jueves, 17 de julio de 2025

España, paraíso inmobiliario de Europa

Los inversores y Fondos extranjeros siguen con la fiebre de realizar inversiones inmobiliarias en España, desde la compra de oficinas a hoteles, viviendas, locales comerciales, naves logísticas, hospitales y residencias para estudiantes, también tierras. De hecho, España será este año el país europeo que atraerá más inversión inmobiliaria. Y  Madrid es la 2ª capital europea con más compras inmobiliarias, tras Londres, con Barcelona en 4º lugar. Los inversores siguen comprando inmuebles en España porque crecemos más, el boom del turismo, la bajada de tipos y por la alta rentabilidad, dada la constante subida de precios. Todo apunta a que seguirán las compras y la especulación inmobiliaria, con riesgo de generar otra “burbuja”, como la que estalló en 2008. Eso sí, esta fiebre de compras inmobiliarias  calienta” aún más el precio de la vivienda para quienes la necesitan: en el primer trimestre, la vivienda en España ha subido el doble que en la zona euro y cuesta 5.000 euros/m2 en Madrid y Barcelona. Unos especulan con la vivienda y otros no pueden pagarla.

                   Madrid, la 2ª capital europea con más inversión inmobiliaria extranjera, tras Londres

La inversión inmobiliaria en España ha dado un gran salto tres la pandemia. Ya había dado un primer salto tras el estallido de la “burbuja inmobiliaria”, al saltar de 4.700 millones en 2013 a un máximo de 13.900 millones en 2016 y estabilizarse en 12.000 millones en 2019, según datos de la consultora norteamericana CBRE. Pero en 2020, con la pandemia, la inversión inmobiliaria se desplomó, como todo (a 9.000 millones), recuperándose con mucha fuerza después: 17.625 millones invertidos en 2022. Y con la siguiente crisis (la guerra de Ucrania y la inflación disparada), pero sobre todo con la subida de tipos, cayó un 35% en 2023 (11.613 millones), para recuperarse en 2024, con una inversión inmobiliaria de 14.000 millones de euros, que sigue creciendo con fuerza en 2025.

La bajada de tipos del BCE y el fuerte crecimiento en España, más los récords anuales del turismo y la fuerte demanda de viviendas y alquileres han sido los factores que están impulsando las compraventas inmobiliarias en España, según CBRE. Aunque el 55% de las compras son de inversores españoles, el tirón de operaciones en 2024 (14.000 millones de euros, +20% sobre 2023) se ha debido sobre todo a las inversiones de Fondos de inversión extranjeros, sobre todo de EEUU (13% operaciones), Reino Unido (6%), otros paises europeos e inversores latinoamericanos (3,5% del total), que han concentrado sus operaciones en oficinas (el 40% del total) y en Madrid (35%) y Barcelona (16%).

Casi un tercio de las inversiones inmobiliarias hechas en 2024 han sido en promociones de vivienda e inmuebles (4.300 millones, el 31% del total), destacando la compra por Azora y GCI de las residencias de estudiantes del Fondo EQT. El 2º sector con más inversiones en 2024 han sido los hoteles (3.200 millones, el 23% del total), sobre hoteles de lujo en ciudades y zonas de costa. El tercer destino inversor han sido los locales comerciales (2.900 millones, el 20,7% del total), el negocio que más creció el año pasado (+129%), por la OPA del Grupo Hines y Lar sobre Lar España. Le siguen la compraventa de oficinas (1.600 millones, el 11,4% del total), muy repartida en toda España, y la compra de naves industriales y logísticas (1.400 millones, el 10% de la inversión total), concentradas en Madrid y Barcelona.

En 2025 sigue esta fiebre inmobiliaria en España: las compraventas se han disparado un +32% en el primer semestre, con 5.656 millones invertidos hasta junio, según datos de la consultora JLL. El mayor volumen de operaciones se ha dado en oficinas (1.579 millones, +105%), que ha vuelto a ser el subsector líder, seguido de la compraventa de locales (1.279 millones, +12%), industria y logística (951 millones, +120%), hoteles (860 millones, -38%), inmuebles residenciales (450 millones, +127%) y hospitales (397 millones, +177%). Y su previsión es que las operaciones se mantengan en la 2ª mitad de 2025, con lo que esperan un aumento de la inversión inmobiliaria del 15 al 20% en todo 2025.

Todos los expertos destacan que este año aumentará incluso “el apetito inversor” de los Fondos e inversores extranjeros por España, dado que volveremos a crecer más que el resto de Europa (+2,6%, casi el triple del +0,9% que espera crecer la zona euro), el turismo bate récord tras récord, los tipos siguen a la baja y hay una gran demanda de vivienda, oficinas, locales y otros inmuebles. Por eso, España figura como el primer destino de las inversiones inmobiliarias en Europa, que podrían alcanzar los 214.000 millones en 2025 (+23% que en 2014), según las previsiones de la consultora británica Savills, que nos sitúa por delante de Reino Unido y Francia, como destino de las inversiones inmobiliarias en 2025, según una encuesta a inversores hecha en febrero. Y los activos españoles preferidos por estos inversores son los inmuebles residenciales y las naves logísticas, aunque también muestran un interés creciente por las oficinas en zonas financieras, los hoteles, los Centros de Proceso de Datos y los locales comerciales.

Otra consultora internacional, la norteamericana CBRE, destaca el papel creciente de España como destino de las inversiones inmobiliarias mundiales y apuesta porque el país salte este año al 2º lugar del ranking europeo de inversión inmobiliaria, sólo por detrás de Reino Unido y por delante de Alemania, Polonia, Paises Bajos y Portugal (tras ocupar el 7º lugar en 2022 y el 4º puesto en 2024). Y además, hay dos ciudades españolas que están entre las capitales europeas más atractivas para los inversores inmobiliarios: Madrid, que ocupará este año el 2º lugar en el ranking europeo (era la 5ª en 2023), tras Londres, por delante de París (3ª), y Barcelona, que ocupará el 4º lugar (era la 6ª en 2023), por delante de Varsovia (5ª), Ámsterdam (6ª), Berlín (7ª), Lisboa (8ª), Copenhague (9ª) y Milán (10ª).

La previsión de CBRE es que la inversión inmobiliaria en España alcance los 16.000 millones de euros en 2025, con un aumento del 15% sobre 2024, que podría ser incluso mayor si se confirman algunas operaciones pendientes. Según su Encuesta a los inversores internacionales, un tercio (32%) van a apostar por el sector residencial, otro 27% por inmuebles para la logística, un 16% invertirá en oficinas, un 10% en locales comerciales y otro 9% en hoteles, sobre todo de lujo.

Como en 2024, la mayor inversión inmobiliaria extranjera irá a oficinas, pero el mayor interés se centra este año en el sector residencial, en los inmuebles para venta o alquiler, dada la extraordinaria demanda (les interesan sobre todo las viviendas de media y alta gama) y la falta de oferta y las excelentes perspectivas de rentabilidad, dado que los precios de las viviendas no dejan de subir, mes a mes. De hecho, en el primer trimestre de 2025, el precio de la vivienda en España ha subido más del doble que en la UE-27, según Eurostat: +12,3% frente a +5,7%, sólo por detrás de Portugal (+16,3%), Bulgaria (+15,1%) y Croacia (+13,1%) y muy por encima de la subida del +0,6% en Francia o el +3,8% en Alemania.

Este “boom” de precios ya ha provocado una OPA importante en el sector: la de Neidar (propiedad de Fondos extranjeros y españoles) sobre Aedas (propiedad del fondo USA Castelake), que dará lugar a la empresa promotora  líder en  España. Pero no sólo los inversores y los Fondos compran inmuebles en España: los extranjeros ya hacen el 15% de las compras de vivienda en España, sobre todo en islas y costa. Y eso explica que un 35% de las compras de viviendas se hagan al contado, sin hipoteca. Todo ello, el interés de los inversores y Fondos más los extranjeros que compran una 2ª residencia contribuyen a subir el precio de la vivienda. En junio, el precio medio de la vivienda en España era de 2.438 euros por metro cuadrado, según Idealista, un 40,68% más que hace 6 años (1.733 euros/m2 en junio 2019). Y es mucho más alto el precio en Madrid (5.642 euros/m2 y Barcelona (4.920 euros/m2).

El otro sector donde los inversores extranjeros (y algunos españoles) muestran más interés son los hoteles,  por el fuerte aumento de turistas (este año se esperan 100 millones de visitantes), que cada vez gastan más. Actualmente, hay multitud de Fondos USA y europeos “a la caza” de hoteles españoles, sobre todo de 5 estrellas y de lujo, donde más está creciendo la demanda. En unos casos, los inversores los compran con la intención de gestionarlos y venderlos en unos años y en otros sólo compran el activo pero mantienen la gestión en las cadenas hoteleras. Sólo en el primer semestre se han hecho compraventas de hoteles por valor de 1.800 millones. La primera gran compra de 2025, en mayo, fue el Hotel Barceló Raval de Barcelona, comprado por un Fondo alemán  (Real IS) a otro Fondo alemán (Unión Investment). En junio, la cadena Spring Hoteles compró el complejo hotelero Mare Nostrum (Tenerife) al Fondo canadiense Brookfield. Y en julio se ha anunciado que un Fondo USA (LCN) quiere hacerse con el control de Silken, la mayor cartera hotelera del mercado. Y para septiembre se esperan nuevas operaciones hoteleras.

