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jueves, 14 de julio de 2016

España, al borde de la deflación


A finales de julio, España podría estar en deflación: 12 meses seguidos con la inflación en negativo. En realidad, llevamos dos años con la inflación en negativo, excepto tres meses en que subió una décima o cero. Y somos el 5º país europeo con menos inflación. Un indicador claro de que la economía sigue enferma, que no salimos de la crisis y las empresas necesitan “tirar los precios” para vender. Algo bueno para las familias y los pensionistas (no pierden poder adquisitivo) y para exportar, pero muy malo para el país: la inflación negativa desalienta la inversión y el empleo, cuesta más pagar las deudas (Estado, empresas y familias) y se recauda menos. Por eso, el BCE sigue preocupado por la baja inflación en Europa, aunque ya está en el +0,1%, mientras en España seguirá negativa este año. Sólo reanimando la economía, el consumo y la inversión se pueden reanimar los precios y asegurar más crecimiento y más empleo. Pero eso exige otra política, en Europa y en España.
 
enrique ortega

La inflación siempre ha sido un  problema en España: teníamos una economía y unas empresas que necesitaban vender más caro para poder subsistir. Y cuando venía una crisis internacional, los precios se disparaban: llegaron al 26,4% en 1977. Con la entrada en el euro y la mayor apertura comercial al exterior, las empresas se vieron obligadas a ajustar sus precios para competir, a costa de recortar plantillas y sueldos. Y la inflación bajó en torno al 3% desde 1999. Con la actual crisis, las empresas hicieron más ajustes de sueldos y plantillas para bajar aún más los precios, que se pusieron en negativo en 2009 (entre marzo y octubre), por primera vez en nuestra historia. Luego se recuperaron algo, hasta llegar a un pico del 2,1% en junio de 2013, pero como la crisis seguía ahí volvieron a bajar. Y se pusieron por segunda vez en negativo en julio de2014 (-0,3%). Desde entonces, son dos años con la inflación anual en negativo, salvo tres meses (+01% en junio y julio 2015 y +0% en diciembre). En junio, el último dato del INE, los precios estaban en el -0,8% y si siguen en negativo este mes de julio, serán ya 12 meses seguidos con la inflación negativa o cero. Y España estará "oficialmente" en deflación.

En realidad, la inflación está en negativo en España por la bajada del precio del petróleo, que ha provocado una bajada de dos bloques con mucho peso en el IPC: el gasto en vivienda, que baja un 5,5% anual (por las bajadas de la luz y la calefacción) y un 4% que baja el gasto en transporte (por la rebaja de los carburantes). Y también baja el gasto en ocio y cultura (-1,6%) y los medicamentos (-1%). Todo lo demás del IPC ha subido en el último año: un 1,5% los alimentos (sobre todo aceite, patatas, pescado, frutas, legumbres, azúcar y refrescos), el teléfono (+1,8%), los hoteles, bares y restaurantes (+0,9%) y la enseñanza (+0,5%). Otro factor que ha desplomado los precios es la fuerte caída de los salarios en España, de un 10 a un 20% sobre 2008: gracias a esta tremenda devaluación salarial, las empresas han podido bajar precios. Y más que el resto de Europa, porque los salarios españoles son un 39% más bajos que la media de la zona euro (15,8 euros/hora frente a 21,8 euros), según Eurostat.

Pero la clave de la bajada de precios es el bajo consumo, que fuerza a las empresas a tirar precios para mantener o subir sus ventas. Es el reino de los “precios low cost”. Un fenómeno que ha llegado para quedarse y la prueba es que España lleva ya 34 meses consecutivos con la inflación más baja que en Europa, desde septiembre de 2013. O sea: las empresas se han dedicado a ajustar costes, salarios y calidades para bajar precios como sea, para ser la China de Europa y poder vender mejor dentro y fuera. Y así, tenemos una inflación anual (últimos 12 meses) del -0,8% en junio, según el INE, que contrasta con la de Europa, que ha conseguido ya subir la inflación al +0,1%, tras varios meses en negativo. Y ahora, somos el quinto país de la UE-28 con menos inflación, sólo por delante de Rumanía (-3%), Bulgaria (-2,5%), Chipre (-1,9%) y Croacia (-1,2). Y lejos de la inflación positiva de Bélgica (+1,6%), Suecia (+0,8%), reino Unido (+0,3%), Francia (+0,1%) o Alemania (+0%), según Eurostat.

