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jueves, 16 de marzo de 2017

España, guerras comerciales y globalización


Malas noticias para el mundo: EEUU tuvo en enero el mayor “agujero” comercial de los últimos 5 años, por China y México, tras cerrar 2016 con un déficit de 502.000 millones de dólares, el mayor desde 2012. Son datos que alimentarán la retórica proteccionista de Trump y desatarán guerras comerciales. Pero EEUU no es un perdedor de la globalización: ha aumentado sus exportaciones y su cuota comercial desde 2005, aunque han ganado más China, México y Corea. Quien más ha perdido es Europa, sobre todo Francia, Reino Unido y Alemania. España es el único país europeo que mantiene su cuota comercial y el 6º país del mundo que más ha aumentado sus exportaciones, que cerraron 2016 con un récord histórico. La crisis ha forzado a nuestras empresas a vender más fuera, tirando precios y salarios. Pero ahora, con la tormenta que amenaza al comercio mundial, urge un Plan de apoyo a las exportaciones españolas, para que no retrocedan. Mucho crecimiento y empleo depende de ellas.
 
enrique ortega

La globalización es la nueva forma de organización del capitalismo en las tres últimas décadas y consiste en tomar el mundo como mercado, para producir y vender. El otro día compré en el súper un chuletón de carne polaca sacrificada en Dinamarca y envasada en Francia. Y cada día usamos un móvil hecho en China o un coche fabricado en Eslovaquia con piezas alemanas y componentes españoles. Esta globalización ha trastocado la economía y a los paises, con claros ganadores y perdedores. El país ganador con la globalización es China, la “fábrica del mundo”, que en 2005 era el tercer exportador mundial, por detrás de Alemania y EEUU, y que hoy es el primero, tras triplicar en estos 11 años sus exportaciones (de 762.050 a 2.180.000 millones de dólares). Y el gran perdedor, según los datos de la Organización Mundial del Comercio (OMC) ha sido Alemania, que en 2005 lideraba el ranking de paises exportadores y ahora está en tercer lugar, tras China y EEUU, después de aumentar poco sus ventas exteriores en esta década larga (de 969.960 a 1.338.000 millones de dólares).

Estados Unidos, por mucho que diga Trump, no es una “víctima” de la globalización, sino que también ha salido ganando: se mantiene el segundo en el ranking exportador mundial (como en 2005) y es el 2º país que ha ganado más cuota comercial desde 2005 (un +0,57%, hasta el 9,24%), tras China (+5,97% de cuota entre 2005 y 2016, con el 13,1% del comercio mundial), por delante de los otros tres únicos paises más que también han ganado cuota en estos once años : Corea (+0,41%), México (+0,33%) y Brasil (+0,06%), según la OMC. Eso sí,  las exportaciones USA han aumentado un 61,8% (entre 2005 y 2016), menos que las de China (+179,1%), México (+76%) y Corea (+ 74,8%), los tres paises que más han aumentado sus ventas exteriores en los últimos once años.

El gran perdedor de la globalización ha sido Japón, el 4º país en el ranking de exportadores, que se ha dejado un 1,66% de su cuota comercial (4,18% ahora). Pero a nivel de continentes, el gran perdedor ha sido Europa, que ha pasado de tener el 42,7% de las exportaciones mundiales (2005) al 38% (2016), mientras Asia era el único continente que ganaba un 7% de cuota comercial, perdiendo también cuota Latinoamérica (-0,3%) y Norteamérica (-0,1%), según los datos de la OMC. Y Europa ha perdido un 4,7% de cuota porque la han perdido sus cuatro mayores paises, Francia (-1,29%), Reino Unido (-1,18%), Alemania (-0,8%, con un 8,67% del comercio mundial) e Italia (-0,69%), que han perdido mercados mundiales en beneficio de China y otros paises emergentes.

En este contexto, España ha salido bien parada de la globalización: no ha perdido apenas cuota de mercado en el mundo (-0,03% entre 2005 y 2016), tenemos un 1,72% del comercio mundial (ocupamos el lugar 17 en el ranking de paises exportadores) y, sobre todo, somos el 6º país del mundo donde más han crecido las exportaciones desde 2005, un 49,3%, sólo por detrás de China (179,1%), México (+76,4%), Corea (+74,8%), EEUU (+61,8%) y Brasil (+60,4%), muy por delante del crecimiento que han tenido las exportaciones en Holanda (+39,2%), Alemania (+38,9%), Italia (+23,1%), Bélgica (+17,2%), Rusia (+14,2%), Canadá (+9,8%), Francia (+8,2%), Japón (+8,1%) y Reino Unido (+4,4%).

