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jueves, 16 de diciembre de 2021

Pandemia, salud mental y suicidios

El Gobierno aprobó el 3 de diciembre la Estrategia de Salud Mental 2022-2026, la primera en los últimos 12 años, tras apoyarla las autonomías por unanimidad. La pandemia ha agravado la salud mental de los españoles (sobre todo de niños y adolescentes), pero ya era mala antes: somos el 2º país UE (tras Portugal) con más problemas mentales y cada día se suicidan más de 10 españoles. En los Centros de salud, 1 de cada 4 consultas tienen relación con problemas psicológicos pero faltan especialistas (tenemos la mitad de psiquiatras y un tercio de psicólogos que Europa), camas de hospital y centros especializados, por lo que a muchos pacientes sólo les queda atiborrarse de tranquilizantes y antidepresivos. Ahora aumentarán los profesionales y recursos, con un teléfono 24 horas para suicidas. Es un paso, pero los expertos lo ven insuficiente, porque la salud mental es el gran reto sanitario del siglo XXI, según la OMS, con altos costes humanos y económicos. Sin salud mental no hay salud.

Enrique Ortega

La pandemia ha tenido unos costes “visibles (5.400.000 españoles contagiados, 442.000 hospitalizados y 88.619 muertos oficiales) y otros costes “menos visibles”: pérdida de empleos e ingresos, cambios drásticos en nuestra forma de vida, angustia, temor y depresión. España ha sido el tercer país de la Unión Europea donde la pandemia ha tenido un mayor impacto negativo en su salud mental: ha afectado negativamente al 61% de la población, sólo menos que en Reino Unido (65%) e Italia (62%), más que en Polonia (60%), Francia (57%), Dinamarca (51%) o Alemania (44%) y bastante más que la media europea (ha afectado negativamente a la salud mental del 40% de europeos), según el reciente informe “Headway 2023. Mental Health Index”.

La revista científica The Lancet ha estimado que la pandemia ha causado ansiedad y depresión a 129 millones de personas en el mundo, especialmente a las mujeres y a los jóvenes. Y la OCDE estima que la pandemia ha agravado la salud mental (empeorando la depresión y la ansiedad) en todos los paises, en especial en Corea, México, Australia, Estados Unidos y Grecia, con una prevalencia del 21% de la población afectada en España, por debajo de la media de la OCDE (22%), Francia y Reino Unido (21%) o Estados Unidos (25%).

Los propios españoles, en la última Encuesta del CIS (2021), reconocen que han sentido tristeza o ansiedad con la pandemia (el 50%), que muchos han acudido a un psicólogo o psiquiatra (el 64%, la mayoría a la sanidad privada) y bastantes han recibido tratamiento farmacológico (el 5,8% de los encuestados: el 58,7% recibieron ansiolíticos y el 41,3% restante antidepresivos). El mayor deterioro de la salud mental se ha dado en niños y jóvenes, por el aislamiento y el recorte de interacción social: los trastornos mentales se han triplicado (del 1,1 al 4%) en los niños de 4 a 14 años, según un reciente informe de Save the Children. Lo mismo los trastornos de conducta (del 2,5% al 7%). También añaden que un 3% de niños y adolescentes han tenido “pensamientos suicidas”. Y destacan que estos problemas mentales son 4 veces mayores en niños y adolescentes de familias con bajos ingresos o en paro.

Pero los problemas mentales ya estaban ahí, muy presentes, antes de la pandemia, que los ha agravado. Así, en 2019, 84 millones de europeos (el 16,6%, 1 de cada 6 personas), sufrían trastornos mentales, según el informe “Headway 2023. Mental Health Index”. Y coloca a España como el 2º país europeo con más “prevalencia (%) de “desórdenes mentales”, 20.000 de cada 100.000 personas (20%), sólo por detrás de Portugal (21%) y por encima de Grecia (19%), Paises Bajos (18,5%), Francia (18%), Italia (17%) y Alemania (15%). Esta prevalencia varía del 18% de media en el norte de Europa al 15% en el Este.

