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lunes, 27 de enero de 2020

Jóvenes, los "paganos" de la crisis


Los jóvenes son los que más han sufrido la crisis y los que menos se benefician de la recuperación. El dato del Banco de España es demoledor: los ingresos de los menores de 30 años han caído un 18% desde 2011, los de sus padres han caído ligeramente o se han recuperado y los de sus abuelos han subido un 18%. La crisis ha agravado la desigualdad entre generaciones. Al final, el fracaso de los jóvenes se refleja en este otro dato: un 81% siguen viviendo con sus padres porque no se pueden emancipar. Y menos si la mitad de los jóvenes están “infrautilizados” (inactivos, subempleados o parados), como denuncia la OIT. Es un grave problema, como las pensiones o el Cambio Climático, que exige un Plan de choque, con medidas desde la enseñanza (menos fracaso escolar y estudios que ayuden a trabajar) al empleo (menos trabajo precario), la vivienda y las ayudas a las familias jóvenes. Urge dar una salida a nuestros jóvenes, porque son los "paganos" de la crisis. Apoyémosles más.

enrique ortega

El primer gran cambio con la crisis es que ahora hay menos jóvenes: si en 2007 había en España 8.357.000 jóvenes de 16 a 29 años, en 2019 había 6.707.100, o sea, 1.650.000 jóvenes menos, por la caída de la natalidad y el número de hijos de las familias. Y además, segundo gran cambio, estos jóvenes de hoy trabajan menos y están más parados que antes de la crisis: hay menos jóvenes activos (trabajando o buscando trabajo: un 56,14% frente al 69% en 2007), menos jóvenes trabajando (el 42,4% frente al 60,16% en 2007) y más jóvenes parados (el 13,71% en 2019 frente al 8,84% en 2007), según el último balance publicado por Trabajo. La crisis ha hecho pues que haya más jóvenes “inactivos” (el 43,8%, frente a sólo 31% en 2007), debido a que muchos jóvenes siguen estudiando o no hacen nada (ni-nis: ni estudian ni trabajan, un 20,2%, 619.000 jóvenes de 18 a 24 años).


Estos datos indican claramente que los jóvenes españoles están hoy peor que antes de la crisis (2007) y que apenas se han beneficiado de los 6 años de recuperación (2014-2019). El mayor problema está en el empleo, porque los jóvenes perdieron más empleo que los mayores y se han beneficiado menos de los 2.923.700 empleos creados desde 2014 (sólo la quinta parte de los nuevos empleos, 561.800, fueron para los jóvenes de 16 a 29 años, según el INE). Y además, los jóvenes se encuentran con nuevos empleos más precarios aún que los más mayores. Así, de los 2.845.400 jóvenes que trabajan (según los últimos datos de Trabajo) más de la mitad (el 56,78%) tienen un contrato temporal, según la EPA, el doble de temporalidad que la media de trabajadores españoles (el 26,7% tienen un contrato temporal). Y además, una cuarta parte de los jóvenes que trabajan (el 24,26%) tienen un contrato a tiempo parcial (por horas o días), casi el doble que el conjunto de trabajadores (un 14% tienen contratos a tiempo parcial), según la última EPA.


Ya no es sólo que trabajen pocos jóvenes (recordemos: el 42,4% de los que tienen entre 16 y 29 años) sino que muchos jóvenes están subempleados (el 14,5% querrían trabajar más horas, pero no encuentran) y otros está sobrecapacitados para el trabajo que hacen, porque tienen demasiada formación: es lo que les pasa al 37,6% de los universitarios españoles, que trabajan “sobrecualificados” (de camarero o cajera con una carrera, por ejemplo), frente a sólo un 23,4% de universitarios que lo hacen en Europa, según la Fundación CYD. Dos motivos de frustración (subempleo o sobrecualificación) que se traducen también en bajos salarios. Pero además, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) acaba de dar un dato impresionante: el 48% de los trabajadores jóvenes españoles están infrautilizados, porque están subempleados, desanimados (ni buscan empleo) o parados, un problema que afecta  sólo una cuarta parte de los jóvenes (al 28%) en Europa, según la OIT.


Este empleo escaso y precario de los jóvenes españoles se traduce en unos salarios más bajos que los del resto de trabajadores. Así, el salario neto de los jóvenes de 16 a 29 años era de 15.500 euros anuales (1.107 euros mensuales en 14 pagas), según los últimos datos del Consejo de la Juventud. Y en el caso de un hogar joven (familia), su ingreso medio es de 28.000 euros, 2.000 euros netos al mes. Pero el sueldo es menor con la edad. Así, los jóvenes de 16 a 24 años ganaban 1.091,7 euros brutos al mes (927 euros netos), según el Decil de salarios del INE/EPA(2018), muy por debajo del sueldo medio bruto de los españoles, estimado en 1.944,4 euros brutos (1.652 euros netos al mes). Y los que tienen entre 25 y 34 años también ganan menos que la media: 1.615,2 euros brutos (1.372 netos).


