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jueves, 30 de mayo de 2024

Las exportaciones se frenan (en España y la UE)

Las exportaciones españolas cayeron en marzo (último dato), por 12º mes consecutivo, algo que sólo ha pasado dos veces (en 2009 y 2020) en los últimos 40 años. Bajan las exportaciones a Europa, pero sobre todo a América y Asia, todas salvo alimentos y automóviles. El problema no es sólo de España, porque las exportaciones han caído el último año en toda Europa (menos), por el estancamiento económico en la mayoría de paises (que compran menos fuera) y porque han “pinchado” las exportaciones europeas a EE. UU., China y Asia. Y esto preocupa mucho, porque es síntoma de la menor competitividad europea, que ha perdido cuota exportadora en el mundo, mientras la ganan China y USA. Por eso, mejorar la competitividad europea es una prioridad tras las elecciones del 9-J. En España, urge un Plan de apoyo a las exportaciones, porque con ellas nos jugamos parte del crecimiento (un tercio en 2023 y la mitad en 2022) y mantienen 1 de cada 4 empleos. Por eso hay que "mimarlas".

                                Enrique Ortega

En marzo, las exportaciones españolas cayeron un -19,2%, la mayor caída mensual en el último año, aunque está distorsionada por la Semana Santa (descontando el efecto calendario, cayeron sólo un -5,6%), según los últimos datos de Comercio. Con esta bajada, son ya 12 meses consecutivos (desde abril de 2023) en que bajan las exportaciones españolas al exterior, algo que no había pasado antes, salvo en 2009 (crisis financiera) y en 2020 (pandemia). De hecho, las exportaciones españolas llevan creciendo, año tras año, desde 1985, al amparo de la entrada de España en la Comunidad Europea (1986). A raíz de la crisis financiera (2008), las empresas españolas multiplicaron sus esfuerzos pasa vender fuera, a la vista de la crisis interna. Y consiguieron duplicar con creces las exportaciones de bienes, desde los 159.859 millones en 2009 a los 389.208 millones vendidos fuera en 2022 (récord histórico). Eso sí, en 2023 pincharon las exportaciones, cayendo un ligero -1,4%.

En 2024 ha continuado la bajada de las exportaciones, un -9% en el primer trimestre, con 93.430 millones vendidos fuera, según los datos de Comercio. Han caído las ventas de casi todo, pero sobre todo las exportaciones españolas de energía (-28,2%), de productos químicos (-25,9%), semi manufacturas químicas (-11,9%), materias primas (--11,7%), bienes de consumo (-6,8%), textil, calzado y juguetes (-5,1%), mientras han crecido las ventas fuera de alimentos (+3,3%) y automóviles (+1,7%). Por destinos, han caído algo más que la media las exportaciones españolas a la UE (-9,6%), sobre todo a Bélgica (-52,1%), Irlanda (-41,2%), Finlandia (-25,3%), Paises Bajos (-13,4%) e Italia (-7%), pero el mayor “pinchazo” se ha dado en las exportaciones a Latinoamérica (-14,3%, por una bajada de ventas del -29,3% a Argentina y -21,9% a Brasil, mientras crecían un +21,4 % nuestras ventas a México), a EE. UU. (-11%), China (-13,9%), Japón (-16,3%) y Marruecos (-6,2%), aunque crecen las exportaciones  a Argelia (+712%), Arabia (+12,1%) y Australia (+2,6%).

En paralelo a la caída de las exportaciones, han bajado también las importaciones españolas en el primer trimestre, aunque menos (-7,1%), sobre todo porque hemos comprado menos energía (-15,3%) y materias primas (-20,6%) más baratas. Con ello, el déficit comercial (importaciones-exportaciones) ha crecido, hasta -8.105 millones de euros en el primer trimestre (+23,2%), según Comercio, un “agujero” comercial que se compensa con los ingresos de las exportaciones de servicios y el turismo. En este primer trimestre, tenemos superávit comercial con toda Europa pero menor (+11.050 millones, frente a +14.565 en el primer trimestre de 2023), teniendo sólo déficit en el comercio con 10 paises UE: Paises Bajos (-1.691 millones), Alemania (-1.612), República Checa (-563), Hungría (-363), Suecia (-309), Irlanda (-181,5), Eslovaquia (-143,9), Austria (-42,8), Luxemburgo (-36,2) y Finlandia (-9,7 millones). Fuera de la UE, tenemos superávit con Reino Unido (+3.447 millones) y déficit comercial con USA (-2.571 millones), Latinoamérica (-940), China (-8.267), India (-723), Japón (-610), Corea (-397), Vietnam (-1.050), Rusia (-500) y toda África (-4.085 millones), teniendo superávit con Oriente Medio (+330) y Oceanía (+425).

Las exportaciones no sólo se han frenado en España, también en toda Europa, aunque menos: frente al -9% que han caído en España en el primer trimestre, cayeron un -2,9% en Alemania, un -2,4% en Francia, un -28% en Italia y un -0,4% en Reino Unido, según Eurostat, mientras crecían en China (+4,9%) y Japón (+8,8%) y se estancaron en EE. UU (-0,3% en el primer trimestre), según Eurostat. Una tendencia, la caída de las exportaciones, que se mantiene también desde hace 12 meses en toda Europa.

De hecho, Bruselas alerta de un freno en las exportaciones europeas en 2024, tanto las ventas entre los propios paises europeos como las exportaciones a paises fuera de la UE. Así, en el primer trimestre, el comercio entre los 27 paises UE ha bajado un -6,9% (de 1,097 billones de euros a 1,022 billones), según Eurostat. Y las exportaciones de la UE-27 al resto del mundo han caído un -3,3% en el primer trimestre (de 650.300 a 628.800 millones de euros), aunque la balanza comercial cierra con un superávit de la UE con el resto del mundo (+48.700 millones). Pero eso se debe al superávit comercial de Europa con EE. UU. (+17.000 millones), Reino Unido (+15.200 millones), Turquía (+1.900 millones) y Brasil (+300 millones), porque seguimos con déficit comercial con China (-21.400 millones de euros, frente a -22.600 al inicio de 2023), Noruega (-4.000), India (-1.700), Corea (-900) y Japón (-100 millones de euros).