Los precios están más bajos en España, sobre todo los alimentos y bebidas no alcohólicas: su precio está por debajo de la media europea (92 sobre 100 en la UE-28) y solo hay 10 países con los alimentos más baratos que en España, todos paises del Este, según datos de Eurostat. Eso sí, el pan y los cereales son más caros aquí (104 frente a 100 de media en UE-28), pero es más barata la carne (85 frente a 100 en UE-28), la leche y los huevos (96 frente a 100). Y sorprende que sean mucho más baratos los “vicios”: somos el 6º país europeo con el alcohol más barato (81 frente a 100 en UE-28), sólo por detrás de cinco paises del Este, y el país 14º con el tabaco más barato (84 frente a 100 UE-28), sólo por detrás de Grecia, Portugal, Chipre y 10 paises del Este. Todo ello, porque aquí, alcohol y tabaco pagan menos impuestos.

Con todo, a pesar de tener los precios más bajos, como también han caído más las rentas en España que en Europa, nuestro consumo por habitante ha caído más con la crisis. Y así, España tiene un poder de compra de 88 frente al 100 de media de la UE y muy por debajo del 124 de Alemania, 116 de Reino Unido, 111 de Francia o 97 de Italia, los más ricos. Este indicador de bienestar, de consumo, nos coloca en el puesto 16 de la UE-28, sólo por delante de Grecia, Portugal, Malta, Chipre y 11 países del Este, según Eurostat.

En definitiva: tenemos precios más bajos pero como también tenemos ingresos y salarios más bajos (un -39% sobre la media UE-28, según Eurostat), nuestro poder de compra, nuestro bienestar, sigue por debajo del europeo. Eso sí, tener una inflación negativa (-0,8%) permite no perder poder adquisitivo a los trabajadores (cuyos sueldos subirán este año el 1,2%) y a los pensionistas (su pensión ha subido sólo un 0,25%). Y también los precios negativos ayudan a las empresas a exportar mejor, un “desahogo” importante cuando tiran poco las ventas  en España. Pero los efectos negativos sobre la economía son mucho mayores y por eso el BCE lleva dos años luchando contra la inflación negativa en Europa, inundando los mercados de dinero barato, buscando que los precios suban hasta el objetivo del 2% anual.

La inflación negativa es mala para la economía por tres razones. La primera y fundamental, porque desincentiva la inversión y el empleo, algo especialmente grave para un país como España con el doble de paro (19,8%) que Europa (10,1% zona euro) (y el quíntuple que Alemania, con el 4,2% de paro). Si un consumidor ve que los precios están bajos, puede pensar en retrasar sus compras, a la espera de que bajen más. Y las empresas, si ven que los precios están bajos, ven recortarse sus márgenes y tienen menos incentivos para invertir y aumentar plantillas. En segundo lugar, los precios a la baja reducen los ingresos públicos, sobre todo el IVA, recortando la recaudación y dificultando bajar el déficit público, lo que puede obligar a hacer más recortes. Y en tercer lugar, la inflación negativa es mala para los que tienen deudas, un grave problema en España, donde están muy endeudados el Estado (más de 1 billón de euros), las empresas (deben 910.769 millones) y las familias (718.595 millones de deuda, sobre todo hipotecas). Ahora, aunque los tipos están muy bajos, al ser la inflación negativa, el tipo real sube. Por ejemplo, si España pagaba en 2011 por la deuda a 10 años un tipo del 6% y la inflación estaba en el 3%, el tipo real que pagaba era el 3%. Ahora, aunque los tipos a 10 años hayan bajado al 1,95%, hay que sumar el -0.8% de inflación, con lo que el tipo real que pagamos es el 2,75%. Y lo mismo con los préstamos e hipotecas de empresas y familias.