Además de las compraventas de oficinas, inmuebles residenciales, sedes logísticas, locales comerciales y hoteles, sigue habiendo bastante apetito inversor extranjero por los hospitales (por el auge de los seguros privados que tienen 13 millones de españoles), las residencias de estudiantes (no hay alquileres asumibles para los jóvenes y eso preocupa a muchas Universidades) y las residencias de ancianos (con escasas plazas, a pesar del envejecimiento de la población), las instalaciones para Centros de Datos (un negocio en auge por la digitalización y la inteligencia artificial) y hasta el suelo agrícola, tanto para la instalación de paneles solares y molinos eólicos como para atender a la demanda de nuevas instalaciones agrarias y agroalimentarias (los inversores lo llaman “agro business”).

¿Por qué hay tanta fiebre de los inversores inmobiliarios por España? Básicamente, porque el fuerte crecimiento, el turismo récord y la alta demanda auguran altos beneficios. En el 2º trimestre de 2025, la rentabilidad del sector inmobiliario era muy elevada: 7,2% de rentabilidad para el inversor que tiene alquileres, 11,5% de rentabilidad para las oficinas, 10,1% para los locales comerciales y 6,7% para las plazas de garaje, según datos de Idealista. Pero eso lo miran sobre todo los inversores particulares. Los Fondos internacionales analizan el retorno de su inversión: cuánto van a poder ganar en poco tiempo vendiendo lo que han comprado. Su motivación es la pura especulación: vender mañana más caro de lo que compraron. Un ejemplo: el hotel Raval lo compró en 2012 un Fondo alemán por 40 millones y lo vende ahora a otro Fondo alemán por 70 millones…

Esta perspectiva de rentabilidad, en las inversiones inmobiliarias, las oficinas, los locales y Centros comerciales o los hoteles es lo que está moviendo el mercado y haciendo que España sea tan atractiva. ¿Hay riesgo de que se esté generando otra burbuja inmobiliaria? Los expertos dicen que no, pero no está tan claro si se enturbia el panorama económico internacional y eso afecta al fuerte crecimiento de España. Y el problema es que la mayor parte de esta inversión inmobiliaria, igual de rápido que viene se va, a Varsovia, a Lisboa o a cualquier ciudad latinoamericana o asiática donde pueda hacer negocio rápido.

Lo que está claro es que estos inversores y Fondos no van a resolver el grave problema de la vivienda en España, sino que lo agravan. Ya hay demasiados ejemplos de fondos que se dedican a comprar edificios para echar a los inquilinos y luego disparar los alquileres. Y lo que es seguro es que la fuerte demanda de inmuebles (y solares) por parte de inversores y Fondos extranjeros (para luego vender y alquilar) está disparando aún más los precios de venta y alquiler de la vivienda, que suben más que en la mayoría de Europa. Por eso, habría que regular el papel de estos inversores y Fondos, para que no “enturbien” más el mercado y contribuyan a aumentar la oferta y ofrecer pisos y alquileres razonables. Pero está claro que esto no es lo que buscan cuando invierten en España.

lunes, 14 de julio de 2025

Menos trabajadores en 2050

La crisis demográfica es otro grave problema de este siglo, como la emergencia climática, del que apenas se habla. Y mientras, Europa pierde población y envejece, lo que hará caer el número de trabajadores. En España, habrá 2,55 millones de personas menos en edad de trabajar para 2050, lo que complicará la economía, la recaudación, las pensiones y los servicios públicos. El problema de fondo es la caída de la natalidad y el envejecimiento de la población, que provocarán una caída de 2,4 millones en los nacidos en España para 2050, aunque la población total será mayor que ahora (55 millones) porque “nos salvarán los inmigrantes” (8,2 millones de residentes más nacidos fuera de España). Por eso, la “propuesta” de Vox de expulsar a 8 millones de extranjeros no es sólo injusta y xenófoba sino también “una locura económica”: colapsaría el país. Urge un Pacto demográfico para subir la natalidad, apoyar más a las familias y organizar la inmigración a medio plazo. Un reto para la supervivencia de toda Europa.

Europa tiene un grave problema demográfico que provocará, en los próximos 50 años, una fuerte caída de la población y su envejecimiento, con la consiguiente bajada de la población en edad de trabajar, frenando su crecimiento y asfixiando sus economías, según las proyecciones de población hechas en 2020 por la Comisión Europea. Los datos son muy preocupantes: los 452,85 millones de europeos (UE-27) de 2024 aumentarán hasta 2026 (453,38 millones) y a partir de ahí, bajará la población, sobre todo a partir de 2035, para caer a 448 millones en 2050 y a 429,8 millones en 2074 (-23 millones de europeos dentro de 50 años). 

Una caída de población que se debe a la caída de la natalidad, acompañada del envejecimiento de la población (los mayores de 65 años pasará de ser el 20% al 30% de la población) y que provocará una caída del número de trabajadores: las personas en edad de trabajar pasarán de ser el 59% de los europeos en 2019 al 51% (de menos población) en 2070. Y eso se traducirá en menos crecimiento, menos recaudación, más gastos sanitarios y en cuidados y menos cotizaciones e ingresos para sostener las pensiones y los servicios públicos.

La caída de la población europea en los próximos 25 y 50 años será distinta por paises, según las proyecciones de Bruselas. Italia será el país que más población perderá: -1,38 millones entre 2024 y 2049 y -6,2 millones de habitantes entre 2024 y 2074. También perderán mucha población Grecia, Croacia y la mayoría de los paises del Este (especialmente Polonia y Hungría). Algunos paises (pocos) ganarán población: Dinamarca, Suecia, Irlanda, Chipre, Malta y Luxemburgo. Y el resto, en general perderán población, sobre todo a partir de 2050. Alemania perderá sólo -178.339 habitantes entre 2024 y 2049, pero serán -800.000 entre 2024 y 2074. Y Francia, que lleva décadas fomentando la natalidad y con muchos inmigrantes, será una excepción: ganará 2,4 millones de habitantes entre 2024 y 2049, aunque luego empeorará sus cuentas demográficas y sólo ganará 1,33 millones de habitantes entre 2024 y 2074.

España será otra excepción, ya que ganará población en los próximos 25 años, aunque la perderá en 50 años, según las proyecciones de la Comisión Europea (2020): ganará 2,5 millones de habitantes entre 2024 y 2049, pero al final perderá 700.000 residentes entre 2024 y 2074. Lo mismo les pasará (subir población hasta 2049 y luego bajarla) a Portugal, Paises Bajos, Austria, Bélgica, Chequia, Estonia, Eslovenia, Eslovaquia y Finlandia.

Sin embargo, una proyección de población más reciente, la del INE de junio de 2024, apuesta a que España realmente ganará población en los próximos 25 y 50 años: pasaremos de ser 48.610.458 habitantes en 2024 a 54.834.632 habitantes en 2049 (+6.224.174 habitantes) y a estabilizarnos en 54.588.195 habitantes en 2074. Pero este aumento de la población total es “engañoso”, porque se debe exclusivamente a la entrada de inmigrantes. Los “nacidos en España” caen drásticamente :de 39.698.012 en 2024 a 37.331.032 (-2,36 millones) y a 33.309.658 en 2074 (-6,38 millones de nacidos en España). Y los “nacidos en el extranjero” residentes en España saltan de 9.379.972 habitantes en 2024 a 17.503.600 en 2049 (+8,1 millones de residentes) y a 21.278.537 nacidos en el extranjero en 2074 (+11,89 millones que en 2024). O sea, que para dentro de 50 años, se “pierden” 1 de cada 6 nacidos en España y se duplica con creces  el número de residentes que han nacido fuera de España.

Esta importante caída en la población “nacida en España” se debe, básicamente, al desplome de la natalidad en nuestro país: si a la muerte de Franco, en 1975, eran 2,8 los niños por mujer, en 2017 ya eran la mitad (1,3) y han caído a 1.15 niños por mujer en 2024, la 2ª tasa de fecundidad más baja de la UE-27, tras Malta. Y eso ha provocado que la población caiga  en España desde 2017 (30.772 muertes más que nacimientos), año tras año (-132.604 fue el saldo vegetativo en 2024). Y el INE espera que este saldo de población (nacimientos-defunciones) aumente en los próximos años: -120.636 pérdidas anuales entre 2029 y 2033, -259.991 al año entre 2049 y 2053 y hasta -319.890 de pérdida anual de población entre 2064 y 2068, con -296.039 de pérdida anual entre 2069 y 2073.

