Son las décimas elecciones europeas, desde las primeras de 1979. En las anteriores, en mayo de 2019, el temor político estaba centrado en los efectos del Brexit (salida del Reino Unido de la UE, tras el referéndum de junio de 2016), el riesgo de avance de la ultraderecha nacionalista en Francia, Holanda, Italia y Alemania. Ahora, en estas elecciones del 9 de junio, está en juego el propio proyecto europeo: si avanzamos hacia “más Europa” o si retrocedemos a posturas nacionalistas, con más peso de los Estados y menos avances en la integración económica, financiera, fiscal y política en Europa. De nuevo, elegimos entre “avanzar” o “retroceder” en los Estados Unidos de Europa.
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lunes, 3 de junio de 2024
Elecciones europeas 2024: mucho en juego
Este domingo 9 de junio, 360 millones de europeos elegimos
el gobierno de la Unión Europea para los próximos 5 años. Unas elecciones
cruciales, porque en Bruselas se deciden temas claves para nuestro día
a día y nuestro futuro: la lucha contra el Cambio Climático, la
energía, el control de la inmigración, la seguridad europea y,
sobre todo, la supervivencia económica de Europa frente a Estados Unidos
y China, además de mantener a Europa como el continente más libre y
socialmente avanzado del mundo. En las últimas décadas, el gobierno
europeo lo ha gestionado una alianza de demócratas cristianos,
socialdemócratas y liberales, pero ahora, la extrema derecha (Le
Pen, Meloni, Vox…) pugna por ser el tercer bloque político,
promoviendo una coalición con la derecha más conservadora (parte del PPE) para dar
marcha atrás en muchas políticas, desde el negacionismo climático a la inmigración,
nuevos ajustes o el recorte de libertades. Y defienden más poder de los
paises frente a más Europa. Nos jugamos el futuro. Vota
avanzar, no retroceder. Enrique Ortega
Son las décimas elecciones europeas, desde las primeras de 1979. En las anteriores, en mayo de 2019, el temor político estaba centrado en los efectos del Brexit (salida del Reino Unido de la UE, tras el referéndum de junio de 2016), el riesgo de avance de la ultraderecha nacionalista en Francia, Holanda, Italia y Alemania. Ahora, en estas elecciones del 9 de junio, está en juego el propio proyecto europeo: si avanzamos hacia “más Europa” o si retrocedemos a posturas nacionalistas, con más peso de los Estados y menos avances en la integración económica, financiera, fiscal y política en Europa. De nuevo, elegimos entre “avanzar” o “retroceder” en los Estados Unidos de Europa.
Con todo, el gran temor es que se produzca “un cambio
político de fondo” en la gestión de la política europea, en el
Parlamento Europeo y luego en la Comisión, el gobierno de los 27. En las
últimas décadas, el
proyecto europeo lo ha liderado una coalición integrada por conservadores
socialcristianos (177 diputados en 2019), socialdemócratas (140 diputados) y
los liberales y centristas (102 diputados
en el grupo Renew Europa), que tienen la mayoría, con los Verdes (72) y La
Izquierda europea (37 escaños), en el Parlamento de Estrasburgo (705 escaños
tras la salida del Reino Unido). Pero en los últimos años han
crecido los grupos de extrema derecha, muy poderosos en Francia (Le Pen),
Italia (Meloni y Salvini), Polonia (PiS), Hungría (Fidesz), (Alemania (AfD) y
Holanda (Partido por la Libertad), aunque están presentes en todos los
parlamentos europeos, salvo en Irlanda, Eslovenia y Lituania.
Si los grupos de extrema derecha ya consiguieron un
21,8% de los votos en las elecciones europeas de 2019 (19,29% si restamos a la ultraderecha británica), ahora se espera que
crezcan en las elecciones del 9-J. Y con ello, la
extrema derecha podría convertirse en el tercer grupo político de Europa, ampliando
los diputados que ya tienen los 2
grupos ultraderechistas presentes en Estrasburgo: 73 diputados de Identidad
y Democracia (Le Pen, Alternativa para Alemania, Salvini y Partido por la
Libertad de Holanda) y 68 diputados de ECR, Conservadores y Reformistas
(Meloni, el polaco PiS, el francés Reconquista y el español VOX). Y podrían unírseles
los futuros eurodiputados del húngaro Víktor Orban, cuyos 13
eurodiputados fueron
expulsados en 2021 de las filas del grupo popular europeo (PPE), tras
múltiples encontronazos políticos.