La causa del “pinchazo” en las exportaciones europeas es doble. Por un lado, la caída de las ventas entre paises UE se debe al estancamiento de la economía europea, que apenas ha crecido en 2023 (+0,5%, frente al +3,4% de 2022), con Alemania en recesión (-0,1% en 2023) y mínimos crecimientos en Italia (+0,7%) y Francia (+0,9%), aunque algo más en España (+2,5% crecimos en 2023). Por otro, la caída de las exportaciones a terceros paises se debe a que Europa está perdiendo competitividad en el mundo, por tener mayores costes energéticos y salariales y menos innovación y tecnología. De hecho, Europa ha perdido cuota de mercado en el comercio mundial de bienes (-1% entre 2019 y 2023), mientras ganaba cuota China (+1,5%) y la mantenía Estados Unidos. Y además, gran parte de la inversión mundial (incluso europea) se está desviando en los últimos años de Europa a USA y China.

Por todo esto, en Bruselas preocupa el pinchazo de las exportaciones europeas, como síntoma de que falla la competitividad de las empresas europeas, por lo que la Comisión Europea ha encargado dos informes, a los ex políticos italianos Enrico Letta y Mario Draghi, para que propongan medidas para mejorar la productividad y competitividad de Europa ante USA y China, lo que será la prioridad de la futura Comisión Europea tras las elecciones del 9 de junio. Medidas que pasan por reforzar el mercado único, fomentar la creación de grandes grupos industriales europeos y aumentar las inversiones en tecnología, digitalización y economía verde, reduciendo normativa para competir con USA y China.

Entre tanto, España no puede esperar a que en Bruselas haya una nueva Comisión y se aprueben medidas para mejorar la competitividad europea. Urge que el Gobierno español apruebe un Plan de choque para fomentar la exportación, porque la exportación en España todavía tiene menos peso que en el resto de Europa (supone el 41% del PIB frente al 56% de media en la UE-27) y porque tenemos una serie de problemas estructurales propios, que debemos resolver, según señala el propio Club de Exportadores. El primero, un exceso de concentración de la exportación en pocas empresas (sólo 26.687 empresas exportan más de 50.000 euros al año y de ellas, sólo 1.000 empresas exportan el 67% del total desde hace 25 años), en Europa (allí van el 75,7% de todas las exportaciones, frente a sólo un 7% a USA, China y Japón, que suponen el 28% de las importaciones mundiales) y en 6 autonomías (Cataluña, Madrid, Andalucía, Comunidad Valenciana, País Vasco y Galicia concentran el 74,2% de todas las exportaciones). Y el segundo, el escaso peso de las exportaciones de alta tecnología, de alto valor añadido: un 6,8% del total de las exportaciones españolas, frente al 17,7% de las exportaciones europeas.

En definitiva, que España debe conseguir que haya más empresas y autonomías que exporten (las pymes apenas venden fuera), buscar más mercados fuera de Europa y mejorar la tecnología y la calidad de los productos, para competir mejor fuera. Ahora lo hacemos “al modo de China”, compitiendo con bajos salarios (18,2 euros por hora trabajada, frente a 24 euros que se paga en la UE y 31,6 euros en Alemania) y bajos precios: en 2022 y 2023 hemos tenido menos inflación que la UE-27 y que Alemania, aunque ahora tenemos más inflación (3,4% anual en abril, frente a 2,6% en la UE-27 y 2,4% en Alemania y Francia, según Eurostat).  Es hora de competir de otra manera, por producto y no por costes, lo que exige mejorar la productividad de España, algo complicado. Para ello, los expertos proponen aumentar el tamaño de las empresas, dar más peso a la industria, apostar por la tecnología, la innovación y la digitalización, mejorar la formación de los trabajadores y gestores y apostar por la inversión y la internacionalización de la economía.

Los exportadores españoles llevan años pidiendo medidas para reforzar su papel: medidas fiscales para promover la actividad exterior, mejora de la financiación pública y privada a la exportación y ayudas a la promoción comercial y a la diversificación de los mercados, desde la apertura de más oficinas comerciales, la mayor participación de las empresas en el diseño de la ayuda al desarrollo, las becas exteriores para jóvenes y la mejora de nuestra diplomacia económica por el mundo. Todos los paises ayudan a sus exportadores y hasta Alemania (el tercer mayor exportador del mundo, tras China y USA) aprobó en septiembre un Plan de choque para apoyarlos (32.000 millones en 4 años). Es importante volcarse en la exportación ahora que ha pinchado, por dos razones. Una, porque la exportación de bienes (y servicios) es clave para el crecimiento de España: en 2022 aportó la mitad de todo el crecimiento del PIB y en 2023 ha aportado un tercio. Y la otra, porque el sector exterior mantiene 1 de cada 4 empleos en España (5,3 millones), según la OCDE. Así que cuidar” la exportación es clave para todos.

lunes, 25 de septiembre de 2023

Las exportaciones (flojas) ayudan menos

España es un país muy abierto al exterior y por eso nos afecta mucho la actual debilidad de la economía internacional y el estancamiento de Europa: llevamos 4 meses (de abril a julio) en que las exportaciones españolas crecen menos que en los dos últimos años (cuando batieron récords) y eso está afectando negativamente a algunas regiones (Canarias, Andalucía, Valencia y Murcia), a muchas empresas y al empleo (las exportaciones mantienen 4,6 millones de empleos). Por eso, aunque no salga en los medios, preocupa el “pinchazo” de las exportaciones y la debilidad del comercio mundial. Sobre todo, porque las exportaciones de bienes y servicios han aportado la mitad del crecimiento de España en 2022 y 2023, pero no van a ayudarnos nada en 2024 y 2025, según el Banco de España. Por eso, urge que el futuro Gobierno priorice un Plan para reanimar las exportaciones españolas, con ayudas, como ha hecho Alemania. Nos jugamos fuera de España una buena parte del crecimiento y el empleo interno. Apóyenlos.

