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jueves, 21 de diciembre de 2017

Sequía: urge tomar medidas para tener agua


Ha llovido algo este mes, pero insuficiente para resolver la grave sequía que padecemos: los pantanos están al 37,7% de capacidad, el nivel más bajo desde 1994.Y no estamos ante un problema coyuntural: por culpa del Cambio Climático, cada vez lloverá menos y hará más calor, con lo que las sequías serán más frecuentes y más agudas. Urge tomar medidas, no sólo para garantizar el suministro de agua la próxima primavera y verano sino dentro de 20 años, cuando España tenga un angustioso problema de agua. Las soluciones pasan por ahorrar agua (sobre todo en la agricultura, que consume el 82%), recuperar acuíferos, desaladoras y aguas residuales, reducir fugas en los suministros (se pierden 1 de cada 5 litros) y mejorar la calidad del agua, que provoca un consumo de 120 litros al año de agua embotellada. Y además, hacer fuertes inversiones hidráulicas y subir las tarifas del agua, las octavas más bajas de toda Europa. Sin  garantizar el agua, no hay futuro.

enrique ortega

Estamos sufriendo la primera gran sequía del siglo XXI, tan grave como la que sufrió España a finales del siglo XX (1.991-1995). Ya entre 2014 y 2016 llovió un 6% menos que la media. Pero la falta de lluvias se ha agravado en 2017: entre enero y octubre llovió un 24,33% menos que la media de esos meses entre 1.981 y 2000, según la AEMET. Y mientras 2017 será el año más seco del siglo, será también el más caluroso, con un aumento de la temperatura media de 1,4 grados sobre la media 1981-2010. Pero además de sufrir los efectos del Cambio Climático (menos lluvias y más calor), la sequía se agrava en España por factores propios: erosión y desertificación de los suelos, sobre explotación de acuíferos, contaminación de las aguas, escasa depuración de aguas residuales y poca utilización de las desalinizadoras, junto a un consumo excesivo y creciente de agua, sobre todo por los regadíos, las industrias, las urbanizaciones en la costa y el turismo récord.

El agua disponible es ahora un 20% inferior a los caudales de hace 30 años, según Ecologistas en Acción, y el resultado se ve en los pantanos, que están al 37,72% de su capacidad (18 diciembre), según los datos del Ministerio de Medio Ambiente, el nivel más bajo de los últimos 23 años (desde 1994). Las lluvias de diciembre apenas han subido los niveles unas centésimas y hay tres cuencas hidrográficas bajo mínimos: Segura (embalses al 13,85% de capacidad), Júcar (25,02%) y Duero (30,22%), a las que siguen la Mediterránea andaluza (30,66%), Guadalquivir (31,67%), Tajo (37,35%) y Guadalete (39,01%).

Con este nivel de agua embalsada, si no llueve bastante este invierno, podría haber problemas para garantizar el suministro de agua la próxima primavera y el verano, sobre todo en Levante (Comunidad Valenciana y Murcia), Andalucía y sur de Aragón. Pero además, la grave sequía que sufrimos ya nos está pasando otras facturas. La primera, encarecer el recibo de la luz un 11,7% este año (hasta noviembre), debido a que se produce más electricidad con carbón, gas y fuel, que son más caros (y más contaminantes). Además, la falta de agua y el calor excesivo han hundido muchas cosechas y agostado los pastos para el ganado, con lo que se han encarecido los alimentos: son lo que más sube en el IPC (+2,2% frente al 1,6% de subida anual hasta noviembre), especialmente aceites (+9%), frutas (+8%), legumbres y hortalizas (+7,5%),  cordero (+4%) y cerdo (+2,7%).

El Gobierno Rajoy aprobó el 9 de junio un real decreto Ley para paliar los daños de la sequía en el campo, con medidas específicas para las cuencas del Segura, Júcar y Duero, donde los agricultores tendrán exenciones en las tasas de riego, ayudas para compensar pérdidas, moratoria en el pago de cuotas a la Seguridad Social y crédito preferencial hasta 1.000 millones de euros. Las medidas se debaten ahora en el Senado y no se aprobarán hasta febrero, pero toda la oposición (PSOE, Podemos y Ciudadanos) ha pedido que se incluyan también a los agricultores de otras zonas afectadas, como el Guadiana, cabecera del Tajo, la Rioja y Teruel. Y muchos expertos critican este decreto-Ley de sequía (como los de años anteriores) porque suponen una “socialización de costes”: las ayudas no van a los agricultores más vulnerables sino a todos y benefician más a los grandes usuarios del agua, los regantes con más recursos, del Tajo-Segura y Taibilla (Cartagena).