La derecha europea, el PPE (donde está el PP español) es consciente
del “cambio político” y ha querido anticiparse con un “cambio de
estrategia”: la candidata del PPE a presidenta de la Comisión Europea, Úrsula
von der Leyen (líder de la CDU, democracia cristiana alemana), enfrentada
desde hace años con el presidente del PPE (Manfred Weber, líder de la CSU, los
socialcristianos alemanes), está dispuesta a compensar la pérdida esperada
de diputados propios (el PPE bajará a 170), socialdemócratas (entre 130 y
140) y sobre todo de centristas y liberales (esperan bajar a 85), más verdes
(43) y de izquierdas (30) con
una alianza futura con parte de la extrema derecha, a la que hasta
ahora los conservadores europeos han impuesto “un cordón sanitario”,
sobre todo en Alemania.
En concreto, Von der Leyen dice que está
dispuesta a gobernar con los diputados de Meloni, porque aunque sea de
extrema derecha, es “europeísta” y está contra Putin (y contra
los inmigrantes ilegales, a los que deporta a Albania, contra el aborto y la
homosexualidad, además de contra muchas libertades, siendo su aliado en España el líder
de Vox, Santiago Abascal). Este cambio de los conservadores europeos ha
sido criticado por el líder de los socialdemócratas, el luxemburgués Nicolas
Schmit, que amenaza
con romper la coalición con Von der Leyen si pacta con Meloni.
Así que en estas elecciones se juega si sigue
gobernando la alianza conservadora-social- liberal o si
el gobierno de Bruselas se escora a la derecha, empujado por la
ultraderecha y los populistas, que tienen en común ser más “nacionalistas”,
apostar por mantener el poder de los paises en muchas cuestiones y frenar los
avances en la integración europea en temas
claves como el Cambio Climático, la independencia energética, la
inmigración, la política de seguridad y, sobre todo, los avances en el mercado único
y la integración económica, fiscal y financiera, para conseguir unos Estados
Unidos de Europa. Los grandes retos de Europa.
El primer gran reto de Europa (y del mundo) es afrontar
la Crisis Climática. Hasta ahora, el continente ha sido el líder en
la lucha contra las energías fósiles y en el desarrollo de las energías verdes,
aprobando en
2019 el Pacto Verde Europeo, con un objetivo pionero
en el mundo: reducir las emisiones de gases de efecto invernadero un 55% hasta
2030 y dejarlas en cero emisiones netas para 2050. Para ello, la
Comisión ha aprobado estos años múltiples Planes e inversiones, pero le ha
costado aprobar en el Europarlamento la
Ley de Restauración de la Naturaleza, que salió adelante el 24 de febrero
de 2024, con los votos en contra de la extrema derecha europea y parte de
los conservadores. Ley duramente criticada por los agricultores
europeos y que ahora debe ser ratificada por los paises, en el Consejo
de Medio Ambiente del 17 de junio, tras las elecciones del 9-J.
Si la ultraderecha y la derecha más conservadora y
negacionista (como el PP español) avanzan en estas elecciones europeas, podría
haber una marcha atrás en las políticas medioambientales, a pesar de
que el
80% de los hábitats europeos están en mal estado (la Ley sólo pretende
restaurar el 20% que está peor para 2030). Si avanza la derecha negacionista,
cobrará fuerza la resistencia económica y empresarial contra los
impuestos verdes y las normas anti-emisiones, con la “excusa” de que el
liderazgo medio ambiental de la UE pone en peligro la competitividad y los
empleos de las empresas europeas. Y eso sería especialmente grave para el sur
de Europa, muy afectado por la Crisis Climática.
El segundo gran reto es regular la inmigración a Europa. El
problema es serio, porque en 2023 llegaron a la UE un total de 255.332
inmigrantes irregulares, una cifra elevada pero muy distante de los 1,04
millones que llegaron en 2015, tras la guerra de Siria. Eso sí, Europa sigue
siendo un continente atractivo para los millones de jóvenes sin futuro de
África, Oriente Medio, Asia y América, como lo demuestra que las
solicitudes de asilo se hayan vuelto a disparar: el récord fue en 2015
(1.216.868 solicitudes), bajó a menos de la mitad en 2018 (564.115) y luego ha
crecido año tras año, hasta llegar a 1.049.020 solicitudes de asilo en 2023,
según
Eurostat (320.025 en Alemania, 160.460 en España, 145.095 en Francia,
130.565 en Italia y 55.605 en Austria). Un problema, la llegada de inmigrantes,
que hay que canalizar aunque Europa necesita empleo extranjero, por
su alto
envejecimiento: el 21% de los europeos tienen más de 65 años y en
2050 serán mayores el 29,5%. De hecho, la ONU ha alertado que Europa
necesita 60,8 millones de inmigrantes para 2050.
