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jueves, 24 de marzo de 2016

Crece el carro de la compra


Los españoles vamos con más alegría a la compra, tras estos años de crisis donde hemos llenado menos el carrito de casi todo, también de menos comida. En 2015, el consumo del hogar creció un 1,7%, el mayor aumento desde 2008. Compramos más alimentos frescos pero menos carnes, quizás por el informe de la OMS. Y ya no nos fijamos tanto en los precios, aunque seguimos volcados en las ofertas y las “marcas blancas”, cuyas ventas se han estabilizado. Para 2016, se espera otro aumento del consumo en el súper, no sólo de comida sino también de artículos de perfumería y cuidado personal. Eso sí, compramos poca comida por Internet, el gran reto pendiente de los grandes supermercados. Mientras, Mercadona, Día, Carrefour y Lidl crecen y acaparan casi la mitad de las ventas totales, imponiendo marcas y subiendo precios ahora que repunta el consumo. Y entre esa concentración en el súper y el cambio climático (malas cosechas), comer vuelve a ser más caro.
 

enrique ortega


Llenar el carro de la compra es el segundo mayor gasto de las familias españolas, tras el gasto en vivienda, agua y energía (32,4%): supone un 14,9% del presupuesto total, 4.028 euros de media en 2014, según la Encuesta de presupuestos familiares del INE. Y con la crisis, la mayoría de las familias restringieron este gasto de consumo, incluso de alimentos, para sacar dinero para pagar gastos más urgentes, como la casa, la luz, el teléfono o el colegio. Ahora, los datos recientes indican que las familias ya compran algo más: en 2015, el gasto de los españoles en alimentación, limpieza y perfumería ha sido de 71.000 millones de euros, un 1,7% más que en 2014, el mayor aumento de gasto desde 2008 (+4,6%), según el informe Nielsen 360. Si descontamos que el precio medio del carrito de la compra subió un 0,7%, eso significa que los españoles hemos comprado un 1% más en 2015. No es mucho, pero supone un cambio de tendencia.

Hemos llenado algo más el carrito de la compra porque hay más españoles trabajando (+959.000 nuevos empleos entre 2014 y 2015, aunque sean precarios) y porque los que tienen empleo ganan algo más (los sueldos subieron un 0,75% en 2015) y pagan algo menos de impuestos (han bajado las retenciones), mientras les han bajado algunos precios (como los carburantes o la luz) y las hipotecas, recuperando parte de la extra los funcionarios. Por todo ello, se ha hecho la compra con algo más de “alegría”, lo que se ha traducido en un gasto medio por familia de 4.179 euros en 2015, 41 euros más que en 2014, según el informe de  Kantar Worldpanel. Lo que más creció fueron las compras de productos frescos(+3,3%), sobre todo frutas (+9,8%) y verduras (+8,1%), pero también los alimentos envasados (+2,4%), las bebidas (+2,1%), los artículos de droguería (+1,7%) y perfumería (+0,3%). Sólo bajó en 2015 el consumo de carnes frescas (-2,2%), quizás por efecto del informe de la OMS que alertaba sobre el excesivo consumo de carnes preparadas: hay 500.000 españoles menos que compran ahora hamburguesas, salchichas y carne picada.

Las familias han ido a la compra mirando los precios pero no tan obsesionadas con las ofertas como en los años pasados: el precio ha pasado del 4º al 7º motivo para comprar, ganando peso la limpieza del súper, la calidad de los productos y el disponer de una oferta completa. Aquí, ha cobrado mucha importancia la oferta de alimentos frescos, que antes se compraban aparte y ahora se compran cada vez más en el súper, con el resto del carro. Eso se debe a que todos los grandes de la distribución se han volcado en mejorar la oferta de frutas, verduras, carnes y pescados, que suponen un tercio de las compras mensuales. Y con ello, las familias cargan más en su visita al súper y ahora van menos veces al mes. Otro cambio en los hábitos de compra es que crece el plato único y el “picoteo” (porque se cena de manera informal y antes, con lo que se acaba comiendo algo antes de irse a la cama). Y crece también la compra de comida extranjera (sushi, guacamole, noodles).