Y, sobre todo, los expertos critican que el Gobierno Rajoy actúe con medidas de urgencia sólo para el campo y no aproveche la grave sequía para planificar la política del agua a medio plazo, mientras España carece de un Plan Hidrológico Nacional (el último, de 2001, fue parcialmente anulado en 2005). Y eso que la OCDE ha alertado al Gobierno, en su último informe sobre España (marzo 2017), que somos el tercer país occidental con más “tensión hídrica”, porque consumimos un alto porcentaje de agua sobre los recursos disponibles: un 34% frente al 10% de media en los 35 países OCDE, sólo superados por Italia e Israel (46%) y muy alejados de Francia (15,5%) o Portugal (13%). Y 7 de las 10 cuencas hidrográficas con más sequía en Europa están en España. Además, la OCDE desvela otros graves problemas del agua en España: sobreexplotación de las aguas subterráneas, contaminación de aguas superficiales y profundas, bajo nivel de depuración de aguas residuales (la Comisión Europea nos abrió varios expedientes por no depurar bien en 800 localidades donde viven 6 millones de españoles) y un escaso uso de las desaladoras (pagadas con fondos europeos y que sólo se usan un 17% en el Mediterráneo).

Si el agua es un problema serio hoy en España, lo va a ser más en los próximos años, porque vamos a sufrir más que el resto de Europa los efectos del Cambio Climático, según los expertos. Así, el estrés hídrico se va a duplicar, del 34% actual al 65% en 2040, según la previsión del World Resources Institute (WRI). Y eso provocará mayores riesgos para el suministro de agua, sobre todo en Levante y Andalucía, afectando seriamente a la agricultura, la industria, el turismo y el consumo de las familias. Ya antes, para 2021, habrá en España un 20% menos de agua que en 1990 y el consumo crecerá otro 10%, con lo que el déficit de agua actual crecerá un 30% dentro de sólo cuatro años, según las estimaciones de Ecologistas en Acción. Como para preocuparse en serio y tomar medidas.

¿Qué se puede hacer? Hay que actuar en varios frentes a la vez. El primero, reducir el consumo de agua, ahorrar. Y eso pasa, sobre todo, por reducir el consumo de los regadíos, que gastan el 82,1% del agua total. Para lograrlo, hay que reducir las hectáreas actuales de regadío y no aprobar más: Ecologistas en Acción propone reducir las 4 millones de hectáreas actuales a 3/3,2 millones, mientras los Planes de cuenca aprobados por el Gobierno en 2016 autorizaron 750.000 hectáreas más. Y en paralelo, forzar a los agricultores a que tengan regadíos más eficientes, que gasten menos agua, ayudándoles con créditos baratos y subidas de tarifas del agua de riego (para que la gasten mejor). También deben reducir su consumo de agua el turismo y las urbanizaciones de costa (8% consumo de agua), sobre todo en la zona mediterránea: un turista consume entre 3 y 4 veces más agua que un habitante de la zona, según un estudio de IMDEA. Y lo mismo las grandes industrias (2,25% del consumo total de agua), que deben ahorrar y pagar más por el agua.

Y quedan los particulares, las familias, que no consumen mucha agua (4,8% del total), pero cuyo ahorro es muy importante, sobre todo en las grandes ciudades de Levante y el sur. La medida más eficaz sería subir las tarifas del agua, porque son las octavas más baratas de Europa: 2,18 euros por m3, un 35,3% menos que la tarifa media europea, 3,37 euros por m3. Y muy lejos del coste del agua en Dinamarca (7,32 euros/m3), Alemania (5,20 euros/m3), Reino Unido (4,36 euros/m3) o Francia (3,60 euros/m3), aunque por encima del coste en Portugal (2,15 euros), Polonia (2,05) o Italia (1,10 euros/m3), según datos de International Water Association. Los expertos creen que el agua para usos domésticos debería subir en España entre un 20% y un 30% (entre 0,48 y 0,65 euros/m3), para fomentar el ahorro y permitir invertir más en las redes de abastecimiento y saneamiento, viejas y bastante deterioradas. Y piensan que esa subida es asumible, porque pagar el agua no supera el 2% del gasto de una familia mientras la luz o el gas pueden llegar al 8%.