Así que Europa tiene un serio problema exportador, de competitividad frente al resto del mundo, del que se salva España, gracias al enorme esfuerzo hecho sobre todo desde 2012: entre 2000 y 2007, las exportaciones españolas crecieron menos que el comercio mundial (+4,7% frente al 7,4%), con lo que España perdió cuota comercial, pero entre 2012 y 2016, las exportaciones españolas han crecido más que las mundiales (+4,4% frente al 3%) y hemos ganado cuota en el mercado mundial, mientras la perdían Alemania y los principales paises europeos. Eso se debe a la crisis, que ha forzado a las empresas españolas a vender fuera al caer las ventas dentro, y sobre todo a que los exportadores han “tirado precios”, gracias a tres años de inflación negativa (2014 a 2016) y a una rebaja de salarios y costes financieros, además de la ayuda extra de un euro débil (desde 2015).

Gracias a estos factores, las exportaciones españolas cerraron 2016 con un récord histórico: 254.530 millones de euros de ventas exteriores, un 37,5% más que en 2007 (185.023 millones). Y en 2016, España aumentó sus exportaciones lo mismo que creció el comercio mundial (+1,7%), pero mucho más que Europa (-0,1%) y que la zona euro (+07%), que Alemania (+1,2%), Italia (+1,1%), Francia (-0,9%) y Reino Unido (-0,2), e incluso más que China (-6,4%), USA (-3,2%) o Japón (-7,4%), según los datos del Ministerio de Economía. Y este “tirón exportador” fue de gran ayuda para la economía, ya que aportó el 0,5% del 3,2% que creció el país en 2016. Y para muchas grandes empresas, como las del IBEX, las ventas fuera de España suponen ya dos tercios de sus ingresos (y de su empleo).

Pero ahora, de cara a 2017 y 2018, la “euforia exportadorade España choca con dos duras realidades externas. Una, que el comercio mundial ha “pinchado” y crece por debajo de la economía mundial, en 2016 y también este año 2017, donde la OMC espera un aumento del comercio mundial del 1,8 al 3%, que probablemente será realmente menor. Y la otra gran incertidumbre  es Trump y su amenaza de guerras comerciales con China y México, además del recorte de todas las compras norteamericanas al exterior. El riesgo de una “tormenta comercial” en el mundo es grande y más tras publicarse hace unos días que el déficit comercial de enero en EEUU ha sido de 44.300 millones de dólares, el mayor “agujero comercial” norteamericano desde marzo de 2012, provocado por el aumento del déficit con México (+22%) y China (+12,5%), las dos “bestias negras” de Trump. EEUU ya cerró 2016 con un déficit comercial de -502.000 millones de dólares, el mayor de los últimos 5 años, un 60% debido al déficit comercial con China (-300.000 millones de dólares). Y Trump ya ha dicho que el abultado déficit comercial es “un riesgo para la seguridad nacional”.

Ahora, tras salirse EEUU del Tratado Comercial del Pacífico (TPP), denunciar el Tratado comercial con Canadá y México (NAFTA) y paralizar el Tratado comercial con Europa (TTIP), Trump quiere recortar las importaciones norteamericanas, poniendo aranceles (impuestos) y trabas a las exportaciones chinas, mexicanas, latinoamericanas, asiáticas y europeas, lo que provocará una nefasta ola de proteccionismo que frenará aún más el comercio mundial. Y forzará a China a querer vender más en Europa, ya que lo tiene más difícil en USA. Todo ello en un momento en que exportar es más difícil, porque sube la inflación en España (más que en Europa) y subirán los tipos y los costes energéticos y financieros, además de los salarios (tras cuatro años "devaluados"). Y también será un problema en 2017 el Brexit (Reino Unido es nuestro 4º mayor cliente y podemos perder exportaciones entre 500 y 1.000 millones de euros, según un informe del Gobierno español) y el estancamiento económico y la incertidumbre política de Europa, con un pequeño crecimiento en Francia, Italia y Portugal, tres paises donde van el 30% de las exportaciones españolas.