En paralelo, las familias siguen apostando por hacer sus compras en los supermercados (medianos y pequeños), alejándose de comprar en las tiendas tradicionales de barrio: en los últimos 30 años han desaparecido 70.000 tiendas de barrio. Actualmente sólo se mantienen 23.000 tiendas pequeñas, frente a 18.527 supermercados (había 1.622 en 1985), 9.016 autoservicios, 449 hipermercados (había 72 en 1985) y 10.442 droguerías.

Las compras las hacemos cada vez más en las 6 grandes cadenas de distribución, ligadas a supermercados e hipermercados. El líder sigue siendo Mercadona, con el 22,3% de las ventas en 2015 (vendió 20.831 millones de euros, un 3% más, ganando 611 millones). Ya vende tanto como los tres siguientes: Grupo Día (8,6% mercado), Carrefour (8,5%) y Eroski (6,2%, el único que perdió cuota en 2015). Y completan el ranking Auchan (Alcampo), con el 3,8% de cuota, y el súper alemán Lidl, con el 3,6%, que ya este año 2016 se ha colocado en 5º lugar, tras ser el súper que más crece, junto al grupo Día. La previsión de Kantar Worldpanel es que Mercadona, Día, Carrefour y Lidl ganen un 0,5% de cuota de mercado cada uno en 2016, en perjuicio de Auchan, Eroski y las tiendas tradicionales.

Con tanto poder de venta, estos grandes supermercados siguen imponiendo sus “marcas blancas” en las estanterías de sus centros, aunque se han estancado las ventas en 2015, como ya sucedió en 2014. Así, las “marcas blancas”, de distribuidor, se llevaron el 33,8% de las ventas en 2015, un porcentaje similar al de 2014 (33,9%) y al de 2013 (33,9%). Y eso ha pasado tanto en alimentación (36,5% marcas blancas) como en droguería (48,9% marcas blancas) o perfumería (12,1%), donde la cuota de los distribuidores se ha estabilizado. Las razones son varias: algunos productos y marcas han subido precios (aprovechando que el cliente está “enganchado” a las marcas blancas), se han lanzado pocos productos nuevos y las marcas del fabricante han reaccionado, lanzando ofertas y precios más competitivos.

Con todo, las “marcas blancas” de alimentación, droguería y perfumería han venido para quedarse, con o sin crisis. Y la prueba es que las compran todas las clases sociales: suponen un 55,5% de todas las unidades vendidas (en volumen) en los súper (y un 33,9% en dinero), y ese porcentaje de compras “blancas” se mantiene en las clases alta y media alta (53,1% compras), en la clase media (55,4%) y en la clase más baja (55,8%), según un estudio de Kantar Worldpanel.  Eso significa que las marcas blancas tienen su propia reputación, de buena relación calidad-precio. Y que están consolidadas en nuestros hábitos de compra, a pesar de que resten innovación a los alimentos. De hecho, en 2015 sólo salieron al mercado 118 productos innovadores y 9 de cada 10 fueron de marcas de fabricantes. Los grandes supermercados “pasan” de ofrecer artículos innovadores: Mercadona sólo vendió el 10% y Lidl el 2%, mientras Alcampo ofrecía el 40% y Carrefour el 70%. Eso resta competitividad a una industria, la agroalimentaria, que es la segunda mayor industria española, tras el turismo.

Este año 2016 se espera que vuelva a crecer el carrito de la compra, más incluso que en 2015, no sólo con alimentos (sobre todo frescos) sino también con artículos de perfumería y cuidado personal (cremas, colonias, etc.), donde han empezado a competir los súper. Y que aumenten las ventas de alimentos no cocinados (para hervir y plancha) y saludables, con ofertas específicas para mayores y hogares unifamiliares, los nuevos nichos de mercado. Y, sobre todo, los grandes supermercados se van a volcar en vender por Internet, la gran asignatura pendiente del sector. Mercadona, por ejemplo, sólo vende un 1% del total por la Red, una parte del negocio que le acarrea 40 millones de euros perdidos al año.

