Mostrando entradas con la etiqueta tranquilizantes. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta tranquilizantes. Mostrar todas las entradas

jueves, 13 de abril de 2023

El trabajo precario daña la salud mental

La pandemia y la nueva crisis desatada por la inflación y la guerra en Ucrania han deteriorado más la salud mental de los españoles: 4 de cada 10 valoran la suya negativamente, según una reciente Encuesta. Y gracias a un informe encargado por Trabajo a 45 expertos, sabemos que un tercio de las depresiones y problemas mentales son causados por la precariedad laboral: contratos inestables, largas jornadas, bajos salarios, mala valoración profesional, falta de incentivos, problemas con los jefes… El informe revela que 11,9 millones de españoles adultos (asalariados, autónomos y parados), el 50,8% del mercado laboral, están en una situación laboral “precaria”. Y muchos acaban con depresiones, angustias y hasta suicidios (11 al día), la mayoría sin tratamiento adecuado y consumiendo ansiolíticos a mansalva. Los expertos proponen medidas para reducir la precariedad y mejorar la deficiente atención a la salud mental, con la colaboración de convenios y empresas, lo que reduciría los problemas mentales. No es sano mantener una economía que funciona con trabajadores “dopados”.

Enrique Ortega

La salud mental es un problema que preocupa en todo el mundo, al haberse deteriorado con las últimas crisis, desde la crisis financiera de 2008 a la pandemia y la crisis actual por la inflación y la guerra en Ucrania. Aproximadamente, 1 de cada 8 personas en el mundo (más de 1.000 millones) sufren algún trastorno mental, según el informe 2022 de la OMS, lo que provoca graves problemas psicológicos y económicos, en medio de una desatención sociosanitaria general. En Europa, 1 de cada 6 personas (84 millones de europeos) tienen cada año un problema de salud mental, ya sea ansiedad, depresión o trastornos por el uso del alcohol y drogas, afectando más a las clases sociales más desfavorecidas. Y en España, los datos oficiales indican que los problemas mentales tienen una elevada prevalencia entre los mayores de 15 años: afectan a 4,5 millones de españoles, el 11,1% de la población adulta.

Estos datos revelan que un 5,8% de españoles adultos (2.372.859 personas) tienen “ansiedad crónica: son 1 de cada 12 mujeres, 1 de cada 28 hombres, 1 de cada 12 desempleados, 1 de cada 23 personas que trabajan y 1 de cada 4 personas incapacitadas para trabajar. Y otro 5,3% de españoles adultos (2.1608.302 personas) sufren depresión”: son 1 de cada 4 mujeres, 1 de cada 31 hombres, 1 de cada 13 desempleados, 1 de cada 40 que trabajan y 1 de cada 4 personas incapacitadas para trabajar. La mayoría de estos trastornos mentales son derivados a los Centros de salud, que no cuentan con personal especializado, lo que se traduce en que híper recetan fármacos al paciente: España es el país del mundo que consume más ansiolíticos e hipnóticos por habitante, según las estadísticas internacionales. De hecho, casi el 11% de los adultos han consumido tranquilizantes, relajantes o partillas para dormir en las últimas semanas (1 de cada 7 mujeres). Y los enfermos aguantan así, “dopados”, hasta que su situación se agrava y acaban en las urgencias de un hospital o en una de las escasas unidades de atención psicológica de los hospitales, repletas y con listas de espera.

Y al final, muchos de estos pacientes con problemas mentales acaban suicidándose, la brutal constatación de que la atención mental falla. El 2021 se produjeron en España 4.003 suicidios (11 diarios) y todo apunta a que en 2022 se habrá alcanzado otro récord, dado el salto de suicidios en el primer semestre (2.015 suicidios). Cada año se suicidan en el mundo 700.000 personas, muchas con trastornos mentales. Y el suicidio es la 4ª causa de muerte prematura entre los jóvenes de 15 a 29 años, según la OMS, quien reitera que en los paises desarrollados se dan más los suicidios en personas con problemas económicos, rupturas sentimentales o problemas de salud.