Los gobiernos europeos han intentado tomar
medidas para regular la inmigración, tras la avalancha de 2015, sin
conseguirlo: han puesto “parches” a las llegadas, que han sufrido
Grecia, Italia y España, junto a Alemania, entre el desinterés del resto,
mientras 3.000 inmigrantes morían en el Mediterráneo. Finalmente, la Comisión y
los paises han buscado aprobar un Pacto
sobre Migración y Asilo antes de estas elecciones, temiendo que luego
sea más difícil lograrlo. Se
aprobó el 10 de abril en el Europarlamento, con muchas críticas tanto de la
derecha como de la izquierda (322 votos a favor, 266 en contra y 31 abstenciones).
Y el Consejo
ratificó el 14 de mayo este Pacto migratorio que endurece la entrada y el
asilo de inmigrantes, permitiendo que los paises del norte puedan comprar su
insolidaridad pagando 20.000 euros por los inmigrantes que les toquen y no
acojan.
Pero este Pacto migratorio in extremis, manifiestamente
insolidario, no resuelve el problema: dos días después del acuerdo del
Consejo Europeo, el 16 de mayo, 15
paises europeos enviaron una carta a la
Comisión en la que pedían que “explorara acuerdos para
crear Centros de acogida fuera de la UE para inmigrantes rescatados en el mar”,
al igual que quiere hacer el británico Rishi Sunak en Ruanda (la carta de la
vergüenza la enviaron Dinamarca, República Checa, Bulgaria, Estonia,
Grecia, Italia, Chipre, Letonia, Lituania, Malta, Paises Bajos,
Austria, Polonia, Rumanía y Finlandia). Si en esos paises y en el
resto de Europa avanza la extrema derecha, el endurecimiento de las políticas
migratorias será una realidad. A pesar de que el porcentaje de extranjeros sólo
supera el 10% de la población en 7 paises UE: Suecia (20,4%), Alemania (19,5%%), España
(17,1%), Francia (13,1%), Portugal (16,1%), Grecia (11,3%) e Italia (10,9%). En
total, hay 63,6
millones de europeos nacidos en el extranjero, el 13,3% del total
(15,3% en EE. UU.).
El tercer gran reto europeo es la defensa y seguridad,
sobre todo tras la invasión de Ucrania por Putin (febrero 2022) y ante el temor
de que Trump gane la presidencia de EEUU. Parece claro que Europa no
puede dejar la defensa y seguridad del continente en manos de la OTAN,
una organización financiada en un 67% por EEUU. Ya en 2020, la Comisión
y los paises aumentaron
el gasto europeo en Defensa, que pasará de 214.000 millones (2021) a
284.000 millones en 2025. Y se creó, en 2021, un Fondo
Europeo de Defensa, dotado con 7.921 millones hasta 2027 para promover
la investigación y desarrollo de nuevas armas, dentro de una Política de Defensa
Europea, que contempla fomentar una industria armamentística europea y
un Mercado Común de la Defensa, para evitar que pase lo que ahora: el 80% del
gasto que ha hecho la UE para defender Ucrania ha servido para crear
empleos en USA, Turquía o Corea, no en Europa.
Cara al futuro, los paises tendrán que afrontar la creación
de un Ejército Europeo, que complemente a la OTAN, aumentando el
gasto en Defensa y Seguridad. Actualmente, sólo
11 de los 31 paises de la OTAN gastan más del 2% del PIB en Defensa (3,90%
Polonia, 3,50% USA, 3,01% Grecia, 2,73% Estonia, 2,54% Lituania, 2,45%
Finlandia, 2,44% Rumania, 2,43% Hungría, 2,27% Letonia, 2,07% Reino Unido y
2,03% Eslovaquia), mientras Francia gasta 1,90%, Alemania 1,57%, Italia
1,46% y España 1,26% del PIB en 2023. Ya este 2024, la OTAN espera
que dos tercios de los paises gasten más del 2% en Defensa, una prioridad,
como la Seguridad (física y cibernética) para el próximo Gobierno europeo.
