Hay 2,5 millones de personas que van cada día a
trabajar y son “pobres”: ganan menos del 60% que la media (menos
de 916 euros mensuales) y no pueden atender gastos básicos. Son tanto hombres
como mujeres, jóvenes y personas de 45 a 59 años, muchos inmigrantes,
familias y mujeres solas con niños, personas con poca formación y contratos
precarios en el campo, hostelería, construcción, limpieza y servicio doméstico,
en el sur y Levante. España es el tercer país europeo con más “trabajadores
pobres”, un porcentaje (11,9% de los que trabajan) similar al de 2008. Y
Caritas alerta que la mitad de las personas que atienden tienen
trabajo. Ahora, la subida de alquileres ha aumentado esta tasa
de pobreza laboral, vinculada a empleos precarios y mal pagados, así
como a tener hijos. Pero los expertos insisten en que no basta con
mejorar empleos y sueldos: urgen políticas para aumentar las ayudas a
los más pobres y a las familias con niños. Pobres con empleo. Enrique Ortega
Hasta hace 2 décadas, tener un trabajo permitía a las
personas vivir “medianamente bien”: emanciparse, formar una familia,
tener una casa o un coche y mantener un ritmo de vida “digno”. Pero la crisis
financiera de 2008 trastocó esta “vida tranquila” de la mayoría de
trabajadores: muchos perdieron su empleo y otros vieron recortar sus sueldos y
sus expectativas vitales, de la mano de los recortes presupuestarios. Y a
partir de 2012, con la reforma laboral aprobada por el Gobierno Rajoy, muchas
empresas “cambiaron a su personal”, sustituyendo personal mayor por
jóvenes peor pagados y con contratos precarios. Y después, la pandemia y la
inflación disparada se comieron parte de los sueldos, que apenas
habían subido, deteriorando más la calidad de vida de las familias.
Con todo ello, la pobreza afecta a una parte
importante de la sociedad, en Europa y en España. En la UE-27, había
72 millones de personas “pobres” en
2023, un 16,2% de la población que ingresaban menos del 60% de la media
del continente, según Eurostat. Y España es el 6º país europeo con
más porcentaje de población “pobre”, un 20,2% que
ingresa menos del 60% de la media española (10.990 euros al año), 9.715.577
personas en 2023, según la Red
Europea de Lucha contra la Pobreza (EAPN), sólo por detrás de Estonia (22,6%
son “pobres”), Letonia (22,4%), Rumanía (21,1%), Bulgaria y Rumanía (20,6%), según
Eurostat, que refleja también un alto nivel de “pobreza monetaria” en
Italia (18,9% de la población), Francia (15,4%) y Alemania (14,4%).
Lo que quizás se conoce menos es que muchos de
estos “pobres” tienen un trabajo, son “pobres con empleo”. En
España, los
últimos datos del INE revelan que un 32% de los pobres tenían empleo,
mientras otro 22% son parados, un 15% son jubilados y el 31% restantes son
inactivos (personas que ni trabajan ni buscan trabajo, la mayoría mujeres y
jóvenes). Si se aplica el criterio de “pobreza” a las personas que
trabajan, que ingresen menos de 10.989 euros al año (916 euros al mes),
que se amplía a 23.078 euros anuales (1.923 euros al mes) para
familias con dos progenitores y dos niños, según el INE,
resulta que un 11,9% de los que tenían un empleo en 2023 eran “pobres”:
casi 2,5 millones de trabajadores “pobres” (2.499.654), según
los cálculos de la Red EAPN.
El problema de que hay muchos “trabajadores pobres” no es
nuevo: lo arrastramos desde 2008, cuando ya eran “pobres”
(ingresaban menos del 60% de la media) el 11,7% de los ocupados: eran 2.370.139
trabajadores “pobres”. Después, el porcentaje aumentó con la crisis,
hasta un máximo del 14,8% en 2015, para bajar al 12% en 2020 y volver a subir
al 14,3% en 2021, por la pandemia, bajando al 12,5% en 2022 y al
11,9% de 2023. Con este último dato, España se sitúa como el
tercer país europeo con más porcentaje de “trabajadores pobres”
(11,9%), sólo por detrás de Rumanía (15%) y Bulgaria (11,7%), peor que Portugal
(10%) o Grecia (9,85) y por encima de la media de la UE-27 (8,9%
de trabajadores “pobres”), así como de Italia (9,9%), Francia (7,8%) o
Alemania (6,5%), según
Eurostat.
Dentro de estos 2,5 millones de “trabajadores pobres” en
España, el grupo más preocupante son los 890.000 trabajadores (el
4,2% de todos los que trabajan) que viven
en “pobreza severa”, porque ingresan menos del 40% de la media
(menos de 611 euros al mes los individuos y menos de 1.283 euros mensuales las
parejas con 2 hijos). Son “los más pobres entre los trabajadores pobres”,
un porcentaje que apenas ha mejorado desde 2008 (cuando los trabajadores en
pobreza severa eran el 4,3% del total de ocupados). Y están muy
lejos de salir de esta situación, según
el estudio de la Red EAPN: ingresan de media 4.521 euros al año y tendrían
que ingresar 2.805 euros más al año para salir de la pobreza severa. Y ganar
6.469 euros más al año (539 euros más al mes, vez y media lo que
ganan) para salir de la pobreza. Algo imposible… En el caso del
resto de “trabajadores pobres”, los que ingresan menos del 60% de la media del
país, ganan de media 7.705 euros al año, así que necesitan ganar un 22% más (2.423
euros más al año) para dejar de ser pobres. Difícil…
¿Quiénes son estas personas “pobres” a pesar de
trabajar? Son algo más hombres (12,4% de ocupados) que mujeres
(11,3%), más jóvenes (12,9% de ocupados entre 16 y 29 años) que mayores
(11,8% entre 45 y 64 años), aunque sube la pobreza entre los que tienen de
45 a 59 años, según
un estudio de Intermón Oxfam, porque este grupo de trabajadores sufrió más
la crisis de 2008 y encima tienen en casa a hijos que no pueden emanciparse.
Hay más “pobreza laboral” entre los ocupados con baja formación (27,9% de
los que sólo tienen primaria son “pobres”) y sobre todo entre los inmigrantes:
un 32,3% de trabajadores de fuera de la UE son pobres (19% si vienen de la
UE), frente al 9,9% de españoles ocupados “pobres”. Y lo sufren más zonas rurales (15,4%) que urbanas (11,4%).
Un factor clave es el
tipo de contrato que tengan: los trabajadores con contrato
temporal tienen más tasa de pobreza (17,9%) que los fijos (7,8% son pobres)
y lo mismo los que tienen contratos a tiempo parcial, por horas o días
(22,5% son pobres) frente a los que trabajan a jornada completa (sólo 10,1% son
pobres). Y como estos contratos precarios les suponen ganar menos, muchos
son pluriempleados (el 13,4% son pobres). Otro factor decisivo que
explica la pobreza laboral es el sector en que se trabaje. Los
que salen peor parados son los autónomos, según
el estudio de Intermón Oxfam: el 26,9% son pobres, básicamente porque son “falsos
autónomos” o porque son actividades que hacen solos, sin empleados). Y entre
los asalariados, los más “pobres” son los que trabajan en el campo
(31,4% ocupados son pobres), las empleadas de hogar (29,4% pobres), en hostelería
(21,1%) y construcción (19,6%), estando por encima del 15% de
empleados pobres los que trabajan como monitores deportivos (15,7%) y en Call
centers y limpieza de edificios (15,3%).