                 Enrique Ortega

Uno de los tres “motores” que tiran de la economía (el consumo, las inversiones y las exportaciones) está “gripado” en los últimos meses: las exportaciones españolas. Batieron un récord histórico de crecimiento en 2021 (+21,2%), en 2022 (+22,9%) y en el primer trimestre de 2023 (+14,6%), pero “han pinchado” y llevan cuatro meses decreciendo respecto al año pasado. Ya en el segundo trimestre de 2023 (abril a junio), las exportaciones de bienes cayeron un -4% sobre el inicio de 2022. Y en julio de 2023 han vuelto a caer un -5% sobre ese mismo mes del año pasado, según el dato publicado por Comercio el jueves pasado. Con ello, las exportaciones españolas han alcanzado los 230.397 millones de euros de enero a julio de 2023, un récord histórico (se ha exportado más en 7 meses que en todo 2010, 2011 y 2012) pero sólo un +3,3% más que el año pasado. O sea, que las exportaciones crecen, pero la sexta parte que antes. Han “pinchado”. Sobre todo en Canarias (-40,5%), Andalucía (-9%), Murcia (-5,2%) y Comunidad Valenciana (-2,2%).

Este “pinchazo” de las exportaciones españolas es un mal generalizado en todos los paises, donde los exportadores también están sufriendo en los últimos meses la debilidad de la economía internacional, el menor crecimiento de China, la guerra en Ucrania, los “tapones” y enfrentamientos en el comercio mundial y el estancamiento de Europa, con Alemania en recesión. De hecho, la exportación española está superando mejor que la mayoría de paises este “bache comercial generalizado: nuestras exportaciones crecen ese +3,3% hasta finales de julio, más del doble que las de los 20 paises de la zona euro (+1,2%), más que las de toda la UE (+1,8%) y que las exportaciones de Alemania (crecen +2,7%), Italia (+2,3%), Japón  y China (+1,5%) o EEUU (caen un -2% este año), superándonos sólo Francia (+6,5%) y Reino Unido (+6,1%), según Eurostat. Este menor “`pinchazo” se debe a que los productos españoles, al tener nosotros una menor inflación que la mayoría de paises (y los salarios más bajos) son más competitivos.

¿Qué exportaciones y a qué paises se han desinflado? Por un lado, las ventas fuera que más están cayendo son las de productos energéticos (derivados del petróleo, carbón y gas), productos químicos, electrodomésticos y electrónica y textil, mientras siguen tirando las exportaciones de automóviles (crecen un 31,9% este año, cuando el pasado caían por estas fechas), bienes de equipo (maquinaria) y alimentos, aunque menos que en 2022. Y por paises, las exportaciones caen este año (sobre 2022) a EEUU (-1,3%), Asia (-4,7%, aunque crecen un 0,2% con China), Oriente Medio (-6,7%) y Africa (-8,9%, por el desplome de las exportaciones a Argelia, aunque crecen un 4,7% a Marruecos). Y siguen creciendo, aunque la sexta parte, las exportaciones a Europa (+4,7% este año frente al 24,3% en 2022) y a Latinoamérica (+19,6% hasta julio, frente al 32,9% en 2022).

Para el resto del año 2023, las perspectivas son que las exportaciones sigan cayendo sobre el año pasado o se estanquen, rondando los 400.000 millones de euros vendidos fuera, tras el récord histórico de 2022: 389.208 millones de euros exportados, más del doble de los 186.780 millones exportados en 2010. Hay varios factores que juegan a la contra de las exportaciones en lo que queda de año. El primero y fundamental, el débil crecimiento de la economía internacional, como alertó en agosto la OCDE: creció sólo un +0,4% en el 2º trimestre, una décima menos que en el primer trimestre. Y el FMI prevé que las economías avanzadas crezcan sólo un +1,5% este año (casi la mitad del 2,7% de 2022), algo más EEUU (1,8%) y mucho menos la eurozona (+0,9%), con una recesión en Alemania (-0,3%). Y con este débil crecimiento, el comercio mundial y las exportaciones irán también al ralentí: crecerá sólo un +1,7% (frente al +2,7% en 2022), el menor crecimiento desde 2019 (salvando la caída de 2020 por la COVID), debido al débil crecimiento, la alta inflación, los elevados tipos de interés y la guerra de Ucrania, según la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Junto a este panorama gris de la economía y el comercio para los próximos meses, tampoco ayudará a los exportadores el euro. Tras unos meses muy débil (entre julio y noviembre de 2022 cotizó por debajo de 1 dólar por euro), lo que ayudaba a vender fuera a los exportadores europeos, el euro subió  este año, hasta alcanzar una cotización récord el 17 de julio (1,1236 dólares por euro), con lo que los productos europeos eran un 12% más caros, frenando nuestras exportaciones fuera de la eurozona. Ahora, con la debilidad de la economía europea y la menor subida de tipos que EEUU (4,5% frente al 5,5%), el euro lleva dos meses a la baja, cotizando el viernes a 1,0660 dólares, lo que ha abaratado los productos europeos un -5,2%. Pero aún son un 7% más caros que hace un año. Ahora, se espera que el euro se estabilice en los niveles actuales o baje muy poco, con lo que no ayudará a los exportadores.

Al final, se desinflen más o menos las exportaciones españolas, lo realmente preocupante es que van a ayudar menos a que la economía crezca y cree empleo. Porque el sector exterior es uno de los motores claves de la economía española: entre las exportaciones de bienes (389.208 millones de euros aportados en 2022) y las exportaciones de servicios (otros 94.800 millones ingresados por empresas españolas que venden fuera servicios de consultoría, financieros, tecnológicos, telecomunicaciones, información y ocio), aportaron el 41,7% del PIB español en 2022 (aportaban sólo el 23% en 2009). A lo claro: casi la mitad de la riqueza, se genera fuera de España. Y ese sector exterior mantiene 4,6 millones de empleos, casi 1 de cada 4 puestos de trabajo existentes.