Por todo ello, España debería aprobar un Plan de apoyo a las exportaciones, para ayudar a las empresas a vender fuera ahora que será más difícil. Y ese Plan de choque debería centrarse en tres frentes: diversificar productos a exportar, diversificar paises donde vender y ampliar el número de empresas y regiones exportadoras, junto a medidas de apoyo financiero (faltan créditos y avales para exportar), ayudas institucionales (más gasto en promoción exterior y Ferias) y mejor asesoramiento (consultoría y Oficinas comerciales).

El primer gran reto para reforzar la exportación española es diversificar lo que vendemos fuera. Hoy, las tres cuartas partes de lo que exportamos (el 78%) se concentra en 4 sectores, de los que somos tremendamente dependientes: bienes de equipo, maquinaria (29,3% del total), automóviles (17,7%), alimentos (16,9%) y productos químicos (14,1%). Basta con que una multinacional del automóvil decida recortar su producción o haya heladas y se estropeen las cosechas para que pinchen seriamente nuestras exportaciones. Y además, la mayoría de lo que exporta España son productos de tecnología baja (alimentos, ropa y calzado) y media (plásticos, metales y automóviles) y sólo un 10% de lo exportado tiene un alto contenido tecnológico, los productos donde hay más demanda mundial. Y así resulta que exportamos productos de menos valor, donde competimos en precio, no en tecnología y calidad.

El segundo reto es diversificar también los paises a los que vendemos, porque estamos demasiado centrados en Europa: supuso el 72% de las exportaciones en 2016 (un 66,3 en la UE-28 y un 51,8% en la zona euro). Y eso supone que las exportaciones españolas están concentradas en los mercados que crecen menos y no en los que crecen más, que son los mercados asiáticos y americanos. Las exportaciones españolas a Asia son un 6,1% del total (frente al 10% en Alemania y Francia) y también son bajas las exportaciones a Latinoamérica (5,3% del total), Oriente Medio (3,3%) o África (6,4%), las zonas con más potencial futuro.

El tercer reto es ampliar las empresas y regiones españolas que exportan. Ya ha habido un gran avance, al alcanzarse las 148.794 empresas que exportaron en 2016 (un 46,7% más que en 2008), pero sólo la tercera parte de ellas exportan con regularidad (49.792 empresas). Y de ellas, son sólo 5.000 empresas las que exportan casi todo (el 87,5% del total). Así que la gran mayoría de las 3,2 millones de empresas españolas no exportan ni tienen esta “vía de escape” cuando las ventas interiores no dan más de sí. Además, la exportación está demasiado concentrada en 5 regiones españolas, que acaparan dos tercios de las ventas exteriores: Cataluña (24,7%), Andalucía (11,7%), Madrid (11,5%), Comunidad Valenciana (10,9%) y País Vasco (8,4%). En las 12 autonomías restantes, la exportación ayuda muy poco al crecimiento y el empleo.

En resumen, España ha salido bien parada de la globalización y exporta con más fuerza que muchos paises europeos, pero todavía tiene mucho que hacer, porque exportamos casi la mitad que Italia (con una economía similar) y la cuarta parte (en relación al PIB) que Bélgica, Holanda, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia o Hungría, economías muchos menores. Así que no caigamos en un “falso triunfalismo exportador. Y más cuando el mundo está preocupado por la caída del comercio mundial y las amenazas proteccionistas de Trump, que serán muy negativas para todos. Hay que pactar un Plan de apoyo a las exportaciones, con medios, para no retroceder y ganar mercados, un factor clave para crecer más y crear más empleo en España. Y para eso, no basta con tirar precios y salarios como hasta ahora, intentar ser “la China de Europa”, sino modernizar la economía y las empresas, industrializar más el país, innovar y gastar en tecnología y digitalización, para ofrecer productos y servicios más competitivos, de más valor y calidad. Mejorar el “made in Spain”.

jueves, 10 de marzo de 2016

¿Otra crisis? Europa se la juega (y España más)


