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jueves, 10 de octubre de 2024

Universidad: alumnos récord, financiación escasa

Más de 1,8 millones de universitarios han iniciado otro curso, un récord histórico de alumnos, sobre todo en Masters y Grados online. Pero las Universidades públicas están faltas de recursos (secuela de los recortes desde 2010), incluso con problemas para pagar nóminas (los 6 Rectores de Madrid han pedido 200 millones a Ayuso), calefacción y servicios. Los rectores han pedido a las autonomías, que financian el 65% de las Universidades, que firmen Planes plurianuales, para asegurarles financiación suficiente y reforzar plantillas (el 49% docentes son “temporales”) y estudios. Exigen que se cumpla la nueva Ley de Universidades (LOSU), de 2024, que promete invertir un 1% del PIB en Universidades (frente al 0,76% actual), 3.596 millones más. El problema es quien lo paga. Porque las autonomías “se escaquean”, mientras las del PP apoyan nuevas Universidades privadas (13 en Madrid, 4 en Andalucía y 43 en toda España) .Y el Gobierno no consigue aprobar el Presupuesto 2025, clave para aportar más fondos. Urge apostar por la Universidad, financieramente asfixiada.

                            Enrique Ortega

Este Curso 2024-25 han iniciado la Universidad los jóvenes nacidos en 2006, un año con un récord de nacimientos (482.957), lo mismo que entre 2005 y 2010 (486.575), lo que ha alimentado el número de universitarios: de 1.548.369 matriculados en 2015-16 se pasó a 1.762.459 el curso 2023-2024 y este Curso se espera superar los 1.800.000 universitarios, entre los que estudian un Grado (1.400.000), un Master (casi 300.000) o un Doctorado (otros 100.000). Son 256.000 universitarios más que hace 8 Cursos (2015-16), gracias al aumento de jóvenes en España, a su mayor ingreso en la Universidad (el 31,6% de los que tienen entre 18 y 24 años, cuando eran el 30,3% de los jóvenes en 2013) y al aumento de alumnos internacionales (de 101.000 a casi 180.000 este Curso).

Con este récord histórico de universitarios para 2024-25, España se consolida como uno de los paises de Europa y del mundo con más universitarios, mayores y jóvenes. En el conjunto de la población (25 a 64 años), tenemos un 41,4% de universitarios, frente al 40,7% en la OCDE y el 37,7% en la UE-25 (42,4% en Francia, 33,9% en Alemania y 21,3% en Italia), según el último informe educativo de la OCDE (datos 2023). Y si miramos sólo a los jóvenes (25 a 34 años) el porcentaje de universitarios es aún mayor: 52% en España, frente al 47,4% en la OCDE (51,85% en USA y más del 57% en Japón, Irlanda, reino Unido o Noruega) y el 44,2% en la UE-25 (51,8% Francia, 38,5% Alemania o 30,75% Italia).

Este liderazgo universitario de España contrasta con las quejas constantes de falta de financiación de los rectores de las Universidades españolas (CRUE). Según sus informes, no se han recuperado todavía de los recortes presupuestarios (-30% de transferencias) hechos a partir de 2009  por el Gobierno (ZP y sobre todo Rajoy) y por las autonomías. Y aseguran que, descontando la inflación, hoy reciben entre un 15 y un 20% menos que en 2009, aunque tienen 256.000 universitarios más. Eso les ha obligado estos años a no cubrir jubilaciones, a hacer contratos basura a los profesores (el 49% de los docentes universitarios tienen contratos temporales, frente al 23% los camareros), a no poder ampliar programas y Master y a tener problemas para pagar la luz o la calefacción

Un grave problema económico y financiero para la Universidad que no se debe solo a los recortes sino a un problema estructural: España financia menos la Universidad que otros paises. Así, el gasto total por estudiante universitario en España era de 15.654 dólares en 2021 (último dato de la OCDE), frente a 20.499 dólares en la OCDE (36.274 en USA y 33.574 en Reino Unido) y 20.027 dólares en la UE-27, un 28% más que nosotros (27.756 dólares por universitario en Suecia, 23.864 en Paises Bajos, 21.963 en Alemania, 20.458 en Francia y 13.717 en Italia), homogeneizando en todos la inflación. Eso se traduce en que Europa destina un 1% de su PIB a financiar sus Universidades, mientras España destina el 0,76%.

