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jueves, 19 de septiembre de 2024

Inflación: el impacto de 3 años de subidas

Parece que la inflación ha dejado de ser un grave problema, ahora que los precios suben un +2,3% anual (agosto), lejos del +10,5% que subían hace 2 años. Pero ojo, los consumidores apenas lo notamos porque pagamos todo mucho más caro, al haberse acumulado las subidas de estos tres años (+16%) y superar la subida de los sueldos (+9,94%). Consecuencia: mucha gente sigue con problemas para llegar a fin de mes. Y los alimentos se han encarecido un +28,9% estos años, según el INE (+38%, según la OCU), lo que ha cambiado los hábitos de compra de las familias, que comen ahora menos carne, pescado, verduras y frutas. Los que han salido ganando de estos 3 años de hiperinflación son los grandes supermercados, que ganan cuota, sobre todo Mercadona (26,8%) y suben márgenes y beneficios, a costa del campo y de nuestro bolsillo. Ahora, se espera que la inflación repunte algo hasta fin de año, aunque dependerá del clima, las cosechas y la geopolítica. Veremos.

 
Enrique Ortega

Todo indica que lo peor de la grave crisis de inflación ha pasado. Hace sólo 4 años, en agosto de 2020, en medio de la pandemia y la consiguiente recesión, los precios caían, en España (-0,5%) y en el mundo. Tras la pandemia, en 2021, el pulso volvió a la economía, que no estaba preparada para una mayor demanda, mientras tardaban en recomponerse las cadenas mundiales de suministros. Y cambiaron las tornas: los precios empezaron a subir, del 0% en febrero 2021 al +3,3% en agosto, cerrando 2021 con una inflación del +6,5%. Era un salto tremendo para nuestros bolsillos. Pero quedaba lo peor: el 24 de febrero de 2022, Rusia invadió Ucrania y eso disparó los precios de la energía y las materias primas, que ya llevaban meses subiendo. En marzo de 2022, los precios ya subían un +9,8% en España (+7,8% en la UE-27). Y así hasta julio de 2022, cuando la inflación alcanza su máximo, en España (+10,8%) y luego en Europa (+11,5% en octubre 2022).

Los gobiernos aprueban medidas y ayudas para frenar los precios de la energía, materias primas y alimentos y la inflación empieza a bajar, pero lentamente: en España llega al +3,3% en febrero de 2023 (en la UE baja después, al +3,6% en octubre de 2023). Y todavía hay que esperar a este verano para que la inflación baje del 3%: +2,3% en España y +2,4% en la UE-27 en agosto de 2024.

Un largo viaje, un carrusel de subidas y bajadas de precios que hemos sufrido todos en nuestros bolsillos. Ahora nos dicen  que la inflación está “controlada”, pero nosotros apenas lo notamos cuando vamos a comprar. La razón es simple: los precios han subido mes a mes durante 3 años y ahora pagamos todo mucho más caro. Porque aunque la inflación ahora sólo suba un 2,3%, lo que compramos ha ido acumulando subidas y nos cuesta mucho más caro. Y eso es lo que notamos. Veamos las cifras: los precios han subido un 16% acumulado en los últimos 3 años, entre agosto de 2021 y agosto de 2024, según el INE. Esa es “la herencia” que nos deja la hiperinflación: los precios no bajan, suben menos y, a pesar de ello, todo nos cuesta un 16% más que antes. Y eso es lo que notamos cada día.

Esa es la media de todos los productos, según el INE. Pero las subidas “han ido por barrios”, han sido desiguales según los productos y servicios. La mayor subida se ha dado en los alimentos (que se llevan el 18% del presupuesto familiar y hasta un tercio en las familias con menos recursos): han subido un +28,9% entre agosto de 2021 y agosto 2024, según el INE. Y los alimentos que más se han encarecido estos 3 años son aceites (+126,4%), azúcar (+62,54%), patatas (+52%), leche (+43,32%), arroz (+39,02%), harinas y cereales (+39,62%), huevos (+39,35%), chocolate (+36,95%), frutas (+38,35%), cerdo (+29,74%), yogurt (+27,63%), café (+26,37%), vacuno (+26,37%), legumbres (+23,95%), pan (+23,65%), agua embotellada (+23,54%), pan (+23,26%) y pollo (+21,31%), según el INE.

La asociación de consumidores OCU se preocupó de comparar los precios de 112 alimentos en los principales supermercados españoles entre finales de 2020 y diciembre de 2023. Su estudio revela que estos alimentos, la base de la cesta de la compra, subieron entre 2021 y 2023 un +38% de media, siendo estos 10 los alimentos que más subieron: aceite de oliva (+225%), azúcar (+91%), zumo de naranja (+81%), huevos (+67%), arroz (+66%), zanahorias (+65%), yogurt (+58%), salmón (+56%), macarrones (+55%), helados (+55%) y la leche entera (+53%). Además, su estudio revela que las frutas y verduras han subido un +20% de media estos 3 años y las pastas, carnes y pescados, entre un +34 y un +47%. Y además, esa subida media de los alimentos básicos que ha detectado la OCU (+38%) fue mayor en Carrefour (+45%) y Alcampo (+43%), similar en Mercadona (+38%) y menor en Día (+32%), Condis (+33%), Eroski (34%) y El Corte Inglés (+37%).

Pero no sólo han subido mucho los alimentos en estos 3 años de hiperinflación, según los datos del INE. A la subida acumulada de los alimentos (+28,9%) le sigue la de los hoteles, restaurantes y cafeterías (+19,7% acumulado), el ocio y cultura (+13,7%), el transporte (+11,5%), el menaje del hogar (12,6%), el vestido y calzado (+8,6%), los gastos de vivienda (+6,4%), la medicina (+5,3%) y las comunicaciones (+1,7%).

En definitiva, que todo es mucho más caro que hace 3 años, aunque ahora suba menos. De hecho, la OCU ha detectado que en el último año (entre mayo de 2023 y mayo de 2024), los precios de 238 productos (en 84 cadenas de supermercados) han seguido subiendo, un +3,5%. Y por eso, no notamos que la inflación se modere: seguimos pagando más por los productos y servicios y nos cuesta llegar a fin de mes como antes, porque los salarios han crecido menos que los precios . Los datos son reveladores: la inflación ha subido +16% entre agosto de 2021 y agosto de 2024 (INE) y los sueldos con convenio han subido sólo +9,94% en estos 3 años (+3,21% en 2022, +3,71% en 2023 y +3,02 este año 2024 hasta agosto), según Trabajo. Así, los españoles que trabajan (y tienen convenio, porque muchos no lo tienen y no les han subido apenas los sueldos) han perdido poder adquisitivo : compran a precios más caros y sus ingresos les suben menos. Por eso no llegan a fin de mes.

