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lunes, 25 de diciembre de 2023

Más subsidio para más parados

La primera medida económica de calado aprobada por el nuevo Gobierno Sánchez ha sido la reforma del desempleo, que hoy cobran sólo 2 de cada 3 parados registrados (1 millón de parados no cobran nada). El objetivo de esta reforma, exigida por Bruselas y que entrará en vigor el 1 de junio, es doble. Por un lado, que el subsidio de paro llegue a 425.000 desempleados más y que cobren algo más (entre 570  a 540 euros el primer año, frente a 480 hoy), porque la mitad de los parados son “pobres”. El otro objetivo es conseguir un mayor compromiso (y control) de los parados en la búsqueda de empleo, ayudándoles con asesoramiento personalizado. Es un avance, pero la clave es conseguir que las oficinas de empleo (hoy inútiles, salvo para papeleos) ayuden a los parados a encontrar trabajo, con tutorías y formación, sobre todo para los mayores de 50 años, que hoy no encuentran empleo y malviven con los subsidios. Políticas activas de empleo y no limosnas
 
                 Enrique Ortega

Empecemos por ver cuántas personas cobran hoy el desempleo. En octubre (último dato de Trabajo), cobraban alguna ayuda 1.736.502 parados, el 62,9% de los parados registrados en las oficinas de empleo (2.759.404 parados inscritos en octubre). Eso significa que 1 millón de parados registrados como tales (exactamente 1.022.902) no cobran ninguna ayuda, porque se les ha acabado el paro o porque no tienen derecho por no haber cotizado suficiente. Y si lo comparamos con las personas que se consideran paradas, según la EPA, 2.855.200 a finales de septiembre (hay 95.796 parados que no se han registrado en el SEPE), resulta que hay 1.118.698 personas que dicen estar en paro y no cobran ningún subsidio. 

Volviendo a esos 1.736.502 parados registrados que sí cobran ayuda, hay dos tipos de subsidios. Menos de la mitad de los parados, 772.852 desempleados (el 44,5% de todos los beneficiarios) cobran un subsidio contributivo, cuyo importe tiene que ver con el tiempo que ha trabajado y cotizado (se exigen 360 días de cotización en los últimos 6 años) y con su sueldo (reciben el 70% de la base reguladora los primeros 6 meses y el 50% después). Y se cobra entre 4 meses (si ha cotizado menos de 539 días) y un máximo de 2 años (para los que han cotizado 720 días). En octubre, el importe medio que cobraban esos 772.852 parados con prestación contributiva era de 974,20 euros mensuales.

Y luego están la otra mitad larga de parados, 963.650 desempleados (el 55,5% del total que cobran algo) que reciben el subsidio asistencial, una ayuda para los que ya no tienen derecho a la prestación contributiva, porque se les ha acabado o no cotizaron lo suficiente (710.622 en octubre) o son eventuales agrarios de Andalucía y Extremadura (158.552 parados más) o han agotado todas las prestaciones (renta mínima de inserción: 94.476 parados la recibían en octubre). El importe de este subsidio, que ya no tiene que ver con el tiempo cotizado, es igual para todos y se fija cada año, en un 80% del IPREM (un indicador público de referencia para ayudas y subvenciones): en 2023 es de 480 euros, lo que cobran de subsidio asistencial esos 963.500 parados. Y este subsidio asistencial (no el contributivo) es el que contempla la reforma aprobada la semana pasada.

¿Quién cobra este subsidio asistencial de 480 euros?  La mayoría son parados de más de 52 años (433.691 parados, el 44,65% del total), que cobran esta prestación mensual hasta que alcanzan su edad legal de jubilación (66 años y 4 meses o 65 años si ha cotizado suficiente). Otro grupo importante, según los datos del SEPE,  son los parados que han agotado su prestación contributiva (136.785 parados, el 14,8% de los subsidios asistenciales). Y les siguen los parados que han cotizado menos de lo exigido para tener una prestación contributiva (120.766 parados, el 10,07% del total). Luego están los trabajadores eventuales del campo de Andalucía y Extremadura, que cobran la renta agraria (74.518) o el subsidio agrario (82.024 parados), que exige menos requisitos. Y quedan los 97.874 parados (10,07% de los subsidios asistenciales) que cobran la renta activa de inserción, una última oportunidad de cobrar algo para los que han perdido todos los subsidios.