Al final, entre que trabajan menos jóvenes y que ganan menos, la renta de las familias jóvenes (menores de 35 años) ha caído más que la del resto de familias españolas, según un reciente informe del Banco de España. Cayeron más durante lo peor de la crisis, entre 2011 y 2014 (-23,10%), y han mejorado menos durante la recuperación (+7%). El resultado es que las familias jóvenes tienen hoy una renta, unos ingresos (22.800 euros anuales) que son un -17,7% menores que antes de la crisis (27.700 euros en 2011), cuando el conjunto de familias españolas han recuperado prácticamente sus ingresos (25.600 euros frente a 25.800). Y mientras los jóvenes todavía ingresan mucho menos, las familias más mayores ingresan más (las de 35 a 44 años, un +3,8%) o sólo un poco menos (-10,12% las familias de 45 a 54 años y un -5,22% las familias de 55 a 64 años). Y los pensionistas ingresan más que en 2011: un +27,5% las familias de 65 a 74 años y un +18,3% las familias de más de 74 años, según este informe sobre renta y riqueza durante la crisis y la recuperación.


El balance es claro: los jóvenes han sido los que han visto más recortados sus ingresos, mientras sus padres los mantenían o recortaban menos y sus abuelos eran los que salían mejor parados de la crisis. Y lo mismo en el patrimonio, en la riqueza de las familias, que ha caído un -26,8% de 2011 a 2017, por el desplome del precio de la vivienda y los ingresos: el patrimonio de los jóvenes ha caído un -92,6%, menos el de las familias de edades medias (del -46% para 35-44 años al -32% para 45-54 años y  el -28,7% para familias de 55 a 64 años) y mucho menos los jubilados (-10,6% para familias de 65 a 74 años), según ese estudio del Banco de España. Y en paralelo, los jóvenes tienen un porcentaje de deudas (62,1%) mayor que la media de familias (53,2% con deudas).


Todo este panorama (menos empleo, sueldos bajos y más deudas) se acaba trasladando a otro dato muy esclarecedor de la situación de los jóvenes: el 81,4% de los menores de 30 años siguen viviendo con sus padres. Sólo el 18,6% han podido “emanciparse”, el dato más bajo en España desde 2002, según el Consejo de la Juventud, un dato que contrasta con el 30% de emancipación en Europa. Significa que de 6,67 millones de jóvenes (16-29 años), sólo 1,2 millones se han marchado de casa. Y la proporción es aún menor entre los chicos (14,8% emancipados) que entre las chicas (22,5%) y sobre todo en Cantabria (14% jóvenes emancipados), Andalucía (15%), Canarias (15,1%) y Castilla y León (15,4%), siendo más alta en Cataluña (23,1%) y Madrid (19,6% emancipados). En todos los casos, la tasa de emancipación es menor entre los jóvenes que tienen menos formación y empleos precarios.


El problema básico que tienen los jóvenes para no irse de casa de los padres es el coste de la vivienda, sobre todo  por los elevados alquileres. En junio de 2019, el pago de un alquiler medio se llevaba el 94,4% de los ingresos de un joven, cuando en 2008 suponía sólo el 55,7%, según el Consejo de la Juventud. Y si pretenden comprar un piso, la hipoteca se les lleva el 62,4% de un sueldo joven medio, menos que el alquiler, pero con un problema insoluble: necesitan un fuerte desembolso para la entrada y los gastos, además de que en muchos casos lo bancos no les prestan por su precario trabajo. Y si los jóvenes alquilan compartiendo piso (lo que hacen el 84% de los que se emancipan), el alquiler todavía se lleva el 30,8% de sus ingresos, del 30 al 40% en 21 capitales y más del 40% de los ingresos de un joven que comparta piso en Madrid o Barcelona. 


Al final, todos estos datos confirman con creces algo que ya intuíamos: la mala situación de los jóvenes españoles. El Banco de España ha dado la alerta: tenemos un problema de desigualdad entre generaciones, “hay que poner más énfasis en la equidad intergeneracional”. Es hora de pensar en nuestros hijos y nietos, que han sufrido la crisis con más dureza que nosotros. Como pasa con las pensiones, hay que buscar soluciones “solidarias entre generaciones”, pensar en mejorar su futuro y no sólo en el nuestro.


¿Qué se puede hacer? Como en todos los problemas de fondo, no hay atajos ni soluciones mágicas. Hay que actuar en varios frentes, a 20 o 30 años vista. El primer frente ha de ser mejorar la formación de los jóvenes, desde la escuela a la Universidad. Es vital reducir el alto porcentaje de repetidores (el 28,7% de jóvenes de 15 años repiten curso frente al 13% en la UE-28), mejorar el tipo de enseñanza (ocupamos el puesto 19 y 17 de Europa en matemáticas y ciencias en el informe PISA), reducir el abandono escolar temprano (España es líder en Europa, con un 17,9% de jóvenes que no acaban Bachillerato o FP frente al 10,6% en la UE-28) y los jóvenes que ni estudian ni trabajan (20,2% de “ni-nis” frente al 13,1% en Europa y el 9,6% en Alemania). Son eslabones de una “mala educación”, que se traducen en que los jóvenes españoles (25-34 años) están peor formados que los europeos: el 32,3% están poco formados (tienen la ESO o menos) frente al 13,6% de los europeos, el 23,4% tienen una formación media (Bachillerato y FP grado medio) frente al 43,5% en Europa y el 44,3% de los jóvenes son universitarios, incluso más que en Europa (42,9%), según los datos del “Panorama de la Educación 2019” (OCDE). 