Estas subidas de precios han permitido a muchas empresas subir sus ventas y márgenes, compensando la subida de costes que ellas también han tenido. En el caso de los alimentos, el campo no ha podido resarcirse de los mayores costes, que han subido más que los precios que han recibido de los distribuidores y la industria alimentaria. Y ha pasado lo que antes: una parte del precio que pagamos en los supermercados no llega a los agricultores y ganaderos, se queda por el camino (intermediarios, industrias y súper). El dato lo aporta el IPOD que publica cada mes la organización agraria COAG, con la diferencia entre lo que ellos cobran por los alimentos y el precio que pagamosEn agosto de 2021, el precio de los alimentos en el super era 4,78 veces el que cobraban los agricultores y 3,14 veces el que cobraban los ganaderos. Y en agosto de 2024, la proporción sigue siendo 4,52 veces para los productos agrícolas y 3,03 veces para los ganaderos.

La cadena alimentaria que va del campo a los súper bajó sus márgenes en 2021, con la pandemia y la crisis, pero esos márgenes ya suben desde el 2º trimestre de 2023, según el Observatorio de Márgenes empresariales (Economía, Hacienda y el Banco de España). En la industria agroalimentaria también se recuperan márgenes desde principios de 2023, mientras en el comercio han seguido cayendo en 2023 y 2024. Pero a pesar de ello, como sus ventas han subido mucho (a costa del cierre de pequeñas tiendas), los grandes supermercados han aumentado sus beneficios, a costa de los bolsillos de los consumidores.

En 2023, todos los grandes supermercados han facturado mucho más, sobre todo Mercadona (32.861 millones de ventas, +28,8% sobre 2022, básicamente por la subida de precios), y Lidl (6.572 millones facturados, +27,8%), aunque también Alcampo (4.908,7 millones de ventas, +19%), Eroski (5.185 millones, +13,1%) y Carrefour (9.318 millones, +13,1%), cayendo sólo las ventas del Grupo Día (5.720 millones, -3%), por la venta a Alcampo de 223 tiendas. Y la mayoría ha aumentado también sus márgenes (3,7% sobre ventas en Mercadona), con lo que tuvieron más beneficios en 2023, “gracias a la inflación”: 1.009 millones Mercadona (+40,5%), 348 millones Carrefour (+20%), 109 millones Eroski (+70,3%), mientras cayó el beneficio de Alcampo (70 millones, -38%) y Lidl (182, -13%).

Sin duda, el supermercado más beneficiado por estos 3 años de hiperinflación ha sido Mercadona: su cuota de mercado es del 26,8% (julio 2024), con una ganancia del +2,2% sobre su cuota en diciembre de 2021 (24,6%), según Kantar World Panel . Y le siguen, a enorme distancia, Carrefour (10% de cuota,+0,8% que en 2021), Lidl (6,6%, +1,1%), grupo Eroski (4,2% cuota, -0,2%), grupo Día (3,6%, -0,9%) y Alcampo (3,2% de cuota, -0,1% que en 2021). Lo llamativo no es sólo que Mercadona venda más de la cuarta parte del total, sino que ya factura más (casi 1.000 millones más) que los demás grandes supermercados juntos. Y aunque este crecimiento es menor en 2024, sigue ganando cuota y lanzando ofertas (como la bajada del aceite en julio), siendo sus mayores retos crecer en el norte de España (tiene poca presencia) y hacer frente a los supermercados regionales, imparables (tienen un  17,7% de cuota global  y son líderes en sus zonas: Coviran, Gadisa Retail Condis, AhorraMas, Bon Preu, HD Covalco, Uvesco, Froiz, Dinosol y Alimerka, Consum, BM, Gadis, grupo IFA…).

La hiperinflación de los últimos 3 años ha cambiado los hábitos de compra de los consumidores, según la consultora Kantar. Por un lado, ahora vamos menos veces de compra al súper, tras varios años en que comprábamos con más frecuencia para aprovechar las ofertas y descuentos puntuales que se ofrecían temporalmente. Por otro, compramos en menos sitios, ya que hemos concentrado el grueso de la compra en el super que nos da más confianza, ahora que no tenemos que hacer "una ronda" para buscar ofertas. Eso hace que algunas cadenas pierdan clientes y todas busquen fidelizar a los compradores, con tarjetas que acumulan puntos por compras para recibir futuros descuentos. Además, otra novedad es que ahora salimos más a comer y cenar fuera de casa, lo que frena las ventas en los súper. Y por último, crecen menos las marcas blancas (el 2% de media en 2024, hasta el 44,4% de todas las ventas, según Kantar), aunque las marcas propias siguen siendo la clave (el 76% de todas las ventas) en los super que más crecen, como Mercadona, Lidl o Aldi. Con todo, España es líder europeo en marcas blancas, con un 10% más de peso que en  toda Europa. 

Ahora, todo apunta a que la inflación seguirá estable, aunque podría subir algo de aquí a fin de año, sobre todo los alimentos, según cómo evolucione la climatología y las cosechas (en aceite, se espera superar otra vez el millón de toneladas de producción y que sigan bajando los precios), además de la demanda (Navidad). En el resto del IPC, lo normal es que repunten los precios de la luz y de la energía, ligeramente, y se mantengan altos los precios de los servicios, en especial turismo y hostelería (con tarifas disparadas este verano). Así que el 2,3% de inflación de agosto podría remontar un poco, hasta el 2,5-2,7%, con lo que la inflación media de 2024 cerraría en torno al 3% anual (fue del 3,4% en 2023).

La clave ahora de la inflación es que no haya más “sustos” en la geopolítica internacional (nuevos conflictos o el agravamiento de los de Ucrania y Palestina) o en los mercados internacionales de la energía (donde el petróleo ha recuperado los 73 dólares, tras caer a 68, y el precio del gas está estable) y que la meteorología ayude (con temperaturas no muy bajas este invierno, lluvias y viento). Y también es importante que el Gobierno siga vigilando los precios de los alimentos y manteniendo las ayudas (IVA alimentos y electricidad, si hace falta). Pero la clave para que los consumidores estén menos agobiados con los precios es que suban algo más los salarios, porque lo que suben (+3,02% hasta agosto ) se lo come la inflación (+3,1% subida media anual hasta agosto). Y así, muchas familias seguirán con problemas para llegar a fin de mes y no podrán aumentar su consumo, uno de los tres motores del crecimiento (junto a inversiones y exportaciones).