En definitiva, que un dato que parece bueno, que los precios no suban y bajen, tiene más inconvenientes que ventajas, sobre todo para España. Y por eso la cruzada del BCE contra la inflación baja en Europa, que debería contagiar al Gobierno de España. Sobre todo porque todas las previsiones apuntan a que España seguirá con inflación negativa todo este año, para cerrar 2016 con una inflación media del -0,1% (Banco de España) al -0,3% (previsión de Funcas). Y no se espera una inflación positiva hasta 2017, del +1 al +1,6%, y eso siempre que los precios del petróleo no vuelvan a bajar de 45 dólares barril (están en 50$ ).

Pero con el alto paro que España tiene, no deberíamos esperar a 2017 para que la inflación volviera a subir, tras dos años bajando. La lucha contra la deflación debería ser una tarea urgente del futuro Gobierno. Y para ello, debería actuar en varios frentes. Por un lado, tratar de reanimar el consumo y la inversión pública, en gastos necesarios que reanimen la actividad y el crecimiento, desde el I+D+i hasta las infraestructuras, algunos empleos públicos y la formación. Y por otro, debería promover la subida de los salarios y del salario mínimo, a cambio de una mejora de la productividad en las empresas, para reactivar el consumo, también con medidas para fomentar un empleo más estable y menos precario. Y, en paralelo, España debería forzar en Bruselas un relanzamiento del Plan Juncker de inversiones europeas, con más recursos (sólo 21.000 millones nuevos de los 315.000 previstos), para impulsar el crecimiento europeo. Y a la vez, alinearnos con Portugal, Italia, Francia y Grecia para presionar a Alemania y la Europa del norte a que aumenten sus inversiones y su gasto público (tienen superávit) para que “tiren” del crecimiento, el empleo y los precios en  Europa, como ha pedido el FMI.

En resumen, los precios altos son malos pero los bajos, la deflación, es aún peor: es un claro síntoma de que la economía está estancada, que el pulso del enfermo sigue débil. Y con esos precios tan bajos, a las empresas no les compensa invertir ni crear más empleo. Es el estancamiento con deflación (“estanflación”) que ha asolado varias décadas a Japón y que ahora preocupa a Europa, aunque se hable poco de ello en España, el país más perjudicado por la baja inflación al tener el doble de paro. Habría que abrir este debate y promover un cambio de política, en España y en Europa. Una cruzada contra la deflación. Porque con los precios en caída libre (dos años ya), la economía y el empleo no despegarán. Al menos con la fuerza que necesitan los 4,7 millones de españoles sin trabajo (los parados de la EPA, los de verdad, no los 3,7 millones apuntados en las oficinas de empleo, una estadística de paro registrado engañosa y que no se utiliza en ningún país europeo).

lunes, 4 de julio de 2016

Adiós a la clase media


Esta larga crisis  nos ha hecho a todos más pobres: la renta de las familias ha caído un 20% y hemos vuelto a los ingresos de 2003. Más de una década perdida. Pero el recorte del nivel de vida no ha sido uniforme y “el tajo” ha ido por barrios, afectando sobre todo a las rentas bajas y medias. Con ello, 3,5 millones de españoles han dejado de ser “clase media” y ahora son  “clase baja”, como un tercio de ciudadanos. Y el 1% más rico lo es aún más. Cara al futuro, se reducirá más la clase media, por la incertidumbre laboral, la precariedad y los bajos salarios. Se vislumbra una sociedad “low cost”, con una clase alta reducida y poderosa y una clase baja mucho más extendida, la “clase low cost”. Para evitarlo, habría que crecer más, conseguir más empleo “decente”, mejorar los salarios y utilizar los impuestos y las ayudas públicas para reducir las diferencias entre españoles. Nos jugamos la sociedad de nuestros hijos.
 