Pero no sólo financiamos menos la Universidad. También lo hacemos de forma diferente, con menos peso de la inversión pública y más aportación de los estudiantes y sus familias (tasas y matrículas). Así, el gasto público en Universidades supone en España el 67% del gasto universitario, frente al 68% en la OCDE y el 76% en la UE-25 (84% en Alemania, 79% en Francia o 60% en Italia). Y el 28,8% del gasto universitario es privado, frente al 19,2% en la OCDE y el 13% en Europa. Y la mayoría de esta aportación privada, un 19% de la financiación total, la aportan los alumnos y sus familias (pagando matrículas y tasas).

Otro problema de España es que hay una gran desigualdad en la financiación universitaria por autonomías (que tienen la competencia y aportan, de media, el 65% de la financiación total). Así, hay una serie de autonomías que transfieren a sus Universidades menos que la media (7.378 euros/universitario en 2021-22) : Madrid (6.005 euros por universitario, -19,6%), Murcia (6.712), Cataluña (6.756), Baleares (6.907) y Extremadura (6.959 euros), según el Informe CYD 2023. Y entre las autonomías que mejor financian sus Universidades destacan La Rioja (10.068 euros/universitario), País Vasco (9.995), Cantabria (9.775) y Navarra (9.625 euros). En contrapartida, las que menos aportan son las autonomías donde los alumnos pagan más tasas y matrículas: Madrid (2.009 euros/alumno), Cataluña (1.970), Navarra (1.740) y Comunidad Valenciana (1.713 euros). Y mientras, hay otras donde pagan en tasas y matriculas poco más de 1.000 euros (la mitad que Madrid): Canarias (1.049), Galicia (1.059), Andalucía (1.150), Baleares (1.157) y Asturias (1,190 euros/alumno).

A la vista de este panorama (más alumnos y cursos y escasa financiación), la mayoría de las universidades públicas tienen serios apuros económicos, otro Curso más. La situación financiera más penosa se da en las 6 Universidades públicas de Madrid, la autonomía que menos financia a sus universitarios (y la más cara). Los Rectores acaban de lanzar un SOS: necesitan 200 millones extras para seguir funcionando, para pagar sus nóminas. Y piden al Gobierno regional que pague a sus profesores como hace con el personal sanitario público y docentes de Colegios e institutos públicos. Argumentan que las transferencias de la Comunidad  son menores que las del resto (suponen un 0,4% del PIB regional, frente al 0,55% de media) y los gastos crecen cada año. Y no saben todavía lo que les aportarán  en 2025, porque no hay Presupuesto. Además, temen que la presidenta Ayuso retrase concretar su aportación hasta que no apruebe la Ley de Universidades regional, con la que están enfrentados los Rectores madrileños, porque creen que ”invade su autonomía.

Si la situación financiera de la mayoría de Universidades es precaria, lo será más este Curso y los siguientes, porque entra en vigor la nueva Ley de Universidades, la LOSE, la 4ª de la democracia (BOE 22 marzo 2024). Su objetivo es reorganizar las Universidades, mejorando y estabilizando las plantillas docentes, mejorar los programas e internacionalizarlas. Objetivos que supondrán una mejora de la calidad y la formación universitaria pero tendrán más coste. Sólo el tema de regularizar plantillas (el 49% de los docentes son temporales), cubrir vacantes y jubilaciones les supondrá a las Universidades un coste extra de 843 millones de euros, según los Rectores (CRUE). Y luego están los costes extras de las mejoras docentes y los programas de investigación e internacionalización. Los rectores insisten en que, hoy, no saben quien lo va a pagar ni cuándo. Y temen que su situación vaya a peor.

La propia LOSU establece, en su artículo 55, que “las Administraciones públicas dotarán a las Universidades de los recursos necesarios, de acuerdo con las disponibilidades presupuestarias de cada ejercicio”, pero no concreta ni quién ni cuándo. Sí concreta el cuánto: “dedicar como mínimo el 1% del PIB en  gasto público en educación universitaria pública para todo el Estado”. Como ahora ese gasto es del 0,76% del PIB, subirlo al 1% supone gastar 3.596 millones adicionales (con el nuevo PIB de 2023). Pero sigue sin concretarse quien lo paga, aunque el Gobierno ha propuesto que cada Universidad firme un Acuerdo Plurianual con su Gobierno regional y que el Presupuesto del Estado lo complete.

