ha publicado una relación de retrasos por autonomías, a través de solicitudes de Trasparencia a las consejerías de Sanidad y alerta que más de la mitad de los Centros de Salud de toda España dan cita pasadas 48 horas, a pesar de que el Gobierno y las autonomías pactaron en 2019 garantizar que la atención no urgente en Atención Primaria se hiciera en menos de 2 días. Según este rastreo, los peores datos de retrasos se encuentran en Madrid, Comunidad Valenciana, Canarias y Baleares, donde más del 85% de los Centros de Salud registran demoras de más de 2 días. Pero lo más preocupante es que hay demoras de más de 5 días en el 59% de los Centros de Salud de la Comunidad Valenciana, el 44% de Canarias, el 43% de Baleares, el 28% de Madrid, el 23% de Aragón, el 20% de Andalucía y el 16% en Castilla la Mancha, mientras las otras 10 autonomías no dan retrasos en citas superiores a los 5 días.

Estos retrasos, que agobian a los pacientes (sobre todo a los enfermos crónicos y de más edad), tienen un origen claro: la falta de medios en la Atención Primaria, detallada en este informe elaborado en 2024 por la Federación en Defensa de la Sanidad Pública (FADSP). El primer problema es que España gasta poco en Sanidad : 2.822 euros por habitante, un 20% menos de los 3.533 que gasta la UE y la mitad de los 5.317 euros por habitante que gasta Alemania, según la OCDE. Pero además de gastar menos, dedica un porcentaje menor que otros paises a financiar la Atención Primaria: un 14% de todo el gasto sanitario en España, frente al 25% de media que se gasta en Europa.

Y por si esto no explica la situación actual, la financiación de la Atención Primaria es muy desigual por autonomías, según los datos del gasto por habitante en 2024 que aporta la FDSP: 150,90 euros/habitante en Madrid, 154 en la Comunidad Valenciana, 229 en Cataluña, 247 en Murcia, 264 en Baleares o 274 euros/habitante en Galicia, frente a 402 euros/habitante en Extremadura (más del doble de gasto que en Madrid), 329 euros en Castilla y León, 323 en La Rioja,  309 en Andalucía, 308 en País Vasco o 306 en Asturias.

A partir de este gasto desigual, también es desigual el número de médicos y enfermeras que trabajan en Atención Primaria. Donde hay menos médicos de familia es en Baleares (0,51 por 1.000 habitantes), Madrid (0,57), Canarias (0,58), Andalucía (0,60), Murcia (0,62) y Cataluña ( 0,64), mientras hay muchos más médicos en Castilla y León (0,95/1.000 habitantes), Extremadura (0,77), Aragón (0,75) y Galicia (0,71), según la FADSP .Y en cuanto a enfermeras, donde menos hay (comparativamente) vuelve a ser en Balares y Murcia (0,59 por 1.000 habitantes), Madrid (0,52), Asturias (0,67) y Andalucía (0,69), mientras hay más en La Rioja (0,90 por 1000 habitantes, casi el doble que en Madrid), Extremadura y Castilla y León (0,86), Aragón (0,83) y Navarra (0,82).

Y con este diferente personal, las regiones con más población son las que tienen los Centros de Salud más colapsados. Así, la FADSP informa que si en España hay un 59,3% de médicos de familia que atienden a más de 1.500 tarjetas sanitarias, en Baleares son el 77,52% y en Andalucía el 69,99%, destacando también el 47% de Madrid y el 42,18% en Castilla la Mancha, mientras sólo tienen tantos pacientes el 23% de los médicos de familia vascos y el 27% de los navarros. Y si la media de médicos que atienden a más de 2.000 tarjetas es baja, el 4,14% de los médicos de familia, en Baleares son el 11,91% y en Madrid el 6,75%. Y si analizamos el trabajo de los pediatras, el 5,2% atiende a más de 1.500 tarjetas en España, pero en Madrid lo sufren el 12,1% de los pediatras, el 10,8% en Castilla la Mancha y algo menos del 10% en Baleares y Cataluña.