Las turbulencias en los mercados no amainan y el mundo teme caer en una nueva crisis, por el petróleo, China y países emergentes, la deuda y la banca. Europa es la zona más vulnerable: lleva dos años estancada y los mercados están  inquietos ante una unión sólo monetaria, con alto paro, nula inflación y mucha deuda, sin crédito ni inversión. Hoy, el BCE vuelve a hacer de “bombero”, aprobando nuevas medidas para evitar una tercera recesión. Pero no basta con inundar Europa de dinero al 0%. Es hora de tomar otras medidas, reactivar la economía europea con inversiones, más gasto, mayores salarios y un pago en común de la deuda (eurobonos). España, sin Gobierno, es uno de los países más vulnerables si  los mercados se ponen más nerviosos: necesitamos que nos presten otros 400.000 millones este año. Urge un Plan europeo para evitar otra crisis. Y que España apruebe además medidas propias, porque seguimos con el doble de paro que Europa. Y no más recortes, como exige Bruselas. 

enrique ortega


Pasan las semanas y la economía mundial no mejora. Las causas son varias y están relacionadas. Primero fue China, el gigante que tiró de la economía mundial en los años de recesión: su  fuerte crecimiento se ha frenado, mientras afronta tres“burbujas que podrían provocar una catástrofe si estallan (la burbuja de la Bolsa, la burbuja inmobiliaria y la burbuja de su abultada deuda). Luego se desplomó el precio del petróleo, por una caída de la demanda ante el menor crecimiento mundial, pasando de 115 dólares barril en junio 2014 a 65,5 en junio 2015 y unos 40 dólares ahora. Eso supone un desplome de ingresos de los países productores y de las petroleras, muy endeudados todos. Y es la puntilla para unos países emergentes que también sufren el desplome de precios de las materias primas, desde los metales a los alimentos, mientras se les encarece pagar la deuda, por la subida del dólar. Y al final, esta caída de ventas y este menor crecimiento acaba deteriorando las cuentas de los bancos, abriendo nuevos temores de otra crisis financiera.

Con todo, el verdadero problema es que el mundo está creciendo menos. Y eso preocupa especialmente a los inversores, a los mercados, porque han prestado su dinero por todo el mundo y ahora temen recuperarlo. Realmente, el mayor problema mundial es la deuda, de países y empresas, que se ha disparado desde 2008, al amparo de unos  tipos de interés cero y de unos bancos centrales que se han dedicado a inundar de dinero las economías para salir de la recesión. El resultado es que el mundo tiene “un empacho de deuda: ha pasado de 87 billones de dólares en 2004 a 199 billones en 2014, según el McKinsey Institute. Las 8 grandes economías del mundo han aumentado un 73,75% su deuda, pasando de 20,5 billones de dólares en 2008 a 35,6 billones en 2015, sobre todo China (+227%), Reino Unido (+179%) y España (+141%). Y lo mismo han hecho las empresas privadas, sobre todo las de los países en desarrollo: los bancos internacionales han prestado 3,6 billones de dólares a empresas de países emergentes y los inversores extranjeros tienen una cuarta parte de sus ahorros en deuda de países en desarrollo. De ahí sus nervios (Bolsas y bonos) ante la crisis de los emergentes y la caída del petróleo y las materias primas. Temen no cobrar.

El que no crece tiene muy difícil pagar sus deudas y esto es lo que preocupa a los inversores de todo el mundo, a la vista de que la economía mundial está estancada. En 2015, creció el 3%, la menor tasa desde 2009. Y este año podría crecer aún menos. En enero, el FMI rebajaba sus previsiones de crecimiento mundial al 3,4 %, y en febrero, la OCDE lo volvía a rebajar al 3%, a pesar de contar con los estímulos de un dinero al 0% de interés y un petróleo a la tercera parte de su precio. En este panorama mundial tan gris, lo único que tira es la economía de EEUU, que crecerá un 2,6% este año, mientras Japón sigue estancado (+0,8%) y hay recesión en Rusia (-1%) y Latinoamérica (-0,3%). Pero tanto el FMI como la OCDE están especialmente preocupadas por el estancamiento de Europa, sobre todo la zona euro, que esperan crezca sólo un 1,4% este año (OCDE).