Y en la Universidad, hay también malos resultados académicos y un exceso de títulos que se corresponden poco con lo que demandan las empresas, por lo que el paro de los universitarios españoles (12%) duplica al de la OCDE y Francia (6%) y cuadruplica el de Alemania (3%) y Reino Unido (2%). Y además, 1 de cada 3 universitarios (37,6%) están “subempleados”, trabajan en empleo de menos cualificación, el porcentaje mayor en Europa (23,4%) y por encima de Reino Unido (27%), Francia (23%), Italia (22%) o Alemania (19%). 


Otro frente de actuación debe ser mejorar el empleo de los jóvenes, con un Plan de choque que favorezca la formación dual (estudiar y trabajar), los contratos para la formación, la contratación de jóvenes y su supervisión y apoyo por mayores en las empresas, luchando contra la explotación juvenil y los falsos becarios. Y un mayor control de la Inspección de Trabajo. En paralelo, avanzar de una vez en la reforma de las oficinas de empleo (SEPE), para que sean verdaderas oficinas de contratación que ayuden a los jóvenes (y no jóvenes) a emplearse, con cursos de reciclaje ligados a lo que necesitan las empresas.


Un tercer frente clave es una política de vivienda que tenga como prioridad la emancipación de los jóvenes, con ayudas al alquiler (más elevadas y eficaces que las actuales) y con una mayor oferta de viviendas públicas (VPO) en alquiler para jóvenes (incluidas residencias y apartamentos) y para familias jóvenes con niños, impulsadas sobre todo por autonomías y ayuntamientos, que deberían aportar suelo público y facilitar estas promociones.


En cuarto lugar, hace falta toda una política pública de ayuda a la familia, para animar a los jóvenes a salir de su casa y formar un nuevo hogar, con ayudas por hijo, permisos de paternidad y maternidad, facilidad de guarderías y colegios, incentivos fiscales y un apoyo público decidido a las mujeres/hombres solos con niños, volcándose sobre todo en las familias con niños y jóvenes pobres: 1 de cada 4 niños y adolescentes (el 26,8%) menores de 18 años está en situación de pobreza en España, según el Alto Comisionado para la pobreza infantil. Y también son pobres 1 de cada 4 jóvenes de 18 a 34 años (el 25,3%).


Urge mejorar la situación de la juventud, con un Plan global de apoyo a los jóvenes que deberían apoyar todos los partidos y grupos sociales, porque es una asignatura pendiente de todos, una “deuda” de padres y abuelos con hijos y nietos. Es otro reto urgente de las próximas décadas, de una enorme envergadura, como el empleo, las pensiones, la lucha contra el Cambio Climático o la modernización de nuestra economía. Tenemos que volcarnos en los jóvenes, porque tenemos una deuda con ellos tras esta crisis: viven ahora peor mientras otras generaciones se recuperan. Apoyémosles más.


jueves, 27 de julio de 2017

EPA junio 2017: triunfalismo no justificado


El Gobierno Rajoy ha vuelto a echar las campanas al vuelo con la EPA de hoy, destacando que se han creado 375.000 empleos esta primavera y que el paro baja de los 4 millones, por primera vez desde 2009. Es verdad. Pero no dice que se ha creado menos empleo que en 2014 y 2015 ni que el 94 % del empleo creado es precario. Tampoco que seguimos con más del doble de paro que Europa, que el 55% de los parados no cobran nada y que más de la mitad llevan más de un año sin trabajar, la mayoría mayores sin formación. Y que el 93,4% de las empresas dicen que no necesitan ningún trabajador más: somos el país europeo con menos empleos vacantes. Así que menos triunfalismo de primavera y verano, por empleos que se perderán en otoño e invierno. Urge pactar un Plan de empleo urgente, para jóvenes, mujeres y mayores de 45 años y reanimar la economía en otoño, no hacer más recortes para 2018, como propone el Gobierno. Necesitamos más empleo y de más calidad.