Estas pérdidas de población “nacida en España” se van a compensar, según las proyecciones del INE, con la entrada neta de inmigrantes en las próximas décadas. El saldo migratorio (entradas menos salidas de “nacidos en el extranjero”) pasará de 454.232 en 2019 a 787.195 en 2024, 407.477 entradas anuales entre 2029 y 2033, 287.000 anuales entre 2049 y 2053 y después, unas menores entradas (algo menos de 300.000 al año) entre 2054 y 2073.

Lo peor no es sólo que caiga  la población nacida en España sino que además, el conjunto de la población española (y europea) va a envejecer, porque la esperanza de vida ha aumentado mucho y seguirá al alza: de 73,44 años en 1975 a 83,47 en 2024 (+10 años) y 86,62 años en 2050 (84,44 los hombres y 88,91 las mujeres). Eso lleva a un mayor peso de los mayores (+ de 65 años), que pasan de ser hoy el 20% de la población al 30% en 2050 y décadas siguientes. En contrapartida, habrá menos jóvenes, con lo que se reducirán las personas en edad de trabajar, un problema grave para el crecimiento, la recaudación de impuestos y cotizaciones, poniendo en aprietos las pensiones y servicios públicos.

Lo más llamativo de la caída de la población nacida en España es la caída de las personas en edad de trabajar, la futura pérdida de trabajadores. Un reciente estudio de Randstad pone cifras a este preocupante problema: la población en edad de trabajar (15-64 años) caerá en España de 31.727.218 personas en 2025 a 29.170.592 personas en 2050 (-2.556.626 españoles en edad de trabajar). La mayor caída en la población que puede trabajar se dará a partir de 2035, cuando se jubilen los nacidos en el baby boom de los años 60, y sobre todo a partir de 2040 (cuando se jubilen los nacidos en los años 70).

Esta caída en la población en edad de trabajar se produce, de nuevo, entre los nacidos en España, que son los que tienen menos hijos. Así, los españoles de 20 a 64 años, en plena edad de trabajar han pasado de 24.489.040 en 2008 (el máximo) a 23.157.641 en 2020 y bajarán a 22.364.422 españoles en edad de trabajar en 2025  (-2,12 millones desde 2008). Y mientras, los residentes nacidos en el extranjero en edad de trabajar han aumentado de 4,67 millones en 2008 a 5,73 millones en 2020 y serán 7,51 millones en 2025 :+2,84 millones desde 2008, lo que ha permitido el crecimiento del empleo y la economía. Además, de esos 2,55 millones menos para trabajar que se espera para 2050, la mayoría ( 1,72 millones) será la pérdida de activos con menos de 54 años, los más productivos.

La disminución de la fuerza laboral en España (y en Europa) en las próximas décadas, provocará una mayor falta de trabajadores (de lo que ya se quejan ahora las empresas), una menor movilidad laboral y una menor productividad, mientras no habrá “relevo generacional” para muchas profesiones y empleos. En paralelo, el envejecimiento de la población aumentará el gasto en sanidad, cuidados y pensiones, mientras habrá menos trabajadores pagando impuestos y cotizando para financiar pensiones y servicios públicos.

¿Qué se puede hacer? Lo primero y fundamental es promover la natalidad, como lleva décadas haciendo Francia, el país que ganará más población hasta 2050. Eso obliga a un Pacto de Estado por la natalidad, que incluya múltiples medidas: ayudas por hijo (graduadas por edades e ingresos familiares), educación gratuita 0-3 años, medidas de conciliación laboral efectiva (con más guarderías en las empresas), política pública de cuidados a mayores y discapacitados (para liberar a las mujeres) y, sobre todo, un conjunto de políticas públicas para ayudar a las familias con hijos: facilitarles el acceso a la vivienda es clave.

Otra medida clave es atraer talento extranjero (jóvenes con formación tecnológica y digital) y fomentar la inmigración legal, sobre todo dirigida a la contratación en origen de trabajadores que faltan en España (campo, construcción, hostelería, cuidados…). Actualmente ya, la inmigración ha sido clave para el fuerte crecimiento de España tras la pandemia: los expertos estiman que la mitad del crecimiento del PIB español ha sido por el trabajo inmigrante. Los datos son esclarecedores: de los 1.891.000 empleos creados en España entre 2019 y 2024, casi las tres cuartas partes (1.351.000, el 71,44%) han sido ocupados por extranjeros (848.700) o trabajadores con doble nacionalidad (502.300, la mayoría latinoamericanos), según la última EPA. Y sólo en 2024, de los 468.000 empleos creados, sólo 59.000 fueron a trabajadores “nacidos en España

Esto no debería alimentar la xenofobia, porque la mayoría de estos trabajos no son cubiertos por “españoles” porque no los buscan igual, porque suelen ser más precarios y peor pagados (en el campo, la hostelería, el transporte,  la construcción, el servicio doméstico o los cuidados de niños y ancianos). En cualquier caso, las proyecciones del INE son claras: para que España no pierda población, hacen falta más inmigrantes, al menos 6,38 millones en los próximos 50 años. Y si no vienen a España más extranjeros, faltarán trabajadores, porque los españoles en edad de trabajar van a caer drásticamente de aquí a 2050.

Por todo esto, no tiene sentido la propuesta de Vox de expulsar a 8 millones de inmigrantes, una medida no sólo injusta y xenófoba sino económicamente peligrosa, porque nos hacen falta inmigrantes para compensar la falta de jóvenes y mantener el crecimiento y los servicios. Eso sí, hace falta otro Pacto, por una inmigración legal y organizada: planificar a varias décadas los inmigrantes que necesitamos y adoptar políticas para buscarlos y atraerlos, no continuar con las llegadas descontroladas. Actualmente, somos 49.153.849 personas viviendo en España (1 abril 2025) y de ellos, un 14,13% tienen nacionalidad extranjera (6.947.711 residentes), aunque hay que matizarlo, porque 2,5 millones de ellos son europeos. Se trata de un porcentaje alto, pero similar al de otros paises europeos (Alemania, Francia) y “asumible”, porque los necesitamos. Otra cosa es planificar mejor la inmigración hasta 2050, sin xenofobia y asimilándola.

En resumen, que la caída de población es uno de los grandes retos del siglo XXI, junto a la crisis climática y la revolución tecnológica y digital. Y hay que afrontar ya los problemas que se nos vienen encima, sobre todo la caída de trabajadores mientras la población envejece, lo que supone una bomba de relojería para el crecimiento, las pensiones y los servicios públicos. No podemos esperar, porque las medidas a tomar (fomento natalidad, ayudas a la familia y planificación de la inmigración) tardan décadas en hacer efecto. Hagan algo ya.

jueves, 10 de julio de 2025

La inflación dispara el gasto familiar

El gasto de los hogares batió un récord histórico en 2024: creció un +12,5% sobre antes de la pandemia, por la fuerte subida del gasto en sanidad, alimentación, vivienda,  educación,  hoteles y restaurantes. Un mayor gasto, sustentado en la subida de salarios y pensiones, que es “un espejismo”: gastamos más por la inflación, porque todo ha subido, pero en realidad gastamos menos que en 2019 (-7,5%). Los que más han aumentado su gasto estos años son las familias con menos ingresos, porque gastan porcentualmente más en alimentación y vivienda, lo que más ha subido, por lo que tienen más problemas para llegar a fin de mes. Y además, la renta real de los hogares  (ingresos descontando la inflación) es todavía menor que en 2008 (-4,3%). Un dato que explica por qué muchos españoles no acaban de “notar” la mejora de la economía, aunque crecemos y creamos más empleo que Europa. Pero la inflación ha subido un 33,5% y ese aumento se ha “comido” nuestro nivel de vida.

                            Enrique Ortega

El gasto medio por hogar fue de 34.044 euros en 2024, un 4,4% más que en 2023 y un máximo histórico, no sólo respecto a antes de la pandemia (30.243 euros en 2019) sino respecto a antes de la crisis financiera (31,773 euros en 2008), según la reciente Encuesta de Presupuestos Familiares del INE. La mayor parte del gasto familiar se destina a la vivienda, agua, luz y gas (11.029 euros en 2024, el 32,4% del gasto total), seguida de la alimentación (5.391 euros anuales, el 15,8%), el transporte (3.877 euros, el 11,4%), los hoteles y restaurantes (3.374 euros, un 9,9% del total), seguidos a distancia del gasto en actividades recreativas, deporte y cultura (1.692 euros, el 5% del gasto total), vestido y calzado (1.432 euros, el 4,2%), sanidad (1.377 euros, el 4%),  muebles y artículos del hogar (1.274 euros, el 3,7%), seguros y financiación (1.270 euros, el 3,7%), cuidado personal y servicios (1.228 euros, el 3,6%) y bebidas, alcohol y tabaco (447 euros, el 1,3%).