Y es que “el carrito de la compra online” no tira en España, a pesar de que somos un país de internautas. Las compras online crecieron un 10% el año pasado pero sólo suponen un 0,9% de las compras totales de alimentos, droguería y perfumería, frente al 3,9% que supone el consumo online a nivel mundial (y el 5% en Francia o Reino Unido). Las familias usan Internet para comparar precios antes de hacer la compra, pero luego van al súper y cargan el coche con comida y artículos de limpieza y perfumería. ¿Qué sucede? Por un lado, la mentalidad de los españoles no es comprar comida por Internet: nos gusta mirar, comparar y comprar. Además, los precios y a veces los gastos de envío no compensan y nos exige estar en casa para recogerlo. Pero, sobre todo, las grandes cadenas tampoco se han volcado en Internet: todavía piensan que un consumidor gasta más si va a la tienda y se ve obligado a pasear por ella para comprar, comprando “por impulsos” más de lo que pensaba al ir.

Pero todo apunta a que en los próximos años, Internet va a revolucionar también las compras de alimentos, que crecerá el “e-carrito”, con la renovación digital de los actuales supermercados (Mercadona va a invertir a lo grande en ello) y nuevas empresas, como Amazon, que en septiembre pasado inició la venta online de alimentos y productos de limpieza. Por un lado, aumentará con las compras online de leche, zumos y bebidas, pañales y alimentos para mascotas, las “compras de maletero”, que pesan y abultan y que nos pueden mandar a casa. Y por otro, se espera que sigan creciendo las compras online de perfumería y limpieza, productos donde el e-commerce tiene ya hoy la mayor cuota de ventas.

Este año 2016 se espera un nuevo repunte del carrito de la compra, según Nielsen y Kantar Worldpanel, con más ventas de productos frescos, horno y panadería, así como perfumería y cosmética. Y aunque seguirán las ofertas y las guerras de precios, todo apunta a que volverán a subir globalmente los precios, ante la mayor demanda. Es lo que pasó en 2015: los alimentos subieron un 1,8%, a pesar de que la inflación global acabó en el 0%. Y lo mismo está pasando en 2016: en los dos primeros meses, los alimentos han estabilizado su precio (+0%), a pesar de que la inflación total ha bajado al 2,3%. Y están subiendo los cereales, el pan, las carnes, el pescado, los lácteos y las legumbres, según el INE. Con un clima tan cambiante, fallan muchas cosechas y eso, junto al mayor consumo, encarece los alimentos.

Otra cosa que se espera en 2016 es que los grandes supermercados refuercen su poder, que aumente la concentración en el sector, menor en España que en el resto de Europa: aquí, los 5 grandes (Mercadona, Día, Carrefour, Eroski y Lidl) coparán este año el 48% del mercado de gran consumo, mientras en Portugal controlan el 89% del mercado, en Reino Unido el 80%, en Francia el 58% y en Alemania el 55%. El camino ya se inició en 2014, con la venta de 160 súper de Caprabo/Eroski  a Día y seguirá este año con la venta de 36 híper de Eroski a Carrefour. Y Mercadona abrirá 60 nuevas tiendas en 2016. Más poder para unos pocos, que nos “imponen” sus marcas, sus descuentos, sus promociones y mucho de lo que comemos. Y que imponen a agricultores, ganaderos e industrias sus condiciones y precios, quedándose con la mayor parte del beneficio de los alimentos, en su camino del campo al plato. Es lo que hay y poco podemos hacer, salvo comprar con cabeza, no con la vista. Atentos al carrito.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Los costes de comer demasiada carne