Europa ha atravesado ya dos recesiones en esta crisis (2009 y 2012-2013), pero no acaba de recuperarse y lleva dos años creciendo muy poco (0,3% a finales de 2015). Con ello, la zona euro no ha recuperado aún la producción (PIB) que tenía antes de 2008, mientras EEUU, con una política económica más agresiva, recuperó en otoño de 2011 sus niveles pre-crisis y ha crecido después un 10% adicional sobre la riqueza que tenían en 2008. Además, el crédito y la inversión no despegan en Europa, por la poca demanda, con lo que apenas se reduce el paro, a uno de los niveles más altos desde la II Guerra Mundial (11%). Y como síntoma de la debilidad de la economía, los precios están en negativo (-0,2% en febrero). Toda esta atonía se acaba trasladando a los bancos, que ni prestan ni ganan con tipos tan bajos, mientras se teme por sus cuentas si las empresas no venden y les cuesta pagar deudas (morosidad). Y por si fuera poco, Europa no es capaz de resolver la "invasión" de más de un millón de refugiados y el futuro se complica ante una posible salida de Gran Bretaña de la UE en junio (“Brexit”).

Por todo ello, el temor en los mercados es que Europa pueda caer en su tercera recesión en ocho años. Grecia y Finlandia ya están en recesión y los tres grandes países del euro apenas crecen: Alemania un 0,3%, Francia un 0,2% e Italia un 0,1%, a finales de 2015, según Eurostat. Y mientras, Europa tiene un grave problema de deuda en seis países (Bélgica, Grecia, Italia, Portugal, España y Chipre deben el 100% o más de su PIB: tienen más deuda de lo que producen), que provoca turbulencias en los mercados y que podrían crear graves problemas financieros a los países del sur, como pasó en 2012 y 2013.

España es uno de los países europeos más vulnerables, advierte la Comisión Europea,  aunque Rajoy siga presumiendo de que es uno de los que más crece (un 0,8% a finales de 2015). Y somos vulnerables, sobre todo, porque tenemos el mayor déficit público de Europa (4,5% del PIB en 2015), lo que nos ha disparado la deuda pública: 1.069.000 millones de euros, el 98,8% del PIB, la  6ª mayor de Europa. Y también tenemos una elevada deuda privada (empresas y particulares), en torno a 1,6 billones de euros más. Con ello, España necesita que los inversores le presten este año unos 400.000 millones de euros, según el ministro Luis de Guindos. Y si persisten las turbulencias en los mercados o “no les gusta” el próximo Gobierno que elijamos, podemos tener un grave problema para financiarlos.

Ante este panorama, el Banco Central Europeo (BCE) lleva haciendo de “bombero” desde el verano de 2012, tratando de evitar otra crisis de la deuda y buscando reanimar la economía inundando Europa de dinero barato, comprando deuda pública. Pero ha servido de poco: Europa apenas crece y la inflación sigue en el 0%. Hoy 10 de marzo, Mario Draghi aprueba nuevas medidas para intentar “calmar a los mercados”, pero es más de lo mismo: dar liquidez a la economía y penalizar a la banca cobrándole por los depósitos que tienen en los bancos centrales. Algo que se ha revelado poco efectivo, porque como apenas hay empresas y particulares solventes que pidan crédito, los bancos prefieren pagar por dejar sus depósitos al BCE que arriesgarse a prestar ese dinero y no cobrarlo. Y así se explica que tengan un exceso de reservas (dinero inmovilizado) de 441.434 millones de euros y además guarden otros 209.732 millones en depósitos por los que ahora pagarán el 0,4% de interés.

Sobra dinero, lo que falta son empresas y particulares que lo pidan para invertir y consumir. Por eso, el BCE ha agotado sus recetas, ya no puede hacer más por la economía europea. Hay que tomar otras medidas y las tienen que tomar los Gobiernos, como les piden desde hace meses el FMI y la OCDE: tienen que reactivar la economía, con más gasto y más inversión pública, que tiren del consumo y la inversión privada. Acabar con la austeridad y lanzar un Plan de choque que haga crecer la economía europea, sobre todo la del sur.

