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lunes, 3 de febrero de 2020

El Brexit de nunca acabar


Hace dos días, el 1 de febrero, el Reino Unido dejó de pertenecer a la Unión Europea. Pero todavía quedan meses (y quizás años) para que esta separación de los británicos acabe en divorcio. Ahora falta negociar, antes del 31 de diciembre, su futura relación comercial con los 27: si firman un acuerdo como el que tiene Noruega o como Canadá o hay una nueva prórroga para negociar en 2021 y otra amenaza de Brexit duro. Al final, lo que pretende Boris Johnson es tener una relación comercial estrecha con la UE pero sin obligaciones, a lo que se niegan en Bruselas. Mientras, España es uno de los paises europeos más afectados por la salida de Reino Unido y un posible Brexit duro, sobre todo el sector agroalimentario, el automóvil, el turismo y las inversiones de nuestras grandes empresas, sin olvidar los ciudadanos de ambos paises. La negociación de la futura relación con Reino Unido va para largo y todos saldremos perdiendo con su marcha. Sobre todo ellos.

enrique ortega

Al Reino Unido le costó 15 años ingresar en la Comunidad Económica Europea (1 enero 1973) y llevan tres años y medio intentando salir de la UE, desde el 23 de junio de 2016, cuando una estrecha mayoría (52%) votó en referéndum a favor del Brexit. Los británicos han pospuesto  su marcha, de prórroga en prórroga, hasta que el 31 de enero se ha cumplido la última fecha aprobada por Bruselas y Londres para dejar la UE. Pero el Brexit no ha hecho más que empezar: se ha consumado la salida política (Reino Unido ya no tiene voz ni voto en la UE) pero no la económica: las mercancías, capitales y personas británicas siguen siendo comunitarias, al menos hasta el 31 de diciembre de 2020, fecha marcada para acordar un acuerdo comercial que establezca las futuras relaciones económicas RU-UE.


Esta futura relación comercial del Reino Unido con la Unión Europea podría seguir uno de los tres modelos de relación económica que tiene Europa con terceros paises. Uno, el que se tiene con Noruega, Islandia o Liechtenstein: integrar al Reino Unido en el espacio económico europeo (EEA), una zona de casi libre comercio, a cambio de aceptar los británicos la libre circulación de personas y la jurisdicción del Tribunal Europeo de Justicia, además de contribuir en parte a financiar el Presupuesto europeo. La otra opción es firmar un Acuerdo de Libre Comercio, como el que tiene la UE con Canadá o Corea del Sur, menos favorable para los británicos porque incluye aranceles y restricciones. Y hay una tercera vía, menos interesante, firmar un Acuerdo de Asociación como el que tiene la UE con Ucrania. O una variante menos atractiva, la Unión aduanera que tiene la UE con Turquía, Andorra o San Marino.


Al Reino Unido, especialmente a Boris Johnson, no le gusta un acuerdo como el de Noruega porque huye de “compromisos” con Europa. Lo que buscan es un Acuerdo de libre comercio como el que tiene la UE con Canadá, pero con más ventajas si es posible porque ellos son de alguna forma “europeos”. Pero la nueva presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, ya se lo ha dicho claro: “cuanto mayores sean nuestras diferencias, más distante será nuestra relación comercial”. A lo claro: que si quieres comerciar con pocas trabas con la UE, tienes que jugar con sus reglas en materia laboral, fiscal, medio ambiente o ayudas estatales. Vamos, que no puede aspirar el Reino Unido a disfrutar de libertad de movimiento de mercancías y capitales si no hay libertad de movimientos de personas y si no juegan a lo mismo en materia laboral, fiscal, ambiental o ayudas a sus empresas. Que nada de intentar ser la Singapur de Europa, sin reglas, y competir de forma desleal con la UE.


Dada esta distancia de partida, las negociaciones sobre la relación comercial futura no van a ser fáciles. El 25 de febrero habrá una Cumbre europea para fijar la posición de los 27, para unificar posturas y presentar un bloque firme ante el Reino Unido. Y a partir de ahí, a negociar, con una fecha tope para el acuerdo, impuesta por Boris Johnson: el 31 de diciembre de 2020. “Es poco realista negociar un acuerdo comercial completo en tan solo 11 meses”, ha dicho el negociador comunitario Michel Barnier. Pero lo van a intentar. Lo pactado en el Acuerdo de Salida es que puede haber una prórroga para negociar, de un año más (2021) e incluso dos (2022), pero sólo si lo pide el Reino Unido antes del 1 de julio de 2020. Johnson ya ha dicho que no pedirá otra prórroga, pero el problema lo tendremos en diciembre: si no hay acuerdo sobre la relación futura, sólo quedará darles otra prórroga o un Brexit duro.


