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jueves, 12 de noviembre de 2020

Banca: pérdidas, despidos y más comisiones


Los Gobiernos europeos, el BCE y el Banco de España están preocupados porque la pandemia provoque una nueva crisis bancaria, como en 2012. Los bancos españoles han vuelto a pérdidas este año, tras multiplicar sus saneamientos, y buscan sobrevivir con más cierres de oficinas (4.000), más despidos (15.000) y subiendo las comisiones a los clientes. Pero se teme lo que les pase en 2021, cuando acaben las moratorias concedidas en créditos e hipotecas y las empresas tengan que empezar a devolver los créditos ICO. El BCE ha alertado que podría haber 1,4 billones de “créditos dudosos” en la eurozona y propone crear “un banco malo para evitar otra crisis bancaria, mientras el Banco de España abre la puerta a “quitas” (perdón) de deudas. Pero además, la banca tiene 2 problemas de fondo que no son la pandemia: tipos de interés negativos (hasta 2031) y una dura competencia de los gigantes tecnológicos. Tienen que reconvertirse a fondo, con transparencia. Pero no a costa de despidos y comisiones.

La anterior crisis económica, la de 2008, fue “una escabechina” para la banca española: decenas de Cajas y varios bancos desaparecieron, con compras y fusiones, y de las 62 entidades que había en 2008 (42 Cajas y 20 bancos) hemos pasado a 10 entidades hoy (ver listado cambios entidades), tras la fusión CaixaBank-Bankia. La banca tardó en hacer saneamientos, intentando mantener los beneficios (18.888 millones en 2008, que bajaron a 8.275 en 2011), pero en 2012 tuvieron que declarar pérdidas (-2.825 millones) y pedir un rescate a Europa: 65.725 millones de euros para sanear 15 entidades, un dinero público que será difícil de recuperar. Con menos entidades y estas ayudas, más la recuperación económica, los bancos volvieron a tener beneficios en 2013 (7.267 millones) y los aumentaron hasta 2017 (12.044 millones), estancándose en 2018 (10.989 millones) y 2019 (11.904 millones), por el poco negocio y los bajos tipos de interés.

Ahora, al estallar otra crisis con la pandemia, los bancos españoles han aprendido la lección de 2012 y se han lanzado a sanear sus cuentas lo más posible, destinando 26.518 millones (lo ganado en 2018 y 2019) a provisiones y saneamientos en el primer semestre de 2020 (17.000 más que en 2019), según las cuentas de la AEB. Y con ello, los bancos que operan en España volvieron a tener pérdidas en la primera mitad de 2020: -11.531 millones, lo ganado en todo 2019. 

En el caso de los 6 grandes bancos (Santander, BBVA, CaixaBank, Bankia, Sabadell y Bankinter) han publicado ya sus datos de los primeros 9 meses de 2020 (enero a septiembre) y confirman esa línea: han destinado 19.400 millones a saneamientos (+70% sobre 2019), con lo que afloran unas pérdidas conjuntas de -7.734 millones hasta septiembre, por primera vez desde 2012. Eso sí, las pérdidas se concentran en Santander (-9.048 millones) y BBVA (-15 millones), como resultado de una menor valoración de sus filiales en Reino Unido, EEUU y Polonia , ya que los demás grandes bancos siguen dando beneficios, aunque menos que en 2019: 726 millones CaixaBank (-42,6%), 180 millones Bankia (-68,8%), 203 millones Sabadell (-74,1%) y 220 millones Bankinter (-50,5%).

Los grandes bancos han vuelto a tener pérdidas por la pandemia en 2020, pero ha sido por el desplome de la economía en el primer semestre, ya que en el tercer trimestre (con la recuperación de la desescalada), volvieron a tener beneficios: +3.561 millones, que no compensaron los -11.295 millones perdidos en la primera mitad de 2020. Ahora, con la caída de actividad esperada en el 4º trimestre, por los rebrotes de la 2ª ola, se espera que la gran banca vuelva a tener pérdidas y cierren 2020 perdiendo unos -8.500 millones de euros.

