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domingo, 12 de diciembre de 2010

Cambio climático: no son tiempos para la ecología

Esta semana del gran puente descontrolado, ha pasado inadvertida la Cumbre del Clima celebrada en Cancún, donde 20.000 personas de 194 países han debatido algo vital para todo el planeta: el mundo que le vamos a dejar a nuestros hijos y nietos. El objetivo es reducir en un 88 % las emisiones de CO2 y gases causantes del cambio climático, para intentar limitar el calentamiento global en “sólo” 2 grados centígrados para el año 2.050.El problema es que reducir las emisiones de gases causantes del efecto invernadero cuesta dinero, fuertes inversiones en industrias y transportes más limpios, y los países retrasan sus planes por la crisis. Por eso, la Cumbre de Cancún sólo ha acordado “ganar tiempo” y retrasar una decisión global hasta la próxima Cumbre de diciembre de 2011 en Sudáfrica.
Hace un año, la anterior Cumbre de Copenhague terminó con duros enfrentamientos entre países ricos y emergentes, aunque 120 países se comprometieron a limitar sus emisiones de CO2. Pero la ONU ha advertido en Cancún que ese recorte es insuficiente y que al ritmo previsto sobrarían entre 5.000 y 9.000 millones de toneladas de CO2 en el año 2.020, más gases de los que emiten todos los coches del mundo. Por ello, piden que los países dejen de soltar dióxido de carbono con una reducción del 3,8% al año hasta 2020.
El problema es quien recorta las emisiones de gases. Los países en desarrollo piden a los países ricos que como contaminan más, recorten más. Y los países industrializados exigen que los emergentes sean transparentes con sus datos (China no deja auditar sus emisiones) y apuesten por un crecimiento más sostenible. En medio, Japón (con Canadá, Rusia y Australia) exigen a Estados Unidos y a los países emergentes (China, India, Brasil, Sudáfrica), que no firmaron el protocolo de Kioto de 1997 (origen de los recortes de emisiones en marcha), que o recortan todos o se rompe la baraja. Y EEUU, el segundo emisor de gases del mundo, tiene parada en el Senado (mayoría republicana) la Ley del Cambio Climático, con lo que Obama tendrá muy difícil ir más allá del recorte de emisiones del 17% que anunció en Copenhague.
La Unión Europea quiere dar ejemplo y ha propuesto en Cancún acelerar la reducción de gases del 20% prometido al 30% para 2020, pero siempre que los demás países aceleren también sus recortes,  algo impensable de momento. España lleva tres años rebajando sus emisiones, por la crisis (menos producción= menos contaminación) y porque las energías renovables generan ya un 27% de la electricidad. Pero queda mucho camino por delante: hasta 2050 deberá reducir sus emisiones a un ritmo anual del 3,4 %,
Al final, el recorte de emisiones es una cuestión de inversiones y de dinero, para reconvertir la industria y el transporte a un modelo menos contaminante. Los países ricos prometieron en Copenhague un Fondo Verde de urgencia de 30.000 millones de dólares (desembolsado en  una pequeña parte), para ayudar a los países emergentes a mitigar los efectos del cambio climático y proteger sus bosques, que sirven como “sumidero” para absorber los gases de efecto invernadero. Ahora, en Cancún han comprometido  otros 100.000 millones de dólares anuales desde  2020, pero no se ha concretado los países que pagarán y los que cobrarán.
La Cumbre de Cancún ha acercado posturas, pero ha pospuesto otro año más un compromiso para sustituir al protocolo de Kioto en 2012, agobiada por la crisis de los países desarrollados y la necesidad de crecer a cualquier precio de los emergentes. El mundo sigue sin tomar medidas drásticas y los expertos advierten: si los recortes de gases siguen al ritmo actual (aunque en Cancún han "propuesto" subirlos, del 11-16 % de Copenhague al 25-40% para 2020), llegaremos a una situación insostenible en 2034. Y la temperatura a finales de siglo subiría entre 2,5 y 5 grados, un drama para la salud de las personas y del planeta. Así que, con crisis o sin ella, no se puede bajar la guardia: cuando más se retrase el recorte, peor para todos.