Y llegamos al cuarto gran reto europeo, el
fundamental: mejorar
su competitividad, asegurar su lugar en un mundo cada vez más
complejo y dominado por Estados Unidos y China. “Europa
puede morir”, alertó el presidente Macron en la Sorbona, al abrir
la campaña de las europeas. El temor es que Europa pierda el
tren del futuro, desde la tecnología y la digitalización a los chips y la
inteligencia artificial, que las empresas europeas no sean capaces de
competir en los mercados mundiales con los gigantes norteamericanos y
chinos. Hay dos datos preocupantes. Uno, que el
déficit comercial de la UE con China se ha duplicado: de -182.300 millones
en 2020 saltó a -396.800 millones en 2022, aunque ha bajado a -291.600
millones en 2023. El otro, que la mayor parte del ahorro
europeo lleva años “fugándose” del continente, a inversiones
punteras en Estados Unidos y China.
Europa necesita buscar su lugar en el mundo, ser
más competitiva y con empresas punteras para sobrevivir en un siglo que
estará dominado por USA, China y quizás India. El miedo es que Europa
no avance en su integración, porque país a país será incapaz de
sobrevivir. Para saber qué hacer, la Comisión
encargó dos informes, a los exministros italianos Enrico Letta y Mario Draghi.
El informe de Letta (“Mucho
más que un mercado”) propone
cambios estructurales en 3 grandes áreas: telecomunicaciones,
energía y finanzas. Tres sectores donde Europa tiene muchas empresas
pequeñas y necesita conseguir grandes multinacionales (con fusiones
europeas), para competir con USA y China. Y pone como ejemplo la industria
aeronáutica: Airbus es líder mundial porque es una empresa
europea (Francia, Alemania y España). Si fuera sólo la empresa de un país, la líder sería
la norteamericana Boeing…
Este ejemplo de Airbus hay que replicarlo en las
telecomunicaciones, la energía, la banca, las empresas tecnológicas, las
farmacéuticas, las de armamento, las automovilísticas, los chips, la
inteligencia artificial, etc., etc., movilizando esfuerzos e inversiones
europeas. Y para ello, Europa
debe avanzar en el mercado único, en una mayor integración
presupuestaria (el Presupuesto de la UE-27 es ridículo comparado con el de
los paises, el de USA o China), fiscal (más impuestos a nivel europeo y
menos nacionales) y financiera (fusiones para lograr gigantes
financieros europeos y crear una gran Bolsa europea).
Para competir en un mundo globalizado y muy
competitivo, hay que avanzar en más Europa, en construir
de verdad los Estados Unidos de Europa, no potenciar los nacionalismos
como defiende la ultraderecha y gran parte de los conservadores europeos. Sólo
así Europa podrá ser más competitiva, crecer más y crear empleos estables,
mientras busca reducir las
desigualdades entre la
Europa del norte y la del sur, que se han agravado: la renta
media disponible por habitante de Alemania (23.107 euros) es 1,34 veces
la de España (17.254 euros) y más del doble que la renta por habitante
de Bulgaria (9.671 euros en 2022).
Como vemos, muchos son los retos que tiene por
delante Europa y que nos afectan a todos. Por eso son
claves estas elecciones, porque no son lo mismo las recetas que
proponen los conservadores moderados, socialdemócratas o liberales que la
derecha menos evolucionada y la ultraderecha. Está en juego el modelo de
Europa, no solo sus libertades sino también sus posibilidades de competir
mejor en el mundo, de crear riqueza, empleo e igualdad, en un continente más
sostenible y que integre a nacionales y extranjeros. Al final, se trata de apostar
por más Europa, para conseguir una España mejor. Avanzar y no
retroceder. Vota.
Son las décimas elecciones europeas, desde las primeras de 1979. En las anteriores, en mayo de 2019, el temor político estaba centrado en los efectos del Brexit (salida del Reino Unido de la UE, tras el referéndum de junio de 2016), el riesgo de avance de la ultraderecha nacionalista en Francia, Holanda, Italia y Alemania. Ahora, en estas elecciones del 9 de junio, está en juego el propio proyecto europeo: si avanzamos hacia “más Europa” o si retrocedemos a posturas nacionalistas, con más peso de los Estados y menos avances en la integración económica, financiera, fiscal y política en Europa. De nuevo, elegimos entre “avanzar” o “retroceder” en los Estados Unidos de Europa.