Este preocupante panorama de la salud mental se ha agravado con la pandemia y la actual crisis derivada de la inflación y la guerra en Ucrania, según la última Encuesta de la Confederación de Salud Mental de España, publicada en marzo de 2023: 4 de cada 10 encuestados valoran negativamente su salud mental y el 75% creen que la salud mental española se ha deteriorado tras la pandemia. Al preguntarles por las causas de este deterioro de su salud mental, los encuestados señalan tres factores: no poder pagar el alquiler o la hipoteca, miedo a perder el trabajo o temor a no poder pagar las facturas. En general, todos destacan que la 1ª causa de su angustia o depresión son sus condiciones de vida y de trabajo, sus dificultades económicas para llegar a fin de mes. Y en especial, la precariedad del trabajo, sobre todo de mujeres, jóvenes, inmigrantes y mayores de 45 años.

Para analizar el efecto de la precariedad laboral en los trastornos mentales, el Ministerio de Trabajo encargó, en abril de 2022,  un Informe sobre precariedad laboral y salud mental (pionero en el mundo) a un equipo multidisciplinar de 11 expertos y 34 colaboradores externos a la Administración. El Informe se presentó el 17 de marzo y ofrece una conclusión apabullante: un tercio de los casos de depresión que se dan en España (170.000 de los 511.000 casos totales) se deben a la precariedad laboral. Y en consecuencia, podrían ser evitados (los casos, su atención sanitaria, sus costes y pérdidas económicas  y los suicidios que provocan) si los españoles tuvieran trabajos más decentes y menos precarios.

¿Cuál es la relación entre precariedad y trastorno mental? Así lo explica Joan Benach, doctor en Salud Pública y coordinador del Informe: “El conocimiento científico muestra con claridad cómo la precariedad laboral es un determinante social tóxico de la salud. El mal empleo penetra en los cuerpos y en las mentes de las personas precarizadas y genera ansiedad, depresión, abuso de drogas y alcohol, y un mayor riesgo de suicidio”. Por eso, propone actuar en dos frentes: reducir la precariedad laboral y a la vez atender a los que sufren trastornos de salud mental por su situación laboral y socioeconómica.

El estudio tiene una primera parte que analiza el alcance de la precariedad laboral en España, con los datos más recientes. Y su conclusión es impresionante: a finales de 2022, 11,9 millones de españoles adultos (15 años y más), el 50,8% del mercado laboral,  estaban en una situación de precariedad laboral: son trabajadores con contratos temporales, trabajadores con contrato a tiempo parcial involuntario (trabajan por días o por horas porque no encuentran trabajo a jornada completa), subocupados (apenas trabajan), autónomos precarios (o por trabajo o por ingresos irregulares) y parados sin empleo que habían trabajado antes. En total, se suman 8.1 millones de asalariados. 1,2 millones de autónomos y 2,6 millones de parados, todos “precarios”. Un 50,8% del total del mercado laboral están “precarizados”, porcentaje que ha bajado algo desde 2019 (52%) pero que queda muy lejos de 2007 (48,4% precarios).

Esa es la precariedad laboral global, pero tienen más precariedad las mujeres (53,3% precarias), los mayores de 40 años (57,3%) y los jóvenes, sobre todo los que tienen estudios medios y superiores. Además de su precariedad laboral, el impacto en la salud mental es mayor en las mujeres, según este Informe, porque han de atender a su trabaja, su casa, sus hijos y hasta a sus padres dependientes. También se agrava la salud mental entre los precarios inmigrantes (el riesgo de problemas mentales se triplica al perder su trabajo), los autónomos y los trabajadores jóvenes empleados en plataformas digitales y Call centers. Y en todos los casos, tiene mucho que ver el nivel de renta, los ingresos de las personas precarias: el impacto negativo sobre su salud mental es 2,5 veces mayor entre los que tienen menos renta.

Además de la precariedad laboral, los problemas mentales se agravan por una deficiente atención sanitaria a estos enfermos, según revela el Informe de los expertos. Los médicos de familia poco pueden hacer, en consultas saturadas, más que recetarles psicofármacos para salir del paso. Y en los casos más graves, derivarlos hacia médicos especialistas o a Centros de Salud Mental, escasos y saturados. Hoy día, la demora para la primera visita psiquiátrica son 12 meses y con otro problema adicional: las visitas sucesivas de demoran demasiado (de 3 a 5 meses), lo que dificulta el seguimiento, junto a la enorme rotación de profesionales (que exige al paciente “empezar de nuevo con cada médico”). En el caso de los hospitales, hay pocas unidades y plantas de Psiquiatría, muy agobiantes para pacientes y familias. Y los Centros de Día y Rehabilitación, una buena solución, son aún más escasos. Resultado: el que quiere una buena atención mental, ha de pagarse un especialista privado.