Pero de momento, casi ninguna autonomía (salvo Andalucía) ha firmado ningún acuerdo de financiación a medio plazo con sus Universidades, que insisten en saber cuanto antes el dinero con que pueden contar para planificar su gestión, desde la política de personal (que se lleva dos tercios del gasto) a los nuevos programas. Y, en paralelo, el Gobierno Sánchez no consigue aprobar los Presupuestos 2025, con lo que va a tener difícil aportar más recursos. De momento, ha aprobado 1.300 millones para becas universitarias en 2024-25 (que benefician a medio millón de universitarios), pero queda reformar el sistema de becas, porque los umbrales son demasiado altos para muchas familias (con la inflación) y la dotación es insuficiente (con el aumento de costes del alquiler). Otra medida que sí está en marcha es el programa María Goiri, por el que el Estado y las autonomías van a financiar 5.600 plazas de profesores y ayudantes doctores en las Universidades públicas españolas.

Pero la mayor parte de la nueva financiación de las Universidades, obligada por la LOSU, “sigue en el aire”, aunque el Curso 2024-25 lleve un mes en marcha. El problema concreto es que la mayor parte de la financiación pública (el 82%) la aportan las autonomías y las 11 gobernadas por el PP no están de acuerdo con la LOSU y no quieren financiarla ni poner más recursos para las Universidades públicas. Y varias autonomías del PP se están dedicando a promover y autorizar Universidades privadas.

El caso más llamativo es Madrid: tiene 6 Universidades públicas y 13 Universidades privadas, con la intención de aprobar este otoño la Universidad privada nº 14 (la Universidad Abierta de Europa, virtual), a pesar del voto negativo de 10 miembros (7 del PP) en la última Conferencia de Política Universitaria estatal. Y hay otras 4 Universidades privadas que esperan su turno… (serían 18). En Andalucía, se acaba de aprobar el desembarco de la 4ª Universidad privada en los últimos 10 meses (a las que habría que sumar una 5ª, la entrada de la Universidad de Comillas). Canarias tiene otras 4, Castilla y León 5, País Vasco 3, Aragón 2 y Cataluña sigue con 7, mientras tienen 1 Universidad privada las restantes (salvo Asturias, Baleares, Extremadura y Castilla la Mancha, donde no se ha autorizado ninguna privada). En total, 43 Universidades privadas, frente a las 17 en 1977, mientras se mantienen  (desde 1.998) las 50 Universidades Públicas.

El exministro Castell aprobó en 2021 un Decreto para garantizar la calidad de las nuevas Universidades que se aprobaran, para evitar la proliferación de Universidades privadas poco profesionales, sobre todo virtuales, sin medios ni programas ni profesorado. Pero las nuevas Universidades han sabido adaptarse y conseguir aprobar nuevos proyectos, que la mayoría de los Rectores critican duramente, considerándolas de baja calidad. Por eso, el Gobierno estudia ahora  cambiar el Decreto, para frenar la proliferación de Universidades privadas “low cost”. Pero el PP y sus Gobiernos las apoyan, como al resto de enseñanza concertada y privada. Y, además, muchos están bajando impuestos y reduciendo recaudación, con lo que no están a favor de aumentar mucho su financiación a las Universidades públicas.

Pero la Universidad española, básicamente la pública, tiene un problema estructural: va a tener cada año más alumnos, al menos hasta 2041 (cuando accedan una parte de los nacidos en 2023, 322.075 niños, 160.000 menos que los nacidos en 2006 y que ingresan ahora) y van a tener más gastos, para renovar profesores, programas y poder competir por alumnos en Europa y el mundo. Y sólo hay dos opciones: o los alumnos de las universidades públicas pagan más (ya pagan más que en la mayoría de Europa) o reciben más financiación pública, del Estado central y las autonomías, lo que exige recaudar más (no menos) y destinar más recursos a formar mejor a nuestros universitarios. También ayudaría que empresas y bancos financiaran más la Universidad pública, como en muchos paises. Lo que no podemos es dejar que las Universidades sigan en pérdidas.