Y eso se traduce en un mayor o menor desvío a urgencias: Madrid es la que más atiende (815,3 pacientes por 1000 habitantes), seguida de Baleares (795), Murcia (743), Aragón y Andalucía (633), frente a sólo 471 pacientes/1000 en urgencias en Navarra, 533 en Extremadura, 534 en Canarias o 555 en Castilla y León.

El informe de la Federación en Defensa de la Sanidad Pública (FADSP) lleva más de una década analizando la situación de la sanidad en las autonomías, muy desigual tanto en el gasto como en las listas de espera como en la Atención Primaria (analizan decenas de parámetros). Y en el último ranking, de 2024, han agrupado la sanidad de las autonomías en 4 bloques. Uno, las 4 autonomías con mejor sanidad: Navarra (106 puntos sobre 142), País Vasco (105), Asturias (100) y Castilla y León (95). El 2º grupo, 5 autonomías con servicios sanitarios “regulares” son Aragón, Cantabria y La Rioja (las tres con 91 puntos), Extremadura (90) y Galicia (82). El tercer grupo son 4 autonomías con una sanidad “deficiente” : Cataluña (80 puntos), Canarias, Castilla la Mancha y Madrid (con 79 puntos cada una). Y en el pelotón de cola, “con peores servicios sanitarios” están Murcia (78), Baleares (77), Andalucía (76) y la Comunidad Valenciana (62). Desde 2010, la región valenciana aparece como “el farolillo rojo” de la sanidad autonómica, junto a Andalucía, Canarias y Murcia muchos años.

Los problemas en la Atención Primaria y de toda la sanidad, más graves en las autonomías más pobladas, han sacado a la calle a médicos y pacientes, con manifestaciones multitudinarias en Madrid, Galicia, Andalucía, Aragón y el País Vasco. Las autoridades autonómicas prometen mejoras, pero apenas gastan y contratan, mientras crece la población. De hecho, el gasto sanitario de las autonomías aumentó un +22,02% entre 2009 y 2023, un tercio menos que la inflación (+36,6%). Y además, en Cataluña ha caído el gasto sanitario en estos 15 años (-4,80%), mientras ha crecido sólo un +9,97% en Madrid, un +15,20% en Castilla la Mancha y un +17,24% en Aragón. Y eso, a pesar de que las autonomías han recibido del Presupuesto del Estado, entre 2018 y 2024 (los 7 años de Gobierno Sánchez) 300.000 millones más de recursos que en los 6 años de Gobierno Rajoy. Unas se han gastado estas mayores transferencias “en otras cosas” y la mayoría (gobernadas por el PP) han aprovechado para bajar impuestos (a los más ricos), reduciendo ingresos muy necesarios. 

La gestión de la sanidad (y la mayor parte de su financiación) corresponde a las autonomías. El Gobierno trata de “ayudar”, facilitando la habilitación de médicos y aumentando las transferencias, aunque la clave es reformar el sistema de financiación autonómica, porque hay 6 autonomías a las que el actual sistema “penaliza” (Comunidad Valenciana, Murcia, Andalucía, Castilla la Mancha , Baleares y Cataluña) y otras 5 a las que “premia” (Cantabria, La Rioja, Extremadura, Aragón y Castilla y León), según FEDEA. Cara al futuro, cualquier reforma debe dar más peso en el reparto de los fondos públicos a factores como la población, el envejecimiento y los usuarios de la sanidad pública.

Mientras, el Gobierno central trata de influir en la mejora de la sanidad autonómica, más con normas que con financiación o medios. Así, el 16 de diciembre, la ministra de Sanidad presentó a las autonomías un Plan de Acción para la Atención Primaria 2025-2027, en cuyo texto han participado el Ministerio, las autonomías, asociaciones de médicos y pacientes. El objetivo es adoptar medidas para mejorar los equipos de gestión en Atención Primaria, las políticas de personal y gobernanza, así como la mejora y coordinación de prestaciones y servicios, para reducir las desigualdades actuales. Está bien, el Plan es un punto de partida para mejorar, pero no incluye las dos medidas más importantes: más financiación y más medios.  Por eso, puede acabar siendo “un catálogo de deseos”. Papel mojado.