enrique ortega

La actual crisis  ha provocado una caída generalizada en los ingresos de todos los españoles, por cuatro vías. La primera, la pérdida de empleo que sufrieron 3.802.800 españoles entre el verano de 2007 y la primavera de 2014. Y aunque después se han recuperado 1.079.000 empleos, son más precarios y peor pagados, y todavía hay 2.733.800 españoles menos trabajando que antes de la crisis. La segunda vía de pérdida de renta son los salarios, que bajaron una media del 15% tras la reforma laboral de 2012 y que sólo han empezado a crecer (poco) en 2015 (+0,75%) y 2016 (1,20%). Y además, han caído más los salarios más bajos, menos los de los mandos intermedios y han subido incluso los de los directivos de las empresas. La tercera vía de pérdida de rentas fueron las subidas de impuestos, sobre todo en 2011 y 2012, que no han sido compensadas por las bajadas de 2015 y 2016. Además, unas subidas que han cargado más sobre las rentas más bajas, al centrarse mucho en el IVA, impuestos especiales y tasas. Y la cuarta vía de pérdida de ingresos son los recortes de servicios públicos (sanidad, educación, ayudas sociales y Dependencia) y de ayudas, desde becas a servicios sociales y copagos farmacéuticos.

Todo ello explica que la renta familiar disponible, lo que los hogares tienen para gastar, haya caído un 20% entre 2007 y 2013, según el INE: de 27.560 euros a 22.146 euros, la renta de las familias españolas en 2003. O sea, que la crisis nos ha hecho más pobres y hemos retrocedido más de una década. La caída de rentas ha sido mayor en Murcia (-27%), Comunidad Valenciana (-25,8%), Castilla la Mancha (-23,2%), Canarias (-22,6%) y Andalucía (-21,4%) y bastante menor en el país Vasco (-7,2%), Aragón (-16,6%) y Navarra (-17,7%). Los expertos creen que al ser tan grande la pérdida de rentas, España tardará años en recuperarse, al menos otra década, porque los menores ingresos de las familias afectarán negativamente a su formación y la de sus hijos, al consumo, al ahorro y a la inversión.

Pero hay otro problema con la caída de las rentas: no se ha producido de forma homogénea, sino que “ha ido por barrios”, afectando más a unas familias que a otras. La mayor caída de ingresos se ha dado en las familias más pobres y luego en la clase media, debido a que han sido las más afectadas por la caída de empleo y salarios y las que más han sufrido los recortes y la subida de impuestos. Y con ello, se ha producido “un trasvase social”: 3,5 millones de españoles han dejado de ser “clase media” durante la crisis y se han sumado a la “clase baja”, según un documentado estudio de la Fundación BBVA y el IVIE, con datos del INE. Significa que si en 2007 había un 60,6% de hogares que se consideraban “clase media” (con ingresos entre un 75% y un 200% de la media del país), en 2013 eran sólo el 52,3%. Y han pasado a engrosar la “clase baja” (los que ingresan menos del 75% de la media española), que de ser el 26,6% de los hogares en 2007 han pasado a ser el 38,5%, más de un tercio de la población.

La clase media apareció en los años 60 del siglo pasado, en toda Europa y en España (con el “desarrollismo” y el 600), como un “invento” del sistema para difuminar la vieja lucha de clases, entre obreros y empresarios. La economía crecía al máximo y muchos trabajadores empezaron a sentirse “superiores” porque su trabajo les permitía tener una casa, un coche, vacaciones y mandar a sus hijos a la Universidad. No eran trabajadores sino “clase media”. Y a principios de este siglo, con el “boom inmobiliario” y el dinero barato, se endeudaron a tope para comprar todo lo que deseaban. Y creían que “el mundo era suyo”. Pero en esto vino la crisis, cayeron el empleo y los ingresos mientras las deudas estaban ahí. Y familias enteras pasaron de vivir en la abundancia a apuntarse al paro e incluso a la pobreza. Adiós al sueño de la clase media.

