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jueves, 1 de diciembre de 2016

Europa, estancada y sin rumbo


Este domingo 4 de diciembre, Europa se la juega otra vez: se celebra un referéndum en Italia y hay elecciones presidenciales en Austria, dos paises donde pueden avanzar la ultraderecha y el populismo, tras el triunfo del Brexit y de Donald Trump. Eso agravaría la situación de Europa, sumida en el estancamiento económico y la falta de rumbo político, dividida entre los que quieren seguir con la austeridad (la Comisión ha pedido más recortes a 8 paises, entre ellos España) y los que defienden un Plan de estímulo de 50.000 euros, una miseria (0,5% del PIB), pero supondría un cambio de rumbo para salir del estancamiento. Y más, con el riesgo de que el paro, la pobreza y la desigualdad en Europa, más la emigración, alimenten el populismo y la extrema derecha en las elecciones que habrá en 2017 en Francia, Holanda, Austria y Alemania. Europa se la juega y España mucho más, porque mucho de nuestro crecimiento y empleo dependen de que la economía europea despegue. Estén atentos.
 
enrique ortega

Europa, y sobre todo la zona euro, llevan más de dos años atrapados en una trampa de bajo crecimiento y baja inflación, con mucho paro, sin inversión y con demasiada pobreza y desigualdad. Es “el estancamiento a la japonesa”, que allí ha durado décadas. Los últimos datos son muy explícitos. Los 19 paises de la zona euro crecieron un 0,3% en el tercer trimestre, con Alemania, Francia y Bélgica creciendo sólo un 0,2%, Italia el 0,3%, Reino Unido el 0,4% y España y Holanda el 0,7%, según Eurostat. El paro está en el 10%, el doble que en EEUU (5,1%) y en los jóvenes se duplica, al 20,3% (42% en Grecia y España). Y como muestra de que la economía “no tira”, la inflación está en el 0,5% (frente al 2% objetivo), a pesar de que el Banco Central Europeo (BCE) sigue con su política de dinero barato y comprando deuda. Y el euro roza los 1,05 dólares, el nivel más bajo desde hace 14 años, una muestra clara de la debilidad europea.

Y lo peor. No es sólo que Europa no crezca apenas y haya casi 21 millones de parados. Es que además, la crisis ha agravado la situación de las familias europeas. Por un lado, se ha reducido la clase media en toda Europa, según acaba de advertir la OIT. Y por otro, hay ya 119 millones de pobres en Europa, un 23,7% de la población que vive con menos del 60% de ingresos que la media, según Eurostat. Y hay pobres en todos los paises, desde el 20% de la población en Alemania, el 23% en Reino Unido, el 28,7& en Italia o el 17,7% en Francia al 28,6% de la población en España, el 35,7% en Grecia, el 37,3% en Rumanía o el 41,3% en Bulgaria. Y de ellos, algo más de un tercio (8,2%) están en pobreza severa, no pueden cubrir sus necesidades básicas: son 41 millones de europeos, 3 millones en España, 4 millones en Alemania y Reino Unido, 5 millones en Rumanía y 7 millones en Italia. Sin olvidar que 25,2 millones de niños y jóvenes europeos (0-17 años) son también pobres, según Eurostat. Y además, en Europa ha aumentado la desigualdad entre ricos y pobres con la crisis.

Esta situación de estancamiento, paro, pobreza y desigualdad explica en buena medida, junto a la emigración, el Brexit británico y alimenta el populismo y la extrema derecha en toda Europa. Por eso son decisivas las dos votaciones que se celebran este domingo 4 de diciembre. Una, en Italia, el referéndum constitucional con el que Renzi busca más poder y que si pierde puede conducir a unas elecciones anticipadas, donde avanzarían los populistas de Beppe Grillo y la extrema derecha de la Liga Norte. La otra, la repetición de las elecciones presidenciales en Austria, donde podría ganar Norbert Hofer, del ultraderechista Partido de la Libertad de Austria (FPO). Y en 2017, si no se corrige el declive económico y político europeo, hay riesgo de que estos movimientos “antieuropeos” triunfen en las elecciones generales de marzo en Holanda (Partido Libertad de Holanda, PVV de Geert Wilders), en las presidenciales francesas de abril (Marine Le Pen, del frente Nacional), en las elecciones generales de septiembre en Alemania (partido Alternativa para Alemania, AfD) o en las generales de octubre en Austria (FPO).