Los expertos sanitarios insisten en que no mejorará  la Atención Primaria, la 1ª línea de nuestra sanidad, hasta que no cuente con más dinero y más personal, reestructurando su organización. La FADSP propone destinar el 25% de todo el gasto sanitario a Atención Primaria, lo que supone gastar 10.000 millones más al año (de forma escalonada). Y cree que se necesitan 8.000 médicos más, 15.000 nuevas enfermeras y 1.000 pediatras para “desatascar” los centros de Salud, además de 10.000 administrativos más para que una parte de la jornada de médicos y enfermeras no sea atender tareas administrativas. Y en paralelo, contar con más tecnología para realizar más pruebas diagnósticas en estos Centros. Además, proponen restablecer las Áreas sanitarias como marco de gestión y darles más autonomía. Con estas medidas, se busca que el 95% de las consultas se realicen en menos de 48 horas

Esto sí son medidas concretas y una hoja de ruta para salir del colapso actual. Pero no se podrá avanzar si no se alcanza un Pacto (otro) entre el Gobierno central y las autonomías, con la participación de profesionales y pacientes. No parece que sea el camino elegido, mientras el PP avanza en la privatización de la sanidad pública en las autonomías que gobierna (con más “conciertos” para derivar pacientes, pruebas y operaciones a la sanidad privada) y el Gobierno intenta avanzar con normas y Leyes que luego no se pueden aplicar, por falta de financiación, medios y colaboración política. En medio estamos nosotros, los 49 millones de españoles, cada vez más envejecidos, que tenemos que esperar días y meses para saber qué problema de salud tenemos y cuándo tendremos la prueba, operación o tratamiento. Así no podemos seguir.

jueves, 13 de febrero de 2025

Reforma Ley de Dependencia: papel mojado

Este martes, junto a la subida del SMI, el Gobierno aprobó la reforma de la Ley de Dependencia, impulsada por Sumar para recuperar “protagonismo político”. El proyecto de Ley amplía algunos servicios a los dependientes, pero no compromete nuevos fondos: serán “derechos” de papel”. Supone agravar el problema de base de la Dependencia: derechos sin financiación. Ahora, el Gobierno no puede aportar más (porque no aprueba Presupuestos) y las autonomías “hacen caja” a costa de los dependientes. Y no gastarán más en los nuevos derechos que quieren aprobarse. Tampoco gastan en financiar nuevas residencias de ancianos, donde faltan 89.324 plazas. Consecuencia: las familias (las mujeres, el 75% de las cuidadoras”) “cargan” con los dependientes, con escasa ayuda pública. Un grave problema ahora y más en unos años, porque en 2050, un 30% de los españoles tendrán más de 65 años. Y habrá 6 millones de españoles con 80 años y más, el doble que ahora. Menos demagogia populista y más fondos para ayudar a los mayores dependientes.

                             Enrique Ortega

El pasado 1 de enero, la Ley de Dependencia cumplió 18 años, ya que entró en vigor en enero de 2007. El balance de esta Ley, que se considera “el cuarto pilar” del Estado del Bienestar (junto a la sanidad, la educación y las pensiones) es “gris”, según detallé en un reciente Blog, a partir del balance realizado por los Directores y Gerentes de Servicios Sociales. Por un lado, ha atendido a 3,7 millones de dependientes, la mayoría mayores, y ahora reciben alguna ayuda o servicio más de 1,5 millones de dependientes. Pero las familias con dependientes tardan casi un año en que se resuelva su expediente (334 días de media, pero 618 en Andalucía, 574 en Canarias o 514 en Murcia), comprobando después que las ayudas económicas son escasas (264 euros al mes es la media que reciben los cuidadores no profesionales) y que los servicios son cada vez más “low cost”, con menor coste y alcance (desde la teleasistencia a la ayuda a domicilio).