Por
autonomías, las zonas con más porcentaje de “trabajadores pobres”
son Andalucía (19,4% ocupados), Extremadura (17,2%), Ceuta (16,3%), Castilla la
Mancha (15,4%), Murcia (14,3%), Canarias y Comunidad Valenciana (13,8%), todas
por encima de la media. En resumen, el sur y Este de España. Y tienen
poca “pobreza laboral” Navarra (6,3%), país Vasco (6,6%), Madrid (7%), Baleares
(9,6%), Cantabria o Asturias (9,6%) y Aragón (10%).
Es importante añadir que la composición de los hogares
también es decisiva para que un trabajador sea o no pobre, según
el estudio de Intermón Oxfam. Así, esta “pobreza laboral” se concentra más
en las familias numerosas (el 39% de los hogares con 3 o más hijos) y en
los hogares monoparentales (el 75% de ellos con mujeres solas) con
niños (el 29,5% de estos hogares donde la madre trabaja son pobres). Los
expertos reiteran que la existencia de menores agrava el riesgo de pobreza,
se trabaje o no. También es mayor la tasa de pobreza entre los trabajadores que
viven solos (13,3%), ya sean jóvenes o mayores.
Un dato llamativo son los gastos de estos “trabajadores
pobres”. El estudio
de Intermón Oxfam revela que un tercio viven en alquiler (y el 24%
pagan una hipoteca) y que pagarlo se lleva el 53,6% de sus ingresos
mensuales (cuando supone un 22,4% de
los ingresos en los hogares sin pobreza). Y otro 25,6% se lo lleva el pago de
suministros (luz, agua y gas). Así que entre alquiler (o hipoteca) y pagos del
hogar, las familias pobres destinan hasta el 79,2% de sus ingresos
(frente al 32% las familias que no son pobres), lo que apenas les deja margen
para comida, enseñanza (transporte, comida, uniformes y libros) o sanidad (la
mayoría de los hogares pobres no pueden pagar al dentista, las gafas o algunas
medicinas). Y por eso, 1 de cada 4 familias pobres acuden a ONGs o a los
servicios sociales: Caritas dice que la mitad de las
personas a las que atendió en 2023 trabajan.
¿Por qué hay trabajadores que son pobres? La primera
causa es que su trabajo es precario y por eso tienen un sueldo bajo,
que les dificulta sobrevivir. En España, aunque la reforma laboral ha bajado el
porcentaje de contratos temporales (16,4% de los asalariados en septiembre, según la EPA) y a
tiempo parcial (12,8%), aún son más que en Europa. Y tenemos un exceso de trabajos que exigen baja
formación y en el sector servicios, que están peor pagados. En consecuencia, el salario medio bruto
en España era de 1.964 euros brutos en 2023, casi un 20% inferior al
salario medio en la UE-27, que era de 2.351 euros brutos,
según un estudio de Adecco con datos del INE y Eurostat. Y hay 11 paises
europeos que cobran más que España: Luxemburgo (4.086 euros brutos
mensuales), Holanda (3.771), Irlanda (3.596), Dinamarca (3.494), Austria
(3.205), Alemania (3.174), Finlandia (3.040), Bélgica (2.967), Suecia (2.827),
Francia (2017) e Italia (2017).
No se trata sólo de que los sueldos sean más bajos, sino que
en España se cobra también menos por hora trabajada, según
Eurostat: 18,2 euros en 2023, un -24,2% menos que en la UE-27
(24 euros por hora) y bastante menos que en Dinamarca (42 euros/hora),
Bélgica (36,3), Irlanda (33,3), Paises Bajos (33), Alemania (31,6), Francia
(28,7)o Italia (21,5). Y sólo ganan menos por hora en Portugal (13,7), Grecia
(12,6) y los paises del Este.
El segundo problema que explica la pobreza laboral es la
inflación, que se ha ido comiendo las subidas de salarios, sobre
todo entre 2021 y 2023, pero también antes. Así, el salario medio bruto en
España pasó de 1.774 euros en 2008 a 2.128 en 2022 (+20%), según
el INE. Pero como la inflación subió más (+29,9%), pues los salarios
reales (descontando la inflación) han bajado, de 1.774 a 1.652 euros. Y
esto afecta más a las familias más vulnerables, que son las que sufren más la
inflación, por el tipo de gastos que tienen.
Un tercer factor que explica nuestra mayor pobreza laboral
es que los salarios se han revalorizado menos en España los últimos
años. Así, el salario por hora trabajada aumentó aquí un +27% entre 2008 y 2023,según
Eurostat, mientras aumentó un +49% en la UE-27, un 44,95% en Alemania, un
+37% en Francia y un +37% en Portugal.
Pero hay más causas que explican por qué tenemos más “trabajadores
pobres”. Una es que hemos tenido un salario mínimo muy bajo, menor al
del resto de Europa, aunque el Gobierno Sánchez lo haya subido de 736 euros
(2018) a 1.134
euros en 2024 (+54%), lo que beneficia a 2,5 millones de
trabajadores (muchos han dejado de ser “pobres”, otros no, porque trabajan
menos de la jornada completa). Otra causa, clave, es que los trabajadores
pobres en España tienen menos ayudas públicas: sólo llegan a un
tercio de las familias pobres y su impacto es reducido (suponen el
22% de los ingresos totales), según
el estudio de la Red EAPN.
Por eso, los expertos reiteran que no sólo hay que
actuar sobre los contratos y los sueldos para reducir la pobreza
laboral, sino que hay que aumentar las ayudas públicas a la pobreza, sobre
todo a los hogares vulnerables con niños, dado que España destina sólo
el 1,5% del PIB a la infancia y la familia, la
mitad del gasto que hace la UE (2,4% del PIB). Para ello, habría que
ampliar el alcance del Ingreso Mínimo Vital (IMV), que sólo
llegaba en septiembre a 661.640 hogares (con 2 millones de
beneficiarios). Además, es importante la reforma del seguro de desempleo,
que entrará
en vigor el 1 de noviembre y permitirá cobrar un subsidio y aceptar un
trabajo (para animar a buscarlo), lo que aumentará los ingresos de algunos “trabajadores
pobres”. Además, hay que seguir negociando mayores subidas en los convenios
para los trabajadores peor pagados, mejorando en paralelo el salario mínimo.
Y será clave mejorar
las ayudas a la infancia, porque los hogares con niños son más
proclives a la pobreza. En este sentido, es indignante que la
Ley de Familia siga estancada en el
Congreso (desde febrero en que la envió el Gobierno), porque
pretende asentar las ayudas por hijo (100 euros al mes para hijos menores de 3
años), que el Gobierno quiere ampliar a 200 euros en 2025 (ojo, va a
tenerlo difícil si no consigue aprobar los Presupuestos) y generalizarla en
el futuro para
todos los menores hasta los 6 años.
En resumen, que en pleno siglo XXI, hay 2,5 millones de
españoles que se levantan cada día para trabajar sabiendo que su empleo no les
impide ser pobres y malvivir. Somos un país que crece y crea mucho
empleo, pero a muchos eso no les permite vivir dignamente y tienen
graves problemas para subsistir. Habría que polarizar menos la política y
pactar de una vez un
Plan contra la pobreza, que es una vergüenza social y un
cáncer para la economía. Contratos y salarios dignos, alquileres y precios
asumibles y ayudas para los que se quedan atrás, esos casi 10 millones de
españoles pobres, una cuarta parte trabajando.