El calendario de negociación ha fijado una serie de temas claves para empezar, con la idea de que sirvan de “test” en junio, antes de la fecha clave del 1 de julio, para saber si hará falta una prórroga. El primero, la pesca, la primera línea de esta “batalla comercial”: Bruselas quiere que los barcos europeos tengan “libre acceso” a los recursos de las aguas británicas, una cuestión clave para Francia y España, sobre la que protestan los pescadores británicos mientras su Gobierno pide contrapartidas. Y quieren conseguirlas en el segundo bloque a negociar, los servicios financieros, el otro gran caballo de batalla. Teóricamente, los bancos británicos perderán su pasaporte para seguir operando en el mercado financiero de la UE, pero quieren seguir prestando sus servicios desde Londres, para lo que Bruselas les exige  que operen con la regulación financiera comunitaria. Otros tres temas claves de esta primera fase de la negociación RU-UE son el tratamiento común de las bases de datos, la regulación del transporte por tierra, mar y aire (si no hay acuerdo, Europa restringirá los vuelos británicos) y el suministro de gas y electricidad (sin restricciones ni competencia desleal).


Esto es sólo el principio de la negociación, porque hay miles de cuestiones a acordar,  incluida la regulación de los ciudadanos comunitarios en Reino Unido (3,3 millones) y los británicos en Europa, una cuestión muy polémica. Ambas partes tendrán que respetar sus derechos (de residencia, laborales, sanidad, educación…), un tema que preocupa mucho a los 300.000 españoles que viven y trabajan en Reino Unido y al millón de británicos que viven en España (300.000 de forma permanente). Precisamente, la Cámara de los Lores británica acaba de aprobar que los ciudadanos comunitarios residentes tengan derecho a llevar un documento que acredite su situación legal (2,7 millones de ciudadanos comunitarios ya se han registrado oficialmente como residentes), para evitar problemas. Y otra cuestión clave será Gibraltar y el futuro de la zona fronteriza española (fiscalidad, contrabando, aduana, medio ambiente), que ya se empezó a negociar entre España y el Peñón en enero.


La negociación global será compleja y polémica, también porque en ella se va a inmiscuir Donald Trump, que ha prometido a Boris Johnson una “relación económica especial” entre Estados Unidos y Reino Unido. Y los británicos lo pueden utilizar como arma de negociación: “si no me dais más los europeos, nos echamos en brazos de los norteamericanos”. Y luego está el polémico tema de Irlanda del Norte. El Acuerdo de Salida incluyó que no hubiera frontera entre las dos Irlandas, lo que obliga a que Irlanda del Norte (una parte del Reino Unido, junto a Inglaterra, Gales y Escocia) siga en el mercado único europeo, con una frontera marítima con Reino Unido. Eso significa que Irlanda del Norte estará en la UE y en Reino Unido a la vez, situación que puede permitirle disfrutar “de lo mejor de los dos mundos”, lo que ha llevado a algunas multinacionales instaladas en Irlanda a plantearse trasladar su sede a Irlanda del Norte. De no controlarse esta situación, se agravaría el problema actual de Irlanda, que ya es un paraíso fiscal y comercial dentro de Europa.


Haya o no acuerdo, la relación con el Reino Unido va a cambiar mucho en el futuro. Si se alcanza un acuerdo comercial, lo más probable es que haya ciertas restricciones al libre comercio actual, desde algún tipo de aranceles a cupos o controles por temas sanitarios y fiscales. Y eso provocará “atascos” en las fronteras, al menos en los primeros meses, ya que sólo por el puerto de Dover cruzan 10.000 camiones al día. Y si no hubiera acuerdo ni prórroga (algo impensable hoy, pero nunca se sabe), un Brexit duro sería un drama para todos, porque entrarían en vigor las normas de la Organización Mundial de Comercio y las relaciones comerciales entre europeos y británicos serían como con Brasil, por ejemplo: aranceles (10 o 15% de impuestos a todo), cupos y restricciones. Una crisis.


