La inversión inmobiliaria en España ha dado un gran salto tres la pandemia. Ya había dado un primer salto tras el estallido de la “burbuja inmobiliaria”, al saltar de 4.700 millones en 2013 a un máximo de 13.900 millones en 2016 y estabilizarse en 12.000 millones en 2019, según datos de la consultora norteamericana CBRE. Pero en 2020, con la pandemia, la inversión inmobiliaria se desplomó, como todo (a 9.000 millones), recuperándose con mucha fuerza después: 17.625 millones invertidos en 2022. Y con la siguiente crisis (la guerra de Ucrania y la inflación disparada), pero sobre todo con la subida de tipos, cayó un 35% en 2023 (11.613 millones), para recuperarse en 2024, con una inversión inmobiliaria de 14.000 millones de euros, que sigue creciendo con fuerza en 2025.
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jueves, 17 de julio de 2025
España, paraíso inmobiliario de Europa
Los inversores y Fondos extranjeros siguen con la fiebre
de realizar inversiones inmobiliarias en España, desde la compra de
oficinas a hoteles, viviendas, locales comerciales, naves logísticas,
hospitales y residencias para estudiantes, también tierras. De hecho, España
será este año el país europeo que atraerá más inversión inmobiliaria.
Y Madrid es la 2ª capital europea
con más compras inmobiliarias, tras Londres, con Barcelona en 4º
lugar. Los inversores siguen comprando inmuebles en España porque
crecemos más, el boom del turismo, la bajada de tipos y por la alta
rentabilidad, dada la constante subida de precios. Todo apunta a que seguirán
las compras y la especulación inmobiliaria, con riesgo de generar otra
“burbuja”, como la que estalló en 2008. Eso sí, esta fiebre de compras
inmobiliarias “calienta” aún
más el precio de la vivienda para quienes la necesitan: en el primer
trimestre, la vivienda en España ha subido el doble que en la zona euro
y cuesta 5.000 euros/m2 en Madrid y Barcelona. Unos especulan con la vivienda y otros no pueden
pagarla. Madrid, la 2ª capital europea con más inversión inmobiliaria extranjera, tras Londres
La inversión inmobiliaria en España ha dado un gran salto tres la pandemia. Ya había dado un primer salto tras el estallido de la “burbuja inmobiliaria”, al saltar de 4.700 millones en 2013 a un máximo de 13.900 millones en 2016 y estabilizarse en 12.000 millones en 2019, según datos de la consultora norteamericana CBRE. Pero en 2020, con la pandemia, la inversión inmobiliaria se desplomó, como todo (a 9.000 millones), recuperándose con mucha fuerza después: 17.625 millones invertidos en 2022. Y con la siguiente crisis (la guerra de Ucrania y la inflación disparada), pero sobre todo con la subida de tipos, cayó un 35% en 2023 (11.613 millones), para recuperarse en 2024, con una inversión inmobiliaria de 14.000 millones de euros, que sigue creciendo con fuerza en 2025.
La bajada de tipos del BCE y el fuerte crecimiento
en España, más los récords anuales del turismo y la fuerte demanda de
viviendas y alquileres han sido los factores que están impulsando las
compraventas inmobiliarias en España, según
CBRE. Aunque el 55% de las compras son de inversores españoles, el tirón de
operaciones en 2024 (14.000 millones de euros, +20% sobre 2023) se ha debido
sobre todo a las inversiones de Fondos de inversión extranjeros,
sobre todo de EEUU (13% operaciones), Reino Unido (6%), otros paises europeos e
inversores latinoamericanos (3,5% del total), que han concentrado sus operaciones
en oficinas (el 40% del total) y en Madrid (35%) y Barcelona (16%).
Casi un tercio de las inversiones
inmobiliarias hechas en 2024 han sido en promociones de vivienda e inmuebles
(4.300 millones, el 31% del total), destacando la compra por Azora y GCI de las
residencias de estudiantes del Fondo EQT. El 2º sector con más
inversiones en 2024 han sido los hoteles (3.200 millones, el 23% del
total), sobre hoteles de lujo en ciudades y zonas de costa. El tercer destino
inversor han sido los locales comerciales (2.900 millones, el 20,7% del
total), el negocio que más creció el año pasado (+129%), por la OPA del Grupo
Hines y Lar sobre Lar España. Le siguen la compraventa de oficinas
(1.600 millones, el 11,4% del total), muy repartida en toda España, y la compra
de naves industriales y logísticas (1.400 millones, el 10% de la
inversión total), concentradas en Madrid y Barcelona.
En 2025 sigue esta fiebre inmobiliaria en España: las
compraventas se han disparado un +32% en el primer semestre, con 5.656
millones invertidos hasta junio, según
datos de la consultora JLL. El mayor volumen de operaciones se ha dado en
oficinas (1.579 millones, +105%), que ha vuelto a ser el subsector líder, seguido
de la compraventa de locales (1.279 millones, +12%), industria y logística (951
millones, +120%), hoteles (860 millones, -38%), inmuebles residenciales (450
millones, +127%) y hospitales (397 millones, +177%). Y su previsión es que las
operaciones se mantengan en la 2ª mitad de 2025, con lo que esperan un aumento
de la inversión inmobiliaria del 15 al 20% en todo 2025.
Todos los expertos destacan que este año aumentará
incluso “el apetito inversor” de los Fondos e inversores extranjeros
por España, dado que volveremos a crecer más que el resto de Europa (+2,6%,
casi el triple del +0,9% que espera crecer la zona euro), el turismo bate
récord tras récord, los tipos siguen a la baja y hay una gran demanda de
vivienda, oficinas, locales y otros inmuebles. Por eso, España figura como el
primer destino de las inversiones inmobiliarias en Europa, que podrían
alcanzar los 214.000 millones en 2025 (+23% que en 2014), según
las previsiones de la consultora británica Savills, que nos sitúa por
delante de Reino Unido y Francia, como destino de las inversiones inmobiliarias
en 2025, según una encuesta a inversores hecha en febrero. Y los activos
españoles preferidos por estos inversores son los inmuebles
residenciales y las naves logísticas, aunque también muestran un
interés creciente por las oficinas en zonas financieras, los hoteles, los Centros
de Proceso de Datos y los locales comerciales.
Otra consultora internacional, la
norteamericana CBRE, destaca el papel creciente de España como destino de
las inversiones inmobiliarias mundiales y apuesta porque el país salte este año
al 2º lugar del ranking europeo de inversión inmobiliaria, sólo
por detrás de Reino Unido y por delante de Alemania, Polonia, Paises Bajos y
Portugal (tras ocupar el 7º lugar en 2022 y el 4º puesto en 2024). Y además,
hay dos ciudades españolas que están entre las capitales europeas más
atractivas para los inversores inmobiliarios: Madrid, que ocupará este
año el 2º lugar en el ranking europeo (era la 5ª en 2023), tras Londres, por
delante de París (3ª), y Barcelona, que ocupará el 4º lugar (era la 6ª
en 2023), por delante de Varsovia (5ª), Ámsterdam (6ª), Berlín (7ª), Lisboa
(8ª), Copenhague (9ª) y Milán (10ª).
La previsión
de CBRE es que la inversión inmobiliaria en España alcance los 16.000
millones de euros en 2025, con un aumento del 15% sobre 2024, que podría
ser incluso mayor si se confirman algunas operaciones pendientes. Según su Encuesta
a los inversores internacionales, un tercio (32%) van a
apostar por el sector residencial, otro 27% por inmuebles para la logística, un
16% invertirá en oficinas, un 10% en locales comerciales y otro 9% en hoteles,
sobre todo de lujo.
Como en 2024, la
mayor inversión inmobiliaria extranjera irá a oficinas, pero el
mayor interés se centra este año en el sector residencial, en los inmuebles
para venta o alquiler, dada la extraordinaria demanda (les interesan sobre todo
las viviendas de media y alta gama) y la falta de oferta y las excelentes
perspectivas de rentabilidad, dado que los precios de las viviendas no dejan de
subir, mes a mes. De hecho, en el primer trimestre de 2025, el
precio de la vivienda en España ha subido más del doble que en la UE-27,
según
Eurostat: +12,3% frente a +5,7%, sólo por detrás de Portugal (+16,3%),
Bulgaria (+15,1%) y Croacia (+13,1%) y muy por encima de la subida del +0,6% en
Francia o el +3,8% en Alemania.
Este “boom” de precios ya ha provocado una
OPA importante en el sector: la
de Neidar (propiedad de Fondos extranjeros y españoles) sobre Aedas
(propiedad del fondo USA Castelake), que dará lugar a la empresa promotora líder en
España. Pero no sólo los inversores y los Fondos compran inmuebles
en España: los extranjeros ya hacen el 15% de las compras de vivienda
en España, sobre todo en islas y costa. Y eso explica que un 35% de las compras
de viviendas se hagan al contado, sin hipoteca. Todo ello, el interés de los
inversores y Fondos más los extranjeros que compran una 2ª residencia
contribuyen a subir el precio de la vivienda. En junio, el precio medio de
la vivienda en España era de 2.438 euros por metro cuadrado, según
Idealista, un 40,68% más que hace 6 años (1.733 euros/m2 en junio 2019). Y
es mucho más alto el precio en Madrid (5.642 euros/m2 y Barcelona (4.920
euros/m2).