Aumentar la financiación a las Universidades públicas  es un requisito básico para mejorarla y que no quiebre a medio plazo, en beneficio de las Universidades privadas (carísimas). Pero no es suficiente. Las Universidades (todas) han de afrontar una profunda reforma, para conseguir que los 200.000 licenciados que producen cada año tengan futuro. Porque actualmente, tienen más trabajo y menos paro que los jóvenes que no son universitarios, pero todavía están mucho peor que los universitarios europeos. Por un lado, sólo el 83% de los universitarios españoles de 25 a 24 años está trabajando, frente al 87% en la OCDE y en la UE-25, el 88% en Francia, el 89% en Alemania, el 91% en Reino Unido y el 92% en Paises Bajos, según la OCDE. Y los universitarios españoles (25 a 34 años) tienen un 9% de paro, frente al 5% en la UE-25 y el 3% en Alemania.

Corregir este “drama”, que la Universidad siga siendo “una fábrica de parados”, exige no sólo tener más financiación sino hacer un cambio estructural, con múltiples medidas: derivar más alumnos a carreras técnicas y con más empleabilidad, modificar los planes de estudio con la colaboración de empresas e instituciones, reducir la endogamia y aumentar la presencia de profesores que trabajan en empresas e instituciones, mejorar la formación práctica y los periodos de formación en empresas y en el extranjero, flexibilizar las pasarelas de acceso e intercambio a la FP de Grado Superior y realizar auditorías externas, sobre la enseñanza, el gasto y la gestión, para que los recursos públicos y los años de enseñanza sean más eficaces. Parte de estas medidas se incluyen en la LOSU, pero el resto deben ser fruto de una mayor implicación de la Universidad con la economía y la sociedad. Podemos estar orgulloso de ser líderes en universitarios, pero también lo somos en parados. Hay que analizar propuestas, conseguir recursos y agilizar los cambios. Pactar entre todos otra Universidad.

lunes, 6 de diciembre de 2021

Universidad: polémica Ley y poco empleo

El Gobierno aprobó en  agosto el anteproyecto de Ley de Universidades (la LOSU), la 4ª reforma de la democracia. Pero no puede mandarla al Congreso porque, en la fase de consulta pública, ha sido vetada por los rectores y los alumnos. Y tampoco gusta al gobierno catalán. Así que la Ley Castells está bloqueada, aunque la haya retocado dos veces estos meses. El problema es “cuadrar” los intereses de rectores, profesores, alumnos y autonomías, que gestionan los Campus. La Ley busca reducir la precariedad de los profesores (un tercio, temporales), ordenar la carrera docente, mejorar la gestión y una Universidad más relacionada con las empresas y el mundo. Suena bien, pero no resuelve 2 asignaturas pendientes: más recursos públicos (para bajar coste matrículas) y una enseñanza que tenga más que ver con el mercado laboral, dejar de ser “una fábrica de parados” (15% licenciados en paro frente al 6% en la UE y el 4% en Alemania). Nos jugamos mucho en reconvertir la Universidad.

Enrique Ortega

Las Universidades españolas (50 públicas y 33 privadas) han tenido 3 Leyes durante la democracia: la Ley de reforma Universitaria (LRU) de 1983 (Felipe González), la Ley Orgánica de Universidades (LOU) de 2001 (Aznar) y la modificación parcial de la LOU, en abril de 2007 (Zapatero), para incorporar los requerimientos del nuevo sistema universitario europeo (Plan Bolonia de 1999). Ahora, el Gobierno Sánchez ha estado más de un año preparando una nueva norma legal, “para adaptar la Universidad al siglo XXI”: la Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU), cuyo anteproyecto aprobó el 31 de agosto de 2021.

Los grandes objetivos de la LOSU son terminar con la precariedad laboral de los profesores universitarios, ordenar la carrera docente, mejorar la gestión de los Campus, auditar y controlar mejorar sus cuentas, mejorar la calidad de la enseñanza, internacionalizar su actividad y vincular más sus planes de estudios con las empresas y el empleo. Y en paralelo, negociar con las Universidades la rebaja de costes de las matrículas, prometiendo a cambio una mayor financiación pública a las Universidades y una ampliación de las becas.

