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jueves, 15 de diciembre de 2016

Los jóvenes españoles, muy dependientes


Esta larga crisis ha provocado que muchos jóvenes españoles vivan peor que sus padres. Y que vivan con ellos: un 80% de jóvenes entre 16 y 29 años siguen viviendo con sus padres, frente al 70% en Europa. Es la muestra del fracaso de una generación agobiada por el abandono escolar, el paro, el subempleo, los contratos precarios y los sueldos de miseria, que se acaban traduciendo en que no pueden pagar un alquiler ni un piso para emanciparse. Y uno de cada tres jóvenes está en situación de pobreza, muchos de ellos incluso trabajando. Urge poner en marcha ya un Plan de choque contra el paro que fomente el empleo de los jóvenes, porque sólo uno de cada tres trabaja. Y mejorar su educación, porque estamos formándoles mal como revela el reciente informe PISA. Además, Gobierno, autonomías y Ayuntamientos deberían crear parques de viviendas de alquiler barato para jóvenes. Ayudarles a que sigan su camino fuera de la casa familiar. Que puedan buscarse el futuro.
 
enrique ortega

Antes, hasta principios de este siglo, la mayoría de los jóvenes españoles nos íbamos de casa cuando acabábamos los estudios y empezábamos a trabajar. Pero con la crisis, los jóvenes ahora no se emancipan y siguen viviendo con sus padres hasta los 30 años y después. Si en 2008, un 28% de españoles se emancipaban, en 2016 el porcentaje ha bajado ya del 20%, por primera vez en los últimos doce años: sólo un 19,7% de jóvenes de 19 a 29 años se han ido de casa en 2016, según el Observatorio del Instituto de la Juventud. Eso supone que el 80,3% de los jóvenes españoles (5.233.406 jóvenes) sigue viviendo con sus padres, frente al 70% de media en Europa. Y si tomamos a jóvenes algo más mayores, entre 22 y 29 años, el 70% de los españoles viven con su familia, frente a un 16% en Francia, un 21%  en Alemania o un 30% en Reino Unido, según el informe de la OCDE de 2015.

Se emancipan más las mujeres jóvenes (24% se van) que los hombres (15,6%) y se van más de casa los mayores de 25 años (41,3%) que los que tienen entre 16 y 24 años (se emancipan el 6,2%), sorprendiendo que sólo se emancipen el 72,8% de los que tienen entre 30 y 34 años, según los datos del Instituto de la Juventud. Y cuando los jóvenes consiguen irse de la casa familiar, casi todos se van con otros jóvenes y sólo un 16,7% se van a vivir solos. Los que más se emancipan son los que tienen estudios superiores y los que no tienen apenas estudios (porque los dejaron para trabajar). Y hay una gran diferencia por autonomías. Se emancipan muy pocos jóvenes en Navarra (16,2%), Extremadura y Cantabria (16,4%), Murcia (17,4%) o Andalucía (18,1%) y bastante más que la media en Baleares (25,1%), Cataluña (24%), Madrid (21,1%) y La Rioja (20%), las autonomías con mayor renta.

Esta baja emancipación de los jóvenes es el fruto final de un fracaso generacional que empieza incluso antes de acabar sus estudios y continúa con su penosa experiencia laboral. De entrada, uno de cada cinco jóvenes españoles de 18 a 24 años (el 19,8%) había abandonado sus estudios prematuramente (sólo con la ESO o sin terminarla), lo que sitúa a España como líder europeo en abandono escolar, muy por delante del 11% de la UE-28 (y de los 17 paises europeos que lo mantienen por debajo del 10%), según los datos recientes de Eurostat. Y además, la crisis ý el desempleo se ha cebado más sobre los jóvenes: de los 3,8 millones de empleos perdidos en España entre junio de 2008 y marzo de 2014, un 60% (2.283.600 empleos) los perdieron los jóvenes, los menores de 30 años).