El empleo sigue creciendo en España, aunque menos este verano que el
anterior. Y tenemos 21.823.000
personas trabajando, otra cifra
récord y 2 millones más que antes de
la pandemia. También bajan los
parados, medio millón de parados
menos que en 2019. Cara al futuro, el
Gobierno ha enviado a Bruselas un
Plan donde contempla crear 1,6
millones de empleos entre 2024 y 2026, gracias al fuerte crecimiento, los Fondos europeos, el tirón del
consumo, turismo y exportaciones, más el dinamismo de los inmigrantes. Pero hay
un punto negro: España tiene casi el doble de paro que Europa y las previsiones internacionales indican que superará el 11% en 2025. Hay que afrontar esta divergencia histórica con Europa. Urge un Plan de choque para
reducir las bolsas de paro entre jóvenes, mujeres y mayores de 45 años (1,48
millones). Y eso exige un acuerdo entre Gobierno, patronal , sindicatos y autonomías, quienes gestionan (mal) las políticas de empleo. No hay que dormirse
en los récords.
Enrique Ortega
El verano suele
ser una buena época para el empleo, por la temporada
turística y los contratos en la
enseñanza. Este año también, aunque el empleo ha crecido algo menos que el
verano anterior: se han creado + 138.300
empleos entre junio y septiembre de 2024, según la EPA conocida el
viernes, frente a +188.000 creados el verano de 2023 y los mismos que el
anterior (+138.300 el verano de 2022). Con ello, se han creado ya +433.300 empleos este año. Y en España hay ya 21.823.000 personas trabajando, otro
récord histórico tras el de junio 2024 (21.648.700 ocupados), el mayor número de personas trabajando en
España (hubo un máximo de 20.646.000 ocupados en junio 2008).
En el tercer trimestre,
el aumento del empleo ha sido gracias a los servicios (+152.700 empleos),
sobre todo la hostelería, el turismo y el comercio, pero también creó empleo la industria (+23.400), estancándose en la construcción
(sólo +500 nuevos empleos) y cayendo en la
agricultura (-47.800 empleos). El empleo se creó solo en el sector privado (+155.500 empleos) , perdiéndose empleo
público (-17.100), según
la EPA. Y se ha creado casi cinco veces más empleo entre los hombres (+114.800
empleos) que entre las mujeres (+23.500), cayendo el empleo sólo entre los jóvenes de 25 a 34 años (-23.900 ocupados) y entre los de 40 a 44 años (-13.200
empleos). Y del empleo creado (+138.300), 73.000 trabajos han sido para extranjeros
y 63.300 para españoles. Por autonomías,
el empleo ha crecido en 11 regiones, encabezadas por Cataluña (+53.500 ocupados),
Castilla y León (+32.100), Baleares (+35.200) y Andalucía (+24.500) , cayendo en
las 8 regiones restantes, sobre todo en Comunidad Valenciana (-42.300),
País Vasco (-41.900) y Madrid (-12.600).
Esta nueva mejora del empleo en el tercer trimestre (+138.300)
se traducido también en una mejora del paro,
que bajó ligeramente en verano (-1.200
parados), cuando había subido en el
verano de 2023 (+86.300) y 2022 (+31.100 parados), según la EPA. Ello se
debe a que este verano han aumentado menos los españoles “activos”, que buscan
trabajo: han aumentado sólo
en 137.100, la mitad que el
verano anterior (+274.300), permitiendo
así bajar las cifras del paro. Con todo, en España hay un récord
histórico de personas activas (que trabajan o buscan trabajo), un
indicador del fuerte dinamismo del mercado laboral, empujado por
los inmigrantes: 24.577.100 personas “activas”,
1,5 millones más que antes de la pandemia (23,08 millones en el verano
de 2019).
El paro bajó en el tercer trimestre (-1.200 parados),
gracias a que encontraron trabajo muchos que lo habían perdido hace más de
un año (-40.800 parados), bajando también el paro en la construcción
(-12.300 parados) y los servicios (-3.600) y subiendo en la agricultura
(+20.700 parados) y entre los que buscan su primer empleo (+ 41.800 parados. El
desempleo bajó sólo entre las mujeres (-5.300 paradas) y aumentó entre los hombres
(+4.100 parados). Y también creció entre los más jóvenes (+53.100
parados menores de 25 años), bajando sobre todo entre 25 y 54 años (-62.600
parados). Por autonomías, el paro bajó
en 12 regiones, sobre todo en Cataluña (-21.400), Castilla la Mancha (-12.600),
Baleares (-10.900) y Asturias (-10.100), subiendo mucho en Madrid (+47.000
parados), Comunidad Valenciana (+35.100) y Canarias (+6.100), por el
final de la temporada turística.
La cifra total de parados
EPA se reduce en un millón desde el
fatídico verano de 2020 (pandemia)
y queda en 2.754.100 parados
estimados a finales de septiembre 2024, un
dato que no se veía desde septiembre de
2008 (2.600.700 parados). Y la tasa
de paro baja al 11,21%, según la EPA,
mucho más baja que antes de la pandemia (13,78% en 2019) y la menor tasa de paro desde el verano de 2008 (11,23%). Eso sí,
todavía duplicamos la tasa de paro europea (5,9% en la UE-27) y
cuadruplicamos la alemana (3,5% de paro), según Eurostat. Y baja
ligeramente la tasa de paro de los jóvenes (menores
25 años), al 26,89% (la
más baja desde 2008), que casi duplica la europea (14,3%
en la UE-27).
Hay otros datos
preocupantes del paro que mejoran. El primero, que hay 854.500 hogares con todos sus miembros en
paro (-74.800 menos que hace un año). El segundo, que baja el paro
en las 6 regiones con mayor tasa de desempleo, aunque sigue alta: Ceuta (29,30% de paro), Melilla (27,29%), Andalucía
(16,06%), Canarias (14,40%), Extremadura (13,79%) y Comunidad
Valenciana (13,04%). Contrastan con 6
autonomías que tienen una tasa de
paro casi europea : Baleares (6,17%), Cantabria (7,17%), País Vasco
(7,61%), Navarra (7,72%), Cataluña (8,83%) y Galicia (8,84%). Y el tercero, que
bajan los parados de
larga duración, los que llevan más de 1 año sin trabajo: son 1.025.000
parados, el 37,21% de los
parados (eran el 39,67% el trimestre pasado, pero el 43,5% a finales de 2019).
Esto provoca que a muchos
parados se les acabe el desempleo y no
cobren ya ningún subsidio, pasando a una situación de pobreza extrema.
En agosto de 2024, último
dato de Trabajo, cobraban alguna ayuda 1.845.877
desempleados: la mitad cobraban un subsidio contributivo (según lo
cotizado) de 958 euros de media y el resto (49,8%) cobraban un subsidio
asistencial de 480 euros. Eso significa que sólo dos tercios (el 67%) de los
parados
estimados por la EPA de septiembre
(2.754.100) cobran alguna ayuda por desempleo. Y que 908.300 desempleados
no cobran ningún subsidio. Y si
contamos los que están registrados como parados
en el SEPE (2.575.285) , cobran ayudas el 71,67%.