El otro sector donde los inversores extranjeros (y algunos
españoles) muestran más interés son los hoteles, por el fuerte aumento de turistas (este
año se esperan 100 millones de visitantes), que cada vez gastan más.
Actualmente, hay multitud de Fondos USA y europeos “a la caza” de hoteles españoles, sobre todo de 5 estrellas y de lujo, donde más está creciendo la
demanda. En unos casos, los inversores los compran con la intención de
gestionarlos y venderlos en unos años y en otros sólo compran el activo pero mantienen
la gestión en las cadenas hoteleras. Sólo en el primer semestre se han
hecho compraventas
de hoteles por valor de 1.800 millones. La primera gran compra de 2025,
en mayo, fue el Hotel Barceló Raval de Barcelona, comprado
por un Fondo alemán (Real IS) a otro
Fondo alemán (Unión Investment). En junio, la cadena Spring Hoteles compró
el complejo hotelero Mare Nostrum (Tenerife) al Fondo canadiense
Brookfield. Y en julio se ha anunciado que un Fondo USA (LCN) quiere hacerse
con el control de Silken, la mayor cartera hotelera del mercado. Y para
septiembre se esperan nuevas operaciones hoteleras.
Además de las compraventas de oficinas, inmuebles
residenciales, sedes logísticas, locales comerciales y hoteles, sigue habiendo bastante
apetito inversor extranjero por los hospitales (por el
auge de los seguros privados que tienen 13 millones de españoles), las residencias
de estudiantes (no hay alquileres asumibles para los jóvenes y eso preocupa
a muchas Universidades) y las residencias de ancianos (con escasas
plazas, a pesar del envejecimiento de la población), las instalaciones para Centros
de Datos (un negocio en auge por la digitalización y la inteligencia
artificial) y hasta el suelo agrícola, tanto para la instalación de paneles
solares y molinos eólicos como para atender a la demanda de nuevas
instalaciones agrarias y agroalimentarias (los inversores lo llaman “agro
business”).
¿Por qué hay tanta fiebre de los inversores inmobiliarios
por España? Básicamente, porque el fuerte crecimiento, el turismo
récord y la alta demanda auguran altos beneficios. En el 2º trimestre de 2025, la
rentabilidad del sector inmobiliario era muy elevada: 7,2% de rentabilidad
para el inversor que tiene alquileres, 11,5% de rentabilidad para las oficinas,
10,1% para los locales comerciales y 6,7% para las plazas de garaje, según
datos de Idealista. Pero eso lo miran sobre todo los inversores
particulares. Los Fondos internacionales analizan el retorno de su
inversión: cuánto van a poder ganar en poco tiempo vendiendo lo que han
comprado. Su motivación es la pura especulación: vender mañana más
caro de lo que compraron. Un
ejemplo: el hotel Raval lo compró en 2012 un Fondo alemán por 40 millones y
lo vende ahora a otro Fondo alemán por 70 millones…
Esta perspectiva de rentabilidad, en las inversiones
inmobiliarias, las oficinas, los locales y Centros comerciales o los hoteles es
lo que está moviendo el mercado y haciendo que España sea tan atractiva. ¿Hay
riesgo de que se esté generando otra burbuja inmobiliaria? Los expertos
dicen que no, pero no está tan claro si se enturbia el panorama
económico internacional y eso afecta al fuerte crecimiento de España. Y el
problema es que la mayor parte de esta inversión inmobiliaria, igual de
rápido que viene se va, a Varsovia, a Lisboa o a cualquier ciudad
latinoamericana o asiática donde pueda hacer negocio rápido.
Lo que está claro es que estos inversores y Fondos no
van a resolver el grave problema de la vivienda en España, sino que lo
agravan. Ya hay demasiados ejemplos de fondos que se dedican a
comprar edificios para echar a los inquilinos y luego disparar los alquileres.
Y lo que es seguro es que la fuerte demanda de inmuebles (y solares) por parte
de inversores y Fondos extranjeros (para luego vender y alquilar) está
disparando aún más los precios de venta y alquiler de la vivienda, que suben
más que en la mayoría de Europa. Por eso, habría que regular el papel de
estos inversores y Fondos, para que no “enturbien” más el mercado y
contribuyan a aumentar la oferta y ofrecer pisos y alquileres razonables. Pero
está claro que esto no es lo que buscan cuando invierten en España.
La inversión inmobiliaria en España ha dado un gran salto tres la pandemia. Ya había dado un primer salto tras el estallido de la “burbuja inmobiliaria”, al saltar de 4.700 millones en 2013 a un máximo de 13.900 millones en 2016 y estabilizarse en 12.000 millones en 2019, según datos de la consultora norteamericana CBRE. Pero en 2020, con la pandemia, la inversión inmobiliaria se desplomó, como todo (a 9.000 millones), recuperándose con mucha fuerza después: 17.625 millones invertidos en 2022. Y con la siguiente crisis (la guerra de Ucrania y la inflación disparada), pero sobre todo con la subida de tipos, cayó un 35% en 2023 (11.613 millones), para recuperarse en 2024, con una inversión inmobiliaria de 14.000 millones de euros, que sigue creciendo con fuerza en 2025.
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jueves, 2 de enero de 2025
Año 2025: cierta normalidad y muchos riesgos
El año 2024 ha sido mejor de lo esperado (con más
crecimiento y menos inflación). Y 2025 podría ser otro año de “recuperación”,
tras cuatro años de crisis (2020-2023) por la pandemia y la inflación disparada.
Pero hay demasiadas incertidumbres, que pueden convertirlo
en un año “gris” o “negro”: las guerras abiertas en Ucrania y
Oriente Medio, la llegada de Trump y su amenaza de aranceles, el temido repunte
de la inflación y la energía, la enorme deuda mundial, el freno a la necesaria
inmigración y, sobre todo, el avance imparable de la Crisis Climática.
En Europa, la crisis política en Alemania y Francia dificulta el avance
de una economía estancada y poco competitiva. Y en España, la
economía “va bien” (aunque muchos no lo notan), pero la parálisis
política impide aprobar los necesarios Presupuestos y las
reformas que nos exige Europa, poniendo en peligro la recuperación.
Y mejorar los servicios públicos o afrontar el grave problema de la
vivienda, los grandes retos de 2025. Los que hacen previsiones económicas coinciden:
2024 ha sido un año mejor de lo esperado. El mundo ha crecido,
el empleo sigue fuerte, la inflación ha bajado y ha permitido reducir
los tipos de interés, sosteniendo el consumo y la inversión,
consolidando una “recuperación suave” de las economías tras
cuatro años muy difíciles (2020 a 2023), por la pandemia y sus secuelas, la
guerra de Ucrania y la inflación disparada. Ahora, esos mismos expertos creen
que 2025
puede ser otro año de “cierta normalidad”, donde se mantenga
el crecimiento y el empleo, siga bajando la inflación y se recuperen más el
consumo y la inversión, apoyados por una energía a precios estables. El problema
es que hay “demasiadas incertidumbres” en el horizonte,
desde los conflictos geopolíticos a la llegada de Trump, el
exceso de deuda, el freno a la inmigración o el avance de la Crisis
Climática. Y en Europa, desde Alemania y Francia a España, la
crisis política que dificulta la recuperación económica.
Empezando por el crecimiento, la
última previsión del FMI apuesta porque la economía mundial va a crecer
en 2025 lo mismo que en 2024, un +3,2%. Sin embargo, las economías “avanzadas”
tendrán un crecimiento bajo (+1,8%, lo mismo que en 2024), debido al estancamiento
de Europa, que crecerá sólo +1,5% (casi el doble que en 2024: +0,9%),
menos que EEUU (+2,2%, algo menos del +2,8% que creció en
2024). Este bajo crecimiento de los paises “desarrollados” vendrá compensado
por un fuerte crecimiento de los paises “emergentes y en desarrollo”,
que crecerán un +4,2% en 2025 (como en 2024), gracias al mayor crecimiento de los
principales paises de Asia, Latinoamérica, África y Oriente Medio, aunque este
año crecerán algo menos China (+4,5% frente al +4,8% en 2024), India
(+6,5% frente al +7%) y sobre todo Rusia (+1,3% frente al +3,6% en
2024).
Así que se espera un crecimiento mundial similar,
que permitirá mantener altos niveles de empleo y tasas de paro a la
baja en la mayoría de paises. Y con una
inflación mundial controlada, que puede subir al 3,5% a
finales de 2025, tras cerrar el año 2024 en el 3,2%, muy lejos ambos de la
inflación récord de 2022 (+9,4% en el verano de 2022). En EEUU
también bajará la inflación (del 2,4% al 2,1% en 2025), lo
mismo que en Europa (del 3,1 al 2,4%, para acercarse al ansiado 2% en 2026).
Y con un crecimiento sostenido y menos inflación, se espera continuar
las bajadas de tipos de interés (más en Europa, al 2% en 2025, y menos
en EEUU, al 3% a finales de año, porque la demanda crece más).