Por ello, la tasa de paro de los jóvenes duplica con creces a la del resto de españoles: un 42% frente al 19,02 %, según la EPA de septiembre 2016. Una tasa de paro juvenil (16-25 años) que también duplica el paro juvenil europeo (19,6%). Y aunque ha bajado el paro juvenil de larga duración (más de 1 año), hasta el 44% de todos los jóvenes desempleados, si consideramos sólo a los jóvenes en paro que habían trabajado antes, el 67% lleva más de un año sin trabajar. Eso lleva a nuestros jóvenes a conseguir otro ”récord europeo”: somos el cuarto país de Occidente con más “ni-nis”, jóvenes de 15 a 29 años que ni estudian ni trabajan, un 22,7%, sólo por detrás de Turquía (29,8%), Italia (26,9%) y Grecia (24,7%), según la OCDE. Y la mayoría, sin cobrar el paro ni beneficiarse de las ayudas del Plan europeo de empleo  juvenil (“Garantía Juvenil”), que se compromete a buscarles en 4 meses un curso de formación, unas prácticas o un empleo: las ayudas sólo han llegado al 10,7% de los “ni-nis” españoles, frente al 60% de los “ni-nis” alemanes o el 80% de los franceses.

Los jóvenes españoles que no han caído en el abandono escolar y terminaron sus estudios son la generación más formada de nuestra historia (16-29 años): el 35,6% tiene estudios secundarios obligatorios, el 32,2% estudios secundarios postobligatorios y un 23,6% tienen una carrera universitaria, con lo que sólo un 7,6% carecen de estudios o tienen sólo primaria, según el Observatorio del Instituto de la Juventud. Pero aun así, tienen muy difícil empezar a trabajar. De hecho, de los 1.392.300 nuevos empleos creados en España entre 2014 y 2016 (septiembre), sólo 173.600 de estos empleos han sido para jóvenes menores de 30 años (el 12,4%). O sea, que sólo 1 de cada 8 nuevos empleos están siendo para los jóvenes.

Y por eso, sólo 1 de cada 3 jóvenes de 16 a 29 años trabaja (2.382.573 jóvenes, el 36,6% de los 6.517.318 jóvenes en esa edad), frente a 2 de cada 3 españoles que trabajan de todas las edades. Y entre los 16 y los 24 años, sólo 1 de cada 5 jóvenes trabaja (el 20%). El 96% son asalariados y sólo un 6% son autónomos. Y casi la mitad de los jóvenes que trabajan (el 44%) lleva haciéndolo menos de 1 año. Lo más llamativo es que los contratos de los jóvenes son muy precarios. El 92,5% de sus nuevos empleos son temporales y el 42% son a tiempo parcial (la tercera parte, por menos de una semana). Y más de la mitad de los jóvenes ocupados (el 56,3%) hacen trabajos para los que están “sobrecualificados”.

Con tantos contratos precarios, los sueldos de los jóvenes son muy bajos: el salario medio de un joven de 20 a 24 años es de 11.835 euros brutos (690 euros netos en 14 pagas), menos de la mitad del salario medio español (27.360 euros brutos), según los últimos datos del INE (2014). Y según el último estudio de salarios de la EPA (2015), dos de cada tres jóvenes (el 67,9% de los asalariados menores de 25 años) reciben un salario mensual inferior a 1.215,70 euros brutos, unos 996 euros netos en 12 pagas. Pero es que, según las declaraciones de la renta (IRPF), un 75% de los jóvenes de 18 a 25 años ganan menos del salario mínimo (menos de 645 euros al mes en 14 pagas), según la Agencia Tributaria.