Y este sector exterior nos ha salvado la economía y el empleo en varias ocasiones. Primero, durante la crisis financiera (2008 a 2015): en 2009, por ejemplo, el PIB español cayó un -3,6%, pero hubiera caído mucho más (también el empleo) si las exportaciones no hubieran aportado ese año un +2,8% al crecimiento español. La segunda vez fue con la pandemia, en 2020: las exportaciones cayeron menos que la economía (-1,9% frente al -10,8% que cayó el PIB). Y ahora, han ayudado decisivamente a la recuperación, sobre todo en 2022, según el INE: la economía creció un 5,8%, la mitad por las exportaciones (aportaron un 2,9% al PIB). Y en el primer trimestre de 2023, el sector exterior salvó a la economía de caer: aportó un +0,4% al PIB, el doble de la aportación de la demanda interior (+0,2%), permitiendo que la economía española creciera un +0,6% ese primer trimestre.

El panorama ha cambiado en el 2º trimestre de 2023, ya que “el pinchazo” de las exportaciones” ha restado crecimiento a la economía española, según el INE: la aportación exterior fue negativa (-0,5%) y sólo la demanda interior (+1%) permitió que la economía creciera (+0,5% en el 2º trimestre). Ahora, podría pasar lo mismo el resto del año, aunque el Banco de España cree que todavía este año 2023, el sector exterior ayudará a la economía, aportando casi la mitad del crecimiento total (+1,2% del +2,3% previsto que aumente el PIB). Pero esa ayuda se va a acabar en 2024 y 2025, por el pinchazo de las exportaciones: en 2024, el sector exterior restará -0,3% al crecimiento anual (que bajará por eso al 1,8%) y en 2025 no aportará casi nada (+0,1% a un PIB que crecerá un 2%), según el Banco de España.

Esta perspectiva de unas exportaciones más débiles, por la ralentización de la economía y el comercio mundial, deberían forzar al futuro Gobierno (cuando lo haya, algo también incierto) a tomar medidas para impulsar el sector exportador y con ello, la economía y el empleo. Habría que actuar a dos niveles. Uno, inmediato, con un Plan de choque para impulsar las exportaciones de bienes y servicios, en línea con el Plan de apoyo a sus empresas y su economía que acaba de aprobar Alemania (32.000 millones de ayudas en 4 años). Habría que incluir ayudas financieras, fiscales y de promoción de la exportación, sobre todo en las regiones y sectores donde más se hayan reducido las ventas exteriores.

Y  a medio plazo, habría que tomar medidas estructurales para corregir los problemas “de fondo” que tienen las exportaciones españolas: están demasiado concentradas, en origen (sólo 25.000 empresas exportan más de 50.000 euros al año, las tres cuartas partes de ellas concentradas en Cataluña, Madrid, País Vasco, Comunidad Valenciana, Galicia y Andalucía) y en destino (el 74,6% de las exportaciones van a Europa y sólo un 8% a EEUU, China y Japón) y dominan los productos con poco valor (sólo el 6,8% de las exportaciones tienen alta tecnología, frente al 17,7% de las exportaciones europeas), según reconoce el Club de Exportadores.

En resumen, que las exportaciones nos han salvado el crecimiento y el empleo en las últimas crisis, pero ahora se han desinflado, por culpa del enfriamiento de la economía internacional, la guerra en Ucrania, el estancamiento en Europa y los problemas de China y del comercio mundial. Y si no las reanimamos, corremos el riesgo de crecer menos y perder empleo. Por eso, cuidar el flanco exterior de nuestra economía y nuestras empresas es clave para todos, aunque no se hable ni se escriba de ello. Apóyenlos.

lunes, 20 de febrero de 2023

Atascos y retrasos en la economía hoy

Tengo una amiga a la que han tardado 9 meses en entregar un coche nuevo, por retrasos en la fabricación, el barco, transporte en tierra, renting y matriculación. Y el hijo de otro amigo ha tenido que esperar 6 meses para dar clases de conducir en una autoescuela de Madrid. No son dos casos aislados. Hay muchos productos y servicios que siguen con retrasos en la entrega (6 meses de media un coche) y seguimos con largas esperas para que nos atiendan en múltiples teléfonos y oficinas, incluidas las de empleo y de la Seguridad Social. Retrasos motivados porque siguen sin recuperarse las cadenas de producción y suministro y, sobre todo, porque falta personal. Un dato: las empresas privadas españolas tienen hoy 825.000 trabajadores menos que en 2007 (-4,6%), aunque la economía produce (PIB) un 23,5% más. Los cuellos de botella no se arreglan y eso provoca retrasos e inflación (+7,5% la subyacente, la más alta en España desde 1986). Urge que la producción y el empleo se recuperen.

Enrique Ortega

La pandemia provocó un cambio radical en la economía: de un día para otro, hundió la actividad económica de los paises y el comercio mundial, provocando cortes en los suministros de productos y servicios en 2020. Y en 2021, cuando la actividad se fue recuperando, las empresas habían recortado plantillas y producciones, las navieras recortaron barcos y subieron fletes y estalló una guerra en Ucrania que encareció la energía y las materias primas, “la sangre” que permite funcionar a la economía mundial. El resultado fue la proliferación de “cuellos de botella”, que provocaron atascos en la economía y el comercio, en 2021 y 2022, con problemas para atender una demanda creciente, lo que disparó la inflación. Y todo indica que estos atascos y retrasos se mantienen, aunque menores, al inicio de 2023.

Eso lo confirman las mismas empresas. Según una Encuesta realizada en diciembre de 2022 a profesionales de logística y de la cadena de suministros, alrededor del 71,8% todavía están lidiando con interrupciones en la cadena de suministros, mientras el 57,7% está intentando sortear la escasez de transporte. Y el 93% de los encuestados creen que estos problemas logísticos van a continuar en 2023. Y otro estudio de la consultora Accenture revela que el 95% de las empresas han sufrido problemas de suministro, añadiendo que el 82% de sus directivos piensan que estos atascos no se resolverán hasta la 2ª mitad de 2023 o incluso más tarde. Y estos problemas afectan muy seriamente a la economía europea, porque un tercio de la producción de la UE depende de las cadenas mundiales de suministro.