Toda esta incertidumbre política en Europa se suma al daño que ya han causado a la economía y a la política europea el Brexit británico de junio y el reciente triunfo de Donald Trump en  Estados Unidos. A falta de que tome posesión el 20 de enero y empiece a tomar medidas, el triunfo del populista y derechista Trump va a tener dos efectos muy negativos sobre la maltrecha economía europea. Uno, las consecuencias de su proteccionismo comercial. Europa es un continente que crece (poco) gracias en gran parte a las exportaciones, al superávit comercial que consigue tras vender a todo el mundo. Y un 20,7% de esas exportaciones van a Estados Unidos, que amenaza con aranceles (impuestos) y limitaciones a los productos extranjeros. La consecuencia sería un menor crecimiento y menos empleo en Europa (también a España, porque el 4,5 % de las exportaciones van a USA). El otro efecto negativo de la victoria de Trump es que su política de estímulos internos va a aumentar la inflación en EEUU y subirán los tipos de interés, que llevan 8 años en cero. Y eso obligará a Europa, al BCE, a subir también los tipos, si no quiere una fuga de capitales y un desplome del euro. Y con tipos más altos, Europa crecerá aún menos y habrá menos empleo (y España, unos de los paises más endeudados, tendrá más gasto en intereses).

Así que la victoria de Trump, junto al Brexit y el avance de los populismos y la extrema derecha, obligan a Europa a tomar medidas urgentes, antes de que la situación pueda empeorar más en 2017. Mario Draghi, el presidente del BCE, lleva meses repitiendo que él ya no puede hacer más, que el dinero barato y comprar deuda de los paises ya ha agotado su efecto, que hay un exceso de liquidez y sin embargo la economía no despega. Es más: la inflación se ha recuperado, de estar en negativo a subir el 0,5%, pero es un espejismo, porque se debe a la subida del petróleo y los alimentos. Si no fuera por ellos, la inflación “de fondo” estaría en cero o en negativo. Así que la economía está sin pulso. Por eso, el BCE, como antes el FMI, la OCDE y el G-20 llevan meses pidiendo a las autoridades europeas que tomen medidas para reanimar la economía europea, con más gasto y más inversión.

Hace unas semanas, el 19 de noviembre, la Comisión Europea vio por fin “las orejas al lobo”, tras el triunfo de Trump, y su presidente, Jean Claude Juncker propuso que Europa aprobara un Plan de estímulo para la eurozona de 50.000 millones de euros. “No soy un fanático de la austeridad”, aseguró el político conservador, que lleva defendiendo recortes en Europa desde 2010 y que es responsable, junto a otros “fundamentalistas” del déficit, de la segunda recesión en Europa (2011-2013). Parece “un cambio de rumbo”, pero ojo, tardío y muy tímido: supone inyectar muy poco dinero, sólo 50.000 millones (el 0,5% del PIB), 200 veces menos del billón de dólares que ha prometido Trump como Plan de choque para EEUU… Haría falta 10 veces más de dinero, al menos, para inversiones en infraestructuras, tecnología, industrias, medio ambiente y educación, para relanzar la economía europea.

El problema es de dónde sale ese dinero, quien lo paga. Y Alemania, que financia el 17% del presupuesto comunitario, no está por la labor de pagar más. Ni tampoco gastar e invertir más ella por su cuenta, dado que tiene superávit en sus cuentas públicas, como le vienen pidiendo a Merkel el FMI, la OCDE, el BCE, Obama y el G-20. “Nein” (no) han reiterado una y otra vez, en defensa de la austeridad a ultranza en Europa. Por eso, no ven con buenos ojos la propuesta de Juncker de gastar más, aunque sólo sean 50.000 millones. Y han presionado a la Comisión, junto a otros “fundamentalistas” de Bruselas, para que envíe primero una carta (en octubre: verla aquí) y haga después un apercibimiento público (el 16 de noviembre) a 8 paises de la zona euro para que recorten más sus proyectos de Presupuestos para 2017, porque incumplen el déficit exigido por Bruselas. Es una petición oficial de más ajustes a España, Italia, Portugal, Bélgica, Finlandia, Lituania, Eslovenia y Chipre.

¿En qué quedamos: Europa gasta 50.000 millones más o se exige a 8 paises que recorten sus Presupuestos? Son medidas contradictorias, que revelan las diferencias políticas en Europa, aunque siga dominando la austeridad de Alemania y parte de la Comisión. Pero la realidad es muy tozuda y al Brexit se ha sumado la victoria de Trump para enturbiar el futuro de un continente estancado. Los políticos europeos saben que o hacen algo o la economía seguirá estancada, habrá poco empleo, mucho paro y demasiada pobreza y desigualdad. Y si no dan soluciones la derecha neoconservadora y la socialdemocracia desnortada, los europeos se echarán en los brazos de políticos populistas y ultraderechistas, que prometen "soluciones nuevas" para viejos problemas que otros no resuelven. Es lo que ha pasado en Reino Unido y Estados Unidos y lo que puede pasar en Italia, Austria, Holanda e incluso Francia o Alemania, los países clave. Por eso, si la situación se agrava políticamente en 2017, con los efectos de la política de Trump y del Brexit, Merkel, Hollande y Renzi tendrían que forzar un golpe de timón en Bruselas para no ser desalojados del poder.