Lo peor de todo es que, antes y ahora, muchos españoles se creen clase media y no lo son realmente, ni por sus ingresos ni por su patrimonio. Así, en el último Barómetro del CIS, un 56% de los españoles se considera clase media, frente al 63% que se consideraba así en 2007. Pero los datos de salarios nos dicen que hay mucha menos clase media. Así, sólo un 33,2% de hogares ingresan entre 2.000 y 5.000 euros al mes, mientras son ya un 64,4% las familias que ganan menos de 2.000 euros al mes (y de ellas, el 47,9% menos de 1.500 euros mensuales), según un estudio de la Fundación Encuentro a partir de los datos del INE. Y no olvidemos que el sueldo más habitual en España son 16.490 euros brutos anuales (942 euros netos en 14 pagas), según el INE (2014). Y que casi un tercio de los trabajadores, 4,5 millones, son mileuristas: ganan menos de 1.000 euros netos al mes.

Los mismos datos del INE (Encuesta de Condiciones de Vida 2014) nos hablan de un país donde el 40,6% de españoles no pueden ir una semana de vacaciones, donde un 39,4% no tienen capacidad para afrontar gastos imprevistos, donde un 9,4 % de familias tienen que retrasar pagos relacionados con su vivienda y donde el 13,7% de los hogares tienen muchas dificultades para llegar a fin de mes. Eso sin olvidar que, en 2015, un 28,6% de los españoles (13.300.000) tenían una situación de pobreza, escaso empleo o carencias materiales severas, según el indicador europeo AROPE.

Así que sólo mirando los salarios, no hay tanta clase media como se cree. Pero la clave no son los salarios, que se gastan, sino el patrimonio que tienen las familias, el verdadero “termómetro” de su clase. Y aquí, el economista Luis Molina ha clasificado los hogares españoles en “5 clases”, a partir de los datos de riqueza incluidos en el último estudio de Credit Suisse (2014). Y concluye que un 70% de los españoles son “clase baja”: un 20% los llama “precariado” (la clase más baja), que tiene sólo el 0,3% de la riqueza total del país (con más deudas que patrimonio), y otro 50% son la “clase trabajadora”, con un 21,9% del patrimonio total del país y una riqueza promedio de 35.000 euros por familia. A partir de ahí, el estudio considera que sólo un 20% de los hogares son “clase media”, que tienen un 28,6% de la  riqueza del país y 90.000 euros de patrimonio medio. Más arriba coloca a un 9% de los hogares como “clase media alta”, que representan el 28,6% de la riqueza total y tienen un patrimonio medio de 260.000 euros. Y finalmente está ese 1% de españoles, “la superclase alta”, que acapara el 27% de la riqueza total (tanto como el 50% de españoles que son clase trabajadora), con un patrimonio entre 1 y 72.330  millones de euros (la fortuna de Armando Ortega, el dueño de Inditex, según Forbes).

Vistas así las clases sociales, hay que añadir que la crisis ha provocado una caída del patrimonio en las clases más bajas y un aumento del pastel de la superclase alta, que ha aumentado “su trozo” del 22,3% de la riqueza total que tenían en 2008 al 27% de 2014. El número de millonarios españoles ha subido un 50% con la crisis: de 127.100 (2008) a 192.500 (2015), según un informe de Capgemini.Y eso porque se han visto menos afectados por la crisis, la caída del empleo y los salarios o los recortes y la subida de impuestos. Por eso ha aumentado drásticamente la desigualdad en España: es el segundo país de la OCDE donde más ha crecido la desigualdad desde 2007, sólo por detrás de Chipre, casi 10 veces más que la media europea (incluso 14 veces más que en Grecia). Y ahora, España es el cuarto país más desigual de Europa, tras Portugal, Italia y Grecia, según un informe de Morgan Stanley. Baste un dato escandaloso: los 20 españoles más ricos tienen tanto patrimonio como los 14 millones de españoles más pobres (el 30% de la población), según el último informe de Intermón Oxfam.