En esta “bola de cristal” sobre 2025, Europa
aparece como el continente que menos crecerá, un +1,5%, aún menos
la zona euro (+1,2%), según
el FMI. Y eso porque Alemania, la tradicional “locomotora” europea, apenas
crecerá (+0,8%, aunque saldrá de 2 años en recesión) y Francia
también crecerá muy poco (+1,1%, lo mismo que en 2024), como Italia
(+0,8%, frente a +0,7% en 2024), siendo España el
país occidental al que se vaticina un mayor crecimiento en 2025: +2,1%,
tras cerrarse 2024 con un crecimiento del 3% (también superior al del resto de paises
desarrollados, incluido EEUU). Esta “ligera recuperación europea” en 2025
se puede acompañar de una cierta creación de empleo y una baja tasa de
paro (el 6,1 bajará al 5,9%), una menor inflación (el
BCE augura una inflación del 2,4% en la zona euro a finales de 2024
y el 2,1% en diciembre de 2025, para bajar del 2% en 2026) y tipos de interés más bajos (del 3% actual al 2% en 2025).
Una vez disipada en el mundo “la niebla de la
inflación” , aparecerán en 2025 los
viejos problemas de la
economía internacional y europea: el bajo crecimiento
(menos al que había antes de la pandemia), los reajustes en las
relaciones comerciales mundiales (menos globalización y más peso de los
bloques y regiones) y el auge del proteccionismo, el alto
endeudamiento mundial (la deuda global supera los 100 billones
de dólares) y el aumento de los déficits fiscales de los paises, tras
años de aumentar las ayudas por la pandemia y la inflación. Y los viejos retos: nuevas tecnologías, Inteligencia Artificial, digitalización, baja productividad en la mayoría de Occidente y, sobre todo, el creciente
impacto de la
Crisis Climática, con un aumento de la temperatura, emisiones y desastres naturales.
Pero además de estas “asignaturas pendientes”,
la economía internacional tiene en 2025 importantes “incertidumbres”
y “riesgos”, que pueden acabar con la “recuperación” de 2024 y
sumergirnos en otra crisis en cualquier momento. La más inmediata, la
llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, el 20 de enero. Un
político “extremista” e “impulsivo”, cuya gestión puede trastocar
la política y economía mundial. Su programa es tremendamente
contradictorio y habrá que ver si sus amenazas y bravuconadas se transforman en
hechos o no. Por un lado, su política de “bajar impuestos” (a los
más ricos) y “desregulación” (dar más poder a los gigantes de
Internet, las finanzas y las grandes empresas) podrían reanimar la económica
USA y la del resto del mundo, aunque subiría la inflación y no bajarían más
los tipos de interés. Pero, sus amenazas de aranceles al resto
del mundo y las restricciones a la inmigración frenarían el
crecimiento (sobre todo en Europa y China) y aumentarían la inflación.
Lo que más teme el mundo de Trump es que
imponga aranceles, un impuesto a las importaciones que lleguen a
USA de México y Canadá (+25%), de China y de Europa (+10% sobre los aranceles
actuales), aunque en su anterior mandato amenazó con hacerlo y no lo hizo. En
el caso de Europa, un 20% de sus exportaciones mundiales van
a EEUU y ahora pagan un arancel medio del 2%. Subirlo al 10%
dañaría especialmente a la industria química europea, aparatos ópticos,
muebles, bienes de equipo y material de transporte. Y los paises más afectados
serían Irlanda, Alemania e Italia, siendo España el 4º país europeo
menos afectado (tras Rumanía, Eslovaquia y Croacia), según
CaixaBank Research. Pero nos afectaría: el coste sería de 1.388 millones
de euros, el 0,1% del PIB.
Otra incertidumbre en 2025 es que aumente el
enfrentamiento comercial USA-China y ver si el gigante asiático puede
reordenar su economía, que crece menos porque ha reducido sus exportaciones (a
EEUU y a Europa) y no recupera su consumo interno, con un aumento de la deuda.
Si Trump y China entran en “guerras comerciales”, lo pagará Europa (y España).
Otro enorme riesgo de 2025 son los conflictos
geopolíticos, las guerras en Ucrania y Oriente Medio, que no terminan y
obligarán a Europa a gastar más en armamento, tras la retirada de Trump de parte
de sus compromisos con la OTAN. Y las guerras siempre complican los precios
de la energía y las materias primas, lo que podría reavivar la
inflación. De momento, el petróleo y el gas cotizan a precios razonables
(salvo rachas de subidas del gas en Europa, por el frío o problemas de
aprovisionamiento). Y los
expertos apuntan a un petróleo más barato en 2025 (73 dólares barril
frente a 82 en 2024), por la esperada caída de la demanda (más en China) y el
exceso de oferta (a pesar de los recortes de la OPEP y Rusia). Y el gas natural,
clave para el precio de la electricidad, está en 48,79 dólares y cotiza
a la baja en las compras para primavera y verano, pudiendo
cerrar 2025 a 46,72 dólares.
Con todo, el principal riesgo que sigue ahí,
aunque apenas se cite, es la
Crisis Climática: 2024 ha sido el año más cálido en milenios,
con una temperatura media 1,5 grados más alta que en el periodo preindustrial
(1.850-1900). Y las
emisiones de CO2 vuelven a crecer, lo que provoca una
concentración de gases de efecto invernadero de 422 partes por millón, un 50%
más que en 1750, antes de utilizarse los combustibles fósiles. Y todo ello ha
multiplicado estos años la proliferación de “desastres climáticos”
(sequías, inundaciones,
olas de calor, huracanes, incendios, hambrunas…), que provocan cuantiosos daños
humanos y materiales, especialmente en los paises pobres y en el sur de
Europa. Y frente a este gravísimo problema, los paises apenas recortan
su consumo de combustibles fósiles y crecen
los políticos “negacionistas”, especialmente en EEUU (Trump podría
salirse otra vez del Acuerdo del Clima) y Europa (con el auge de la extrema
derecha y la derecha negacionista).
Centrándonos en las “incertidumbres” en Europa, el
principal problema es que cuando EEUU vira a la extrema derecha y se concentra
en sí mismo, Europa no tiene la fortaleza política para ser una
referencia mundial, porque el continente está también muy polarizado,
con un auge de la extrema derecha y la derecha tradicional, que dominan
la Comisión Europea. Y por si fuera poco, los dos motores políticos y
económicos de la UE, Alemania y Francia, están “gripados”. En Alemania, la
derecha democristiana podría volver al poder en las elecciones del 23 de
febrero. Y en Francia, el nuevo Gobierno impuesto por Macron no consigue
avanzar y resolver los graves problemas económicos pendientes (como la falta de
reformas y el déficit disparado, que hacen que Francia tenga que pagar la misma prima de riesgo
que Grecia: 0,84% más que Alemania y mucho más que el +0,68% de España o el +0,47% de Portugal). Con esta
debilidad política, resulta difícil que Europa pueda tomar las medidas que
urgen (Plan
Draghi) para mejorar su competitividad y peso político mundial.
Y queda hablar de España en 2025. Las previsiones de todos
los organismos internacionales (FMI, OCDE, Comisión Europea) apuestan porque seguiremos
siendo el
país occidental con más crecimiento, un +2,1%, aunque será inferior
al de 2024 (+3%). Pero será suficiente, según
la previsión del Gobierno, para crear otros 548.000 nuevos empleos
en 2025 (tras los 556.132 que se habrán creado en 2024), lo que supondría
crear tanto empleo como Francia y Alemania juntos.
Pero también en España hay muchas “incertidumbres”
para 2025. La primera, si el Gobierno será capaz de pactar unos Presupuestos
para 2025, que serían claves para poder recaudar más y así gastar
más en los servicios públicos (Sanidad, Educación y Dependencia) y
en la política de vivienda, la primera preocupación de los españoles (CIS diciembre), que
exige un Pacto político entre el Gobierno central, las autonomías y los
Ayuntamientos para conseguir suelo y financiación para promover
250.000 viviendas al año (frente a las 90.000 de 2024). El grave problema de la
vivienda sólo
se puede resolver promoviendo más viviendas (VPO y “libres”), la mayoría
para alquiler, no empecinándose en imponer una Ley de Vivienda
que ahuyenta a los propietarios y no consigue más suelo y más financiación para
construir.
Pero quizás la mayor incertidumbre de 2025 es la
política: la actual polarización y estancamiento político, que frenan
cualquier reforma e impiden cualquier acuerdo (como el de la vivienda). La
economía va bien, aunque muchas familias no lo noten, porque sus sueldos
son bajos y la inflación y el deterioro de los servicios públicos se han comido
parte de sus ingresos y tienen problemas para llegar a fin de mes. Pero la
macroeconomía funciona, se crece y se crea empleo, se exporta y llegan
inversiones extranjeras. El problema es que la
incertidumbre política es tal que no ayuda a la economía, la lastra e
impide reformas urgentes, desde la mejora de la sanidad o la educación
a la construcción de viviendas o la atención a la Dependencia. El bloqueo
político no ayuda a resolver los problemas de la gente. Y esta crispación política acabará dañando a la economía. Ese es el mayor riesgo para España en 2025, junto a Trump y al desconcierto en
Europa.