Otro hecho relevante es que el gasto familiar no es homogéneo y ha crecido más, tanto en 2024 como en los últimos años, en las familias con menos ingresos, que son las que suelen gastar más porcentaje de sus ingresos en vivienda, alimentación y sanidad, lo que más ha subido. Así, según el INE, el 20% de las familias con menos ingresos aumentaron su gasto en 2024 (17.610 euros) un 10,9% y el 40% siguiente con rentas bajas y medias (que gastan entre 24.500 y 30.907 euros anuales)  los aumentaron un 6%, por encima de la media (+4.4%), mientras el 20% más rico sólo aumentó su gasto un +1,9% (hasta 58.272 euros).

Esta estructura del presupuesto familiar en 2024 revela un cambio en los hábitos de gasto de los españoles tras la pandemia. Básicamente, ha aumentado el gasto de los hogares en sanidad (gastamos ahora +31,4% que en 2019, por la ampliación y subida de los seguros médicos más otros gastos sanitarios, como la atención  bucodental, óptica y rehabilitación), en alimentación (el gasto familiar en comida y bebida ha aumentado un +25,78% desde 2019), en vivienda (+16,8% de gasto, por la subida de alquileres e hipotecas, junto al agua, luz y gas, a pesar de las ayudas y la bajada del IVA), en educación (+14,96% por las guarderías, colegios privados y concertados más transporte y comida escolar) y en el mayor gasto en hoteles y restaurantes (+13,58%), porque tras la pandemia “salimos más”.

Aquí también ha habido un comportamiento diferente del gasto, tras la pandemia, según los ingresos del hogar. Así, el gasto en viviendas y alimentos (lo que más ha subido) tiene mucho peso en las familias con menos ingresos: para el 20% más pobre, ambas partidas se llevan casi dos tercios de sus ingresos (el 60,2%, frente al 60,7% en 2019). Y gastan más en restaurantes y hoteles (6,3% del gasto total frente al 5,6% en 2019), mientras gastan porcentualmente menos en transporte (6,6% frente al 7%) y lo mismo en ocio y cultura (5%). El 40% restante, con rentas bajas y medias, gasta ahora más en vivienda y alimentos que en 2019, también en bares y restaurantes y menos en transporte y ocio. Pero el 20% más rico gasta mucho menos que el resto en vivienda y alimentación (el 40,1% de su presupuesto, un tercio menos que los más pobres), lo que más ha subido y más en transporte (15,9%), restaurantes y hoteles (11,9%) y ocio y cultura.

Por autonomías, las más ricas son donde más ha aumentado el consumo de los hogares entre 2019 y 2024, según el INE: País Vasco (15.504 euros de gasto por persona, un 13,8% por encima de los 13.626 de gasto medio por persona en España), Madrid (15.108 euros de gasto por persona en 2024), Cataluña (14.476 euros), Baleares (14.421 euros), Asturias (14.221 euros) y Aragón (14.178 euros). Y donde menos, en las regiones más pobres, que gastan casi la mitad:  Melilla (8.586 euros por habitante), Extremadura (11.398 euros), Ceuta (11.858 euros), Andalucía (11.865 euros) y Castilla la Mancha (11.921 euros).

El aumento del gasto de los hogares tras la pandemia ha sido posible por la subida del empleo (1,8 millones más trabajando) y la subida de salarios y pensiones. Pero no ha sido suficiente y los españoles han tenido que “tirar de los ahorros para pagar sus gastos y llegar a fin de mes: la tasa de ahorro cayó del 25,6% a mediados de 2020 al 7,7%  en septiembre de 2022, para afrontar lo peor de la inflación, aunque luego volvió a subir (se ahorraba el 14% de los ingresos al principio de 2024) y ahora lleva año y medio bajando (12,8% de ahorro el primer trimestre de 2025, según el INE).

En cualquier caso, el gasto histórico de los españoles en 2024 es “un espejismo, porque en realidad gastamos menos que en 2019, porque la inflación se ha disparado estos años. Así, si en 2024 gastamos de media 34.044 euros por hogar, un 12,5% más que en 2019, como la inflación creció un 20% estos cinco años, en realidad estamos gastando un 7,5% menos. A lo claro: gastamos más, pero compramos y consumimos realmente menos.

Esta realidad explica quizás que muchos españoles no acaben de “notar” la mejora de la economía, porque la inflación se ha comido parte de sus ingresos y sigue costándoles mucho llegar a fin de mes. Por un lado, los salarios en convenio han subido menos entre 2019 y 2024 (+13,39%) que la inflación media (+17,50% estos años). Y eso, junto a que todo ha subido, ha obligado a tirar de ahorros y ayudas para conseguir gastar más (para comprar menos). Otra forma de verlo es analizar la evolución de renta media neta de los hogares: ha pasado de 30.690 euros en 2019 a 38.365 euros en 2024. Pero si descontamos la inflación, la renta media real sólo ha crecido de 27.258 a 28.742 euros (+5,44%), según Funcas. Y un dato más llamativo: la renta real (descontando la inflación) de los hogares en 2024 (28.742 euros) era inferior a la renta real de 2008 (30.045 euros por hogar).

A lo claro: ganamos más, pero en realidad ingresamos menos que en 2008, porque la inflación acumulada (+33,5%) se ha comido nuestro aumento de ingresos (+27,7%), según Funcas. Eso podría explicar por qué una mayoría de españoles (55,3%) veían la economía española en una situación mala (37,3%) o muy mala (18%) en el Barómetro del CIS de mayo 2025, una valoración más pesimista que la del Barómetro de mayo 2019 ( sólo un 43,4 % veían la situación económica de España como mala o muy mala). Sin embargo, este pesimismo sobre la economía contrasta con el mayor optimismo sobre la propia situación económica personal: ahora (Barómetro CIS mayo 2025), el 69,3% de los encuestados la ven muy buena (3,8%), buena (65,5%) o regular (7%) y sólo un 23% mala o muy mala, mientras hace cinco años, antes de pandemia, eran la mitad que hoy (el 33,7%) los que la veían bien.

En cualquier caso, al margen de la percepción sobre la economía del país y la propia, tenemos un problema de fondo: la inflación se ha disparado en los últimos 16 años y los ingresos de los hogares han crecido menos, aunque en los últimos años hayan mejorado salarios, pensiones y empleos. Eso quiere decir que no podemos bajar la guardia de la inflación, porque aunque ahora sea baja (+2,2% anual en junio), se va acumulando y se come nuestros ingresos, dificultado el consumo y llegar a fin de mes. Y aunque España crezca más que la mayoría, la mayoría de los familias (sobre todo las más modestas) “no lo notan”.

Habría que actuar en dos frentes. Por un lado, tomar más medidas eficaces contra la inflación, que pasan por mejorar la competencia en todos los sectores y actividades, evitando “monopolios de hecho en muchos negocios y reduciendo márgenes (beneficios) injustificados. De hecho, el BCE y otros banqueros centrales asumen que “la avaricia de las empresas (disparando márgenes y beneficios) disparó la inflación” y que, ahora, con la inestabilidad comercial y geopolítica mundial, es otra vez el mayor riesgo de repunte de la inflación.

Y por otro lado, hay que aumentar los salarios e ingresos de los hogares, que siguen siendo más bajos que en el resto de Europa: 4 de cada 10 trabajadores ganan menos de 1.214 euros netos y el salario por hora en España (18,9 euros) queda lejos del de la UE-27 (25,2 euros), Francia (29,7 euros), Alemania (33,6 euros) e Italia  (35,2 euros). Esto explica, junto a la inflación, que el consumo per cápita real (descontando la inflación) de los españoles haya aumentado sólo un +0,2% entre 2019 y 2024, mientras en la eurozona aumentó +1,4%.

Pero hay que hacer una reflexión de fondo: para que los españoles tengan mejores salarios, hay que mejorar la productividad de la economía, para que crezca no sólo porque hay más gente trabajando (como pasa ahora, sobre todo por la llegada de inmigrantes) sino porque los que trabajan sean más eficientes, no tanto por ellos sino porque mejore y se modernice el modelo económico español, incorporando más innovación y tecnología, más digitalización, más industria y exportación, unas empresas de mayor tamaño y mejor organizadas, que integren y organicen mejor el capital humano. Todo un reto, la mejora de la productividad, que lleva años, pero que es clave para conseguir que más gente gasten y vivan mejor. Y lo noten.

lunes, 7 de julio de 2025

Ola de calor y Bruselas rebaja política climática

La primera ola de calor de este verano ha dejado un mapa de muertes y problemas en toda Europa, especialmente en España. Y junio ha sido el mes más cálido de la historia. No es casualidad: la ONU reitera que la culpa es del Cambio Climático, que el Planeta se está volviendo “más caliente y más peligroso”. Pero el miércoles, con Bruselas a 37 grados, la Comisión Europea “suavizó” su política climática, aprobando “un truco contable”: permite a paises y empresas emitir más CO2 del previsto si a cambio pagan a otros paises (pobres) que reduzcan sus emisiones. “Externalizan” la gestión de las emisiones como algunos proponen hacer con los inmigrantes… Y eso pasa cuando los autócratas de medio mundo, de Trump a Milei, niegan el cambio climático y el PP y Vox hacen políticas negacionistas en Murcia, Valencia, Extremadura o Aragón, además de en sus Ayuntamientos. No nos quejemos del calor extremo: exijamos a los políticos que aceleren las medidas contra la emergencia climática. Ya.  