 Y finalmente, hay casi 300.000 dependientes “desatendidos” (270.325), bien porque están pendientes de valoración o porque tienen su derecho reconocido pero no le llegan las ayudas. Y como 4 de cada 5 dependientes tienen más de 80 años, muchos se mueren antes: 900.000 dependientes han muerto desde 2007 esperando una ayuda pública… (34.252 en 2024).

El problema de fondo de la Ley de Dependencia, según la mayoría de expertos, es que se aprobó sin comprometer una financiación suficiente. En teoría, la mitad del gasto lo iba a costear el Presupuesto del Estado y la otra mitad las autonomías, que son quienes gestionan la Dependencia. Pero la financiación fue insuficiente desde el principio y, a partir de 2012, el Gobierno Rajoy le aplicó duros recortes (-2. 825 millones entre 2012 y 2015), como a todo el país. Y las autonomías se vieron obligadas a hacer los suyos y a gestionar las ayudas con muchos menos recursos. Resultado: retrasaron los expedientes, aumentaron las listas de espera y trataron de atender a más dependientes con menos recursos, ofreciendo más servicios “low cost” (teleasistencia, ayuda a domicilio) y menos plazas en residencias y escasas ayudas a las familias que cuidan a sus dependientes.

En enero de 2021, el entonces vicepresidente Pablo Iglesias retoma personalmente la gestión de la Dependencia y aprueba un Plan de Choque 2021-2023 para inyectar 1.845 millones extras a la Dependencia (615 al año), para reducir las listas de espera y mejorar la atención a los dependientes. El Plan contó con el apoyo de las autonomías, pero muchas aprovecharon estos mayores recursos estatales para “hacer caja” y reducir su aportación. En 2022 lo hicieron 10 autonomías (Castilla y León, Galicia, Aragón, País Vasco, Navarra, Murcia, Extremadura, Canarias, La Rioja y Castilla la Mancha), “ahorrándose entre todas 309 millones (que gastaron en otras cosas). Y en 2023 volvieron a hacerlo otras 9 (Cataluña, Andalucía, Comunidad Valenciana, Madrid, Extremadura y Asturias), recortando su gasto en Dependencia en otros 186 millones… En cambio, el Estado central ha aportado a la Dependencia 3.793 millones más entre 2021 y 2023.

En 2024, el problema ha estado en que el Gobierno no consiguió aprobar un Presupuesto, con lo que mantuvo su aportación a la Dependencia y no pudo aumentarla : financia el 39,6% del gasto público y las autonomías el 60,4% restante, mientras muchas (sobre todo las 12 gobernadas por el PP, con apoyo de Vox) han estancado esta partida en 2024 (como otros gastos sociales) y también lo harán en 2025. Y a la vista de la polarización política, existe el riesgo de que el Gobierno tampoco consiga aprobar un Presupuesto en 2025, con lo que tampoco este año habrá más dinero para la Dependencia…

En este contexto, Sumar ha querido “recuperar protagonismo político” y ha forzado la aprobación, este martes, de una Ley que modifica y amplía algunos derechos de la Ley de Dependencia. En líneas generales, según explicó el ministro Bustinduy, “se revierten los recortes, se garantizan más derechos y se amplía el catálogo de servicios”. Pero hay una pega: no se aumenta un euro la financiación estatal para la Dependencia. Por eso, los Directores y Gerentes de Servicios Sociales hicieron un duro comunicado: “el Gobierno, mientras congela la financiación a la Dependencia, propone una reforma de la Ley sin recursos. Son derechos en papel. Sólo generará falsas expectativas”.