Ojalá que estos riesgos se disipen y todo vaya bien. ¡Feliz
2025¡
Este aumento del
empleo, junto a otra
rebaja de la inflación (1,9% de media anual en 2025, frente al 2,8% de subida
media en 2024), podrían servir para reanimar el consumo de las familias,
uno
de los 4 motores del crecimiento este año, junto al turismo, la
llegada de inmigrantes y la mejora de la inversión (empujada por los 48.000
millones de Fondos europeos, a los que se sumarían otros 20.000 más en 2025,
entre el 5ª pago de subvenciones y los primeros créditos del Plan de
Recuperación). Y eso contando que no se podrá aumentar el gasto público
y que las exportaciones ayudarán menos en 2025.
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jueves, 28 de noviembre de 2024
Comprar piso a cualquier precio
El precio de la vivienda se ha puesto por las nubes: más
de 200.000 euros un piso de 90 metros y entre 385.000 y 470.000 en
Madrid o Barcelona. En el último año, los pisos en venta subieron un +7,8%,
acumulando una subida del +50% desde 2014, el doble que la inflación y
los sueldos. A pesar de estos precios, las ventas se han disparado, por compras
de inversores, extranjeros y familias
que pueden hipotecarse. De hecho, los pisos en venta “vuelan” en días y los
compradores “no regatean” e incluso “pujan”, pagando más por la poca
oferta disponible. El problema es que faltan pisos, porque ha caído el
stock y apenas se construye: 80.000 viviendas en 2023, 7 veces menos
que en 2008. Ahora, con los alquileres disparados, habrá más familias (e
inversores) que compren piso, con la bajada de tipos. Y la
vivienda seguirá subiendo de precio. Urge construir más, para alquiler y
compra, porque si no, los precios serán imposibles para la mayoría. Enrique Ortega
Los precios de la vivienda no dejan de subir desde hace una década. En el 2º trimestre de 2024, el precio de compraventa de una vivienda subió en España un +7,8% anual, la mayor subida desde 2022, según el INE. Eso es la subida media, porque la vivienda nueva (de la que menos hay) subió un +11,2% anual, la mayor subida desde los años 2.007 y 2008. Y la vivienda usada, la que más se vende, subió un +7,3%, otro récord. Una subida que cuadriplica la inflación anual (+1,8%) y duplica con creces la subida de sueldos este año (+3,06%). Además, los precios de la vivienda suben más en España que en la mayoría de Europa, según Eurostat: +7,9% en el 2º trimestre, frente al +2,9% en la UE-27, +2,9% en Italia y una caída del -4,6% en Francia o del -2,6% en Alemania (“resaca” tras años de subidas).
El problema es que este aumento de precios de la vivienda
“llueve sobre mojado”: la subida acumulada ha sido del +43,8% entre
2014 y 2023, según el
INE, superando ya el desplome de precios sufrido tras el estallido de la
burbuja inmobiliaria, cuando cayó un -41,9% entre 2008 y 2013. Otra vez, la
vivienda nueva ha subido más en la última década, un +58,7%
(frente al -30,5% que cayó con la crisis), mientras se ha encarecido menos la vivienda
usada, un +41,2· (frente a una mayor caída antes, del -51,3%). Ahora se
espera otra subida en esta segunda mitad de 2024, más del 7%, con lo que la
vivienda subirá un +50% entre 2014 y 2023.
Con estas subidas, el precio medio de una vivienda
en España estaba en septiembre en 1.921 euros/m2, según
el Ministerio de la Vivienda, lo que supone 458 euros más (+31,3%) que el
precio mínimo de 2014 (1.463 euros) y el precio más alto de la vivienda en
España desde hace 15 años (1.958 costaba al principio de 2009). Eso supone
que comprar un piso de 90m2 cuesta ahora unos 173.000 euros, 41.000
euros más que hace una década. Pero ese es el precio medio: una vivienda
nueva (con menos de 5 años) costaba 2.255 euros/m2 (unos 203.000
euros) y una usada, 1.911 euros (172.000 euros).
Estos precios que publica la Administración son similares a los que
publica la Sociedad de Tasación, que cifra en 1.903 euros/m2 el
precio medio de la vivienda en septiembre, aunque baja el precio de la
vivienda usada (1.887 euros en junio) y sube más el precio medio de
las viviendas nuevas: 2.930 euros/m2 en junio, lo que supone
263.700 euros de coste un piso de 90 m2. Y refleja enormes diferencias según
las ciudades. Así, una
vivienda nueva en Barcelona cuesta 5.262 euros/m2 (473.000
euros por una casa de 90m2) , 4.493 euros/m2 en Madrid (404.370 euros
por 90m2) , 4.378 en San Sebastián y 3.025 euros/m2 en Bilbao,
mientras cuesta la tercera parte o menos en Ciudad Real (1.314 euros/m2:
118.260 euros un piso de 90m2), Cáceres (1.327) o Badajoz (1.337 €/m2).
Una tercera estadística, la
del Colegio de Registradores, da un coste promedio de la vivienda algo
mayor, 2.114 euros/m2 en septiembre de 2024, subiendo el precio de la
vivienda usada (hasta 2.080 euros/m2) y alineando el precio de la vivienda
nueva con el del Ministerio (2.254 euros/m2). Sus datos reiteran también la
gran diferencia de precios entre autonomías y capitales: por
encima de los 3.000 euros/m2 de media están San Sebastián (5.613 euros/m2:
505.170 euros “de media” por una casa de 90 m2…), Barcelona (4.466 euros
de media, aunque la vivienda nueva cuesta 5.200 euros/m2), Madrid (4.327
euros de media: 390.000 euros por un piso de 90m2 y mucho más si es
nuevo), Palma (3.558 euros de media), Bilbao (3.017 euros/m2) y “casi” Málaga
(2.917 euros/m2). Y lo más llamativo: el 49% de las ventas registradas
son pisos de menos de 90 metros cuadrados…
Estos precios tan elevados por una vivienda se deben
a la escasez de viviendas en el mercado, debido a la caída del “stock”
de viviendas usadas y a la baja
construcción de nuevas viviendas. Por un lado, el stock disponible ha bajado
drásticamente, desde 649.780 viviendas que había en 2009 a las 447.691
viviendas disponibles en 2023, según
el Ministerio de Transportes. Y además, en la mayoría de provincias, el
stock sobre el total de viviendas es bajo (1,66% de media en España), siendo
mayor en las ciudades y provincias con más problemas: Madrid, Barcelona,
Toledo, Sevilla, Tenerife y litoral mediterráneo, aunque en la mayoría tienen
un stock bajo, salvo Madrid (11,4% del parque) y Barcelona (10,86%).
El problema mayor, que explica la escasez de viviendas a la
venta, es que se ha desplomado la construcción de nuevas viviendas, desde
2009 y sobre todo desde 2014. Así, frente a un máximo de 597.632 viviendas “libres”
(sin ayudas públicas) construidas en 2006, se bajó a 356.555 en 2009, a
121.043 en 2011 y a un mínimo de 35.382 viviendas construidas en 2014. Y
a partir de ahí, apenas creció la construcción, alcanzando las 58.853 viviendas
terminadas en 2018, las 84.091 en 2021 y las 80.473 viviendas libres
construidas en 2023, 7 veces menos que en los años del “boom inmobiliario”,
según
los datos de Vivienda. Y este año 2024, se han terminado 41.853
viviendas hasta junio (+2,1% que en 2023). Y peor es la construcción de
viviendas “protegidas” (VPO): sólo se terminaron 8.847
en 2023 (3.311 en la primera mitad de 2024), frente a 68.587 en 2008.
Así que no hay viviendas para vender y por eso los
precios se disparan, sobre todo porque la demanda crece, aumentan
los que buscan piso y las compraventas. Las 10 subidas de tipos del BCE (entre 2022 y 2023)
retrajeron las compras, junto a los altísimos precios, pero ahora, con las
bajas aprobadas (junio, septiembre y octubre 2024) y las anunciadas, las compras se han
disparado: 61.887 en septiembre, un
+41,5% anual y la mayor cifra de ventas mensual desde 2007. Con ello, se
han vendido ya 467.865 viviendas en 9 meses y de continuar la tendencia
(+3,05%), el año 2024 cerrará con 601.000 viviendas vendidas, el tercer mejor dato de
ventas tras 2007 (se vendieron 775.300) y 2022 (650.265 viviendas) . Y 100.000 viviendas más vendidas que antes de la
pandemia (505.467 en 2019).
¿Quién compra un piso en España con estos precios? Pues
hay tres grupos claros de compradores. Uno, los inversores,
empresas y ahorradores particulares que compran un piso para invertir y
especular, para ponerlo en alquiler primero (inmobiliarias, Fondos de inversión
o particulares) y luego venderlo con plusvalías. De hecho, la
rentabilidad de la inversión inmobiliaria en España era del +7,2% en
septiembre, más del doble de la rentabilidad de los bonos del Estado y de
muchas acciones. Un dato que confirma el auge de estos compradores de viviendas
(que no las compran para vivir) es que un
35% de las compras se están haciendo sin hipoteca, pagando al contado
con fondos propios, según los datos del Colegio de Registradores.