Los bancos españoles han intentado fortalecer sus balances, con más provisiones y saneamientos, para afrontar que familias y empresas dejen de pagarles sus créditos. Y para cuadrar sus cuentas, a la vista de que les caen los ingresos (por la recesión tienen menos negocio y los tipos están muy bajos), han utilizado dos vías de ajuste, que llevan explorando desde la crisis anterior: recortar costes vía cierre de oficinas y despidos y aumentar ingresos vía aumento de comisiones a clientes.

Los grandes bancos tienen Planes para cerrar 4.000 oficinas más en 2021 y reducir sus plantillas en otros 15.000 empleados, la mayoría en CaixaBank-Bankia (la fusión reducirá unos 7.500 empleos), en Santander España (-3.000 empleados), en Sabadell (-2.000) y en Liberbank-Unicaja (si sale adelante esta 2ª fusión, se perderían 1.500 empleos más). Con ello, la banca española habrá cerrado en 12 años (2008-2020) un 50% de sus oficinas (pasarán de 46.065 a 24.004) y habrá despedido al 37% de sus empleados (-103.050), que llegarán a ser 120.000 empleos menos en 2021 (un 43% de los 276.497 que había en 2008). 

La justificación para estos despidos, en plena pandemia, es que el margen de la banca no para de caer (por la bajada del negocio y los tipos) y tienen que ajustar costes para sobrevivir. Y además, argumentan, España es el 2º país de Europa con más oficinas bancarias, con menos habitantes por oficina (1.995), tras Francia (1.850), muy por encima de la media de Europa (3.145 habitantes por oficina). Eso sí, no dicen que hay muchas zonas rurales sin oficina, lo que causa un serio problema a la España vaciada.

La otra vía que utiliza la banca para ajustar sus cuentas es subirnos las comisiones bancarias, que este año 2020, en plena pandemia, les reportan ya un 31% de sus ingresos totales, frente al 30% que aportaban en 2019. Y hay bancos que se han volcado especialmente en subir el peso de las comisiones para afrontar la crisis, como Bankia (les reportan el 36,74% de los ingresos), Santander España (33,78%) y Sabadell (32,32%), siendo menor su peso en  el BBVA (30,78% de los ingresos totales), CaixaBank (30,43%) y Bankinter (27,62%). En conjunto, los 6 grandes nos han sacado de comisiones 15.417 millones en 2020 (enero-septiembre), un 9,16% menos, a pesar de que la economía ha caído más. Y hay tres bancos que incluso han ingresado más por comisiones en plena pandemia: Bankia (+10,50%), Bankinter (+3,52%) y CaixaBank (+0,1%).

En  los últimos meses, hay 3 grandes bancos que han puesto en marcha Planes para aumentar sus ingresos por comisiones: Santander, CaixaBank y BBVA. En todos los casos, la estrategia es doble: por un lado, elevar los requisitos de vinculación a los clientes (nómina, recibos, tarjetas o más contratación de productos o depósitos) para no cobrarles comisiones y subir lo que cobran al resto en comisiones por mantenimiento de cuenta, sacar dinero en las oficinas, transferencias, tarjetas o mantenimiento de valores. Se trata de cobrar más a todos por los servicios bancarios y en especial a los que usan poco el banco. Incluso ING, "el banco sin comisiones", va a cobrar 10 euros al mes por la Cuenta Naranja a los clientes sin nómina y con más de 30.000 euros

Los bancos tratan de ingresar más con comisiones y recortar costes (con cierre de oficinas y despidos) para paliar sus menores ingresos y las exigencias de más saneamientos, ante el esperado aumento de la morosidad. Pero no quieren utilizar para ajustar sus cuentas parte de sus beneficios, no repartiendo dividendos (un porcentaje de sus beneficios de 2019) a sus accionistas. Al final, ha tenido que ser el BCE el que prohíba a los bancos repartir dividendos, para que tengan ese “colchón” ante esta crisis. Primero recomendó en marzo no repartirlos este año y en julio extendió la prohibición hasta el 1 de enero de 2021. Pero los bancos europeos, y sobre todo los españoles, ya han dicho que van a repartir ese dividendo en 2021, lo que supondrá destinar una parte importante de sus beneficios 2019 (un 14% el Sabadell, un 26% el Santander, un 25% CaixaBank, un 48% Bankinter, un 49% BBVA y un 66% Bankia) a sus accionistas y no a reforzar sus balances, despedir menos empleados o no subirnos tanto las comisiones a los clientes.