Otra vía de ahorro de agua sería reducir las fugas y pérdidas en el abastecimiento de agua, que son escandalosamente elevadas: 972 hectómetros cúbicos, el equivalente al caudal del río Ebro y un 19% del agua que se consume en España. Corregirlo pasa por invertir más en las infraestructuras de abastecimiento, viejas y bastante abandonadas. De los 224.000 kilómetros de la red de distribución de agua, el 41% tiene más de 30 años y sólo se renueva el 0,9% cada año. Y de la red de alcantarillado, 165.000 kilómetros, el 40% tiene más de 30 años y sólo se renueva el O,6% cada año, según iAgua.

El segundo frente a actuación, tras el ahorro, es conseguir más agua, por tres vías: recuperación de aguas subterráneas (acuíferos), desaladoras y recuperación de aguas residuales. En España hay un gran potencial en las aguas subterráneas (debajo de Madrid, por ejemplo, hay un acuífero de 2.600 km2 y hasta 3.000 metros de profundidad en algunos lugares), pero están sobreexplotadas en muchas zonas y contaminadas, lo que exigiría regenerarlas y cerrar los pozos ilegales. En cuanto a las desaladoras, pueden ser claves para asegurar el abastecimiento en Levante y sur de España, pero hoy apenas se utilizan porque su agua es muy cara, por el alto coste de la luz. Haría falta reconvertir estas desaladoras con energía solar y los nuevos avances químicos en el tratamiento de aguas. Una tercera vía para aumentar la oferta de agua (para la agricultura, la industria y el turismo) es la reutilización de aguas residuales, que hoy es mínima: sólo se reutiliza el 8,8% del agua depurada (varía del 1,3% en Cataluña, 2,2% en Madrid, 11,7% en Baleares, 44,8% en Valencia y 64,7% en Murcia), según AEAS, frente al 70% en California o Israel, por ejemplo. Y España incumple la Directiva europea de saneamiento en un 16% del territorio.

Un tercer frente de actuación pasa por mejorar la calidad del agua, porque está muy contaminada en algunas cuencas (Tajo, Segura, Guadiana), por escasez de caudal y falta de vigilancia en los vertidos. Luego, una vez tratada, el agua para consumo humano es apta para la salud, aunque en algunas zonas no tiene un buen sabor, por exceso de cloro o porque son aguas duras con sabor (en zonas con terrenos calizos), lo que está disparando el consumo de agua embotellada: somos el 5º país consumidor, por detrás de Italia, Alemania, Portugal y Bélgica, con 120 litros de agua embotellada al año por español, un gran negocio (más de 1.000 millones de facturación) para marcas blancas y multinacionales. Un agua cara (1 euro por botella, el coste de 1.000 litros de agua corriente en Madrid), cuyo consumo crece sobre todo en las regiones donde la calidad (sabor) del agua es peor, según un estudio de 2003: Cataluña, Comunidad Valenciana, Murcia, Baleares y Canarias. Y se vende menos en País Vasco, Galicia, Navarra y Madrid, donde el agua del grifo es mejor.

Un factor clave en la gestión del agua es quien la hace. En el mundo, el 90% del abastecimiento de agua es de gestión pública, mientras en España está repartido casi a medias entre la gestión pública (51%) y la privada (49%, que llega al 80% en Cataluña, Galicia y Murcia), liderada por Aqualia, ASGBAR, Acciona, FCC y Sacyr, según AEOPAS. Y eso porque desde 2007, con la crisis, muchos Ayuntamientos quisieron tapar agujeros con los ingresos de privatizar los servicios de agua, mientras en Europa se hacía lo contrario (París lo remunicipalizó en 2008 y Berlín en 2013). A partir de las elecciones municipales de mayo de 2015, con la llegada al poder de la izquierda en muchos Ayuntamientos, se está tratando de dar marcha atrás y remunicipalizar” el agua en muchas ciudades, que chocan con problemas con Hacienda y con la oposición judicial de las concesionarias. Pero el hecho es que en muchas ciudades, la gestión privada del agua ha llevado a tarifas muy elevadas y a escasas inversiones en las infraestructuras, muy deterioradas.

Al final, asegurar el suministro futuro de agua exige tomar muchas medidas, que tardan décadas en ser eficaces, por lo que urge ponerlas en marcha. Y exige invertir en agua, desde mejora de regadíos a obras hidráulicas en cuencas, redes, desaladoras o depuradoras de agua. Sólo cumplir con la Directiva europea de depuración de agua costaría más de 5.000 millones de euros en 390 instalaciones. Y la patronal SEOPAN tiene identificadas obras hidráulicas necesarias por 12.000 millones de euros. Y faltarían otros 10.000 millones para acuíferos, redes y depuradoras. ¿De dónde puede salir tanto dinero? Del Presupuesto y de los usuarios, que deben pagar tarifas más altas, desde el agricultor y las industrias a las familias. Hay que conseguir más recursos para invertir en agua, porque España es el segundo país europeo que menos invierte en agua (el 0,11% del PIB, frente al 0,27% en la UE-28), tras Suecia, cuando somos el país europeo con más sequía. Así nos va.

