Mostrando entradas con la etiqueta suicidios. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta suicidios. Mostrar todas las entradas

jueves, 13 de abril de 2023

El trabajo precario daña la salud mental

La pandemia y la nueva crisis desatada por la inflación y la guerra en Ucrania han deteriorado más la salud mental de los españoles: 4 de cada 10 valoran la suya negativamente, según una reciente Encuesta. Y gracias a un informe encargado por Trabajo a 45 expertos, sabemos que un tercio de las depresiones y problemas mentales son causados por la precariedad laboral: contratos inestables, largas jornadas, bajos salarios, mala valoración profesional, falta de incentivos, problemas con los jefes… El informe revela que 11,9 millones de españoles adultos (asalariados, autónomos y parados), el 50,8% del mercado laboral, están en una situación laboral “precaria”. Y muchos acaban con depresiones, angustias y hasta suicidios (11 al día), la mayoría sin tratamiento adecuado y consumiendo ansiolíticos a mansalva. Los expertos proponen medidas para reducir la precariedad y mejorar la deficiente atención a la salud mental, con la colaboración de convenios y empresas, lo que reduciría los problemas mentales. No es sano mantener una economía que funciona con trabajadores “dopados”.

Enrique Ortega

La salud mental es un problema que preocupa en todo el mundo, al haberse deteriorado con las últimas crisis, desde la crisis financiera de 2008 a la pandemia y la crisis actual por la inflación y la guerra en Ucrania. Aproximadamente, 1 de cada 8 personas en el mundo (más de 1.000 millones) sufren algún trastorno mental, según el informe 2022 de la OMS, lo que provoca graves problemas psicológicos y económicos, en medio de una desatención sociosanitaria general. En Europa, 1 de cada 6 personas (84 millones de europeos) tienen cada año un problema de salud mental, ya sea ansiedad, depresión o trastornos por el uso del alcohol y drogas, afectando más a las clases sociales más desfavorecidas. Y en España, los datos oficiales indican que los problemas mentales tienen una elevada prevalencia entre los mayores de 15 años: afectan a 4,5 millones de españoles, el 11,1% de la población adulta.

Estos datos revelan que un 5,8% de españoles adultos (2.372.859 personas) tienen “ansiedad crónica: son 1 de cada 12 mujeres, 1 de cada 28 hombres, 1 de cada 12 desempleados, 1 de cada 23 personas que trabajan y 1 de cada 4 personas incapacitadas para trabajar. Y otro 5,3% de españoles adultos (2.1608.302 personas) sufren depresión”: son 1 de cada 4 mujeres, 1 de cada 31 hombres, 1 de cada 13 desempleados, 1 de cada 40 que trabajan y 1 de cada 4 personas incapacitadas para trabajar. La mayoría de estos trastornos mentales son derivados a los Centros de salud, que no cuentan con personal especializado, lo que se traduce en que híper recetan fármacos al paciente: España es el país del mundo que consume más ansiolíticos e hipnóticos por habitante, según las estadísticas internacionales. De hecho, casi el 11% de los adultos han consumido tranquilizantes, relajantes o partillas para dormir en las últimas semanas (1 de cada 7 mujeres). Y los enfermos aguantan así, “dopados”, hasta que su situación se agrava y acaban en las urgencias de un hospital o en una de las escasas unidades de atención psicológica de los hospitales, repletas y con listas de espera.

Y al final, muchos de estos pacientes con problemas mentales acaban suicidándose, la brutal constatación de que la atención mental falla. El 2021 se produjeron en España 4.003 suicidios (11 diarios) y todo apunta a que en 2022 se habrá alcanzado otro récord, dado el salto de suicidios en el primer semestre (2.015 suicidios). Cada año se suicidan en el mundo 700.000 personas, muchas con trastornos mentales. Y el suicidio es la 4ª causa de muerte prematura entre los jóvenes de 15 a 29 años, según la OMS, quien reitera que en los paises desarrollados se dan más los suicidios en personas con problemas económicos, rupturas sentimentales o problemas de salud.

Este preocupante panorama de la salud mental se ha agravado con la pandemia y la actual crisis derivada de la inflación y la guerra en Ucrania, según la última Encuesta de la Confederación de Salud Mental de España, publicada en marzo de 2023: 4 de cada 10 encuestados valoran negativamente su salud mental y el 75% creen que la salud mental española se ha deteriorado tras la pandemia. Al preguntarles por las causas de este deterioro de su salud mental, los encuestados señalan tres factores: no poder pagar el alquiler o la hipoteca, miedo a perder el trabajo o temor a no poder pagar las facturas. En general, todos destacan que la 1ª causa de su angustia o depresión son sus condiciones de vida y de trabajo, sus dificultades económicas para llegar a fin de mes. Y en especial, la precariedad del trabajo, sobre todo de mujeres, jóvenes, inmigrantes y mayores de 45 años.

Para analizar el efecto de la precariedad laboral en los trastornos mentales, el Ministerio de Trabajo encargó, en abril de 2022,  un Informe sobre precariedad laboral y salud mental (pionero en el mundo) a un equipo multidisciplinar de 11 expertos y 34 colaboradores externos a la Administración. El Informe se presentó el 17 de marzo y ofrece una conclusión apabullante: un tercio de los casos de depresión que se dan en España (170.000 de los 511.000 casos totales) se deben a la precariedad laboral. Y en consecuencia, podrían ser evitados (los casos, su atención sanitaria, sus costes y pérdidas económicas  y los suicidios que provocan) si los españoles tuvieran trabajos más decentes y menos precarios.

¿Cuál es la relación entre precariedad y trastorno mental? Así lo explica Joan Benach, doctor en Salud Pública y coordinador del Informe: “El conocimiento científico muestra con claridad cómo la precariedad laboral es un determinante social tóxico de la salud. El mal empleo penetra en los cuerpos y en las mentes de las personas precarizadas y genera ansiedad, depresión, abuso de drogas y alcohol, y un mayor riesgo de suicidio”. Por eso, propone actuar en dos frentes: reducir la precariedad laboral y a la vez atender a los que sufren trastornos de salud mental por su situación laboral y socioeconómica.