Y en paralelo, las personas con problemas de ansiedad o depresión tienen otros problemas, desde el trabajo a la estigmatización social. Las empresas no facilitan las bajas por depresión (un 15% de las bajas totales) y estigmatizan a los que las piden, no ayudando al trabajador con cambios laborales. Y en muchos casos, estar de baja por depresión o tener problemas mentales aísla más a estos enfermos de la sociedad, dificultando su recuperación y agravando su situación. Falta una política integral para mejorar la salud mental, desde las empresas (Planes de detección de riesgos) a los Centros de Salud, los especialistas y los hospitales, mejorando los medios y el personal de atención sanitaria especializada, hoy claramente insuficiente: en España hay 9,6 psiquiatras por cada 1000 habitantes, menos de la mitad que la media europea, y 6 psicólogos clínicos para cada 100.000 habitantes, la tercera parte que en Europa.

Los españoles, sobre todo los más jóvenes, ven cada vez más claro los daños mentales que les están creando algunos trabajos con condiciones laborales muy precarias (contratos temporales, por días y horas, horarios sin límite como en algunas consultoras, actividades muy rutinarias, falta de integración y participación en la organización, escasas perspectivas de mejora y carrera laboral, bajos salarios…). Y así pasa que el 27% de los trabajadores están dispuestos a abandonar su trabajo, según un reciente estudio de InfoJobs y Esade, que refleja que los descontentos han aumentado un 4% (eran el 23% en 2021). Y curiosamente, un tercio de los que buscan irse del trabajo (el 32%) lo hacen “para proteger su salud mental, por delante de los que buscan mejores condiciones económicas (27%) o los que buscan mayores posibilidades de conciliación laboral (24%). Así que la clave para cambiar de trabajo es “cuidar la salud mental”, el bienestar emocional más que el salario.

El informe sobre precariedad y salud laboral encargado por Trabajo propone un abanico de medidas para mejorar la salud laboral. La primera y previa al resto es contar con indicadores de precariedad laboral y su impacto sobre la salud mental de los trabajadores, para no actuar a ciegas y poder vigilar la evolución de los trastornos mentales. La segunda, Impulsar y aprobar un Código de Trabajo, para avanzar hacia un empleo digno y sostenible, reduciendo la precariedad (como ha hecho la última reforma laboral). Además, proponen reforzar la salud mental en las empresas, dentro de las políticas de prevención de riesgos laborales y en la negociación de los convenios colectivos. El informe propone también  avanzar hacia la jornada laboral de 32 a 35 horas, reducir el trabajo parcial no deseado y seguir mejorando el salario mínimo, además de facilitar la conciliación laboral y fomentar la economía de los cuidados (para reducir el estrés de las mujeres). Y en paralelo, reforzar el sistema sanitario, desde los Centros de Salud a los especialistas y Unidades psiquiátricas en los hospitales, mejorando la prevención y el sistema de salud mental comunitario.

Este Informe y las recomendaciones que incluye deberían llevar a nuevas medidas legales para reducir la precariedad laboral (un nuevo Estatuto de los Trabajadores para el siglo XXI), aprobando el nuevo Estatuto del Becario, la regulación específica de las plataformas digitales, el refuerzo de derechos en los sectores más precarizados y la incorporación de algunos trastornos mentales al Catálogo de enfermedades profesionales. Y resulta clave centrar parte de la inspección de trabajo (aunque tiene pocos medios) en vigilar las condiciones de trabajo (horarios, turnos) que más están provocando problemas mentales.  Además, el Informe abre otro debate que algún día debería lanzarse en España: la necesidad de avanzar en la “democratización del trabajo”, para conseguir que los trabajadores participen más en la organización de sus tareas”, porque la cultura empresarial del “ordeno y mando y la generalización de “jefes tóxicos” está detrás del aumento del estrés laboral. Y por supuesto, el Informe de los expertos propone reforzar el sistema público de salud en la atención mental, con mayor coordinación y medios entre la atención primaria y la especializada y en colaboración con las empresas y sus políticas de salud laboral.