Aún con acuerdo y Brexit blando, habrá perjuicios en el comercio y los intercambios futuros entre Europa y Reino Unido. Y España será uno de los paises más afectados, el que más de los grandes (más que Francia o Alemania) y el 7º de los europeos, tras Luxemburgo, Irlanda, Holanda, Chipre, Suiza y Malta, según un estudio de S&P. Y eso porque tenemos una relación muy estrecha con los británicos. Por un lado, las inversiones españolas en Reino Unido rondan los 81.000 millones de euros (el 17,2% de toda nuestra inversión fuera), con una fuerte presencia allí de las multinacionales españolas: Telefónica (20.000 millones invertidos), Banco Santander (15.000), Iberdrola (12.000), Ferrovial (5.000 millones invertidos y factura un 45,5% de todos sus ingresos en Reino Unido), Iberia/IAG (5.000 millones y factura allí el 32,7% del total), Banco Sabadell (2.000 millones y obtiene en RU el 24,2% de sus ingresos) Cellnex (2.500), FCC (2.000), Aena (300) o Inditex (100 tiendas).


Por otro lado, el Reino Unido es el 5º mayor cliente comercial de España (tras Francia, Alemania, Italia y Portugal) y le hemos vendido productos por valor de 18.413 millones de euros en 2019 (enero-noviembre), más de los 10.731 millones que les hemos comprado. Hay 90.000 empresas españolas que exportan a Reino Unido y a las que afectará el Brexit, sobre todo a las agroalimentarias, del automóvil, ropa, cerámica, fertilizantes y vino. Y en tercer lugar, los británicos son los turistas que más nos visitan (18 millones al año, el 22% de todos los turistas que llegan a España) y que más gastan (18.000 millones de euros), por lo que el Brexit preocupa mucho a los hoteleros de Canarias, Baleares y el Mediterráneo.


Pero antes de saber cómo nos va a afectar el futuro Brexit (blando, duro o semi), lo seguro es que la salida del Reino Unido de la UE nos va a costar mucho dinero al Presupuesto español, empezando por el de 2021. Y eso porque el año próximo, los británicos dejarán de poner su parte en la financiación comunitaria (10.751 millones anuales) y eso hará que el resto de paises, los 27, aporten más. Se estima que España tendrá que pagar un 17% más al Presupuesto comunitario, unos 1.900 millones más (de 10.170 a casi 12.000 millones en 2021), con lo que nuestro balance con Europa (lo que recibimos menos lo que aportamos) será aún más negativo de lo que ya fue en 2019 (-1.176 millones). Además, al haber un país importante menos a pagar, también se recortará el Presupuesto europeo y con él las ayudas regionales (Fondos FEDER) y al campo (la PAC), con lo que hay un gran riesgo de que España reciba menos fondos europeos a partir de 2021.


Al final, vamos a seguir pendientes del Brexit todo este año por lo menos y lo más probable es que también en 2021. El acuerdo no es fácil y menos si hay interferencias de Trump en la antesala de las elecciones USA de noviembre. El Reino Unido es clave para Europa (es la 2ª economía de la región, con un 15% del PIB europeo y un 13% de su población) y por eso resulta clave mantener una relación económica estrecha, en beneficio de exportadores e inversores (comunitarios y españoles). Pero el Reino Unido no puede chantajear a la UE con la amenaza de un Brexit duro si no les dejamos “operar a su aire”. No es admisible el intento de Boris Johnson de convertir Reino Unido en la Singapur de Europa, una zona económica sin reglas que haga competencia desleal a una Europa que sí se preocupa de cumplir las normas fiscales, laborales y medioambientales. Y el otro riesgo es que los 27 no negocien como un bloque, que el Reino Unido les divida.


Los británicos se van pero tardarán en hacerlo de verdad, quizás 2 años más. Al final, el Brexit “posible” será malo para Europa y más para el Reino Unido, que se ha dado “un tiro en el pie” (que tardarán años en reconocer). Hay que intentar “pasar página” cuanto antes, porque Europa necesita olvidarse del Brexit y afrontar su futuro: asentar su lugar en el mundo, prepararse mejor para una economía global donde sobrevivir y crecer frente a China, Estados Unidos y los paises emergentes de Asia y América. Superar este largo y complicado divorcio con Reino Unido y afrontar un futuro muy complejo.