El estudio tiene una primera parte que analiza el alcance de la precariedad laboral en España, con los datos más recientes. Y su conclusión es impresionante: a finales de 2022, 11,9 millones de españoles adultos (15 años y más), el 50,8% del mercado laboral,  estaban en una situación de precariedad laboral: son trabajadores con contratos temporales, trabajadores con contrato a tiempo parcial involuntario (trabajan por días o por horas porque no encuentran trabajo a jornada completa), subocupados (apenas trabajan), autónomos precarios (o por trabajo o por ingresos irregulares) y parados sin empleo que habían trabajado antes. En total, se suman 8.1 millones de asalariados. 1,2 millones de autónomos y 2,6 millones de parados, todos “precarios”. Un 50,8% del total del mercado laboral están “precarizados”, porcentaje que ha bajado algo desde 2019 (52%) pero que queda muy lejos de 2007 (48,4% precarios).

Esa es la precariedad laboral global, pero tienen más precariedad las mujeres (53,3% precarias), los mayores de 40 años (57,3%) y los jóvenes, sobre todo los que tienen estudios medios y superiores. Además de su precariedad laboral, el impacto en la salud mental es mayor en las mujeres, según este Informe, porque han de atender a su trabaja, su casa, sus hijos y hasta a sus padres dependientes. También se agrava la salud mental entre los precarios inmigrantes (el riesgo de problemas mentales se triplica al perder su trabajo), los autónomos y los trabajadores jóvenes empleados en plataformas digitales y Call centers. Y en todos los casos, tiene mucho que ver el nivel de renta, los ingresos de las personas precarias: el impacto negativo sobre su salud mental es 2,5 veces mayor entre los que tienen menos renta.

Además de la precariedad laboral, los problemas mentales se agravan por una deficiente atención sanitaria a estos enfermos, según revela el Informe de los expertos. Los médicos de familia poco pueden hacer, en consultas saturadas, más que recetarles psicofármacos para salir del paso. Y en los casos más graves, derivarlos hacia médicos especialistas o a Centros de Salud Mental, escasos y saturados. Hoy día, la demora para la primera visita psiquiátrica son 12 meses y con otro problema adicional: las visitas sucesivas de demoran demasiado (de 3 a 5 meses), lo que dificulta el seguimiento, junto a la enorme rotación de profesionales (que exige al paciente “empezar de nuevo con cada médico”). En el caso de los hospitales, hay pocas unidades y plantas de Psiquiatría, muy agobiantes para pacientes y familias. Y los Centros de Día y Rehabilitación, una buena solución, son aún más escasos. Resultado: el que quiere una buena atención mental, ha de pagarse un especialista privado.

Y en paralelo, las personas con problemas de ansiedad o depresión tienen otros problemas, desde el trabajo a la estigmatización social. Las empresas no facilitan las bajas por depresión (un 15% de las bajas totales) y estigmatizan a los que las piden, no ayudando al trabajador con cambios laborales. Y en muchos casos, estar de baja por depresión o tener problemas mentales aísla más a estos enfermos de la sociedad, dificultando su recuperación y agravando su situación. Falta una política integral para mejorar la salud mental, desde las empresas (Planes de detección de riesgos) a los Centros de Salud, los especialistas y los hospitales, mejorando los medios y el personal de atención sanitaria especializada, hoy claramente insuficiente: en España hay 9,6 psiquiatras por cada 1000 habitantes, menos de la mitad que la media europea, y 6 psicólogos clínicos para cada 100.000 habitantes, la tercera parte que en Europa.

Los españoles, sobre todo los más jóvenes, ven cada vez más claro los daños mentales que les están creando algunos trabajos con condiciones laborales muy precarias (contratos temporales, por días y horas, horarios sin límite como en algunas consultoras, actividades muy rutinarias, falta de integración y participación en la organización, escasas perspectivas de mejora y carrera laboral, bajos salarios…). Y así pasa que el 27% de los trabajadores están dispuestos a abandonar su trabajo, según un reciente estudio de InfoJobs y Esade, que refleja que los descontentos han aumentado un 4% (eran el 23% en 2021). Y curiosamente, un tercio de los que buscan irse del trabajo (el 32%) lo hacen “para proteger su salud mental, por delante de los que buscan mejores condiciones económicas (27%) o los que buscan mayores posibilidades de conciliación laboral (24%). Así que la clave para cambiar de trabajo es “cuidar la salud mental”, el bienestar emocional más que el salario.

El informe sobre precariedad y salud laboral encargado por Trabajo propone un abanico de medidas para mejorar la salud laboral. La primera y previa al resto es contar con indicadores de precariedad laboral y su impacto sobre la salud mental de los trabajadores, para no actuar a ciegas y poder vigilar la evolución de los trastornos mentales. La segunda, Impulsar y aprobar un Código de Trabajo, para avanzar hacia un empleo digno y sostenible, reduciendo la precariedad (como ha hecho la última reforma laboral). Además, proponen reforzar la salud mental en las empresas, dentro de las políticas de prevención de riesgos laborales y en la negociación de los convenios colectivos. El informe propone también  avanzar hacia la jornada laboral de 32 a 35 horas, reducir el trabajo parcial no deseado y seguir mejorando el salario mínimo, además de facilitar la conciliación laboral y fomentar la economía de los cuidados (para reducir el estrés de las mujeres). Y en paralelo, reforzar el sistema sanitario, desde los Centros de Salud a los especialistas y Unidades psiquiátricas en los hospitales, mejorando la prevención y el sistema de salud mental comunitario.

Este Informe y las recomendaciones que incluye deberían llevar a nuevas medidas legales para reducir la precariedad laboral (un nuevo Estatuto de los Trabajadores para el siglo XXI), aprobando el nuevo Estatuto del Becario, la regulación específica de las plataformas digitales, el refuerzo de derechos en los sectores más precarizados y la incorporación de algunos trastornos mentales al Catálogo de enfermedades profesionales. Y resulta clave centrar parte de la inspección de trabajo (aunque tiene pocos medios) en vigilar las condiciones de trabajo (horarios, turnos) que más están provocando problemas mentales.  Además, el Informe abre otro debate que algún día debería lanzarse en España: la necesidad de avanzar en la “democratización del trabajo”, para conseguir que los trabajadores participen más en la organización de sus tareas”, porque la cultura empresarial del “ordeno y mando y la generalización de “jefes tóxicos” está detrás del aumento del estrés laboral. Y por supuesto, el Informe de los expertos propone reforzar el sistema público de salud en la atención mental, con mayor coordinación y medios entre la atención primaria y la especializada y en colaboración con las empresas y sus políticas de salud laboral.