Frente a estos recientes datos europeos (de 2019), en España sólo tenemos los datos de la última Encuesta de salud mental (ENSE) 2017, hecha por Sanidad. Ahí ya se reflejan unos datos preocupantes, que la pandemia ha agravado: 1 de cada 10 adultos españoles tienen problemas de salud mental, más las mujeres (14,1%) que los hombres (7,2%). El porcentaje es más alto en Murcia (30,8% de población con problemas) y menos en Extremadura (8,6%). La mitad sufren ansiedad crónica y la otra mitad depresión (en ambas enfermedades, las mujeres las sufren el doble que los hombres). La consecuencia es que el 3,8% de la población española (1,8 millones de personas) tiene dificultades  para realizar sus actividades cotidianas por problemas de salud mental, el 10,7% (5 millones) consumen ansiolíticos y otro 5,6% (2,65 millones de personas) consumen antidepresivos, más en Galicia y Asturias y menos en Cantabria, Ceuta y Melilla.

Otro dato llamativo es que más de 1 de cada 4 consultas (el 27,4%) en atención primaria (Centros de Salud) tienen ya relación con problemas psicológicos, aunque la falta de medios y de personal especializado impide atenderles correctamente y sólo el 10% se deriva a departamentos de salud mental: la mayoría de las consultas se resuelven con una receta de fármacos contra la ansiedad y la depresión. Y las listas de espera de especialistas son enormes, lo que obliga a muchos enfermos con problemas graves a acudir a urgencias, aunque existen pocas unidades de atención mental en los hospitales y pocos centros de atención especializada. Por ello, la mayoría de pacientes con estas patologías acaban en la sanidad privada. Y eso crea una enorme brecha en la salud mental: los pacientes con recursos acaban tratándose  y los que no los tienen (que además suelen tener más problemas mentales) están desatendidos.

La sanidad pública española tiene un grave déficit de recursos en materia de atención mental. Y eso se explica porque la destinan pocos medios. De hecho, España destina sólo el 5% del gasto sanitario total a la atención mental, frente al 5,5% de media en Europa, pero muy lejos del 11,3% que se destina en Alemania, el 10% en Suecia, el 9% en reino Unido, el 8,8% en Paises Bajos o el 8% en Francia, aunque Portugal destina el 5,2%, Italia el 3,5% y Grecia el 4,4%, según el reciente informe “Presente y futuro de la salud mental en España”, presentado en octubre. Y además de ser menor el gasto en salud mental, está desigualmente repartido por autonomías.

Otro grave problema de la atención mental en España es la falta de profesionales y medios. Tenemos una media de 30 profesionales de salud mental por 100.000 habitantes, la 2ª tasa más baja de Europa tras Bulgaria, muy lejos de Holanda (260 profesionales por 100.000 habitantes), Dinamarca (240), Finlandia (190), Francia (175), Alemania (140) e Italia (50). Y eso se debe a que tenemos menos psiquiatras, psicólogos o enfermeras de atención mental. En psiquiatras, España es el 2º país con menos profesionales de Europa (10,9 por 100.000 habitantes), tras Bulgaria (10,3), muy lejos de los psiquiatras que hay en Alemania (27,4 por 100.000 habitantes), Grecia (25,8), Paises Bajos (24,1), Finlandia (23,6), Suecia (23,5), Francia (22,9), Dinamarca (18,9), Italia (17,1) o Portugal (13,4 por 100.000 habitantes), según Eurostat (datos 2018). Y somos el único país donde no existe la especialidad de psiquiatra infantil. En psicólogos, España no llega a 5 por 100.000 habitantes, frente a 18 de media en la UE y 26 en la OCDE (faltarían 7.200 para llagar al estándar europeo). Y en enfermeras de atención mental, tenemos 1,96 por 100.000 habitantes frente a 152 en Dinamarca.

Pero el déficit es aún más flagrante en la atención hospitalaria, donde tenemos sólo 40 camas por 100.000 habitantes frente a 70 de media en la OCDE, 140 en Bélgica, 130 en Alemania, 80 en Francia, 260 en Japón, 130 en Corea y sólo 10 en Italia o 25 en Estados Unidos. Eso implica que sólo hay unidades especializadas de hospitalización en algunos grandes hospitales españoles y un número muy escaso de centros de salud mental, una asignatura pendiente de España desde los siniestros “manicomios”.