                    Vendrán más olas de calor, antes y más graves y duraderas

Por si alguien tenía dudas del “Cambio Climático”, nos ha caído encima la primera ola de calor del verano, que por primera vez empezó en junio: el domingo 29 fue el día más caluroso en España desde que hay registros (1950) y más de 100 localidades superaron la semana pasada los 40 grados (46 grados en El Granado, Huelva). Y este junio ha sido el más cálido de la historia: 23,6 grados de media, 0,8 grados más que en junio 2017 (anterior récord).  La ola de calor no se ha sufrido sólo en España, sino que ha recorrido toda Europa, desde Reino Unido a Turquía, con muertos incluso en Francia e Italia. En España, el sistema MOMO (Instituto Carlos III) estima que ha habido 390 muertos en junio por la ola de calor, más 53 en los dos primeros días de julio, la mayoría mayores de 75 años (338 en junio).

Ya son varios años en que se producen olas de calor, sobre todo en España y la Europa del sur, con un tremendo saldo de muertes, incendios forestales y daños a la agricultura y la ganadería, las infraestructuras, el turismo  y las empresas, así como a los ecosistemas terrestres y marinos. En Europa se produjeron 47.690 muertos por olas de calor en 2023, según un estudio de Nature Medicine. Y en España, los datos del sistema MOMO señalan que hubo 3.521 muertos por olas de calor en 2024. Pero sólo en la primera mitad de 2025 (hasta junio), se estima que ha habido ya 2.168 muertos por altas temperaturas.

El calor extremo ya no es una novedad en el mundo y menos en la Europa del sur, donde llevamos varios años sufriendo olas de calor, especialmente desde 2022. “El Planeta se está volviendo más caliente y más peligroso: ningún país es inmune”, declaraba la semana pasada en Sevilla (a más de 40 grados) el secretario general de la ONU, Antonio Guterres. Y los expertos insisten: “la ola de calor no es una casualidad, es consecuencia del Cambio Climático, que la hace 5 veces más probable”, según la plataforma científica Climate Central. El “mecanismo” es bien conocido: la acumulación de gases de efecto invernadero (CO2, metano, óxido nitroso, hidrofluorocarbonos, perfluorocarbonos y hexafluoruro de azufre) hacen como de “paraguas” que retiene el calor solar y aumenta las temperaturas. En España, la temperatura media de 2024 fue 1,64 grados más alta que en 1961.

Los expertos de la ONU (IPPC) calculan que cada medio grado adicional de calentamiento global de la atmósfera causa aumentos importantes en la intensidad y frecuencia de las temperaturas extremas. Y dado que el Planeta sigue calentándose año tras año, estiman que los paises sufriremos cada vez más olas de calor, que llegarán antes (normalmente se daban en julio y agosto, pero ahora han sido en junio) y que serán más graves y duraderas. Así que no nos extrañemos de lo que está pasando: “el calor extremo ya no es un fenómeno raro, se ha convertido en la nueva normalidad”, alertó Antonio Guterres en Sevilla, pidiendo “más ambición” a los Gobiernos en la lucha contra esta “emergencia climática.

El problema es que el clima empeora cuando en medio mundo se consolidan los líderes políticos que niegan el Cambio Climático, como Trump en USA o Milei en Argentina. Los autócratas del mundo y la extrema derecha han convertido la lucha contra las políticas “verdes” como uno de sus principales caballos de batalla cultural y política (junto a los inmigrantes, el feminismo y los impuestos). El “anti-ecologismo es una seña de identidad de la extrema derecha y parte de la derecha internacional, con su corolario de oposición a cualquier regulación medio ambiental (“imposición ideológica verde”, dice Vox) para frenar el Cambio Climático. Y con ello, hay cada vez más paises y Gobiernos que no toman medidas decididas para reducir las emisiones que provocan y aceleran las olas de calor.

En Europa, las últimas elecciones en la UE (junio 2024) supusieron una derechización del Parlamento Europeo y la Comisión, con un mayor peso de la derecha y la extrema derecha. Por eso, el PP Europeo vetó la Ley de Restauración de la Naturaleza, que puso salir adelante en el Parlamento europeo (julio de 2023) gracias al voto de socialistas, liberales, verdes, izquierda y algunos eurodiputados 'populares' que apoyaban la norma (324 votos a favor y 312 en contra). Y además, el PPE promovió el aplazamiento de la entrada en vigor de la Ley de Deforestación y diluyó la Ley de Biodiversidad. Con la nueva Comisión Europea y la extrema derecha negacionista ganando terreno en media Europa, ganan peso los que creen que Europa debe echar el freno a las políticas climáticas de vanguardia, porque perjudican a la competitividad de las empresas europeas.

El último ejemplo de esta “nueva ecología europea” lo dio la Comisión Europea el miércoles pasado, 2 de julio, precisamente cuando en Bruselas hacía unos inusuales 37 grados… El Gobierno europeo aprobó una enmienda a la Ley europea del Clima (en vigor desde julio de 2021) que pretende “flexibilizar” algunas medidas para reducir las emisiones europeas, manteniendo el mismo objetivo final de la Ley: que se reduzcan el 90% para 2040 (respecto a las de 1990) y emisiones netas cero para 2050.

La primera medida “de flexibilización” es que se permite a los paises, sectores y empresas que en vez de reducir las emisiones previstas, puedan reducirlas algo menos a cambio de que compren derechos de emisiones de CO2 a paises y empresas de fuera de la UE. Es decir, que un sector como el automóvil o la aviación, por ejemplo, pueden recortar menos sus emisiones de CO2 (desde 2036) siempre que a cambio compren derechos (paguen) a paises o empresas que hayan reducido emisiones, por ejemplo una empresa que tiene bosques en Brasil o una sociedad extranjera que ha invertido en renovables o en mecanismos de absorción de carbono. A lo claro: yo sigo emitiendo a cambio de pagar a otros (paises pobres y empresas del sur Global) para que emitan menos. Se trata de externalizar” una parte de las emisiones (hasta el 3%), un mecanismo que ya intentó Italia con sus inmigrantes (en Albania) o que hace Trump con las prisiones de El Salvador.

Además de este “nuevo mecanismo” para facilitar la descarbonización de empresas y sectores europeos, la enmienda aprobada permite otro mecanismo de “flexibilización”: la reducción de emisiones se podrá compensar entre sectores y empresas, de tal manera que se evita imponer un plan “rígido” de recorte, lo que ha sido aplaudido por las empresas. Y además se incluyen nuevos mecanismos para reducir emisiones y cobrar derechos de CO2, como la reforestación y las técnicas de captura y almacenaje de CO2 (poco desarrolladas y “poco viables”, según muchos expertos, que lo consideran una vía de posibles fraudes).

Muchos expertos y ecologistas han criticado con dureza estas nuevas medidas de Bruselas, calificándolas de “trucos contables” para retrasar medidas efectivas contra las emisiones. Y creen que ante la grave emergencia climática que vivimos, “socaban la credibilidad de las políticas climáticas europeas”, según la Oficina Europea de Medio Ambiente (EEB). Para Greenpeace, las medidas “abren la puerta a hacer trampas para reducir las emisiones” y critican dejar en manos de terceros una responsabilidad que debe asumir Europa: “pagar a otros paises (pobres) para que reduzcan tus emisiones en tu nombre no es liderazgo, es posponer el problema”, añaden, criticando que la Comisión priorice los criterios económicos (competitividad e inversiones) sobre la urgencia medioambiental.

Ahora, estos cambios en la gestión de las emisiones han de ser ratificados por los Gobiernos europeos y por el Parlamento Europeo, algo que parece muy posible. Y el siguiente paso es que Europa apruebe su Plan Climático 2035, que debía haber presentado en febrero y que ahora se promete para septiembre. Ahí volveremos a ver si la Comisión Europea suaviza sus objetivos medioambientales, como se temen muchos expertos y ONGs. Mientras, la ONU insiste en que hay que avanzar más, que los paises “se tienen que poner las pilas” y aprobar Planes de recorte de emisiones más drásticos y eficaces. Porque con los Planes presentados hasta ahora por los 192 firmantes del Acuerdo de París, la temperatura de la Tierra aumentaría 2,6 grados para 2100, un aumento que trastocaría el clima y la economía, dado que supera con crecer el tope límite de 1,5 grados fijado como “sostenible” por los expertos.