En definitiva, el deterioro de la salud mental en los últimos años es un fiel reflejo de la precarización de la economía y los retrocesos en las relaciones laborales tras varias crisis. Como dicen los autores del Informe, “necesitamos un modelo laboral saludable, sostenible y democrático”.  Que ir a trabajar no sea un suplicio y una fuente de estrés y de problemas mentales para muchos trabajadores. Para conseguirlo, no basta con que el Gobierno apruebe reformas para reducir la precariedad y dignificar salarios y empleos. Hace falta un cambio de mentalidad en los empresarios, que deben organizar sus negocios para que sean rentables pero no a costa de explotar y deprimir a sus trabajadores. “Una economía que necesita personas precarias, dopadas con cafeína, ansiolíticos y antidepresivos para poder trabajar, no es una sociedad sana”, señala el doctor Joan Benach, coordinador de este Informe sobre precariedad y salud mental. Tomen nota.

jueves, 16 de diciembre de 2021

Pandemia, salud mental y suicidios

El Gobierno aprobó el 3 de diciembre la Estrategia de Salud Mental 2022-2026, la primera en los últimos 12 años, tras apoyarla las autonomías por unanimidad. La pandemia ha agravado la salud mental de los españoles (sobre todo de niños y adolescentes), pero ya era mala antes: somos el 2º país UE (tras Portugal) con más problemas mentales y cada día se suicidan más de 10 españoles. En los Centros de salud, 1 de cada 4 consultas tienen relación con problemas psicológicos pero faltan especialistas (tenemos la mitad de psiquiatras y un tercio de psicólogos que Europa), camas de hospital y centros especializados, por lo que a muchos pacientes sólo les queda atiborrarse de tranquilizantes y antidepresivos. Ahora aumentarán los profesionales y recursos, con un teléfono 24 horas para suicidas. Es un paso, pero los expertos lo ven insuficiente, porque la salud mental es el gran reto sanitario del siglo XXI, según la OMS, con altos costes humanos y económicos. Sin salud mental no hay salud.

Enrique Ortega

La pandemia ha tenido unos costes “visibles (5.400.000 españoles contagiados, 442.000 hospitalizados y 88.619 muertos oficiales) y otros costes “menos visibles”: pérdida de empleos e ingresos, cambios drásticos en nuestra forma de vida, angustia, temor y depresión. España ha sido el tercer país de la Unión Europea donde la pandemia ha tenido un mayor impacto negativo en su salud mental: ha afectado negativamente al 61% de la población, sólo menos que en Reino Unido (65%) e Italia (62%), más que en Polonia (60%), Francia (57%), Dinamarca (51%) o Alemania (44%) y bastante más que la media europea (ha afectado negativamente a la salud mental del 40% de europeos), según el reciente informe “Headway 2023. Mental Health Index”.

La revista científica The Lancet ha estimado que la pandemia ha causado ansiedad y depresión a 129 millones de personas en el mundo, especialmente a las mujeres y a los jóvenes. Y la OCDE estima que la pandemia ha agravado la salud mental (empeorando la depresión y la ansiedad) en todos los paises, en especial en Corea, México, Australia, Estados Unidos y Grecia, con una prevalencia del 21% de la población afectada en España, por debajo de la media de la OCDE (22%), Francia y Reino Unido (21%) o Estados Unidos (25%).

Los propios españoles, en la última Encuesta del CIS (2021), reconocen que han sentido tristeza o ansiedad con la pandemia (el 50%), que muchos han acudido a un psicólogo o psiquiatra (el 64%, la mayoría a la sanidad privada) y bastantes han recibido tratamiento farmacológico (el 5,8% de los encuestados: el 58,7% recibieron ansiolíticos y el 41,3% restante antidepresivos). El mayor deterioro de la salud mental se ha dado en niños y jóvenes, por el aislamiento y el recorte de interacción social: los trastornos mentales se han triplicado (del 1,1 al 4%) en los niños de 4 a 14 años, según un reciente informe de Save the Children. Lo mismo los trastornos de conducta (del 2,5% al 7%). También añaden que un 3% de niños y adolescentes han tenido “pensamientos suicidas”. Y destacan que estos problemas mentales son 4 veces mayores en niños y adolescentes de familias con bajos ingresos o en paro.

Pero los problemas mentales ya estaban ahí, muy presentes, antes de la pandemia, que los ha agravado. Así, en 2019, 84 millones de europeos (el 16,6%, 1 de cada 6 personas), sufrían trastornos mentales, según el informe “Headway 2023. Mental Health Index”. Y coloca a España como el 2º país europeo con más “prevalencia (%) de “desórdenes mentales”, 20.000 de cada 100.000 personas (20%), sólo por detrás de Portugal (21%) y por encima de Grecia (19%), Paises Bajos (18,5%), Francia (18%), Italia (17%) y Alemania (15%). Esta prevalencia varía del 18% de media en el norte de Europa al 15% en el Este.

Frente a estos recientes datos europeos (de 2019), en España sólo tenemos los datos de la última Encuesta de salud mental (ENSE) 2017, hecha por Sanidad. Ahí ya se reflejan unos datos preocupantes, que la pandemia ha agravado: 1 de cada 10 adultos españoles tienen problemas de salud mental, más las mujeres (14,1%) que los hombres (7,2%). El porcentaje es más alto en Murcia (30,8% de población con problemas) y menos en Extremadura (8,6%). La mitad sufren ansiedad crónica y la otra mitad depresión (en ambas enfermedades, las mujeres las sufren el doble que los hombres). La consecuencia es que el 3,8% de la población española (1,8 millones de personas) tiene dificultades  para realizar sus actividades cotidianas por problemas de salud mental, el 10,7% (5 millones) consumen ansiolíticos y otro 5,6% (2,65 millones de personas) consumen antidepresivos, más en Galicia y Asturias y menos en Cantabria, Ceuta y Melilla.

Otro dato llamativo es que más de 1 de cada 4 consultas (el 27,4%) en atención primaria (Centros de Salud) tienen ya relación con problemas psicológicos, aunque la falta de medios y de personal especializado impide atenderles correctamente y sólo el 10% se deriva a departamentos de salud mental: la mayoría de las consultas se resuelven con una receta de fármacos contra la ansiedad y la depresión. Y las listas de espera de especialistas son enormes, lo que obliga a muchos enfermos con problemas graves a acudir a urgencias, aunque existen pocas unidades de atención mental en los hospitales y pocos centros de atención especializada. Por ello, la mayoría de pacientes con estas patologías acaban en la sanidad privada. Y eso crea una enorme brecha en la salud mental: los pacientes con recursos acaban tratándose  y los que no los tienen (que además suelen tener más problemas mentales) están desatendidos.