Si en realidad la mayoría de españoles son “clase baja” y la clase media real no llega al 25% de las familias, todo apunta a que aún serán menos en el futuro. Y eso porque la actual crisis ha destruido un elemento clave de la clase media: la seguridad en el empleo. Hasta ahora, muchos españoles vivían con la seguridad de que su empleo les permitiría tener coche, casa, vacaciones, segunda residencia, hijos en la Universidad y un futuro cada año mejor. Pero ahora saben que ya no es así, que pueden mantener su empleo o haber conseguido uno, pero que no tienen asegurado el futuro, que cualquier día su mundo se puede venir abajo. Que vivimos en un mundo “low cost”, donde se busca el bajo coste a cualquier precio y eso exige empleos y sueldos “low cost”, que conforman una nueva clase social, la clase “low cost”. Y ya hay muchos jóvenes que sólo conocen esta forma de vida, que se va a generalizar en el futuro, aunque la economía se recupere. Es otro modelo económico y social que se impone, empujado por la globalización, la tecnología y la robotización de los trabajos.

El riesgo de esta precarización de la mayoría de la población, del recorte de las clases medias, no es sólo el deterioro del nivel de vida de la mayoría y la inseguridad ante el futuro. Es que se configure una sociedad políticamente apática o descontenta, que desconfíe del sistema y de la democracia. Las clases medias sirvieron, en España y en todo el mundo, para atenuar las tensiones sociales. Ahora, con la generalización de la “clase low cost”, resurgen los antisistema, los populismos y los extremismos, en España y en Europa. Porque la crisis no sólo se ha llevado nuestras rentas, también nuestra seguridad y nuestras esperanzas.

Se impone que los Gobiernos tomen medidas, para recomponer el mapa social y la democracia. Y eso pasa por recomponer los ingresos y el nivel de vida de la mayoría, con una política activa para crecer más y crear más empleo “decente”. Eso pasa por recaudar más, no de la mayoría que ya pagamos sino de los que pagan menos de lo que deben (grandes empresas, multinacionales y los más ricos, que han salido ganando de esta crisis). Luchando contra el fraude fiscal y subiendo los impuestos sólo a estos grupos, se podrían recaudar 40.000 millones de euros más al año. Y con ellos, destinar una parte a inversiones públicas e incentivos al empleo estable, para que haya más españoles trabajando. Y además, hace falta tomar otras medidas para mejorar la productividad de las empresas, para que puedan pagarles más. Y con más empleo “decente”, mejores salarios y unos impuestos más justos, además de más gasto social y más ayudas a los que menos tienen, se pueden recomponer los ingresos de las familias, para que la clase baja no sea tan precaria y haya más clase media. Un camino que exige al menos una década para dar frutos. Pero hay que empezar ya.

lunes, 10 de marzo de 2014

Transporte aéreo: volamos cada vez menos


Los aeropuertos españoles han perdido 17 millones de pasajeros en los dos últimos años, cayendo al nivel de tráfico de 2005. Los extranjeros siguen volando a España y baten incluso récords de llegadas, por el boom turístico. Pero fallan los viajeros españoles: volamos mucho menos por la crisis, la subida de tasas y billetes y la competencia del AVE, que en 2014 ganará al avión. La caída de pasajeros provoca que 41 de los 49 aeropuertos españoles pierdan dinero, muchos abiertos sin justificación: 16 aeropuertos, casi un tercio, reciben menos de 100 pasajeros al día. Y la caída de pasajeros, junto a las tasas aeroportuarias y la competencia del low cost, hacen que Iberia y Air Nostrum sigan en pérdidas, mientras las compañías europeas vuelven a tener beneficios. Ahora, las compañías han pactado con AENA una menor subida de tasas e incentivos para recuperar pasajeros. Pero hace falta que los españoles recuperen trabajo e ingresos para que vuelen más.
enrique ortega