Con estos bajos salarios del tercio de jóvenes que trabajan y como los dos tercios restantes no ingresan apenas, el resultado es que 1 de cada tres jóvenes españoles son pobres: el 38,2% de los jóvenes de 16 a 29 años (casi 2,5 millones) ingresan menos del 60% de la media de españoles, son “oficialmente pobres”, frente al 28,6% del conjunto de españoles y el 23,7% de europeos, según estadísticas del INE. Y sube al 57,9% de pobreza entre los jóvenes desempleados y al 65,7% de pobres entre parados de 16 a 24 años. Llama la atención que una cuarta parte de los jóvenes que trabajan (24,5%) son trabajadores pobres.

Visto este panorama laboral y salarial de los jóvenes en España, se explica que un 80,3% siga viviendo con sus padres. Porque con un ingreso medio de 10.690,16 euros por joven (763 euros en 14 pagas) y 20.452 por hogar joven (1.460 euros en 14 meses), los ingresos que estima hoy el Instituto de la Juventud, poco se puede hacer para sobrevivir y menos alquilar o comprar un piso. Un joven asalariado tendría que dedicar un 60,9% de su sueldo a pagar una hipoteca de una casa modesta (145.000 euros) y una pareja joven, el 32% de sus ingresos. Y para pagar un alquiler (610 euros de media), un joven trabajador tendría que destinar el 68,6% de su sueldo y un hogar joven el 68,6% de su sueldo (y más del 75% si es en Madrid, Barcelona o el País Vasco), según las cuentas del Instituto de la Juventud. La consecuencia es que sólo el 30% de los hogares jóvenes con mayores ingresos puede comprar o alquilar, la mayoría endeudándose de por vida. Y que los jóvenes que dejan su familia y alquilan un piso fuera tienen obligatoriamente que compartirlo.

Esta precariedad laboral, esta penuria económica y la consiguiente dependencia de los jóvenes españoles con sus familias tienen serias consecuencias sobre su futuro, desde el retraso en el matrimonio, el bajo número de hijos, su menor consumo y el bajo ahorro para seguir formándose y para mejorar su futura jubilación. Y tiene también mucho que ver con su comportamiento social y su bajo interés por la política. ¿Qué se puede hacer? Algunos proponen “soluciones mágicas” frente al paro juvenil, “atajos interesados”. Como la receta del FMI, que propuso a Europa bajar el salario mínimo (que es de 655 euros, una miseria) para animar a las empresas a contratar a los jóvenes. O las reiteradas propuestas de la patronal CEOE para que el Gobierno apruebe un contrato de formación para menores (…de 35 años), con un salario inferior al mínimo, similar a los famosos “mini-jobs de Alemania, que tienen 7,5 millones de jóvenes (trabajan 15 horas a la semana por menos de 450 euros). Al final, el argumento que utilizan es: mejor un “contrato basura” que el paro.

Pero eso es un chantaje simplista. Hay que buscar alternativas de fondo para los jóvenes, que vayan a la raíz de los problemas. La receta básica de la OCDE, en su largo informe sobre España (2015) es más y mejor formación, mejorar la educación de los jóvenes españoles, desde el Colegio a la Universidad. Porque ahora, nuestros jóvenes tienen estudios pero están mal formados, según acaba de revelar otro año más el reciente informe PISA 2015: la nota de los alumnos españoles de 15 años se ha estancado en ciencias y matemáticas y sólo mejora levemente en lectura durante los últimos 15 años . Se trata de recuperar a los alumnos perdidos (esos 631.520 jóvenes que han abandonado las aulas) y conseguir formarles mejor, a ellos y al resto. Porque el 98% de los empleos del futuro (para 2025) van a ser solamente para los que estén muy formados, para los que tengan educación superior (un 58,4% de los futuros empleos) o estudios medios (39,3%), según un estudio de la Fundación BBVA e Ivie. Y eso exige un esfuerzo educativo extra en estos años, sobre todo en Formación Profesional (FP) y en un cambio de los estudios universitarios.