Un 2º grupo de compradores de viviendas son los
extranjeros: compraron el 14,90% de las viviendas vendidas en 2023, según
los Registradores, un porcentaje mucho mayor en Baleares (32,5%
de las compras totales), Comunidad Valenciana (28,45%, aunque hay provincias
como Alicante donde son el 44% de los compradores), Canarias (27,25%, aunque
suben al 35,7% en Tenerife)), Murcia (24,68%), Cataluña (16,79%) y Andalucía
(14,31%, pero suben al 33,7% en Málaga). Este año, la mayoría de los
compradores extranjeros siguen siendo los británicos (8,52%) y alemanes
(6,43%), aunque han adelantado a los franceses (5,23%) los compradores marroquíes
(5,46%), polacos (5,32%) e italianos (5,25%).
El tercer grupo de compradores son las familias que
ya tienen una casa y se plantean venderla y comprar otra mejor (pagando la
diferencia con ahorros o una hipoteca) o las familias jóvenes que piden una
hipoteca ayudados por sus padres. El resto, la mayoría de la población
que no tiene casa ni ayuda, es casi imposible que pueda pagar estos
precios, salvo que consiga hipotecarse de por vida, forzados por unos
alquileres imposibles.
Por todos ellos, la demanda de viviendas existe, aunque
los precios estén por las nubes. La prueba no es sólo que se disparen
las compraventas sino que las inmobiliarias alertan que tienen problemas
para buscar piso a los que quieren comprar. De hecho, las
ventas son cada vez más rápidas (antes
se tardaba meses y ahora semanas y horas) y los pisos “vuelan”, sin
que los compradores puedan “regatear” el precio final como antes. Incluso
hay inmobiliarias que hablan de compradores
que ofrecen al vendedor hasta un 10% extra para asegurarse el piso
que quieren… Es la forma de pujar por lo escaso.
Todo apunta a que los precios de los pisos seguirán
subiendo, empujados por la alta demanda, la baja oferta y la mayor presión
por comprar (ahora que bajarán las hipotecas) en vez de alquilar, por los
elevadísimos precios. Precisamente, los
alquileres disparados son la mejor gasolina para la subida de los precios
de las viviendas. El mecanismo es fácil de entender: cuanto más me
cueste alquilar, más me pensaré comprar, sobre todo ahora que bajan los tipos.
Claro que necesito 2 condiciones previas. Una, que los bancos
me puedan dar una hipoteca, algo que depende de mi sueldo y tipo de contrato (si es precario, nada). Si paso este filtro y soy de
los que pueden “optar” a una hipoteca, queda el 2º filtro: tener
ahorrado o que mis padres me presten el 30% del valor del piso, porque
la hipoteca sólo se concede por el 80% del valor de tasación y hay que tener un
30% para la entrada (20%) y gastos (10% para notaría, registro, impuestos
y gastos iniciales).
Supongamos que podemos conseguir una hipoteca y alguien nos
deja ese 30% (o lo ahorramos). Las cuentas están claras: en casi todos
los casos, con los tipos actuales, compensa
más comprar que alquilar. Vemos algunos ejemplos. Si el precio
medio de una vivienda de 90m2 está en 198.810 euros (2.209
euros/m2), deberíamos pedir una hipoteca de 159.048 euros. A
25 años, con el Euribor más 1% (3,69% ahora), nos sale a pagar una
mensualidad de 812 euros, una cuota inferior al alquiler medio en
España, que es hoy de 1.179 euros. Si el piso está en Madrid, hay
que pedir una hipoteca de 261.936 euros, que nos cuesta 1.338 euros al
mes, menos que el alquiler medio de la capital (1.854 euros). En Barcelona, la
cuota sería 1.690 euros frente a 2.079 euros de alquiler. En Valencia, 1.016
euros de hipoteca frente a 1.296 euros de alquiler. Y en Sevilla, 865 euros
mensuales de hipoteca frente a 1.062 euros de alquiler.
Cuanto más bajen los tipos y las hipotecas
y más suban los alquileres, más compensará comprar en vez
de alquilar. Ojo: sólo si tenemos un trabajo “merecedor” de una
hipoteca bancaria” y unos padres que nos presten el 30% del valor, para la
entrada y gastos. Esta es la dinámica que seguirá haciendo subir los
precios de los pisos, junto al interés de los inversores, Fondos y
particulares por comprar para invertir, además del boom de extranjeros
que buscan casa en España. Y a su vez, esta
subida de los pisos animará a los propietarios a subir los alquileres,
para obtener más por una inversión más costosa.
Hay que acabar con esta dinámica, con la “locura” de un
mercado donde los precios disparados de compra y alquiler se retroalimentan.
Para conseguirlo, el camino no es imponer unos controles de precios, que no se
implantan o se evaden (con pisos turísticos, alquileres de temporada o ventas)
sino construir
más viviendas, aumentar drásticamente la oferta, para bajar precios (de
pisos y alquileres). Y para ello, urge actuar en varios frentes.
Por un lado, promover
un Pacto político entre Gobierno, autonomías y ayuntamientos para
conseguir suelo y financiación a los promotores públicos y privados. Hay
suelo, pero hace falta catalogarlo y prepararlo para que sea urbanizable
y esté a disposición de los promotores, a los que hay que reducir burocracia y plazos.
Urge buscar financiación, pública (hay que territorializar
el ICO y especializarlo más en la vivienda) y privada, arrastrando a
los bancos ahora que no hay Cajas. Y hay que actuar sobre los
costes de construcción, mejorar la disponibilidad
de mano de obra y agilizar el proceso (se tardan 100 meses en
una promoción y habría que reducirlo a 50). Y el Estado (central y periférico)
debe gastar el doble en promover viviendas protegidas, directamente y con los promotores
privados, para crear un
parque de 1 millón de viviendas de VPO que ofrezca alquileres asumibles.
Hacen falta 250.000 nuevas viviendas al año para cobijar
a las nuevas familias (120.000) y a los inmigrantes
(330.000 nuevos al año). Se puede conseguir triplicar
la construcción de viviendas si los organismos públicos se ponen a la
tarea y facilitan suelo y financiación, agilizando las promociones privadas y
públicas. Y creando un parque de viviendas VPO, para alquilarlas a las
familias con menos ingresos. En paralelo, facilitar a los propietarios que
alquilen más y a precios razonables, sin
imposiciones, con incentivos fiscales y organismos que les ayuden a
gestionar su alquiler. En definitiva, medidas para conseguir que haya más
viviendas en el mercado, para compra y alquiler. Más oferta de pisos
es la clave.
Los precios de la vivienda no dejan de subir desde hace una década. En el 2º trimestre de 2024, el precio de compraventa de una vivienda subió en España un +7,8% anual, la mayor subida desde 2022, según el INE. Eso es la subida media, porque la vivienda nueva (de la que menos hay) subió un +11,2% anual, la mayor subida desde los años 2.007 y 2008. Y la vivienda usada, la que más se vende, subió un +7,3%, otro récord. Una subida que cuadriplica la inflación anual (+1,8%) y duplica con creces la subida de sueldos este año (+3,06%). Además, los precios de la vivienda suben más en España que en la mayoría de Europa, según Eurostat: +7,9% en el 2º trimestre, frente al +2,9% en la UE-27, +2,9% en Italia y una caída del -4,6% en Francia o del -2,6% en Alemania (“resaca” tras años de subidas).
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lunes, 25 de noviembre de 2024
Crecemos, pero mucha gente no lo nota
La Comisión Europea dice que España crecerá este año +3%,
más que en 2023, el triple que Europa y
más que EEUU. Pero la mayoría de la gente, según el CIS, cree que
la economía está “mal o muy mal”. ¿Qué pasa? Básicamente, que la
inflación se ha comido los ingresos de los españoles y ganan realmente
menos que hace 15 años. Además, les agobia la vivienda (hipotecas y
alquileres) y el deterioro de los servicios públicos: sanidad
(12,4 millones pagan un seguro privado), educación (muchos gastos) y Dependencia
(pagan a cuidadores). Y mientras, los salarios pierden peso y crecen los
beneficios empresariales y la desigualdad. En definitiva, la
economía “va bien”, pero muchos españoles no lo notan. Es lo que ha pasado
en EEUU: Biden logró crecer mucho y crear empleo, pero las elecciones las ganó
Trump. Hay que repartir mejor el crecimiento, con mayores
subidas de salarios y mejoras en la vivienda y los servicios
públicos, para que no ganen los populistas reaccionarios. Hace muchos años, quizás desde 2004 a 2007, que la economía
española no atravesaba una situación tan positiva como ahora,
algo que reconocen hasta los economistas más críticos. Llevamos varios años
creciendo más que Europa y la
Comisión Europea ha anticipado que España crecerá este año un +3%,
más que en 2023 (+2,7%), el
triple que la UE-27 (+0,9%) y más que Alemania (-0,1%), Francia (+1,1%), Italia
(+0,7%) e incluso EEUU (+2,7%). Y se han creado
+1.856.100 empleos desde antes de la pandemia (+433.300 este año,
hasta septiembre). La inflación está por debajo del 2% y es menor a la
europea (1,8% frente a 2,3% en la UE-27 en
octubre). El
turismo volverá a batir este año un récord histórico de turistas (93
millones) y de ingresos (125.000 millones euros, el doble que en 2015). Las
exportaciones están estancadas, pero crecen más que las europeas
desde 2019. Aumentan las
inversiones extranjeras, unos 30.000 millones de media, frente a
20.000 hace una década. Somos el país que ha recibido más
Fondos europeos, 47.943 millones.