Todos estos colectivos cobran esos 480 euros al mes durante 6 meses, aunque puede extenderse hasta 30 meses a los parados mayores de 45 años con cargas familiares (los mayores de 52 años, cobran el subsidio hasta que se jubilan). Según los datos del SEPE, el 55% de los parados que cobran estos subsidios asistenciales son mujeres, el 68% tienen más de 50 años y el 92% son españoles (sólo un 8% son extranjeros). Y por regiones, la mayoría de los que cobran el subsidio viven en Andalucía (496.691 subsidiados, el 8,20% de sus activos), seguidos de Cataluña (228.093 subsidiados, el 2,4% de sus activos), Comunidad Valenciana  (200.486 subsidiados, el 4,1% de sus activos), Madrid (173.512 subsidiados, el 1,9% de sus activos), Canarias (95.586 subsidiados, el 4,8% de sus activos), Galicia  (81.824 subsidiados) y Extremadura (71.686 subsidiados, el 10,4% de sus activos).

El primer problema que tiene este subsidio de desempleo es que 1 millón largo de parados registrados no cobra nada y que la mayoría de los que sí cobran, esos 963.650 parados que tienen un subsidio asistencial sólo reciben 480 euros mensuales. Eso les lleva a una situación de marginalidad: el 41,7% de los parados están (2022) en una situación de “pobreza” (ganan menos del 60% de la media del país), el doble que la media de españoles (20,4% son  oficialmente “pobres”), según la Red Europea de lucha contra la pobreza (EAPN). El segundo problema, es que muchos parados llevan años en el desempleo, un pozo del que no salen: el 39,67% de todos los parados (1.132.700) llevan más de 1 año sin trabajo, según la EPA. Y la mayoría de los parados con más de 50 años no encuentra trabajo nunca.

La reforma aprobada el pasado martes por el Gobierno y pactada antes con Bruselas (para recibir la 4ª entrega de Fondos europeos, 10.021 millones solicitados el miércoles pasado) busca abordar esos 2 problemas de fondo del desempleo en España: que cobren más subsidio más parados y tratar de sacarles del desempleo, con más exigencias para que sigan cobrando y con más ayudas para recolocarles. Trabajo (Yolanda Díaz) ha hecho más hincapié en mejorar las ayudas y la vicepresidenta económica (Nadia Calviño) se ha preocupado más por exigir una actitud más activa a los parados para buscar trabajo y ayudarles más a recolocarse. Al final, la reforma aprobada es un pacto entre ambas.

El primer objetivo de esta reforma de los subsidios de desempleo (la prestación contributiva no se toca) es ampliar el número de beneficiarios y aumentar lo que cobran. Para ello, se incluyen en este subsidio a 3 colectivos que ahora no cobraban nada, 425.000 nuevos beneficiarios: 150.000 parados menores de 45 años sin cargas familiares (recibirán 6 meses de subsidio, siempre que hayan cotizado 3 años, periodo que los sindicatos ven “excesivo”), 250.000 eventuales agrarios de toda España (ahora sólo tienen derecho los de Andalucía y Extremadura) y otros 25.000 que son trabajadores “transfronterizos” (marroquíes) en Ceuta y Melilla. Ellos, y los 963.650 parados que hoy cobran el subsidio asistencial recibirán una ayuda mayor: los 480 euros actuales subirán a 570 euros los primeros 6 meses, bajarán a 540 euros los 6 siguientes y volverán a 480 euros los 18 meses restantes (el máximo son 30 meses, según edad, circunstancias familiares y duración de la prestación). Sólo los mayores de 52 años seguirán cobrando hasta jubilarse los 480 euros actuales.