Cara al futuro, los bancos españoles dicen que ahora están mejor preparados y son más solventes que en la crisis de 2008-2012. Y es verdad. Pero los expertos temen que lo peor para la banca está por venir, porque en 2021 puede estallar la morosidad, dispararse los créditos impagados. De momento, los grandes bancos españoles tienen una baja tasa de morosidad (% de créditos impagados o de dudoso cobro), inferior incluso a la de 2019: 2,51% Bankinter, 3,15% Santander, 3,5% CaixaBank o 4,9% Bankia. Pero los expertos creen que eso se debe a las ayudas públicas a familias y empresas, junto a las moratorias aprobadas para retrasar el pago de hipotecas y créditos. Y piensan que esta baja morosidad es un espejismo, que puede estallar en 2021 por dos vías. Una, cuando acaben las moratorias aprobadas por el Gobierno y los bancos para pagar créditos (6 meses) o hipotecas (1 año) a los más afectados por la pandemia. De hecho, en el tercer trimestre ya han expirado algunas de estas moratorias y una minoría no ha podido pagar 2.400 millones (el 2,4% de los aplazamientos). La otra vía llegará en primavera de 2021, cuando las empresas tengan que empezar a pagar a los bancos los créditos ICO, concedidos con un año de carencia (un año de “tregua”, para empezar a devolverlos después en 5 años).

Así que lo que hoy no parece un problema, que familias y empresas no paguen sus créditos e hipotecas, puede estallar con virulencia en abril y mayo de 2021, poniendo en un serio peligro a la banca. Un problema que es europeo: la Autoridad Bancaria Europea (EBA) ya ha alertado que “en un escenario severo pero posible  de la pandemia, los bancos de la zona euro podrían acumular créditos dudosos por valor de 1,4 billones de euros”, un nivel de morosidad muy superior al alcanzado en la crisis financiera de 2008-2010. Y esta preocupante situación afectaría más a los bancos españoles, por dos razones: porque la recesión por la pandemia es más grave en España y porque los bancos españoles están a la cola de rentabilidad en Europa (-9,2% en el primer semestre frente al +0,01% de media los bancos de la zona euro).

Algunos directivos del BCE ya han propuesto que Europa cree un banco malo, para meter en él los créditos dudosos de los bancos europeos y quitarles así ese lastre, con lo que podrían estar más saneados y dedicarse a financiar la recuperación. El problema vendrá de Alemania, Holanda y los paises ricos del norte, que no querrán cargar con el coste de este banco malo, sobre todo si la mayoría de los créditos malos vienen de los paises del sur. Pero si no se hace, podríamos tener un problema con la banca, en España, Italia, Portugal o Grecia, como en 2010-2012. Y habría que volver a otro “rescate bancario”. La perspectiva es tan preocupante que incluso el Banco de España propuso en el Congreso, en octubre, un tema tabú para la banca: estudiar “quitas” (perdonar) de parte de las deudas de empresas viables que en primavera no puedan empezar a devolver los créditos ICO. Antes, para evitarlo, el Banco de España ha propuesto ampliar el año del periodo de carencia de estos créditos.

Como se ve, la banca no tiene tan claro el futuro como dice. Además, cuando salgamos de esta pandemia y de su recesión (con suerte, en 2023), la banca española seguirá teniendo 2 problemas estructurales, que amenazan sus cuentas y su futuro. El primero, los bajos tipos de interés, que reducen sus márgenes y su beneficio. De momento, el Euribor (tipo al que se prestan los bancos entre sí) lleva en negativo casi 5 años (desde febrero de 2016) y se espera que los tipos sigan en negativo hasta 2031, según ha vaticinado recientemente el consejero delegado de CaixaBank-Bankia, Gonzalo Cortázar. Y eso obliga a los bancos a cobrar tipos mínimos a familias y empresas, que además se endeudan poco tras la mala experiencia de la anterior crisis. Y el segundo problema de fondo es la creciente competencia, de los gigantes de Internet, las telecos y los nuevos bancos online (N26, uno de los últimos, ha conseguido 500.000 clientes). Nuevos competidores que tienen además una gran ventaja sobre la banca tradicional: su buena imagen.