Y este será el undécimo año con superávit
de España con el exterior: generamos más divisas de las que
necesitamos, lo que nunca pasó con el franquismo ni con la democracia hasta
2013.
En resumen, tenemos una economía más saneada y más
solvente. Son datos, oficiales e indiscutibles.
Pero la mayoría de los españoles no los ven y su
percepción de la economía es muy negativa, según la ultima Encuesta del CIS
(Barómetro de
octubre): el 38,2% creen que la situación económica es “mala”
y otro 20,8% la ven “muy mala”, siendo “buena” sólo
para el 29,2% y “muy buena” para otro 2,2% (el resto no sabe o no
contesta). Curiosamente, cuando esa Encuesta les pregunta por “su situación económica
personal”, los mismos encuestados la ven muy positiva: el
58,1% la ven “buena” y el 3,5% la ven “muy buena”, mientras sólo el 20,2% la
ven “mala” y el 6,3% “muy mala”. Una aparente contradicción que quizás se
explica porque muchos de estos encuestados se han beneficiado de mejoras
evidentes estos años: un empleo más estable, subida del salario mínimo (+54%),
ingreso mínimo vital o ayudas públicas para bajar el recibo de la luz, los
carburantes o los alimentos.
En cualquier caso, ¿por qué los datos económicos son
buenos y la mayoría de españoles creen que la economía esta mal o muy mal? La primera explicación podría estar en que el
Gobierno Sánchez no ha sabido explicar sus logros, en medio de un
barrizal político y mediático que no destaca los logros económicos y sí
los múltiples problemas políticos y
sociales que aparecen cada día, para desgastar al Gobierno. Pero hay una
explicación más de fondo: la
inflación se ha comido estos años parte de los ingresos de la mayoría de
los españoles (+40% ha subido la cesta de la compra y +50% la luz en los últimos 4 años), sobre todo los que viven de su trabajo, que ven cómo crecen
los ingresos de los que ganan más y los millonarios, en paralelo a la pobreza y la desigualdad.
Y esto crea una enorme frustración, no sólo contra un Gobierno
como contra “un sistema” donde, a pesar de las crisis, los que
antes vivían bien, ahora viven mejor. Y ellos no.
Pongamos datos a esta pérdida de poder adquisitivo de
los españoles. En 2008, antes de la crisis, la renta media por
persona era de 10.737 euros, según el INE, y con la
crisis, cayó a 10.391 euros en 2014. A partir de ahí, empezó a
recuperarse, hasta los 11.680 euros en 2019 y los 14.082 euros en 2023.
Un aumento de ingresos del +31,15% desde 2008 a 2023. Pero en estos 15
años, la inflación ha subido un +33.9%, según
el INE, con lo que hemos perdido poder adquisitivo, un -2,4%. Todos. Y si comparamos
los ingresos de 2023 con los de antes de la pandemia, han aumentado un +20,56%
y los precios un +17,9%, así que la mejora es sólo del +2,66% en estos 5
años. Como para no notarlo.
Veamos lo que ha pasado con los trabajadores, los que
viven de un sueldo. El salario medio ha pasado de 19.850 euros en 2009
(el máximo, antes de la crisis financiera, desde los 13.279 del año 2.000) a
los 23.981 euros en 2023, según
los datos de la Agencia Tributaria. Una subida del +20,81% en estos
15 años, que se ha comido con creces la inflación acumulada, dado que el IPC ha
subido estos años un +32,9%. Pérdida de poder adquisitivo:
-12,09%. Y si nos centramos en los últimos años, tras la pandemia, se
repite la pérdida: los sueldos en convenio han subido un +12,93%
entre enero de 2020 y octubre de 2024, según
Trabajo, mientras la subida acumulada de los precios ha sido del +19,1%.
Resultado: pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores con convenio
del -6,17% (sin convenio, más). Los pensionistas, sin embargo, han
salido ganando estos años. La pensión media ha pasado de 11.369
euros en 2009 a 18.813 en 2023, según
la Agencia Tributaria. Una subida del +65,4%, que duplica lo que subió la
inflación esos años (+32,9%) y da una ganancia neta del +32,5%.
Mientras los ingresos “reales” (descontando la
inflación) han bajado para la mayoría y los salarios actuales son muy bajos (4 de cada 100 trabajadores ganan menos de 2.000 euros brutos, unos 1.700 netos, según la EPA), hay gastos que se han
disparado estos años, como la vivienda o la energía. En el caso de las
familias que pagan una hipoteca (4 millones), han visto subir la
cuota desde 2022, cuando el BCE inició las subidas de tipos (10 en 14 meses):
de una media de 482 euros a principios de 2022 a un máximo de 819
euros en octubre de 2023, aunque luego estén bajando (675 ahora). Y
se han disparado el
coste de los pisos (de 150.000 euros un piso de 80 metros en 2019 a
180.000 en 2024) y, sobre todo, de los alquileres: el alquiler medio ha
pasado de 10,4 euros/m2 en
2019 (936 euros una casa de 90 metros) a 13 euros/m2 en
octubre de 2024 (1.030 euros, +30%), subiendo mucho más en las
grandes ciudades.
Y otro problema para el bolsillo de los españoles estos años
ha sido el deterioro de los servicios públicos, agobiados por los
recortes del pasado y el aumento de población (+1.627.985 residentes
entre enero de 2020 y septiembre 2024) y de necesidades. El problema más
preocupante es la
sanidad, con un aumento en las listas de espera (desde el médico
de familia a especialistas y operaciones), lo que ha obligado a 12,4 millones
de españoles a contratar un seguro médico privado, que este
año sube un 10%. En la
educación, las familias con hijos pagan más cada año, desde la
guardería a los colegios concertados (y privados), por cuotas “voluntarias”, libros,
extraescolares, uniformes, comedor o transporte. Y la
Dependencia atiende sólo a una parte de los mayores y discapacitados
(hay 310.000 dependientes en listas de espera), lo que obliga a muchas
mujeres a trabajar a tiempo parcial (reduciendo sus ingresos) o a contratar
cuidadores para ayudarles con hijos y padres.
Con este panorama, sueldos que suben menos que la inflación
y gastos crecientes, no es extraño que casi la mitad de españoles (22
millones) tengan problemas para llegar a
fin de mes, según
el INE. En 2023, un 46,4 % de los hogares (8.950.000) tenían
dificultades para llegar a fin de mes, casi tantos como en 2019 (47,9%). De
ellos, el 8,9% de hogares (1.716.374, donde viven 4,3 millones de personas)
tenían “mucha dificultad” para llegar a fin de mes (un 9,4% de
toda la población, frente al 6,8% en la UE-27). Otro 12,7% de hogares
(2.450.000) tenían “dificultad” para llegar a fin de mes y otro 24,8%
de hogares (4.782.000) tenían “cierta dificultad” para llegar a fin
de mes. En total, el 48,8% de la población tiene mucha, mediana o
alguna dificultad para llegar a fin de mes, según
el INE.
Y lo peor: todavía tenemos muchos “pobres”, personas
que ingresan menos del 60% que el conjunto de españoles (ganan menos 916 euros al mes los solteros y menos
de 1.923 euros los hogares con dos adultos y dos niños): eran 9,7
millones de personas en 2023, uno de cada cinco españoles (20,2%),
un porcentaje que sitúa a España
como el 6º país con más “pobres” (por ingresos) de Europa (72
millones de pobres, el 16,2% de europeos), sólo por detrás de Estonia y Letonia
(22,5% pobres), Rumania (21,1%), Lituania (20,6%) y Bulgaria (20,65). Y España
todavía tiene un
alto índice de desigualdad: la renta del 20% más rico es 5,5
veces superior al 20% más pobre, un problema enquistado (5,6 veces en 2008).
Y somos también el
6º país europeo con más desigualdad (la media UE-27 son 4,7 veces),
sólo por detrás de Bulgaria (6,6), Lituania (6,3), Letonia (6,2), Rumanía (5,8)
y Portugal (5,6).
España crece más que Europa desde 2021, pero uno
de los motores es el aumento de población, sobre todo extranjera (la población
total ha aumentado casi 3 millones desde 2007 a 2023). Por eso, nuestro crecimiento
real per cápita es menor y ese es el dato que se traduce en mejora de
rentas y nivel de vida. De hecho, el
PIB per cápita (lo que produce cada español) ha pasado de 23.594
euros en 2007 a 30.810 euros en 2023. Un aumento productivo del +30,5%.
Pero si se descuenta la inflación en estos años (+39,7%), el PIB por
habitante real ha caído (-9,2%). Y eso explica el deterioro de la renta
real y los salarios reales (descontando la inflación). Producimos más pero
siendo más y con mucha inflación.