En definitiva, el deterioro de la salud mental en los últimos años es un fiel reflejo de la precarización de la economía y los retrocesos en las relaciones laborales tras varias crisis. Como dicen los autores del Informe, “necesitamos un modelo laboral saludable, sostenible y democrático”.  Que ir a trabajar no sea un suplicio y una fuente de estrés y de problemas mentales para muchos trabajadores. Para conseguirlo, no basta con que el Gobierno apruebe reformas para reducir la precariedad y dignificar salarios y empleos. Hace falta un cambio de mentalidad en los empresarios, que deben organizar sus negocios para que sean rentables pero no a costa de explotar y deprimir a sus trabajadores. “Una economía que necesita personas precarias, dopadas con cafeína, ansiolíticos y antidepresivos para poder trabajar, no es una sociedad sana”, señala el doctor Joan Benach, coordinador de este Informe sobre precariedad y salud mental. Tomen nota.

jueves, 14 de abril de 2016

La crisis aumenta los suicidios


Los datos tardan en salir pero son impactantes: 3.910 españoles se suicidaron en 2014, más de 10 suicidios al día, el doble de muertes que por accidentes de tráfico. Y lo más llamativo: los suicidios han aumentado un 20% desde 2007, sobre todo por la crisis económica. Los estudios dejan claro que el paro y las deudas están detrás de muchos suicidios, que se concentran en los mayores de 45 años y los ancianos, sobre todo hombres. Al final, dos tercios de los que se suicidan sufren depresión y enfermedades mentales, sin que se les trate adecuadamente, salvo el “parche” de recetarles pastillas: los ansiolíticos y antidepresivos están entre los medicamentos más vendidos en España. Urge poner en marcha un Plan nacional contra los suicidios y por la mejora de la salud mental de los españoles, centrado en los colectivos de más riesgo, los parados maduros de larga duración, los jóvenes y los ancianos. La prioridad debería ser salir de la crisis lo más sano posible.
 
enrique ortega

Los suicidios son una de  las 10 principales causas de muerte en el mundo y la segunda entre los jóvenes de 15 a 27 años. Cada año se suicidan en el mundo cerca de 1 millón de personas, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), una media de 16 personas por cada 100.000 habitantes. Lituania es el país con la mayor tasa de suicidios del mundo (61,3 por cada 100.000 habitantes), seguido de Rusia (53,8), Bielorrusia (48,7), Kazajistán, Hungría, Letonia, Ucrania, Corea del Sur, Japón y Sri Lanka, según la OMS. En conjunto, la tasa de suicidios es mayor en Europa (23,2 suicidios por 100.000 habitantes) que en América (10,3 por 100.000), aunque en los últimos años, con la crisis económica, los suicidios están creciendo más en los países de bajos y medianos ingresos.

España ocupa el lugar 58 en el ranking mundial de suicidios (101 países) estudiado por la ONU. En 2014, el último año con datos oficiales, se suicidaron en España 3.910 personas, una tasa de 8,40 suicidios por 100.000 habitantes, la mitad de la tasa mundial y por debajo de la media de la Unión Europea (11,6 suicidios por 100.000 habitantes), aunque tenemos más suicidios que otros países de la Europa del sur, como Grecia (4,7 por 100.000), Malta (5), Chipre(5,1), Italia (6,6), o que Reino Unido (7,3), pero menos que Bélgica (17,2), Francia (16,9), Alemania (11,6) y la mayoría de países del Este. Pero lo verdaderamente preocupante es que los suicidios se han disparado en España con la crisis: han pasado de 3.263 muertes en 2007 a las 3.910 de 2014 un 19,82% más, según el INE. Son ya más de 10 muertes al día. Y desde 2008, las muertes por suicidio superan a las muertes por accidentes de tráfico (1.873 en 2014) y son la primera causa de muerte en España por motivos no naturales (no enfermedades).

Algunos expertos creen que estas cifras oficiales no reflejan la cifra real de suicidios, que debe ser aún mayor, porque muchas muertes por suicidio se acaban computando como muertes por infarto o por otras causas, para “encubrir” una muerte que se considera “vergonzosa”. Así, algunos médicos forenses estiman que hay un 0,97 por 100.000 más de suicidios no contabilizados, lo que daría unas 450 muertes por suicidio más cada año. O sea, unas 4.360 muertes al año, casi 12 al día.