Pero a Europa no le basta con “parches” como los 50.000 millones de gasto extra que defiende Juncker. Es una gota en un océano. Harían falta al menos 500.000 millones de gasto adicional, en un Plan de choque destinado a inversiones transeuropeas, en infraestructuras, tecnología, digitalización, industria, energía, medio ambiente, formación y ayudas al empleo, para conseguir crecer mucho más, crear más empleo y bajar el paro a la mitad (al 5% de USA). Y ese dinero extra se puede conseguir con nuevos impuestos (tasa Tobin sobre operaciones financieras, impuestos medioambientales) y haciendo que paguen más impuestos los grandes empresas y sobre todo las multinacionales, que apenas pagan en Europa (Apple, el 0,005% de sus beneficios). Y en  paralelo, los paises más ricos y sin déficit, como Alemania, Holanda, Austria y los del norte de Europa, deberían gastar más por su cuenta, además de aumentar salarios, para crecer más y tirar del resto, de la Europa del sur. Es lo que llevan dos años pidiéndoles el FMI, la OCDE, el BCE, el G-20 y Obama.

España se juega mucho a que Europa cambie el rumbo y reanime su economía, a que no sigan los recortes. Primero, porque Bruselas nos pide que recortemos este año y en el Presupuesto para 2017 (8.000 millones de euros, no los 5.500 de los que se hablaba), lo que frenará un crecimiento y un empleo que ya de por sí serán más bajos por la coyuntura internacional (2,3% de crecimiento frente a 3% este año y 400.000 nuevos empleos frente a 480.000). Pero además, lo que pase en el mundo y en Europa afecta mucho a la economía española. Baste decir que más de la mitad de la recuperación económica de 2014 a 2016 ha sido por tres factores externos, no por la política de Rajoy: bajada del precio del petróleo, bajada del euro y de los tipos de interés. Y España es un país muy vulnerable a lo que pase por el mundo y en Europa, porque somos uno de los países más endeudados y dependemos mucho de los mercados y de los tipos de interés (si suben un 1%, los intereses de la deuda, nos cuestan 3.000 millones más, que habrá que recortar de otro lado). Además, dependemos mucho de Europa para exportar (el 72% de nuestras ventas al exterior) y para recibir turistas (el 88% son europeos), dos motores claves de nuestro crecimiento.

Así que atentos a lo que pasa ahora en Europa y como digiere el Brexit y la futura política de Donald Trump. Rajoy y la oposición deberían “hacer piña ante Bruselas”, para forzar un cambio de rumbo, para que los líderes europeos aprueben un ambicioso Plan de reactivación para Europa, del que España sería uno de los paises más beneficiados. Y mientras, en España, deberían aprobar un Plan propio para reanimar también nuestra economía, porque tenemos el doble de paro que Europa y no podemos esperar a ver qué hace Bruselas. La clave es recaudar más, sin subir los impuestos a la mayoría, consiguiendo más ingresos de las grandes empresas, las multinacionales y los más ricos, que pagan menos de lo que deben. Así se podrían recaudar 40.000 millones de euros más al año, según los técnicos de Hacienda (GESTHA). Y con esos mayores recursos, España podría gastar una parte (30.000 millones) en políticas de empleo (ayudas a parados y formación), en salvar las pensiones, en sanidad, educación, dependencia y algunas inversiones en tecnología e infraestructuras, destinando otra parte (10.000 millones) de esos mayores ingresos a reducir el déficit público. Se puede hacer. Es cuestión de voluntad política y de hacer pagar más a algunos muy poderosos.

En resumen, que Europa está estancada y en una encrucijada donde nos jugamos el proyecto europeo y hasta la propia democracia. Y esta es una batalla que afecta mucho a España. Así que estemos atentos a lo que pasa en el próximo año, en Europa y en Estados Unidos, porque de ello va a depender en buena medida nuestro trabajo y nuestro nivel de vida. Y también nuestro futuro como ciudadanos de un continente que no puede perder libertad y bienestar. Europa se la juega y nosotros con ella.

jueves, 10 de marzo de 2016

¿Otra crisis? Europa se la juega (y España más)