Con este escaso gasto y los pocos medios humanos y materiales, España tiene una salud mental con peor calidad que la media europea, según el índice Headway 2023 de calidad de salud mental: tenemos una nota de 4,3, frente al 4,8 de media en la UE-27, el 10 (sobre 10) de Paises Bajos, el 8,3 de Irlanda y el 7,7 de Italia o Dinamarca. Sorprende la baja nota de Francia (4 puntos) y Alemania (4,1), estando a la cola Grecia (1,7) y los paises del Este.

La deficiente atención a la salud mental, en todo el mundo y en España, tiene un alto coste humano, social y económico, según denuncia reiteradamente la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sólo en Europa, se producen 165.000 muertes anuales por problemas mentales, el 3,7% de todas las muertes, según el informe  Headway 2023. Mental Health Index”. En el ranking de muertes anuales por desordenes y enfermedades mentales, destaca la alta mortalidad de la Europa del centro y norte: Reino Unido (91,5 muertes por 100.000 habitantes), Paises Bajos (86,8), Dinamarca (71,5), Suecia (64,8), Irlanda (60,4), Alemania (58,5), Luxemburgo (50,1), Bélgica (48,7) y Finlandia (43,8), todos por delante de España (40,8 muertos por 100.000 habitantes), la media europea (36,9), Portugal (36,2), Francia (34,8) Italia (31,2) y Grecia (13,7 muertos por 100.000 habitantes).

La causa principal de muerte por problemas mentales es el suicidio, una lacra en todo el mundo: se producen 700.000 muertes por suicidio al año, según la OMS, quien alerta de que hay 20 intentos por cada muerte consumada. En Europa se producen  unos 60.000 suicidios al año, siendo ya la 6ª causa de muerte en los menores de 70 años y la 4ª entre los jóvenes. Eso da una media de 11,7 muertes por suicidio en Europa por 100.000 habitantes, según Eurostat (2019), destacando en el ranking los paises bálticos (26 muertes por 100.000), Eslovaquia y Hungría, seguidos por Bélgica (15,4), Finlandia (15), Francia y Suecia (12,1), Paises Bajos (11,2), Alemania (10,5), Portugal (9,6), Reino Unido y España (7,5 suicidios por 100.000 habitantes en 2019), quedando lejos Italia (5,9) y Grecia (4,5).

España es de los paises europeos con menos suicidios, pero la cifra es muy preocupante: 3.941 muertes por suicido en 2020, 270 más que antes de la pandemia (3.671 en 2019). Es la cifra más alta de suicidios de la historia, más del doble de los 1.652 suicidios que se contabilizaron en 1980. Y desde hace 12 años, es la primera causa de muerte no natural, duplicando las cifras de los accidentes de tráfico. El 40% de los suicidios se producen entre los 40 y los 60 años, pero el año pasado se suicidaron 14 menores de 14 años y 48 adolescentes de 15 a 19 años. Lo peor es que esta estadística oficial (INE) no recoge todas los suicidios, porque los expertos estiman que algunos se camuflan para evitar la estigmatización del muerto y su familia. Además, estiman que se producen 80.000 tentativas de suicidio al año y que hasta 2 millones de españoles “han pensado en el suicidio alguna vez.

El  coste de la salud mental no es sólo en vidas, sino que tiene elevados costes económicos, derivados del coste de la atención sanitaria a los enfermos (aunque sea bajo, aumenta el déficit de la sanidad) y, sobre todo, los costes de las bajas laborales y las incapacidades, así como el deterioro de la productividad en las empresas y las economías. De hecho, la depresión es ya la 3ª causa de discapacidad laboral en el mundo y será la 1ª en 2030, según vaticina la OMS, que estima los costes de la mala salud mental en el 4,2% de la economía mundial (PIB). En Europa, los expertos estiman el gasto en el 4% del PIB europeo (600.000 millones de euros), entre el mayor gasto sanitario (190.000 millones), los gastos en programas sociales vinculados (170.000 millones) y los gastos por discapacidad y menor productividad (240.000 millones). España es el 8º país europeo con más costes por la salud mental: el 4,1% del PIB (unos 50.000 millones de euros anuales), por detrás del coste en Dinamarca y Finlandia (5,2% PIB), Holanda (5,1%), Bélgica (5%), Suecia o Alemania (4,9%) y Austria (4,2% del PIB), según el informe “Headway 2023. Mental Health Index”.

