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jueves, 14 de febrero de 2019

El alto coste de la obesidad


Más de la mitad de españoles tienen sobrepeso y 1 de cada 6 son obesos. En el mundo, la obesidad se ha triplicado desde 1975 y hay casi tantas personas obesas (650 millones) como hambrientas (821 millones). La OMS considera la obesidad como “la gran epidemia global del siglo XXI” y pide a Gobiernos, empresas alimentarias y familias que tomen medidas, porque provoca más enfermedades y muertes que el alcohol, el tabaco, la droga y el sexo inseguro juntos. En España, lo más preocupante es el sobrepeso infantil, que sufren el 40% de niños. Y para 2030, habrá más de 27 millones de españoles con sobrepeso, lo que agravará las enfermedades y el gasto sanitario (un 7% es por la obesidad). Sanidad y las empresas alimenticias han pactado recortar el azúcar, las grasas y la sal de muchos alimentos. Pero hay que hacer más: otra dieta, más ejercicio, una política sanitaria más agresiva y campañas públicas contra el sobrepeso, un grave problema sanitario, económico  y social.

enrique ortega

La Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de señalar la obesidad como “uno de los grandes retos de este siglo XXI”, junto a la diabetes, el cáncer y las dolencias cardiacas. Y es que el sobrepeso y la obesidad se han triplicado en el mundo desde 1975 y se han convertido en “una epidemia global”, que causa tantas enfermedades y muertes como el tabaco, el alcohol, las drogas y el sexo inseguro juntos. Y todo apunta, según la OMS,  a que la obesidad seguirá aumentando este siglo si los paises no toman medidas drásticas.

Empecemos por saber qué es sobrepeso y obesidad. Hay una sencilla fórmula para saberlo (pinche en esta calculadora): dividir el peso (en kilos) por el cuadrado de la altura (en metros) y nos da el índice de masa corporal (IMC). Por ejemplo, una persona que pesa 85 kilos y mide 1,72 metros tiene un IMC de 28,73. Si este índice está por encima de 25 tenemos sobrepeso y si supera los 30 somos obesos.

Las cifras son espeluznantes: en el mundo hay 1.900 millones de adultos con sobrepeso, el 39% de la población mayor de 18 años, según la OMS (con datos de 2016). Y hay más de 650 millones de adultos obesos, el 13% de la población mundial (11% de los hombres y 15% de las mujeres), casi tantas personas obesas como hambrientas (821 millones de personas pasan hambre, según la FAO). Y este es otro grave problema del sobrepeso y la obesidad: no sólo se han triplicado en los últimos 40 años sino que se han extendido de los paises ricos a los medianos y pobres, sobre todo en las ciudades. Así, en muchos paises en desarrollo, coexiste el hambre de unos con el sobrepeso y la obesidad de otros, que comen alimentos y bebidas con demasiadas calorías. Un ejemplo es Latinoamérica: 3 de cada 5 latinoamericanos (360 millones) tienen sobrepeso, según un informe de la FAO. Y hay paises, como Haití, donde una parte de la población pasa hambre y otra tiene sobrepeso, porque compran alimentos ultra procesados, con muchas grasas y calorías.

El mapa del sobrepeso lo encabeza México (70,4% de la población 15-74 años), seguido de Estados Unidos (67,4% de la población), Hungría y Reino Unido (58,7%I), según el informe “Obesity Update 2017” de la OCDE. España, con un 46,7% de adultos con sobrepeso (los datos se refieren a 2015) es el 2º país europeo en exceso de peso, tras Reino Unido, por delante de Francia (40,8%) e Italia (40,7%). En obesidad, el ranking mundial lo encabeza EEUU, con un 38,2% de adultos obesos, seguido de México (32,4%), Reino Unido (26,9%), Canadá (25,8%) y Alemania (23,6%), según la OCDE. España ocupa el lugar 22 en este ranking mundial de obesidad, con un 16,7% de adultos obesos (2015), por debajo de la media OCDE (19,5% de obesos) pero por delante de Francia (15,3%), Portugal (16,6%) y sobre todo de Italia (9,8% de obesos), paises nórdicos (del 12 al 14,9% de obesos) y Japón (el país con menos obesos del mundo: sólo el 3,7% de los adultos).