jueves, 19 de enero de 2017

Llega Trump... y lo sufriremos


Mañana 20 de enero toma posesión Donald Trump como nuevo presidente de EEUU. El mundo entero espera a ver qué hace, porque sus propuestas populistas y ultraconservadoras pueden llevarnos a otra recesión. Antes de llegar a la Casa Blanca, ya ha acelerado 2 cambios que nos afectan mucho: han subido los tipos de interés y el dólar. Y España paga más por su deuda y por el petróleo (al alza). Ahora, si Trump baja impuestos, gasta más y pone aranceles a los productos extranjeros, el precio del dinero y el dólar subirán más y habrá guerras comerciales que dificultarán las exportaciones españolas y nuestras inversiones en USA y Latinoamérica. Y este coctel de tipos altos, dólar fuerte y proteccionismo comercial podría provocar una crisis en China y paises emergentes, agravando el estancamiento de Europa. Desde aquí, poco podemos hacer para frenar a Trump. Pero Europa y España sí pueden contrarrestar sus errores con otra política, que reanime la economía europea y española. Es hora de “blindarse” frente a Trump.
 
enrique ortega

Estados Unidos ha sido la economía que mejor ha salido de la crisis económica de 2008, que superó ya en mayo de 2014. El país creció un 2,4% en 2016, el doble que Europa. Y con Obama, EEUU ha creado casi 12 millones de empleos y el paro ha bajado a la mitad, al 4,7%, (9,9% en 2009), la mitad del paro europeo (9,8% zona euro). Pero por debajo de este brillante balance, hay otros datos preocupantes que afectan al norteamericano medio. Como el enorme subempleo: 9,3% de trabajadores a tiempo parcial, sin seguro médico ni vacaciones, porque no encuentran trabajo a tiempo completo. Y 6 millones de estadounidenses han tirado la toalla y ya ni buscan trabajo, están “desanimados”: sólo el 62,7% de las personas adultas son activos (trabajan o buscan trabajo), el porcentaje más bajo en 40 años. Y los que trabajan, tienen sueldos muy bajos, que apenas suben, con lo que el poder adquisitivo de los trabajadores lleva tres décadas estancado. Al final, todo desemboca en un aumento de la desigualdad tras la crisis: el 1% de hogares más ricos ingresan 27 millones de dólares al año y el 90% de las familias sólo  unos 30.000 dólares. Y el 10% más rico se lleva el 75% de la riqueza USA mientras el 10% más pobre no llega al 1%.

Este descontento es el que lleva a Trump a la Casa Blanca, con los votos de millones de norteamericanos que piensan que su vida puede mejorar con soluciones “mágicas”. Y el resto del mundo “cruza los dedos”, esperando que Trump no pueda cumplir ni la mitad de lo prometido. Cumpla o no su programa, el triunfo de Trump ya ha supuesto importantes cambios para la economía mundial. Básicamente dos. Uno, ha acelerado la subida de los tipos de interés que se avecinaba: el 16 de diciembre, la Reserva Federal subió el precio oficial del dinero un 0,25% (al 0,50-0,75%), rompiendo 8 años de tipos bajos para ayudar a salir de la crisis. Y ahora, la Reserva federal anticipa tres nuevas subidas de tipos en 2017, lo que colocaría el precio del dinero en el 1,50% a finales de 2017. Esta subida de tipos y el triunfo de Trump han reforzado al dólar, que lleva un par de meses subiendo frente al euro (cotiza a 1,05 dólares) y otras divisas, camino de cotizar a la par (1 euro por 1 dólar).

Estos dos importantes cambios, antes incluso que Trump tome posesión, ya han afectado al resto del mundo y muy especialmente a España. Porque somos un país muy endeudado, que emite cada día 600 millones de euros de deuda pública. Y si el 20 de octubre de 2016, España pagó un 1,043% por sus bonos a 10 años, el 17 de noviembre, después del triunfo de Trump, tuvo que pagar ya el 1,498%. Y el 1 de diciembre, el 1,540%, medio punto más. Esto es lo que le ha pasado a todos los paises endeudados, de Europa y emergentes: la llegada de Trump crea incertidumbres y los inversores exigen más interés por prestar su dinero. Y así seguirá pasando a lo largo de 2017: los tipos subirán y financiar la deuda será más caro. En cuanto a la subida del dólar, un 4% desde finales de octubre, supone para España tener que pagar un 4% extra por el petróleo, que ya se paga más caro (+10%) y en dólares más caros, lo que encarece doblemente la factura energética del Estado, las empresas y las familias.