La sanidad pública española tiene un grave déficit de recursos en materia de atención mental. Y eso se explica porque la destinan pocos medios. De hecho, España destina sólo el 5% del gasto sanitario total a la atención mental, frente al 5,5% de media en Europa, pero muy lejos del 11,3% que se destina en Alemania, el 10% en Suecia, el 9% en reino Unido, el 8,8% en Paises Bajos o el 8% en Francia, aunque Portugal destina el 5,2%, Italia el 3,5% y Grecia el 4,4%, según el reciente informe “Presente y futuro de la salud mental en España”, presentado en octubre. Y además de ser menor el gasto en salud mental, está desigualmente repartido por autonomías.

Otro grave problema de la atención mental en España es la falta de profesionales y medios. Tenemos una media de 30 profesionales de salud mental por 100.000 habitantes, la 2ª tasa más baja de Europa tras Bulgaria, muy lejos de Holanda (260 profesionales por 100.000 habitantes), Dinamarca (240), Finlandia (190), Francia (175), Alemania (140) e Italia (50). Y eso se debe a que tenemos menos psiquiatras, psicólogos o enfermeras de atención mental. En psiquiatras, España es el 2º país con menos profesionales de Europa (10,9 por 100.000 habitantes), tras Bulgaria (10,3), muy lejos de los psiquiatras que hay en Alemania (27,4 por 100.000 habitantes), Grecia (25,8), Paises Bajos (24,1), Finlandia (23,6), Suecia (23,5), Francia (22,9), Dinamarca (18,9), Italia (17,1) o Portugal (13,4 por 100.000 habitantes), según Eurostat (datos 2018). Y somos el único país donde no existe la especialidad de psiquiatra infantil. En psicólogos, España no llega a 5 por 100.000 habitantes, frente a 18 de media en la UE y 26 en la OCDE (faltarían 7.200 para llagar al estándar europeo). Y en enfermeras de atención mental, tenemos 1,96 por 100.000 habitantes frente a 152 en Dinamarca.

Pero el déficit es aún más flagrante en la atención hospitalaria, donde tenemos sólo 40 camas por 100.000 habitantes frente a 70 de media en la OCDE, 140 en Bélgica, 130 en Alemania, 80 en Francia, 260 en Japón, 130 en Corea y sólo 10 en Italia o 25 en Estados Unidos. Eso implica que sólo hay unidades especializadas de hospitalización en algunos grandes hospitales españoles y un número muy escaso de centros de salud mental, una asignatura pendiente de España desde los siniestros “manicomios”.

Con este escaso gasto y los pocos medios humanos y materiales, España tiene una salud mental con peor calidad que la media europea, según el índice Headway 2023 de calidad de salud mental: tenemos una nota de 4,3, frente al 4,8 de media en la UE-27, el 10 (sobre 10) de Paises Bajos, el 8,3 de Irlanda y el 7,7 de Italia o Dinamarca. Sorprende la baja nota de Francia (4 puntos) y Alemania (4,1), estando a la cola Grecia (1,7) y los paises del Este.

La deficiente atención a la salud mental, en todo el mundo y en España, tiene un alto coste humano, social y económico, según denuncia reiteradamente la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sólo en Europa, se producen 165.000 muertes anuales por problemas mentales, el 3,7% de todas las muertes, según el informe  Headway 2023. Mental Health Index”. En el ranking de muertes anuales por desordenes y enfermedades mentales, destaca la alta mortalidad de la Europa del centro y norte: Reino Unido (91,5 muertes por 100.000 habitantes), Paises Bajos (86,8), Dinamarca (71,5), Suecia (64,8), Irlanda (60,4), Alemania (58,5), Luxemburgo (50,1), Bélgica (48,7) y Finlandia (43,8), todos por delante de España (40,8 muertos por 100.000 habitantes), la media europea (36,9), Portugal (36,2), Francia (34,8) Italia (31,2) y Grecia (13,7 muertos por 100.000 habitantes).

La causa principal de muerte por problemas mentales es el suicidio, una lacra en todo el mundo: se producen 700.000 muertes por suicidio al año, según la OMS, quien alerta de que hay 20 intentos por cada muerte consumada. En Europa se producen  unos 60.000 suicidios al año, siendo ya la 6ª causa de muerte en los menores de 70 años y la 4ª entre los jóvenes. Eso da una media de 11,7 muertes por suicidio en Europa por 100.000 habitantes, según Eurostat (2019), destacando en el ranking los paises bálticos (26 muertes por 100.000), Eslovaquia y Hungría, seguidos por Bélgica (15,4), Finlandia (15), Francia y Suecia (12,1), Paises Bajos (11,2), Alemania (10,5), Portugal (9,6), Reino Unido y España (7,5 suicidios por 100.000 habitantes en 2019), quedando lejos Italia (5,9) y Grecia (4,5).

España es de los paises europeos con menos suicidios, pero la cifra es muy preocupante: 3.941 muertes por suicido en 2020, 270 más que antes de la pandemia (3.671 en 2019). Es la cifra más alta de suicidios de la historia, más del doble de los 1.652 suicidios que se contabilizaron en 1980. Y desde hace 12 años, es la primera causa de muerte no natural, duplicando las cifras de los accidentes de tráfico. El 40% de los suicidios se producen entre los 40 y los 60 años, pero el año pasado se suicidaron 14 menores de 14 años y 48 adolescentes de 15 a 19 años. Lo peor es que esta estadística oficial (INE) no recoge todas los suicidios, porque los expertos estiman que algunos se camuflan para evitar la estigmatización del muerto y su familia. Además, estiman que se producen 80.000 tentativas de suicidio al año y que hasta 2 millones de españoles “han pensado en el suicidio alguna vez.