El gran problema en el funcionamiento diario de las Universidades es la tremenda precariedad laboral de sus profesores y la escasez de docentes, tras los recortes. Se calcula que entre 2012 y 2018, los Campus públicos perdieron 6.731 plazas de profesores (funcionarios e interinos), por la vía de no sustituir a los jubilados (tasa de reposición del 10% entre 2012 y 2014 y del 50% entre 2015 y 2016) y no renovar o despedir a los contratados. Y además, la no convocatoria de plazas hace que 1 de cada 3 docentes sean profesores asociados, sin garantía de plaza y con enorme precariedad laboral. Para oscurecer el panorama, se calcula que el 53,5% de los profesores permanentes se jubilan en 10 años y que en la próxima década se van a jubilar también el 90% de los actuales catedráticos…

La Ley intenta afrontar este grave problema laboral de la Universidad pública española (en la privada hay aún más precariedad). Por un lado, se permite contratar más, ampliando la tasa de reposición de los jubilados: en 2022, el Presupuesto permite contratar 12 profesores por cada 10 que se jubilen, aunque son las autonomías las que han de cumplirlo, porque son las que contratan  y pagan. Además se fija un cupo del 15% de las nuevas plazas para los profesores asociados (con tesis leída) que trabajen ya en la Universidad. Y se aumenta del 51 al 55% el porcentaje mínimo de profesorado funcionario que deben tener las Universidades, facilitando también la llegada de profesores extranjeros de apoyo, así como la figura del profesor asociado no doctor (para incorporar temporalmente a profesionales a la docencia). Y se establecen las normas para la progresión de carrera en las Universidades.

Otro problema que afronta la nueva Ley es la gestión de las Universidades, fijando criterios sobre la elección de Rectores y Decanos, la configuración del Claustro universitario y el Consejo de Gobierno de los Campus, introduciendo por primera vez sistemas de evaluación permanente de la actividad docente y auditorías sobre la gestión. Y se busca una igualdad de oportunidades para las mujeres, que ganan menos y tienen una escasa presencia en las cátedras (sólo el 21%) y en los puestos de dirección de las Universidades (sólo hay 9 rectoras en las 50 Universidades públicas).Otra cuestión clave de la Ley es intentar ordenar la carrera docente de los profesores universitarios, fijando tres niveles de progresión en la carrera académico y estableciendo normas para cubrir plazas.

Otro punto clave de la Ley es promover la producción y transferencia del conocimiento, exigiendo que todas las Universidades destinen un 5% de su Presupuesto a la investigación y que reserven al menos un 15% de sus plazas a investigadores. Y en paralelo, pretende mejorar la relación de la Universidad, las empresas y la sociedad, promoviendo “doctorados industriales” y la docencia de gestores de empresas, ayudando a una formación permanente de alumnos universitarios y sus profesores. Una medida clave  establece pasarelas” con la Formación Profesional Superior (FP): algo crucial: que los alumnos de la Universidad puedan terminar estudios de FP y viceversa. Vamos que un universitario pueda hacer estudios de FP y un alumno de FP formarse en la Universidad, algo básico para que los licenciados tengan una formación “más práctica”.

Y otro objetivo básico de la Ley es promover la internacionalización de las Universidades españolas, fomentando las alianzas entre los Campus españoles y los extranjeros y sobre todo en el programa Erasmus. Y facilitando la acreditación de profesores extranjeros y la vuelta de “talentos” españoles, que hoy tienen problemas (de acreditación) para volver y enseñar en la universidad. Y la docencia en el extranjero puntuará a favor de todo los profesores.

Es sólo un resumen, que “suena bien”. Pero la Ley, al entrar en cuestiones relacionadas con la gestión de las Universidades, las contrataciones o las carreras docentes, resulta muy polémica, porque intenta legislar sobre intereses muy contrapuestos. Por eso, aunque el ministro Castells ha estado un año de conversaciones para lanzar el anteproyecto, ha chocado con muchas críticas. Y por ello, ha hecho algo inaudito: cambiar por dos veces el anteproyecto de Ley  aprobado en agosto. El 5 de octubre presentó un 2º texto, dirigido a calmar a los rectores: les aseguraba que no serían elegidos por un Comité (como en la 1ª versión) sino por un sufragio “ponderado” de la comunidad académica, como ahora. Y deja a los Campus las normas sobre elecciones de los Claustros y Consejos de Gobierno. Y el 22 de octubre, Castells presentó un 3º texto de la Ley, dirigido a los sindicatos, modificando exigencias y normas sobre los profesores y la participación de los alumnos.