                                                                                            enrique ortega

El segundo trimestre suele ser bueno para el empleo y más este año en que la Semana Santa cayó en abril. Por eso, entre abril y junio se han creado 375.000 empleos, según la EPA conocida hoy, muchos más de los 271.400 creados el segundo trimestre de 2016, aunque menos que en la primavera de 2015 (+411.800 empleos) y 2014 (+402.400). La mayoría de los empleos se han creado en los servicios (+ 272.400), seguidos de lejos por la industria (+ 65.700), la construcción (+52.100 empleos) y cayeron en el campo (-15.200). Se han creado más empleos para los hombres (+ 208.400) que para las mujeres (166.700), concentrándose los nuevos empleos entre los de 40 a 50 años (+127.000) y los que tienen entre 20 y 30 años (+ 101.800). Y el empleo ha mejorado en todas las autonomías, pero sobre todo en Cataluña (+72.600), Baleares (+ 65.000), Andalucía (+53.500) y Madrid (+45.500).

Se ha vuelto a crear empleo, tras la caída del primer trimestre (-69.800 empleos perdidos entre enero y marzo), pero el empleo creado sigue siendo muy precario: el 90,85% de todos los contratos hechos en 2017 (10,5 millones entre enero-junio) han sido temporales y sólo el 9,15% eran indefinidos. Y más de un tercio, el 34,8% de los contratos hechos son a tiempo parcial, por horas o días, frente a un 65,2% a tiempo completo, según los datos de Empleo. Y de estos contratos con jornada recortada, la cuarta parte son por menos de 7 días, según Asempleo. Donde más se utiliza el contrato a tiempo parcial es en la hostelería, la industria y actividades administrativas, concentrados más en las mujeres: el 43% de todas las que trabajan lo hacen con jornada recortada, frente al 33% los hombres, según el SEPE.

En definitiva, el empleo sigue la tónica de los últimos tres años: sólo un 6 % de los nuevos empleos son estables, fijos y con jornada completa. Y los 94% restantes son precarios, lo que los hace muy vulnerables y mal pagados. Así, un trabajador con contrato temporal gana dos tercios de lo que gana un trabajador fijo (16.422 euros brutos frente a 24.561 euros) y un empleado a tiempo parcial, por horas o días, gana casi un tercio que el trabajador a jornada completa (10.065 euros brutos frente a 27.039 euros), según la última Encuesta de estructura salarial del INE (datos 2015). Y recordemos que casi dos tercios de estos trabajadores a tiempo parcial (el 61,9%) trabajan menos horas “porque no encuentran otra cosa”, con lo que somos el 4º país europeo con más trabajo reducido “involuntario”, sólo por detrás de Grecia (72%), Chipre (69,3%) e Italia (64,3%) y muy alejados del porcentaje de subempleo forzado en Europa (27,7%), según Eurostat.

Gracias al empleo creado, aunque sea precario, ha bajado el paro en el segundo trimestre, en 340.700 personas, según la EPA de hoy, hasta los 3.914.300 parados, bajando así de los 4 millones por primera vez desde marzo de 2009. Con ello, la tasa de paro desciende al 17,22%, la más baja desde 2009, aunque seguimos con más del  doble de paro que Europa (7,8% en la UE-28 y 9,3% en la zona euro, en mayo), sólo superados por Grecia (22,5% de paro) y muy lejos del paro de Alemania (3,9%), Reino Unido (4,5%), Francia (9,6%) o Italia (11,3%), según Eurostat. Y lo peor es que el paro juvenil (menos 25 años), aunque ha bajado al 39,5% en España, casi triplica el europeo (16,9% en mayo UE-28).

El paro se concentra en las mujeres, que ya son más de la mitad de los desempleados, con una tasa de paro femenino del 19,04%, frente al 15,64% los hombres. Y también hay más paro entre los jóvenes menores de 25 años (39,5%) y entre los mayores de 50 años, (15,35%, el triple que en 2007), donde hay 985.400 españoles sin trabajo. Y el paro también se ceba más entre los inmigrantes, cuya tasa de paro (25,46 %) es superior a la de los españoles, según la EPA. Y todavía hay 1.277.600 hogares donde todos sus miembros están en paro y no trabaja nadie. Por autonomías, hay 5 regiones con una tasa de paro “insoportable”, superior al 22%: Melilla (30,22% de paro), Extremadura ( 25,76%), Andalucía (25,24%), Canarias (24,30%) y Castilla la Mancha (22,24), media España, que contrasta con el paro “casi europeo” de Navarra (10,55%), la Rioja (10,92%) y País Vasco (11,23%).

Pero quizás el dato más preocupante es que más de la mitad de los parados no cobran ninguna ayuda. Así, de los  3.914.300 españoles que se consideran parados (EPA segundo trimestre 2017), estén o no apuntados en las oficinas de empleo, hay 2.154.783 parados que no cobran ningún subsidio, el  55% de todos los parados EPA (al llegar Rajoy a la Moncloa, en diciembre de 2011, no cobraban el 44,5% de los parados EPA). Y de los 1.759.517 parados que sí cobran algo (mayo 2017), según el Ministerio de Empleo, sólo un tercio (639.511 parados) cobran un subsidio contributivo, de 804,60 euros al mes. Los dos tercios restantes (1.120.006 parados) sólo cobran un subsidio asistencial de 426 euros al mes. Estos datos preocupantes explican que casi la mitad de los parados (un 48,5%) estén hoy en situación de pobreza, según la estadística que acaba de publicar el INE. Y eso porque muchos parados no han cotizado suficiente o se les ha acabado el paro y otros no reúnen las condiciones para cobrar un subsidio asistencial, muy recortado desde 2012. Todo ello para “ahorrar” con los parados y rebajar así el déficit público: si en 2012 se gastaron 31.680 millones en los parados, en el Presupuesto 2017 se gastarán 18.318 millones.