Concretando el problema en Cataluña, otro estudio de KPMG refleja que un 95% de las empresas han sufrido alguna disrupción en sus suministros en 2021 y 2022: encarecimiento de las materias primas (el 81%), escasez de componentes (el 76%), aumento del precio de los transportes (76%), retrasos en la llegada de productos (71%), dificultades en la gestión de proveedores (43%) y dificultades para encontrar profesionales (29%). Y otra vez más, cuando se les pregunta cuando esperan “volver a la normalidad”, el 82% de las empresas catalanas encuestadas señalan que “en la 2ª mitad de 2023”.

Así que los embudos y atascos en las cadenas de suministro y producción no se han resuelto. Se ve muy claro en el automóvil. Hoy, todavía la entrega de un coche se demora en España entre 4 y 6 meses (la media). Y hay casos en que es más, como el de mi amiga (9 meses), porque se van sumando retrasos. El primero, en la fabricación: faltan componentes (chips y otras piezas, así como aluminio), pero incluso las marcas que fabrican semiconductores (en este caso, es un coche coreano), “fabrican sobre pedido”: el coche se empieza a fabricar cuando el cliente lo ha comprado en el concesionario. Luego hay problemas con los buques que lo traen a España (o que lo exportan: en el puerto de Santander había en diciembre 15.000 coches fabricados en Navarra y Valladolid a la espera de que llegaran barcos para transportarlos, barcos que cambian de puerto a la caza del mejor encargo). Y ya en España, el coche tiene problemas para ser transportado al concesionario: la flota de camiones especiales para transportarlos se ha recortado un 25% tras la pandemia. Y cuando ya está en el destino, si es una gran ciudad, el cliente sufre los retrasos en el papeleo del renting (más de un mes) y en la matriculación (más de una semana). Total: 9 meses.

Pero no crean que estos retrasos se producen sólo al comprar un coche. Si intenta comprar una bicicleta, la lista de espera es de 3 y 4 meses. Y lo mismo ha pasado estas Navidades con compras de móviles, relojes inteligentes y aparatos electrónicos. También sufre retrasos la industria farmacéutica, con muchos medicamentos “en falta” (691 hoy, según la Agencia Española del Medicamento), porque a los laboratorios les fallan las cadenas de suministros de principios activos, dependientes de India y China. Incluso, en Galicia, hay ópticas que han sufrido retrasos de más de tres meses en el suministro de lentillas. Y hay obras y reformas de viviendas que se retrasan por la falta de materiales (hormigón, cemento, aluminio, acero, madera, ladrillo, cerámica), que cuando llegan son más caros y disparan los presupuestos iniciales. Incluso las compañías aéreas sufren retrasos en la entrega de aviones, como ha anunciado la europea Airbus.

En paralelo a estos atascos y retrasos en la cadena de producción y suministro, hay un serio problema en los transportes, sobre todo en el transporte marítimo, por el que nos llegan el 90% de los productos importados. La recuperación de la demanda tras el COVID, en el verano de 2021, pilló a las navieras con menos barcos y personal, lo que colapsó el comercio internacional y disparó el precio de los fletes. Un dato: transportar un contenedor de 40 pies (12 metros y unos 20.000 kilos de peso) pasó de costar 1.348 dólares en noviembre de 2020 a 10.377 dólares en septiembre de 2021. Y eso si la empresa encontraba un barco, porque iban a la caza de los transportes más rentables. Y luego, en el puerto, atasco para descargar (y cargar) y falta de camiones para transportarlo al destino. Hoy, el transporte marítimo ha bajado precios, pero siguen siendo más altos que antes de la pandemia (1.997 dólares a principios de febrero, según Drewry). Y la 2ª naviera del mundo, la danesa Maersk, acaba de pedir un cambio radical en las cadenas de suministro”, porque “no funcionan”.

En paralelo a estos problemas en las cadenas de suministro y transportes, en España, las empresas han ajustado su actividad en 2021 y 2022, tratando de afrontar la recuperación de la demanda (España creció un 5,5% en 2021 y un 5,2% en 2022) con las mínimas inversiones y empleo, para tratar de mejorar sus márgenes tras las pérdidas sufridas por la pandemia (2020). Y además, han casi congelado los salarios de sus trabajadores. Y lo han conseguido: los beneficios empresariales crecieron un 13% en 2021 y otro 21,1% en 2022, 7 veces lo que han crecido los salarios, según el Banco de España. Y esta mejora de resultados se ha hecho gracias a que han aumentado las plantillas lo mínimo para seguir funcionado. El dato: las empresas solo han creado 224.000 empleos sobre los de 2019, según la EPA.

Y eso lo notamos los consumidores cada día, en retrasos y peor atención de la mayoría de las empresas. Lo han sufrido los clientes de luz y gas que han tratado de contratar una tarifa distinta, con retrasos infinitos en la atención telefónica y colas en las oficinas. Y lo mismo al requerir atención de una empresa de telecomunicaciones o del seguro del coche: redujeron al mínimo su atención con la pandemia y ahora apenas han reforzado sus plantillas, empeorando el servicio. Y lo mismo pasa cuando uno pide una reparación o un arreglo en casa (llevo 3 semanas esperando al marmolista…): todo el mundo tiene más pedidos y más trabajo del que puede atender, así que a esperar tocan.