Somos un país “carnívoro” y por eso ha causado tanto revuelo el informe de la OMS advirtiendo que el consumo de carnes procesadas (embutidos, salchichas, hamburguesas) y de mucha carne roja puede provocar cáncer. Pero el exceso de carne procesada (hormonas, antibióticos, conservantes, aditivos y mucha sal) no sólo es malo para la salud. También es malo para la Tierra y fomenta el Cambio Climático, porque la ganadería emite casi tantos gases de efecto invernadero como el transporte y genera muchos residuos nocivos, según la ONU y la FAO. Además, producir carne masivamente esquilma los suelos y el agua y consume muchos cereales, destinados a engordar animales y no a las personas, para reducir el hambre en el mundo. Y la ganadería industrial contamina suelos y aguas y reduce la biodiversidad, extinguiendo razas animales. En resumen: hay muchas razones, además de la salud, para cambiar la dieta y comer menos carne, sólo dos veces por semana. Por nuestro bien y el del Planeta.
 

enrique ortega


El siglo XXI es la Era de la Carne, sobre todo en el mundo occidental más rico. Si en 1950, la producción mundial de carne era de 50 millones de toneladas, en el año 2000 ya se había cuadruplicado con creces (229 millones) y para 2050 puede duplicarse (465 millones de Tm.). Ello se debe al fuerte aumento del consumo en los países occidentales (de 60 kilos por persona al año en 1.964 a 95,7 kilos en 2014), pero también a que los países en desarrollo han cambiado su dieta y empiezan a comer más carne. Es el caso de China, que hace 20 años sólo consumía 5 kilos de carne al año por persona y hoy ya come 50 kilos. Ante este aumento del consumo de carne en los países pobres  y el aumento esperado en la población mundial (pasaremos de los 7.000 millones de habitantes actuales a 9.000 millones en 2015), las previsiones son que el consumo mundial de carne se duplique, de los 44 kilos actuales por persona a 80 kilos de media en 2050 (y más de 100 kilos en algunos países ricos).

España ha cambiado su dieta en las últimas décadas y es también hoy un país carnívoro (el 10º que más carne come en el mundo), con un consumo de 50,8kilos por persona y año, más del doble que los 23,1 kilos de 1961. Si en los años 60, la dieta de los españoles se basaba en hortalizas, patatas y cereales (57% de las calorías) y comíamos poca carne y pescado (sólo un 6,3%, según la FAO), hoy suponen ya el 16% de la alimentación, según el Ministerio de Agricultura. El consumo español se centra en las carnes más baratas, pollo (14,17 kilos/persona/año) y cerdo (10,7 kg), seguidas de vacuno (5,89 kilos, sólo 350 gramos de carne roja a la semana), cordero y otras carnes. Pero el problema es que un tercio de la carne producida y consumida es carne procesada (charcutería, embutidos y hamburguesas, la mayoría a partir de cerdo), la más peligrosa para la salud.

Precisamente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió a finales de octubre un informe (bastante serio: ha sido elaborado por un grupo de 22 científicos de 10 países, de la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer, a partir de 800 informes realizados en los últimos 20 años) en el que advertía que el consumo de carnes procesadas (salchichas, embutidos, hamburguesas) aumenta el riesgo de cáncer colorrectal, así como el consumo excesivo de carnes rojas. Una advertencia mal interpretada (“comer carne produce cáncer”) pero que tiene bastante apoyo médico, científico y estadístico: la OMS estima que unas 34.000 muertes por cáncer de colon en el mundo se deben al consumo de carne procesada.

Lo que hace daño a la salud no es comer carne, sino comer carne en exceso y sobre todo abusar de las carnes procesadas industrialmente, base de la “comida basura”. Y no sólo porque el abuso de las carnes (sobre todo grasas) dispare el colesterol, la tensión, la obesidad  y las enfermedades cardiovasculares. Es que, primero, la ganadería intensiva industrial aporta a nuestra  dieta muchas hormonas y antibióticos nocivos (España es el segundo país que consume más antibióticos para la ganadería industrial, 2.000 Tm en 2011). Y después, al procesarse industrialmente la carne, se la añaden más productos que pueden ser nocivos: conservantes y aditivos, antioxidantes, excipientes y mucha sal (el 75% de la sal que consumimos viene de procesar los alimentos, no está en el alimento original: una hamburguesa, por ejemplo, tiene 13 veces más sal que un filete normal).