Si más de la mitad de los parados no cobra nada tiene mucho que ver con que el paro se ha hecho “viejo”, que cada vez hay más “parados de larga duración” (que llevan más de 1 año en paro): eran ya  2. 135.600 parados a finales de junio de 2017, el 54,5 % del total, según la EPA de hoy. Y lo peor es que, de ellos, 1.593.000 llevan parados más de 2 años y casi 1,2 millones más de cuatro años, según un estudio de Fedea. Son una enorme bolsa de “parados crónicosque tienen muy difícil volver a trabajar algún día. Un tercio de estos parados de larga duración proceden de la construcción y dos tercios son mayores de 55 años, más mujeres que hombres, concentrados sobre todo en Andalucía, Canarias, Ceuta, Melilla, Castilla la Mancha y Extremadura. Y tienen un problema adicional para colocarse, su poca formación: el 63% de estos parados de larga duración sólo tienen la ESO o incluso menos.

Ahora se espera que el empleo vuelva a subir este verano, con el récord de turistas extranjeros y nacionales, aunque muchos españoles perderán su empleo temporal en septiembre, por el final del trimestre y la temporada turística, como ya pasó el 30 de junio: ese día se perdieron 257.014 empleos de golpe, según los datos de la Seguridad Social, a finalizar otros tantos empleos temporales. Es el riesgo de hacer “triunfalismo político” con las cifras de empleo: que igual que suben, bajan. Y además, a medida que haya más actividad y empleo, podría aumentar el paro, porque habrá jóvenes, mujeres y mayores que “se animen” a buscar trabajo y se apunten en las oficinas de empleo. El Banco Central Europeo (BCE) acaba de advertir que la tasa de paro en España (y en Europa) es el casi doble de la que creemos, porque si los trabajadores subempleados (que trabajan a media jornada) buscaran trabajar a jornada completa, el paro real sería del 30% (y el 15% en la UE).

Así que se crea empleo, pero muy inestable y todavía insuficiente para hacer frente a los casi 4 millones de parados y a los 2,8 millones de asalariados que trabajan a tiempo parcial y quieren trabajar a jornada completa. El problema es que las empresas crean empleo, pero poco, porque la mayoría dicen que no tienen empleos vacantes: el 93,4% de las empresas aseguran que no necesitan ningún trabajador más, según la última Encuesta de costes salariales del INE (primer trimestre 2017). Y se da el caso de que España, el segundo país con más paro de Europa, es también el país europeo con menos empleos vacantes: sólo hay un 0,8%, frente al 1,9% de media en la UE, según Eurostat. Y eso se debe a que las empresas evitan en lo posible aumentar plantillas, aumentando las horas extras de sus trabajadores actuales (5,8 millones a la semana, el 51,4% sin pagarlas), lo que se traduce en 156.300 nuevos empleos que no se crean cada año. Y aunque las empresas españolas llevan tres años con un fuerte aumento de beneficios, no aumenta tanto su inversión y cuando la hacen es más en renovar equipos e instalaciones que en nuevo personal.

Así que el empleo sigue siendo la asignatura pendiente de España, por mucho que se haga “triunfalismo político” con los 500.000 empleos precarios que se crean al año. Hace falta crear más empleo y de más calidad. Y eso pasa por aprobar de una vez por todas un Plan de choque contra el paro, centrado en los jóvenes, las mujeres y los mayores de 45 años, los que más necesitan hoy un empleo. Eso exige dedicar más recursos a políticas activas de empleo (al menos 4.000 millones más al año, para situarnos en niveles de gasto europeos), para incentivar la contratación de jóvenes y parados de larga duración, ayudándoles con programas de formación eficaces (sólo el 7,4% de los parados hacen cursos) y con una reforma a fondo de las oficinas de empleo (SEPE), que no ayudan a los parados a encontrar empleo (sólo al 1,8%), porque el 91,3% no reciben orientación personalizada. Y en paralelo, conseguir que al menos 1 millón más de parados cobre algún subsidio (recordemos: 2,15 millones de parados EPA no cobran nada), con más gasto (costaría 5.000 millones al año) en vez de bajar el déficit público a costa de los parados.