El sector aéreo europeo ha salido de la crisis en 2013, tras un duro ajuste de personal, recorte de rutas y fusiones de compañías, acompañados por un menor coste del combustible y, sobre todo, un aumento de viajeros (+3,8%), factores que llevaron a las compañías a volver a tener beneficios en 2013: 1.260 millones de euros (frente a -880 millones en 2012), según la IATA. Pero España no ha seguido esa ruta y el sector aéreo ha vuelto a caer, empujado por una nueva pérdida de pasajeros: 187.361.347 pasaron por nuestros aeropuertos en 2013, 7 millones menos que en 2012 y 17 millones menos que en 2011, con lo que el tráfico aéreo cae a niveles de 2005. Y así, las compañías españolas cerraron el año con unas pérdidas de 33 millones de euros.

En esta pérdida de pasajeros hay dos realidades. Por un lado, crecen los viajeros internacionales, que en 2013 batieron un récord: 129 millones (+2,7%), gracias al récord de turistas (8 de cada 10 llegan por avión). Y por otro, caen los pasajeros nacionales. De hecho,  28,7 millones de españoles eligieron el avión para desplazarse por España en 2013, un 14% menos que en 2012, según el INE. Y también cayeron los viajes a larga distancia en autobús, utilizados por 1,34 millones de españoles (-7,2%).En cambio, subieron los viajes en AVE, utilizados por 25,4 millones de españoles en 2013 (+13,5%). Tras caer en 2012, la alta velocidad ganó 3 millones de pasajeros el año pasado, gracias a la rebaja de tarifas aprobada en febrero 2013. Y este año 2014, se espera que el AVE gane al avión en España.

El avión pierde pasajeros por la crisis, la subida del IVA (septiembre 2012), el cierre de rutas nacionales e internacionales (12% Ryanair y 15% Iberia), la competencia del AVE y los vuelos low cost y, sobre todo, por la subida de precios forzada por la subida de tasas aeroportuarias, mientras el combustible les ha costado menos a las compañías en 2013. Las tasas aeroportuarias han acumulado una subida del 68,18% entre 2010 y 2013 (según el sector), pero se han concentrado sobre todo en 2012 (subida media del 18%, que superó el 50% en Barajas) y en 2013 (+8,5%), en un intento de AENA por cubrir parte de la inversión realizada en los aeropuertos españoles (18.000 millones entre 2001 y 2011), que le ha dejado una deuda acumulada de 14.000 millones, que intenta tapar con las tasas.

La caída de pasajeros ha afectado a 37 de los 49 aeropuertos españoles y de los 12 que ganaron pasajeros, la mayoría son aeropuertos del turismo extranjero: Son Bonet (Palma,+173%), Alicante (+8,8%), Lanzarote (+3,2), Ibiza (+3,1), Málaga (+2,7), Tenerife sur (+2%), Palma (+0,4%) y el Prat-Barcelona (+0,2). Y los que más pierden viajeros son aeropuertos de tráfico nacional: Madrid-Torrejón (-93%), Huesca (79%), Vitoria (-71,7%), Albacete (-69%), Algeciras y Ceuta (-67%) y. sobre todo Madrid-Barajas (-12,1%), que ha perdido una cuarta parte de sus pasajeros desde 2007 (aunque ha ganado tráfico en febrero, por primera vez en dos años). 

Esta caída de pasajeros agravó la crisis de los aeropuertos españoles, donde sólo 8 de los 47 aeropuertos ganan dinero (2012): Palma (73,8 millones), El Prat (73,6), Gran Canaria (28,1), Tenerife Sur (27,9), Ibiza (7,8), Barajas (13,07), Lanzarote (5,9), Sevilla (4,03) y Bilbao (0,28). En conjunto, la red de aeropuertos perdió 70,78 millones en 2012, un tercio menos que en 2011 (-220,5 millones), gracias al Plan de eficiencia puesto en marcha en junio de 2012, para recortar horarios y costes en los 19 aeropuertos con menos de 500.000 viajeros. Pero el Gobierno Rajoy no ha cerrado ningún aeropuerto e incluso se está gastando 100 millones de euros en ampliar los aeropuertos de Vigo y A Coruña (que pierden, juntos, 17 millones).