Pero comer carne en exceso no es sólo malo para la salud, también perjudica al Planeta, porque colabora decisivamente en las emisiones de gases que provocan el Cambio Climático: la ganadería es culpable del 18% de emisiones de gases de efecto invernadero, casi tanto como el transporte, según múltiples informes de la ONU y la FAO. El ganado es responsable de un 37% de las emisiones de metano (al hacer su digestión) y el 65% de las emisiones de óxido nitroso (estiércol), gases más peligrosos para el clima que el CO2. Y provoca dos tercios de las emisiones mundiales de amoniaco (estiércol), culpable de la lluvia ácida. Además, producir carne masivamente lleva a talar bosques para pastos y esta deforestación causa el 9% de todas las emisiones mundiales de CO2. Por eso, desde 2008, la ONU lleva recomendando consumir menos carne para frenar el cambio climático.

Pero hay más. Para alimentar de carne al mundo, no sólo hay que talar bosques y utilizar mucha superficie (el 69% de la superficie agrícola del mundo es para pastos o para producir grano para los animales), sino que la ganadería consume mucha agua (el 8% de todo el agua del mundo) y mucha energía (tanto para las granjas como para el procesado, distribución y transporte de la carne por el mundo), energía que también emite CO2. O sea, que producir carne consume una gran parte de los recursos naturales del Planeta. Producir un kilo de carne de vaca se lleva 10 kilos de pienso (6 kilos el cerdo y 4 kilos el pollo)  y 15.000 litros de agua, cuando producir 1 kilo de maíz consume 1.500 litros de agua (la décima parte).

Y además, consumir carne es un lujo en un mundo donde hay 795 millones de personas que pasan hambre (25.000 personas mueren cada día por desnutrición, 8.000 de ellos niños) y casi 2.000 millones de malnutridos (casi un tercio del Planeta), según datos de la FAO. Y eso porque la carne se lleva los cereales que debían ir a alimentar a las personas: producir 200 gramos de carne se lleva 45 cuencos de cereales, que pueden alimentar a 20 personas. Así que cuando comemos carne, “nos apropiamos” de los recursos (cereales) que podrían alimentar a 5,8 o 10 personas, como señala Martín Caparrós en su excelente libro “El hambre. Lo que sucede con la carne es que todavía es un lujo de países ricos y la mayoría del mundo apenas come carne (5 kilos al año por persona en la India, frente a 50,8 kg en España y casi 100 en USA), se alimenta de cereales, que cada vez van más al ganado, no a ellos, disparando los precios internacionales y aumentando la desnutrición y el hambre.

¿A cuenta gente puede alimentar el Planeta? Depende de lo que comamos. Si todo el mundo comiera tanta carne como EEUU, los recursos sólo darían para alimentar a 2.500 millones de personas (somos 7.000), según Martín Caparrós. Si comiéramos la mitad de carne, como Italia, se podría alimentar a 5.000 millones. Y si fuéramos más vegetarianos, como en la India (2 de cada 5 personas), podríamos alimentar a 10.000 millones. Luego la alternativa es clara: o el mundo come menos carne o no habrá recursos para alimentar a todos. Y se da además el contrasentido de que 791 millones de personas pasan hambre y hay 671 millones de obesos, una enfermedad que se extiende imparable: en EEUU, un tercio de la población es obesa y en España lo son el 16,9% de los españoles (y el 30% de los niños, según la OCDE).  No es sólo porque se abuse de la carne procesada y la comida basura, también cuenta el sedentarismo, los hábitos de vida y la contaminación. Pero la dieta carnívora no ayuda.

El cuarto problema de consumir demasiada carne es que la ganadería intensiva (industrial), con enormes productores mundiales de cerdo (la mitad los cría China, siendo España el cuarto productor mundial), pollo (Brasil y EEUU) o carne (Argentina y Brasil), es una enorme fuente de contaminación, tanto de las aguas (acuíferos, ríos y océanos) como de los suelos, por el estiércol (purines). Y un quinto problema: la ganadería industrial está destruyendo la biodiversidad del Planeta, contribuyendo a la extinción de especies: hay 6.300 razas animales identificadas, pero comemos sólo unas pocas razas de pollo (4), cerdo (5), vacuno y leche (5 razas), con lo que un 20% del ganado mundial está en riesgo de extinción, según la FAO.