A la OMS, lo que más le preocupa ahora es la obesidad infantil, que se ha multiplicado por 10 en los últimos 40 años, según un estudio del Imperial College de Londres y la OMS: ha pasado de 11 millones de niños y adolescentes (5 a 19 años) obesos en 1975  a 124 millones en 2016. Y en conjunto, 41 millones de niños menores de 5 años tenían sobrepeso o eran obesos en 2016 y lo mismo 340 millones de niños y adolescentes de 5 a 19 años (124 millones, el 7% eran obesos, frente al 1% en 1975). Y esta obesidad en niños y adolescentes ha crecido sobre todo en los paises pobres: en África, los menores de 5 años con sobrepeso han crecido un 50% desde el año 2000, según la OMS. Y en 2016, casi la mitad de los niños con sobrepeso u obesidad vivían en Asia. Ello se debe a una mala alimentación de las madres gestantes y en la lactancia, así como en los primeros años de vida, con una dieta supercalórica. De seguir esta tendencia, según la OMS, en 2022 habrá en el mundo más niños y adolescentes obesos que desnutridos (estos son hoy 191 millones). Y esto es doblemente grave, porque la obesidad infantil provoca graves enfermedades y hace que los futuros adultos tengan muchas posibilidades de ser también obesos.

Las mayores tasas de obesidad infantil se dan en Polinesia y Micronesia, seguidos de los paises anglófonos de ingresos altos: EEUU (31% obesidad infantil), Canadá (24,5%), Australia, Nueva Zelanda, Irlanda y Reino Unido (20%), según la OCDE. España tiene un 40% de los niños con sobrepeso (datos 2015), lo que nos sitúa como el 2º país de Europa con más sobrepeso infantil, tras Chipre. De ellos, un 18% son niños obesos (18% niños y 19% niñas), lo que nos coloca entre los paises del sur de Europa (Italia, Chipre, España, Grecia y Malta son los paises con más obesidad infantil, entre el 18 y 21% de los niños), peor que Francia, Irlanda y paises nórdicos, con una obesidad infantil que no llega al 10%. 

En España, la última estadística oficial es la Encuesta Nacional de Salud 2017, publicada por el Ministerio de Sanidad, que cifra en el 54,5% de los adultos los españoles con sobrepeso (62,5% de los hombres y 46,8% de las mujeres), lo que indica que el sobrepeso se ha multiplicado por 1,38 en los últimos 30 años (afectaba al 39,25% de adultos en 1987). Y la obesidad se ha multiplicado por 2,35: afectaba al 7,4% de españoles adultos en 1987 y afecta ahora al 17,4% de adultos (18,2% hombres y 16,4% de mujeres). Y en los niños y adolescentes (entre 2 y 17 años), el 10,3% son obesos.

Un rasgo de esta obesidad española es que es muy desigual, porque afecta más a los hombres y sobre todo a las personas con menos ingresos, a los pobres: si sólo un 9,29% de los españoles ricos son obesos, lo son el 22,37% de los pobres (la media es el 17,43%). Y por eso, las mujeres pobres tienen un 23,98% de obesas frente al 7,26% las ricas, según el detalle de la Encuesta Nacional de Salud 2017. Y también cuentan mucho los estudios: los españoles universitarios tienen sólo un 11,36% de obesos y los que sólo tienen una formación básica alcanzan el 22,32% de obesos. Por ambas razones y por otras, hay regiones con alta obesidad (24,13% en Ceuta, 21,68% en Asturias, 21% en Andalucía o 20,32% en Castilla la Mancha) y otras con baja (13,84% obesos en País Vasco, 13,22% en Castilla y León, 14,94% en Cataluña y 14,95% en la Rioja, muy por debajo del 17,4% de media).

¿Qué provoca el sobrepeso y la obesidad? Según la OMS hay dos causas: la mala alimentación (el aumento de alimentos y bebidas muy ricos en grasas, azúcares y calorías) y la menor actividad física, por el trabajo en las ciudades y el sedentarismo. En ese sentido, la OMS reitera que el sobrepeso y la obesidad pueden prevenirse, simplemente reduciendo el consumo de grasas y azúcares (presentes sobre todo en los platos procesados), aumentando el consumo de frutas, verduras, legumbres, cereales y frutos secos y realizando actividad física periódica (60 minutos diarios los jóvenes y 150 minutos semanales los adultos). Y sobre todo, insisten en educar a los niños para que coman menos bollería industrial y bebidas azucaradas y consuman más frutas y verduras, además de hacer más ejercicio físico. Como detalle, los españoles consumimos el triple de azúcar del que recomienda la OMS y no porque nos echemos muchas cucharadas en el café sino porque lo tomamos sin saberlo con las bebidas y las comidas preparadas que consumimos cada día.