En resumen, bien porque la inflación suba menos, pero lo que ha subido en estos 3 años está ahí y hace que todo nos cueste mucho más (+16%, según el INE  y +28,9% los alimentos). Y como los salarios crecen menos, nos cuesta llegar a fin de mes. Por eso, si queremos reanimar la economía, que crece menos (un +0,6% en el tercer trimestre frente al +0,8% de enero a junio, según el Banco de España), y seguir creando empleo, hace falta reanimar el consumo con una mayor subida de los salarios, del 3 al 4% al menos, aunque a cambio debe mejorar la productividad. Pero no puede ser que los salarios apenas crezcan realmente mientras crecen mucho los beneficios de muchos sectores y empresas. Eso es lo que se llama un Pacto de rentas: que si la economía española está creciendo y los precios bajan, los salarios se lleven algo más del pastel. Por el bien de todos, también de los empresarios y sus ventas futuras.

jueves, 28 de diciembre de 2023

Ayudas parciales contra una inflación menor

El Gobierno acaba el año prorrogando hasta junio algunas ayudas (el “escudo social”) que aprobó hace dos años y medio contra la alta inflación. Ahora, los precios suben mucho menos (+3,2% anual, frente al +10% del verano 2021) y España tiene que rebajar el déficit público, por exigencia de Bruselas, lo que obliga a recortar gastos. Por eso, mantienen la bajada del IVA a los alimentos básicos, un bajo impuesto a la luz (10% de IVA, frente al 5% actual y al 21% de siempre) y las ayudas al transporte público urbano e interurbano, aunque no a los transportistas, al campo o la pesca. Y mantienen la prohibición de desahucios, mientras  amplían las familias a las que se alivia el pago de su hipoteca. Habrá menos ayudas (5.300 millones frente a 15.000 en 2023), pero no se suprimen de golpe, para que no repunte la inflación. Ahora, la energía está más barata, aunque los alimentos siguen caros. Y se espera menos inflación en 2024.

                    Enrique Ortega

Al acabar este año 2023, la inflación ya no preocupa tanto como en 2021 y 2022. El  IPC de noviembre, reflejaba una inflación anual del +3,2%, superior a la de este verano (con un mínimo del +1,9% en junio) pero mucho menor a la inflación que hemos soportado desde el verano de 2021: +6,5% en diciembre de 2021, +9,8% en marzo de 2022 (tras la invasión de Ucrania el 24-F), más del 10% de inflación en junio (+10,2%), julio (+10,8%, el máximo) y agosto de 2022 (+10,5%), para bajar al +5,7% en diciembre de 2022 y seguir luego bajando en 2022, hasta el +3,2% actual. Y aunque puede repuntar algo en diciembre, no se espera que supere el +3,4%, la inflación más baja desde diciembre de 2020 (-0,5%).

Con los datos del IPC de noviembre (+3,2% inflación anual), lo que más sube siguen siendo los alimentos (+9% de subida anual, aunque es mucho menor a la subida del +15,7% en las Navidades de 2022). Y dentro de los alimentos, siguen disparados los precios del aceite de oliva (+66,7% de subida anual), las legumbres y hortalizas (+16,8% anual), la carne de cerdo (+12,9%), las frutas frescas (+10,1%), el cordero (+10%) y el azúcar (+7,5% anual). Las bebidas suben otro +7,1% anual y le siguen los hoteles, cafés y restaurantes (+6,1% de subida anual), las comunicaciones (+3,3%), la enseñanza (+2,8%), el menaje del hogar (+2,7%), la ropa y calzado (+2,2% anual) y los gastos médicos (+2,1%). El transporte no sube nada (+0% anual), gracias a las subvenciones al transporte urbano e interurbano, además de la rebaja anual del gasóleo (-5,7%), aunque ha subido la gasolina (+2,7% anual). Y los gastos de la vivienda bajan (-5,7% anual), gracias a la bajada de la electricidad (-13,6% anual), del gas natural y ciudad (-19,7%) y del butano y propano (-22,9% anual).

Lo que más preocupa a la mayoría de las familias, sobre todo a las más vulnerables, es que se mantienen altos los precios de los alimentos, que suponen el 16% del gasto familiar (y hasta el 25% para las familias más pobres), según el INE. La realidad es que la compra de comida para una familia de 4 personas se ha encarecido 90 euros al mes sobre lo que costaba en marzo de 2021, lo que supone que gastan 1.080 euros más al año en comer. Y la cesta de la compra de alimentos básicos ha subido de 873 euros de media en marzo de 2021 a 1.141 euros en noviembre de 2023, un aumento del +30,69%, mientras los salarios han subido menos del +8% en estos casi tres años. Y no es sólo que las familias se gasten más en alimentos, es que han aumentado las familias que ahora no pueden comprar frutas, verduras, carne y pescado, por sus altos precios, empeorando la calidad de su dieta.

La perspectiva para 2024 es que los precios suben algo menos que ahora. La Comisión Europea estima que la inflación anual en España bajará de una media del 3,6% en 2023 al 3,4% de media en 2024, para reducirse al  2,1% en 2025. Y el Banco de España apuesta por una bajada de la inflación del 3,4% al 3,3% en 2024 y al 2% en 2025. Sólo el FMI y la OCDE creen que España tendrá una inflación más alta en 2024 (3,7 al 3,9%) que en 2023 (3,5%), dentro de un panorama internacional donde esperan que amaine la inflación.

Los expertos apuestan por una menor inflación mundial en 2024 (bajará del 6,9% en 2023 al 5,8% en 2024, según el FMI), gracias a que esperan un precio moderado de la energía, las materias primas y los alimentos, factores claves también para el comportamiento de la inflación en España el año próximo. Empezando por la energía, el petróleo augura un precio bajo para 2024, en torno a los 70 dólares barril, aunque ayer volvió a superar los 80 dólares, por el conflicto en Palestina y el cierre de la ruta de Suez. Con ser un precio alto, es mucho menor a los 96,55 dólares barril que costaba en septiembre y a los 97,89 dólares barril que costaba el crudo el día antes de la invasión de Ucrania (24-F 2022). La Agencia Internacional de la Energía cree que el recorte de la demanda augura unos precios moderados del crudo, aunque tanto la OPEP como Rusia recorten su producción para elevarlo. Pero EEUU se ha consolidado como la primera potencia petrolera mundial y eso baja los precios. Incluidos los carburantes: la gasolina cuesta ahora 1,536 euros litro (frente a un máximo de 2,10 euros en julio de 2022 y 1,591 antes de la invasión de Ucrania). Y el gasóleo cuesta 1,501 euros, frente a un máximo de 2,07 euros en julio 2022 y 1,479 antes del 24-F).

Otro tanto pasa con el gas natural: ayer cotizaba a 33.26 euros/ MWh, frente a los 78,73 euros que costaba el día antes de la invasión de Ucrania y los 337,20 euros que llegó a costar el gas en agosto de 2022. Gracias a este desplome del precio del gas natural (que tiene mucho que ver con la alta producción de EEUU y otros paises más el acopio de gas para el invierno), desde febrero de 2023 no se aplica el tope al gas  que fijaba la “excepción ibérica” (primero si superaba los 55 euros y luego los 65 euros). Y gracias a estos bajos precios del gas, más un récord en la producción de electricidad renovable (50,8% en 2023, frente al 42,2 en 2022), se espera que la factura de la luz no se dispare en 2024, tras haber bajado mucho el recibo en 2023: 50,39 euros de media en noviembre, frente a 79,35 euros en diciembre 2022, 130,99 euros en agosto 2022 y un máximo de 143,03 euros en marzo de 2022 (tras la invasión de Ucrania), según la estadística de la OCU. 