El  coste de la salud mental no es sólo en vidas, sino que tiene elevados costes económicos, derivados del coste de la atención sanitaria a los enfermos (aunque sea bajo, aumenta el déficit de la sanidad) y, sobre todo, los costes de las bajas laborales y las incapacidades, así como el deterioro de la productividad en las empresas y las economías. De hecho, la depresión es ya la 3ª causa de discapacidad laboral en el mundo y será la 1ª en 2030, según vaticina la OMS, que estima los costes de la mala salud mental en el 4,2% de la economía mundial (PIB). En Europa, los expertos estiman el gasto en el 4% del PIB europeo (600.000 millones de euros), entre el mayor gasto sanitario (190.000 millones), los gastos en programas sociales vinculados (170.000 millones) y los gastos por discapacidad y menor productividad (240.000 millones). España es el 8º país europeo con más costes por la salud mental: el 4,1% del PIB (unos 50.000 millones de euros anuales), por detrás del coste en Dinamarca y Finlandia (5,2% PIB), Holanda (5,1%), Bélgica (5%), Suecia o Alemania (4,9%) y Austria (4,2% del PIB), según el informe “Headway 2023. Mental Health Index”.

Todas estas vidas perdidas y estos altísimos costes podrían reducirse con unas mejores políticas de atención a la salud mental, según la OMS, que considera la salud mental como el mayor reto sanitario del mundo en el siglo XXI. En España, la atención mental lleva décadas desatendida y la pandemia ha sido un aldabonazo, una llamada de atención sobre la gravedad de la situación. La alerta llegó incluso al Congreso, de la mano del diputado Íñigo Errejón (Más Madrid), que pidió, el 17 de marzo de 2021, un Plan de Salud Mental (ganándose el grito “¡Vete al médico!”, del diputado del PP Carmelo Romero…). Unos meses después, el 9 de octubre,  el presidente Sánchez recogió el guante y convocó en la Moncloa a los expertos y profesionales en salud mental para informarles de un “Plan de choque Salud Mental y COVID 2021-2024”, al que se destinan 100 millones de gasto, anunciando medidas como  la creación de un Teléfono 24 h para el suicidio (en 2022) y la incorporación a las especialidades médicas de la Psiquiatría infantil y adolescente.

Dos meses después, el 3 de diciembre, el Consejo de Ministros ha aprobado la nueva Estrategia de Salud Mental 2022-2026, que es la primera en 12 años (la anterior se aprobó en 2009 y no se renovó en 2013), un Plan a medio plazo que el día anterior aprobaron por unanimidad las autonomías, que tendrán que financiarlo y gestionarlo. La nueva Estrategia de Salud mental tiene 10 líneas de actuación, entre las que destacan la atención especial a la infancia y adolescencia, el enfoque de género,  la prevención y detección precoz de los trastornos mentales, la recuperación de los enfermos en el ámbito familiar y comunitario, la mayor coordinación entre instituciones y profesionales y el apoyo a la formación e investigación. Y en paralelo, se obliga a las empresas a que integren en sus planes de prevención la salud mental de sus trabajadores.

La mayoría de los expertos y profesionales en salud mental creen que la Estrategia aprobada es “un avance”, un punto de partida, pero insuficiente y poco ambicioso, porque no fija  objetivos medibles ni asegura la financiación necesaria. Y sin más fondos, profesionales y medios, cualquier estrategia de salud mental será  poco eficaz. Así que ahora falta, en cada Presupuesto, destinar recursos sanitarios a contratar profesionales y a aumentar camas y centros de atención mental, para reducir el déficit de medios que tenemos con Europa. Y no sólo el Gobierno central: la clave está en las autonomías, que son las que financian y gestionan la sanidad y también la salud mental. Urge que tengan una financiación suficiente y que se acuerde un catálogo de servicios mínimos homogéneo, para que la atención mental no dependa de donde uno vive. Retos que hay que afrontar con acuerdos y decisión política, escuchando a los profesionales. Sin salud mental no hay salud.

jueves, 16 de abril de 2020

El coronavirus exige reforzar la salud mental


El coronavirus no solo nos enferma y mata sino que nos obliga a un largo confinamiento que está deteriorando nuestra salud mental, provocando ansiedad, angustia, irritabilidad, insomnio y miedo al futuro, más entre los que han perdido su trabajo o negocio. Por eso, la ONU propone incluir la salud mental en la estrategia contra el coronavirus, atendiendo especialmente a ancianos, niños y personas con problemas mentales previos. Aunque se haga, esta pandemia va a empeorar nuestra salud mental, bastante deteriorada antes del coronavirus: 1 de cada 10 adultos  (4,5 millones de españoles) tenía problemas de salud mental (sobre todo depresión)  y más de 2 millones consumían ansiolíticos habitualmente. Y había 10 suicidios diarios. Una deficiente salud mental que se agravó con la crisis de 2008, sobre todo entre los parados. Y faltan psicólogos, psiquiatras, unidades especializadas y medios en atención primaria, según alertó en enero el Defensor del Pueblo. Urge un Plan de choque contra los daños mentales del coronavirus. Hay que salir vivos y "cuerdos".

enrique ortega

Antes del coronavirus, la mala salud mental ya era una de las “pandemias ocultas” del mundo, según los datos de la OMS: 500 millones de personas sufren trastornos mentales, sobre todo depresión (300 millones), trastornos bipolares (60 millones), esquizofrenia y otras psicosis  (21 millones), demencia (47,5 millones) y trastornos en el desarrollo (incluido el autismo). Y lo más preocupante es que esta pandemia “mental” apenas se trata: sólo se atienden del 35 al 50% de los casos en los paises ricos y menos del 24% en los paises pobres, con cuidados poco especializados. Y esta grave desatención mental tiene un alto coste, en vidas humanas (800.000 suicidios al año en el mundo) y en costes sanitarios y económicos (bajas laborales y pérdidas de productividad), más de 1 billón de dólares al año.


La OMS advertía, a finales de 2019, que el problema de la salud mental en el mundo va a peor y que en 2030, la salud mental será la primera causa de discapacidad en el mundo”. Y “el principal reto sanitario de Europa”. Ya hoy, la salud mental es el gran problema sanitario de Europa, según el informe “Health at a Glance Europe 2018”, elaborado por la OCDE, que cifra en 84 millones los europeos que tienen algún problema de salud mental (el 17,67% de la población). España figura en este informe como el 7º país europeo con peor salud mental (18,32% de la población con problemas), por encima de la media UE-28 (17,67%), Alemania (17,95%), Reino Unido (17,70%) e Italia (16,86%), aunque mejor que Finlandia (18,77% población con problemas de salud mental), Holanda, Francia (18,49%), Irlanda, Portugal (18,34%) y Estonia. España tiene un nivel medio de ansiedad (nos superan los paises más ricos del norte) y un nivel bajo de depresión, alcohol y drogas. En conjunto, Europa tiene un alto coste por su mala salud mental: 84.000 suicidios anuales (230 diarios) y 600.000 millones de euros en costes sanitarios y laborales.