Y todo esto, sin que Trump haya pisado todavía la Casa Blanca. Ahora va a tener todo el poder para aplicar su programa, más conservador que el de Reagan y Bush juntos, con la ventaja adicional de contar con mayoría republicana en el Congreso y el Senado. Y se apoyará en un Gobierno de supermillonarios (vean aquí la fortuna de sus altos cargos). Recordemos las 4 propuestas  básicas de su programa populista y ultraconservador. La primera, bajar los impuestos a las personas, pero sobre todo a los más ricos y a las empresas, que podrán traer sus beneficios del extranjero pagando sólo el 10%. La segunda, lanzar un Plan de inversiones públicas en infraestructuras de 1 billón de dólares en cuatro años, más un aumento del gasto militar, que podrían servir a corto plazo para reanimar la economía y el empleo. La tercera, adoptar medidas contra la importación de productos extranjeros (poniendo aranceles, impuestos, del 35 al 45% a los productos chinos y mejicanos) y frenar los acuerdos comerciales con Asia y Europa, renegociando el Tratado comercial con México y Canadá (NAFTA). Y la cuarta, liberalizar el sistema financiero, quitar a la banca y a la Bolsa muchas trabas y regulaciones que puso Obama tras la crisis financiera de 2008. Sin olvidar su propuesta más peligrosa: no hacer frente al cambio climático. ("es un cuento", ha dicho). Si consigue que EEUU no recorte sus emisiones de CO2 un 27% para 2025, como se comprometió Obama en la Cumbre de París, ni financie parte del Fondo verde del Clima (100.000 millones de dólares), será un grave problema para el resto del mundo y la salvación del Planeta.

Bajar impuestos y gastar más son dos medidas que van a tener unas consecuencias claras: subirá la inflación (está en el 2,1%), el déficit público (es el 4% del PIB) y la deuda pública (muy elevada: es el 250% del PIB), lo que provocará que la Reserva Federal suba aún más los tipos de interés (incluso hasta el 2%), para contrarrestar la inflación, y que haya más inversores que pongan su dinero en bonos y valores USA, lo que hará subir más al dólar. Y el proteccionismo comercial podría provocar “guerras”comerciales de EEUU con China y Europa, perjudicando las exportaciones y el comercio mundial (ya débil). Y si a la banca y a los inversores se les regula y vigila menos, como hicieron Reagan y Bush, ya sabemos qué puede pasar: que aumente la especulación (lo que pasó con las hipotecas basura y los bancos de inversión) y nos llevan antes o después a otra crisis financiera internacional.

El coctel  de tipos altos, dólar fuerte y proteccionismo comercial es muy peligroso para los paises emergentes, desde Latinoamérica a Asia: son paises muy endeudados, que van a tener que pagar más intereses por su deuda y cuyas monedas se van a desplomar, como ya ha pasado con el peso mejicano, un país donde  el 80% de sus exportaciones van a EEUU. Y preocupa especialmente que este coctel sea letal para China, uno de los paises más endeudados del mundo: debe 26 billones de dólares y el 42% de esa deuda está nominada en dólares, con lo que tendrá que pagar más intereses por partida doble. En el caso de Europa, la subida de tipos, el fortalecimiento del dólar y los posibles aranceles son especialmente preocupantes porque el continente apenas crece, está estancada. Y, sobre todo porque el Banco Central Europeo (BCE), que está tirando del carro con su política de dinero barato (al 0%) y compra de deuda, tendrá que cambiar de política: o sube los tipos o los inversores se fugarán a EEUU, buscando más rentabilidad. Y eso debilitará aún más al euro, encareciendo las importaciones y el petróleo, reanimando la inflación (que ya está en el 1,1%).

En este contexto, España es uno de los paises más vulnerables al coctel fatídico de Trump. Básicamente, porque somos uno de los paises más endeudados del mundo: debíamos 2.738.441 millones de euros a finales de septiembre de 2016 (2,7 billones), entre las administraciones públicas (1,1 billones), las empresas (914.883 millones) y las familias (715.865 millones, la mayoría en hipotecas). Y eso significa que por cada 1% que suban los tipos de interés, España tendrá que pagar en intereses 27.000 millones más. Eso si nos financian, porque si los mercados se ponen nerviosos, pedirán más por prestar y sobre todo a los paises más débiles (está subiendo nuestra prima de riesgo: de 111 en octubre a 120 en enero). Y España necesita que le presten 220.000 millones más este año 2017, sólo en emisiones de deuda pública (600 millones diarios), con lo que tendremos que pagar más, unos 3.000 millones extras, que habrá que quitar de otros gastos. Y también será más cara la financiación de las empresas, retrayendo su inversión y empleo.