Todas estas vidas perdidas y estos altísimos costes podrían reducirse con unas mejores políticas de atención a la salud mental, según la OMS, que considera la salud mental como el mayor reto sanitario del mundo en el siglo XXI. En España, la atención mental lleva décadas desatendida y la pandemia ha sido un aldabonazo, una llamada de atención sobre la gravedad de la situación. La alerta llegó incluso al Congreso, de la mano del diputado Íñigo Errejón (Más Madrid), que pidió, el 17 de marzo de 2021, un Plan de Salud Mental (ganándose el grito “¡Vete al médico!”, del diputado del PP Carmelo Romero…). Unos meses después, el 9 de octubre,  el presidente Sánchez recogió el guante y convocó en la Moncloa a los expertos y profesionales en salud mental para informarles de un “Plan de choque Salud Mental y COVID 2021-2024”, al que se destinan 100 millones de gasto, anunciando medidas como  la creación de un Teléfono 24 h para el suicidio (en 2022) y la incorporación a las especialidades médicas de la Psiquiatría infantil y adolescente.

Dos meses después, el 3 de diciembre, el Consejo de Ministros ha aprobado la nueva Estrategia de Salud Mental 2022-2026, que es la primera en 12 años (la anterior se aprobó en 2009 y no se renovó en 2013), un Plan a medio plazo que el día anterior aprobaron por unanimidad las autonomías, que tendrán que financiarlo y gestionarlo. La nueva Estrategia de Salud mental tiene 10 líneas de actuación, entre las que destacan la atención especial a la infancia y adolescencia, el enfoque de género,  la prevención y detección precoz de los trastornos mentales, la recuperación de los enfermos en el ámbito familiar y comunitario, la mayor coordinación entre instituciones y profesionales y el apoyo a la formación e investigación. Y en paralelo, se obliga a las empresas a que integren en sus planes de prevención la salud mental de sus trabajadores.

La mayoría de los expertos y profesionales en salud mental creen que la Estrategia aprobada es “un avance”, un punto de partida, pero insuficiente y poco ambicioso, porque no fija  objetivos medibles ni asegura la financiación necesaria. Y sin más fondos, profesionales y medios, cualquier estrategia de salud mental será  poco eficaz. Así que ahora falta, en cada Presupuesto, destinar recursos sanitarios a contratar profesionales y a aumentar camas y centros de atención mental, para reducir el déficit de medios que tenemos con Europa. Y no sólo el Gobierno central: la clave está en las autonomías, que son las que financian y gestionan la sanidad y también la salud mental. Urge que tengan una financiación suficiente y que se acuerde un catálogo de servicios mínimos homogéneo, para que la atención mental no dependa de donde uno vive. Retos que hay que afrontar con acuerdos y decisión política, escuchando a los profesionales. Sin salud mental no hay salud.

jueves, 19 de junio de 2014

La crisis nos enferma


Esta crisis va a cumplir 6 años y sus secuelas se notan no sólo en nuestros ingresos, nuestro trabajo (o paro) y nuestra forma de vida sino también en nuestra salud: hay más españoles que van al médico cada día con ansiedad, estrés o depresión. Y aumentan los ancianos, niños y padres de familia con problemas de salud, fruto de problemas económicos o de vivienda, estrés en el trabajo, abandono escolar, paro o dificultades familiares. Al final, como la sanidad pública no está preparada para esta avalancha de enfermedades provocadas por la crisis (tenemos un tercio de psicólogos y psiquiatras que Europa), la gente se busca atajos para evadirse y sobrevivir: pastillas (se ha duplicado el consumo de antidepresivos), alcohol y drogas, donde somos líderes europeos en consumo. Es urgente valorar el problema y poner en marcha un Plan sanitario contra la crisis, para que no salgamos de ella enfermos.
enrique ortega