La mejor noticia es que el empleo que se está creando en 2024 sigue siendo menos precario, de más
calidad, gracias
a la reforma laboral aprobada a
finales de 2021. El balance de enero a
septiembre es muy positivo: un 42,39%
de todos los contratos firmados estos 9 meses (11.408.900) han
sido indefinidos (4.836.300 contratos), aunque este porcentaje es
ligeramente inferior al de enero-septiembre 2023 (43,56%). Y apenas sube sobre
el porcentaje de indefinidos de todo 2023 (42,87% de los contratos). Pero
supone un salto tremendo sobre los indefinidos antes de la reforma laboral: en
2021, sólo el 10,9% de los contratos eran indefinidos. Y entre 2014 y 2020, sólo eran
indefinidos entre el 6 y el 8% de los
contratos. Además, en lo que va de año, más de la mitad de los nuevos contratos
(56,30%) son a
tiempo completo, más de la cuarta parte (29,42%) a
tiempo parcial y el resto, fijos
discontinuos (1.628.400), que son los contratos fijos que se hacen a
muchos que antes eran temporales en el turismo, hostelería y construcción.
El resultado evidente de la reforma laboral es que aumentan
mes a mes los asalariados con contrato
indefinido, que eran el 74% de
los asalariados hace dos años (septiembre 2021),
un 79,81% hace un año y que ahora son ya el 83,59%, con un 16,41% todavía de asalariados con contrato temporal, el mayor porcentaje
en Europa (la media de temporalidad en
la UE-27 es del 14,1%). Los que
más se están beneficiando de los contratos fijos son los jóvenes, cuyos contratos son
ahora fijos en un 75% (antes de la reforma, lo eran menos de la mitad).Y además
de conseguir más contratos indefinidos,
la reforma laboral está consiguiendo contratos temporales que duran más,
al penalizar la cotización de los contratos por días o menos de una semana, que
ahora se hacen mucho menos.
En resumen, aunque el
empleo creció menos este verano (+138.300
ocupados) que en primavera (+434.700) y que el verano pasado (+188.000
ocupados), sigue mejorando, a
pesar del estancamiento en Europa y los conflictos de Ucrania Y Oriente
Próximo. Los expertos
muestran su extrañeza por el alto
nivel de empleo en todo el mundo, con la
tasa de paro más baja en los 38
paises de la OCDE desde principios de siglo (4,9% en agosto de 2024, frente al
5,39% en 2019, antes de la pandemia, el
8,58% en 2009 y el 6,75% en 2001). Una bonanza del empleo en Occidente, a pasar de la inflación,
los tipos altos y la guerra, motivada
por el elevado gasto público tras
la pandemia, las ayudas contra la inflación,
la moderación salarial y el aumento de
los beneficios empresariales, el
envejecimiento de la población (hay menos mano de obra disponible) y la vuelta de mucha producción de Asia y paises
en desarrollo a los paises desarrollados, tras los “embudos” en las cadenas de producción post-pandemia.
Esta mejoría internacional del empleo en
los últimos años ha sido mayor en España,
según
los datos oficiales: el 60% de todo el empleo creado en Europa en
2023 se ha creado en España. Respecto a diciembre de 2019 (antes de la pandemia), la
creación de empleo aumentó más en España (+7,1% hasta septiembre 2023) que en Francia (+4,9%), Italia
(+2,2%) o Alemania (+1,3%). Y si
analizamos la creación de empleo desde diciembre de 2021 (antes del inicio de la
guerra en Ucrania), también se ha
creado más empleo en España (+5,2%
hasta septiembre 2023) que en Italia (+3,2%), Francia (+1,7%) o Alemania
(+1,6%). Y en los 9 primeros meses de 2024 se han
creado otros 433.000 empleos. Las razones son varias: el mayor tirón del turismo y los
servicios, la menor caída de las exportaciones, el menor peso de la industria
(que está creando menos empleo), la menor inflación y los salarios más bajos, que mejoran nuestra competitividad.
Pero ahora, cara al 4º
trimestre de 2024 y, sobre todo, ante
2025, preocupa el futuro del empleo, en Occidente y más en Europa,
dado el bajo crecimiento esperado, los altos tipos (a
pesar de las 3 rebajas del BCE) , la incertidumbre sobre la energía y la
inflación y los conflictos geopolíticos. Por eso, tanto la OCDE como el FMI auguran una menor creación internacional
de empleo en 2024 y, sobre todo, en
2025. Mientras, el Gobierno Sánchez acaba de enviar a Bruselas su Plan
económico a medio plazo, donde refleja sus previsiones de empleo: prevé
la creación en España de casi 1,6 millones de empleos entre 2024 (+556.132
empleos), 2025 (548.645) y 2026 (494.878 empleos), con lo que España rozaría
los 23 millones de ocupados en 2026 (22.989.350), otro
hito histórico.
El Gobierno
justifica esta fuerte creación de empleo entre 2024 y 2026 en varios “motores”:
el fuerte crecimiento de la economía española (+2,7% en 2024, lo mismo
que en 2023, aunque el FMI cree que creceremos un +2,9%, otro +2,5% en 2025 y
+2,2% en 2026), el tirón de la inversión por los Fondos europeos, la
fuerza del consumo y las exportaciones españolas (que crecen más
que otras europeas), las reformas económicas y laborales (reforma
del desempleo en 2025) y, sobre todo, el dinamismo del empleo, gracias a la
alta actividad y el empleo de los inmigrantes (y la regularización de
500.000 “irregulares” en 2025).
El punto negro de estas previsiones sigue
siendo el
paro, que seguirá muy alto: el
Gobierno ha enviado a Bruselas una previsión de que acabará el año 2024 en el 11,2%
(como está ahora), lo que casi duplica el paro previsto en la UE-27 (6,1%).
Y prevé bajarlo al 10,3% en 2025 (6% en la UE-27), aunque el FMI y la
Comisión Europea lo ponen en duda y creen que el paro español seguirá
el año próximo por
encima del 11%. La clave es cómo conseguir que nuestro mayor crecimiento aporte empleo suficiente para atender a más demandantes de empleo, conseguir
que en España trabaje más gente y tener una tasa de paro “europea”.
Mucho tiene que ver con el modelo económico y nos obliga
a una reforma a fondo de las oficinas de empleo, que apenas
ayudan a los parados a recolocarse.
Por todo esto, no hay que caer en la complacencia:
crecemos más que la mayoría de los paises y creamos más empleo, pero seguimos
teniendo casi el doble de paro que Europa. Y eso nos obliga a reformar
y modernizar la economía, a promover la creación de empleo
en múltiples empresas y sectores (que siguen “cortos de personal”), mejorar
la formación y la empleabilidad de la mano de obra y aprovechar los Fondos
europeos, la digitalización y la
descarbonización de la economía para crear nuevos negocios y empleos. Pero,
además, el Gobierno debería promover
un Plan de choque, para reducir las bolsas de paro entre los jóvenes,
las mujeres y los mayores de 45 años (son 1.485.685
parados, el 57,7% de todos los parados, “un
ejército de parados” a los que hay que ofrecer una salida…). Y este Plan
debe negociarse con patronal, sindicatos y autonomías, que son quieres
gestionan las políticas de empleo y las oficinas del SEPE (mal, con pocos
medios y escasa efectividad).
En resumen, sigue mejorando el empleo, pero preocupa que
“pinche” en los próximos meses. Y
todavía tenemos demasiado paro,
concentrado en los mayores, las mujeres y los jóvenes, que siguen esperando una oportunidad. Crear más empleo y de calidad debería concentrar los esfuerzos esta
Legislatura. Porque el empleo es la base
de todo.