Así que hay mucho en que pensar cuando nos comamos una hamburguesa o un chuletón, no sólo en nuestra salud: se impone cambiar la dieta para ayudar a prevenir el cambio climático, conservar los recursos del Planeta y evitar el hambre y la desnutrición. ¿Qué se puede hacer? Lo primero, reducir el consumo de carne (y lácteos), comer carne sólo dos veces por semana, como recomienda la OMS y la ONU, aumentando el consumo de verduras, legumbres, cereales y frutas, la “dieta mediterránea”. Lo segundo, comer las carnes más sanas, evitando las carnes procesadas industrialmente (charcutería, hamburguesas…), que son las más perjudiciales, sobre todo por los aditivos que llevan. Y tercero, promover una ganadería menos industrial y más “ecológica”(sólo 1,2% ganadería en España), donde los ganaderos se preocupen más de las dietas animales (para generar menos metano), de  la gestión de residuos y de utilizar menos hormonas y aditivos. Y, sobre todo, consumir carnes de la zona, no importadas, ya que las carnes industriales importadas suponen más emisiones (producción, transporte y distribución). Claro que todo esto supone consumir una carne más cara.

Además, es urgente que el consumidor esté mejor informado de lo que come. Hay que obligar a los ganaderos y a la industria a que incluyan un etiquetado con más información, no sólo de hormonas, antibióticos, aditivos y sal, sino también de los efectos negativos de producir esa carne sobre el medio ambiente. Hoy día es posible saber las emisiones de la carne, informar al consumidor de “su huella de carbono”: así sabemos que producir 1 kilo de cordero supone 10.629 gramos de CO2 equivalente, frente a sólo 140 gramos de CO2 por kilo de naranjas o 299 gramos por kilo de tomates. Y que producir otras carnes perjudica menos al clima: 7.275 gramos de CO2 equivalente por kilo de vaca, 4907 gramos por kilo de ternera, 2.592 gramos por kilo de cerdo o 1.409 gramos CO2e por kilo de pollo (ver este cuadro con las emisiones de CO2 que cuesta producir distintos alimentos en España).

Somos un país adicto a la carne y hablar de sus efectos nocivos (ojo: cuando se consume en exceso) no es popular. Y las advertencias de la OMS aún gustan menos a la industria de la carne, un sector muy poderoso e influyente en el mundo (controlado por pocas multinacionales de EEUU, Europa, Brasil y Argentina, aporta el 40% del PIB agrícola y da empleo a 1.300 millones de personas) y también en España: la cárnica es la cuarta industria española (tras el automóvil, las petroleras y las eléctricas), con 81.000 empleos directos y 3.000 empresas que facturan más de 22.000 millones al año, en fuerte expansión multinacional. Por eso han querido desprestigiar el informe de la OMS, sin aportar estudios independientes rigurosos.

Pero convenzámonos, consumir demasiada carne es malono sólo para la salud, sino también para el medio ambiente y el clima, sin olvidar la lucha contra el hambre. Así que tendremos que tomárnoslo en serio y cambiar la dieta, comiendo carne dos días por semana y consumiendo menos carne procesada y menos carne roja. Por nosotros y por el Planeta.

jueves, 12 de junio de 2014

La sequía y el turismo subirán los alimentos


La sequía ha vuelto a asolar media España, en abril y mayo, dañando los cereales y otros cultivos. Y el cambio climático ha provocado subidas de alimentos en medio mundo. Aquí, subirán los alimentos en junio y más en julio y agosto, cuando haya 16 millones de bocas más que alimentar (turistas). Las subidas se notarán sobre todo en el pan, las pastas, carnes, legumbres, frutas y, en la próxima campaña, en el vino, el aceite y los turrones. Mientras, los españoles empezamos a consumir más alimentos, gracias a la guerra de precios entre supermercados, que se está agotando, porque las marcas blancas se han hecho con el mercado e imponen sus condiciones. Eso sí, pagamos por los alimentos cuatro veces lo que cobran agricultores y ganaderos: la mayoría del precio se queda por el camino. Sigue sin ponerse orden en la alimentación, a costa del consumidor y del campo. Y si sube el IVA reducido, como proponen Bruselas y el FMI, será la puntilla para nuestros bolsillos.
 