En Europa, el impacto sanitario de la crisis es evidente, según un estudio publicado en la revista Lancet. Han aumentado los suicidios en la mayoría de países, con repuntes destacables en Grecia, Irlanda y Letonia. Una tendencia que es la punta del iceberg de los trastornos psiquiátricos subyacentes, con una mayor incidencia de la depresión, estrés y ansiedad en Inglaterra, Eslovenia, Grecia y España. Otros estudios alertan sobre una mayor incidencia de enfermedades transmisibles, desde nuevos brotes de malaria en Grecia a mayores infecciones de VIH (entre usuarios de droga) en Lituania y Rumanía. Y se detecta un mayor consumo de alcohol y drogas, junto a una peor alimentación, según el informe SEPAS 2014.

En España, la crisis ha aumentado casi un 20% los problemas de depresión, presentes en casi la mitad (47,5%) de los pacientes que acuden a los centros de salud, según el Consejo de Psicólogos. En Andalucía, la región con más paro (36%) y más pobreza (4 de cada 10 andaluces), la depresión es la tercera causa de consulta en atención primaria, según un informe de la Junta de Andalucía. En toda España, los médicos de familia están desbordados y un 20% de todo lo que recetan son ansiolíticos, los segundos medicamentos más vendidos.

Los síntomas de la depresión de  muchos españoles son cansancio, ansiedad, estrés y apatía. Muchos son parados y padres de familia con problemas y mujeres agobiadas por sacar adelante su casa. No siempre presentan un cuadro de depresión: muchas veces han somatizado sus problemas y acuden al médico con hipertensión, desnutrición y obesidad, diarreas, dolores de estómago, mareos, palpitaciones o anemias. Pero el origen está en la ansiedad, el estrés o la depresión que tienen detrás. Y que es difícil de curar.

El colectivo más vulnerable son los casi 6 millones de parados, sobre todo la mitad larga que ya no cobra ningún subsidio (3.262.215 desempleados, la mayoría llevan más de 2 años sin trabajo). El 40% tiene dificultad para dormir, muchos tienen relaciones tensas con la familia y problemas sexuales. Y un riesgo de padecer una enfermedad mental cinco veces mayor que un ocupado, según el Congreso de Psiquiatría. Otro factor de riesgo es tener un familiar en paro (mujer o hijo) y el tercero, no poder pagar la hipoteca. Así, los padres de familia en paro, con hijos o mujer sin trabajo y con riesgo de desahucio son los más proclives a enfermar.

Y al suicidio. En España hay 10 suicidios al día, 3.539 casos en 2012 (último dato), habiendo crecido desde 2010, probablemente por la crisis. El 90% de los suicidas tienen trastornos mentales y el problema es especialmente grave entre los hombres de 25 a 34 años, donde el suicidio es la primera causa de muerte en España, por delante de los tumores. En algunos países europeos tienen planes de prevención, pero en España sólo lo tiene Cataluña.

Los que tienen un trabajo tampoco se libran de los problemas de salud (casi uno de cada cinco trabajadores enfermó en 2013, según el INE), por el temor a perder su empleo, el endurecimiento de las condiciones laborales o la precariedad en el empleo. El estrés laboral afecta al 40% de los asalariados, según el INE. Y aumenta el riesgo de sufrir una enfermedad cardiovascular, según la Fundación Española del Corazón. Además, el estrés aumenta las bajas laborales (un tercio son por depresiones), deteriora la productividad (se pierden unos 5.000 millones al año) y aumenta los accidentes laborales.

Los problemas de la vivienda son otro factor de riesgo para la salud (depresión, insalubridad, enfermedades contagiosas), sobre todo el pago de la hipoteca (el 77% de familias en riesgo de desahucio sufren ansiedad, según la PAH), o el alquiler, el hacinamiento (hijos que vuelven a la casa de sus padres) y la pobreza energética (dificultad para pagar luz, agua y calefacción), que afecta ya 7 millones de españoles, provocando 7.000 muertes al año (sobre todo entre ancianos), según el estudio ACA. Un 70% de las personas atendidas por problemas de infravivienda o alquiler presentan problemas de salud mental, según un informe de Cáritas.