Porque el tercer problema de fondo de la banca es su mala reputación: la banca se ha ganado la mala reputación que tiene. No podemos echarle la culpa a nadie, no ha venido una norma y nos ha puesto mala reputación, sino que el sector se lo ha ganado”, reconocía a finales de 2019 Gonzalo Cortázar, nombrado ahora consejero-delegado de la nueva CaixaBankia, el primer banco español y el 10º de la zona euro. Una reputación que no mejora con cierre de sucursales, nuevos despidos y más comisiones a los clientes, que cada año multiplican las  demandas en los Tribunales y las reclamaciones (14.621 presentadas en 2019 ante el Banco de España), siendo casi la cuarta parte (22%) desoídas por las entidades.

Vienen meses duros para la economía y para la banca, que tendrá que reforzar sus balances y ajustar sus cuentas, pero sin agravar las cifras de paro y cargar excesivas comisiones sobre sus clientes, familias y empresas. Y tendrán que replantearse de una vez su negocio, reconvertirse, para poder competir con otras compañías que aspiran a mover nuestro dinero y financiarnos. Necesitamos una banca más saneada (que reinvierta sus beneficios, no aumente sus dividendos),  a la que no tengamos que volver a rescatar. Y una banca no más grande (fusiones) sino más transparente, más eficiente y más justa. Amén.

jueves, 10 de septiembre de 2020

La 1ª fusión bancaria de esta crisis


Este domingo 13, los Consejos de Administración aprueban la absorción de Bankia por CaixaBank, que culminará en diciembre. Nace CaixaBankia, el primer banco en España y el 10º de la zona euro, que lleva en sus tripas 18 Cajas y 3 bancos, fusionados desde 2009. La fusión ha sido promovida por el BCE y el Banco de España, con el visto bueno del Gobierno, que la ven necesaria para recortar costes y afrontar mejor la recesión del coronavirus, los bajos tipos y la competencia digital. Eso sí, traerá despidos, cierre de sucursales y menos competencia. Y no se recuperarán los 24.000 millones públicos aportados. Ahora se esperan más fusiones, para evitar otra crisis bancaria, tanto en España (BBVA, Sabadell, Unicaja, Liberbank…) como en Europa. Lo importante no es lograr bancos más grandes y más resistentes sino crear una nueva banca, más eficiente, más transparente y más justa, que mejore su deteriorada imagen frente a clientes y empresas. Necesitamos una nueva banca.

enrique ortega

A la 6ª ha sido la vencida. El presidente de la Fundación La Caixa, Isidro Fainé, lleva 31 años intentando fusionarse con Caja Madrid. Lo intentó primero en abril de 1989, después en 2009, dos veces en 2012 (la primera, en enero, rechazada por Rato, entonces presidente de Caja Madrid) y la quinta en 2017, poco antes de irse el ministro de Guindos al BCE. Ahora, por fin, la fusión de la gran Caja catalana y la madrileña saldrá adelante, por la urgencia de la crisis abierta con el coronavirus y el apoyo explícito del BCE, el Banco de España y el propio Gobierno, que no quieren otra crisis bancaria como la de 2010-2015.

Hace un par de años que se esperaban nuevas fusiones bancarias, pero la pandemia las ha precipitado, por el desplome del crédito, que es la puntilla a una banca que sufre desde hace años unos tipos de interés cero y márgenes negativos, acrecentados por la competencia de los gigantes digitales y sus medios de pago y bancos online. Los resultados son muy explícitos: en el primer semestre de 2020, CaixaBank había reducido sus beneficios un 67% y Bankia un 64%. Se les había agotado la gasolina para afrontar esta grave recesión. La fusión, contemplada desde 1989, podría ser la solución, al aportar una reducción de costes y muchas “sinergias” (ventajas). Sólo quedaba buscar el momento ideal. Y tener apoyos políticos en España y Europa.