enrique ortega

Tras un invierno lluvioso, hemos tenido una de las primaveras más secas de los últimos años, con una fuerte sequía en abril y mitad de mayo, que se remonta a septiembre en el sureste. La sequía ha sido “dramática” en Murcia, Comunidad Valenciana, Aragón y zona centro, según los datos de las organizaciones agrarias, que también hablan de problemas en las dos Castillas y parte de Cataluña, con hasta 500 millones de euros en pérdidas. Los cultivos más afectados son los cereales (trigo, cebada, centeno), las legumbres, la almendra, el olivar y el viñedo y los pastos, que afectarán sobre todo a la ganadería. Agricultura dará ayudas fiscales y avales para créditos.

Esta sequía en España, como la de 2012, se suma a la fuerte sequía y los problemas climáticos en EEUU, Brasil, Australia y Sudeste asiático, que ha afectado a los cereales (más, con la crisis de Ucrania), la carne, el café y los aceites vegetales, cuyos precios llevan meses subiendo y batiendo récords desde mayo de 2013, según datos de la FAO, también por un aumento en la demanda mundial de alimentos.

Si añadimos a la sequía y a la subida internacional de los alimentos el fuerte aumento de la demanda en verano, por la llegada de turistas a España (16 millones de bocas más que alimentar sólo entre julio y agosto), todo apunta a una nueva subida de los alimentos, a partir de junio, tras un primer cuatrimestre con subidas moderadas, salvo las frutas (+6,3% de subida en el último año), carnes (+2,3% el cordero y 1% el pollo) y leche (+4,2%). Ahora, las mayores subidas se esperan en los derivados de los cereales (pan, pastas y cereales), las legumbres, algunas carnes, por la falta de pastos que obliga a utilizar piensos (cordero, cabrito, vacuno), algunas frutas y, para la próxima campaña, en el vino, el aceite y los turrones (la sequía ha diezmado la cosecha de almendra mediterránea). Y seguirá subiendo la leche, afectada por la falta de pastos y la escasez de la producción en España.

Estas próximas subidas podrían frenar la incipiente recuperación del consumo de alimentos este año, tras estabilizarse en 2013: el gasto medio en la cesta de la compra fue de 4.553 euros por hogar, un 0,4% más que en 2012, según Kantar, siendo dos tercios del gasto en alimentos envasados, cuyo consumo crece más que el de alimentos frescos. Pero 7 de cada 10 consumidores sigue restringiendo su consumo y sólo compra productos básicos. Está bajando el consumo de frutas (-2,2%) y carnes (-0,4%) y sube el consumo de leche (+1,1%) y lácteos (+1,9%), azúcar, legumbres, pan, huevos y aceites, según Agricultura.

La tendencia de compra apunta cada vez más hacia los supermercados baratos, que ya lideran las ventas (con un 34% del mercado), encabezados por Mercadona (22,3% ventas totales), Día (7,8%), Carrefour (7,7%), Eroski Súper (3,3%), Lidl (3%) y Alcampo (2,9%), según Worldpanel Distribución 2014. Les siguen las tiendas tradicionales (30,7% de las ventas), resto de supermercados (21%) y los híper (14% ventas), los que más pierden junto a las tiendas de siempre. Ahora la pelea se ha trasladado de los productos envasados a los frescos, frutas y verduras y carnes, donde los supermercados compiten con el mercado tradicional.