El perfil del suicida en España es un hombre (75,14% de los suicidas) maduro: casi un tercio de los que se suicidaron en 2014 tenían entre 40 y 55 años, destacando los suicidas de 45 a 49 años (457) y los de 50 a 54 años (438). Todo apunta a que este colectivo maduro, de padres de familia, es el que más sufre las tensiones de la crisis (paro, deudas, incertidumbre) y que “se quita de en medio” cuando ve que los hijos “ya están criados”, no antes. También destacan los suicidios en ancianos (la cuarta parte de los suicidas tiene más de 70 años), sobre todo entre los muy mayores: 498 suicidas en 2014 tenían más de 80 años, algo que tiene mucho que ver con sufrir enfermedades incurables y la soledad. Y no hay que olvidar a los niños y adolescentes: hubo 10 suicidas con 10 a 14 años en 2014.

La mayoría de suicidas en España se ahorcan o saltan al vacío, aunque ha aumentado la muerte por intoxicación voluntaria de medicamentos. Las tasas más altas de suicidio se dan en las grandes ciudades (29,4% del total) y también en los pueblos pequeños, de menos de 10.000 habitantes (26,4%), destacando la alta tasa de suicidios de Asturias (13,92 por 100.000) y Galicia (12,09) y la baja de Madrid (5,21). Durante la crisis (2007-2014), el 83% del aumento de suicidios (hay 647 muertes más) se ha dado entre hombres de 40 a 59 años, el colectivo con mayor paro de larga duración (más de 1 año), según la EPA.

“La relación entre el aumento de suicidios y la crisis económica es clarísima, ha señalado Antoni Talarn, psicólogo clínico, que aporta los datos del estudio internacional publicado en 2009 en la revista médica Lancet: constataba que “cada 1% de aumento del desempleo se asoció con un aumento del 0,79% en la tasa de suicidios de menores de 65 años y con un aumento del 0,79% en la tasa de homicidios (…) Un aumento superior al 3% en el desempleo tuvo un mayor efecto sobre los suicidios a edades menores de 65 años…”.  Ya en 2012, la OMS advertía que el desempleo y los problemas en los pagos (hipotecas, deudas) eran las principales causas del suicidio en el mundo.

Otra investigación realizada entre 2008 y 2010, publicada en el British Journal of Psychiatry, concluía que 10.000 personas se habían suicidado durante esos años en Europa y EEUU por la crisis económica, apuntando los tres factores de riesgo encontrados: la pérdida de empleo, el endeudamiento y la ejecución de hipotecas (el 15-M tiene esta web con la lista de suicidios motivados por la crisis) . Otro estudio de la misma publicación sobre Grecia, publicado en 2015, revelaba que la tasa de suicidios en el país heleno creció un 37,5% a partir de junio de 2011, justo después de que el Gobierno griego aprobara su segundo paquete de austeridad. Y un tercer trabajo, de 2013, elaborado por investigadores de China y Reino Unido sobre datos de suicidios de 24 países, revelaba que los suicidios habían aumentado en todo el mundo con la crisis, más en Europa (+6,5%) que en EEUU (+4,8%).

En España, los datos del estudio IMPACT (publicado en 2013), realizado entre 2006 y 2010 en las consultas de atención primaria de la sanidad pública son también muy concluyentes: los problemas de depresión crecieron un 19,4%, la distimia (depresión más leve) un 10,8%, la ansiedad un 8,4% y el abuso del alcohol un 4,6%, señalando explícitamente el estudio que “el desempleo constituye el principal factor de riesgo de estos trastornos”. El informe SESPAS 2014 concluye que “la crisis económica va asociada a problemas de salud mental y suicidios”. Y otro estudio de la Universidad de la Coruña, divulgado en 2016, demuestra una relación directa entre desempleo, caída del PIB y aumento de los suicidios en España. Y concluye que el factor de riesgo más importante no es el paro sino los años que se lleva en desempleo.

Está claro también que no todos los suicidios se producen por la crisis. Hay un segundo factor muy importante, la demografía: España es un país que ha envejecido, donde los mayores de 50 años, que son los que más se suicidan, suponen ya el 36% de la población. Y en el futuro aún habrá más riesgo demográfico, porque los mayores de 50 años serán el 44% de la población en 2023 y el 58% de los españoles en 2064, según las proyecciones del INE.