Pero los cambios no han convencido. Y así, en el Consejo de Universidades del 18 de noviembre, los rectores se han negado a emitir un informe sobre la Ley, que es preceptivo, criticando la Ley y sus cambios. Y tampoco han emitido su informe preceptivo las asociaciones de estudiantes, que convocaron protestas y manifestaciones, ese mismo 18 de noviembre, en 20 ciudades de 12 autonomías. Y en paralelo, el Gobierno catalán ha presentado 100 páginas de alegaciones a la LOSU, reclamando más autonomía de gestión para los Campus catalanes. Así las cosas, el ministro Castells ha paralizado el nuevo envío de la Ley al Consejo de Ministros, tras  el periodo de información pública, con lo que se retrasa también su envío al Congreso. Y eso que la LOSU es una de las Leyes que el Gobierno había prometido a Bruselas este año.

El fondo de las críticas a la LOSU es que los rectores de las Universidades quieren más autonomía y no les gusta que una Ley les diga cómo dirigir su Campus o le ponga reglas para contratar a sus profesores. Y los sindicatos de profesores y los alumnos quieren también más participación y más poder, que no se les regule por Ley. La cuestión es que con 17 autonomías, hace falta un marco legal unitario, como se hace en Europa, que establezca unos mínimos, para evitar las diferencias que ya hay en sanidad o educación no universitaria. Y para asegurar una calidad mínima y homogénea de la enseñanza universitaria. Pero el acuerdo va a ser difícil: cuanto más se intente regular, más resistencias. Y cuanto menos se regule, más posibilidades de consensuar una Ley que sea poco eficaz. En esas estamos.

Pero al margen de la LOSU, las Universidades españolas han de afrontar otros problemas de fondo, en los que nos jugamos mucho. Sobre todo dos: la financiación de las Universidades y su utilidad para el reto de modernizar la economía y crear más empleo. Además, las Universidades públicas (50, ninguna nueva desde 1998) han de afrontar “la competencia” de las Universidades privadas, las únicas que crecen (son ya 33), con alumnos que no superan el filtro de la EBAU (sobre todo en Madrid, donde la nota media es de 10,2 a 10,4, frente a 9,2/9,6 en Cataluña y 8,7/9,1 en Castilla León o la Rioja, por ejemplo). Y más que van a crecer, de la mano de Fondos e inversores extranjeros: en 2018, el fondo italiano Permira compró la Universidad Europea de Madrid, en 2019 la Universidad Alfonso X el Sabio fue comprada por el Fondo británico CVC (el que ha comprado parte de LaLiga)  y en 2021 el Fondo norteamericano KKR ha dado el salto a la Formación Profesional española, comprando la malagueña Medac. Año tras año, las Universidades públicas pierden alumnos y los ganan las Universidades privadas, muchas de dudosa calidad académica.

La primera gran asignatura pendiente es financiar mejor la Universidad. En conjunto, España destina el 1,3% de su riqueza (PIB) a financiar los estudios universitarios, frente al 1,5% de media en la OCDE y el 2% en EEUU, según un estudio de los rectores. Y si miramos solo la financiación pública, España destina el 0,83% del PIB, frente al 0,97% en la OCDE y el 0,98% en la UE-23. Eso significa que la Universidad española recibe un 14,5% menos de financiación pública que las Universidades extranjeras. A lo claro, eso significa que les faltan 2.400 millones de euros cada año (1.600 millones públicos). Y no es sólo que España destine menos recursos a financiar sus Universidades, sino que el esfuerzo (% del PIB) es menor hoy que hace 22 años, según los rectores). Y además, está mal repartido: hay Gobiernos autonómicos que gastan más que la media (6.210 euros por universitario), como La Rioja (9.000 euros), País Vasco (8.500), Cantabria (8.000), Galicia (7.800), Navarra o la Comunidad Valenciana (7.500 euros) y otras que gasta mucho menos, como Madrid (5.000 euros por universitario), Baleares (5.100), Extremadura (5.200), Murcia (5.500) o Andalucía y Castilla la Mancha (aportan 5.900 euros por universitario).