El momento de la fusión lo iba a fijar la Bolsa. CaixaBank, tres veces más grande que Bankia (en activos y beneficios) iba a ser el comprador, el que mandara en la fusión. Y buscaba pagar lo menos posible por Bankia. En mayo de 2013, una acción de CaixaBank valía lo que 1,21 de Bankia. La fusión era demasiado cara. Luego Bankia mejora y hasta 2017 su acción vale más que la de CaixaBank. A partir de ahí, sube CaixaBank y el 21 de mayo de 2020, en plena recesión, la acción de CaixaBank vale lo que 2,12 acciones de Bankia (ver gráfico cotizaciones). Ya es un buen momento para comprarla barata. Y esa proporción de canje se ha mantenido hasta mediados de julio. Era el momento del ataque. Faltaban los apoyos políticos y financieros.

Y llegaron, con mucha fuerza. Primero, del Banco Central Europeo (BCE), con múltiples declaraciones a favor de las fusiones, como antídoto contra una nueva crisis bancaria. Y con hechos: el 1 de julio, el Consejo de Supervisión del BCE rebajaba las exigencias de capital a los bancos que se fusionaran, una medida clave. Y por si no estuviera claro, el 20  de julio, el vicepresidente del BCE decía en Madrid sobre las fusiones: “Es ineludible. Si eran necesarias en el pasado, ahora son inevitables (…) En las próximas semanas y meses se deben ver movimientos a nivel nacional y en la zona euro”. Y el 1 se septiembre, dos días antes de saltar la noticia de la fusión, el BCE, el Banco de España y la patronal bancaria coincidían en Santander en decir que “no queda otra que las fusiones”. Más claro, agua.

Con estos apoyos políticos y la Bolsa a favor, CaixaBank prepara la operación en agosto, negociando con el FROB, que tiene el 62% de Bankia (en representación del Estado, que es el mayor accionista, al haberle aportado  24.069 millones de dinero público en 2012). Otra ventaja de CaixaBank en esta fusión es que ningún otro banco va a pujar por Bankia: sólo la fusión con CaixaBank permite que el Estado no sea el primer accionista de la entidad resultante (tendrá el 15% de CaixaBankia y la Fundación CaixaBank el 30%, el paquete de control). Si Bankia se fusionara con el Santander, el Estado sería el primer accionista del banco resultante (con el 5,8% del capital). Con el BBVA, el Estado sería también el primer accionista (con más del 10%), lo mismo que si Bankia se fusionara con Bankinter (tendría el 30%), Sabadell (tendría incluso el 40%), con Unicaja (50%) o Liberbank (más del 50%). Así que el único novio posible para Bankia era CaixaBank. Para los demás, comprar Bankia equivalía a nacionalizarse.

Visto el panorama, las negociaciones de la fusión han sido rápidas y culminarán este domingo 13 de agosto, al aprobar la operación los dos Consejos de Administración, paso previo para un proceso que podría culminar en diciembre, tras autorizar la fusión las autoridades europeas y españolas. Los temas polémicos en cualquier fusión están claros: quién manda (CaixaBank, que absorbe a Bankia y pone al consejero delegado, aunque se mantenga como presidente el actual presidente de Bankia), el nombre (CaixaBankia, casi igual) y la sede (Valencia, la actual sede de CaixaBank). Y además, facilita el proceso que las dos entidades tengan “una cultura de Cajas”, muy centradas en el negocio a particulares, pymes y empresas, con muchas hipotecas (28% del total).

Se crea así el primer banco por activos en España (con 627.211 millones de euros), aunque será el tercer banco español por tamaño global, dado que los otros dos grandes españoles tienen mucho más negocio extranjero y por eso tienen más tamaño global ( más de 1 billón de activos totales el Santander y 753.000 millones el BBVA). En conjunto, tendrá unas 6.200 oficinas en España, 43.500 empleados y 21 millones de clientes, concentrados en Cataluña, Madrid, Levante, Baleares y Andalucía. Un gigante bancario que lleva en sus tripas 18 Cajas absorbidas desde 2009 (Caixa Girona, Caja Navarra, Caja Burgos, Caja Canarias, Caja Sol y Caja Guadalajara absorbidas por CaixaBank y Bancaja, Caixa Layetana, Insular de Canarias, Caja Ávila, Caja Segovia, Caja Rioja, Caja Murcia, Sa Nostra, Caja Granada y Caja Penedés, absorbidas por Caja Madrid) y 3 bancos (Bankpyme, Banco de Valencia y Barclays España, absorbidas por CaixaBank).