Además, hay otro bloque de causas personales, sociales, culturales y ambientales (clima) que influyen también muy decisivamente en muchos suicidios. En bastantes casos, la ruptura del modelo familiar, los drásticos cambios en el trabajo y las relaciones laborales, la ruptura de los valores tradicionales, la mayor incertidumbre y seguridad, el aumento de la soledad y del individualismo son factores que juegan a favor de los suicidios. Y más si, con la crisis, se han recortado gastos sanitarios, sobre todo en prevención: la atención a la salud mental ha perdido 2.200 millones con los recortes, según la Confederación de Salud Mental de España.

Al final, los suicidios son sólo la punta del iceberg de un problema más de fondo: el deterioro de la salud mental en Europa y en España, agravado con la crisis. Los expertos recuerdan que dos tercios de los suicidas sufrían depresión (la mayoría sin tratarse) y que cerca del 90% tienen un historial psiquiátrico detrás (por depresiones, adicciones y ansiedad). Por eso, para atajar los suicidios hay que mejorar la salud mental, que se ha deteriorado muy seriamente en las últimas décadas. Así, el 9% de los españoles adultos padece algún trastorno mental (son más de 3 millones de personas), la tercera parte de ellos un trastorno grave, según los datos de la Confederación Salud Mental de España. Y estiman que hasta un 15% de españoles adultos (5,3 millones) tendrán problemas mentales alguna vez.

Es un problema muy serio como para no tenerlo en cuenta. Y más porque la mayoría de los enfermos mentales no se trata, ni en España ni en el mundo: mientras el 75% de los males físicos se tratan, sólo lo hacen el 25% de los enfermos mentales, muy estigmatizados socialmente. Y además, el 88% de su cuidado recae en la familia, sin que acudan en muchos casos a la sanidad pública, por recelo y falta de medios, tanto en la atención primaria como en la mayoría de hospitales. Y eso porque España es uno de los países europeos que menos gasta en salud mental, según el Libro verde de la UE. Una cicatería que contrasta con el alto coste de los trastornos mentales, no sólo personal y social, sino económico: 83.749 millones, un 8% del PIB, según algunos estudios.

En España, desde 2006 hay una Estrategia Nacional de Salud Mental, que pilota el Ministerio de Sanidad y ejecutan las autonomías, cada una a su aire y con grandes diferencias de gasto y servicios a los enfermos mentales. En octubre de 2015, el ministro de Sanidad señaló que el Gobierno Rajoy iba a ampliar la Estrategia de salud Mental con dos nuevas prioridades: la lucha contra el suicidio y los problemas mentales de niños y jóvenes. Y eso porque en 2020, de las 10 enfermedades que producirán más discapacidad a los españoles, 5 serán mentales, figurando la depresión como la segunda enfermedad más inhabilitante. Pero al día de hoy, sin Gobierno, la nueva Estrategia de salud mental no se ha puesto en marcha ni hay nuevos recursos para aplicarla. A pesar de que cada día se suiciden más de 10 españoles.

Los expertos creen que la clave es destinar más recursos a la prevención, seguimiento y tratamiento de las enfermedades mentales, para rebajar así la cifra de suicidios. Y hacerlo desde edades muy tempranas, por dos razones. Una, que el 50% de los trastornos psiquiátricos en adultos se inician antes de los 14 años (y el 75% antes de los 24 años). Y la otra, porque preocupa el aumento de trastornos mentales entre niños y jóvenes: un 15% de los chavales entre 4 y 17 años tienen problemas psicológicos serios que deben ser tratados (y un 30% los jóvenes de 13 a 18 años), según acaba de revelar la Asociación española de Psiquiatría del niño y adolescente. Además, hay que reforzar la formación de los médicos de atención primaria, para evitar que el único tratamiento en muchos casos sea medicar a los pacientes. De hecho, el consumo de ansiolíticos y antidepresivos se ha disparado con la crisis y ese tratamiento amortigua pero no resuelve los problemas de fondo. Y en la mayoría de hospitales, faltan médicos y medios para tratamientos psiquiátricos más complejos.