Por un lado, el proyecto de Ley pretende hacer compatible las prestaciones, que un dependiente pueda asistir a un centro de día y recibir a la vez ayuda domiciliaria, algo no posible ahora (no porque lo diga la Ley, sino porque Rajoy lo aprobó en 2013, para ayudar a las autonomías a “sobrevivir” tras los recortes). Ahora, se puede aprobar en una Ley (si la apoya una mayoría, lo que no será fácil), pero será difícil cumplirlo si las autonomías no aportan (o reciben) más recursos. Otra novedad del proyecto de Ley es que elimina el periodo de carencia de 2 años para que las familias reciban una ayuda económica, periodo que también incluyó Rajoy en 2012 (no la Ley de Dependencia), para recortar gasto. Y además, tiene poco sentido suprimirlo cuando los expedientes tardan 334 días (esa sí es una carencia…). 

Además, el proyecto de Ley incluye que todos los que tengan una situación de dependencia reconocida tengan derecho a recibir teleasistencia. Eso no estaba en la Ley de 2007, pero se incluyó en 2021, en el Plan de choque aprobado por el Gobierno y apoyado por las autonomías, para conseguir que la teleasistencia llegara al 100% de los dependientes a finales de 2022… Pero no se ha cumplido, por la falta de recursos. Y así, al comienzo de 2025, sólo el 42% de las personas atendidas en su domicilio tienen teleasistencia y el 58% de los dependientes no la reciben, según los Directores y Gerentes de Servicios Sociales.

El proyecto de Ley (y el ministro Bustinduy, el ministro nº 13 de la Dependencia desde 2007) insiste mucho en que va a reforzar la atención a los dependientes en sus hogares, “en casa”, potenciando la ayuda a domicilio. Pero tiene mucha tarea por delante para que esa ayuda a domicilio sea sustantiva, porque a día de hoy, la media de atención a domicilio es de 34 horas mensuales para la mayoría (1 hora diaria) y de menos de 2 horas diarias para los “grandes dependientes” (Grado III). Con esta “ayuda” la mayoría de las familias tienen que recurrir a contratar a un cuidador externo (pagando un sueldo y cotizaciones) o decidir que una persona de la familia deje de trabajar y cuide al anciano o menor dependiente (el 75% de los “cuidadores familiares” son mujeres…). Nada será eficaz en la ayuda a domicilio si no permite realizar una jornada laboral al familiar cuidador.

Esta idea que ahora defiende la parte de Sumar del Gobierno, “atender a los dependientes en casa” y no sacarles de su entorno, no es nueva, pero exige financiación y personal. Y en los últimos años, la ayuda a domicilio se ha estancado, según los datos aportados por los Directores y Gerentes de Servicios Sociales : en 2023, sólo cubría al 5,5% de los dependientes atendidos, casi el mismo porcentaje que en 2019 (4,9%) y 2010 (4,7%). Y las horas mensuales de atención son similares en 2023 (21,1 horas) a las de 2012 (21 horas) . Eso explica que muchas familias hayan “tirado la toalla” y hayan optado por llevar a sus dependientes a una residencia… si la encuentran y la pueden pagar. Porque en paralelo al problema de la escasa atención a domicilio está el problema del déficit de plazas en residencias de ancianos.

En diciembre de 2023 (último dato del IMSERSO) había en España 395.065 plazas en residencias de mayores, 3.520 menos que en 2022 (ha sido el primer año en que bajaron desde 2014). Eso significa que había 4,08 plazas por cada 100 mayores de 65 años, la tasa de cobertura más baja desde que hay estadísticas (4,56% en 2010), según este reciente estudio de los Directores y Gerentes de Servicios Sociales. Y se da la circunstancia de que 7 de cada 10 plazas en residencias son de financiación pública (275.094 plazas), ya sea porque son residencias públicas, plazas concertadas en residencias privadas (el Estado paga una parte y la familia otra) o plazas que se financian “con la prestación vinculada al servicio” (la autonomía da un cheque a la familia y “se busca la vida”… ).