El sobrepeso y la obesidad no son “un problema estéticosino “una epidemia global” que lleva asociadas más de 12 patologías y muchas muertes: cada año mueren en el mundo 2,8 millones de personas por culpa del sobrepeso y la obesidad, según la OMS. Y eso, porque causan múltiples enfermedades en los afectados: diabetes tipo 2, hipertensión arterial, exceso de colesterol (dislipemia), ictus, accidentes cardiovasculares, trastornos del aparato locomotor (osteoartritis), apneas del sueño, depresiones y, sobre todo, varios tipos de cáncer (endometrio, mama, ovarios, próstata, hígado, vesícula, riñón y colon). Precisamente, una de las cuestiones que más preocupan es que la obesidad en los jóvenes está aumentando el cáncer en EEUU: el riesgo de padecer 6 tipos de cáncer entre los jóvenes obesos “millenials” (nacidos entre 1981 y 1993) es el doble del que tenían sus padres (los nacidos en el “baby boom”, entre 1950 y 1968), según un estudio publicado en febrero en la revista Lancet. Y muchos estudios clínicos vinculan la obesidad y el cáncer, lo que se traducirá en un aumento extra de cánceres en una o dos décadas, en el mundo y en España, por el aumento de la obesidad y el sobrepeso.

Pero además de enfermedades y muertes, el sobrepeso y la obesidad tienen un alto coste económico: unos 2 billones de dólares, el 2,8% del PIB mundial, según la consultora McKinsey. El mayor coste es para la sanidad de los paises (que aumenta un 50% con la obesidad y un 20% con el tabaquismo), pero también hay un coste para las empresas, al aumentar el absentismo laboral y reducir la productividad. Y para los ciudadanos: los obesos tienen más problemas para ser contratados (este prejuicio se llama “lookism”) y si trabajan suelen tener empleos más precarios y peor pagados. Ya hay líneas aéreas (Samoa Air) que cobran más a los obesos y los seguros médicos también les cuestan más caros.

Si el mundo no toma medidas drásticas  contra el sobrepeso y la obesidad, irá a más, como ha pasado en las últimas décadas. La OCDE anticipa que en 2030, un 46,62% de los estadounidenses será obesos (hoy lo son el 38,2%), el 39,15% de los mejicanos (hoy 32,4%), el 34,95% de los británicos (hoy 26,9%). Para España, vaticina que la tasa de obesidad (16,7% en 2015) subirá al 18,24% en 2020 y al 21,16% en 2030, por delante de Francia (19,48% en 2030) e Italia (13,26%). Pero lo peor será con niños y adolescentes: los 41 millones que tenían sobrepeso u obesidad  en 2016 será ya 70 millones, casi el doble, en 2025, según la OMS. En España, si había 27 millones de personas con sobrepeso en 2016, para 2030 habrá 3 millones más, 27 millones de personas, el 56% de toda la población estimada para entonces por el INE, según un escenario “conservador” del Instituto del Hospital del Mar (IMIM).

Esta mitad larga de españoles con sobrepeso va a sobrecargar aún más la sanidad pública, ya  muy “tocada” con el envejecimiento de la población y el aumento de la esperanza de vida. Las personas con sobrepeso y obesidad requieren más consultas médicas, más pruebas, más ingresos hospitalarios, más cirugías y más tratamientos farmacológicos, según los profesionales. Y por ello, el coste directo del sobrepeso y la obesidad sobre la sanidad pública se ha casi cuadruplicado, pasando de 524 millones de euros en 2006 a 1.950 millones en 2016, según este estudio del IMIM. Y para 2030, los gastos sanitarios del sobrepeso superarán los 3.000 millones de euros. Y otros estudios (AECOSAN) calculan que el sobrepeso y la obesidad suponen un 7% del gasto sanitario, unos 5.200 millones de euros al año. Y los costes indirectos (laborales, ayudas y cuidados) serían otro tanto.