Y queda lo que puede pasar con los precios de las materias primas y los alimentos. Respecto a las materias primas, como se espera un escaso crecimiento mundial en 2024 (y más en Europa), la demanda de materias primas será baja, en un momento en que han subido los stocks. El riesgo es que el conflicto en Palestina y el cierre de la ruta de Suez (por donde pasa el 10% del comercio mundial) pueda crear problemas de transporte y suministro, volviendo a subir precios, aunque EEUU quiere armar una coalición internacional para asegurar el tráfico internacional. Y en cuanto a los alimentos, el índice de precios de la FAO lleva bajando desde diciembre de 2022 y en noviembre estaba (índice 120,4) ya por debajo del índice de 2021 (125,7). Eso no quita para que haya alimentos que sigan subiendo (aceites, azúcar), afectados muchas veces por causas climáticas, un riesgo también en 2024.

En definitiva, todo apunta a que la inflación será menos preocupante, en el mundo y en España, en 2024. Pero los riesgos de que repunte existen, sobre todo por conflictos geopolíticos (Ucrania o Palestina y otros nuevos, como la guerra tecnológica y comercial entre EEUU y China). Y por eso, el Gobierno español (y la mayoría de los europeos) ha optado por mantener algunas ayudas contra la inflación, no desmantelar de repente el “escudo social” contra la inflación que el Gobierno Sánchez aprobó por primera vez en junio de 2021, prorrogando estas ayudas hasta 7 veces, la última en junio de 2023. Pero ahora, con la inflación más controlada, el Gobierno de coalición opta por recortar las ayudas, porque en 2024 habrá que ajustar el gasto público, para cumplir con la exigencia de Bruselas de reducir el déficit público al 3% (desde el 3,9% de 2023).

La Comisión Europea, el BCE, el FMI y la OCDE han recomendado a España y al resto de paises europeos que reduzcan su déficit y su deuda recortando las ayudas públicas contra la inflación en 2024. De hecho, los 7 paquetes de ayudas aprobados en España entre 2021 y 2023 costaron 47.000 millones de euros. Ahora, el Gobierno Sánchez ha reducido esas ayudas en este 8º paquete para 2024, que costará unos 5.300 millones de euros (frente a 22.000 en 2022 y 15.000 en 2023).

Empecemos por las ayudas contra la inflación que se mantienen, algunas retocadas. La principal, nuevos impuestos a la electricidad. El IVA en el recibo de la luz, que se bajó del 21% al 10% en 2021 y luego al 5% en junio de 2022, sube ahora al 10% (todo el año 2024), aprovechando la bajada del gas y la energía. Y en paralelo, el impuesto especial sobre la electricidad sube del 0,5% actual al 2,5% (primer trimestre) y al 3,8% (2º trimestre), para volver al 5,11% de antes en julio. Y el impuesto sobre la generación de electricidad sube del 0% actual al 3,25% (primer trimestre) y al 5,25% después (2º trimestre), para volver al 7% de antes de 2021 a partir de julio de 2024. El IVA del gas se mantendrá también en el 10% hasta marzo, subiendo después al 21% de antes.

También se mantiene hasta junio la rebaja del IVA a los alimentos básicos, que bajó del 4 al 0% en enero de 2023 (para el pan, harinas, leche, queso, huevos, frutas, verduras, hortalizas, legumbres, tubérculos y cereales) y también la rebaja del 10 al 5% en el IVA de aceites y pastas. Y se mantienen (ojo: durante todo el año 2024) las ayudas al transporte urbano (Estado y autonomías financiarán el 50% de los abonos) y la gratuidad a los abonos (para todos) de transporte en Cercanías y  Renfe media distancia, así como las líneas estatales de autobús (para viajeros habituales).

Las ayudas que desaparecen en 2024 son las que recibían hasta ahora los transportistas, agricultores, ganaderos y pescadores (10 céntimos por litro hasta septiembre y 5 céntimos hasta diciembre de 2023). Eso sí, se congela en 2024 el precio de la bombona de butano (19,95 euros), limitando la subida de la tarifa de último recurso (TUR) del gas (a un +5% trimestral). Y se mantienen las subvenciones al precio del gas para calefacción de las comunidades de vecinos. Además, se extiende 6 meses más la rebaja de tarifa eléctrica a las industrias más consumidoras de electricidad (cerámicas, cementeras, aluminio…).

Además, se mantienen dos ayudas que no tienen un coste presupuestario. Una, la prohibición de desahucios en 2024 a las familias más vulnerables y el corte de suministros básicos (luz, agua y gas). Y se amplía en 100.000 familias (las que ingresan menos de 35.000 euros, frente a los 30.000 euros de límite actual) las que podrán disfrutar en 2024 de un alivio en el pago de sus hipotecas, según lo pactado por el Gobierno con la banca.

Ahora, falta ver si la inflación sigue a la baja y si estas ayudas son suficientes para rebajar el mayor gasto de las familias más desfavorecidas (aunque tanto el IVA más bajo para los alimentos, la luz y el gas benefician más a los que más tienen que a los más pobres). Y con menos inflación, la clave será si las familias pueden mantener su consumo en 2024, un año en que se espera que el consumo privado sea uno de los motores del crecimiento (entre el 1,7% y 2% aumentará el PIB, menos del 2,4 % que creceremos en 2023), junto al turismo y las inversiones que promueven los Fondos europeos. Para que ese consumo de las familias mantenga la actividad (y el empleo), es clave que suban los salarios, más que la inflación. De momento, están a la par, ya que los salarios en convenios suben este año un +3,49%, similar al +3,4% de inflación este año. Parece que hay grandes empresas que están subiendo más los salarios, porque pueden y no encuentran trabajadores. Pero el Acuerdo salarial firmado en mayo entre sindicatos y patronal  acordó una subida salarial del 3% para 2024. Así que está en juego la recuperación del poder adquisitivo (y el consumo) en 2024.

En resumen, el Gobierno gasta lo que puede (menos) para mantener algunas ayudas contra la inflación, pero la clave va a estar en que la energía y los alimentos no nos den un susto en 2024 y obliguen a tomar medidas más drásticas (en un año que tendremos que gastar menos como país para reducir el déficit público). Por eso, el Gobierno debería pactar con patronal y sindicatos una moderación no sólo de los salarios (ya lleva años) sino de los márgenes y beneficios empresariales, que fueron los causantes de dos tercios de la subida de la inflación en 2022, según un estudio del BCE. Y también la OCDE ha demostrado que tres cuartas partes de la subida de la inflación en Europa se ha debido a la subida de los márgenes empresariales (beneficios) y sólo la cuarta parte restante se debe a los salarios. Habría que pactar una moderación de esos beneficios, porque sería más eficaz que estas ayudas recortadas ahora. Vigilen los márgenes (disparados) de algunos sectores y empresas, para que no nos suban otra vez los precios a todos en 2024.