Y también hay atascos y retrasos en la Administración pública, a pesar de que se han convocado oposiciones (insuficientes) en muchos organismos. Lo más preocupante sigue siendo “el atasco” en la sanidad pública, sobre todo en la atención primaria (el retraso para el médico de familia y pediatra está en una media de 8,54 días, según el CIS), pero también hay problemas en otros organismos. Empezando por las oficinas de empleo, donde se nota la pérdida de personal (-3.674 empleados en la última década más los 1.500 contratados temporales por la pandemia). El resultado es que “la gestión de una prestación por desempleo en el SEPE se puede dilatar más de 2 meses”, según el sindicato CSIF. También hay retrasos en las oficinas de la Seguridad Social, que no coge apenas llamadas y retrasa citas y expedientes (de jubilación), sobre todo en Madrid. Tal es el problema que el ministro Escrivá está estudiando “abrir las oficinas de la SS por las tardes”…

Y hay muchas otras oficinas públicas y organismos donde hacer una gestión es sufrir colas y retrasos, como la renovación del DNI (con demoras de hasta 2 meses en 2022) o en las Oficinas de extranjería, donde hay retrasos (y un mercado negro) hasta para pedir cita previa…para conseguir una cita dentro de varios años. Y no nos olvidemos de los Juzgados, campeones de los retrasos ya antes de la pandemia. Ahora, la situación ha empeorado y el plazo medio de los juzgados especializados para emitir un fallo es de 31,8 meses (y un máximo de 5 años). Y en los Juzgados de lo Social, la media de resolución son 14,5 meses. Pero es que el retraso empieza antes, en el retraso para que se vea en el Juzgado  un despido o una reclamación de cantidad: en Sevilla, a finales de 2022, a un trabajador le fijaron como fecha de juicio el 2 de marzo de 2026… dentro de más de 3 años.

Todo apunta a que todos estos atascos y retrasos, desde comprar un coche a cambiar el seguro o el contrato del móvil  y pedir la jubilación o el paro o ir a juicio van a tardar en resolverse y agilizarse. El Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de advertir que “los cuellos de botella en las cadenas de producción van a seguir en 2023”, porque persisten los problemas en las infraestructuras logísticas y la escasez de mano de obra. Y eso a pesar de que estos “shocks” explican la mitad de la actual subida de precios en el mundo, según el FMI. Y por eso, a pesar de las medidas que toman los Gobiernos sobre la energía, la inflación de fondo (“subyacente”: sin energía ni alimentos elaborados)  sigue muy elevada: +7% en la zona euro y +7,5% en España, la más alta desde 1986. Es lógico: si la demanda crece pero la economía arrastra retrasos, los productos disponibles son más caros.

Además, el FMI alerta al mundo de otro problema, que se suma al de la cadena de suministros y a la escasez de mano de obra: la nueva guerra fría, entre EEUU y China, cuyo último capítulo ha sido “la crisis de los globos”. El organismo advierte que este enfrentamiento geopolítico puede tener “consecuencias económicas”, con un aumento de restricciones tecnológicas (USA ya ha limitado exportaciones a China) y comerciales, que afectarán negativamente al comercio internacional. Y que pueden restar hasta un 7% de crecimiento a la economía internacional. A lo claro: que si no teníamos motivos suficientes de preocupación por los atascos y retrasos en las cadenas de suministro y el comercio internacional, ahora los enfrentamientos entre EEUU y China (y entre Europa y USA, con Rusia detrás de todo el nuevo escenario geopolítico) pueden traducirse en más restricciones comerciales, que afectarán a los consumidores y a la inflación.

¿Qué se puede hacer? Lo primero es recomponer las cadenas de suministro, algo en lo que están las empresas pero que tarda tiempo. Y que llevará a muchas compañías a diversificar sus proveedores, buscándolos más cerca. De ahí que se esté hablando de un cambio estratégico en la economía mundial: menos globalización y más regionalización. En lugar que las empresas busquen productos y componentes en el otro extremo del mundo, que los concentren en las regiones próximas: que Europa comercie más con Europa, Asia con Asia y América con América. Eso tiene ventajas de reducir riesgos geopolíticos y costes energéticos, pero tiene un coste: cuanta menos globalización, mayores precios.

Y después está la cuestión del transporte, que exigiría coordinar mejor el comercio mundial, buscando suprimir los cuellos de botella actuales y descongestionar puertos y transportes terrestres. La multinacional Maersk propone no sólo invertir en barcos más eficientes (y menos contaminantes, con hidrógeno verde) sino invertir con tecnología inteligente en las redes logísticas y tener almacenes repartidos entre distintos puertos, para evitar los “cuellos de botella” que se dan hoy en los principales puertos del mundo. Y por supuesto, aumentar las plantillas de las empresas logísticas.

En cuanto a los retrasos y atascos en los servicios de empresas privadas y organismos públicos, la medida clave es aumentar el empleo, sobre todo el empleo cualificado. Y aunque muchas empresas (de construcción, transportes, hostelería) se quejan de que no encuentran personal adecuado, en muchos casos eso se resolvería si pagaran mejor y formaran a sus empleados, evitando fugas e integrando mejor a los empleados jóvenes. Es hora de reforzar las plantillas para atender mejor a los clientes y vender más. Sobre todo si vemos este dato: las empresas privadas españolas tienen hoy 825.000 empleados menos que en 2007 (-4,6%), a pesar de que España produce (PIB) un 25,3% más que entonces. Esto ha aumentado los márgenes empresariales y la productividad (más producción con poca plantilla), pero a costa de retrasos y cuellos de botella en los productos y servicios que pagamos los consumidores. Y lo mismo el sector público: hay que reforzar los servicios públicos, aunque eso suponga tener que recaudar más (no de los que ya pagamos impuestos, sino de los que pagan poco).

La pandemia cayó como un terremoto sobre la economía, seguida de la réplica de la guerra de Ucrania y la inflación disparada. Ahora, cuando empezamos a recuperarnos (despacio), es hora de reconstruir la economía mundial (“el gran reinicio”), agilizando las cadenas de suministros, el transporte y la oferta de productos y servicios. Hay que engrasar” la economía con inversión y empleo, para reducir cuellos de botella y evitar constantes retrasos, que dificultan crecer y ser más competitivos. Y que explican buena parte de la alta inflación que tenemos. No podemos acostumbrarnos a las esperas y retrasos. Hay que dinamizar la economía.