Con la reforma, el subsidio asistencial se simplifica y sólo habrá 2 motivos para cobrarlo. Uno, haber agotado la prestación contributiva o no haber cotizado suficiente para recibirla. Y el otro, ser mayor de 52 años y estar en paro. Para el resto, los que agoten esta prestación contributiva, se abre una “pasarela” para que accedan a cobrar el ingreso mínimo vital (IMV), ya fuera del desempleo. Otra novedad es que se acelera el cobro del subsidio: ya no habrá un mes de espera sin cobrarlo, se recibirá desde que se conceda.

El segundo objetivo de esta reforma es conseguir que los parados encuentren empleo, facilitar y promover que lo busquen y encuentren. La primera medida es permitir cobrar este subsidio y trabajar durante menos de 6 meses, algo ahora incompatible. Eso provoca que haya parados que rechacen hoy un trabajo de temporada (verano o Navidad) porque tienen que renunciar al subsidio y lo que ganan no les compensa perderlo. Esto debería facilitar que los parados acepten trabajos y que las empresas los “prueben”.  Sólo se ponen dos salvaguardas, para evitar fraudes: que no pueden hacerlo empresas con un ERE y que una empresa no puede contratar a un parado que haya trabajado con ella el año anterior.

Otra medida para incentivar a los parados a buscar y aceptar trabajo es que se les va a exigir ahora la firma de un “acuerdo de actividad”, a cambio de cobrar el subsidio: se trata de una serie de obligaciones que ha de cumplir el parado para mejorar su empleabilidad. No sólo tendrá que demostrar cada año sus ingresos (con la declaración del IRPF), sino que tendrá que actualizar su situación, hacer los cursos y la adaptación que se le exija y justificar los trabajos que rechace. Todo ello supondrá un mayor control del parado, ya no renovará sin más su demanda para cobrar, como ahora. Y si incumple, perderá el subsidio de desempleo.

La clave del éxito de esta reforma no está en el Real Decreto Ley aprobado la semana pasada, que entrará en vigor el 1 de junio de 2024 (para nuevas cuantías, beneficiarios y requisitos), el tiempo que necesitan las oficinas de empleo para adaptarse. Lo decisivo será la aplicación de la Ley de Empleo, aprobada en febrero de 2023, que pretende conseguir una tutoría personalizada de todos los parados: que las oficinas de empleo tengan un análisis laboral de cada parado y lo ayuden a colocarse, con políticas específicas para cada grupo o colectivo. Se busca que las oficinas de empleo dejen de ocuparse de la burocracia de los subsidios (ahora más simples) y se dediquen a asesorar a cada uno de los parados a salir del paro. Un dato de su ineficacia: en la última década, las oficinas de empleo (SEPE) sólo han intermediado en un 2% de los contratos conseguidos por los parados, según Trabajo. Ahora, el compromiso que se fija la Ley de Empleo es hacer un seguimiento personalizado de cada parado a lo largo de 2024.

En paralelo al Real Decreto de reforma del subsidio de desempleo, el Gobierno se ha comprometido a elaborar en 6 meses (para junio de 2024), con sindicatos y patronal,  una Estrategia para reducir el paro de larga duración, “dar una salida” a esos 1.132.700 parados que llevan más de 1 año sin trabajar, la mayoría mayores de 45 años (el 79% del total). Para conseguirlo, plantea elaborar en 2024 una herramienta que permita  a estos “parados difíciles” acceder a oportunidades de empleo, emprendimiento o formación.