Enfermedades, muertes y altos costes. Un balance como para tomar medidas eficaces contra el sobrepeso y la obesidad, como acaba de pedir la OMS. En España, Sanidad y casi 400 empresas de alimentación han firmado en enero un acuerdo para reducir azúcares, grasas y sal en múltiples alimentos: aperitivos, bebidas refrescantes, bollería y panes envasados, cereales, derivados cárnicos, galletas, helados, néctar de frutas, platos preparados, lácteos y salsas. La reducción varía entre el 5% y el 10%, según productos (-5% el azúcar de las galletas, que bajaría así del 20% al 19%, demasiado poco), y todavía tardará unos meses en hacerse efectiva, porque las industrias tendrán que buscar ingredientes alternativos de sustitución y además el recorte se hará en 2 años, gradualmente, para que el paladar del consumidor se acostumbre. Y también se han comprometido con este acuerdo empresas de catering y comedores escolares y los que tienen máquinas expendedoras de alimentos, para fomentar la distribución y venta de los alimentos menos energéticos.

Es un buen principio, pero la industria alimentaria tiene que ir más allá, con planes a medio plazo para suprimir las grasas trans (en tentempiés, alimentos horneados y fritos), como pide la OMS en su Plan de actuación 2019-2023, exigiendo a los Gobiernos que impongan límites. Y también, poner impuestos a las bebidas azucaradas, como pidió la OMS a los Gobiernos en 2016: sólo lo aplica Cataluña, desde mayo de 2017, y ha conseguido reducir su consumo un 22%, según la Generalitat. Pero sobre todo, es clave un nuevo etiquetado de los alimentos, por colores, para que los consumidores sepamos las grasas, azúcares, sal y calorías de lo que comemos. Y regular mejor la publicidad de comida, sobre todo para niños, estableciendo prohibiciones a esos alimentos que son tan dañinos o más que el alcohol y tabaco.

En segundo lugar, hay que aprobar una política sanitaria pública contra el sobrepeso y la obesidad, con protocolos explícitos en los centros de salud, más especialistas y más unidades en los hospitales. Y ser más agresivos en la lucha contra la obesidad, aplicando más operaciones a los grandes obesos (IMC entre 35 y 40): la cirugía bariátrica es muy efectiva y su coste se recupera en 2,5 años, pero se aplica poco en España (se hacen unas 5.000 operaciones al año y deberían hacerse cuatro veces más para equipararnos a Europa, según The Economist). Y utilizar más fármacos, aunque su efecto sea bajo: hay 5 autorizados, pero sólo uno lo cubre la sanidad pública (Victoza), pero con visado del inspector y sólo para los obesos con diabetes 2, mientras el resto han de comprarlos y cuestan entre 63 y 283 euros (y recordemos: la mayoría de obesos tienen pocos recursos).

A final, la industria puede ayudar mucho y la sanidad más, pero la clave está en nosotros, en que hagamos una dieta equilibrada, comiendo la mitad de carne, azúcar, grasas y sal y el doble de verduras, hortalizas y frutas, según proponen los expertos. Y que hagamos ejercicio y andemos más, porque un tercio de los españoles son sedentarios y también los jóvenes. Pero sobre todo, hacen falta campañas públicas contra el sobrepeso y la obesidad, porque matan más que el tráfico, el alcohol o las drogas. Hay que “declarar la guerra a la obesidad” y cambiar la mentalidad de los españoles: no es un problema “estético”, es una “bomba de relojería” que acaba explotando en graves enfermedades y muertes.Tomémoslo muy en serio.

lunes, 18 de septiembre de 2017

La sanidad privada quiere las listas de espera


Los hospitales privados se han descolgado con una propuesta a las autonomías para hacerse cargo de las listas de espera de la sanidad pública y atender en 4 meses a los 614.000 españoles que esperan para operarse. Eso sí, cobrando 1.500 millones. Una vuelta de tuerca de la sanidad privada, que crece imparable a costa de los pacientes que ya les deriva la sanidad privada y del tirón de los seguros médicos, que pagan ya 10 millones de españoles. Y todo porque la sanidad pública española, un referente en Europa, se ha deteriorado en los últimos años, por los recortes de presupuestos, médicos y enfermeras y una gestión deficiente y politizada. La sanidad es ya la tercera preocupación de los españoles y  urge recomponerla, por lo que todos los partidos, salvo PP y Ciudadanos, acaban de pedir un Pacto sanitario en el Congreso. Hacen falta más recursos, más personal, más hospitales y centros y, sobre todo, reformas y una gestión más eficiente. No privatizarla más.