Falta que todo esto, medidas, tarifas e inversiones, se refleje en un Plan Hidrológico Nacional, planificar una política de agua para toda España y no cuenca a cuenca, como ha hecho estos años el Gobierno de Rajoy. Y eso pasa por conseguir un Pacto del Agua, donde Gobierno, partidos, regiones, regantes, industrias y consumidores pacten medidas, inversiones y tarifas a 20 años vista. Pensando que la sequía que sufrimos ahora no es coyuntural: ha venido para quedarse e irá a más en las próximas décadas, por el Cambio Climático. Urge tomar medidas ya, sin esperar a posibles restricciones en primavera. El agua es otra batalla pendiente de la transición y hay que afrontarla con realismo y dinero, sin politiqueos. Porque sin agua no hay futuro.


domingo, 17 de febrero de 2013

La privatización del agua avanza imparable


Primero privatizaron las empresas públicas (Aznar) y ahora Rajoy privatiza la enseñanza, la sanidad, la justicia y hasta el agua: ya son más de la mitad los Ayuntamientos que han privatizado la gestión del abastecimiento, saneamiento y depuración del agua a 25 millones de españoles. Un servicio que se reparten casi en exclusiva dos empresas (Agbar y FCC-Aqualia), que aspiran a gestionar el 70% del agua. Para los Ayuntamientos, es una tentación cobrar en mano un alto canon por ceder la gestión durante 30 años y dedicar ese dinero a tapar agujeros. Pero para los usuarios, la privatización ha supuesto una fuerte subida de tarifas, menos inversiones en infraestructuras y peor calidad del agua (somos el tercer consumidor europeo de agua embotellada). El agua no es una mercancía, sino un bien esencial con el que no se debe hacer negocio. Y menos si tiene que duplicar su precio para equipararlo con Europa.
enrique ortega a partir de un vinilo de chispun

La privatización de la gestión del agua, acelerada desde 2009, supera ya el listón de la mitad de los Ayuntamientos españoles, tras los últimos casos en 2012 y 2013: Lugo (85.000 habitantes), Puerto de Santa María (85.000), Barcelona (adjudicación –paralizada- a Acciona del servicio en alta de Aigues del Ter Llobregat, con 4,5 millones de clientes en el área metropolitana de Barcelona) o Jerez de la Frontera (206.000 habitantes), junto a miles de pueblos pequeños como Candeleda (Ávila) o Laguna de Duero (Valladolid), en medio de una creciente protesta ciudadana. Y en Europa, las protestas contra la privatización del agua en varios paises han llevado un millón de firmas a Bruselas.

Una lista que se suma a las 33 capitales de provincia que ya tienen privatizada la gestión del agua: Barcelona (desde hace 70 años), Tarragona, Lleida, Girona, Teruel, Valencia, Castellón, Alicante, Murcia, Huelva, Jaén, Granada, Almería, Guadalajara, Toledo, Ciudad real, Albacete, Cáceres, Badajoz, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas, Melilla, Ávila, Salamanca, Zamora, León, Palencia, Valladolid, Soria, Santander, Oviedo, Orense y Pontevedra. Y miles de pequeños municipios, sobre todo menores de 50.000 habitantes. En total, tienen privatizada la gestión del agua un 53% de los municipios (38% privada y 15% mixta). Y ya son 25 millones de españoles a los que les gestiona o envía su recibo del agua una empresa privada.

Para los Ayuntamientos, privatizar la gestión del agua ha sido “una gran tentación”: una empresa llega con 80 millones bajo el brazo, a pagar ya, por la concesión del servicio del agua durante 30 años. Los ediles cogen el dinero y tapan agujeros, gastándolo en todo menos en el agua. Resuelven por hoy una parte de sus problemas y el que venga detrás que arree (es una hipoteca por 30 años). La excusa es que necesitan dinero, pero también hay un componente ideológico: la mayoría son alcaldes del PP, que creen que lo privado es mejor que lo público por definición. Así, la alcaldesa de Jerez (PP) lo intentó en 2003 y cuando ha vuelto al poder, en 2011, lo anunció a los tres meses de tomar posesión.