La reforma a fondo del desempleo es clave para un país como España, que tiene el doble de paro que Europa (12% de la población activa frente al 6% la UE-27 y el 3,1% en Alemania, según Eurostat). La derecha y una buena parte de los empresarios siempre han pensado que muchos parados “no quieren trabajar” y prefieren “vivir del paro” (es falso: el 80% de los parados no agotan su prestación, según Yolanda Díaz). Por esa actitud "condenatoria", han defendido siempre  recortes en el seguro de desempleo. El más drástico es el que hizo Rajoy en 2013, recortando la protección, subiendo el subsidio hasta la jubilación de 52 a 55 años  y bajando la cotización pública por los parados (al 80%). Con ello, la cobertura de parados con alguna ayuda se desplomó, del 70,7% que cobraban algo en 2011 al 61,44% en diciembre de 2013, el 54,87% en 2015 y el 56% en mayo de 2018, antes de irse de la Moncloa. El primer Gobierno Sánchez aumentó la cobertura, que ahora está en el 67% (bruta). Y además, como en estos 5 años se han creado 1.738.000 empleos netos, ha aumentado la recaudación de cotizaciones para el desempleo. Y así, hoy tenemos más parados cobrando más (entre 2013 y 2017, el paro asistencial se estancó en 426 euros mensuales) pero, además, el sistema tiene un superávit de +5.700 millones, mientras con Rajoy tenía un déficit de -66.000 millones, según señaló Yolanda Díaz tras el Consejo de Ministros.

Pero seguimos teniendo un problema: España gasta mucho en subsidios a los parados (21.287 millones gastaremos este año 2023) y poco en ayudarles a encontrar trabajo (8.029 millones en 2023, aunque es el doble que en 2014). Por eso, muchos expertos creen que hay que apostar más por las “políticas activas de empleo”, por gastar más en formar y recolocar a los parados, para tener menos parados y gastar menos en subsidios. Y no sólo se trata de gastar más en incentivar la contratación de los parados, sino hacerlo de otra manera, porque hoy el 30% de los incentivos son para rebajar cotizaciones a los parados que se contratan y todo indica que es poco eficaz, que las empresas los contratarían igual y lo consideran una subvención encubierta, no un incentivo real a su contratación.

Por ello, hay que avanzar enpolíticas activas” de empleo eficaces, por 3 caminos: orientar a los parados para ayudarles a buscar trabajo (sobre todo a los mayores y a los colectivos con más problemas para recolocarse), planes de formación para parados ligados a lo que demandan las empresas (que se quejan de que “no encuentran trabajadores”) y una mayor información de la demanda y oferta real de empleo, dinamizando la web de la SEPE (que solo tiene 71.753 empresas registradas, 685.304 demandantes y 51.265 ofertas de empleo). Eso exige destinar más recursos a las futuras oficinas de empleo (Agencia Pública de Empleo), sobre todo contratar personal especializado (como el de las ETTs), dado que tienen muy poco personal (8.000 empleados y necesitarían 3.500 más), demasiado mayor y poco formado para ayudar a recolocar a los parados. Y sobre todo, una mayor coordinación entre autonomías, porque la gestión del desempleo está en sus manos y cada una tiene una política distinta para gestionar los fondos estatales para políticas activas de empleo.

En resumen, que el Gobierno Sánchez ha dado un paso importante para intentar reformar el desempleo, para que los parados sean “menos pobres”, pero la clave sigue estando en conseguir que los 2.855.200 parados actuales encuentren un empleo. Y eso exige más recursos y más personal para reorientarles, formarles y ayudarles a colocarse. Es nuestra gran asignatura pendiente.

jueves, 27 de abril de 2023

EPA marzo 2023: se pierde empleo (menos)

La economía española crece menos y por eso llevamos medio año perdiendo empleo: -81.900 a finales de 2022 y -11.200 empleos en el primer trimestre (la menor caída desde 2008), según la EPA publicada hoy. Pero ahora trabajan 485.900 españoles más que antes de la pandemia. Y, sobre todo, hay 1,68 millones más de trabajadores fijos que antes de la reforma laboral. Eso sí, seguimos con más de 3 millones de parados y un 28% llevan más de dos años sin trabajo. Urge un Plan de choque para recolocar a estos parados, sobre todo mujeres, jóvenes y mayores de 45 años. Y la gestión de las políticas de empleo corresponde a las autonomías, que acaban de recibir 2.803 millones del Presupuesto y los Fondos UE para hacerlo. Un reto del que no se habla para las elecciones del 28-M. Además, urge subir los salarios para reanimar el consumo y la contratación. Hay que dar un empujón al empleo en un año difícil.