Junto al reto educativo, el otro gran frente de actuación es la política de empleo, con un Plan de choque contra el paro centrado en los jóvenes, las mujeres y los parados mayores de 45 años, como acaba de pedir al Gobierno Rajoy la misión del FMI que ha analizado la economía española. Y eso exige medios para mejorar la formación de los parados y para colaborar con las empresas en contratos de formación y prácticas de jóvenes, fortaleciendo la formación dual. Y una reforma a fondo del SEPE (antiguo INEM), que no ayuda a encontrar empleo. Y en tercer lugar, urge una política de vivienda que piense en los jóvenes, desde el Estado a las autonomías y Ayuntamientos, con promociones públicas para alquileres jóvenes y creando parques públicos de alquileres baratos para jóvenes con las viviendas de los bancos. Y mejorar o recuperar las ayudas fiscales para las familias jóvenes que compren o alquilen.

En definitiva, no podemos ser insensibles a estas estadísticas que confirman el fracaso de una generación de jóvenes, sus familias y todo el país. Es un drama cotidiano que hay que afrontar sin demora, porque las soluciones exigen tiempo. Hay que darles una salida, pelear porque nuestros hijos sigan adelante, se vayan de casa y se ganen un futuro mejor. Debería ser un gran reto de todos.

lunes, 15 de junio de 2015

España: demasiados becarios en precario


Lo acaba de decir la OCDE: España es el segundo país con más becarios de Europa. Y somos el país que peor les paga, el que menos les atiende y donde 2 de cada 3 titulados no consigue ser contratado al terminar sus prácticas. La OCDE advierte a España: existe el riesgo de que se esté “abusando de las prácticas”. De hecho, los becarios crecen como hongos en empresas y organismos, muchas veces no para formarse sino para cubrir un puesto de trabajo, con contratos precarios y menos sueldo. Y los universitarios se pegan por estas becas, porque no encuentran trabajo de otra manera: en 2014, sólo 3,8 de cada 100 nuevos empleos fueron para jóvenes. Y en 2015, han perdido empleos. Además, el 52% de los jóvenes están en paro. De eso se abusa para ofrecer becas que son en realidad empleos precarios. Hay que aumentar las inspecciones y reducir este fraude. Y fomentar el empleo “normal” de los jóvenes. Darles una salida digna.


enrique ortega


España es un país de becarios. Se les encuentra en multitud de grandes empresas, bancos, pymes, medios de comunicación, organismos e instituciones y hasta en La Moncloa, donde cada año hay unos 16 becarios que hacen múltiples tareas, entre ellas responder a las cartas que los ciudadanos le mandan a Rajoy. Los becarios suelen ser jóvenes universitarios que hacen prácticas unos meses, como complemento a su formación académica. Son prácticas no laborales y los becarios no tienen contrato y están al margen del convenio, en cuanto a horario y condiciones de trabajo. Generalmente no cobran, salvo ayudas para transporte o comida. Sí pagan por ellos Seguridad Social (no siempre), pero cuando acaban sus prácticas no tienen derecho a desempleo. Otra clase de becarios son los jóvenes que contratan las empresas en prácticas o formación, con contrato laboral (hay 5 modalidades), aunque con más precariedad (temporales y por días y hasta por horas) y peores salarios.
 
Los becarios universitarios en prácticas no laborales son los que más han crecido y en muchos casos, no se trata de prácticas para formarles sino de cubrir con ellos un empleo unos meses, sustituyéndolos luego por otro becario. De hecho, España es el segundo país europeo con más becarios universitarios, tras Eslovenia: un 67% de los jóvenes titulados de 18 a 35 años han hecho prácticas en empresas, frente al 33% de media en Europa (UE-28), según el último informe “Juventud, habilidades y empleabilidad 2015” de la OCDE. Y no es sólo que tengamos el doble de becarios. Además, les pagamos peor: sólo el 42% recibe alguna compensación económica y de ellos, al 71% no les para vivir (frente al 54% en Europa). Tampoco se les ayuda mucho: sólo el 79% de los becarios españoles tiene un tutor que les ayuda en la empresa (frente al 91% en la UE-28). Y lo más preocupante: dos de cada tres becarios españoles (66%) acabaron sus prácticas sin conseguir quedarse en la empresa. Y bastantes de ellos, vuelven a hacer prácticas una segunda o tercera vez.