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VOX
lunes, 20 de mayo de 2019
Elecciones europeas: avanzar o retroceder
Este domingo son también las elecciones europeas, aunque más de la mitad de los españoles no voten (ni el 58% de los europeos). Y nos jugamos mucho en ellas, porque cada día se toman más decisiones en Bruselas, desde la política económica a las emisiones de los coches, las ayudas a los bancos o las normas alimentarias. Y estas elecciones europeas son especialmente decisivas, porque esta vez se corre el riesgo de que los partidos euroescépticos y de extrema derecha consigan un 30% de los votos y paralicen los avances hacia una Europa más unida, la única garantía para sobrevivir en un mundo globalizado donde las naciones solas tienen poco futuro. Europa es el continente socialmente más avanzado del mundo y eso hay que defenderlo votando a los europeístas, los que defienden un continente más unido, no un nacionalismo rancio. Una Europa más competitiva, que cree más empleo y sea menos desigual, tras la pésima apuesta por la austeridad. España sale ganando con más Europa. Vota.
Las elecciones europeas, para escoger el Europarlamento y (indirectamente) el Gobierno de la Unión Europea, se estrenaron en 1979, con un cierto apoyo (votaron el 62% de los europeos), pero pronto dejaron de interesar a la mayoría y desde 1999 son mayoría los europeos que no votan. En las últimas, en mayo de 2014, sólo votaron el 42,6% de los europeos y en la mayoría de los 28 paises UE ganan los abstencionistas, salvo en Bélgica (89,6% votaron), Luxemburgo (85,6%) y Grecia (60%), tres países donde es obligatorio votar. En Italia votaron el 56,3%, en Alemania el 48,1%, en España el 43,8%, en Francia el 42,4% y en Reino Unido el 35,6%. ¿Por qué los europeos no votan? Básicamente, por desconocimiento y desinterés hacia la política europea, que ven muy lejana, aunque lo que aprueban el Parlamento europeo y la Comisión Europea (el Gobierno UE) afecta cada vez más a sus vidas. Y también hay una abstención de castigo contra “los burócratas europeos”, alejados de los problemas de la gente o responsables de la austeridad impuesta entre 2010 y 2015.
La mayoría de europeos no votan, pero los que votan lo hacen cada vez de
forma más radical, con un auge de
las posiciones euroescépticas y antieuropeas, propiciadas por la extrema derecha y los populismos. El “primer aviso” se lo dieron a los políticos europeos tradicionales las elecciones europeas de 2014: los
partidos euroescépticos ganaron esas
elecciones en Reino Unido (UKIP
obtuvo casi 30% votos), en Francia
(el Frente Nacional sacó el 25% de los votos, por delante del 20% de los
conservadores y el 18% de los socialistas, en el Gobierno), en Hungría (51,5% del ultraconservador
Orban, apoyado en la ultraderecha del Jobbik, el segundo partido, con el 14,6%
de votos) y en Dinamarca (victoria
del Partido Popular danés, con el 25% de los votos), mientras otros partidos
euroescépticos, populistas o de extrema derecha se convertían en el 2º partido más votado en Polonia
(31,8% para Ley y Justicia) y en el 3º
partido más votado en Alemania (7% Alternativa para Alemania), Austria (19,5%
FPÖ) y Finlandia (12,9% para los Verdaderos Finlandeses).
Pero los demócratas-cristianos
(217 escaños) y los socialdemócratas
(186 escaños), que gobiernan Europa en distintas coaliciones desde el inicio de
la UE (hace ya 62 años), "no tomaron nota" de este primer aviso de 2014
y continuaron con su política distante y su receta de austeridad, que ha
agravado la desigualdad en Europa tras la crisis. Y no adoptaron ninguna medida efectiva para frenar el “euroescepticismo”. El resultado
ha sido claro: los partidos euroescépticos,
populistas y de extrema derecha han seguido creciendo en toda Europa.
Y hoy están presentes ya en los Parlamentos de 24 de los 28 países europeos (en todos,
salvo Portugal, Irlanda, Luxemburgo y Malta), siendo en algunos países la
primera fuerza política (Hungría, Polonia o Italia), la 2ª (Francia o Austria),
la tercera (Suecia, Finlandia y Holanda) o la cuarta (Alemania, Dinamarca,
Noruega), con más del 10% de los votos en 12 paises (incluido España, con el 10,3% de Vox).