                                                                                            enrique ortega

El aumento de las listas de espera es un claro síntoma de los males de la sanidad pública española, causados básicamente por los recortes del Presupuesto sanitario (-9.787 millones de euros entre 2009 y 2013, 1 de cada 7 euros perdidos, según datos de Hacienda) y el ajuste de plantillas (11.000 médicos y 30.000 enfermeras), que no han sido todavía compensados con los aumentos de recursos y personal hechos entre 2015 y 2017. Este recorte de gastos y personal han deteriorado la oferta sanitaria mientras seguía aumentando la demanda, por el aumento de la población y su envejecimiento. La consecuencia es que la sanidad pública no puede atender como antes, aumentan las listas de espera y los hospitales, centros de salud y las urgencias se colapsan, en medio de protestas de profesionales y pacientes.  

El mayor síntoma del deterioro de la sanidad pública son las listas de espera para operarse, que han pasado de 372.468 pacientes en 2009 a 614.101 en diciembre de 2016, según los datos del Ministerio de Sanidad. La mayoría esperan operarse de traumatología (175.257 personas), de oftalmología (125.638 pacientes, 95.100 de cataratas) y cirugía general y del aparato digestivo (115.610 personas). El tiempo medio de espera ha pasado de 67 días (2009) a 115 días a finales de 2016. Y lo peor es que un 18,9% esperan más de 6 meses para operarse, sobre todo en neurocirugía, plástica, pediatría y trauma. Y la espera es mayor en Canarias (182 días), Cataluña (173) y Castilla la Mancha (162 días), mientras es baja en la Rioja (49 días), País Vasco (50) y Madrid (55 días).

También es preocupante la lista de espera para una consulta al especialista, que ha pasado de 59 días de media en 2009 a 72 días en 2016.Las mayores esperas se dan en las consultas de traumatología (8,23 por 1000 habitantes), oftalmología (8,08), dermatología (6,13), otorrino (2,91), ginecología (2,88), digestivo (2,43) y neurología (2,24 por 1.000 habitantes), según los datos de Sanidad. Y lo peor es que casi la mitad de los pacientes (el 46,4%) esperan más de 60 días para ir a la consulta del especialista, siendo las regiones con mayor espera Cataluña (138 días), Canarias (117 días) y Cantabria (75) y las mejores País Vasco (27 días), la Rioja (32), Madrid  y Castilla la Mancha (42 días de espera media).

Este aumento de las listas de espera, tanto para operarse como para ir al especialista, ha alimentado estos años la sanidad privada, multiplicando los seguros de salud, el único que creció durante la crisis. Y la consecuencia es que en 2017 se habrán superado los 10 millones de españoles que tienen un seguro médico privado, porque 2016 se cerró con 9.690.000 asegurados (7.077.000 privados y el resto funcionarios a los que les paga el seguro su Mutualidad), que pagaron unas primas de 7.737 millones, según datos de la  Fundación IDIS. Un negocio boyante que se concentra en 5 compañías que copan el 72% del mercado: Segur Caixa Adeslas (28,5%), Sanitas (15,7%), Asisa (13,7%), DKV (7,1%) y Mapfre (6,4%).

Los seguros de salud son la principal fuente de financiación de la sanidad privada, que obtiene de ellos el 62% de sus ingresos. Pero otro 23% de ingresos los obtienen de la sanidad pública, de los conciertos, de derivar pacientes para pruebas y operaciones de hospitales públicos a hospitales privados (el 42% de ellos tiene algún concierto con la sanidad pública, según la Fundación de la sanidad privada IDIS). En 2015, la sanidad pública destinó 7.540 millones a pagar conciertos con la privada, el 11,8% de todo el gasto sanitario público. Y hay varias autonomías donde los conciertos pesan mucho más, sobre todo Cataluña (el 24,8% del gasto sanitario público va a hospitales privados), Madrid y Baleares (11,7%) y Canarias (10,4%), mientras apenas pesan en las cuentas de Cantabria (3,7%), Castilla y León (4,1%), Extremadura (4,6%) y Andalucía (4,9%). La tercera fuente de financiación de la sanidad privada (15% del total) son los pacientes que pagan directamente sus servicios.