La subida del dólar encarecerá doblemente el petróleo, que lleva subiendo desde noviembre, por el acuerdo de recorte de producción de los paises OPEP y no OPEP. Y esta doble subida (la del petróleo y la del dólar en que hay que pagar el barril) es especialmente importante para España, un país que importa casi toda la energía y cuya factura energética podría subir más de 10.000 millones en 2017, aumentando los costes del Estado, las empresas y familias (carburantes, luz y calefacción más caros), en perjuicio de su inversión y su consumo. Y subirá la inflación, que ya está en el 1,6%, hasta un 2% de media en todo 2017. Un IPC que se comerá lo poco que suban este año los salarios (1,5%) y las pensiones (0,25%), retrayendo el consumo y el crecimiento.

El tercer componente del “cocktail Trump”, el proteccionismo comercial también afecta mucho a España, por varias vías. De entrada, EEUU es el 6º país del mundo al que más vendemos (tras Francia, Alemania, Italia, Portugal y Reino Unido), 11.410 millones de euros en 2015 (9.290 millones de enero a octubre de 2016). Si Trump poner aranceles a nuestras exportaciones a USA, se encarecerán nuestros productos y lo tendrán más difícil las empresas españolas que venden allí combustibles, máquinas, coches, alimentos y fármacos. Pero además, EEUU es el país extranjero con más inversiones españolas, donde hay colocados 65.000 millones de euros de empresas españolas, que ahora pueden tener más complicado operar allí. Y eso afecta mucho a nuestras grandes empresas, las del IBEX, porque el 15% de sus ingresos (y por tanto de su empleo) dependen del negocio en EEUU. Colateralmente, si Trump pone obstáculos a las importaciones de México y el resto de Latinoamérica, eso afectará mucho a empresas y bancos españoles muy asentados allí, como BBVA, Santander, telefónica, Iberdrola, Mapfre y muchas constructoras.

Al final, como se ve, lo que haga Trump en Estados Unidos será clave para el resto del mundo y especialmente para Europa y España. Si apelamos a la historia, veremos que el giro nacionalista de EEUU con Trump no es nuevo: ya en 1921, tras la resaca de la I Guerra Mundial, llegó al poder en Norteamérica el conservador Warren G. Harding (1921-1923), que replegó a EEUU sobre sí mismo (tras el internacionalismo activo de Woodrow Wilson), con la máxima “Estados Unidos primero” (valdría para Trump). Le sucedieron John Calvin Coolidge (1923-1929), también aislacionista, y el republicano Herbert Clark Hoover (1.929-1933), un defensor del proteccionismo como Trump, que aplicó fuertes aranceles, agravando así la Gran Depresión de 1929 durante los años treinta. Ahora, el temor de los expertos (incluido Moody’s) es que Trump lleve al mundo a una nueva recesión, a finales de 2017 o en 2018.

Y eso, porque la política de Trump, aunque aplique sólo la mitad de sus propuestas, va a ser nefasta también para EEUU, además de para el resto del mundo. Porque el déficit provocado por la bajada de impuestos y el mayor gasto va a aumentar el endeudamiento de EEUU y con ello los tipos de interés y la inflación, frenando la recuperación y aumentando  las  desigualdades. Y el proteccionismo y las guerras comerciales, junto a un dólar fuerte, frenarán las exportaciones, deteriorando el empleo. Un gigante que se cierra es un gigante que vende menos. Y si encima los demás van peor, se contagiará de una nueva recesión mundial, si llega, como en los años treinta

Al final, no podemos impedir que Trump cumpla su programa, pero Europa y España pueden  hacer políticas para contrarrestar los efectos negativos de su coctel fatídico (tipos altos, dólar fuerte, proteccionismo comercial). Primero, Bruselas debía aprobar un Plan extra de inversiones, para reanimar la economía europea, como pide ahora el BCE y  propuso la Comisión Europea (aunque sólo eran 50.000 millones extras) y rechazó el Eurogrupo. Y ya en España, Gobierno y oposición deberían pactar otro Plan de choque interno, reanimando gastos e inversiones necesarias y suavizando el ajuste previsto en los Presupuestos 2017. Porque si de fuera vienen “malos vientos de cara” y encima aquí recortamos y subimos impuestos, creceremos aún menos. Algo que no podemos permitirnos con el doble de paro que Europa. Así que tomen nota: Trump ya está ahí y sus políticas van a afectarnos negativamente, aumentando costes al Estado, empresas y familias (por los tipos y el dólar) y recortando exportaciones e inversiones. Hay que reaccionar ya, tomar medidas para contrarrestar lo que viene. “Blindarse” frente a Trump.