Europa está estancada y ponerla en marcha no pasa por inyectar más dinero barato a los mercados (sobra) sino por reanimar la demanda, las ventas, las inversiones, utilizando los Presupuestos de la UE y de los países para tirar de la actividad. Y para ello, una premisa es recaudar más, Bruselas y los países, luchando mejor contra el fraude fiscal y consiguiendo que paguen más impuestos los que no pagan, sobre todo grandes empresas, los más ricos y las multinacionales (evaden 70.000 millones anuales “legalmente”, según la Comisión). Y con más recursos (también de nuevos impuestos medioambientales y sobre las transacciones financieras), la Unión Europea podría poner en marcha un ambicioso Plan de inversiones, en infraestructuras, reindustrialización, tecnologías, digitalización, medio ambiente, educación y formación, un Plan que arrastraría inversiones privadas que hoy no saben dónde ir . Hay ya un Plan europeo, aprobado en 2014, el Plan Juncker (315.000 millones a 3 años), pero apenas se ha puesto en marcha y tiene pocos recursos públicos (21.000 millones).

En paralelo, los países europeos deberían relanzar Planes propios de inversión y gasto, sobre todo los que tienen menos déficit (Alemania tiene un superávit presupuestario de 19.400 millones de euros, el mayor desde la reunificación de 1990), para “tirar” de la economía europea. Y además, habría que acabar con la austeridad en la Europa del sur, flexibilizando los objetivos de déficit (el 3% para 2018) para que los Presupuestos reanimen el gasto y la inversión pública necesarios y eficientes (no gastar en AVEs), lo que “tiraría” del consumo y  la inversión privada. Todo ello podría hacerse, como en Europa, con mayor recaudación, no de los que ya pagamos impuestos, sino de los que pagan poco, como las grandes empresas (pagan el 7,3% de sus beneficios, menos que las pymes), las multinacionales (evaden 8.250 millones cada año en España, según los técnicos de Hacienda) y los más ricos (SICAV). Y además, si “tiran” la economía y las empresas, habría que subir sueldos y conseguir empleos menos precarios, para hacer crecer el consumo, las ventas y el empleo. Todo menos hacer más recortes, como exigen los “fundamentalistas” de Bruselas. Sería cortar en seco la débil recuperación actual.

Y Europa no puede olvidarse de la deuda, de que tiene 28 países cada uno con su deuda y pagando tipos por su cuenta, desde el 0,15% de Alemania (deuda a 10 años) al 10,71% que paga Grecia el 3,07% de Portugal o el 1,59% de España. Urge crear un Tesoro europeo (como EEUU), que ponga toda la deuda en el mismo saco (eurobonos) y consiga así que la mayoría de países se financien más barato (alemanes y europeos del norte pagarían algo más). Eso daría estabilidad a la deuda, mientras se negocian quitas y nuevos calendarios para los países más agobiados (Grecia, Portugal, España o Italia), que podrían pagar menos intereses y dedicar así más dinero a reanimar sus economías. Y lo mismo la deuda privada de empresas y familias: quitas y renegociación para que no sea una losa que impida invertir y consumir.

No es un “cuento de la lechera”, son recetas realistas que cada vez defienden más expertos e incluso el FMI, la OCDE o el G-20, aunque más con palabras que con hechos. Algo hay que hacer, porque si no se toman medidas eficaces, otra crisis está al caer. Sobre todo en Europa. Y España lo tiene más crudo, sea cual sea el Gobierno que venga. Porque somos un país muy endeudado, que necesita crecer más que nadie para pagar intereses y crear mucho más empleo, porque tenemos el doble de paro. Y no podemos hacerlo solos. Necesitamos la ayuda de Europa, no que nos exijan más recortes. Por eso, España debería hacer un frente común con Francia, Italia, Portugal y Grecia (ahora gobernados por la socialdemocracia) para defender en Bruselas un cambio de política: acabar de una vez con la austeridad y poner en marcha un ambicioso Plan europeo de reactivación y crecimiento. Eso o llegará la tercera recesión. Europa se la juega. Y España más.

lunes, 13 de octubre de 2014

Almacén Castor: otro rescate con nuestro dinero


Ha pasado bastante desapercibido, pero el Gobierno Rajoy aprobó el 3 de octubre otro rescate con nuestro dinero, como el de la banca: el almacén de gas Castor, situado en la costa de Castellón. Como su funcionamiento provocó mil micro-seísmos, lo paralizó el año pasado y ahora lo cierra, pagando a sus dueños (una empresa de Florentino Pérez) lo que han invertido, un compromiso del Gobierno Zapatero, que autorizó el almacén en 2008 sin estudios sísmicos. El cierre costará 100 millones de euros anuales los próximos 30 años, 3.000 millones que se cargan al recibo de los consumidores de gas (particulares y empresas), que pagarán un 1% extra en cada recibo por el cierre de Castor. Otro ejemplo de “socialización de pérdidas”, de cómo los consumidores pagamos los errores de otros: rescate de las Cajas (Rajoy), cierre de nucleares (González), déficit eléctrico (Aznar) y pronto, la nacionalización de 9 autopistas y el rescate parcial de las centrales de gas. ¡Viva la economía de mercado!
 