La crisis sigue ahí, atacando con el paro de larga duración, el subempleo y la precariedad, los bajos salarios y la pobreza a muchos millones de españoles. Así que los factores de riesgo de las enfermedades mentales y el suicidio están presentes. Urge un Plan contra el suicidio y los trastornos mentales vinculados a la crisis, centrado en los colectivos de más riesgo (parados mayores de 45 años, ancianos, jóvenes y niños), con medidas de detección de problemas en ambulatorios, empresas y colegios, reforzando los medios para atenderles de forma integral y profesional, no sólo recetándoles medicamentos para salir del paso. Y, en paralelo, hacer otra política económica, que mejore el crecimiento y el empleo y luche contra la pobreza y la desigualdad, la base de muchos problemas mentales y suicidios. Hay que poner los medios no sólo para salir de la crisis, sino para salir vivos y sanos. No es mucho pedir.

domingo, 10 de febrero de 2013

Sedantes, alcohol y drogas contra la crisis


La crisis no se nota sólo en las tiendas y en las oficinas del paro. La notan también los médicos y los farmacéuticos: se han  triplicado las consultas por depresión y se han duplicado las ventas de ansiolíticos, los segundos medicamentos más vendidos en España. Y seguimos bebiendo mucho alcohol, sobre todo los jóvenes: la mitad de los que tienen 18 años se ha emborrachado en el último mes. Y España es el país europeo con más consumo de cannabis y cocaína, incluso entre menores. Pastillas, alcohol y drogas como falsos remedios para superar el paro o el estrés laboral que sufren cuatro de cada diez trabajadores. Un problema que se plantea cuando la sanidad pública está en plenos recortes y cuando las empresas no pueden aplicar planes eficaces de salud laboral. Pero urge tomar medidas para que la crisis no se lleve por delante nuestra salud. Porque luego no se recupera.
enrique ortega

Los síntomas son cansancio, estrés y apatía. Cada día, miles de españoles acuden a su médico buscando un remedio a su ansiedad o estrés. Muchos son parados y otros trabajadores con problemas en su empresa. Y la mayoría, mujeres agobiadas por sacar adelante su casa. No siempre presentan un cuadro de depresión: las más de las veces, han somatizado sus problemas y acuden con hipertensión, desnutrición y obesidad, diarreas, dolores de estómago, mareos, palpitaciones o anemias. Pero el origen está en la ansiedad, el estrés o la depresión que tienen detrás. Y que no es fácil de curar.

No hay datos globales, pero los médicos de familia aseguran que se han triplicado las consultas por depresión. Baste un ejemplo. En Andalucía, la región con más paro (35,86%) y pobreza (4 de cada 10 andaluces), 800.000 personas acudieron el año pasado a la consulta de su médico por ansiedad o depresión, según la Consejería de Sanidad: son 1 de cada 8 andaluces mayores de 16 años. Y las bajas por depresión duplican al resto.

El colectivo más vulnerable son los 6 millones de parados, sobre todo los mayores de 50 años, que ven su vida un fracaso sin salida. La mitad de los desempleados cae en la depresión, según la última encuesta de la SER. El 40% tiene dificultad para dormir, muchos tienen relaciones tensas con su familia y problemas sexuales. El riesgo de padecer una enfermedad mental es cinco veces mayor en los parados que en los activos, según el último Congreso de Psiquiatría Y a un 15% se le acaba diagnosticando depresión (un 20% en mayores de 65 años). Además, son los más proclives al suicidio. En España hay un suicidio al día (en Italia hay 2 y en Grecia 4,7) y se estima que la tercera parte son por culpa de la crisis (el último,un padre de familia con deudas antesdeayer en Córdoba).

Los que trabajan también tienen ahora más problemas de salud, por el temor a perder su empleo y el endurecimiento de sus condiciones laborales. Se estima que dos de cada tres trabajadores (11,3 millones) está más estresado, un problema que afecta ya a 40 millones de europeos, según los especialistas en medicina del trabajo (AEEMT). Esto nos acarrea unas pérdidas de 5.000 millones anuales, en menos productividad y más bajas laborales (una de cada cuatro bajas es por estrés), sin olvidar el aumento de accidentes laborales.

El estrés laboral no es una enfermedad sino que la enfermedad puede ser consecuencia del estrés, por lo que es clave detectarlo a tiempo por sus síntomas: mentales (dificultad para concentrarse, malhumor, nerviosismo), físicos (agotamiento, dolor de cabeza, sequedad bucal) y de conducta (comer o dormir poco o en exceso, consumir alcohol o drogas). Los más afectados por el estrés laboral son los más jóvenes y los mayores de 50 años.