jueves, 16 de marzo de 2017

España, guerras comerciales y globalización


Malas noticias para el mundo: EEUU tuvo en enero el mayor “agujero” comercial de los últimos 5 años, por China y México, tras cerrar 2016 con un déficit de 502.000 millones de dólares, el mayor desde 2012. Son datos que alimentarán la retórica proteccionista de Trump y desatarán guerras comerciales. Pero EEUU no es un perdedor de la globalización: ha aumentado sus exportaciones y su cuota comercial desde 2005, aunque han ganado más China, México y Corea. Quien más ha perdido es Europa, sobre todo Francia, Reino Unido y Alemania. España es el único país europeo que mantiene su cuota comercial y el 6º país del mundo que más ha aumentado sus exportaciones, que cerraron 2016 con un récord histórico. La crisis ha forzado a nuestras empresas a vender más fuera, tirando precios y salarios. Pero ahora, con la tormenta que amenaza al comercio mundial, urge un Plan de apoyo a las exportaciones españolas, para que no retrocedan. Mucho crecimiento y empleo depende de ellas.
 
enrique ortega

La globalización es la nueva forma de organización del capitalismo en las tres últimas décadas y consiste en tomar el mundo como mercado, para producir y vender. El otro día compré en el súper un chuletón de carne polaca sacrificada en Dinamarca y envasada en Francia. Y cada día usamos un móvil hecho en China o un coche fabricado en Eslovaquia con piezas alemanas y componentes españoles. Esta globalización ha trastocado la economía y a los paises, con claros ganadores y perdedores. El país ganador con la globalización es China, la “fábrica del mundo”, que en 2005 era el tercer exportador mundial, por detrás de Alemania y EEUU, y que hoy es el primero, tras triplicar en estos 11 años sus exportaciones (de 762.050 a 2.180.000 millones de dólares). Y el gran perdedor, según los datos de la Organización Mundial del Comercio (OMC) ha sido Alemania, que en 2005 lideraba el ranking de paises exportadores y ahora está en tercer lugar, tras China y EEUU, después de aumentar poco sus ventas exteriores en esta década larga (de 969.960 a 1.338.000 millones de dólares).

Estados Unidos, por mucho que diga Trump, no es una “víctima” de la globalización, sino que también ha salido ganando: se mantiene el segundo en el ranking exportador mundial (como en 2005) y es el 2º país que ha ganado más cuota comercial desde 2005 (un +0,57%, hasta el 9,24%), tras China (+5,97% de cuota entre 2005 y 2016, con el 13,1% del comercio mundial), por delante de los otros tres únicos paises más que también han ganado cuota en estos once años : Corea (+0,41%), México (+0,33%) y Brasil (+0,06%), según la OMC. Eso sí,  las exportaciones USA han aumentado un 61,8% (entre 2005 y 2016), menos que las de China (+179,1%), México (+76%) y Corea (+ 74,8%), los tres paises que más han aumentado sus ventas exteriores en los últimos once años.

El gran perdedor de la globalización ha sido Japón, el 4º país en el ranking de exportadores, que se ha dejado un 1,66% de su cuota comercial (4,18% ahora). Pero a nivel de continentes, el gran perdedor ha sido Europa, que ha pasado de tener el 42,7% de las exportaciones mundiales (2005) al 38% (2016), mientras Asia era el único continente que ganaba un 7% de cuota comercial, perdiendo también cuota Latinoamérica (-0,3%) y Norteamérica (-0,1%), según los datos de la OMC. Y Europa ha perdido un 4,7% de cuota porque la han perdido sus cuatro mayores paises, Francia (-1,29%), Reino Unido (-1,18%), Alemania (-0,8%, con un 8,67% del comercio mundial) e Italia (-0,69%), que han perdido mercados mundiales en beneficio de China y otros paises emergentes.

En este contexto, España ha salido bien parada de la globalización: no ha perdido apenas cuota de mercado en el mundo (-0,03% entre 2005 y 2016), tenemos un 1,72% del comercio mundial (ocupamos el lugar 17 en el ranking de paises exportadores) y, sobre todo, somos el 6º país del mundo donde más han crecido las exportaciones desde 2005, un 49,3%, sólo por detrás de China (179,1%), México (+76,4%), Corea (+74,8%), EEUU (+61,8%) y Brasil (+60,4%), muy por delante del crecimiento que han tenido las exportaciones en Holanda (+39,2%), Alemania (+38,9%), Italia (+23,1%), Bélgica (+17,2%), Rusia (+14,2%), Canadá (+9,8%), Francia (+8,2%), Japón (+8,1%) y Reino Unido (+4,4%).

Así que Europa tiene un serio problema exportador, de competitividad frente al resto del mundo, del que se salva España, gracias al enorme esfuerzo hecho sobre todo desde 2012: entre 2000 y 2007, las exportaciones españolas crecieron menos que el comercio mundial (+4,7% frente al 7,4%), con lo que España perdió cuota comercial, pero entre 2012 y 2016, las exportaciones españolas han crecido más que las mundiales (+4,4% frente al 3%) y hemos ganado cuota en el mercado mundial, mientras la perdían Alemania y los principales paises europeos. Eso se debe a la crisis, que ha forzado a las empresas españolas a vender fuera al caer las ventas dentro, y sobre todo a que los exportadores han “tirado precios”, gracias a tres años de inflación negativa (2014 a 2016) y a una rebaja de salarios y costes financieros, además de la ayuda extra de un euro débil (desde 2015).

Gracias a estos factores, las exportaciones españolas cerraron 2016 con un récord histórico: 254.530 millones de euros de ventas exteriores, un 37,5% más que en 2007 (185.023 millones). Y en 2016, España aumentó sus exportaciones lo mismo que creció el comercio mundial (+1,7%), pero mucho más que Europa (-0,1%) y que la zona euro (+07%), que Alemania (+1,2%), Italia (+1,1%), Francia (-0,9%) y Reino Unido (-0,2), e incluso más que China (-6,4%), USA (-3,2%) o Japón (-7,4%), según los datos del Ministerio de Economía. Y este “tirón exportador” fue de gran ayuda para la economía, ya que aportó el 0,5% del 3,2% que creció el país en 2016. Y para muchas grandes empresas, como las del IBEX, las ventas fuera de España suponen ya dos tercios de sus ingresos (y de su empleo).