Pero junto a este Plan de choque, España debe reanimar la economía, junto a Europa (que no acaba de despegar), para crecer más y crear más empleo. Sobre todo ahora que se auguran problemas a medio plazo, que frenarán el crecimiento: subida de los tipos de interés en Europa (a finales de año o en 2018), subida récord del euro (un +8,6% desde la llegada de Trump, lo que encarece nuestras exportaciones y el turismo, los dos motores del crecimiento español) y posible encarecimiento del petróleo este invierno, con subida ya vista de la inflación (que ha estado varios años negativa), lo que reducirá el consumo, el otro motor del crecimiento estos tres últimos años. Y luego están los efectos negativos del Brexit y del proteccionismo y las “locuras” de Trump.

Todo ello debería llevar al Gobierno y a la oposición a aprobar un Presupuesto 2018 “más alegre”, sin nuevos recortes como se ha hecho ya con el techo de gasto 2018 aprobado en julio. Porque más importante que rebajar el déficit público en 2018 a un innecesario 2,2% del PIB (el techo de Bruselas es el 3%) sería bajar el paro del 14%. Y eso exige que el Estado “tire” de la economía, gastando más en infraestructuras, tecnología, industria, educación, sanidad y servicios sociales. Se debe y se puede gastar 30.000 millones más, sobre todo si España recauda como hace Europa (recaudamos el 37,5% del PIB frente al 46,1% la zona euro), lo que exige no bajar impuestos (como prometen de forma irresponsable Rajoy y Ciudadanos) sino reducir el fraude fiscal y conseguir que paguen más impuestos los que pagan poco, en especial grandes empresas, multinacionales y los más ricos.

Así que dejen de hacer “triunfalismo” con las cifras de empleo, porque tenemos un paro que abochorna y un empleo de baja calidad, por lo que sigue siendo el problema que más preocupa a los españoles. Así que afróntenlo de una vez, con medidas de choque eficaces. Millones de parados y subempleados lo están esperando.

 

lunes, 20 de febrero de 2017

El subempleo recorre el mundo


Un fantasma recorre el mundo: el fantasma del subempleo. Contratos temporales, por horas, mal pagados y muy vulnerables. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha dado la alerta: con la crisis, la mayoría del empleo que se crea es de mala calidad, desde EEUU a Europa pasando por Asia y Latinoamérica. Y más en España: somos el 2º país europeo  con más empleo temporal y el 4º con más empleo por horas “forzoso”. Además, más de la mitad de los españoles trabajan en empleos inferiores a su cualificación y obligados a hacer horas extras, muchas sin cobrarlas. Y 1 de cada 8 trabajadores españoles son pobres, según la OIT. Un exceso de empleo precario que tiene efectos muy negativos sobre la demografía, la recaudación fiscal y las pensiones, frenando la autonomía de los jóvenes, el consumo, el crecimiento y el empleo. El reto es vigilar la contratación y mejorar la educación, porque a menos formación más subempleo. Tras 5 años de reforma laboral, que ha disparado la precariedad, urge conseguir más empleo “decente”.
 
enrique ortega

El informe 2017 de la OIT alerta del auge del empleo temporal, que ha crecido en todo el mundo con la crisis, desde EEUU a Europa (del 14,1% en 2008 al 14,3% en 2015 en la UE-28), sobre todo en Francia (16%), Italia (14,1%) y Holanda (20%). En España, el empleo temporal ya era muy elevado antes de la crisis (récord del 34% en 2006) y ha bajado después, para estabilizarse en el 25,2% de los empleos en 2015, con lo que somos el segundo país de Europa con más empleo temporal, tras Polonia (28%), según Eurostat. Y lo peor es que son empleos temporales “forzosos”: un 90% de españoles con contrato temporal preferiría tener un contrato fijo (el 2º porcentaje más elevado de la UE, tras Chipre), frente al 62,1% de temporales “forzosos” en Europa (y sólo un 23% en Alemania), según los últimos datos de la OIT.

Y lo peor es que muchos trabajadores encadenan estos contratos temporales sin que se transformen en fijos. Así, 545.200 trabajadores encadenan contratos temporales desde hace 6 años, otros 341.100 entre 3 y 6 años y 278.700 más llevan siendo temporales entre 2 y 3 años, según datos del INE. Y al final, sólo un 11% de los contratos temporales se convierten en indefinidos (en 2016, sólo se convirtieron en indefinidos 582.000 contratos, el 3,11% de todos los firmados), cuando en Europa, la tasa de conversión de temporales en fijos es el doble, el 28% en la UE-28 (y en Alemania). Con ello, somos el segundo país de Europa que menos transforma contratos temporales en fijos, por detrás de Francia (10%).

Otro tipo de contrato que crece sin parar en el mundo, según denuncia la OIT, son los contratos a tiempo parcial, por horas o días. En Europa (UE-28) han pasado del 18,2 (2008) al 22% de los contratos (2015), con mayores porcentajes en Suecia (26%), Alemania (28%), Austria (28,5%) y sobre todo Holanda (51%). España tiene todavía un nivel bajo (15,7% de empleo a tiempo parcial) pero es el país donde este tipo de contratos ha crecido más durante la crisis. Y, sobre todo, somos el cuarto país europeo con más empleo por horas “involuntario(tras Grecia, Chipre e Italia): un 60% de los que trabajan por horas preferirían un empleo a tiempo completo, frente al 27,5% de los europeos, que mayoritariamente trabajan por horas porque quieren, según la OIT. Además, en España, los empleos a tiempo parcial son cada vez por menos tiempo: la media ha bajado de 81 días de media (2008) a 51 días y el 26% de estos contratos duran ya menos de una semana, según los datos de Empleo.