En total, hay 2,84 plazas de residencias con financiación pública por cada 100 mayores, pero hay 4 autonomías con más porcentaje de plazas con financiación pública (6,25% en Castilla y León, 5,35% en Castilla la Mancha, 3,75% en Aragón y 3,05% en Extremadura) y otras que apenas tienen, como Canarias (para el 1,74% de los mayores), Comunidad Valenciana (1,76%), Murcia (1,76%) y Andalucía (1,79%), quedando por encima de la media Cataluña (2,83) y Madrid (3,06%).

El objetivo que plantean los expertos es que haya plazas en residencias al menos para el 5% de los mayores de 65 años. Eso supone que en España faltan 89.324 nuevas plazas en residencias (en 2014, el déficit era de 53.000 plazas). De ellas, 35.000 plazas hacen falta ya, para cubrir la demanda sin atender de los dependientes de grado III y II, según los Directores y Gerentes de Servicios Sociales. Eso sí, el déficit (89.324 plazas) se concentra en 2 autonomías, Andalucía (faltan 35.857 plazas) y Comunidad Valenciana (faltan 24.801 plazas), seguidas de lejos por Cataluña (-14.428), Galicia (-13.404), Canarias (-9.400) y Madrid (-7.954 plazas). Y hay 4 autonomías que tienen más plazas en residencias del 5% de sus mayores (Castilla y León, Castilla la Mancha, Aragón y Extremadura). 

Así que aunque lo ideal sea que los mayores dependientes “no salgan de casa”, ahora no ayudamos a sus familias para cuidarlos ni tampoco hay residencias suficientes para trasladar a los que necesitan más cuidados (si se pueden pagar la plaza o una parte). Y entre medias, las ayudas a la Dependencia siguen “en el aire”, entre los recortes presupuestarios de las autonomías y unos servicios “low cost” que tratan de atender a más dependientes con menos coste. En este contexto, Sumar “se descuelga” con una Reforma para “ampliar los servicios a la Dependencia”, sin Presupuestos y sin haber acordado nada previamente con las autonomías, que son las que financian el 60% de las ayudas… Pura demagogia.

El problema de fondo sigue siendo el mismo que hace 18 años, cuando echó a andar la Ley de Dependencia: hace falta comprometer una financiación suficiente para que los derechos no sean “papel mojado”. Los Directores y Gerentes de Servicios Sociales han lanzado la cifra del dinero que falta: 10.000 millones más para la Dependencia, si España quiere gastar la media de la OCDE: el 1,55% del PIB, frente al 0,89% que gastamos ahora. De hecho, la Dependencia es el gasto social más bajo: 11.500 millones gastados en 2024 (Estado y autonomías), 8,6 veces menos de lo que gastamos en Sanidad, 7,55 veces menos de lo que gastamos en Educación y 17 veces menos del gasto en pensiones

Lo importante no es tener Leyes garantistas, con muchos derechos “sobre el papel”, sino conseguir más dinero para financiar la Dependencia, lo que exige (entre otras cosas) una reforma fiscal y no empecinarse en bajar impuestos (autonomías PP). Este es el gran debate que casi nadie plantea. Si no se afronta y resuelve, el envejecimiento nos pillará desprevenidos, como pasó con las pensiones. Porque cada vez habrá más personas mayores y más dependientes que atender. Basten 2 datos del INE Uno, los mayores de 65 años: superan el 20% de la población (10,18 millones) y serán el 30,4% en 2050 (16 millones). Y otro, más preocupante: los mayores de 80 años (con más riesgo de ser dependientes) son ahora el 6% (3millones) y serán el 11% en 2050 (6 millones, el doble).

O nos preparamos desde ahora, con financiación, personal, medios, ayudas y centros de atención (distintos, por favor, a las siniestras residencias actuales) o la Dependencia será uno de los grandes dramas de las familias este siglo. Y, sobre todo, una losa para las mujeres.