Las turbulencias en los mercados no amainan y el mundo teme caer en una nueva crisis, por el petróleo, China y países emergentes, la deuda y la banca. Europa es la zona más vulnerable: lleva dos años estancada y los mercados están  inquietos ante una unión sólo monetaria, con alto paro, nula inflación y mucha deuda, sin crédito ni inversión. Hoy, el BCE vuelve a hacer de “bombero”, aprobando nuevas medidas para evitar una tercera recesión. Pero no basta con inundar Europa de dinero al 0%. Es hora de tomar otras medidas, reactivar la economía europea con inversiones, más gasto, mayores salarios y un pago en común de la deuda (eurobonos). España, sin Gobierno, es uno de los países más vulnerables si  los mercados se ponen más nerviosos: necesitamos que nos presten otros 400.000 millones este año. Urge un Plan europeo para evitar otra crisis. Y que España apruebe además medidas propias, porque seguimos con el doble de paro que Europa. Y no más recortes, como exige Bruselas. 

enrique ortega


Pasan las semanas y la economía mundial no mejora. Las causas son varias y están relacionadas. Primero fue China, el gigante que tiró de la economía mundial en los años de recesión: su  fuerte crecimiento se ha frenado, mientras afronta tres“burbujas que podrían provocar una catástrofe si estallan (la burbuja de la Bolsa, la burbuja inmobiliaria y la burbuja de su abultada deuda). Luego se desplomó el precio del petróleo, por una caída de la demanda ante el menor crecimiento mundial, pasando de 115 dólares barril en junio 2014 a 65,5 en junio 2015 y unos 40 dólares ahora. Eso supone un desplome de ingresos de los países productores y de las petroleras, muy endeudados todos. Y es la puntilla para unos países emergentes que también sufren el desplome de precios de las materias primas, desde los metales a los alimentos, mientras se les encarece pagar la deuda, por la subida del dólar. Y al final, esta caída de ventas y este menor crecimiento acaba deteriorando las cuentas de los bancos, abriendo nuevos temores de otra crisis financiera.

Con todo, el verdadero problema es que el mundo está creciendo menos. Y eso preocupa especialmente a los inversores, a los mercados, porque han prestado su dinero por todo el mundo y ahora temen recuperarlo. Realmente, el mayor problema mundial es la deuda, de países y empresas, que se ha disparado desde 2008, al amparo de unos  tipos de interés cero y de unos bancos centrales que se han dedicado a inundar de dinero las economías para salir de la recesión. El resultado es que el mundo tiene “un empacho de deuda: ha pasado de 87 billones de dólares en 2004 a 199 billones en 2014, según el McKinsey Institute. Las 8 grandes economías del mundo han aumentado un 73,75% su deuda, pasando de 20,5 billones de dólares en 2008 a 35,6 billones en 2015, sobre todo China (+227%), Reino Unido (+179%) y España (+141%). Y lo mismo han hecho las empresas privadas, sobre todo las de los países en desarrollo: los bancos internacionales han prestado 3,6 billones de dólares a empresas de países emergentes y los inversores extranjeros tienen una cuarta parte de sus ahorros en deuda de países en desarrollo. De ahí sus nervios (Bolsas y bonos) ante la crisis de los emergentes y la caída del petróleo y las materias primas. Temen no cobrar.

El que no crece tiene muy difícil pagar sus deudas y esto es lo que preocupa a los inversores de todo el mundo, a la vista de que la economía mundial está estancada. En 2015, creció el 3%, la menor tasa desde 2009. Y este año podría crecer aún menos. En enero, el FMI rebajaba sus previsiones de crecimiento mundial al 3,4 %, y en febrero, la OCDE lo volvía a rebajar al 3%, a pesar de contar con los estímulos de un dinero al 0% de interés y un petróleo a la tercera parte de su precio. En este panorama mundial tan gris, lo único que tira es la economía de EEUU, que crecerá un 2,6% este año, mientras Japón sigue estancado (+0,8%) y hay recesión en Rusia (-1%) y Latinoamérica (-0,3%). Pero tanto el FMI como la OCDE están especialmente preocupadas por el estancamiento de Europa, sobre todo la zona euro, que esperan crezca sólo un 1,4% este año (OCDE).

Europa ha atravesado ya dos recesiones en esta crisis (2009 y 2012-2013), pero no acaba de recuperarse y lleva dos años creciendo muy poco (0,3% a finales de 2015). Con ello, la zona euro no ha recuperado aún la producción (PIB) que tenía antes de 2008, mientras EEUU, con una política económica más agresiva, recuperó en otoño de 2011 sus niveles pre-crisis y ha crecido después un 10% adicional sobre la riqueza que tenían en 2008. Además, el crédito y la inversión no despegan en Europa, por la poca demanda, con lo que apenas se reduce el paro, a uno de los niveles más altos desde la II Guerra Mundial (11%). Y como síntoma de la debilidad de la economía, los precios están en negativo (-0,2% en febrero). Toda esta atonía se acaba trasladando a los bancos, que ni prestan ni ganan con tipos tan bajos, mientras se teme por sus cuentas si las empresas no venden y les cuesta pagar deudas (morosidad). Y por si fuera poco, Europa no es capaz de resolver la "invasión" de más de un millón de refugiados y el futuro se complica ante una posible salida de Gran Bretaña de la UE en junio (“Brexit”).