La ONU y los científicos están muy preocupados porque la emergencia climática avanza a mayor ritmo y los paises no reducen emisiones sino que las aumentan: en 2024, las emisiones de CO2 en el mundo fueron de 37.400 millones Tm de CO”, un +0,8% que en 2023., según Carbón Monitor. China (responsable del 32% de las emisiones mundiales) aumentó sus emisiones un 0,2%, EEUU (responsable 13% emisiones totales) las bajó un 0,6%, la India (8% emisiones mundiales) las aumentó un 4,6%, la Unión Europea (7% emisiones totales) las bajó un 3,8% y el resto del mundo (38% emisiones) las subió un 1,1%. Y este año 2025, hasta abril, las emisiones mundiales han subido otro 3%, según Carbón Monitor. España aumentó sus emisiones de CO2 en 2024 (278 millones Tm, +0,9%).

Ante este panorama, con Trump en plan negacionista (“perfora, niño, perfora”) y China e India “a su aire”, el papel de Europa es aún más decisivo, aunque avancen los negacionistas. Por todo ello, la ONU organizó una “Cumbre Climática virtual” el 23 de abril, donde participaron Brasil y 17 líderes de economías desarrolladas (entre ellos Pedro Sánchez, de España), China, África y Asia, más paises e islas muy vulnerables al Cambio Climático, para impulsar Planes nacionales más ambiciosos contra el Cambio Climático. “Ya hemos negociado bastante: hay que pasar a la acción”, les dijo Antonio Guterres. El objetivo es tener en septiembre Planes climáticos hasta 2035 de los 192 paises firmantes del Acuerdo de París, para darles un impulso definitivo en la próxima Cumbre del Clima, que se celebrará del 10 al 21 de noviembre en Belém (Brasil). Será una COP30 clave.

Mientras los dirigentes europeos y mundiales no afrontan con decisión la lucha contra la emergencia climática (una “guerra mundial” que estamos perdiendo), los ciudadanos estamos cada vez más preocupados: el 85% de los ciudadanos europeos consideran que el Cambio Climático es “un problema grave , según el Eurobarómetro de junio. Pero luego apoyan y votan a partidos que, en muchos casos, niegan ese Cambio Climático y dicen que es “una cuestión ideológica”, como si no tuviera nada que ver con las olas de calor.

En España, esta contradicción entre lo que piensan los ciudadanos y algunos de sus partidos es especialmente relevante, porque el negacionismo de Vox se ha acabado contagiando al PP, que utiliza cada vez más las políticas ambientales como “una bandera de enganche” para captar votos. Y además, los pactos PP-Vox en algunas autonomías han llevado a varios Gobiernos a aprobar medidas que favorecen la crisis climática, así como en sus Ayuntamientos (retraso zonas de bajas emisiones y supresión carriles bici) . En Murcia, el pacto presupuestario PP-Vox (junio) incluye modificar la Ley de Protección del Mar Menor y un rechazo explícito “a las políticas medioambientales europeas”, lo mismo que ha hecho Mazón en la Comunidad Valenciana para aprobar sus Presupuestos con Vox. Y también en Extremadura se han revisado normativas de protección ambiental, como en Castilla y León, Andalucía, Cantabria y Aragón, con o sin Vox. Da miedo pensar lo que harían si Feijoo y Abascal llegan a la Moncloa 

No podemos retroceder en la acción climática”, acaba de decir el Secretario General de la ONU. Pero no parece que esa sea la prioridad de muchos políticos mundiales, europeos y españoles. Así que no basta con quejarse de la ola de calor. Habría que salir a la calle y manifestarse a favor de políticas más decididas contra la emergencia climática, para salvar el Planeta y nuestras vidas. Y sobre todo, no votar a nadie que sea “negacionista”. El Cambio Climático está aquí y es un problema más grave que las guerras, la inmigración o el paro. Es una cuestión de supervivencia. Y si retrasamos las medidas o las “suavizamos” nos estamos engañando y poniendo en peligro. Ya lo sabemos: si no se reducen drásticamente las emisiones, habrá más olas de calor, más graves y más mortíferas. Seguro.

jueves, 3 de julio de 2025

El "mito" de que faltan trabajadores

Otro año más, los empresarios se quejan de que no encuentran personal para trabajar en algunos sectores, como hostelería, construcción, el campo o el transporte. Y que los candidatos están “poco formados”. Pero España es el país que crea más empleo en Europa y el que tiene menos “vacantes” (152.000). Los sindicatos replican que la falta de trabajadores es “un cuento”, que el problema es que muchos empleos están mal pagados y con horarios imposibles y que por eso no hay candidatos (salvo inmigrantes). Sí es verdad que algunas empresas tecnológicas no encuentran trabajadores cualificados, en parte porque pagan poco y no “cuidan” el talento. Además, las empresas españolas gastan poco en formar a sus trabajadores, mientras sólo un 10% de los parados hacen cursos. Y encima, 7 de cada 10 empresas no usan el dinero disponible para formación. En vez de quejarse, las empresas deberían pagar mejor y formar a sus plantillas, “cuidándolas” más, porque el 57% de los trabajadores en España están “desmotivados”. Así, el trabajo no atrae.

                               Enrique Ortega

La última Encuesta de las Cámaras de Comercio, apoyada con el marchamo del Banco Mundial, revela que el principal problema hoy de las empresas españolas es la falta de mano de obra formada, de lo que se quejan el 35% de los encuestados (el 41% de las grandes), por delante de la queja por la regulación laboral (el 18%) y los impuestos (16%). Más llamativos son los resultados de otra Encuesta empresarial realizada por la consultora Hays: el 89% de las empresas consultadas reportan dificultades para encontrar personal cualificado, sobre todo en los sectores de ciencia e investigación, legal, atención al cliente, automoción y banca y seguros. Un tercer estudio, de Manpower Group, revela que el 78% de las empresas tecnológicas no encuentran el personal cualificado que buscan, sobre todo las empresas de logística, transporte y distribución, la energía y suministros, las ingenierías, las empresas medioambientales, inmobiliarias y finanzas.

Sin embargo, este presunto déficit de empleos no se registra en las estadísticas: España ha creado 1,8 millones de nuevos empleos desde la pandemia, el 40% de los empleos europeos. Y somos el país de la UE-27 con menos “empleos vacantes, según Eurostat: el 0,9% del total en el primer trimestre de 2025, frente al 2,2% de media en la UE-27, el 4,2% en Paises Bajos, el 4,1% en Bélgica, el 2,7% en Alemania, el 2,5% en Francia y el 2,2% en Italia. Y los “empleos vacantes” han crecido de 101.009 en 2019 a 152.885 en marzo de 2025, según el INE, una cifra mínima frente a los 21.765.400 ocupados que hay en España.

Los datos revelan que la gran mayoría de estos “empleos vacantes” (152.885) se encuentran en el sector servicios (88%), no en la industria (sólo el 6% de las vacantes) ni en la construcción (otro 6%). Y según los últimos datos de las oficinas de empleo (SEPE), los puestos de trabajo sin cubrir se concentran en la hostelería y el turismo, la construcción, la agricultura, el comercio, información y comunicaciones, sanidad y servicios sociales, personal de limpieza, instaladores, reparación de vehículos y transporte.

Un estudio de Funcas analiza estos datos del SEPE por autonomías y deduce que la principal razón por la que algunas empresas tienen dificultades para cubrir vacantes son “las malas condiciones laborales” (salarios, horarios y contratos), sobre todo en el turismo, el transporte y la construcción. También hay otras razones, como la falta de “habilidades” y cualificación de los candidatos, así como el envejecimiento de la población, que lleva a que muchas profesiones no encuentren un relevo generacional. El estudio concluye que la falta de mano de obra en España tiene un doble componente: carencia de candidatos (pocos y que piden mejores condiciones laborales) y carencia de competencias o cualificaciones específicas (en el caso de empresas de sectores más tecnológicos e innovadores).

Así que la información disponible revela que si faltan trabajadores es, en unos casos, por los contratos poco atractivos que se les ofrecen y, en otros, por falta de cualificación del candidato, dos motivos diferentes y que exigen diferentes medidas. En el primer caso, se trata de ofrecer mejores condiciones de trabajo (“Paguen más” dijo Biden primero y luego la ministra Yolanda Díaz y los sindicatos). Y en el segundo, hay que mejorar la cualificación de los jóvenes (de la escuela a la Universidad), a la vez que se mejora la formación de las plantillas de las empresas, para reciclar a muchos y que puedan prepararse para las nuevas necesidades del mercado laboral.

En cualquier caso, no es verdad que la falta de trabajadores tenga que ver tanto con la “aptitud” como con la “actitud”, como dijo hace años Antonio Garamendi, el presidente de la patronal CEOE, culpando así a los trabajadores de estar poco formados (“aptitud”) y de estar poco dispuestos a trabajar (“actitud”). Los sindicatos ya han reiterado que la falta de talento es “un cuento” y que el problema son los bajos salarios y las malas condiciones laborales, que impiden cubrir muchas vacantes. Y aportan este dato; de los 2.789.200 parados que había en España en marzo (según la EPA), 750.000 tenían estudios universitarios y otros 730.000 tenían la 2ª etapa de secundaria o FP. El problema de fondo, añaden, es que el actual modelo productivo no es capaz de ofrecer empleos dignos a suficientes personas formadas. Y eso se refleja en otro dato: España es el país con más jóvenes “sobrecualificados”: el 35,8% de los graduados superiores (20 a 64 años) están empleados en puestos de baja cualificación (licenciados que trabajan de camareros o cajeros de supermercado), frente a sólo el 21,9% de jóvenes “sobrecualificados” en la UE-27.