La nueva Comisión Europea pretende endurecer la
política migratoria en Europa, presionados por el auge de la extrema
derecha. Y la inmigración se ha convertido en la 1ª preocupación
de los españoles, alentada por bulos y campañas de VOX y PP. Pero la
realidad es otra, según dos recientes informes de Fedea y el Banco de
España. Primero, la inmigración es uno de los motores que explica el mayor crecimiento
de España. Segundo, los inmigrantes no roban empleo a los españoles,
sino que ocupan trabajos que nadie quiere y peor pagados. Y tercero, pagan
impuestos y cotizan, no usan más la sanidad y la educación y ayudan
a pagar las pensiones y a que crezca la población. Por todo ello, la
inmigración beneficia a la economía, en España y en Europa. Por eso, el
Gobierno aprobará un Reglamento para regularizar a 500.000 inmigrantes irregulares
y facilitará contratar extranjeros para cubrir puestos donde hoy
falta personal (construcción, campo, transporte, hostelería, cuidados…).
La inmigración legal nos ayuda. Enrique Ortega
En España y en toda Europa, los flujos migratorios
han recuperado un fuerte dinamismo, tras los retrocesos de inmigrantes por
la crisis financiera (2008-2014) y la pandemia (2020 y 2021). En consecuencia,
la llegada de extranjeros permite que
Europa y España ganen población en 2022 y 2023, tras perderla
cuando llegan menos inmigrantes, por la tremenda caída de la natalidad y el
envejecimiento. Así, en 2023, el número de europeos nacidos en
Europa bajó
en -1.173.700 personas, cayendo la población autóctona en todos
los paises (-334.900 en Alemania, -281.300 en Italia, -136.600 en Polonia o -114.000
en España), salvo en Francia (+47.700 autóctonos) y Suecia (+5.700).
Pero se compensó con la llegada de extranjeros: +2.821.056 inmigrantes netos
(entradas-salidas) en 2023, lo que permitió a Europa aumentar su población en +1.647.300
personas (hasta 449.206.579 habitantes).
La migración exterior hacía Europa se
ha duplicado en la última década, pasando de 1.425.507
inmigrantes netos en 2015 a un mínimo de 151.974 en 2020 (en plena
pandemia) y un máximo de 3.976.730 en 2022, que bajó en 2023 a 2.821.056
inmigrantes netos (ojo: de ellos, sólo
318.000 entraron en la UE “irregularmente”). Las mayores llegadas netas
de inmigrantes en 20223 se dieron en Alemania (+664.000 inmigrantes),
seguida de cerca por España
(+639.000), quedando a más
distancia la inmigración neta recibida por Italia (+273.800), Francia
(+181.700), Portugal (+155.700) o Paises Bajos (+136.700 inmigrantes. Con ello,
en 2023 eran 59.901.585 los europeos residentes que habían nacido
fuera de la UE, el 13,48% de la población censada.
Por paises, los que tienen más porcentaje de extranjeros son
Luxemburgo (50,4%), Malta (28,3%) e Irlanda (21,8%, por los británicos), pero
por número, el mayor peso de extranjeros se da en Austria (21,6% de la
población: 1.963.300), Suecia (20,4%: 2.144.300), Alemania (19,5%: 16.476.400
extranjeros), Bélgica (19,1% población: 2.246.900 extranjeros), Estonia
(17,2%: 234.700), España (17,1% población: 8.204.200 extranjeros en 2023),
Portugal (16,1%: 1.683.800), Paises Bajos (15,6%: 2.777.000 extranjeros), Eslovenia
(14,6%: 309.300), Dinamarca (13,6%: 804.100 extranjeros) y Francia
(13,1% de la población: 8.942.100 extranjeros), según
Eurostat.
Si depuramos estas cifras de “extranjeros”, quitando los extranjeros
nacidos en otros paises de la UE-27 (son 13.935.200 “extranjeros”, la
mayoría rumanos, italianos y polacos que viven en otro país europeo), la cifra
de extranjeros
de terceros paises (no UE) que viven en Europa se reduce a 41.318.600
habitantes, el 9,23% de toda la población europea. Y aquí, en este ranking de paises con más
inmigrantes no UE destacan Alemania (7.715.000
extranjeros de paises no UE, el 9,1% de la población), España (4.394.900
extranjeros de fuera de la UE, el 9,1% de la población), Francia
(4.074.600 extranjeros no UE, el 6% de su población) e Italia (3.746.900
extranjeros no UE, el 6,4% de su población. Pero hay otros paises donde
los extranjeros no UE pesan más en el censo, como Malta (17,5%, aunque son 94.800), Estonia (15,6% y 213.700), Letonia (13,6% y 255.200),
Luxemburgo (10,2% y 67.300) o Austria (9,3% y 842.600 extranjeros no UE).
La
mayoría de estos extranjeros no UE en Europa son turcos, marroquíes,
ucranianos, polacos, , latinoamericanos, sirios, afganos, pakistaníes, indios y
chinos.
La mayoría de estos inmigrantes extranjeros en Europa son hombres
y la edad media 36,5 años, más jóvenes que los europeos (45,7 años). España
recibe inmigrantes más mayores (32 años) que Francia (26,1) y Alemania (29,1), como Italia (32 años), según
un reciente estudio del Banco de España. Y también es el país europeo que
recibe más inmigrantes mujeres (50,5% del total) y el país europeo que
recibe inmigrantes con más nivel educativo: un 43% de los que vienen son
universitarios, frente al 38% en Alemania y al 15% en Italia, aunque son casi
la mitad en Francia, mientras recibimos menos inmigrantes con bajo nivel
educativo. Y otra ventaja de España, según
este estudio, es que la mitad de los inmigrantes proceden de
Latinoamérica (el 65% de los extranjeros no UE), lo que facilita su
integración y trabajo, por lengua y cultura, algo que no les pasa a Alemania y
Francia (y menos a Italia).
Pero la gran diferencia de la inmigración
que recibe España frente al resto de Europa es su
gran dinamismo: son personas con una gran tasa de actividad
(el 78% trabaja o busca trabajo, por encima del 70% en Francia, el 71% en
Italia o el 73% en Alemania), mayor incluso que la de los españoles. Y eso ha
creado una enorme fuerza de trabajo: en los últimos 5 años, la población
activa extranjera ha crecido en 1,2 millones de personas, mientras los
españoles “activos” han aumentado en 120.000, según
el Banco de España. Por ello, los extranjeros en España han contribuido
más al crecimiento del empleo que en otros paises europeos. Y eso explica el mayor crecimiento de España estos años.
Volviendo a las cifras de extranjeros en España, el
último Censo del INE (1 julio 2024) revela que
viven en España 6.632.064 “extranjeros”, el 13,59% de la población total ,
lo que supone un gran salto desde los 600.000 extranjeros que vivían en
España en 1998: pasaron a ser 2.058.879 en 2002 (el 4,97% de la
población) a 5.265.457 extranjeros en 2008 (el 11,45%), para bajar en 2019
(5.033.641 extranjeros, el 10,68%) y subir en 2022 (5.787.013 extranjeros,
el 12,11%) y 2023
(6.089.620, el 12,66%). Estas cifras revelan que el porcentaje de
extranjeros en España se ha cuadruplicado en este siglo, cambiando el
panorama de pueblos y ciudades. Pero ha sido en los últimos años, con el auge
de la ultraderecha en Europa y en España, acompañada de bulos y xenofobia por parte
de Vox (y el PP siguiendo su “senda”), cuando los inmigrantes preocupan más.
Hasta el punto de que en el Barómetro del CIS de septiembre aparecía como “la
primera preocupación de los españoles”.