La fusión gusta al BCE, al Banco de España, a la mayoría del Gobierno y a muchos expertos porque piensan que es una vacuna para evitar otra crisis bancaria, dado que la actual recesión podría volver a deteriorar las cuentas de Bankia (y de otros bancos). La primera ventaja de cualquier fusión es que recorta gastos (por recorte de oficinas y plantillas) y consigue “sinergias”, ventajas derivadas de tener un mayor tamaño. Además, serán muy importantes los beneficios diferidos que se logran: al comprar un banco por menos de su valor en libros (Bankia, a 0,28 veces su valor), la diferencia entre lo que CaixaBank paga y su valor en libros se computa como un beneficio contable (fondo de comercio negativo) y este beneficio extra servirá para pagar los costes de la fusión. Además, una fusión tiene beneficios fiscales, con lo que el banco resultante se ahorrará muchos impuestos durante años.

Otra ventaja, que ha pesado mucho al dar luz verde el FROB y el Gobierno, es que ahora habrá más posibilidades de recuperar parte de las ayudas públicas a Bankia, porque la entidad resultante tendrá más beneficios (el Estado cobrará más dividendos) y valdrá más la participación pública cuando se venda. El Gobierno debería haber vendido su 62% en Bankia antes de finales de 2017, por exigencia de Bruselas, pero ha habido tres prórrogas (2 con de Guindos y una con Calviño) y ahora la salida de Bankia está fijada para antes de diciembre de 2021 (aunque podría retrasarse por 4ª vez). En cualquier caso, parece que la venta del paquete público en Bankia (62% antes y 15% ahora en la nueva entidad) puede ingresar más si está fusionada con CaixaBank que sola. Pero ojo: por muy bien que vayan las cosas, no se va a recuperar todo el dinero público invertido en Bankia (24.069 millones, de los que ya se han recuperado 3.182 millones estos años). Y eso porque, a fecha de hoy, el valor en Bolsa de esa participación pública en Bankia no llega a los 2.000 millones

Pero parece claro que se podrá recuperar más si Bankia se fusiona con CaixaBank que si afronta solo esta nueva crisis. Eso sí, la fusión tiene varias desventajas y problemas. El primero, los recortes de plantilla, la pérdida de unos 8.000 empleos, el 18%. Y aunque sean jubilaciones anticipadas, son personas que dejan de trabajar y una parte del coste acabará cargando en la Seguridad Social. Un problema que se suma a los recortes de otros bancos, que tienen previsto cerrar 4.000 oficinas entre este año y el próximo (con ello, la banca habrá pasado de 38.986 empleos en 2009 a 19.900 en 2021, la mitad). El otro problema es el cierre de sucursales, unas 1.500, el 25% del total, sobre todo en Madrid y Cataluña, lo que perjudicará a muchos clientes (sobre todo en zonas rurales, ya sin oficinas).

Y queda un tercer problema, la menor competencia bancaria, al reducirse el número de entidades, que ha pasado de 42 Cajas y 20 bancos en 2007 a 10 bancos ahora tras esta fusión (ver listado entidades). La consecuencia es que los grandes tienen cada vez más cuota de mercado y hay quien teme que se configure un oligopolio. De hecho, los 5 grandes bancos han pasado de controlar el 42% del mercado en 2008 al 61,8% en 2016 y el 68,5% en 2018, siendo el 4º país europeo donde más ha crecido la concentración bancaria, tras Chipre, Letonia y Lituania. Pero todavía tenemos un nivel medio (“moderado”) de concentración bancaria, según el BCE: ocupamos el puesto 13º en la UE, con un índice Herfindall de concentración de 1.328 puntos, por debajo de los niveles altos de Estonia (2.698), Finlandia (2.570), Chipre (2.375), Grecia (2.304), Lituania (2.278) y Holanda (2178) y muy por encima de la concentración bancaria de Alemania (índice 275), Reino Unido (353) o Italia (579).