Por todo ello, el temor en los mercados es que Europa pueda caer en su tercera recesión en ocho años. Grecia y Finlandia ya están en recesión y los tres grandes países del euro apenas crecen: Alemania un 0,3%, Francia un 0,2% e Italia un 0,1%, a finales de 2015, según Eurostat. Y mientras, Europa tiene un grave problema de deuda en seis países (Bélgica, Grecia, Italia, Portugal, España y Chipre deben el 100% o más de su PIB: tienen más deuda de lo que producen), que provoca turbulencias en los mercados y que podrían crear graves problemas financieros a los países del sur, como pasó en 2012 y 2013.

España es uno de los países europeos más vulnerables, advierte la Comisión Europea,  aunque Rajoy siga presumiendo de que es uno de los que más crece (un 0,8% a finales de 2015). Y somos vulnerables, sobre todo, porque tenemos el mayor déficit público de Europa (4,5% del PIB en 2015), lo que nos ha disparado la deuda pública: 1.069.000 millones de euros, el 98,8% del PIB, la  6ª mayor de Europa. Y también tenemos una elevada deuda privada (empresas y particulares), en torno a 1,6 billones de euros más. Con ello, España necesita que los inversores le presten este año unos 400.000 millones de euros, según el ministro Luis de Guindos. Y si persisten las turbulencias en los mercados o “no les gusta” el próximo Gobierno que elijamos, podemos tener un grave problema para financiarlos.

Ante este panorama, el Banco Central Europeo (BCE) lleva haciendo de “bombero” desde el verano de 2012, tratando de evitar otra crisis de la deuda y buscando reanimar la economía inundando Europa de dinero barato, comprando deuda pública. Pero ha servido de poco: Europa apenas crece y la inflación sigue en el 0%. Hoy 10 de marzo, Mario Draghi aprueba nuevas medidas para intentar “calmar a los mercados”, pero es más de lo mismo: dar liquidez a la economía y penalizar a la banca cobrándole por los depósitos que tienen en los bancos centrales. Algo que se ha revelado poco efectivo, porque como apenas hay empresas y particulares solventes que pidan crédito, los bancos prefieren pagar por dejar sus depósitos al BCE que arriesgarse a prestar ese dinero y no cobrarlo. Y así se explica que tengan un exceso de reservas (dinero inmovilizado) de 441.434 millones de euros y además guarden otros 209.732 millones en depósitos por los que ahora pagarán el 0,4% de interés.

Sobra dinero, lo que falta son empresas y particulares que lo pidan para invertir y consumir. Por eso, el BCE ha agotado sus recetas, ya no puede hacer más por la economía europea. Hay que tomar otras medidas y las tienen que tomar los Gobiernos, como les piden desde hace meses el FMI y la OCDE: tienen que reactivar la economía, con más gasto y más inversión pública, que tiren del consumo y la inversión privada. Acabar con la austeridad y lanzar un Plan de choque que haga crecer la economía europea, sobre todo la del sur.

Europa está estancada y ponerla en marcha no pasa por inyectar más dinero barato a los mercados (sobra) sino por reanimar la demanda, las ventas, las inversiones, utilizando los Presupuestos de la UE y de los países para tirar de la actividad. Y para ello, una premisa es recaudar más, Bruselas y los países, luchando mejor contra el fraude fiscal y consiguiendo que paguen más impuestos los que no pagan, sobre todo grandes empresas, los más ricos y las multinacionales (evaden 70.000 millones anuales “legalmente”, según la Comisión). Y con más recursos (también de nuevos impuestos medioambientales y sobre las transacciones financieras), la Unión Europea podría poner en marcha un ambicioso Plan de inversiones, en infraestructuras, reindustrialización, tecnologías, digitalización, medio ambiente, educación y formación, un Plan que arrastraría inversiones privadas que hoy no saben dónde ir . Hay ya un Plan europeo, aprobado en 2014, el Plan Juncker (315.000 millones a 3 años), pero apenas se ha puesto en marcha y tiene pocos recursos públicos (21.000 millones).