En España, como en la mayoría de Europa, la salud mental era un problema preocupante (aunque socialmente “oculto”) antes del coronavirus. Los datos oficiales, de la Encuesta ENSE 2017, la última publicada por Sanidad, son impactantes: más de 1 de cada 10 españoles adultos (15 y más años), el 10,8%, dijo haber sido diagnosticado de algún problema de salud mental (son 4,55 millones de personas, casi el doble de mujeres que hombres), sobre todo ansiedad y depresión  Y 1 de cada 100 niños (0 a 14 años) han sufrido trastornos de conducta (1,8%), trastornos mentales (0,6%), autismo o similar (0,6%), unos 50.000 menores (más niños que niñas). Y en el caso de los mayores de 65 años, 3 de cada 10 señalaron algún grado de deterioro cognitivo y casi un tercio tenían dificultad cognitiva (34,5% de las mujeres y el 27,2% de los hombres). En todos los casos, tienen más problemas mentales los españoles de clases bajas (13,5%) que los de clases altas (5,9%) y también más deterioro cognitivo y más discapacidad mental, que afecta al 3,8% de la población (1,78 millones de españoles, más en mujeres que en hombres).


El deterioro en la salud mental provoca que hayan aumentado las visitas al psicólogo o al psiquiatra: iban el 3,5% de los españoles en 2011 y fueron el 5,4% en 2017 (el 6,1% de las mujeres y 4,6% de los hombres). Y, sobre todo, ha disparado el consumo de ansiolíticos: hay más de 2 millones de españoles que los consumen habitualmente, aumentando cada año los jóvenes que consumen ansiolíticos o antidepresivos (el 12,4% los ha consumido alguna vez, son 241.000 jóvenes), que además empiezan antes. Y un dato revelador: sólo el 19% de los ansiolíticos los prescriben los psiquiatras, según estos profesionales, mientras el 81% los prescriben los médicos de familia, que se los facilitan a los pacientes ante la dificultad para que encuentren una cita de un especialista, saturados con listas de espera. Y este abuso de los ansiolíticos preocupa también porque se ha comprobado que está muy vinculado con el aumento del deterioro cognitivo e incluso con el Alzheimer.


Si este es el panorama “oficial” de la salud mental en España, la crisis de 2008 y sus secuelas (paro, recortes, empleo precario, desigualdad) la empeoraron aún más, según un estudio encargado por Sanidad a 6 expertos universitarios y publicado en 2018. Ahí se ve que la salud mental ha empeorado sobre todo en dos grupos: los parados y los que tienen un empleo precario. Su riesgo de padecer una enfermedad mental era del 29,2%, frente al 14,9% que tenían el resto de ocupados. Además, el estudio revela que la salud mental se ha deteriorado más entre los españoles sin estudios y las familias de los parados y trabajadores precarios, sobre todo entre sus esposas (malos tratos y angustia por las dificultades del hogar) y sus hijos (trastornos de conducta, adicciones y fracaso escolar). Otro estudio, publicado en 2019 por la Obra Social de la Caixa, revela que el mayor daño en la salud mental se ha dado entre los parados de larga duración (más de 1 año): comprobaron que un aumento del 10% en el paro en la construcción (subió del 6 al 24% con la crisis) supuso  un aumento del 3% en las enfermedades mentales de estos parados. Y eso, porque el desempleo provoca, en muchos casos, aislamiento, depresión y trastornos mentales.


Todos estos problemas de salud mental tienen un alto coste para España. Primero, en vidas: en 2018 hubo 3.539 suicidios, según el INE, casi 10 muertos diarios (el doble que por accidentes de tráfico: 1.846 muertes). Y otras 200 personas intentan suicidarse cada día sin conseguirlo, según Salud Mental España. Los datos revelan que hay un suicidio cada 2,5 horas, que 3 de cada 4 son hombres (aunque las mujeres lo intentan el triple que los hombres)  y que el 40% son de personas entre 40 y 59 años, aunque están aumentando los suicidios entre los jóvenes (es la 2ª causa de muerte entre los 15 y 29 años). El segundo gran coste de la mala salud mental es el coste económico: ronda en España los 80.000 millones de euros anuales, la mitad son costes sanitarios  y la otra mitad bajas y menos productividad.


La salud mental sedeterioró con la crisis pero no ha mejorado con la recuperación. Es más, la previsión es que siga empeorando: el 15% de los adultos (hoy son el 10,8%) tendrán algún problema de salud mental a lo largo de su vida, según prevé Salud Mental España. Serán pues 5,8 millones de españoles que necesitarán atención mental, y eso sin contar los efectos del coronavirus. El problema es que faltan medios y personal para atenderlos, como alerta también Salud Mental España: hay pocos psicólogos y psiquiatras, las consultas de especialistas están colapsadas en la sanidad pública (los que pueden, se buscan un psicólogo o psiquiatra privado) y faltan unidades especializadas en los hospitales, mientras no hay formación adecuada ni atención en los centros de salud. Y además, Salud Mental España se queja de que no se incluya la salud mental en los programas de salud y denuncian que hay “un estigma social” sobre las enfermedades mentales y el suicidio. Que los Gobiernos y la sociedad “miran hacia otro lado”.


En enero de este año, en vísperas del coronavirus, el Defensor del Pueblo lanzó una alerta a la sociedad y al Ministerio de Sanidad sobre el deterioro de la atención a la salud mental en España. El informe revela que España tiene una media de 6 psicólogos clínicos por 100.000 habitantes, la tercera parte que Europa (18 de media). Y que el número se ha duplicado (aunque es bajo) en Madrid, Canarias, Navarra y Cantabria, pero que apenas ha mejorado desde 2009 en las demás autonomías. Y en psiquiatras clínicos, España tiene 10,5 por 100.000 habitantes, frente a 17,40 en Italia, 22,8 en Francia o 27,3 en Alemania, según Eurostat (datos 2017). El informe alerta de la falta de especialistas (que provocan listas de espera de 3 meses y más), falta de unidades especializadas en los hospitales y ausencia de atención mental especializada en los centros de salud. Por todo ello, llamaba a Sanidad y a las autonomías areforzar la atención mental de forma urgente”. 