La OCDE reconoce que las prácticas para universitarios pueden ser una buena vía para acceder a un empleo, pero en el caso de España advierte que “existe el riesgo de que se abuse del modelo”. De hecho, son miles las empresas y organismos que ofrecen becas, en muchos casos para cubrir empleos estables. Según un estudio de la Universidad de Barcelona, tras la adaptación al Plan Bolonia, las prácticas han pasado de ser el 23% de las ofertas de empleo para jóvenes al 55%. Y aunque no hay datos oficiales, se estima que hay más de medio millón de becarios en empresas e instituciones. Cada día hay más empresas y pymes que incorporan becarios y cada año hay miles de universitarios que buscan desesperadamente unas prácticas, ante la falta de empleo. Basten algunos ejemplos. En los dos últimos cursos, 135.000 universitarios se presentaron a las becas del Santander para pymes, concedidas a 5.000 titulados, para trabajar 3 meses por 600 euros al mes. En el BBVA, han trabajado 5.000 becarios universitarios en los últimos 5 años. Y otros 40.000 titulados han hecho prácticas con becas de la Fundación Universidad- Empresa.

Las prácticas están bien para facilitar la inserción laboral, pero hay muchos abusos, como denuncian los afectados. El principal, empresas que han despedido a trabajadores maduros para cambiarlos por becarios, que sustituyen por otros cuando ya tienen que contratarles o hacerles fijos. Y otras compañías utilizan becarios para cubrir bajas laborales por enfermedad o maternidad. En algunos casos incluso, las empresas financian las matrículas de sus becarios en cursos universitarios para poder extender el convenio o recomiendan a los estudiantes que dejen algunos créditos sin matricular para poder continuar la beca. Es “la picaresca de los becarios”, que no se denuncia para no perder la oportunidad de trabajar. La consecuencia es una “becarización” del mercado laboral, que es mala para los jóvenes (precarizan su trabajo y retrasan su contratación estable) y mala para el resto de los trabajadores (porque presiona a la baja sus salarios y condiciones laborales, ante el temor a su sustitución).

Hace ya varios años, en 2012, la Comisión Europea advirtió a España que buena parte de los becarios realizaban prácticas sin convenio, sin contrato, resaltando que la mayoría de las prácticas no acaban en un contrato. Y pedían al Gobierno que mejorara sus condiciones laborales (horarios y sueldos), algo que no se ha hecho. Sí se ha obligado, por una sentencia del Supremo de 2013, a que las empresas y organismos coticen a la Seguridad Social por los becarios universitarios. Pero para que no dejen de coger becarios, el Gobierno Rajoy les bonifica (perdona) el 100% de esta cotización desde agosto de 2014, con lo que los becarios siguen saliendo “baratos”. En paralelo, este Gobierno ha fomentado extraordinariamente los contratos para la formación y aprendizaje de los “jóvenes” (los subió hasta los 30 años), con una duración de 1 a 3 años, bonificando el 100% de sus cotizaciones y con un sueldo sobre los 648 euros, lo que permite mano de obra barata, con contratos precarios.

El problema de los becarios no es solo español. Cada día se multiplican las denuncias contra abusos en empresas de EEUU y de Europa, donde impactó en agosto de 2013 el caso del joven becario alemán Moritz Erharrdt, muerto en Londres tras pasar tres días seguidos trabajando sin descanso en la oficina de Merrill Lynch, filial de Bank of América. Por todo ello, la Comisión Europea aprobó en marzo de 2014 una serie de reglas para mejorar la calidad de las prácticas que se ofrecen a los jóvenes europeos. Entre ellas, que no duren más de 6 meses y que incluyan un acuerdo escrito donde se detallen las condiciones de trabajo y el contenido del aprendizaje. Pero son sólo “recomendaciones, no normas vinculantes para los países.