Esta escasa financiación, más los recortes iniciados en 2012, explican que la Universidad pública española  sea la 2ª más cara de Europa, junto a Holanda, según el ministro Castells. Y somos el 11º país europeo (de los 23 estudiados) con las tasas universitarias más altas, según un estudio de los rectores (CRUE). De los grandes paises, sólo se paga más por la Universidad en Reino Unido e Italia, no se paga casi nada en Francia y es gratuita en muchos paises europeos, como Alemania, Dinamarca, Suecia o Finlandia. En España, el 73% de los universitarios pagan tasas, un precio medio de 1.050 euros en Grado, aunque con una gran diferencia según titulaciones y autonomías (de 2.000 euros en Cataluña a 700 euros en Galicia. Claro que la privada es impagable: más de 1.000 euros al mes en Madrid.

El sistema de becas es también “insuficiente” (2.000 euros de media al año, según la CRUE), porque se han recortado mucho en la última década y dejan fuera a muchos universitarios que no alcanzan la nota exigida (5,5 puntos desde 2018). El Gobierno Sánchez lleva 2 años aumentando los fondos para becas, de las que se benefician ahora unos 390.000 universitarios (de 1,6 millones), que reciben unos 1.000 millones al año. Pero el problema sin resolver es que cobran las becas 4 meses después de iniciado el curso, porque hay que esperar a aprobar el Presupuesto siguiente, lo que crea serios problemas a sus familias.

La 2ª gran asignatura pendiente de la Universidad, junto a la financiación, es la adecuación de sus estudios a lo que exigen las empresas y la economía. Urge reconvertir los Planes de estudio, porque las Universidades (públicas y privadas) ofrecen un exceso de Grados (se ha pasado de 1.275 en 2008 a 2.920 en 2020-21) y  sobre todo de Máster (de 1.736 a 3.567), que les consumen recursos y esfuerzos, pero que no tienen sentido. Sobre todo, porque el 13% de las carreras no cubren ni la mitad de las plazas y el 25% no cubren el 75%.

El problema ya no es que la Universidad tiene una oferta de estudios excesiva e inútil, sino que además, los alumnos estudian carreras sin salida, curso tras curso. Así, en el curso 2020-21 (últimos datos de Educación), el 47,1% de los nuevos alumnos de la Universidades públicas eligieron Ciencias Sociales y Jurídicas (carreras con mucho paro) o Ciencias de la Salud (18,85% y sólo el 6,3% se matricularon en Ciencias (carreras más difíciles pero con más empleo) y otro 18,85% ingenierías y arquitectura. De hecho, la gran diferencia de España con otros paises europeos es que somos el país con menos universitarios matriculados en titulaciones STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas): un 23,4% frente a un 28,1% en la UE-23, un 25,5% en Italia y Francia, un 30,5% en Reino Unido y un 37,5% de los universitarios matriculados en Alemania, según el último informe de la CRUE.

La consecuencia es que las empresas no encuentran licenciados con la formación que necesitan. Y sucede, ya desde 2020, que hay más ofertas de empleo para los que han estudiado FP (41,3% de las ofertas) que para los universitarios (33,7%), según Infoempleo y Adecco. Esta falta de adecuación entre lo que se estudia en la Universidad y lo que buscan las empresas se ve claro en dos datos dramáticos. Uno, que la tasa de empleo de los licenciados españoles (25 a 34 años) es la más baja de Europa: trabajan el 75%, frente al 83% en la UE-22 o en la OCDE, el 84% en Portugal, el 85% en Francia, el 88% en Alemania, el 91% en Reino Unido o el 92% en Paises Bajos (solo es peor en Italia: 67% empleados), según el Informe “Panorama de la Educación 2021” de la OCDE. Y además, 1 de cada 4 universitarios en España (el 24%) sigue en paro 3 años después de licenciarse, algo que sólo les pasa al 16,3% en Europa y al 7,5% en Alemania. El otro dato es el paro de los universitarios (25 a 34 años): en España están desempleados el 15%, más del doble que en Europa (6% de licenciados desempleados) y casi cuatro veces Alemania (4% paro). Demoledor.

Con estos datos sobre el elevado paro y el bajo empleo de nuestros universitarios (sepamos además que un tercio están subempleados, “sobrecualificados”: trabajan en empleos que exigen mucha menos formación, desde cajera de supermercados a bares o tiendas), queda claro que la Universidad española tiene que reconvertirse a fondo, con una nueva Ley o sin ella. Habría que lograr un gran acuerdo para que sea más eficaz y ayude a crear empleo de calidad, al margen de las peleas de cada uno por su parcela de poder, su cátedra o su Campus. Nos jugamos mucho.