Enrique Ortega

El primer trimestre suele ser malo para el empleo, por el fin de las Navidades y el menor consumo en la “cuesta de enero”. Así, en 2022 se perdieron -100.200 empleos, otros -137.500 en el primer trimestre de 2021 y hasta -285.600 al inicio de 2020 (por la pandemia). Este año ha seguido la tendencia negativa, pero menos, por las contrataciones hechas para afrontar una Semana Santa récord: el empleo cayó sólo en -11.100 ocupados, la menor caída desde 2008, según la EPA conocida hoy. El empleo cayó sobre todo en el sector privado (-8.800 empleos) y menos en el sector público (-2.300 empleos), bajando en la industria (-11.200 empleos), agricultura (-5.000) y construcción (-2.700), pero subiendo en  los servicios (+ 7.800 empleos). La pérdida de empleo se debió a los hombres (-52.800 ocupados), porque el empleo de las mujeres aumentó en el primer trimestre (+41.700). Y cayó entre los más jóvenes, creciendo entre los 25 y 34 años y en los mayores de 50 años. Y por autonomías, el empleo cayó en Baleares (-38.600), Castilla y León (-21.400) y Canarias (-13.600), pero creció la ocupación en Andalucía (+66.300), Madrid (+31.400) y Aragón (+7.300).

Con esta ligera pérdida de empleo en el primer trimestre de 2023, ahora trabajan en España 20.452.800 personas, la cifra más alta desde el verano de 2008 (20.556.400 ocupados), según la EPA. Trabajan ahora  368.000 personas más que hace un año y hay  485.900 ocupados más de los que había antes de la pandemia (19.966.900 trabajaban a finales de 2019), a pesar de la posterior crisis por la inflación y la guerra de Ucrania. Y sólo quedan unos 15.000 trabajadores “aparcados” en ERTEs (finales de marzo), la quinta parte que hace un año y muy lejos de los 3,5 millones en ERTEs que había en abril de 2020.

Esta pequeña caída del empleo al inicio de 2023 (-11.100 ocupados) ha llevado a una subida del paro mucho mayor (+103.800 parados en el primer trimestre), porque en paralelo han aumentado mucho los españoles “activos, las personas que buscan trabajo ahora, tras lo peor de la pandemia: los “activos” aumentaron en 92.700 personas en el primer trimestre de 2022 (mientras caían en -29.400 personas el primer trimestre en 2022), agravando más las cifras de paro, según la EPA. Es un proceso que se ha ido viendo trimestre a trimestre: aumentan las personas que buscan trabajo. Y ya hay más adultos “activos” (buscando trabajo o trabajando) que antes de la pandemia: 23.580.500 personas frente a 23.064.100 activos a finales de 2019. Todo apunta a que seguiremos así, con lo que en los próximos meses sucederá lo que hasta ahora: el paro bajará menos de lo que sube el empleo. 

Volviendo al paro, ha subido en +103.800 personas en el primer trimestre, una subida mayor a la de comienzos del año pasado (+70.900 parados) y a las subidas del primer trimestre de 2021 (+65,800 parados) y 2019 (+49.900 parados), siendo superada sólo por el aumento del paro al inicio de 2020, por la pandemia  (+121.000 parados), según la EPA de hoy. El paro ha subido el triple entre las mujeres  (+75.400 paradas) que entre los hombres (+28.400 parados), un síntoma claro de que hay más mujeres buscando trabajo (activas). Y por edades, el paro crece sobre todo entre los mayores de 25 años (+93.400 parados) . El  paro subió sobre todo en los servicios (+147.700 parados). Y por autonomías, el mayor aumento del paro se dio en las autonomías turísticas (+48.000 parados en Baleares y +33.500 en Canarias) y en  Cataluña (+20.000 parados), bajando en Andalucía (-19.100), Madrid (-16.200 y Asturias (-6.700).