La realidad indica que no es para tanto,
que los inmigrantes han dinamizado el empleo y la economía (como
revela el estudio del Banco de España) y que no “roban” a los españoles
ni el empleo ni los servicios públicos, como
demuestra otro estudio de Fedea, que concluye que las oportunidades de
empleo de los trabajadores españoles (nativos) “no se ven afectados de forma
significativa por la inmigración”, básicamente porque copan trabajos
que no quieren los españoles (construcción, campo, hostelería y
turismo, transporte, servicio doméstico y cuidados), con peores contratos
y salarios. Y además, los inmigrantes tienen más problemas que los
españoles para encontrar trabajo en los primeros 5 años desde que llegan y
tienen una menor tasa de empleo y más paro
(17,43% tasa de paro frente al 10,74% los españoles). Sólo las mujeres
inmigrantes consiguen, a los 5 años, tener una tasa de empleo mayor que
las mujeres españolas, porque sirven en casas o cuidan a ancianos.
Además, como los inmigrantes que vienen a España están
bastante cualificados (43% tienen estudios universitarios), muchos
trabajan “sobrecualificados”, en puestos más bajos de los que deberían
por su formación: en España les pasa al 50% de inmigrantes (frente
al 34% del total de trabajadores), como en Italia, mientras en Alemania y
Francia sólo trabajan “sobrecualificados” el 30% de inmigrantes, según
el Banco de España. Y además, los datos del INE revelan que los
inmigrantes ganan un 30% menos que los trabajadores españoles, porque
tienen peores contratos (más temporales y a tiempo parcial) y trabajan en
sectores con salarios más bajos (hostelería, construcción, campo, cuidados y
servicio doméstico). Aunque si consideramos sólo el factor “nacimiento” (descontando
su contrato y trabajo), la discriminación salarial de los inmigrantes bajaría
del 30 al 6%, según
Fedea.
Lo que está claro es que el impulso del empleo en los
últimos años se ha dado gracias a los inmigrantes. Así, de los
1.280.000 nuevos empleos creados en España entre 2019 y 2023, el 43,2%
(553.000 empleos) han sido para trabajadores nacidos en el extranjero, 31,2%
(465.700 empleos) para trabajadores nacidos en España y el 20,4%
restante (261.300 empleos) para trabajadores con doble nacionalidad
(extranjeros que ya son españoles), según
los datos de la EPA. Y este año 2024, de enero a junio se han creado
295.000 nuevos empleos, de los que el 32,8% se lo han llevado los
trabajadores extranjeros, el 25,2% los trabajadores españoles y el
41,62% los que tienen “doble nacionalidad”. Con ello, en
junio de 2024 había 21.684.700 ocupados en España, casi el 80% trabajadores
(79,96%) nacidos en España (17.340.600), 3.224.900 nacidos en el
extranjero (14,87%) y 1.119.200 trabajadores con doble
nacionalidad (5,16%).
Este récord de extranjeros trabajando (3.224.900) ha
permitido el fuerte crecimiento de la economía española en los últimos
años (superior a toda la UE), un tirón del consumo y de la demanda (también
vivienda) y el salto que se ha dado en el turismo y la hostelería, la
agricultura y la ganadería, el transporte, la construcción y la economía de los
cuidados. Y ha ayudado a sanear las cuentas de la Seguridad Social,
con un récord de cotizantes extranjeros (2.868.678
en septiembre, frente a 2 millones en 2019). Los cotizantes
extranjeros aportan el 9% de los ingresos por cotizaciones y su
gasto en pensiones sólo supone el 1% del total, así que su
aportación al sistema es muy positiva.
Una queja que se amplifica es que los inmigrantes
“quitan servicios” a los españoles, desde la sanidad a la educación o
la Dependencia y las ayudas sociales. El
estudio de Fedea revela que no es así. En Sanidad, la utilización de
servicios por los inmigrantes es similar a la de los españoles, según los datos
del SNS, tanto en visitas a médicos de familia y estancias en hospitales,
aunque acuden menos a los especialistas y más a urgencias. Y como los
inmigrantes suelen ser más jóvenes que los españoles, acuden menos a servicios
ligados a enfermedades crónicas y de mayores. Eso no quita, advierte el
estudio, que haya zonas de España donde la mayor concentración de
inmigrantes tensione más la sanidad (o la educación), algo que sí pasa
en Cataluña, Madrid y Comunidad Valenciana. Eso exige reforzar
los servicios públicos en estas autonomías, que también se benefician de más
ingresos fiscales y cotizaciones por tener más inmigrantes.
La inmigración beneficia a la economía europea y más a
la española, según todos los estudios nacionales e internacionales. Y
será aún más necesaria cara al futuro, cuando se desplome más la
población europea y sean necesarios más inmigrantes para financiar los servicios
públicos y las pensiones. La
ONU estima que Europa necesita recibir 60,8 millones de trabajadores
extranjeros hasta 2050. Y España necesita recibir 7 millones de
inmigrantes más entre 2020 y 2050, según
el Centro de Desarrollo Global de Washington, mientras el INE prevé que los
nacidos en España bajen de 40,20 a 37,10 millones entre 2020 y 2050. Así que “necesitamos
a los inmigrantes”, les guste o no a algunos. Eso sí, hay que ordenar
y organizar la inmigración, para “canalizar las llegadas” y reducir
la inmigración ilegal (en 2023 entraron 56.852
inmigrantes ilegales, menos del 10% del total).
Para conseguirlo, el Gobierno Sánchez quiere aprobar en
noviembre dos
cambios en el Reglamento de la Ley de Extranjería.
Uno, la regularización de unos 500.000 inmigrantes que viven en
España sin regularizar, una medida que ya se ha presentado
en el Congreso como iniciativa popular y que teóricamente apoyan todos
los partidos, salvo Vox, medida que reduciría la economía sumergida y el
fraude, mejorando la vida de estos inmigrantes no regularizados. Y la otra, promover
la contratación en origen de trabajadores extranjeros (por periodos o
campañas), para hacer frente a la demanda no cubierta de mano de obra en
muchos sectores, desde el transporte y la construcción al campo y la
hostelería. Además, el Gobierno pretende agilizar
la homologación de títulos a extranjeros, porque ahora hay un “atasco”
de 5.000 solicitudes al mes (se atienden 2.000).
Con ello, el Gobierno quiere facilitar mano de obra a
sectores clave donde falta y aumentar el empleo extranjero legal, lo
que facilitará que España siga creciendo (será el país occidental que más
crezca en 2024, según
el FMI. Y por eso, en el último Plan económico enviado por el Gobierno a
Bruselas (octubre 2024), se
prevé crear 1,5 millones de empleos nuevos entre 2024 y 2026,
con lo que España rozaría los 23 millones de ocupados, superando
todos los récords históricos (20,7 millones en 2007 y 21,6 en junio de 2024). Y
eso será en gran medida gracias a “la ayuda de los inmigrantes”, que empujan
nuestra economía, “no nos roban”. Por eso, hay que regularizar su
situación, canalizar sus legadas e integrarlos mejor, porque si mejoran
sus contratos y sueldos, si se integran mejor en nuestras ciudades y pueblos,
si trabajan más a gusto, aumentará su productividad y, con ella, la de
toda España, una
“asignatura pendiente” de la que depende que produzcamos más y vivamos
mejor.
Así que no hagan caso
a bulos y “sensaciones” personales : los datos y estudios revelan que los
inmigrantes están salvando la demografía y la economía, en Europa y en
España. Y que los necesitamos para seguir creciendo, recaudando y
pagando los servicios públicos y las pensiones. No nos “roban” ni
trabajos ni servicios: nos ayudan (con precariedad y bajos salarios) a
construir el presente y el futuro. No lo olviden.