Así que unos puestos no se cubren porque ofrecen malas condiciones laborales y otros tampoco aunque el candidato sea universitario. El hecho cierto es que los sectores donde hay más falta de trabajadores, como hostelería, construcción, campo y transporte son los que tienen unos sueldos más bajos, según la estadística de salarios (16.985 euros brutos en hostelería, el 60% de los 28.049 euros de sueldo medio) y donde se hacen más horas extras sin cobrar (11% de los trabajadores en hostelería, 9% en construcción y transporte, según CCOO), también donde hay más contratos temporales y a tiempo parcial. Además, en los dos últimos años, muchos puestos no se cubren porque los trabajadores no pueden pagar el alquiler que les supone ir a trabajar a algunas ciudades e islas.

Está claro que además de las malas condiciones de trabajo, muchos trabajadores y parados tienen una baja formación (el 35,8%, frente al 16,4% en la UE-25, según la OCDE). Una parte de “la culpa” la tiene el sistema educativo, donde muchos jóvenes no acaban sus estudios y otros se forman en carreras con pocas salidas. Y además, en España, la Formación Profesional (FP) tiene poco peso (12% de los estudiantes, frente al 25% en la UE y el 40% en Alemania). Pero otra parte de la “culpa” la tienen las propias empresas, que gastan en la formación de sus plantillas la mitad que en Europa y la tercera parte que en EEUU, según la consultora Élogos. Y además, la mayor parte de esta formación la hacen las grandes empresas, mientras las pymes (el 99%) sólo hacen el 10% del total. Otro dato:  empresas españolas han reducido a la mitad su gasto en formación en la última década: gastaron un máximo de 110,95 euros por trabajador en 2011, bajaron a 99,88 euros en 2014 y cayó a 60,51 euros en 2021 y está en 70,32 en 2024, según el INE.

El problema no es sólo que las empresas gasten poco en formación. Además, el sistema vigente para formar a los trabajadores y parados no funciona. Existe una cuota de formación que pagan cada año las empresas (0,6% de las nóminas) y los trabajadores (0,1%), para destinar estos recursos (2.500 millones de euros) a formar a parados (la mitad del dinero, que gestionan las autonomías y sus oficinas de empleo) y a trabajadores ocupados (una parte a través de las autonomías y la SEPE, y la mayor parte gestionado por la FUNDAE, una Fundación tripartita (patronal, sindicatos y Estado), que ofrece cursos gratuitos y financia cursos que hacen las empresas. El problema es que la mitad del dinero que gestiona la FUNDAE no se gasta en formación, bien porque las empresas no solicitan cursos (7 de cada 10 empresas no los aprovechan), porque tienen que adelantar el 40% del importe y tardan en recuperarlo, o por no dar permisos retribuidos para hacerlos a sus empleados.

Para paliar la falta de trabajadores cualificados y no cualificados, habría que actuar en varios frentes, según este estudio de Funcas. Por un lado, seguir abriendo vías a la inmigración legal y ordenada, con acuerdos para contratar en origen a extranjeros para sectores que no son “atractivos” para los españoles (agricultura, hostelería, turismo, empleadas de hogar y cuidados). Por otro, intentar la vuelta de jóvenes españoles que han emigrado por falta de oportunidades en España (se estima que han sido 650.000 tras la pandemia). Además, hay que reestructurar toda la política de formación y reciclaje de trabajadores y parados, para que se gasten todos los recursos de formación dirigidos a trabajadores en activo y para que haya más parados que hagan cursos de formación (sólo los hacen menos del 10% de los desempleados), ligando esa formación y reciclaje a los puestos donde faltan candidatos. Y a medio plazo, urge una política educativa que ayude a los jóvenes a orientarse hacia estudios y carreras con más salidas profesionales, ligadas a la tecnología y la innovación (carreras STEM), la digitalización y la descarbonización de las empresas y la economía.

Otro punto clave es mejorar “la motivación” de los trabajadores, sobre todo de los más jóvenes, que en muchos casos están muy descontentos con su trabajo. El dato es impactante: un 57% de los trabajadores españoles están “desmotivados, según el último informe Hays. La mayoría dice que lo está por sus bajos sueldos, que han perdido poder adquisitivo (-2,5% entre 2019 y 2024, según la OCDE), pero otros señalan una larga lista de motivos para estar “desmotivados” con su trabajo: horarios, falta de reconocimiento, dificultades de promoción, excesiva carga de trabajo, presión por cumplir metas, falta de trabajo en equipo, autoritarismo de los jefes, fatiga y agotamiento, además de problemas psicológicos. Al final, esta “falta de motivación” por el trabajo no ayuda a aumentar la oferta de trabajadores ni a que los jóvenes se formen más y afronten retos futuros y mejoren la productividad.

En resumen, no tenemos tanto un problema de empleos vacantes como de empleos que muchos no quieren por su baja remuneración y su dureza. Y sí tenemos un problema grave de falta de trabajadores cualificados, que exige modificar el sistema educativo, potenciar la FP y, sobre todo, apostar por la formación y cualificación permanente de empleados y parados. Una tarea en la que las empresas necesitan gastar más en formar a sus trabajadores ante las nuevas exigencias tecnológicas. Menos “culpar” a los trabajadores y más arrimar el hombro para conseguir una mano de obra preparada y competitiva. Ganarían ellos y todos.

lunes, 30 de junio de 2025

Los jóvenes, precarios, mal pagados y aislados

Que la situación económica de los jóvenes es alarmante no es noticia, desgraciadamente. Lo más preocupante es que se han beneficiado poco del fuerte crecimiento del empleo tras la pandemia, que siguen teniendo mucho paro y empleos precarios y mal pagados. Y que ahora, con los alquileres y pisos por las nubes, no pueden formar una familia ni emanciparse. Pero además, un reciente informe señala otros dos problemas de fondo para los jóvenes. Uno, que el bajo crecimiento de la población lastra la economía mientras a sus padres les benefició el “baby boom”. Y el otro, que la política y la economía benefician hoy más a los mayores que a los jóvenes, que son menos que los jubilados y no tienen casi protagonismo político. Urge tomar medidas para evitar que malviva toda una generación y acabe siendo utilizada por la extrema derecha. Medidas que van desde la educación y formación a los contratos, los sueldos y condiciones laborales, la conciliación laboral y, sobre todo, la vivienda.

                           Enrique Ortega

El fuerte crecimiento económico de España tras la pandemia se ha traducido en un récord de nuevos empleos, pero los jóvenes se han beneficiado menos de ellos que el resto de la población. Los datos son elocuentes: la ocupación aumentó en casi 1,8 millones de personas (+1.798.500) entre finales de 2019 y marzo de 2025, según la EPA y sólo un 22% de estos nuevos empleos fueron para menores de 30 años (+403.400 empleos) mientras los mayores de 45 años aumentaron su ocupación en +1.734.600 empleos. Los jóvenes de 16 a 19 años sólo aumentaron su ocupación en +8.600 empleos (+5,8%), los de 20 a 24 años en 186.600 empleos (+20,5%) y los de 25 a 29 años en +208.200 empleos (+12,1%), mientras los mayores de 55 años, por ejemplo, ganaron +1.066.400 empleos (+29,42%). 

Y lo mismo pasa con el paro: se redujo de 3.191.900 desempleados a finales de 2019 a 2.789.200 en marzo de 2025 (-402.700 parados), según la EPA, pero sólo bajó el desempleo de los jóvenes (16-24 años) en -12.500 parados (-2,70%), mientras bajaba el paro en 422.000 personas (-19,02%) entre los de 25 a 54 años y subía en +31.000 parados (+6%) entre los mayores de 55 años, por el aumento del paro de larga duración. Y el paro juvenil  (menores 25 años), aunque ha bajado (del 30,5% en 2019 al 25,6% en marzo de 2025), es todavía casi el doble del europeo (14,8%) y cuatro veces el de Alemania (6,8%), según Eurostat.

Así que el crecimiento, el empleo y la bajada del paro han beneficiado menos a los jóvenes, que tienen un problema de entrada: tardan varios años en colocarse y tienen una tasa de empleo más baja que el resto de la población y que en el resto de Europa. Así, en España, la tasa de empleo es del 42,3% entre los 16 y 29 años (trabajan menos de la mitad de los que podrían hacerlo), mientras es del 67% para el conjunto de la población (16 a 64 años). Y si comparamos a nuestros jóvenes con Europa (la estadística de Eurostat se refiere a los jóvenes de 15 a 29 años), en España trabajan el 40,3%, frente al 49,5% en la UE-27, el 62,9% en Alemania, el 48,6% en Francia y el 34,4% en Italia.