Y partidos euroescépticos están ahora en el Gobierno en 7 paises europeos: Polonia,
Hungría, Italia, Austria, Letonia, Eslovaquia y Bulgaria. Y dan apoyos
puntuales al Gobierno de Dinamarca.
Ahora, los políticos
europeos tradicionales, que desatendieron “el primer aviso” de 2014,
nos dan a todos “el 2º aviso”: ojo a los partidos euroescépticos, populistas y de extrema derecha, que pueden conseguir el 30% de los votos en
estas elecciones europeas y “vetar” los avances hacia una Europa más
unida. Las encuestas estiman que estos partidos podrían
conseguir 150 diputados en el futuro
Parlamento Europeo (705 escaños), donde perderían escaños los populares
europeos (de 217 a 181) y los socialdemócratas (pasarían de 186 a 135), con lo
que la coalición conservadora-socialdemócrata (316 escaños de 705) no podría
gobernar Europa como en las últimas décadas y necesitaría pactar con los
liberales (Macron y sus correligionarios podrían sacar 75 escaños) y con los
verdes (49 escaños).
Con todo, aunque los europeístas
acaben ganando y formando un Gobierno europeo, el problema es que será muy difícil avanzar si tienen un tercio del Parlamento europeo
boicoteando sus propuestas. La clave no sólo va a estar en cuántos diputados europeos consigan sino en el porcentaje de votos que consigan en algunos paises, porque si los
euroescépticos, populistas y la extrema derecha triunfan en Francia, Italia,
Polonia, Hungría y quizás en Reino Unido, Austria, Finlandia, Dinamarca y
Suecia, estas elecciones europeas van a desestabilizar los Gobiernos de muchos
de estos paises. Y, además, la estrategia de estos ultraderechistas es desestabilizar
a los conservadores europeos, presionar a una parte del PPE (181 posibles
diputados) para que se unan con ellos al votar algunas propuestas para frenar
el avance de Europa. Su primer objetivo es conseguir el apoyo de Víktor Orbán,
el ultraconservador primer ministro de Hungría, ahora en las filas del PPE (aunque amenazado
con sanciones por la Comisión Europea, debido a su política antieuropea). Y unir a
este bloque euroescéptico, encabezado por el ultraderechista italiano Salvini, a los polacos de Ley y Justicia, los franceses de Le
Pen, los holandeses de Geert Wilders, los alemanes de Alternativa para Alemania, los austríacos del FPÖ, los Verdaderos Finlandeses, el Partido del Pueblo Danés y otros grupos ultraderechistas
europeos (incluido Vox).
¿Qué defienden estos euroescépticos, populistas y ultraderechistas?
Básicamente, un ataque al federalismo
europeo (rechazan avanzar hacia los “Estados
Unidos de Europa”) y una defensa de
las políticas nacionales, para devolver competencias a los paises. Otro
elemento común es la política contra la
inmigración, una mayor dureza contra
el terrorismo y una cierta “islamofobia”, junto a su simpatía por Putin (salvo los polacos). Y en muchos casos, plantean
salir de la Unión Europea, como el
Reino Unido con el Brexit.
El avance de estos
grupos euroescépticos es peligroso para Europa no sólo por razones
ideológicas sino prácticas: la Unión Europea se encuentra en una
encrucijada y necesita avanzar para
sobrevivir a medio plazo. Primero, porque todavía no ha terminado la arquitectura económica e institucional que evite
otra grave crisis del euro cuando haya otra recesión (y la habrá, antes
o después). Y segundo, porque en un mundo cada vez más globalizado y
multilateral, con la amenaza de China e India junto a EEUU, Japón y Rusia, Europa es "un gigante comercial" pero “un enano empresarial”: entre las 40 mayores empresas del mundo,
sólo 5 son europeas (Shell, BP, Volkswagen, Daimler y Total).
Y entre las 10 mayores multinacionales, 7 son tecnológicas: 5 son de EEUU y 2 de China, ninguna de Europa. Aquí está el fondo del problema: Europa no puede
defender su futuro sin grandes empresas que puedan competir con las chinas y
norteamericanas (luego con las indias). Y para ello, hay que lanzar ya una estrategia para crear “campeones europeos”,
grandes empresas europeas fruto de la fusión de menores empresas alemanas,
francesas, británicas, italianas o españolas. Eso exige tiempo, ayudas y financiación, además de leyes, cuestiones
todavía pendientes y que figuran como un reto clave del futuro Gobierno europeo que salga del 28-M.