Estas carencias en la salud mental vamos a sufrirlas ahora más con el coronavirus. Primero, por el impacto negativo de la cuarentena, cuyos efectos ya se han visto en anteriores pandemias con un menor confinamiento: aumento de la angustia, ansiedad, miedo, ira, nerviosismo, soledad, irritabilidad, insomnio y bajos estados de ánimo que pueden provocar depresión. Y que agravarán la situación de los que ya tenían antes problemas mentales, a los que habrá que sumar los afectados por muertes y contagios, los ancianos y niños. Y también los afectados por la emergencia económica, los que hayan perdido su empleo o su negocio. Por todo ello, los psiquiatras y los psicólogos han elaborado unas Guías que están disponibles en Internet para ayudar a sobrellevar esta pandemia. Y el Comité permanente de la ONU ha propuesto reforzar la salud mental de los afectados por coronavirus, integrando la atención mental en la atención a contagiados y familias, desarrollando atención psicológica al personal sanitario que lucha contra la pandemia y creando atención telefónica o video llamadas para mayores aislados, niños, discapacitados y enfermos mentales anteriores. Lo urgente es incluir la atención mental en la emergencia sanitaria contra el coronavirus, reforzando los centros donde están aislados (y solos, sin visitas) los enfermos mentales.


Pero no basta con esta atención de urgencia. Hay que preparar ya el futuro, la salida del confinamiento, cuando millones de españoles salgan de sus casas, muchos con un trauma encima que hay que evitar que les enferme. Urge preparar y tener listo un Plan de choque de atención mental, reforzando la atención especializada en los Centros de Salud, con la contratación de psicólogos y psiquiatras y con formación específica a los médicos de familia. Y reforzar con contrataciones la atención especializada y las unidades psiquiátricas de los hospitales, así como los centros especializados donde los enfermos mentales han sufrido con dureza esta cuarentena. O se hace, o se multiplicarán las depresiones y trastornos mentales, aumentando también los suicidios. Y a medio plazo, en cuanto se pueda, Sanidad tiene que aprobar la Estrategia Nacional de Salud Mental (incluyendo un Plan de prevención del suicidio), que estaba ultimando con expertos cuando llegó el coronavirus. 


Los recortes en la sanidad española de la última década nos han pillado más indefensos frente al coronavirus. Y las carencias en la atención mental, denunciadas por los profesionales y el defensor del Pueblo, nos pillan también indefensos para afrontar sus secuelas psicológicas. Por eso, hay que reforzar la sanidad y la atención mental, con dinero y personal, para vencer al coronavirus y sus daños en la salud física y mental de los españoles. Tenemos que salir vivos y "cuerdos" de esta terrible pandemia.

jueves, 3 de octubre de 2019

La salud mental de los españoles tras la crisis


La crisis iniciada en 2008 y sus secuelas han afectado poco a la salud física de los españoles pero ha dañado nuestra salud mental, según un estudio de 2018 realizado por encargo del Ministerio de Sanidad. Y han sido los parados, sobre todo los que llevan varios años sin trabajar, los que sufren más trastornos mentales. Ellos y sus familias, incluidos niños y jóvenes con trastornos de conducta y fracaso escolar. Al final, 9 de cada 100 adultos tienen algún trastorno mental y más de 1 millón de españoles tiene un trastorno mental grave. Y hay 10 muertes por suicidios al día en España, el triple que muertes por tráfico, muchos por depresión y trastornos mentales. La OMS considera que, para 2030, la salud mental será la primera causa de discapacidad en el mundo y el mayor reto sanitario de Europa. Urge tomar medidas para mejorar la salud mental de los españoles y reducir la angustia de parados, trabajadores precarios y familias pobres. Conseguir que la crisis no les supere.


La Gran Recesión de 2018 ha cambiado a fondo nuestras vidas, desde el trabajo y los sueldos a cómo gastamos, dónde vivimos y hasta los hijos que tenemos. Pero, ¿ha afectado también a nuestra salud? Para saberlo, el Ministerio de Sanidad encargó un estudio a 6 expertos universitarios. Y sus conclusiones, publicadas a finales de 2018, son reveladoras: la crisis ha afectado poco a nuestra salud física (de momento: dicen que podría pasarnos factura más adelante) y bastante a nuestra salud mental, empeorándola.

El estudio revela que la salud física de los españoles no parece haber empeorado con la crisis: seguimos con una baja tasa de mortalidad y con una de las mayores esperanzas de vida del mundo, con muchos años de vida saludable y baja mortalidad infantil, aunque advierten que debemos ser cautelosos, porque a veces los efectos negativos de las crisis tardan en manifestarse. Eso sí, hay algunos indicadores sanitarios que han empeorado: han aumentado los tumores y ganan peso entre las causas de muerte, han ido a más la diabetes, hipertensión y obesidad (quizás en parte por el estrés y los malos hábitos por la crisis), hay más enfermedades de corazón y asma (sobre todo entre inmigrantes) y los jóvenes consumen ahora más alcohol, tabaco, drogas y pastillas que antes de la crisis. Y además, los recortes de presupuestos y plantillas (médicos y enfermeras) han deteriorado la asistencia sanitaria, colapsando consultas y urgencias y multiplicando las listas de espera.

Pero lo más llamativo de la crisis ha sido que ha empeorado bastante la salud mental de los españoles, según el estudio, sobre todo “en los varones en edad laboral, especialmente en personas en situación de desempleo o con empleos precarios”. Aquí, en estos dos colectivos, “la prevalencia (riesgo) de padecer una enfermedad mental es del 29,2%, frente al 14,9% en el conjunto de la población ocupada”, concluyen. Y además, los problemas mentales han afectado más a los españoles sin estudios: el 27% han estado en riesgo de padecer un problema mental o depresión, frente al 14,7% entre españoles universitarios. Y no han sido sólo los trabajadores precarios o parados poco formados los que han sufrido o sufren problemas mentales: la enfermedad ha caído sobre sus familias, en especial sobre mujeres (separaciones y malos tratos), niños y jóvenes, que tras sufrir problemas económicos en casa, padecen más problemas de trastornos de conducta, adicciones y fracaso escolar, según un estudio sobre adolescentes de 2016, coordinado por Josep Matalí.

Otro estudio, recientemente publicado por el Observatorio Social de la Caixa, ha analizado los efectos del desempleo en la salud mental de los parados españoles, entre 2006 y 2011. Y también concluye que el paro, sobre todo el de larga duración (más de 1 año sin trabajo) ha afectado muy negativamente a la salud mental de estos parados. Concretamente, han comprobado que un aumento del 10% en el paro en la construcción (aumentó del 6 al 24% durante la crisis) aumentó un 3% las enfermedades mentales en estos parados. Y eso, porque el desempleo provoca aislamiento, estrés económico, “auto condena” y sensación de “inutilidad personal”, priva a las personas de rutinas y experiencias compartidas y les quita la posibilidad de “contribuir al bienestar de la familia y la sociedad”, factores que llevan en muchos casos a la depresión y a los trastornos mentales.