lunes, 9 de octubre de 2023

Supermercados: los grandes ganan cuota

Llevamos 20 meses con los precios de los alimentos disparados, lo que nos obliga a hacer la compra “con mucho cuidado”, comparando precios y comprando con más frecuencia. En esta guerra por llenar nuestro carrito, los supermercados siguen ganando terreno y los grandes han ganado cuota de mercado, sobre todo Mercadona, Carrefour y Lidl, en perjuicio de las tiendas de barrio, que cada día cierran más. Un dato preocupante: los súper han casi duplicado su cuota desde 2014 (ahora concentran la mitad de las ventas de alimentación) mientras han desaparecido 31.000 tiendas de barrio, que hoy sólo venden el 12,7% de los alimentos. Ahora, con los alimentos subiendo un +10,5% anual y cayendo el consumo, se espera un 4º trimestre de mucha competencia en la alimentación, con un auge de descuentos y promociones, aunque los alimentos seguirán caros por la sequía y las malas cosechas. Lo que está cambiando es nuestra forma de comprar alimentos: más veces por semana, en más establecimientos y mirando mucho más los precios. Más complicado.

                Enrique Ortega

La alimentación es la 2ª partida de gasto de las familias españolas: concentra el 16% del gasto medio por hogar (5.050 euros en 2022), tras el gasto en vivienda (hipoteca o alquiler), agua, gas, electricidad y otros combustibles, que supone un tercio del gasto familiar medio (10.243 euros en 2022, el 32,4%), según la última Encuesta de Presupuestos Familiares del INE. Este gasto en alimentación es porcentualmente mayor en España que en Europa, por lo que nos está afectando más la fuerte subida de los alimentos desde diciembre de 2021 (+5%), que batió su récord en diciembre de 2022 (+15,7% de subida anual) y ha bajado algo en los últimos meses (hasta una subida del +10,5% en agosto de 2023), según el INE. Eso sí, el gasto en alimentación varía según la renta de las familias: para las más pobres, supone el 20,47% del gasto total y para las más ricas sólo el 12,42%.

La fuerte subida en el precio de los alimentos ya rebajó las compras de alimentos y bebidas las familias en 2022, un -7,1% en kilos o litros comprados, según el último informe del Ministerio de Agricultura y Alimentación, aunque en realidad los hogares pagaron más (+2,7%) por menos, 107.780 millones de euros en alimentación y bebidas en 2022, al subir los alimentos un +15,7% anual el año pasado. El gasto en alimentos y bebidas se reparte entre el gasto fuera del hogar (restaurantes y bares), 33.887 millones en 2022, que creció (+15,5%) por el mayor “ansia” de salir fuera tras la COVID, y el gasto en alimentación y bebidas para el hogar, que fue de 73.893 millones en 2022, un -0,9% menos que en 2021. Una caída del gasto que indica que, ante la subida de los alimentos, compramos menos y lo más barato.

¿Dónde compramos los alimentos y bebidas para el hogar? El informe de Agricultura 2022 revela que casi la mitad de las compras,  el 49,5% del total (en volumen) las hacemos en los supermercados, que ganan cuota de ventas año tras año. Les siguen, muy lejos, las tiendas de descuento (súper pequeños de proximidad, con un surtido limitado y precios bajos), que concentraron un 13,7% de las ventas. En tercer lugar están los híper, que venden el 12,8% de los alimentos y bebidas en España. Y en cuarto lugar están las tiendas tradicionales, las tiendas de barrio (que venden un 30% de los alimentos frescos pero sólo el 2,3% del resto de alimentos), que sólo suponen el 12,7% de las ventas totales de alimentos y bebidas. Y sigue sin despegar la venta on line de alimentos, que solo suponen en 2,3% de las ventas totales de alimentación y bebidas, a pesar de la subida de ventas tras la COVID.

Lo más llamativo en este mercado de los alimentos es el tirón” de los supermercados, que casi han duplicado su peso en las ventas durante los últimos 8 años: suponían el 29,2% de las ventas totales en 2014 y ahora ya venden el 49,5%, según el Ministerio de Agricultura. Eso ha sido a costa de aumentar las ventas y, sobre todo, del desplome de las tiendas tradicionales de alimentación, cuyo peso ha caído en picado, al multiplicar los súper las ventas de productos frescos (frutas, verduras, carnes y pescados), que eran “el gancho” de las tiendas de barrio. Se estima que en los últimos 10 años (2012 a 2022) han desaparecido en España casi 31.000 autónomos del sector de la alimentación. Quedan ahora 752.535 pequeñas tiendas de alimentación, que se quejan de las “prácticas oligopolísticas” (“competencia desleal”) de supermercados e híper, con precios imposibles de competir y clientes que pierden porque buscan sólo bajos precios.

La fuerte subida de precios en los alimentos, iniciada hace ya 20 meses, ha provocado no sólo un auge de los supermercados sino también una mayor concentración: los grandes son ahora más grandes. El líder indiscutible, Mercadona, tenía un 26,1% de cuota acumulada (en las ventas de alimentación, bebidas y limpieza) a finales de agosto de 2023, frente al 25,8% de cuota un año antes, según Kantar Worldpanel. El 2º supermercado (a mucha distancia), el francés Carrefour, también ha ganado cuota en el último año: del 9,7% al 9,9% en agosto 2023. Y el tercero, el alemán Lidl ha sido el que más cuota ha ganado en este año difícil, del 5,9 al 6,5%. El 4º, el español Eroski, también ganó cuota (del 4,3 al 4,4%), mientras Día (que ha vendido 224 tiendas a Alcampo) perdía cuota, del 4,7 al 4,3%. Entre estos “5 grandes” tienen una cuota de mercado de alimentación del 51,2% (50,4% hace un año). Les siguen en el ranking Consum (3,4% cuota), Alcampo (3,1%), Aldi (1,5%) y los súper de ámbito regional (16,9% de cuota).

Esta mayor concentración en las ventas de unos pocos supermercados, en perjuicio de los más pequeños y de las tiendas de barrio, se produce desde hace años. Así, Mercadona ha pasado de una cuota del 19,7% en 2011 al 26,1% en 2023, gracias a sus marcas blancas y las nuevas aperturas por toda España. Carrefour ha saltado menos, del 7,6% de cuota al 9,9%. Lidl ha duplicado con creces su cuota (del 2,9 al 6,5%), aumentando también la de Eroski (del 3,7 al 4,4%) y Alcampo (de 2,8 al 3,1%), cayendo sólo la de Día (del 7,5 al 4,3%). 