El primer reto
del futuro Gobierno europeo es avanzar en la arquitectura del euro para evitar otra grave crisis como la
sufrida en Europa entre 2010 y 2015. Hay que avanzar en la unión económica y financiera,
con medidas que aún no se han aprobado o son contestadas por Alemania y la
Europa del norte: un Fondo para bancos en apuros (el Fondo de rescate creado,
el MEDE, es insuficiente), un Fondo de garantía de depósitos, un Presupuesto europeo potente (hoy es el 1% del PIB UE, frente al 25% del
PIB del Presupuesto federal USA) que actúe ante futuras crisis, emitir de una
vez eurobonos o un seguro de paro
europeo. Y avanzar en una política
fiscal común, armonizando los tipos de sociedades e IVA (muy dispares) y
liquidando los paraísos fiscales dentro de Europa (como Luxemburgo, Holanda o Irlanda). Y conseguir
más recursos fiscales para afrontar dos grandes retos, el cambio climático y la competitividad, apoyando la reindustrialización, la tecnología
y la digitalización, para que existan grandes multinacionales europeas y un
empleo con futuro. Y avanzar unidos para afrontar temas tan cruciales como la inmigración (Europa va a perder 26 millones de habitantes para 2050 y unas entradas reguladas
de inmigrantes serán necesarias) y la
seguridad, con la necesaria creación de un ejército europeo a medio plazo que nos permita no depender siempre de
EEUU.
Y sobre todo, hay que avanzar en una Europa de los ciudadanos, para conseguir un crecimiento más inclusivo, que
reduzca las desigualdades. Porque la
crisis y la recuperación han agravado las diferencias entre el norte y el sur,
beneficiando a Alemania, Holanda o Austria, en perjuicio de Grecia, Italia, Portugal
o España, hoy más lejos de la renta media
europea que antes de la crisis. Así, Grecia tenía el 95% del PIB por
habitante que la UE-28 en 2008 y en 2017 tenía el 77%. Italia ha pasado del
108% al 96%, Portugal del 82 al 77% y España del 103% del PIB/habitante europeo
en 2008 al 92% en 2017. Y en paralelo, Alemania tenía el 119% del PIB/habitante
europeo en 2008 y ahora tiene el 123%, según Eurostat. Esto puede corregirse con una política fiscal europea y un
Gobierno que gaste e invierta más en la Europa pobre del sur para corregir las
desigualdades con la Europa rica del norte.
Para eso están estas elecciones europeas, para hacer frente a estos desafíos, que son europeos pero también españoles, porque de la política europea futura dependerá en
buena medida lo que pueda hacer Pedro Sánchez en España. Y por eso, es
importante que se recupere el voto socialdemócrata y conservador “civilizado”,
para que no volvamos más a sufrir políticas de austeridad, que hundieron la economía europea entre 2010 y 2015 y
que sufrimos especialmente en España. Ya hoy, muchos economistas reconocen que la política de recortes defendida por
Merkel, Juncker y Rajoy llevó a Europa a
una mayor recesión y a una recuperación más tardía y débil que la de EEUU, que optó por reanimar
la economía, no por la austeridad. Y por eso, el crecimiento USA desde 2008 ha
superado en un 10% al de Europa, según concluye el Instituto de Finanzas Internacionales (IFI).
Al final, la primera preocupación de los españoles, el empleo, tiene mucho que ver con lo que se decida en la Unión
Europea en los próximos 5 años, con que haya una política europea para reanimar la economía del continente (hoy estancada) y promover un crecimiento asentado en industrias más
competitivas y más tecnológicas, apoyadas con ayudas e inversiones europeas.
Una Europa más fuerte, que compita con China y EEUU, que ayude a la mejor formación de los jóvenes en
los empleos futuros y que consiga recursos públicos para asegurar un Estado del Bienestar europeo que es pionero en el mundo. Y una
Europa que sea líder en la lucha contra el
cambio climático, la seguridad, el trato a los inmigrantes y la defensa de las
libertades. Objetivos que están en peligro si los euroescépticos y la
extrema derecha ganan posiciones en el Europarlamento y en muchos paises. El
dilema es avanzar o retroceder en Europa. Por eso hay
que votar en estas elecciones europeas. Nos jugamos mucho.
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