enrique ortega

El almacén de gas Castor es el cuarto en España, tras los que funcionan sin problemas en Yela (Guadalajara), Bermeo (Gaviota, en la costa vizcaína) y Serralbo (Huesca). Está situado a 22 kilómetros de la costa de Castellón, frente a Vinaroz, a 1.750 metros bajo el mar, aprovechando el antiguo yacimiento petrolífero de Shell en Amposta. Su objetivo era almacenar gas para garantizar el suministro de un tercio del consumo español durante 50 días. El primer permiso de investigación lo concedió el Gobierno Aznar, en 1996, pero hasta mayo de 2008 no fue autorizado por el Gobierno Zapatero. Y no empezó a funcionar hasta el 14 de junio de 2013, cuando se empezó a cargar el gas. Pero en septiembre 2013 se produjeron hasta 1.000 microseísmos en la zona (uno de magnitud 4,2 en la escala Richter), lo que provocó la paralización por el Gobierno el 26 de septiembre de 2013. Posteriormente, dos informes del Instituto Geográfico Nacional (diciembre 2013) y del Instituto Geológico y Minero (abril 2014) coincidieron en su diagnóstico: los temblores tenían que ver con Castor y se debían a la rotura de una falla no cartografiada antes (ahora falla Castor).

La empresa propietaria, Escal UGS (un 66,7% de ACS, presidida por el madridista Florentino Pérez, y el resto de la canadiense Escal) insistió durante meses que los seísmos no tenían que ver con Castor. Y de paso, recordaba que si el almacén no entraba en funcionamiento, el Gobierno tenía que resarcirle de la inversión, según la concesión. Y era así: el Real Decreto de mayo de 2008 que autorizó Castor permitía a la empresa renunciar al proyecto en cualquier momento de los 25 años de concesión y en caso de caducidad o extinción de la concesión, “las instalaciones revertirían al Estado (…) y se compensará el valor neto contable de las instalaciones”, un trato de favor que no se dio a los almacenes de Yela y Gaviota (autorizados en 2007). Pero hay más. El ministro Carlos Sebastián concede a Castor otro beneficio más: “en caso de dolo o negligencia imputable a la empresa concesionaria, la compensación se limitará al valor residual de las instalaciones…”. Luego hay que indemnizarles (menos) aunque tengan la culpa. Una locura, pero está escrito en el BOE.

El Gobierno Rajoy recurrió al Supremo, en mayo de 2013, esta segunda parte de la cláusula del contrato, por considerarla abusiva. Pero el 14 de octubre de 2013, el Tribunal Supremo resolvió a favor de la empresa: había que indemnizarla. El Gobierno estuvo varios meses remoloneando y en julio de 2014, Florentino Pérez le comunica que renuncia a explotar Castor, paralizada ya diez meses. Y reitera su mensaje: me tenéis que pagar lo invertido, unos 1.400 millones, tres veces lo previsto. El Gobierno se pone las pilas porque lucha contra el calendario: en noviembre de 2014, el almacén Castor ha de pagar el primer cupón a los inversores que han puesto su dinero para construirlo, grandes bancos europeos y el propio Banco Europeo de Inversiones (300 millones). Si no se les paga (el almacén no da ingresos) y la empresa quiebra, supone un grave problema para la imagen de España. Hay que pagarles y “tranquilizar a los mercados”. Aunque sea a costa de que lo paguemos todos.

La primera idea del Gobierno Rajoy es nacionalizar Castor, crear una empresa pública que se quede con el muerto y financiarlo con un crédito del ICO, un préstamo a bajo interés. “El consumidor no pagará Castor”, decía el 4 de julio de 2014 el secretario de Estado de la Energía. Pero esta fórmula se consultó con Bruselas y lo tuvieron claro: así aumentaba la deuda pública de España en 1.400 millones. Así que Montoro se negó en redondo. Y hubo que buscar otro camino: Enagás (5% del Estado) se hace cargo de Castor y pide un préstamo a tres grandes bancos (Santander, CaixaBank y Bankia) para pagar a los inversores: en 35 días, les adelantarán los 1.350 millones de euros del rescate, a cambio de un interés para los bancos del 4,3% a 30 años. Y luego, Enagás traslada este coste a los operadores y comercializadores de gas, que lo cargan a los consumidores (particulares y empresas) en el recibo.