Las ventas de coches se estancan en Europa,
cayendo en Alemania y Francia y estabilizándose en el resto, lo que ha creado problemas
de empleo y resultados a gigantes como Volkswagen, Stellantis,
Mercedes Benz o BMW. En España,
las ventas apenas crecen un +4,5% y se venden el doble de coches de 2ª
mano que nuevos. La causa de esta crisis son los altos precios y
que no despegan las ventas de eléctricos, que cayeron en Europa en
agosto y apenas crecen en España, a la cola de venta de vehículos
electrificados en Europa. Se culpa a la competencia desleal de China,
que ya fabrica un 21,7% de los vehículos electrificados vendidos en
Europa, pero también cuentan el escaso apoyo de muchos Gobiernos a
los eléctricos y el retraso tecnológico de las marcas europeas, un 30%
más caras que las chinas. Urge un Plan ambicioso, como propone Draghi,
para relanzar ayudas, puestos de carga e inversiones en vehículos
alternativos, para salvar la primera industria europea. Enrique Ortega
La industria del automóvil ha sido uno de los
motores de la economía europea en el siglo XX. Pero lleva una década
renqueando y los datos
de ventas de 2024 son muy preocupantes: hasta finales de
agosto (últimos datos publicados por la patronal ACEA) se habían vendido en
la Unión Europea 7,2 millones de coches nuevos, sólo +1,4% más que el
año pasado. Y las matriculaciones caen en Alemania (-0,3%) y
Francia (-0,5%), creciendo lo mínimo en España (+4,5%) e Italia (+3,8%). Y todo
apunta a que este año 2024 se repetirán las ventas de coches
que tuvo Europa en
2023 (10,5 millones), muy por
debajo (-20%) de las matriculaciones europeas anteriores a la pandemia (12,99
millones en 2019).
Este estancamiento global de ventas se completa con un freno
o caída de ventas este año de las principales marcas europeas: grupo Volkswagen
(+1,8% de ventas, aunque la marca alemana vende un 0,8% menos que en 2023), Stellantis
(-3,2 caen las ventas del grupo y -4,51% sólo Peugeot) , Renault (+0%
ventas el grupo y -2,5% la marca Renault), BMW (-0,3% ventas hasta agosto) o Mercedes
Benz (-3,1%), según
los datos de ACEA. Y por ello, Volkswagen negocia con los sindicatos el
mayor recorte de empleo en la historia de Alemania, Stellantis ha perdido un
-41% en Bolsa y las dos recortarán sus beneficios en 2024, como BMW
y Mercedes. En contrapartida, el grupo japonés Toyota vende este año muchos más coches en Europa
(+17,9%), igual que la ahora china Volvo (+37,8%), las japonesas Nissan (+8,3%)
o Suzuki (+22,7%), la china SAIC Motor (+18,1%) y las japonesas Mitsubishi
(+70,3%) y Honda (+44,5%), mientras bajan ventas Tesla (-14,9%),
el grupo Hyundai (-4,3%) , Mazda (-1,8%) o Jaguar Land Rover
(-4,9%).
En España, las ventas de coches crecen algo más que
en la mayoría de Europa (porque crece más el consumo), pero siguen siendo
bajas: se han matriculado 744.698 automóviles de enero a septiembre, un
aumento del +4,7% sobre 2023, según
ANFAC. Y acabaremos el año 2024 con 1 millón de automóviles vendidos,
cifra parecida a 2023 (949.400 coches matriculados) y bastante inferior a
los récords de 2018 (1.334.780 vehículos) y 2019
(1.258.250 coches matriculados). En España, Toyota sigue liderando las ventas en 2024
(como en los dos años anteriores), con el 9,32% de cuota, seguida por Volkswagen
(6,53%) y Seat (6,49%), Hyundai (6,39%), Renault (5,96%), Kia (5,45%),
Peugeot (5,45%) y Dacia (5,43%). Y la mayoría de coches matriculados se importan:
sólo el 14,1% de los coches vendidos este año se fabricaron en España
(frente al 21,8% en 2019).
¿Por qué se estanca la venta de coches, en Europa y en
España? Hay
varias razones. Una importante, que la industria automovilística todavía se
resiente de la “postpandemia”, de los problemas sufridos en las
cadenas de suministro (baterías y traslado de vehículos desde Asia), que retrasaron
las entregas y han encarecido los precios de los coches. Esta
coyuntura, junto a la alta inflación de estos años (recortando el poder
adquisitivo, sobre todo en España), ha retraído las compras de coches nuevos,
en beneficio del mercado de 2ª mano, que se ha disparado: entre
enero y septiembre, se
han vendido 1.512.947 coches usados, más del doble que nuevos (744.698
matriculados). Y otros conductores han optado por no cambiar de coche,
seguir con el que tienen, cada vez más viejo : 14,2 años de media ( y 1 de
cada 4 circulan con más de 20 años), según
ANFAC, frente a 8,3 años en 2008.
La segunda causa de la actual crisis es que han “pinchado”
las ventas de vehículos eléctricos, a pesar de la apuesta de los
Gobiernos y las grandes empresas europeas. En agosto se publicó un
dato alarmante: las ventas de vehículos eléctricos cayeron un -43,9% en la
UE, con una fuerte caída en Alemania (-68,8%), Francia (-33,1%) e Italia
(-40,2%) y algo menor en España (-24,8%), según
los datos de ACEA. Y de enero a agosto se han vendido en Europa 902.011
vehículos eléctricos (-8,3% que en 2023), 501.266 híbridos enchufables
(-5%), 2.138.474 híbridos (los únicos que crecen: +21%), 2.504.457 vehículos de
gasolina tradicionales (-2,9%) y 909.592 coches diesel (-9,7%). Así que los
coches más vendidos en Europa en 2024 ( y también en Alemania y España)
son los tradicionales coches de gasolina, seguidos de los híbridos
(el coche más vendido en Francia e Italia y el 2º en ventas en Alemania y
España), los diesel, los eléctricos puros y los híbridos enchufables
(estos dos tipos, vehículos “electrificados”, suman 1.403.277 ventas, -7,15%
que en 2023).
Si en toda Europa no despegan los coches “electrificados”, España
está a la cola. De enero a septiembre se han vendido
en España 83.866 vehículos “electrificados” (43.895 eléctricos
puros y 42.968 híbridos enchufables), frente a 294. 536 vehículos
de gasolina, 278.943 “híbridos”, 210.231 vehículos de gasoil, 24.797 vehículos
a gas y 57 con hidrógeno. Estos datos
de ANFAC revelan que el porcentaje de vehículos “electrificados (eléctricos+híbridos
enchufables) en España está en el 9,7% (por debajo del 10,5% hace
un año), a la cola de Europa, salvo Italia (7,2%): 30,4% en
Portugal, 25,3% en Reino Unido, 24,6% en Francia, 19,5% en la UE-27 y 18,9% en
Alemania. Un dato que hace imposible cumplir el objetivo del
Gobierno de matricular 280.000 vehículos electrificados en 2024 (no
llegan al 30%) y lo mismo alcanzar 372.000 vehículos electrificados para 2025
(o 787.800 en 2030).