Pero la pelea básica sigue centrada en los alimentos envasados, bebidas, productos de limpieza y perfumería, donde siguen creciendo las marcas blancas, aunque menos que en años anteriores: suponen un 38% de las ventas (37% en 2012), según Nielsen, por encima de la media europea (35,8%), siendo el 4º país europeo con más penetración. Y en alimentación, las marcas blancas llegan ya al 45% de ventas, mientras hay tres supermercados donde las marcas blancas suponen más de la mitad de sus ventas: Mercadona (56,4%), Día (52,5%) y Lidl (78,3%). Sin embargo, en 2013 se han recuperado algo las marcas de fabricante, con un aumento del 0,5% en las ventas de los Top 100. Pero todavía, la mayoría de marcas bajan sus ventas, según la consultora IRI: Coca- Cola (-4,1%), Nestlé (-0,6%), Panrico (-12,6%), Perfumería Puig (-10,3%), Danone (-10,1%), Mahou (-2%), Colón /Calgonit (-7,9%), Puleva (-7,7%), Pascual (-2,4%), Nutrexpa (-1,8%)…

Las marcas blancas se han consolidado (acaparan el 72% de las ventas de aceite, por ejemplo), pero su tremenda fuerza preocupa por tres razones. Una, porque están hundiendo a muchas industrias y marcas de fabricante, expulsando competidores. Y con ello, han podido subir los precios de algunas de sus marcas, como demostró el estudio de The Battle Group. Y la tercera, que su política de compras y “ventas a pérdida” (precios “escaparate”, por debajo de coste, de aceite, leche o pollo) está hundiendo el campo, según denuncian las organizaciones agrarias, mientras la CNMC ha abierto varios expedientes por concertar precios.

A pesar de que continúa la guerra de precios en la cesta de la compra, los consumidores seguimos pagando los alimentos hasta cuatro veces más caros de lo que se les paga a agricultores y ganaderos: la diferencia media es de 4,72 veces en los productos agrícolas (+ 623% en la lechuga, +535% en la naranja o +783% en el calabacín)) y 3,06 veces en los ganaderos (+315% en la ternera, +260% en el cordero, +147% en el pollo, + 110% en la leche o +75% en los huevos). Eso se debe al extraordinario poder de la distribución: entre cinco controlan el 64% de las compras (Mercadona el 27%, Carrefour el 12,2 y Eroski y  Día 9,5% y Alcampo 5,8%). Un oligopolio que impone su poder frente a 30.000 industrias alimentarias (la mayoría pymes) y 330.000 productores agrarios, que apenas comercializan directamente sus productos (sólo 0,1% de venta directa frente al 15% en Europa). Y las 4.000 cooperativas agrarias españolas venden lo mismo que las cuatro mayores cooperativas de Holanda.

Nuestra cesta de la compra está en manos de unos pocos distribuidores, que marcan sus reglas y nos imponen sus marcas con el señuelo de los bajos precios. Y esto tardará en cambiar, a pesar de dos leyes recién aprobadas que pretenden hacer más transparente el mercado alimentario y fomentar las cooperativas. Pero al final, con la crisis, todos acabamos comprando lo más barato y fortaleciendo el oligopolio.

Ahora, el riesgo es que el Gobierno acepte las presiones de Bruselas, el FMI y el dictamen de la Comisión de expertos, que defienden subir el IVA de los alimentos, del 10 al 21 % para enero. Eso encarecería dos tercios de la cesta de la compra, que tiene ahora IVA reducido: carnes, pescados, aceite y azúcar, café, chocolate, pastas,  confitería y bollería, comida preparada de bebé, helados, yogures, frutas preparadas, zumos, agua y refrescos. Y casi todo lo demás, al subir también el IVA de los costes de producción del campo, desde semillas o fertilizantes al agua de riego, herbicidas o plásticos. En conjunto, la patronal de alimentación estima una subida de 600 euros por familia. El Gobierno dice que no subirá el IVA de los alimentos, pero la tentación está ahí: recaudaría 14.000 millones más.

Suba o no el IVA, los alimentos subirán este verano, a pesar de marcas blancas y ofertas. Es una buena razón para que el Gobierno y las asociaciones de consumidores refuercen los controles para asegurar la transparencia y la competencia, para que la distribución no haga su agosto a costa de nuestro carro de la compra. Con la comida no se juega.