Ambos tipos de contratos precarios (temporales y por horas) tienen mucho que ver con la formación de los trabajadores, según un informe de CaixaBank. Así, la tasa de temporalidad más alta se da entre los trabajadores españoles que sólo tienen educación primaria (38% de contratos temporales) y la más baja entre los que tienen educación superior (21,5% son  temporales). Y lo mismo en los contratos por horas “forzosos”: los tienen el 70% de los trabajadores con sólo educación primaria, el 65% de los que tienen secundaria y el 55% de los que tienen educación superior. Pero además, el tipo de contrato no sólo tiene que ver con la titulación, sino con las “habilidades” que tiene el trabajador. Y en España tenemos un problema, derivado de una enseñanza más volcada en la memoria que en la adquisición de “habilidades” para trabajar: incluso el 41% de los adultos con estudios superiores obtuvieron un resultado bajo en el test de habilidades profesionales, frente al 21% de promedio en los 34 paises de la OCDE, según la última encuesta internacional de habilidades (2015).

Otro indicador de precariedad laboral es que, tras la reforma laboral impuesta por el Gobierno Rajoy en febrero de 2012, los trabajadores españoles se ven obligados a hacer muchas más horas extras, porque se dio más poder al empresario para fijar la jornada y muchos optaron por hacer contratos de media jornada y luego obligar a sus trabajadores a hacer horas extras, muchas veces sin pagárselas. Así, a finales de 2016 había 7.778.400 trabajadores que hacían horas extras (el 50,5% de los asalariados), de media 5,48 millones a la semana. El récord de horas se dio en 2013 (6,14 millones, casi 1 millón más que las 5.34 millones de 2011) y han bajado algo porque en 2016 actuó más la inspección de Trabajo, porque muchas de las horas no cotizaban y la SS perdía ingresos. Pero aun así, entre 2012 y 2015, la mayoría de estas horas extras no se le pagaban al trabajador: en 2015 por ejemplo, de 6,3 millones de horas extras semanales, 3,5 millones no se pagaron, según la EPA. Doble problema: los empleados trabajan más (y la mitad gratis) y el país se queda sin crear 150.000 empleos nuevos, a lo que equivalen las horas extras hechas cada año.

Un cuarto indicador de precariedad laboral (tras los contratos temporales y por horas “forzosos” más las horas extras) son los muchos españoles obligados a trabajar “de lo que encuentran”, en empleos muy por debajo de su formación. En España hay 9,5 millones de trabajadores “sobrecualificados, el 52,8% de los empleados (en 2007 eran el 46,3%), según datos de Afi-Asempleo a partir de la EPA. Con la crisis, esta “sobrecualificación“  ha crecido entre los mayores de 45 años y sobre todo entre los más jóvenes (dos tercios de los jóvenes entre 16 y 24 años trabajan en empleos inferiores a su cualificación). Este problema destaca en la hostelería (71,4% de los empleos están sobrecualificados) y el comercio, sobre todo en el País Vasco y Cantabria. Lo que más se da son personas con secundaria trabajando en puestos “bajos” y universitarios en puestos “medios”, según un estudio de CaixaBank.

Con toda esta precariedad, con la falta de “trabajo de calidad”, aumentan las personas que “tiran la toalla”, que dejan de buscar trabajo (está difícil y es “malo”) y se quedan en casa, emigran o vuelven a estudiar. Es un fenómeno mundial, producto del auge del subempleo. Así, en Estados Unidos, la tasa de actividad bajó al 62,8% en 2016 (sólo 2 de cada 3 norteamericanos buscaban trabajo), la más baja de los últimos 30 años, con 92 millones de estadounidenses “desanimados” en un país de 316 millones de habitantes. En España ha pasado lo mismo: 700.000 españoles han dejado de ser "activos" (ni trabajan ni buscan trabajo) entre 2011 y 2016, según la EPA.  Y con ello, también hay menos porcentaje de españoles trabajando, como pasa en Europa, donde han ha caído los  europeos con un empleo: un 64,5% en la zona euro en 2015, frente al 65,5% en 2007, según Eurostat. Y España está aún peor: somos el cuarto país europeo con menos gente trabajando (el 57,8% de los que tenían entre 16 y 65 años en 2015), tras Grecia (50,8%), Croacia (55,8%) e Italia (56,3%). O sea, trabajan  menos españoles que europeos (2 millones menos) y los que tienen un empleo es muy precario.