¿Qué lleva a la concentración de ventas de los grandes súper? Básicamente, su política de precios. Mercadona nos da un ejemplo claro. En el primer trimestre de 2023 perdió cuota de mercado, mientras la ganaba Lidl. En abril, la cadena valenciana anunció que bajaría el precio de 500 productos de alimentación, bebidas y limpieza, con un ahorro estimado para sus clientes de 200 millones de euros hasta final de año. El efecto ha sido claro: Mercadona ha recuperado ventas y rozaba el 27% de cuota a finales del verano. Ojo, otra enseñanza: la comunicación es clave. Que el cliente “se crea” la bajada de precios. De hecho, según los expertos de Kantar Worldpanel, Mercadona ha subido cuota estos meses en 6 de las 10 categorías de productos que vende aunque sólo ha reducido realmente sus precios en la mitad de las categorías de productos. Conclusión: lo importante es lo que creamos los compradores, no la realidad de los precios…

Eso nos indica que los supermercados (y las tiendas “descuento” e híper) llevan un año empeñados en convencernos de que sus precios y ofertas son las mejores, en medio de una “guerra de precios” permanente: productos estrella, promociones, 2x1, producto del día… Y eso ha calado en el consumidor, que “mira” los precios más que antes y compara en cada compra, no dudando en visitar varios supermercados y diversificar su compra según dónde vea más barato cada producto: hacemos más compras  semanales y en más sitios.

Esta “búsqueda del mejor precio”, aunque canse puede ser útil para el bolsillo ahora que los alimentos están por las nubes. De hecho, un estudio de precios por establecimientos, que la OCU publica desde hace años, revela grandes diferencias de precios según donde compremos los alimentos, bebidas y limpieza: estima que una familia puede ahorrarse hasta 1056 euros al año según el supermercado donde compre, hasta 15 euros de diferencia por carrito. Según su estudio publicado en septiembre, los supermercados que menos han subido en el último año (de mayo 2022 a mayo 2023) han sido Masymas y Eroski (+8%, frente al +14,1% de media), Mercadona (+10%), Ahorramás (+10,5%), Lupa (+11%), Hipercor (+11,5%), Consum (+11,5%) y Lidl (+11,7%). Y los supermercados que más han subido sus precios son Lecrerc (+17%), Supeco (+15,8%), Carrefour Express (+15,6), BM Urban (+14,5%), Carrefour (+14,1%), Alimerka y Alcampo (+13%), Supercor (+12,8%) y Día (+12,5%).

El estudio de la OCU revela además que 9 de cada 10 productos de la cesta de la compra analizada (236 productos en 1.108 establecimientos de 65 ciudades) han subido de precio en el último año (mayo 2022-mayo 2023), ese +14,1% de media (una subida que es del +30,8% si se compara con los precios de hace dos años, de mayo de 2021). Y revela que la subida anual de precios es mucho mayor en el azúcar (+66%), el aceite virgen extra (+21%), las hortalizas (del +40 al +56%) y el arroz (+36%), bajando sólo el aceite de girasol y los plátanos. Además, la OCU denuncia que algunos de estos alimentos (aceites, verduras y hortalizas o arroz) han subido de precio en el último año a pesar de la bajada del IVA (del 10% al 4 o 5%) que entró en vigor en enero de 2023. 

Ahora, los expertos esperan que la inflación repunte en el 4º trimestre de 2023, tras haber subido ya desde junio (1,9% anual), en julio (al 2,3%), agosto (2,6%)  y septiembre (al 3,5%), según el INE. El Banco de España ha subido su previsión de inflación en 2023 al 3,6%, sobre todo por la subida de la energía (carburantes, gas y electricidad), pero también por los alimentos, que podrían seguir caros el resto del año, por culpa de la sequía y las malas cosechas. Eso hará que la subida anual de muchos alimentos supere el 10% y provocará nuevas “guerras de precios” entre súper, para seguir peleando por unas ventas que siguen a la baja, con las familias recortando compras y comparando precios en su cesta semanal. Y siguen ganando peso las “marcas blancas”, que ya suponen el 43,5% de las ventas de gran consumo envasado (representaban el 38,3% en 2021).

La subida de los alimentos ha agravado la guerra comercial entre los súper, que se han lanzado a promover “productos escaparate(una marca de aceite a 7,50 euros, que vuela de las estanterías en unas horas pero atrae clientes), ofertas y promociones, tarjetas de descuento y toda la “ingeniería de ventas” que haga parecer al comprador que ahorra sin que en realidad gaste menos sino más. Y esta “guerra comercial” también está modificando las tendencias de compra de los consumidores, que ahora visitan más establecimientos para comprar precios y diversifican más las compras, no concentrándolas en un solo supermercado sino en varios, para aprovechar “las ofertas” de cada uno. Eso lleva a que en vez de hacer una compra grande a la semana, se hacen ahora varias (más tiempo), a la caza de “oportunidades”.

Al final, la fuerte subida de los alimentos ha provocado dos fenómenos comerciales. Uno, que los supermercados grandes son cada vez más grandes y tienen cada vez más poder para imponer productos y precios. Dependemos más de estos gigantes, que tienen más capacidad de conseguir mejores precios a proveedores y marcas (que también están cada vez más en sus manos, con una creciente y peligrosa “dependencia”). El otro, que cuando vamos a la compra y llenamos el carrito, casi solo nos fijamos en el precio: poco miramos la calidad, los ingredientes, la composición o el origen (naranjas de Sudáfrica, tomates marroquíes o cordero de Nueva Zelanda). Y eso nos está llevando a una alimentación “low cost”, centrada sólo en bajar precios como sea, en perjuicio del productor y también del medio ambiente.

Ojo, porque esto puede acabar con el campo y la ganadería españoles y dejarnos en manos de los alimentos importados, en perjuicio de la independencia y la calidad alimentaria. Piénselo cuando vaya a comprar. A veces, lo barato hoy acaba siendo muy caro mañana.

lunes, 22 de mayo de 2023

La sequía, una pandemia sin vacuna

España entró en diciembre en una sequía de larga duración, de la que no saldrá hasta otoño (si llueve). Después del primer cuatrimestre más seco de nuestra historia, todo apunta a un verano cálido y seco, que tendrá un alto coste económico y social: restricciones de agua en media España, pérdida de cosechas y un encarecimiento adicional de los alimentos, sobre todo este verano, con otro récord de turistas. La situación es preocupante, sobre todo en Andalucía, Cataluña y Levante, e irá a peor en el futuro, porque el Cambio Climático afectará más al sur de Europa y al Mediterráneo. Estamos ante una sequía que no es puntual y que se va a agravar, según alerta la ONU. Sufrimos una nueva pandemia, para la que no hay vacuna. La clave es afrontar juntos este reto, desde el Gobierno y las autonomías y Ayuntamientos a agricultores, industrias y consumidores, ahorrando agua, gestionándola mejor y gastando más en infraestructuras y desaladoras. El agua es clave en nuestro futuro económico y vital. Hay que salvarla.

Enrique Ortega

El calor extremo y la sequía asolan a medio mundo, como consecuencia del Cambio Climático. Y más a Europa, el continente que más se calienta: su temperatura media aumenta a una velocidad que duplica la media global. Ya en el verano de 2022, Europa sufrió el verano más caluroso desde que hay registros, según Copernicus. Y en el último quinquenio, la temperatura media europea ha subido 2,2 grados por encima de la era pre-industrial (1850-1900), generalizándose una sequía que los europeos sufren desde 2018. Y ahora, el invierno y la primavera en Europa están siendo más cálidos de lo habitual, con lo que los europeos sufriremos otro verano cálido y seco, acompañado de lluvias torrenciales.