Esto se traduce en que España se distancia de la renta y
del PIB por habitante europeo, que ha crecido más. Así, en 1986,
cuando ingresamos en la CEE, el PIB por habitante de España (homogeneizando la
inflación) era el 76% de la media europea. Fuimos mejorando y en el año
2.000 rozamos la media (98% del PIB por habitante UE), superándola
por primera vez en 2002 y alcanzando un máximo en 2006 (nuestro PIB por
habitante era el 105% del europeo). Pero llegó la crisis financiera y
se desplomó, hasta el 96% en 2016 y un mínimo del 83% en 2020 y
2021, por la pandemia. Después ha mejorado algo: en
2023 teníamos el 88% del PIB por habitante de la UE-27, ocupando
el lugar nº 16 en el ranking de productividad por habitante
(aunque seamos el que más crece), detrás de Luxemburgo (239% de la media
UE), Irlanda (211%), Dinamarca (127%), Paises Bajos
(130%), Austria (123%), Bélgica (118%), Alemania (115%), Suecia
(114%), Finlandia (108%), Malta (105%), Francia (101%), Italia
(97% media UE), Chipre (95%), Chequia (91%) y Eslovenia (91%), según
Eurostat.
¿Por qué somos menos productivos y tenemos menos renta
que 15 paises europeos? Básicamente, hay dos causas de fondo:
en España trabaja menos gente y trabajan peor, con menos eficacia y
productividad (ver
Blog). Por eso seguimos lejos
de la Europa rica y nuestras rentas y salarios no acaban de despegar. Pero
hay otra razón: tras las dos crisis, los salarios se han frenado,
mientras los
beneficios empresariales se han recuperado y crecen año tras año.
España crece, pero unos se benefician más que otros de este crecimiento,
por sectores y grupos sociales. Es un crecimiento que se reparte de forma
desigual. Y por eso, los
salarios han perdido más trozo del pastel
en el reparto de la renta: del 49,87 % en 2018 al 48,28% en 2023 (-1,59%), mientras los
beneficios empresariales han pasado del 41,11% al 42,86% (+1,75%), perdiendo
también los impuestos (8,86% restante).
Y eso pasa en toda Europa y EEUU: las grandes empresas ganan cada
vez más y los más ricos también, mientras los ingresos de la mayoría se
estancan y no llegan a fin de mes.
Si no se toman medidas para que los ciudadanos “noten”
que se benefician de este crecimiento
récord, antes o después habrá elecciones y una mayoría de
ciudadanos “castigará” al Gobierno (como sucede en medio mundo) y pondrá
al frente a populistas y neoliberales que empeorarán las cosas. Porque
lo que está en juego es cómo se reparte el crecimiento. Y hay posturas
políticas que defienden realmente los intereses (e impuestos) de las
minorías más ricas, aunque digan que defienden a la clase media y a la
mayoría. No se dejen engañar.
Esta es la cuestión que está detrás del auge de los
populismos y la extrema derecha en muchos paises, al margen de la
bonanza económica. Así, Biden
logró que la economía USA creciera más que
nunca y creara mucho empleo, bajando la inflación, pero
muchos americanos “sentían” que no vivían mejor (con sus salarios
reales también estancados, como en España) y votaron a Trump, que ganó
las elecciones. Este es el riesgo que tenemos en España, donde la
economía va bien, pero la gente no lo nota y el crecimiento se ha repartido de
forma desigual. Urge tomar medidas para “aumentar el rendimiento
social de nuestro crecimiento”, lo que obliga al Gobierno a actuar
en tres frentes: fomentar una
mayor subida de salarios (promoviendo mejoras de productividad, con la
modernización de la economía y una gestión empresarial más eficaz), mejorar
el acceso a la vivienda (construyendo más viviendas y no “asustando” a
los propietarios, para que alquilen más) y reforzar
los servicios públicos (sanidad, educación, Dependencia y servicios
sociales), lo que exige recaudar más con una reforma fiscal de verdad (no
los “parches” aprobados).
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lunes, 9 de septiembre de 2024
La economía bien, la política mal
Tras las vacaciones, España afronta un otoño muy
complicado, más en los temas políticos que en la economía. Los datos
oficiales revelan que hemos superado la triple crisis de la
pandemia, la guerra der Ucrania y la hiperinflación, con mejor nota que la
mayoría de Europa: crecemos el triple, creamos más empleo
(1,7 millones desde 2019) y la inflación ha bajado al 2,2%. Pero mucha
gente no nota esta mejora de la economía, porque sus salarios
apenas crecen y todo es más caro. Y les agobia pagar un alquiler, el colegio
o la universidad y una sanidad privada o una residencia. Y las autonomías
piden más recursos, mientras se enquista una reforma de su financiación.
Además, persiste el problema de la inmigración ilegal (manipulada por la
ultraderecha) y parece imposible que el Gobierno apruebe un
Presupuesto para 2025. Al final, la polarización y el enfrentamiento
político impiden mejorar la economía y los problemas que preocupan a los
españoles. Estamos ante el riesgo de una “Legislatura fallida”.
Además de crecer más que la mayoría, España ha superado
también, como el resto de Europa, el grave problema de la hiperinflación: la
inflación anual ha bajado al 2,2% en agosto de 2024, según
el INE, como la eurozona (2,2%)
y muy lejos del 10,5% que subían los precios en agosto de 2022 (tras la guerra
de Ucrania y el tirón de los precios de la energía, las materias primas y los
alimentos).Y eso, a pesar de unos tipos de interés récord impuestos por
el BCE (en el 4,50%, aunque los
bajó en junio al 4,25%, todavía el tipo más alto desde 2008),
que han encarecido hipotecas y préstamos, debilitando la recuperación más que
la inflación.
A pesar de que “la economía va bien”, la
mayoría de los españoles “no lo notan”, según las encuestas del CIS.
La razón es evidente: tras dos años de fuerte subida de precios (2022 y 2023), todo
es mucho más caro ahora. Y a muchas familias les cuesta más llegar a fin
de mes, porque sus sueldos han subido menos que la inflación.
Es lo que pasa incluso este año: la inflación anual media sube un
+3,2% hasta agosto y la subida salarial en los convenios firmados (hasta
julio) es
del +2,9%. Así que los trabajadores con convenio pierden
poder adquisitivo (-0,3%) y los que no tienen convenio más. Y eso ha
pasado también en 2022 y en 2021. De hecho, los trabajadores
españoles han perdido un -5,16% de poder adquisitivo entre 2020 y agosto de
2024, según los datos del INE
y Trabajo.
Eso explica que muchas familias no noten en sus bolsillos “la
mejora de la economía”. Eso contrasta con la situación de las empresas, que
han mejorado sensiblemente su facturación, márgenes y beneficios en estos
últimos cuatro años y medio. El margen bruto sobre ventas se ha
disparado: es el 13,5% entre abril y junio,
según el Observatorio de Márgenes Empresariales, lo que augura un tercer
año récord de márgenes, tras un +12,9% en 2023 y 12,1% en 2021, por encima
del 10% de 2020 y 11% de margen en 2019. Así que mientras las familias pierden poder adquisitivo, las empresas suben márgenes (a pesar del aumento de
costes), subiendo precios. Y eso les ha permitido aumentar sus
beneficios estos años. En 2024, de enero a junio, las
empresas cotizadas ganaron 32.099 millones, un +15,22% de aumento,
sobre todo las energéticas, eléctricas, bancos y distribución.
Las familias españolas tampoco notan que “la economía
va bien” porque siguen con problemas económicos preocupantes en su día a
día. Por un lado, los servicios públicos esenciales se
han deteriorado y les siguen costando dinero. Es el caso de la Sanidad,
donde crecen las listas de espera, no sólo para el especialista,
sino para ver al médico de familia, lo que se traduce en que contratan cada vez
más un seguro médico privado: 12,4
millones de españoles lo pagan cada mes, 1 de cada 4 personas (un 38,7%
en Madrid y un 32,4% en Barcelona). Y
también es costosa (y complicada) la educación de los hijos, desde
la guardería y el colegio (con gastos
crecientes en los concertados) a la Universidad y la FP (cada vez más
privada). Y lo mismo el atender a los dependientes (mayores), muchos en
espera de ayuda (331 días de media y 130.643
con derecho reconocido y en “lista de espera”) y otros sin atención y obligados a pagar caras
residencias (la mayoría privadas).
Así que tres servicios claves, Sanidad, Educación y
Dependencia funcionan “tensionados”, faltos de recursos y personal,
lo que obliga a las familias a gastarse dinero en cubrir sus necesidades
sanitarias, educativas y dependencia. Y estos servicios los gestionan las
autonomías, que se
quejan de falta de recursos de la Administración Central. Pero el Gobierno
asegura que les anticipará 147.412
millones de euros en 2025, a cuenta de los ingresos que les corresponden
por impuestos, un +9,5% sobre 2024 y la mayor aportación de la historia. Y
recuerdan que han
transferido a las autonomías 178.750 millones más (+40%) durante los
Gobiernos de Sánchez (entre 2019 y 2023) que los recibidos con los Gobiernos de
Rajoy (2013-2017).