En paralelo, los países europeos deberían relanzar Planes propios de inversión y gasto, sobre todo los que tienen menos déficit (Alemania tiene un superávit presupuestario de 19.400 millones de euros, el mayor desde la reunificación de 1990), para “tirar” de la economía europea. Y además, habría que acabar con la austeridad en la Europa del sur, flexibilizando los objetivos de déficit (el 3% para 2018) para que los Presupuestos reanimen el gasto y la inversión pública necesarios y eficientes (no gastar en AVEs), lo que “tiraría” del consumo y  la inversión privada. Todo ello podría hacerse, como en Europa, con mayor recaudación, no de los que ya pagamos impuestos, sino de los que pagan poco, como las grandes empresas (pagan el 7,3% de sus beneficios, menos que las pymes), las multinacionales (evaden 8.250 millones cada año en España, según los técnicos de Hacienda) y los más ricos (SICAV). Y además, si “tiran” la economía y las empresas, habría que subir sueldos y conseguir empleos menos precarios, para hacer crecer el consumo, las ventas y el empleo. Todo menos hacer más recortes, como exigen los “fundamentalistas” de Bruselas. Sería cortar en seco la débil recuperación actual.

Y Europa no puede olvidarse de la deuda, de que tiene 28 países cada uno con su deuda y pagando tipos por su cuenta, desde el 0,15% de Alemania (deuda a 10 años) al 10,71% que paga Grecia el 3,07% de Portugal o el 1,59% de España. Urge crear un Tesoro europeo (como EEUU), que ponga toda la deuda en el mismo saco (eurobonos) y consiga así que la mayoría de países se financien más barato (alemanes y europeos del norte pagarían algo más). Eso daría estabilidad a la deuda, mientras se negocian quitas y nuevos calendarios para los países más agobiados (Grecia, Portugal, España o Italia), que podrían pagar menos intereses y dedicar así más dinero a reanimar sus economías. Y lo mismo la deuda privada de empresas y familias: quitas y renegociación para que no sea una losa que impida invertir y consumir.

No es un “cuento de la lechera”, son recetas realistas que cada vez defienden más expertos e incluso el FMI, la OCDE o el G-20, aunque más con palabras que con hechos. Algo hay que hacer, porque si no se toman medidas eficaces, otra crisis está al caer. Sobre todo en Europa. Y España lo tiene más crudo, sea cual sea el Gobierno que venga. Porque somos un país muy endeudado, que necesita crecer más que nadie para pagar intereses y crear mucho más empleo, porque tenemos el doble de paro. Y no podemos hacerlo solos. Necesitamos la ayuda de Europa, no que nos exijan más recortes. Por eso, España debería hacer un frente común con Francia, Italia, Portugal y Grecia (ahora gobernados por la socialdemocracia) para defender en Bruselas un cambio de política: acabar de una vez con la austeridad y poner en marcha un ambicioso Plan europeo de reactivación y crecimiento. Eso o llegará la tercera recesión. Europa se la juega. Y España más.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Cumbre UE: palo y zanahoria al crecimiento


Europa sigue estancada (crece el 0,2% frente al 4,2% de EEUU) mientras Grecia, Rusia y la baja inflación (agravada por el desplome del petróleo) amenazan con una tercera recesión. Pero la Cumbre europea del jueves duró menos de 8 horas y se limitó a dar luz verde (con reticencias de Merkel) a un Plan de inversiones de 315.000 millones para 2015-2017. Este Plan Juncker llega tarde y con pocos recursos: sólo se ponen 21.000 millones de dinero público (ni un euro nuevo) y se espera que la inversión privada aporte los 294.000 millones restantes. Si se consigue, el Plan  será una gota de agua en el océano de la crisis: España podría llevarse inversiones por 8.000 millones anuales, una ayuda escasa para nuestro elevadísimo paro. Y frente a esta zanahoria para el crecimiento, el palo: la Comisión Europea ha pedido a 7 países (incluida España) que recorten más su déficit en 2015, lo que frenará el crecimiento. La nueva Comisión sigue empecinada en su inútil austeridad. Urge reanimar la economía europea con un ambicioso Plan de choque. Y olvidarse de más recortes.
  
enrique ortega

De Cumbre en Cumbre, Europa va a peor. Si en la Cumbre de octubre planeaba el fantasma de la tercera recesión, en esta mini Cumbre de diciembre (tarde-noche del jueves 18) se confirma el estancamiento económico  se agrava el panorama, por los temores sobre Grecia, la crisis de Rusia y el desplome del petróleo, una buena noticia que puede agravar otro grave problema europeo, la bajísima inflación, claro síntoma de que la economía está paralizada.

Los últimos datos económicos (Eurostat, diciembre) confirman que la economía europea está estancada: crece un 0,3% en el tercer trimestre y la zona euro aún menos (+0,2%, frente al +0,1% del segundo). Lo peor es que las grandes economías no tiran (Alemania crece sólo el 0,1%, Francia el 0,3% e Italia está en recesión, cayendo el -0,2% y -0,3% el segundo y tercer trimestre). Y del resto, sólo se salvan Reino Unido (+0,7%) y algunos países del Este (Polonia +0,9%), con Austria cayendo (-0,3%) y Chipre  (-0,4%). Y lo peor es que este estancamiento europeo va para largo: según el BCE, la zona euro sólo crecerá un 0,8% este año, un 1 % en 2015 y un 1,5% en 2016, cuando EEUU crece este año al 4,2%. Y así, no hay manera de rebajar un paro histórico, del 11,5% (5,8% en USA).