En España, como en el resto de la Europa del sur, la situación es aún peor. Por un lado, 2022 fue el año más cálido desde que hay registros (1961), según la AEMET, y terminó con temperaturas entre 5 y 10º superiores a las habituales. Y en 2023 hemos sufrido el mes de abril más cálido de nuestra historia, según la AEMET, tras un 5º invierno consecutivo muy cálido y el 2º marzo con mayores temperaturas del siglo. Y junto a las altas temperaturas, apenas ha llovido: hemos sufrido el primer cuatrimestre más seco de la serie histórica, con 112 litros por metro cuadrado entre enero y abril, un 54% por debajo de lo normal. Y con ello, las precipitaciones en lo que llevamos de año hidrológico (desde el 1 de octubre a mediados de mayo) han caído un -27,5% sobre el año pasado.

Resultado: España entró en diciembre en una sequía de larga duración, de la que no saldrá hasta otoño (si llueve), según la AEMET. Y eso porque los meteorólogos prevén que este verano sea “más cálido de lo normal” (otro año más), sobre todo en el este peninsular, Baleares y Canarias. Y que apenas llueva, agravando la sequía actual. Estos 2 fenómenos, el calor y la sequía, volverán a provocar más incendios forestales, ya iniciados en abril y mayo en muchas zonas de España. Con más virulencia, junto a fenómenos climáticos extremos, como el granizo y las lluvias torrenciales que han sufrido zonas del este y sur de España.

El indicador de la gravedad de la sequía la dan los pantanos, que tienen menos agua que nunca en casi 30 años (desde 1994). La semana pasada, los embalses estaban a menos de la mitad de su capacidad, al 48,2%, por debajo del 50,4% de hace un año, del 62,5% de hace 5 y del 69% de hace 10 años, según embalses.net. Pero la situación es más grave en algunas regiones: Andalucía (embalses al 27,8%, con la Cuenca del Guadalquivir al 24,18%, la del Guadalete-Barbate al 26,11%, la del Guadiana al 32,1% y la cuenca Mediterránea Andaluza al 34,41%), Murcia (embalses al 28,36%, con la cuenca del Segura al 33,3%), Castilla la Mancha (embalses al 37,5%, con la cuenca del Tajo al 59,85%), Cataluña (con los embalses al 39,69%), Cantabria (embalses al 42,96%), Aragón (embalses al 47,36%, con la cuenca del Ebro al 49,68%) y Extremadura (embalses al 49,82%).

Si los datos globales de los embalses son malos, son peores los de los embalses cuya agua se destina al uso humano y a la agricultura: están al 39,9% de su capacidad, frente al 48,3% de hace un año, el 57,4% de hace 5 y el 64,9% de capacidad hace 10 años, según los datos del Ministerio de Transición Ecológica. Esto ha provocado ya restricciones en el suministro de agua en Andalucía y Cataluña, la región donde algunos Ayuntamientos han tenido que acudir a camiones para abastecer de agua a pequeños municipios de Barcelona y Lleida. De momento, las restricciones no afectan al consumo humano y sí a la utilización de piscinas y al riego de jardines, así como a los agricultores que usan canales de riego. Pero como no se espera que llueva y sí un verano muy caluroso, el temor es lo que puede pasar en julio y agosto, en las zonas de interior y de costa de Cataluña, Andalucía y levante, más Baleares y Canarias, ante la afluencia de turismo español y un nuevo récord de turistas extranjeros, como en 2019 (llegaron 20 millones de turistas foráneos entre julio y agosto).

El calor y la sequía no sólo ponen en riesgo el abastecimiento de agua este verano (lo sufrirán  un 10% de la población, sobre todo en zonas rurales, según los expertos), sino que aumentan también la contaminación, especialmente en las grandes ciudades, porque no hay lluvia que arrastre partículas y pólenes. España está sufriendo ya una de las primaveras más secas de las últimas décadas y eso tiene efectos negativos sobre nuestra salud: más concentración de NO2 y partículas, más riesgo de neumonías y enfermedades crónicas y más alergias (que sufren la mitad de la población), además de daños a la piel (la sequía aumenta las dermatitis). Y no olvidemos las muertes que provocan las olas de calor: en 2022 hubo 5.876 muertes provocadas por las altas temperaturas, según el Instituto de Salud Carlos III. España se ha convertido en el país europeo con más riesgo de muerte por calor extremo: 30 por cada millón de habitantes, el doble que la media UE (15), según The Lancet.

Otra grave consecuencia del calor extremo y la sequía persistente son los daños al campo, a las cosechas y a la ganadería. Ya en 2022, las pérdidas por la sequía superaron los 8.000 millones de euros, según los Jóvenes Agricultores. Y todo apunta a que las pérdidas en 2023 serán superiores, superando los 10.000 millones de euros,  después de que las indemnizaciones pagadas a los agricultores por los seguros agrarios batieran su récord histórico en 2022: 769 millones de euros (frente a una media de 534 millones pagados entre 2007 y 2016 y 695 millones anuales entre 2017 y 2021) Incluso el ministro Planas cree que la situación en el campo es ahora “más dura que en los años 90, por las elevadas temperaturas”. De momento, y pendientes de que llueva o no en mayo y junio, la situación en el campo español es muy grave: la sequía asfixia ya al 80% del campo español y produce pérdidas irreversibles en más de 5 millones de hectáreas de cereales de secano”, dice el informe de la organización agraria COAG (11 mayo).

El informe de COAG da por perdidas las cosechas de trigo y cebada en Andalucía, Extremadura, Castilla la Mancha, Murcia, Aragón, Madrid, Cataluña y Castilla y León, con el riesgo de que 3,5 millones de hectáreas queden improductivas. Están en riesgo los frutales de Andalucía, Murcia, Comunidad Valenciana y Cataluña, porque a la sequía se unen las restricciones al regadío. Y creen que será imposible el cultivo de arroz en Andalucía, mientras la cosecha de aceite y frutos secos en la mitad sur de España será sólo un 20% de la normal. Y la falta de pastos obliga a comprar pienso y forraje a los ganaderos, lo que agravará la situación de la cría de ovejas, cabras y vacas. Y para completar el panorama, los apicultores sufrirán su 3ª mala cosecha de miel, por falta de vegetación y floración.

Estos daños de la sequía, que se pueden agravar si no llueve en los próximos meses o si se repiten las olas de calor, nos anticipan que los alimentos se van a encarecer en los próximos meses, tras estar ya muy caros (suben un +12,9% anual, el triple que el IPC general, un +4,1%): subirán cereales, harina, patatas, arroz, aceite, frutos secos, frutas de fuera de temporada, verduras, carnes, huevos y lácteos… Y sobre todo este verano, cuando se reduzca la oferta de alimentos (por las malas cosechas) y se dispare la demanda, por el récord de turistas. Así que será difícil que baje más la inflación y los alimentos, porque la mitad de su subida se debe a la crisis climática.