La consecuencia de esta mayor concentración bancaria es más poder de las entidades para imponer condiciones a sus clientes, particulares y empresas, desde la concesión de créditos e hipotecas a las comisiones que fijan por tarjetas y servicios financieros. Claro que en los últimos años han entrado en el mercado financiero nuevos operadores, desde bancos online a empresas de tecnología (Google, Apple, PayPal, Amazon…) o telecos (Orange ha creado un banco y Movistar presta dinero), que compiten abiertamente con los bancos tradicionales. Y eso, para las autoridades y muchos expertos, asegura a los clientes que la competencia se va a acrecentar, aunque se reduzca el número de bancos. Eso sí, con la fusión de Bankia desaparece la posibilidad de convertirla en un banco público (como quería Podemos), que sirva como contrapunto a la gestión de los bancos privados.

Ahora, con CaixaBankia, “se ha abierto la veda de las fusiones. El BCE, el Banco de España y los Gobiernos van a promoverlas, como antídoto contra futuras crisis bancarias por culpa de la recesión provocada por la pandemia. La idea es que maduren fusiones dentro de los paises (en Italia, Monte dei Paschi de Siena, rescatado con dinero público, está buscando una fusión como Bankia) y luego se llegue a fusiones transfronterizas, entre bancos de distintos paises de la zona euro. En España, los ojos están puestos en Banco Sabadell, un mediano rentable y bien gestionado, y el BBVA, el único de los grandes que no ha entrado en fusiones recientes (Santander está todavía digiriendo al Popular). Y luego, podría culminar la fusión de Unicaja (Caja Duero, Caja España, Caja Jaén y Unicaja) y Liberbank (CajAstur, Caja Castilla la Mancha, Caja Cantabria y Caja Extremadura), que fracasó en mayo de 2019, por las exigencias de capital del BCE (ahora rebajadas). Y faltaría encajar en el puzle de las fusiones a Abanca (las antiguas Cajas gallegas, compradas por el grupo venezolano Banesco), Kutxabank (BBK, Kutxa, CajaSur y Vital), Ibercaja (Caja Inmaculada, Caja Badajoz, Caja Círculo Burgos e Ibercaja) y Bankinter (que quiere seguir solo).

La clave de las fusiones no es tanto sus cuentas sino aclarar quién manda: resolver “la lucha de egos”, encontrar el encaje entre directivos para que uno mande antes de retirarse (como presidente “florero”) y otro mande de verdad. Y lo mismo la negociación del nombre y la sede, los otros dos temas polémicos, más que el encaje de las cuentas. Eso sí, cualquier fusión necesita que haya un banco con músculo que absorba a otro más débil: sumar dos bancos débiles solo agrava los problemas de ambos.

Pero el tamaño no lo es todo. Los problemas de la banca, en España y en Europa, son de antes de la pandemia: bajos tipos de interés (incluso negativos), baja demanda de crédito, reducción de márgenes y dura competencia de nuevas entidades (gigantes de Internet y telecos). Todo ello se ha agravado con el desplome de la actividad por el coronavirus, pero los problemas estaban ahí y no se resuelven sólo con fusiones. La banca tiene que reconvertir su negocio, digitalizándolo y aumentando el peso de la banca online, recortando costes y mejorando sus servicios a los clientes. Y sobre todo, tiene que ser más transparente y mejorar su relación con particulares y empresas, que multiplican sus reclamaciones (14.621 presentadas ante el Banco de España en 2019 y un 22% desoídas) y sus recursos en los tribunales (que la banca pierde uno tras otro). Y todo ello ha deteriorado su imagen: La banca se ha ganado su mala reputación que tiene. No podemos echarle la culpa a nadie, no ha venido una norma y nos ha puesto mala reputación, sino que el sector se lo ha ganado”, decía a finales de 2019 el consejero-delegado de CaixaBank, Gonzalo Cortázar, que será ahora el primer ejecutivo de la nueva CaixaBankia.

En definitiva, vuelve el baile de las fusiones, pero la reconversión de la banca no pasa sólo por entidades más grandes sino por bancos más eficientes, más transparentes y más justos, que no ganen escondiendo costes y comisiones al cliente sino ofreciendo un mejor servicio en competencia con los gigantes de Internet. Necesitamos una nueva banca.