Otros problemas sanitarios derivan de la mala alimentación, agravada con la crisis: más comida basura y grasas o bollería industrial, menos consumo de frutas, verduras, pescados y carnes y un mayor riesgo de obesidad ligada a la pobreza, según el informe SEPAS 2014. Sin olvidar que 2 millones de españoles comen cada día gracias a los Bancos de Alimentos y ONGs. Y que muchos niños escolarizados están malnutridos. La crisis también afecta a la sexualidad de las personas y a su descendencia: en 2013 hubo 80.000 nacimientos menos que en 2008 y las mujeres tienen menos hijos (1,38) y más tarde (32 años).

Al final, los colectivos más vulnerables en su salud, tras los padres de familia, son los ancianos, jóvenes y niños. La mortalidad aumentó en España en 2012 (último dato INE), por segundo año consecutivo (402.950 muertes, frente a 371.478 en 2006), básicamente porque el país ha envejecido, aunque la crisis aumenta la mortalidad de los ancianos por varias vías: recorte ayudas a la dependencia, congelación de pensiones, copago de medicamentos (menos medicación enfermos crónicos), pobreza energética y angustia por ayudar a los hijos. En niños y adolescentes, la crisis familiar, el abandono escolar y la alta tasa de paro juvenil (56%) son el caldo de cultivo de problemas: 1 de cada 8 niños y adolescentes, más de un millón de jóvenes, presentan trastornos mentales, según el Libro Blanco de la Psiquiatría infantil.

Este cúmulo de problemas superan a una sanidad pública ahogada por los recortes (-9.148 millones entre 2010 y 2014, un 14,3% menos de recursos) y donde la salud mental ya era el pariente pobre antes de la crisis: se la dedica 5 de cada 100 euros de gasto sanitario, frente al 10% en Europa. Y sólo tenemos 6 profesionales especializados (psicólogos o psiquiatras) por cada 100.000 habitantes, frente a 18 en Europa (53 en Alemania). Con ello, el problema les cae encima a los médicos de familia (sin una formación específica), que echan mano de lo más sencillo: recetar pastillas.

El consumo de antidepresivos se ha duplicado en España con la crisis, pasando de 30 dosis por 1.000 habitantes (2000) a 64 (2012), frente a 50 en Francia o Alemania y 56 en la OCDE. En 2013 ya se vendieron 39,2 millones de envases, a los que hay que sumar otros 55 millones de envases de tranquilizantes, 14 millones de antipsicóticos y 22 millones de sedantes. Un consumo que crea dependencia, ya desde la juventud (11,6% entre menores 18 años).

Otros atajos contra los problemas, además de las pastillas, son el alcohol y las drogas, donde España lidera las estadísticas europeas. El alcohol  crece incluso entre los más jóvenes: más de la mitad de los menores (14-18 años) han hecho botellón en el último mes y se han emborrachado en el último año, según el último estudio de Sanidad. Y somos el segundo consumidor europeo de cocaína y el tercero de cannabis, que ha consumido 1 de cada 4 menores el último año. El abuso del alcohol y las drogas se revela en este dato estremecedor: la mitad de los muertos en accidentes de tráfico (2012) habían consumido alcohol o drogas.

Son datos suficientes como para urgir a tomar medidas. Primero, hay que evaluar el alcance del problema, como han hecho Andalucía y Cataluña, creando un Observatorio en la sanidad pública. Y luego, poniendo en marcha un Plan especial de salud contra la crisis, con múltiples medidas: unidades de detección en los centros de salud (con atención prioritaria a parados padres de familia, ancianos, niños y adolescentes), formación específica a los médicos de familia, creación de más unidades especializadas (psicólogos y psiquiatras) en la sanidad pública, formación en empresas y colegios y refuerzo de la medicina de empresa. Y una campaña decidida contra el consumo de pastillas, drogas y alcohol, con medidas eficaces para reducir su consumo entre los jóvenes.

La crisis y la errónea política de austeridad han atacado nuestro bienestar y nuestra forma de vida, en un proceso del que tardaremos años en salir. Pero hay que procurar salir sanos, sin secuelas y sin caer en los atajos de pastillas, drogas o alcohol, que nos hunden como personas y como país. Hay que salir de la crisis, pero lo más sanos posible. Es lo mínimo.