Ahora, la sanidad privada busca dar un salto hacia adelante y ha presentado a primeros de septiembre una propuesta para que las autonomías les deriven las listas de espera quirúrgica (614.101 pacientes), con la promesa de acabar con ellas en 4 meses. Eso sí, a cambio de cobrarles 1.500 millones de euros. Las que más tendrían que pagar serían Cataluña (385 millones para operar a 157.000 pacientes en espera quirúrgica), Andalucía (155 millones y 64.000 pacientes), Madrid (146 millones y 60.000 en espera) y la Comunidad Valenciana (134 millones y 55.000 pacientes en espera), siendo menor el coste para el resto, aunque, en comparación con su Presupuesto, tendrían que hacer un gran esfuerzo Murcia (66 millones, el 3,7% de su gasto sanitario), Castilla la Mancha (90 millones, el 3,2%), Canarias (83 millones, el 2,6% de su gasto sanitario) y Galicia (88 millones, el 2,5%).

De momento, ninguna autonomía les ha dicho que sí y todas siguen con sus “Planes de choque” contra las listas de espera (poco eficaces) y derivando pruebas y operaciones a la privada. Una sanidad privada que ha dado un gran salto con el deterioro de la sanidad pública, pasando de facturar 23.789 millones de euros en 2007 a unos 30.000 millones en 2016, casi un tercio del mercado sanitario español, según datos de la Fundación IDIS. Y un tercio de este pastel sanitario privado se lo disputan los 452 hospitales privados, que facturaron más de 10.000 millones de euros en 2015, según la Fundación IDIS. Un pastel muy apetitoso, que ha provocado la llegada a España de fondos de inversión y multinacionales, como la alemana Helios, que compró en 2016 el primer grupo hospitalario español, Quirón Salud (43 hospitales y 2.300 millones facturados).

Y todo apunta a que los inversores extranjeros seguirán entrando en la sanidad privada española, porque es un mercado con gran potencial: gastamos menos en sanidad que el resto de Europa (un 8,8% del PIB, frente al 8,9% en la OCDE, el 10,9% en Francia o el 11% en Alemania), hay menos camas de hospital por habitante (3,2/1.000 habitantes frente a 8,3 en Alemania) y hay más seguros médicos privados, que además son más baratos (70 euros media frente a 240 en Alemania). Y además, somos el segundo destino del mundo en “turismo sanitario”, con una oferta de calidad y bajos precios (operaciones que valen en Madrid o la Costa del Sol la mitad que en Londres y un tercio que en Nueva York).  

Pero sobre todo, la sanidad privada crece a costa del deterioro de la sanidad pública, que ha empeorado su atención, por los recortes y la precariedad de sus plantillas: un tercio de sus empleados (480.626 en 2016) son eventuales (con contratos temporales), de ellos la tercera parte interinos (169.828).Y sólo la mitad de los médicos (50,7%) que trabajan en el Sistema Nacional de Salud (SNS) tienen una plaza en propiedad, según una encuesta de la CESM. De la otra mitad, un 19,2% son contratados fijos y el 30,8% restante son médicos contratados, muchos desde hace una década y la tercera parte con contratos de menos de 6 meses, que se renuevan una y otra vez. Y aún hay más precariedad entre enfermeros y enfermeras (y tenemos 5,1/1.000 habitantes frente a 8,4 en Europa).

Esta precariedad laboral más el recorte de medios y la falta de inversiones (en tecnología hospitalaria, obsoleta, y en nuevos hospitales, con los viejos muy estropeados) han deteriorado mucho la sanidad pública, sobre todo las urgencias y en épocas de gripe y epidemias, disparando las listas de espera. Y la situación puede empeorar, debido al envejecimiento de la población y al aumento de las enfermedades crónicas (hoy ya las tienen 4 de cada 10 españoles), que van a disparar la demanda sanitaria y el gasto en los próximos años (por la tecnología y los nuevos fármacos, mucho más caros).