El riesgo de sufrir un problema mental se agrava si el parado lleva mucho tiempo sin trabajo, según todos los estudios médicos. Y esto ha pasado más factura en España porque somos el 2º país de Europa (tras Grecia) con más paro de larga duración, según Eurostat: lo sufren el 6,4% de la población activa en España, frente al 2,9% en la UE-28. En junio, último dato de la EPA, había 1.006.900 parados que llevaban más de un año sin trabajar, el 44,71% de todos los parados (y de ellos, 668.342 llevan más de 4 años parados, según el SEPE). El problema afecta sobre todo a los parados mayores de 50 años: son el 70% de los desempleados que llevan más de 4 años sin trabajar. Y además, tienen un futuro oscuro, porque las empresas reconocen que “descartan” de entrada la mayoría de currículos de las personas con más de 55 años, según una encuesta de la Fundación Adecco.

Al final, el paro, el trabajo precario y los bajos salarios que nos ha dejado la crisis han agravado los problemas de salud mental, en España y en el resto del mundo. La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca el paro (sobre todo el de larga duración) como “un factor de riesgo” de los problemas mentales, aunque añade otros: horarios excesivos, condiciones de trabajo, inseguridad laboral, falta de trabajo en equipo y, sobre  todo, el “acoso laboral” (“mobbing”). Y todo ello provoca que haya 264 millones de personas en el mundo con depresión, según la OMS, lo que cuesta muchas vidas (se producen 800.000 suicidios al año) y muchas pérdidas económicas (1 billón de dólares al año). Y vamos a más, por lo que la OMS estima que para 2030, la salud mental será “la primera causa de discapacidad en el mundo” y “el principal reto sanitario en Europa”.

En España, la crisis ha agravado la salud mental y ahora los datos son muy preocupantes. El primero, que un 9% de españoles adultos tiene “algún trastorno mental”, lo que supone 3,5 millones de españoles. Y, de ellos, entre el 2,5 y el 3% de la población adulta tiene “un trastorno mental grave”: son más de 1 millón de españoles, según la última estadística aportada por la Confederación Salud Mental España.  El segundo dato llamativo es que los problemas mentales tienen un coste anual que ronda los 80.000 millones de euros (entre el 6 y el 8% del PIB), sumando costes económicos y sanitarios.

Pero el peor coste de los problemas mentales es en vidas humanas: en España se produjeron 3.679 suicidios en 2017, según el INE, más de 10 muertes por suicidio al día (3 de cada 4 son hombres), entre el 65% y el 95% provocadas por depresiones y trastornos mentales, según Salud Mental España. Son la primera causa de muerte no natural en España desde hace 11 años y la tercera causa de muerte entre jóvenes (se suicidan unos 300 al año). En conjunto, duplican las muertes por accidentes de tráfico, superan en 11 veces a los homicidios y 80 veces las muertes por violencia de género. Y además, otras 200 personas intentan suicidarse cada día en España sin conseguirlo, según Salud Mental España.

Los problemas de salud mental se han agravado con la crisis y la perspectiva es que sigan creciendo: el 15% de los adultos españoles tendrán algún problema de trastorno mental a lo largo de su vida, según estima Salud Mental España: son 5,8 millones de personas, casi 1 de cada 6 españoles. Como para que el problema, agravado con la crisis, sea una prioridad para la salud pública. Sin embargo, los expertos denuncian que faltan medios y recursos: hay pocos servicios de atención a los enfermos mentales y las consultas y unidades hospitalarias están colapsadas. La Confederación Salud Mental España se queja de que no se incluya la atención mental en los programas de salud pública y que no exista un Plan de prevención del suicidio, que mata el doble que el tráfico. Y denuncian que hay un “estigma social sobre las enfermedades mentales y el suicidio, que la sociedad y los Gobiernos “miran para otro lado”, cuando debería ser una prioridad en la agenda política, sanitaria y social.

En junio, la ministra de Sanidad en funciones se comprometió en el Senado a elaborar una Estrategia Nacional de Salud Mental antes de fin de año, promesa que va a depender del resultado electoral. Salud Mental España, que colabora en preparar esa estrategia, ha propuesto una serie de medidas, que se centran en cuatro frentes: aprobar un teléfono de 3 cifras (similar al 016 o el 112) para atender a los posibles suicidas, prevenir los problemas emocionales desde la escuela, apoyar a las familias, mujeres e inmigrantes más vulnerables y visibilizar el suicido y los problemas mentales en los medios (Campaña #Habladelsuicidio), para quitarles el negativo "estigma social" que ahora tienen (en Canadá se ha hecho, con buenos resultados).

Quizás venga otra crisis. Pero llegue o no, todavía hay 10 millones de españoles vulnerables, según el informe FOESSA, por problemas de paro, trabajo precario, pobreza, falta de vivienda, aislamiento social y muchos otros. Y si vuelven los problemas, lo sufrirán en su salud, física y mental. Por eso, una de las prioridades del próximo Gobierno debería ser aprobar un Plan de choque por la salud mental concentrado en las “bolsas de desolación”: los colectivos (mayores de 50 años, mujeres y jóvenes), sectores (industria, campo, servicios) y provincias (Melilla, Ceuta, Cádiz, Granada, Jaén, Las Palmas, Sevilla y Badajoz tienen más del 20% de paro) que más sufren la crisis. Y un Plan específico contra el paro de larga duración, el mayor detonante de problemas mentales, con medidas concretas para fomentar la contratación de los mayores de 50 años, mujeres y jóvenes. Y por supuesto, aprobar ese prometido Plan de Salud mental, integrado en una política sanitaria con más medios.

La crisis de 2008 y sus secuelas hasta hoy nos ha cambiado la vida, pero a muchos también la salud, provocando depresiones, trastornos mentales y suicidios, que han hundido a miles de familias. Es hora de mirar de frente ese problema y tratar de paliarlo, con decisión política, medios y apoyo social. Porque la economía debe servir para mejorar la vida de las personas, no para hundir su salud física y sobre todo mental. Crezcamos sanos.