La privatización del agua ha creado una “burbuja hídrica”, inflada por constructoras que han cambiado el ladrillo por el agua. Un duopolio que se reparten Agbar (45% mercado, 13 millones de clientes) y FCC-Aqualia (34%, 9 millones de clientes), con Acciona (2,9 millones abonados). Para ellas, es un doble negocio: construcción de infraestructuras y gestión del agua. Un negocio redondo: pagan un canon y se aseguran durante 20, 30 y hasta 50 años unos recibos seguros (el 95% se pagan), a unos precios que se revisan anualmente. En Jerez, por ejemplo, FCC-Aqualia paga 80 millones (en un año) por gestionar durante 25 años un servicio de aguas que ganaba 9 millones al año (9x25= 225 millones). Un chollo. Y más si cuenta con la garantía de la Ley de Contratos de las Administraciones Públicas: tiene que haber un equilibrio económico-financiero y si el contratista pierde dinero, el Ayuntamiento debe permitirle resarcirse subiendo tarifas.

El problema de la privatización es doble. Por un lado, se privatiza la gestión de muchas empresas municipales que ganan dinero, sólo para conseguir liquidez. Por otro, las empresas privadas pagan el canon con créditos bancarios, con la garantía de las tarifas que van a cobrar. Así que el usuario paga por tres conceptos: el coste del agua, el pago de los intereses del crédito (este es un negocio también para bancos y Cajas) y el beneficio de las empresas (el sector del agua gana unos 1.000 millones). Por ello, las empresas privadas suelen subir más las tarifas tras la privatización: es lo que ha pasado en Huelva (subida tarifas +40,7% desde enero 2011), San Fernando (+117% desde 1.974) o Barcelona (+27% en 2013).

Pero hay más pegas. La primera, que las empresas rebajan sus inversiones en agua, para conseguir beneficios. Y eso repercute en el servicio (cortes, presión) y en la calidad del agua. De hecho, se ha duplicado la venta de agua embotellada en las dos últimas décadas y España es el tercer consumidor europeo (136,5 litros per cápita). Y lo peor, no están interesadas en el ahorro de agua: cuanto más consumo, más facturación y más beneficios. Además, en muchos casos, no se controla bien su gestión y le dedican menos recursos de los que obliga la concesión. Por todo, la gestión privada del agua es menos eficiente que la pública, según un estudio realizado en Andalucía por la Universidad de Granada.

Y más cara. En los últimos años, las tarifas han subido entre un 24% (Madrid) y un 100%, más en las que tienen la gestión privatizada. En 2012, el precio medio estaba en 2,87 euros por m3, tras subir un 5%, según FACUA, cuyo estudio revela que el precio del agua es tres veces más caro en unas ciudades (Murcia, Cádiz o Palma) que en otras (Valladolid). Critican que no haya una tarifa según el número de miembros de la familia y no se penalicen más los consumos excesivos. Y que cada Ayuntamiento haga lo que quiera con el agua. De hecho, muchos expertos piden  una Agencia estatal del Agua, que ponga orden y transparencia, como existe para la luz y el gas (Comisión de la Energía) o en la telefonía (CMT). Debería establecer obligaciones de suministro, fijar estándares de calidad, homogeneizar recibos, vigilar tarifas y asegurar una gestión transparente y eficaz del agua.

Pero no se va por ahí y la previsión de las propias empresas es que sigan las privatizaciones hasta conseguir el 70% del mercado en 2014, tras varios concursos sustanciosos que están esperando: Vitoria, Zaragoza, Burgos, mancomunidad de Canales de Taibilla (79 municipios y 3 millones de abonados en Alicante, Murcia y Albacete) y sobre todo Madrid: en 2012 se paró la privatización del Canal de Isabel II (6 millones abonados), pero el presidente Ignacio González está empeñado en hacerlo para 2014.

El problema del agua no es sólo su gestión, que ha de ser eficaz. Hacen falta grandes inversiones (16.000 millones), sobre todo para depuración (Bruselas nos obliga a construir un millar de pequeñas depuradoras, el 20% que falta) y alcantarillado (está hecho un desastre y es causa de  muchas inundaciones), así como para modernizar viejos abastecimientos. Y esto obliga a subir tarifas, que, de media, sólo cubren el 70% de los costes: habría que duplicar el precio del agua en unos años, para homogeneizarlo con Europa. Pero los usuarios no podemos, además, pagar más para financiar las privatizaciones.

Hay que pagar más por el agua, para asegurar el suministro y la calidad. Vale. Pero no para pagar el beneficio de las constructoras privadas. Pagar más con transparencia y control público de inversiones y tarifas. Con facturas claras como el agua.