Este otoño volverá con fuerza el tema de la
reforma de la financiación autonómica, la petición urgente de todos los
Gobiernos regionales para contar con más recursos para atender a
los servicios públicos que gestionan (sanidad, educación, dependencia, ayudas y
servicios sociales, vivienda…). Una petición justificada porque el actual sistema
de financiación se aprobó en 2009 y debía haber sido reformado en
2014. El Gobierno Sánchez promete presentar una reforma a las
autonomías este año, pero el problema es la falta de acuerdo político
entre el PP (que gobierna en 11 autonomías, más Ceuta y Melilla, aunque no
tienen todas una postura común) y el Gobierno. Y eso, porque lo
que está en juego son los criterios de reparto de los ingresos que
corresponden a cada autonomía.
En el sistema de financiación actual, lo que
prima es la población de cada comunidad: las más pobladas reciben más
ingresos en el reparto de la recaudación total (también las autonomías más
ricas contribuyen con más ingresos). Y eso perjudica
a autonomías con menos población, que piden ahora un nuevo
sistema de reparto de la financiación que prime más el porcentaje de
población mayor o la diseminación de la población y el peso de la España
vaciada. Según los criterios que ser fijen, habrá autonomías que reciban comparativamente
más dinero que ahora y otras menos (aunque todas ingresarán más).
Con la financiación autonómica actual, hay 5 autonomías “infra
financiadas”, que reciben menos recursos por habitante que la media en
España (3.365 euros), según el
último estudio de FEDEA: Murcia (3.056 euros por habitante), Comunidad
Valenciana (3.089), Andalucía (3.182) y Castilla la Mancha
(3.193), más Madrid (que recibe 3.364 euros, 1€ menos que la media).
Estas autonomías son las que más se quejan de falta de recursos, porque llevan
10 años ya recibiendo menos de lo que les correspondería con un sistema
“más justo”. Las 10 autonomías restantes están “sobre financiadas”, reciben
más que la media (3.365 euros por habitante). Las 4
regiones que se benefician más del actual
sistema son La Rioja (recibe 3.954 euros por habitante, 898
euros más que Murcia), Cantabria (3.944 euros), Baleares (3.877
euros) y Extremadura (3.809 euros por habitante), seguidas de lejos por
Canarias (3.696 euros), Castilla y León (3.573 euros), Aragón (3.529 euros),
Asturias (3.584), Galicia (3.448) y Cataluña (3.396 euros).
Otro problema clave de este otoño, que afectará a las
autonomías y a todos nosotros, será la aprobación de los Presupuestos para
2025. El Gobierno
promete presentar un proyecto este mes de septiembre, pero no cuenta con
mayoría para sacarlo adelante, a la vista de que Junts (el partido de
Puigdemont) ya
votó en contra del techo de gasto que aprobó el Gobierno en julio (y
amenaza con sumarse al PP y Vox en el veto a los Presupuestos de 2025). Si el
Gobierno no consigue el apoyo de Junts (y de ERC, el PNV, Bildu o Podemos),
tendrá que prorrogar
los Presupuestos actuales de 2024 (que ya prorrogaron los de 2023) para
2025, al igual que se prorrogaron los de 2018 (en 2019 y 2020). El problema
es que la
prórroga obligaría a gastar menos (-22.288 millones), porque el techo
de gasto sería el de 2023 (173.065 millones) y no el propuesto para 2025 (195.353
millones). Así que no aprobar el Presupuesto para 2025 supone gastar 22.288
millones menos, que se traduce en menos recursos públicos para sanidad,
educación, Dependencia o inversiones que tanta falta hacen…
Con todo, la pelea más “sonora” de este otoño será la
inmigración, no porque sea lo que más preocupa a los españoles sino
porque la derecha y la ultraderecha creen que es la bandera que les da más
votos. Hay un dato preocupante: la inmigración ilegal hacia España se
ha disparado: 56.852
inmigrantes ilegales entraron en España en 2023 (39.910 por Canarias), un
82% más que en 2022. Y en la primera mitad del año 2024 han llegado 26.585
inmigrantes ilegales, un 90% más que en 2023. Está claro que hay que frenar
este ritmo de llegadas, sobre todo con
acuerdos con los paises de salida (ahora Mauritania, Senegal, Mali y
Gambia, muchos con conflictos bélicos) y con medidas internas (el Gobierno expulsó a 2.515 inmigrantes irregulares en el primer trimestre).
Está claro que hay
que regular la inmigración, facilitando la llegada de extranjeros
de forma legal y limitando la vía de la inmigración ilegal (que no parará). De
hecho, España necesita la llegada de 200.000 extranjeros cada año para cubrir
trabajos claves, en el campo, el turismo, la construcción y muchas industrias y
servicios. Y para pagar impuestos, cotizar y financiar las pensiones y los
servicios públicos, algo de lo que no se habla cuando se identifica a la
inmigración con inseguridad y costes. Un debate que
debería no ser político y sectario, para primar la humanidad, los derechos humanos y la
economía.
Otro debate clave, más prioritario, es la
grave situación de la vivienda
en España, que no sólo afecta a los que buscan un techo
(jóvenes y nuevas familias) sino a toda la economía, porque hay
muchas actividades muy afectadas por la falta de vivienda para sus
trabajadores (turismo, industrias, sanidad, colegios y Universidades,
servicios…). El problema de fondo está claro: faltan viviendas para
vender y alquilar y eso está disparando los precios. Sobre todo del alquiler.
Su precio se ha disparado un 30% desde 2019 y cuesta 1.206 euros de media (13,4
euros/m2 en junio), según
Idealista, llegando a 1.800 euros en Barcelona y 1.782 euros en Madrid. Cantidades
imposibles de pagar para muchos sueldos y que revelan el problema de fondo:
la
falta de oferta (se ha reducido un 41% desde 2019, por el trasvase a
pisos turísticos y de temporada, más ventas) y el tirón de la demanda (se
ha duplicado con creces estos años).
En resumen, “la economía va bien”, pero las familias
españolas lo podrían notar más si la política se preocupara de resolver sus
problemas cotidianos, desde la mejora de los salarios y el empleo de
los jóvenes a la sanidad, la educación a la vivienda y la lucha contra el
cambio climático. Pero estamos metidos en una política de “polarización”
y enfrentamientos constantes que perjudican
a la economía, como la peligrosa deslegitimación
del Gobierno y las instituciones democráticas. Y así resulta imposible
sentarse y tratar de buscar una solución a la sanidad, la vivienda, la
financiación autonómica o la inmigración, aprobar medidas entre todos que
mejoren la vida de la gente. Todo apunta a que, si no hay
Presupuestos 2025 ni acuerdos en los problemas básicos, estamos ante “una
Legislatura fallida”. Y ante un “parón” político que acabará dañando
la economía.
Enrique Ortega
Tras cuatro años y medio de continuas crisis,
desde la pandemia a la guerra de Ucrania y la hiperinflación, la economía
española parece asentar su recuperación, a juzgar por los datos
oficiales. Por un lado, somos el país europeo grande que más crece: +0,8%
en el 1º y 2º trimestre de 2024, casi el triple que la zona euro y que la UE-27
(+0,3% de crecimiento los dos primeros trimestres) y también por encima de Francia
(+0,3%) o Italia (+0,3% en el primer trimestre y +0,2% en el 2º) y mucho mejor
que Alemania (su PIB creció un +0,2% en el primer trimestre y cayó un -0,1% en
el 2º), según
Eurostat. Y lo mismo pasó en 2021 (España creció un 6,4% y la
UE-27 un 6%), en 2022 (+5,8% frente al 3,4%) y en 2023 (un +2,4%,
cuatro veces más que el +0,6% UE-27), compensando con creces la mayor
caída que sufrimos en 2020 con la pandemia (-11,2% frente a -5,6% de caída en
la UE-27).
Así que ahora (2º trimestre 2024), España crece a una media
anual del 2,9%, cuando Europa está estancada y Alemania roza la
recesión. La clave del “éxito” económico español está en un fuerte tirón
del turismo (que superará este año los 90 millones de visitantes, con
un gasto récord de 128.000 millones de euros), en el mantenimiento del consumo
de las familias (por la fuerte creación de empleo: +1,7
millones desde 2019, más estable y mejor pagado), en el pulso de las
exportaciones, que se mantienen fuertes en los últimos años, a
pesar de la caída en 2024 (-2,4%, en España, menos del -3,2% que caen en UE-27) y por el empuje de los Fondos europeos: España ha
adjudicado ya el 55% del total asignado (38.604 millones de euros) y puede
adjudicar el resto hasta finales 2026.
Pero no se
puede hacer demagogia, porque la mayoría de la inmigración se hace
por cauces controlados: en
2023, España recibió 639.000 inmigrantes netos, lo que permitió
aumentar la población y proveer de mano de obra a muchos sectores (el 40% del nuevo
empleo lo consiguen extranjeros). Y en España viven (censados) 4.394.900
extranjeros de fuera de la UE, el 6,4% de la población total (en Europa,
los extranjeros no comunitarios son el 9,1%).
La solución pasa por aumentar
la oferta de viviendas, aumentando la promoción de viviendas nuevas (se
terminaron 80.473
viviendas “libres” en 2023, frente a 356.000 en 2009) y facilitando a los
propietarios que pongan su vivienda en alquiler (no “asustándoles” con
controles). Y sobre todo, alcanzar
un gran Pacto entre Gobierno, Ayuntamientos, autonomías, promotores
y bancos para promover 150.000 nuevas viviendas al año, la mayoría para
alquilar.
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