Otro síntoma del estancamiento europeo es la baja inflación: está en el 0,3% y  lleva más de un año por debajo del 1%, con 10 de los 18 países euro con inflación negativa (España). Y será negativa en toda Europa los próximos meses, según vaticina el vicepresidente del BCE. En parte es por el desplome del petróleo, pero buena parte se debe a la falta de consumo, a que no hay demanda, ni inversión ni crédito (los bancos sólo han pedido al BCE la mitad de los 400.000 millones que tenía para prestarles a bajo interés). Y la actividad empresarial de la eurozona cayó en noviembre a mínimos de 16 meses, según el índice PMI, dato que sugiere dos cosas: que el crecimiento podría bajar este cuarto trimestre y que la zona euro podría incluso contraerse a principios de 2015.

En este deprimente contexto europeo, Rajoy saca pecho y dice que España “lidera el crecimiento europeo”, con ese mínimo +0,5% que crecimos el segundo y tercer trimestre (y que podría bajar al 0,4% para este cuarto). Primero, no es verdad: hay seis países europeos que crecieron más en el tercer trimestre: Rumanía (+1,8%), Polonia (+0,9%), Eslovenia (+0,7%), Reino Unido (+0,7%), Grecia (+0,7%) y Eslovaquia (+0,6%), según Eurostat. Y segundo, España tiene una serie de datos económicos que nos hacen muy vulnerables, además de tener más del doble de paro que Europa (23,67%). Uno, nuestra elevada deuda pública (1.016.969 millones de euros, un 96,4% del PIB), que nos obliga a depender de los inversores extranjeros, a los que pagamos 100 millones de euros diarios en intereses (más si sube la prima de riesgo). Otro, nuestro creciente déficit comercial (21.094 millones €), que también hay que financiar y que se debe a que compramos mucho más fuera de lo que vendemos, tras haber pinchado las exportaciones. Y el tercero, nuestro déficit público, el 3º más elevado de la zona euro, duplicándolo (5,6% en 2014 frente al 2,9% de UE-18).

Además, la inflación en España lleva cayendo cinco meses consecutivos (desde julio), con el IPC anual en el -0,4%, un claro indicador de que no hay consumo ni inversión, que la economía está estancada, aunque Rajoy diga que “la crisis ya es historia. Otro indicador es que el crédito sigue cayendo, más por falta de demanda solvente que de liquidez. Y también caen los salarios y 1.200 parados pierden cada mes su subsidio, lo que dificulta la recuperación del consumo y agrava la pobreza y la desigualdad, más en España que en el resto de Europa. Y si sigue el desplome del petróleo, podría agravar el estancamiento de México, Brasil, Venezuela y Ecuador, afectando mucho a empresas y bancos españoles.

La situación no está, pues, para triunfalismos, ni en España ni en Europa. Por eso, los líderes europeos quisieron insuflar un poco de optimismo en la reciente Cumbre Europea, aprobando un Plan de inversiones de 315.000 millones para los próximos 3 años, que podría aumentar un 3% el crecimiento anual y crear 3,3 millones de empleos. Una buena iniciativa, (aunque tardía) pero que está en el alero y es insuficiente. En el alero, porque los líderes europeos sólo aportarán 21.000 millones de dinero público (16.000 millones del Presupuesto y otros 5.000 del Banco Europeo de Inversiones), ni un euro nuevo, por cierto. Y el resto, nada menos que 294.000 millones, esperan que los aporten empresas privadas. Es el milagro de la multiplicación de los euros: con 1 euro público atraerán 15 euros privados. Está por ver. Pero aunque lo consigan, la cantidad es insuficiente: 105.000 millones de inversión anual es un 0,8% del PIB europeo, una gota en el océano de la crisis. Y Merkel se opuso a que los Estados puedan poner más dinero para el Plan a cambio de que esa aportación extra no cuente como déficit público. La ortodoxia antes que el crecimiento.

Ahora queda ver cómo se reparte este dinero, a qué países y a qué proyectos. Se habla de apoyar inversiones europeas en energía, transportes, economía digital, tecnología (I+D) y pymes. Y que ya se han presentado por los 28 países unos 2.000 proyectos, con 1,3 billones de inversión. Ahora queda fijar los criterios de reparto, que estarán en marzo. Y los planes se aprobarían en la Cumbre de junio de 2015, para empezar en julio (medio año perdido).