Las listas de espera no son algo coyuntural sino que revelan los males de fondo de la sanidad pública. De ahí que no hayan podido frenarse con Planes de choque ni derivándolas a los hospitales privados. Son parches” que no atajan los problemas de fondo: la falta de médicos y personal sanitario, de hospitales y centros en algunas zonas y, sobre todo, los problemas de organización de la sanidad pública. No es de recibo que haya quirófanos cerrados por falta de profesionales y que además no funcionen por las tardes, entre otras razones porque los médicos adscritos están operando en la privada. Habría que establecer prioridades, optimizar recursos, desarrollar la cirugía ambulatoria e implicar mejor a los profesionales (con incentivos) en la lucha contra las listas de espera.

Y, sobre todo, hay que coordinar mejor la atención sanitaria pública, porque cada autonomía va a su aire, en el gasto y en la atención que ofrecen. Las que más gastaron en sanidad en 2016 fueron Navarra (1.633 euros/habitante), País Vasco (1.632 euros), Asturias (1.578), Extremadura (1.422) y Cantabria (1.418 euros). Y las que menos, Andalucía (1.106 euros/habitante), Cataluña (1.180) y Madrid (1.184), un 50% menos que navarros, vascos y asturianos, junto a Castilla la Mancha (1.271), Comunidad Valenciana (1.233 euros) y Murcia (1.209 euros/habitante), según datos de la FDSP. Y claro, con menos gasto, menos camas (Andalucía y Valencia) y menos médicos y enfermeras por habitante (Andalucía y Cataluña). Y en consecuencia, peor sanidad. La mejor nota en el ranking de la FDSP se la llevan Navarra y el País Vasco (90 puntos sobre 114), Aragón (82) y Asturias (79), mientras suspenden Canarias (49 puntos), Comunidad Valenciana (59 puntos), Cataluña y Andalucía (60 puntos).

Los españoles todavía aprueban a la sanidad pública (nota de 6,57 puntos en el Barómetro sanitario 2016), pero ahora la sanidad ha pasado a ser el tercer motivo de preocupación de los españoles, por detrás del paro y la economía, según el Barómetro del CIS de enero 2017. Y un tercio de los españoles cree que necesita cambios de fondo. Y también la mayoría de los partidos: 11 grupos políticos, todos menos el PP y Ciudadanos, firmaron el 12 de septiembre un Pacto en el Congreso para mejorar la sanidad y revertir los recortes.

La primera medida de cualquier Pacto sanitario debe ser asegurar un mayor gasto en sanidad, para revertir los recortes ¿Cuánto? Una pista puede ser conseguir que España gaste en sanidad como el resto de Europa, lo que ahora no sucede: el gasto sanitario público supone el 6,2% del PIB (2015), frente al 7,2% en la UE-28, Alemania o Italia, el 8,2% de Francia, el 7,6% de Reino Unido y el 8,6% de Dinamarca, según Eurostat (2015). Gastar en sanidad como los europeos supondría gastar 11.000 millones más al año, lo que exige recaudar más. En paralelo, hay que aumentar las plantillas (los 10.000 médicos y 41.000 enfermeras perdidos y más), estabilizando sus contratos. Gastar más en tecnología sanitaria (la cuarta parte de equipos tienen más de 10 años), en nuevos hospitales y centros de salud. Pero no es sólo cuestión de más dinero: hay que reformar la organización sanitaria y mejorar la gestión, aumentando la productividad, implicando más a médicos y enfermeras. Y gastar más en prevención y atención primaria, para gastar menos en hospitalizaciones.

Las listas de espera son “una excusa” para que los seguros y la sanidad privada aumenten su negocio. Pero el problema está ahí, es serio y no se resuelve con “parches” que no vayan al fondo del problema: el deterioro de la sanidad pública. Es de las mejores del mundo, pero pasa por un mal momento, con una atención que se ha deteriorado, con un gasto creciente y pacientes más viejos. Hay que apuntalar la sanidad pública, con más recursos, más personal, más medios, menos diferencias regionales y una mejor gestión. Urge un Pacto sanitario que cuente con las autonomías, los profesionales y los pacientes. Nuestra salud es demasiado importante como para dejar que la sanidad pública se deteriores más. Actúen ya.