Y claro, los empleos precarios están peor pagados, lo que ha aumentado el número de trabajadores pobres en todo el mundo, 967 millones de personas que cobran entre 1,90 y 5 dólares al día, según el informe de la OIT. Y no están sólo en los paises emergentes, sino también en Europa, donde un 9,5% de los trabajadores son “pobres” (ganan menos del 60% de la media), un 1,6% más que en el año 2.000. Y otra vez, España supera la media: tenemos un 12,5% de trabajadores pobres (1 de cada 8), un 4% más que en 2000, según la OIT. Son ya 2.196.137 “trabajadores pobres”, españoles con un trabajo que “malviven”. Y los que no son pobres, al tener contratos tan precarios, ganan muy poco: el sueldo más habitual de los españoles es de 16.490 euros brutos al año (2014, último año con datos oficiales del INE), que se traduce en 950 euros netos en 14 pagas. El español medio es mileurista.

El trabajo precario es una fuente de problemas, no sólo porque el trabajador subempleado es más vulnerable si una empresa tiene problemas. También tiene más incertidumbre ante el futuro, a la hora de formar una familia y tener hijos (algo grave en un país como España con bajísima natalidad, 1,32 hijos por mujer, y que ya pierde población), de comprar o alquilar una vivienda (el 80% de los jóvenes siguen viviendo con sus padres), de pensar en lo que les quedará cuando se quede en paro o se jubile. Y por supuesto, a la hora de gastar y consumir. Por eso, la precariedad laboral es una pesada hipoteca para la recuperación: desalienta el consumo, el crecimiento y el empleo. Y además, reduce la recaudación de impuestos y las cotizaciones, agravando el “agujero” del Presupuesto y las pensiones.

España ha creado 1.372.900 empleos entre 2014 y 2016, pero un empleo muy precario, vulnerable y mal pagado: baste decir que sólo el 4,96% de los contratos hechos en 2016 (1 de cada 20 empleos) fueron “de calidad: fijos y a tiempo completo. Y todavía faltan 2,5 millones de nuevos empleos para recuperar los 3,8 millones de empleos perdidos desde 2007. Un reto enorme porque la economía se está desacelerando, en España y en el mundo (hay incluso riesgo de una nueva crisis), y creceremos menos y se creará menos empleo en 2017 y 2018 (unos 400.000 al año). Además, hay dos factores estructurales que van contra el empleo: la digitalización de la economía (más Internet y menos trabajadores) y la entrada de robots en muchas empresas. De hecho, España es uno de los tres paises más expuestos (junto a Alemania y Austria) a la “cuarta revolución industrial”, a la llegada de los robots: podría suponer la pérdida de 2 millones de empleos, sobre todo en la industria, la Administración y los servicios, según un informe de la OCDE (mayo 2016).  

Se pierdan o no empleos por las nuevas tecnologías, todo apunta a que el empleo del futuro seguirá siendo precario y será un empleo que exigirá una alta cualificación. Para 2020, el 50% de los empleos en Europa serán para trabajadores con formación media, el 35% para niveles altos y sólo quedará el 15% para niveles bajos de formación (los que tienen el 45% de españoles), según un estudio de CEDECOP. Y centrados en España, de los nuevos empleos disponibles  aquí dentro de una década (entre 8,8 y 10 millones), sólo el 2,3% serán para los que tienen baja formación (ESO o menos), un 39,3%  para los que tengan estudios medios (bachillerato o FP) y más de la mitad (58,4% para los que tengan educación superior (estudios universitarios o FP Superior), según un estudio de la Fundación BBVA e Ivie.

Así que al final, la clave del futuro, tanto para reducir el subempleo como para conseguir los nuevos empleos, será mejorar la formación, un reto especialmente urgente para España porque el 42% de la población tiene baja cualificación. Hay que gastar más en educación, porque sólo gastamos el 4,1% del PIB frente a 4,8% en la zona euro, el 4,3% en Alemania, 5,2% en Reino Unido y 5,5% en Francia, según Eurostat. Y reformar la enseñanza, desde los colegios a la Universidad, para formar mejor a los jóvenes en lo que necesitan las empresas. Y volcarse en la formación y el reciclaje de los parados y los trabajadores actuales, porque el 42% de los ocupados tienen una baja cualificación. Y así, sólo accederán a los peores empleos. En paralelo, el Gobierno debe reforzar la inspección de Trabajo, con más personal (hay la mitad de inspectores que en Europa) y más control, para luchar contra el subempleo.

En resumen, la crisis ha cambiado el empleo en todo el mundo: ahora es de peor calidad, más precario, peor pagado y más vulnerable. Y España se lleva la palma en Europa, con una mayoría de españoles que trabajan temporalmente o por horas “contra su voluntad”. Esta precariedad actúa como un cáncer que corroe nuestra economía, desde el consumo y la familia a la recaudación o las pensiones. Tras 5 años de reforma laboral, urge tomar medidas para mejorar la calidad del empleo (como pide la OIT), con más vigilancia de la inspección, más ayudas fiscales al empleo estable y más gasto en educación y formación. Hay que conseguir más empleo "decente”. No podemos ir a peor.