¿Por qué no se venden más coches eléctricos en Europa y
en España? Básicamente, por tres razones: son caros, no hay
apenas postes de recarga y las ayudas se retrasan y son escasas. En
Alemania, el Tribunal Constitucional obligó al Gobierno a retirar
las ayudas a los coches “electrificados”
a finales de 2023 y ha sido la puntilla para las ventas. Y en otros paises
europeos, se han recortado las ayudas, para recortar déficit y gastos. En
España, las ayudas (hasta 10.000 euros por coche: 7.000 del Plan
Moves III y 3.000 de deducción en el IRPF) a la compra de coches electrificados
se
reciben muy tarde (hasta un año y más), por la lenta gestión de las
autonomías. Y los compradores no se animan a comprar “electrificados” porque
tienen poca autonomía y porque hay muy pocos puntos de recarga:
había 37.876 funcionando en septiembre (la mitad de los 63.500 previstos) y otros
10.333 instalados pero que no funcionan, según
ANFAC. Por todo ello, ventas y puntos de recarga, España está a la
cola de Europa en penetración del vehículo electrificado, según
el Barómetro de Electromovilidad de ANFAC: 21,3 puntos frente a 38,7 de
media la UE-27. 137,4 Noruega, 70,4 Paises Bajos, 49 Francia, 48,9 Reino Unido
y 45,2 puntos Alemania.
Para los fabricantes europeos de coches, la causa
principal de la crisis de ventas es la competencia desleal de los coches
eléctricos chinos en Europa. La
patronal europea ACEA, aporta este dato: el 21,7% de los coches eléctricos
vendidos en Europa en 2023 se fabricaron en China, frente al 2,9%
de los vendidos en 2019. Y como hay coches eléctricos fabricados en China que
son de fabricantes europeos o de EEUU (Tesla), si los descontamos, resulta que
la cifra de ventas de eléctricos en Europa de marcas chinas es del 7,6%
(frente al 2% en 2019). En agosto, este porcentaje de vehículos eléctricos de
marcas chinas ha sido del 20,9%: 19.400
coches chinos que superaron a los 19.080 vendidos por Tesla, los 12.165 de
BMV y los 11.363 eléctricos vendidos por Volkswagen. Los fabricantes europeos se
quejan de las ayudas directas y financieras del Gobierno chino a sus
fabricantes, lo que les permite vender sus coches eléctricos en Europa un
30% más baratos.
Pero los expertos destacan que los coches chinos (y
asiáticos) copan el mercado europeo no sólo por las ayudas que reciben y su
menor precio, sino porque ofrecen muchos extras y alta calidad, tienen
una tecnología muy avanzada y su fabricación está muy integrada,
con cadenas únicas de producción que no tienen los fabricantes europeos.
Un hándicap son las baterías, integradas en la cadena de producción,
gracias a la apuesta del Gobierno chino, hace años, por fábricas de baterías (y
chips) : China controla el 75% del mercado mundial de baterías y Europa está “en
mantillas”. El
Plan estratégico de baterías de la UE no se aprobó hasta 2019 y pretende
construir de 20 a 30 “gigafactorías”, que van muy lentas.
Mientras, el Consejo Europeo aprobó el 4 de octubre (con el voto en
contra de Alemania y la abstención de España) aumentar
los aranceles europeos a los coches eléctricos fabricados en China, del
10% actual hasta un 7,8% adicional (Tesla), 17% (BYD), 18,8% (Geely) y 35,3% (SAIC).
Una medida que muchos expertos consideran poco eficaz, porque
podría ser replicada por China para los coches europeos (Volkswagen, BMW,
Renault, Mercedes y otras venden coches en China e incluso los fabrican allí).
Además, estos aranceles podrían impulsar más la creación
de plantas chinas de coches en Europa (ya hay contactos en Italia y
el Este), para “burlar” así los aranceles. Sin olvidar los “daños
colaterales” a las economías europeas si China replica con aranceles a
alimentos y productos europeos (España vende 1.500 millones anuales de carne
de cerdo, ahora amenazada con aranceles). Y eso es preocupante para un
continente como Europa,
muy “vulnerable” comercialmente, porque compra mucho más a China
(516.223 millones de euros en 2023) de lo que les vende (223.494 millones).
Pase lo que pase con los aranceles, está claro que Europa
tiene un problema serio en el sector del automóvil y está perdiendo en
la competencia con China, Japón, Corea y EEUU: de hecho, Toyota es el primer fabricante mundial de coches
desde 2020, superando a Volkswagen (11,23 millones en 2023 frente a 9,24),
mientras Hyundai-Kia (7,3 millones de coches) supera a Stellantis (6,39
millones). Y siguen en el ranking la alianza Renault-Nissan-Mitsubishi (6,28
millones de coches fabricados), General Motors (6,19 millones), la china SAIC (5,02 millones), General
Motors (4,87 millones), Ford (4,41 millones) Honda (4,19) y Nissan (3,37
millones), por delante del tercer gigante europeo, BMW (2,56 millones). Y
seguido o superado por las chinas Changan (2,55 millones) y BYD
(3,55 millones). Y crecen también las exportaciones de coches asiáticas
(23,8%), mientras bajan las europeas (26,1%).
Ahora, los fabricantes tienen la vista puesta en 2035,
cuando la Comisión Europea prohíbe
la venta de coches de combustión (gasolina y diesel) y sólo podrán
venderse coches eléctricos puros, híbridos enchufables o híbridos, coches que
hoy sólo suponen el 49,32% de las matriculaciones en Europa (y el 48% en
España). Los fabricantes
reiteran que ellos “han hecho los deberes”, van a invertir
250.000 millones para reconvertirse al coche alternativo, pero se
quejan de que las ventas de estos coches no despegan, como demuestran
las estadísticas. Y piden un mayor esfuerzo público, aumentando y
facilitando las ayudas a los compradores (en España, la
patronal ANFAC pide que se entregue la ayuda en el momento de la compra del
coche electrificado, además de otros beneficios fiscales y en el IVA). Pero
además, aumentan las voces para retrasar la prohibición de vender
coches de combustión para después de 2035, a la vista de la situación. Y piden más
ayudas a la industria.
Al margen de la necesidad de aumentar y agilizar las ayudas
a los compradores, urge que Europa diseñe un ambicioso Plan para reconvertir
la industria del automóvil, tras 150 años de motores de combustión. El informe
recién presentado por Mario Draghi dedica una parte importante a diseñar
el futuro del automóvil en Europa, para conseguir que pueda competir mejor
con los fabricantes chinos, asiáticos y de EEUU. Plantea
10 acciones claves, que pasan por reducir los costes de
producción, estandarizar normativas, apoyar procesos innovadores, mejoras
formativas y, sobre todo, una estrategia industrial combinada entre los 27,
para crear “gigantes europeos” (como Airbus en la aeronáutica) y la
integración vertical de la cadena de valor: que los fabricantes
europeos no dependan de otros paises en chips o baterías. Y todo ello exige grandes
inversiones privadas y públicas, una parte de los 800.000
millones anuales que pide Draghi para reconvertir y modernizar toda la economía europea.
La crisis del automóvil es un
problema muy serio para Europa, porque es nuestra primera
industria (aporta el 8% del PIB europeo)
y da trabajo a 14 millones de europeos (2 millones en España). Pero además, es clave
para la descarbonización del continente, para luchar contra el cambio
climático y conseguir las cero emisiones netas en 2050. El sector tiene un reto
histórico y los europeos deberíamos aprovechar para modernizar la industria y
la economía en esta reconversión, para evitar que los coches vengan de fuera de
la UE y se pierda empleo y riqueza. Pero eso exige un Plan
industrial serio, una hoja de ruta europea, mejores ayudas y
campañas a los compradores y fuertes inversiones, que hay que financiar sin
demora. Es una de las grandes tareas que tiene por delante la nueva
Comisión Europea y los paises, especialmente España:
porque la
industria del automóvil está en manos de multinacionales extranjeras y de
ellas dependen nuestras fábricas y empleos. Máxima prioridad.