España ha presentado ya proyectos por valor de 53.000 millones, casi la mitad para energía, donde se ha pactado (en esta Cumbre) con Francia y Portugal para presentar proyectos conjuntos de interconexión eléctrica entre los tres países. Otros proyectos españoles son para el mercado digital (conexión Internet zonas rurales), tecnología y sobre todo infraestructuras de transporte (17 proyectos), muchos de ellos ligados al tren y al AVE. La pelea por las inversiones del Plan Juncker va a ser dura, con Alemania y Francia como líderes, y España teniendo que borrar su pasado “derrochadorde fondos europeos (aeropuertos sin aviones, AVES sin viajeros, autopistas sin coches, puertos sin barcos…). Si nos atenemos a que España supone el 8% del PIB europeo, podríamos aspirar a conseguir 25.000 millones de inversiones, unas 8.000 al año como mucho. Ayudaría, pero no es para tirar cohetes.

El problema es que los líderes europeos no sólo han aprobado el Plan Juncker, la zanahoria para reanimar el crecimiento. La nueva Comisión Europea, más fundamentalista del déficit que la anterior, ha llamado la atención a 7 países por “riesgo de incumplimiento” de los compromisos de déficit en los Presupuestos para 2015: son Francia, Italia, Bélgica, Malta, Austria, Portugal y España, donde creen que existe el riesgo de que el déficit público de 2015 sea el 4,6% en vez del 4,2% prometido por Rajoy. Y a todos les piden más recortes, que Francia, Italia y Bélgica ya han iniciado, provocando incluso dos huelgas generales. Ahora van a hacer un seguimiento y en marzo 2015 dirán si han cumplido o no y si hay sanciones. Si se ponen duros y exigen más recortes a estos 7 países (sobre todo a Francia, Italia y España), la Comisión sumirá a Europa en la tercera recesión.

Es el palo que complementa la zanahoria del Plan Juncker. Reanimar la economía europea sí, pero sin gastar apenas (“keynesianismo barato”) y no bajando la guardia contra el déficit. La ideología, el fundamentalismo del déficit y los recortes, frente al realismo de una Europa que exige un Plan de choque valiente contra la recesión. Lo absurdo de esta política puede verse en España: nos concederían 8.000 millones de inversión para reanimar la economía (que en su mayoría van a beneficiar a eléctricas y grandes constructores) y a la vez nos obligan a recortar 4.000 millones más en 2015 (sobre los recortes ya aprobados por Rajoy), recortes que afectarían sobre todo a sanidad, educación, gastos sociales y desempleo. Y que servirán, como ha pasado estos cuatro años, para frenar el crecimiento y el empleo.

Juncker y la nueva Comisión dicen que quieren “recuperar la confianza de los ciudadanos”. Pero los europeos no lo ven claro: el 63% considera que la situación económica es mala y sólo el 34% la ve positiva, según el Eurobarómetro de otoño. Y los más pesimistas son los griegos (98% la ven mal) y los españoles (97%). Además, casi la mitad de los europeos (48%) creen que la crisis y el desempleo irán a peor. Un estado de ánimo que alimenta el “euroescepticismo”, el populismo y los partidos de extrema derecha.

Cada vez es más evidente (incluso para el FMI y la OCDE), que Europa debe cambiar de política, dejar atrás los prejuicios ideológicos y lanzarse a combatir con decisión el estancamiento, el paro y la baja inflación. Y para ello, hace falta un ambicioso Plan de inversiones públicas, con diez veces los recursos del Plan Juncker, recursos que deben salir de otra política fiscal en Europa, que recaude más de las grandes empresas, multinacionales y los más ricos. En paralelo, hay que forzar a la Europa rica, sobre todo a Alemania, a gastar más, para tirar del crecimiento de la Europa pobre. Y reducir el peso de la deuda a la Europa del sur, compartiendo la deuda para pagar menos por ella (eurobonos).

Y en España, aumentar también los ingresos fiscales (se pueden recaudar 50.000 millones más) para dedicar más recursos a la inversión pública, la reindustrialización, la exportación, el turismo y la tecnología, junto a un Plan de choque para mejorar la formación y “empleabilidad” de los 5,4 millones de parados. Sin olvidar mejorar salarios y reducir el peso de la deuda de empresas y particulares, para reanimar el consumo y la inversión. Y dedicar más recursos a ayudar a los 5 millones de españoles en riesgo de pobreza, un escándalo social.

Otra Cumbre más, los líderes europeos hacen lo que Rajoy en España: ganar tiempo y esperar a ver si la economía mejora, más con declaraciones que con medidas suficientes. Y así, Europa puede estancarse durante varios años, languideciendo como Japón. No es lo que queremos los europeos. Ya lo dijimos en las elecciones de mayo. Pero no escuchan.