Pero ahora, de cara a 2017 y 2018, la “euforia exportadorade España choca con dos duras realidades externas. Una, que el comercio mundial ha “pinchado” y crece por debajo de la economía mundial, en 2016 y también este año 2017, donde la OMC espera un aumento del comercio mundial del 1,8 al 3%, que probablemente será realmente menor. Y la otra gran incertidumbre  es Trump y su amenaza de guerras comerciales con China y México, además del recorte de todas las compras norteamericanas al exterior. El riesgo de una “tormenta comercial” en el mundo es grande y más tras publicarse hace unos días que el déficit comercial de enero en EEUU ha sido de 44.300 millones de dólares, el mayor “agujero comercial” norteamericano desde marzo de 2012, provocado por el aumento del déficit con México (+22%) y China (+12,5%), las dos “bestias negras” de Trump. EEUU ya cerró 2016 con un déficit comercial de -502.000 millones de dólares, el mayor de los últimos 5 años, un 60% debido al déficit comercial con China (-300.000 millones de dólares). Y Trump ya ha dicho que el abultado déficit comercial es “un riesgo para la seguridad nacional”.

Ahora, tras salirse EEUU del Tratado Comercial del Pacífico (TPP), denunciar el Tratado comercial con Canadá y México (NAFTA) y paralizar el Tratado comercial con Europa (TTIP), Trump quiere recortar las importaciones norteamericanas, poniendo aranceles (impuestos) y trabas a las exportaciones chinas, mexicanas, latinoamericanas, asiáticas y europeas, lo que provocará una nefasta ola de proteccionismo que frenará aún más el comercio mundial. Y forzará a China a querer vender más en Europa, ya que lo tiene más difícil en USA. Todo ello en un momento en que exportar es más difícil, porque sube la inflación en España (más que en Europa) y subirán los tipos y los costes energéticos y financieros, además de los salarios (tras cuatro años "devaluados"). Y también será un problema en 2017 el Brexit (Reino Unido es nuestro 4º mayor cliente y podemos perder exportaciones entre 500 y 1.000 millones de euros, según un informe del Gobierno español) y el estancamiento económico y la incertidumbre política de Europa, con un pequeño crecimiento en Francia, Italia y Portugal, tres paises donde van el 30% de las exportaciones españolas.

Por todo ello, España debería aprobar un Plan de apoyo a las exportaciones, para ayudar a las empresas a vender fuera ahora que será más difícil. Y ese Plan de choque debería centrarse en tres frentes: diversificar productos a exportar, diversificar paises donde vender y ampliar el número de empresas y regiones exportadoras, junto a medidas de apoyo financiero (faltan créditos y avales para exportar), ayudas institucionales (más gasto en promoción exterior y Ferias) y mejor asesoramiento (consultoría y Oficinas comerciales).

El primer gran reto para reforzar la exportación española es diversificar lo que vendemos fuera. Hoy, las tres cuartas partes de lo que exportamos (el 78%) se concentra en 4 sectores, de los que somos tremendamente dependientes: bienes de equipo, maquinaria (29,3% del total), automóviles (17,7%), alimentos (16,9%) y productos químicos (14,1%). Basta con que una multinacional del automóvil decida recortar su producción o haya heladas y se estropeen las cosechas para que pinchen seriamente nuestras exportaciones. Y además, la mayoría de lo que exporta España son productos de tecnología baja (alimentos, ropa y calzado) y media (plásticos, metales y automóviles) y sólo un 10% de lo exportado tiene un alto contenido tecnológico, los productos donde hay más demanda mundial. Y así resulta que exportamos productos de menos valor, donde competimos en precio, no en tecnología y calidad.

El segundo reto es diversificar también los paises a los que vendemos, porque estamos demasiado centrados en Europa: supuso el 72% de las exportaciones en 2016 (un 66,3 en la UE-28 y un 51,8% en la zona euro). Y eso supone que las exportaciones españolas están concentradas en los mercados que crecen menos y no en los que crecen más, que son los mercados asiáticos y americanos. Las exportaciones españolas a Asia son un 6,1% del total (frente al 10% en Alemania y Francia) y también son bajas las exportaciones a Latinoamérica (5,3% del total), Oriente Medio (3,3%) o África (6,4%), las zonas con más potencial futuro.

El tercer reto es ampliar las empresas y regiones españolas que exportan. Ya ha habido un gran avance, al alcanzarse las 148.794 empresas que exportaron en 2016 (un 46,7% más que en 2008), pero sólo la tercera parte de ellas exportan con regularidad (49.792 empresas). Y de ellas, son sólo 5.000 empresas las que exportan casi todo (el 87,5% del total). Así que la gran mayoría de las 3,2 millones de empresas españolas no exportan ni tienen esta “vía de escape” cuando las ventas interiores no dan más de sí. Además, la exportación está demasiado concentrada en 5 regiones españolas, que acaparan dos tercios de las ventas exteriores: Cataluña (24,7%), Andalucía (11,7%), Madrid (11,5%), Comunidad Valenciana (10,9%) y País Vasco (8,4%). En las 12 autonomías restantes, la exportación ayuda muy poco al crecimiento y el empleo.

En resumen, España ha salido bien parada de la globalización y exporta con más fuerza que muchos paises europeos, pero todavía tiene mucho que hacer, porque exportamos casi la mitad que Italia (con una economía similar) y la cuarta parte (en relación al PIB) que Bélgica, Holanda, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia o Hungría, economías muchos menores. Así que no caigamos en un “falso triunfalismo exportador. Y más cuando el mundo está preocupado por la caída del comercio mundial y las amenazas proteccionistas de Trump, que serán muy negativas para todos. Hay que pactar un Plan de apoyo a las exportaciones, con medios, para no retroceder y ganar mercados, un factor clave para crecer más y crear más empleo en España. Y para eso, no basta con tirar precios y salarios como hasta ahora, intentar ser “la China de Europa”, sino modernizar la economía y las empresas, industrializar más el país, innovar y gastar en tecnología y digitalización, para ofrecer productos y servicios más competitivos, de más valor y calidad. Mejorar el “made in Spain”.