La cifra total de desempleados sube a  3.127.800 parados, la más baja en España desde diciembre de 2008 (3.206.800 parados entonces), según el INE. Y la tasa de paro española sube al 13,26 %,  la menor desde 2008 (13,79% de paro), aunque sigue duplicando la tasa de paro europea (6% en febrero) y la de los principales paises de la UE, como Francia (7% de paro), Italia (8%) y sobre todo Alemania (2,9% de paro, cinco veces menos que España).Y sigue muy elevada la tasa de paro juvenil (menores de 25 años): el 30,03% de los más jóvenes están en paro, el doble que en Europa (14,5% de paro juvenil) y más que en Francia (17,6), Italia (22,4%) y Alemania (5,7% de paro juvenil, la quinta parte que en España), según Eurostat.

Los datos de paro, aunque mejores que antes de la pandemia y al nivel de 2008, revelan tres cuestiones preocupantes. La primera, que todavía hay 1.055.300 hogares con todos sus miembros en paro (+ 42.100 hogares que antes de la pandemia). La segunda, que España sigue con 6 regiones que tienen una tasa de paro “escandalosa: Melilla (26,06% de paro), Ceuta (23,9%),), Extremadura (19,53%), Andalucía (18,31%), Baleares (18,14%) y Canarias (17,17% de paro), según la EPA de hoy. Y hay 5 regiones con un paro “europeo”, que ronda el 10%: País Vasco (8,44%), Aragón (8,94%), Cantabria (9,29%), Cataluña (10,37%) y Navarra (12,13%). Y la tercera cuestión preocupante es que aumentan los parados de larga duración, los que llevan más de 1 año sin trabajo: son ya 1.305.000 parados (+22.200 que a finales de 2022), el 41,73 % de todos los parados.

Esto provoca que a muchos parados se les acabe el desempleo y no cobren ya ningún subsidio, pasando a una situación de pobreza extrema. En febrero de 2023, último dato de Trabajo, cobraban alguna ayuda 1.863.952 desempleados: menos de la mitad (el 45,8%) cobraban un subsidio contributivo (según lo cotizado), de 961,6 euros de media, y el resto (un 54,2%) cobraban un subsidio asistencial, de 480 euros mensuales. Así que, solo un 65% de los parados registrados en el SEPE (2.862.260 en marzo) cobran algún subsidio. Y si tomamos los parados estimados por la EPA de hoy (3.127.800 parados), la cobertura del desempleo alcanza sólo al 59,6%. Eso significa que casi la mitad de los parados (el 40,4% %) no cobra ninguna ayuda pública, cuando antes de la pandemia, en 2019, eran sólo un 38,5% los parados que no cobraban nada. De hecho, CCOO denuncia que un 35% de los parados  inscritos en el SEPE con experiencia laboral no cobran ninguna ayuda pública por desempleo (y un 41% si se suman los parados que nunca han trabajado).

Mientras cae el paro y el empleo vuelve a crecer, la mejor noticia es que el empleo que se está creando en 2023 sigue siendo  menos precario, de más calidad, gracias a la reforma laboral aprobada a finales de 2021. En este primer trimestre de 2023, el 45,5% de todos los contratos firmados fueron indefinidos (1.639.200 de 3.600.600), un porcentaje que duplica el de hace un año (22,7% de contratos indefinidos en el primer trimestre de 2021) y cuadruplica los contratos indefinidos de todo el año 2021 (10,9%), según los datos de Trabajo. Y además, de cada 3 contratos hechos este primer trimestre, 2 son a tiempo completo (2.088.600) y 1 a tiempo parcial. Con ello, aumentan los asalariados con contrato fijo (indefinido): eran ya  14.350.600 asalariados a finales de marzo, el 82,72% del total,  1.684.800 trabajadores fijos más que antes de la reforma laboral (había 12.665.800 asalariados fijos a finales de 2021, el 74,61% del total). Y el porcentaje de trabajadores temporales baja del 25,39% al 17,28% ahora, todavía más alto que la media de temporalidad en Europa (12,1% en 2022).