En total, contando el coste de indemnizarles, los intereses del préstamo bancario, el coste de mantener Castor “hibernando” (20 millones al año), despedir a sus 200 trabajadores y desmantelarlo en el futuro (200 millones), la factura será de unos 100 millones de euros al año durante 30 años, unos 3.000 millones de euros (la OCU lo sube a 4.731 millones). Aproximadamente, un extra del 1% en la factura mensual de los 7,4 millones de usuarios del gas en España. Para intentar paliar la impopularidad de esta decisión, el Gobierno ha insistido que “deja la puerta abierta a exigir responsabilidades en el futuro a Escal EGS si se demuestra que hubo negligencia”, para lo que ha pedido sendos informes a la Universidad de Stanford y al Instituto Tecnológico de Massachusetts, informes que tardarán más de un año (para el siguiente Gobierno).

La pena es que estos y otros informes no se pidieran antes de autorizar el almacén Castor, ni en 1996 ni en 2008. De hecho, el informe (favorable) de Medio Ambiente no se conoció hasta noviembre de 2009 (18 meses después de la concesión) y no consideró los riesgos sísmicos (aunque un informe del Instituto Geológico y Minero validó en 2007 los estudios técnicos de la empresa), a pesar de las denuncias de varios expertos y del Observatorio del Ebro (incluso la página 27 del folleto de emisión de bonos para los inversores, en julio de 2013, también señalaba riesgos de fugas y seísmos). Pero el almacén Castor era una “prioridad energética”, primero para el Gobierno Zapatero y luego para el de Rajoy, además de contar con el apoyo político de Francisco Camps (Generalitat valenciana), del condenado Carlos Fabra (Diputación de Castellón) y del Ayuntamiento de Vinaroz (PP). Ahora, todos se acusan mutuamente, pero el hecho es que entre todos lo apoyaron (sin garantías) y nosotros los consumidores pagamos los platos rotos.

El problema es que Castor (ahora en los infiernos, como el mito) no es un caso aislado, sino otro ejemplo más de este principio: cuando las cosas van bien, el beneficio es privado, pero cuando van mal, lo pagamos entre todos. Socializar pérdidas. Es lo que pasó con la crisis de la banca y el pago del rescate a las Cajas, que nos acabará costando más de 100.000 millones de euros. Antes, la decisión de Felipe González (1991) de paralizar la construcción de 7 centrales nucleares: la moratoria nuclear la estamos pagando en el recibo de la luz (0,89%) hasta 2020. Después, la decisión de Aznar (1997) de compensar a las eléctricas por subir menos la luz (déficit de tarifa), por lo que estamos pagándoles esta “deuda” en cada recibo: 3 euros al mes hasta 2025. Y ahora viene la nacionalización de 9 autopistas de última generación (aprobadas por Aznar), que prepara el Gobierno  Rajoy desde hace más de un año y que nos costará otros 2.000 millones. Y antes de las elecciones podrían hibernar” por 4 años (a costa de nuestro recibo) las centrales eléctricas de gas, que ahora sólo funcionan al 7% por el exceso de oferta (una burbuja eléctrica alimentada con ayudas públicas y nuestro recibo).

Al final, se está desvirtuando la esencia del capitalismo: invertir con riesgo, a cambio de beneficios o de tener que cerrar. Ya hemos visto muchos ejemplos, en España y en el mundo, de las nuevas reglas: si las cosas van bien, gano (ACS, con Castor) y si van mal, también (porque me rescatan e indemnizan). Todo sea porque los inversores no pierdan y no se preocupen “los mercados”: somos el segundo país más endeudado del mundo y estamos en sus manos. Así que, nada de riesgo: ganan siempre algunos (los más grandes y los que tienen mejores conexiones con el poder -ver foto-, ya que con la crisis han cerrado 184.000 empresas en España). Y nosotros perdemos. ¡Viva la economía de mercado¡