También la sequía puede provocar una subida del recibo de la luz. Todavía la luz sigue “barata” (60,27 euros/kwh el viernes, frente a 145 euros el 3 de enero y 327 euros en septiembre de 2022), gracias a la mayor producción de energía renovable (eólica y solar) y a la drástica caída del precio del gas que se utiliza en las centrales térmicas (ha caído de 215,64  euros en septiembre a 25,67 euros el viernes). Pero si cambia el clima (se reduce el viento o las horas de sol) y sube el precio internacional del gas, ahora tenemos poca agua en los pantanos para producir electricidad hidroeléctrica. Los embalses de uso hidroeléctrico están mejor que los de uso humano y agrícola, pero están bajos: al 66,6% de capacidad, mejor que hace un año (55%) pero mucho peor que hace 5 años (72,7%), según la estadística de Transición Ecológica. Las cuencas que concentran las mayores centrales están mal (Ebro y Tajo) o regular (Duero), pero si persiste la sequía, se notará también en estas centrales y en la producción hidroeléctrica. En abril, el agua ha aportado sólo el 8,1% de toda la electricidad producida, según REE,  menos del 11,1% que aportó en el primer cuatrimestre, más que en 2022 (6,47%) y menos que en 2021 (11,4%). Ahora se espera un aumento del consumo eléctrico este verano (sobre todo si es caluroso y “tiramos” del aire acondicionado”), lo que podría encarecer el recibo de la luz, sobre todo se sube el precio del gas.

Como hemos visto, el calor extremo y la sequía tienen un alto coste, en el suministro de agua, las muertes, los daños a las cosechas, la subida de los alimentos y la factura de la luz. Para paliar estos daños, el Gobierno aprobó el 11 de mayo un paquete de medidas extraordinarias contra la sequía, con 2.190 millones. Una parte (784 millones) son ayudas directas a agricultores y ganaderos, más ayudas fiscales y una ampliación de la subvención a los seguros agrarios: habrá 358 millones para subvencionar entre el 50 y el 70% del coste, aunque agricultores y ganaderos aseguran poco sus negocios (sólo un 32% de la producción final agraria está asegurada). El resto del Plan (casi 1.400 millones) son inversiones en las cuencas, en desaladoras y en plantas de reciclaje de agua, además de subvenciones (57 millones) para el pago del canon del agua de los regantes.

La organización agraria COAG cree que estas ayudas son “insuficientes” y piden que se entreguen ya a los agricultores de cereal, los más afectados. Y los ecologistas de Greenpeace también las consideran “insuficientes”, además de “ir en la mala dirección”, porque refuerzan las infraestructuras hidráulicas en lugar de reducir la agricultura industrial, que es el origen del problema: es insostenible porque consume más agua de la que tenemos.

Los ecologistas culpan de los problemas del agua a una agricultura industrial sobredimensionada e insostenible medioambientalmente. Y dan un dato: el 85% del consumo total de agua en España se lo llevan los regadíos, quedando el 15% restante para el consumo particular (10%) y la industria (5%). La realidad es que el regadío no ha parado de crecer en las últimas décadas: se ha pasado de 3 millones de hectáreas en 2010 a 3.877.901 en 2021 y a 4 millones de hectáreas actualmente. Según Ecologistas en Acción, el regadío ha crecido un +64,7% en Castilla la Mancha en los últimos 25 años, un +44% en Andalucía y un +30% en Extremadura, debido al crecimiento de la agricultura “intensiva” y a que ahora se riegan cultivos “leñosos”, que antes eran de secano (olivos, viñas, frutas y cítricos). Actualmente, España (el país más seco del continente) es el país con más hectáreas de regadíos de Europa (4 millones), por delante de  Italia (2 millones), Francia (1,5 millones) y Grecia (1 millón de hectáreas).

Lo que pasa es que España se ha convertido en “la despensa de Europa”, aumentando drásticamente la producción agrícola (y ganadera), con la ayuda del regadío: naranjas, frutas, tomates, cerdos, aceite o vino son “nuestro petróleo” y vendemos fuera el doble de alimentos que de coches. Las exportaciones españolas de alimentos han saltado de 31.497 millones de euros en 2011 a 53.304 millones en 2020 y 62.248 millones en 2022, el doble que hace una década. De hecho, somos el 4º exportador agroalimentario europeo y el 7º del mundo, lo que mantiene 2,5 millones de empleos en España, a costa de un regadío que consume mucha agua, aunque sea cada vez más eficiente. Y a costa de la existencia de 1 millón de pozos ilegales, según Greenpeace, que riegan de forma ilegal 88.645 hectáreas (1,5 veces la superficie de Madrid capital), destruyendo los acuíferos.

El 2º gran consumidor de agua es el consumo humano (10%), que bajó en los últimos años (de 165 litros por habitante y día en 2001 a 127 en 2019), pero que ahora está aumentando (de 128 a 131 litros en 2022, según AEAS-AGA), debido a un cierto “relajo” y a los bajos precios del agua para consumo (1,97 euros m3), de los más baratos de Europa. Y también tiene mucho que ver el récord de turistas: gastan entre 450 y 800 litros por día, según algunos estudios, entre 4 y 6 veces más que un consumidor habitual en España. Eso crea un grave problema de consumo, sobre todo en verano, en Canarias, Baleares, Levante, Costa del Sol y Cataluña, región donde 8 millones de turistas pernoctan en hoteles. Queda el consumo industrial (5%), un porcentaje bajo pero importante, con determinadas industrias más consumidoras de agua (químicas, textiles, industria agroalimentaria, minerales y metales, disolventes y gestión de residuos), que en general carecen de planes de reducción de consumo, también porque pagan precios bajos.  Y no olvidemos otro consumidor oculto: las pérdidas de agua en las instalaciones: cada año se pierden 700.000 litros de agua por fugas y averías (cubrirían el consumo anual de 14 millones de personas), un 20% del consumo total de agua en España, lo que exige importantes inversiones en las viejas redes de abastecimiento.

Al final, la sequía es una pandemia que está aquí, pero contra la que no tenemos “vacuna” como con la COVID-19. Y va a ir a más, según el último informe de la OMM (ONU), por la crisis climática. Eso exigiría un gran Pacto del Agua, para actuar en muchos frentes: frenar el deterioro de ríos y acuíferos, mejorar la calidad del agua, ahorrar consumos innecesarios y frenar las fugas, racionalizar los regadíos y la producción agraria, subir tarifas para reducir el consumo humano e industrial, invertir en infraestructuras, canales y desaladoras, aumentar el peso del agua reciclada y conseguir un turismo sostenible. No hay una solución mágica contra la sequía, sino miles de actuaciones y un objetivo común: salvar el agua, cada vez más escasa pero clave para la economía y la vida. A ello.