El problema de fondo es que los becarios y las prácticas crecen porque no hay otras vías de empleo estable para los jóvenes. En 2014, sólo 3,8 de cada 100 nuevos empleos creados fueron para jóvenes menores de 20 años. Y los jóvenes de 20 a 34 años volvieron a perder empleos, según la EPA. Y lo mismo ha pasado en 2015: los menores de 30 años han perdido otros 56.500 empleos en el primer trimestre, según la EPA. Con la crisis, las empresas no quieren jóvenes. Si en 2007 había 4.872.000 jóvenes menores de 25 años trabajando (23,92% de los ocupados), ahora son menos de la mitad, 2.309.400 (13,23% empleados). Y hay regiones, como Aragón, Asturias, Cantabria, Castilla y León, Galicia o País Vasco, donde sólo 3 ó 4 de cada 100 ocupados son menores de 25 años, según Fedea. Un drama.

Para algunos, la receta (vieja) es bajar los sueldos a los jóvenes, pagarles menos. Es lo que ha propuesto siempre la patronal CEOE: un contrato de formación para menores (¡de 35 años¡) que tenga un salario inferior al mínimo (los famosos mini-jobs de 400 euros). Y es lo que acaba de defender el FMI para España, al igual que el Círculo de Empresarios. Es un atajo engañoso, porque el problema de que no se contraten jóvenes es otro. A la mayoría les falta experiencia (el 80% busca su primer empleo) y muchos parados jóvenes tienen poca formación: el 58% de los 782.100 jóvenes parados (menos 25 años) solo tienen estudios obligatorios (hasta la ESO) y carecen de bachillerato, FP Superior o estudios universitarios, según la EPA. Y a los que tienen más formación, les faltan habilidades básicas para trabajar, como informática, idiomas, habilidades lectoras e iniciativa, según revela un reciente informe de la OCDE.

La solución no es precarizar más el trabajo de los jóvenes (el 70% con contratos temporales, la mitad con contratos a tiempo parcial y la mayoría con sueldos de 600 a 1.100 euros), sino mejorar su formación e incentivar su contratación estable, con bonificaciones y ayudas a las empresas. Y mientras, no tenerles “aparcados” con prácticas que son un empleo encubierto y súper-precario. Ello obliga a aumentar las inspecciones de Trabajo en las empresas, para detectar los múltiples casos de “falsos becarios” (en esta Web, los becarios pueden denunciar anónimamente). Y en paralelo, tomar medidas concretas, en el terreno legal, para frenar el abuso de las prácticas no laborales, como proponen los afectados. Por un lado, habría que limitar el porcentaje de becarios por empresa, nunca por encima del 5% (ni más de 1 en empresas de menos de 10 trabajadores). Y por otro, impedir la sustitución de un becario por otro en el mismo puesto y fijar de antemano un porcentaje de becarios que se conviertan en contratos laborales al término de las prácticas curriculares. Y todo ello, con información y supervisión de los Comités de empresa, para detectar abusos.

En resumen, que hay que acabar con los abusos a los becarios, dejando claro la situación: lo que es trabajo es trabajo y lo que es formación es formación. Y no aprovecharse del enorme paro juvenil y la falta de empleo para ofrecer empleos bajo el disfraz de prácticas. Claro que es mejor ser becario que estar parado, pero no se pueden permitir abusos. Porque retrasan la incorporación de los jóvenes al empleo y los “queman”, como trabajadores y como personas. No se puede seguir haciendo la vista gorda con las becas, con la excusa de que son una vía de encontrar trabajo. No a cualquier precio. Hay que perseguir los abusos, multar a las empresas y a las Universidades, no “mirar para otro lado”. Porque este “atajo” perjudica la contratación “normal” de los jóvenes, su futuro laboral. Hay que darles una salida digna.