Mientras mejora la calidad del empleo que se crea, el gran reto sigue siendo crear más empleo, porque en España trabaja menos gente que en Europa, en relación a la población: aquí trabajan el 64,4% de los que tienen entre 15 y 64 años, frente al 69,9% que trabajan de media en Europa, el 68,1 en Francia, el 60,1% en Italia y el 77,2% en Alemania, según Eurostat (2022). Eso quiere decir (“a lo claro”) que debería haber 1,8 millones de españoles más trabajando si tuviéramos el nivel de empleo europeo. Y  4 millones más trabajando si fuéramos como los alemanes. Por eso  (y por nuestra menor productividad) tenemos menos nivel de vida que los paises del centro y norte de Europa.

Pero para crear más empleo hay que crecer más y este año 2023 creceremos bastante menos que el año pasado: +1,5% según el FMI y +2,1% según el Gobierno, mucho menos que el +5,5% que crecimos en 2022 y 2023. Por eso, la previsión es que España creará menos empleo en 2023, entre 100.000 y 150.000 nuevos empleos según distintas previsiones (frente a +278.900 empleos creados en 2022). Todo va a depender de la marcha de la guerra en Ucrania, de que siga moderándose la inflación y del daño que hagan las subidas de tipos del BCE, que ya ha aprobado 6 subidas y que se plantea aprobar otra el 4 de mayo (dejando los tipos en el 3,75%). Si la economía internacional no se hunde y tampoco Europa (al borde de la recesión, sobre todo Alemania, Italia y Reino Unido), el empleo podría crecer otra vez este año, empujado por el turismo (que volverá a los récords de 2019) y el tirón de los Fondos europeos (ya han llegado 37.030 millones, que financian casi 300.000 proyectos).

Además de crecer más, el objetivo en 2023 debería ser fomentar el empleo de los colectivos con más problemas para colocarse, básicamente mujeres, jóvenes y mayores de 45 años, que constituyen el grueso de los 3 millones largos de parados a los que hay que dar una salida. Eso requiere dos cosas. Por un lado, dedicar más recursos públicos a las políticas activas de empleo, a formar y recolocar a los parados, sobre todo a los que llevan más de 2 años parados (el 28% de los desempleados). El pasado 11 de abril, el Consejo de Ministros aprobó una partida de 2.803 millones para incentivar la contratación de parados, con recursos del Presupuesto y de los Fondos europeos (231,8 millones). Ya los ha repartido entre las autonomías, que son ahora quienes tienen que gestionarlos. Y las autonomías gestionan también las oficinas de empleo, que necesitan reformarse y modernizarse, porque son un desastre: sólo gestionan el 2% de los contratos. Y sólo 1 de cada 38 parados que cobran el paro llegan a recibir una oferta de trabajo del SEPE.

Así que una buena parte del empleo depende de lo que hagan las autonomías, otra razón más para pensarse el voto este 28-M, junto a la sanidad, la educación o la Dependencia, las políticas públicas que gestionan los gobiernos autonómicos. Y en paralelo, también hay una gran responsabilidad de empresarios y sindicatos, que deberían pactar una subida razonable de salarios y planes de empleo en las empresas que tienen beneficios. Porque hay un problema de fondo, que notamos cada vez que nos obligan a hacer colas o retrasan prestarnos un servicio: muchas actividades están “cortas” de empleo, faltas de trabajadores, aunque ahora vendan y ganen mucho más que antes de la pandemia. Baste un dato: España produce hoy un 23% más que en 2007 (1,32 billones de PIB frente a 1,07 billones) con menos trabajadores (20.452.800 hoy frente a 20.600.000 en 2007). Hace falta que las empresas apuesten por contratar más trabajadores y no sólo por ganar más, a costa de tensar las plantillas en perjuicio del empleo y de la atención a los consumidores. Más contratos hoy son más clientes mañana.