Unos y otros, parados y trabajadores con estrés, buscan resolver sus problemas con pastillas, alcohol y drogas. De las tres, se ha disparado el consumo de sedantes, tanto tranquilizantes como somníferos con receta (Lexatín, Orfidal, Tranquimazín, Stilnox…): los tomaban en 2011 un 11,4% (4,3 millones de españoles mayores de 16 años), más del doble que en 2005 (5,1%). El porcentaje es mayor en mujeres (15,3%, frente al 7,6% en los hombres) y mayores de 35 años, aunque un 5,2 % de los adolescentes (14-18 años) reconocen haber tomado sedantes en el último mes. España está a la cabeza de la OCDE en el consumo de ansiolíticos (51,9 dosis diarias por 1.000 habitantes, el doble de las 24,1 dosis en 18 países) y somníferos (26,8 dosis por 1.000 habitantes frente a 24,9 en la OCDE).

Actualmente, entre un 40 y un 60 % de las consultas de los médicos de atención primaria encubren problemas de ansiedad, estrés o depresión. Pero los médicos de la Sanidad pública no tienen tiempo ni medios (formación y unidades especiales de atención mental) para afrontar el problema de fondo y buscan una  salida rápida: recetar ansiolíticos. Una medida que está bien para uno o dos meses, pero que se acaba haciendo crónica. Y así crea dependencia y muchos  efectos secundarios: insomnio, ansiedad, trastornos funcionales… Haría falta potenciar las unidades de salud mental, pero la Sanidad pública carece de psicólogos: hay 4,3 por 100.000 habitantes frente a 51 en Alemania (o 23 en Ecuador).

Otras personas con problemas recurren al alcohol y a las drogas, cuyo consumo ha bajado ligeramente pero es altísimo. Dos de cada tres españoles ha consumido alcohol en el último mes y un 15% de los españoles se ha emborrachado rápido (“binge drinking”), el 30% hombres y el 18% mujeres. Pero lo más grave son las borracheras de los jóvenes, casi niños, que pasan del Cola-Cao al botellón como “salida” a la falta de futuro: el 36% de los chicos de 20 a 24 años (y 21%de las chicas) se han dado un atracón de alcohol en el último mes. Y el 52,8 % de los chicos de 18 años (46,6% a los 17 años, 38,8% a los 16, 32% a los 15 y 16% a los 14 años). Un  auténtico drama que a veces acaba en urgencias, por coma etílico o accidente de tráfico.

Y quedan los que se drogan para evadirse de la crisis. España es el país europeo con mayor consumo de cannabis (lo consumen el 7,6% de la población frente al 3,6% en Europa, el 6,9% en Italia o el 4,6% de Francia) y cocaína (1,3% de españoles lo ha consumido en el último mes, frente al 0,5% en Europa). Un consumo que ha caído ligeramente, porque hay menos dinero para comprar, pero que es demasiado alto entre los jóvenes: un 8,2% entre 15 y 17 años ha consumido cannabis en el último mes, pero llega al 40,1% entre los jóvenes de 18 años (30,6% entre los de 16 y 10% entre los de 14 años). Tremendo. Y luego pasa, que en los controles de Tráfico que se hicieron el verano pasado, el 56% de los conductores dieron positivo en drogas. Y casi la mitad de los muertos en las carreteras en 2011 tenían droga, sedantes o alcohol  en la sangre.

Todo esto, sedantes, alcohol y drogas, ya se consumía antes, pero ahora mucho más con la crisis. Y entre más personas, sobre todo jóvenes, mujeres y mayores de 50 años. Por eso es urgente un Plan de salud contra la crisis, en las empresas y en la sanidad pública, gastando más en detección y en prevención, para evitar que el estrés y la depresión acaben en enfermedades mentales (muy complejas de curar) o en suicidios. Hace falta crear unidades específicas de atención en los ambulatorios, una inversión que rebajaría luego el coste de las bajas laborales por depresión y su coste farmacéutico y hospitalario.

La crisis nos ha traído paro, empleo precario y pobreza, pero también más enfermedades. Y contra esto hay que luchar con decisión, sin reparar en gastos, porque de la crisis saldremos pero si salimos enfermos todo será más complicado. Hay que apostar por la salud y evitar los atajos de pastillas, drogas y alcohol. Nos destrozan como personas y como país.