Trabajan menos jóvenes en España por 2 razones, según los expertos. Una, por el modelo económico español, que tiene empresas más pequeñas y un menor peso de la industria y la tecnología, con un exceso del sector servicios, que ofrece un empleo más vulnerable. Y la otra, por la menor formación de los jóvenes españoles, con más universitarios pero menos con formación media y FP: hay una “brecha” del 37% entre los empleos que buscan las empresas y la formación de los jóvenes que buscan empleo, según un informe de McKinsey. Y además, eso provoca que España sea el país con más jóvenes “sobrecualificados”: el 35,8% de los graduados superiores (20 a 64 años) están empleados en puestos de baja cualificación (licenciados que trabajan de camareros o cajeros de supermercado), frente a sólo el 21,9% de jóvenes “sobrecualificados” en la UE-27.

El siguiente problema de los jóvenes, cuando ya encuentran un empleo, es que suele ser muy precario y mal pagado. En 2024, el 60,5% de los contratos de los menores de 30 años fueron temporales, según un reciente estudio de Fedea y el Consejo de Economistas. Y además, muchos contratos de los jóvenes son a tiempo parcial, por horas o días: más de la cuarta parte de los jóvenes que trabajan (el 27,7%) tienen uno de estos contratos a tiempo parcial, el doble que el conjunto de trabajadores (la parcialidad global afecta al 14,1% de los ocupados). En consecuencia, en 2024 había 852.900 jóvenes (16 a 29 años) trabajando a tiempo parcial (la mayoría, 518.600, mujeres jóvenes). Y lo más preocupante es que casi la mitad de estos jóvenes que trabajan menos horas (el 46%) lo hacen porque no encuentran un trabajo a jornada completa, según los datos de la EPA.

Con tantos empleos temporales y a tiempo parcial, la consecuencia es que el sueldo de los jóvenes es más bajo que el del resto de los trabajadores.: el salario medio bruto de los menores de 30 años es de 1.558 euros mensuales, un 27% más bajo que la media de sueldos en España, según el estudio de Fedea y el Consejo de Economistas. Y por franjas de edad, hay sueldos aún más bajos: 11.313,36 euros brutos de media ganan los menores de 20 años (el 40% de la media nacional), 15.364 euros es el sueldo medio de los que tienen de 20 a 24 años (el 55% de la media) y 21.039 euros el sueldo anual de los que tienen entre 25 y 29 años (el 75% de la media nacional), según la Encuesta de salarios del INE (2023).

Además de estos bajos sueldos brutos, el sueldo neto de los jóvenes es también bajo, porque pagan impuestos y cotizaciones. Aunque muchos jóvenes no declaran, por sus bajos sueldos, soportan una alta carga fiscal por pago de cotizaciones sociales e IVA. Así, los jóvenes menores de 20 años pagan un 6,45% de su sueldo bruto (11.313 euros anuales) en cotizaciones, los que tienen de 20 a 24 años (y ganan 15,364 euros) pagan un 7,31% entre IRPF más cotizaciones y los que tienen entre 25 y 29 años (que ganan 21.039 euros brutos) pagan un 18,56% entre IRPF y cotizaciones, según el Consejo de Economistas. Y a la hora de comprar y pagar el IVA, los menores de 35 años son los que dedican más parte de sus ingresos a pagar IVA: el 7,7%, frente al 6,6% los que tienen entre 55 y 64 años, el 6,4% los que tienen entre 65 y 74 años y el 6,3% los mayores de 75 años.

Además de la precariedad y los bajos sueldos, los jóvenes llevan una década sufriendo el disparatado precio de la vivienda, tanto la compra (los pisos han subido un +55,4% entre 2014 y 2024) como el alquiler (+81% subida desde 2024). Mientras la mayor parte de sus padres tienen su casa en propiedad (el 70%), sólo el 42% de los hogares jóvenes ha podido comprar o acceder a una vivienda. Y la mayoría tiene que alquilar, algo difícil porque apenas hay alquileres disponibles (cada oferta tiene 35 potenciales inquilinos) y porque su precio está disparado (1.305 euros de media en España, 1.953 euros en Madrid y 2.151 en Barcelona, según Idealista) y obliga a los jóvenes a destinar el 40% y más de su sueldo a pagar el alquiler, algo que limita su emancipación y su movilidad geográfica.

De hecho, los jóvenes se emancipan en España a los 30,3 años (era a los 28,4 años en 2008), frente a los 26,4 años en la UE-27 y los 23 y 24 años a los que se emancipan en Francia o Alemania. Y además, muchos jóvenes, al no ver oportunidades en España, emigran: entre 2021 y 2024 han salido de España 650.000 jóvenes de 18 a 35 años, buscando una oportunidad laboral y vital en el extranjero, según el estudio de Fedea y el Consejo de Economistas. En paralelo, muchos jóvenes no pueden irse a trabajar a otra ciudad distinta a la que viven sus padres (en la hostelería o como profesores, médicos o policías) porque no pueden pagar allí el elevado alquiler (caso de Madrid, Barcelona y las islas).

Junto a todos estos problemas, los jóvenes españoles sufren una “doble desventaja estructural, según el reciente estudio de Fedea y el Consejo de Economistas. La primera, que la demografía no les ayuda (como a sus padres) sino que les supone ahora un lastre: si en el siglo pasado (entre 1980 y 1999), el crecimiento per cápita creció mucho (+59,4%), en gran parte fue por la demografía, el “baby boom” (aportó un 11,15%). Pero ahora, entre 2000 y 20129, el crecimiento per cápita ha sido la tercera parte (+20,34%) ha sido porque la demografía (pocos nacimientos) ha lastrado el crecimiento (-2,76%). A lo claro: la demografía frena ahora el crecimiento de los jóvenes mientras empujó el de sus padres.

La otra desventaja, más polémica, es que la política económica y las prioridades de los Gobiernos son los mayores y no los jóvenes, porque son más y votan, según el estudio de Fedea y el Consejo de Economistas. Si en los años 80 y 90, los padres de los jóvenes actuales protagonizaban la economía y la política, sus hijosno tienen aliados, según el estudio, que insiste en el protagonismo económico y político de los mayores. Y se apoyan en que las pensiones se llevan ya el 30% del gasto público y suponen el 12,9% del PIB, siendo “las más generosas de Europa”: la pensión pública  representa el 77% del último salario en España, frente al 62,6% en Paises Bajos, el 59,3% en Italia, el 41,6% en Francia o el 36,8% en Alemania, según datos de Eurostat (2022).

En definitiva, el estudio señala que hay un desequilibrio en las prioridades y el gasto a favor de los mayores (que son más: 10 millones de españoles tienen más de 65 años) y en perjuicio de los jóvenes (hay 7 millones entre los 18 y 30 años), que además se encuentran socialmente más aislados, “pasando de la política” y sin cauces propios de representación institucional (salvo la “atracción” por la extrema derecha en muchos casos). Por eso, estos expertos piden “reequilibrar el contrato generacional”, destinar más recursos a las políticas juveniles y a mejorar la productividad de la economía, para alentar un crecimiento de fondo, al margen de la demografía. Y por eso piden que se cumpla una regla sencilla: por cada nuevo euro que España gaste en mayores, que se gaste otro euro en políticas dirigidas a los jóvenes. Y que en todas las nuevas Leyes y en el Plan de recuperación en marcha, se tenga en cuenta el impacto sobre los jóvenes.

Además de orientar más la política y la economía a los jóvenes, los expertos coinciden en la necesidad de tomar medidas en varios frentes para dar una salida a las nuevas generaciones. Hay que empezar por el principio, por la enseñanza: mejora de la formación en colegios, institutos y Universidades, para adecuarla a lo que necesitan las empresas, mejorando la orientación laboral de los jóvenes y su digitalización. En el mercado laboral, hay que fomentar la contratación indefinida y avanzar en la formación dual (trabajo y formación) y en mejorar las prácticas y becas (el Estatuto del Becario sigue sin aprobarse por el Gobierno, tras anunciarse con los sindicatos hace más de 700 días). Y hay que mejorar la conciliación laboral de las familias jóvenes, con más ayudas por hijos. Pero sobre todo, urge una política de vivienda que facilite el alquiler a los jóvenes, con ayudas hoy escasas e ineficaces.

En resumen, que la situación de los jóvenes es cada vez más preocupante en España, quizás porque los distintos Gobiernos han pensado más en los mayores, que son los que más cotizan, pagan impuestos y votan. Pero si queremos tener futuro como país, hay que cambiar las reglas del juego y pensar que son los jóvenes los que han de protagonizar la modernización de la economía y la mejora del nivel de vida, la digitalización, la descarbonización y el salto formativo y  tecnológico que nos hagan más productivos y competitivos. Sin abandonar a los mayores, pero reequilibrando el “contrato generacional” en España. Urge pactar un Plan de medidas a favor de los jóvenes, a corto y medio plazo, para conseguir que los jóvenes de dentro de 20 años vivan mejor que los de hoy. Se lo debemos.