La caída de pasajeros ha afectado de manera desigual a las compañías: Iberia ha perdido 4,3 millones de pasajeros en 2013, Ryanair (la líder) otros 1,45 millones, Easyjet (-1,4 millones), Air Nostrum (-0,7 millones) y Air Berlín (-0,62). Y han ganado pasajeros Vueling (+2,1 millones), Iberia Express, la estrenada low cost de Iberia (+1,02 millones), Air Europa (+0,89 millones), junto a Lufthansa (0,34 millones) y Norwegian (+1,02 millones). Con ello, el Grupo Iberia (Iberia, Iberia Express, Vueling y British Airways) ha recuperado el liderazgo de pasajeros en España (32 millones), por delante de Ryanair (27,5 millones). Pero aun así, Iberia cerrará 2013 con pérdidas (-200 millones de euros), por quinto año consecutivo, aunque espera recuperarse (con los ajustes de plantillas, rutas, renovación de aviones y pacto con pilotos), para alcanzar beneficios en 2014. Vueling ha cuadruplicado beneficios (de +28,3 a +137 millones en 2013) y Air Europa ha pasado a tener beneficios (de -37 a +50 previstos en 2013), aunque Air Nostrum (familia Serratosa y franquiciada de Iberia para vuelos regionales) volverá a tener pérdidas (-20 millones), aunque espera conseguir beneficios en 2015.

Para 2014, se espera que el sector aéreo mundial se recupere más, aumentando un 6% los pasajeros y duplicando beneficios en Europa, según la IATA. En España, el Gobierno Rajoy pretende que vuelvan a crecer los pasajeros, un 2% (de hecho, ya han subido un 2,5% en enero y febrero), gracias a una menor subida de las tasas aéreas (subieron un 0,9% este 1 de marzo y aumentarán un máximo del 2,5% en todo 2014) y a una política de incentivos: descuentos del 75% al 100% de las tasas aeroportuarias para las compañías que abran nuevas rutas o aumentan viajeros, sobre todo dentro de España.

Con ello, podrían no subir más los billetes, aunque eso depende también mucho de la competencia: los vuelos realizados por una sola línea o donde no hay compañías low cost son más caros que los vuelos con más compañías y líneas de bajo coste, según un informe de FEDEA. De hecho, en el último año, los precios de los vuelos intercontinentales han caído un  -6% y los europeos un -8%, mientras los vuelos nacionales subieron un +4%, según datos de febrero del buscador Trabber. Y así pasa: es más caro volar de Madrid a Bilbao (con poca competencia de compañías) que a Londres o a Berlín. Y vamos en coche.

Además de frenar las tasas aeroportuarias, agilizar los embarques, no subir  impuestos (IVA) y fomentar la competencia en las rutas interiores, hay que ayudar al sector aéreo con financiación asequible y  medidas fiscales (para fomentar fusiones e inversiones, renovar la flota y ahorrar  combustible), pero sin “doparles” con subvenciones a fondo perdido, como han hecho varias autonomías (sobre todo con Ryanair y Air Nostrum). Y a nivel europeo, Bruselas debe acelerar la puesta en marcha del Cielo Único Europeo (previsto para 2020), porque cada año que se mantiene el actual caos de gestión aérea, con 67 zonas de control que obligan a rutas en zigzag, se encarece 5.000 millones anuales el tráfico aéreo europeo.

España es el cuarto país del mundo en tráfico aéreo (tras EEUU, China y Reino Unido) y tiene una posición geográfica privilegiada entre Europa y América, África o Asia. Por eso, y porque somos la tercera potencia turística mundial (tras Francia y EEUU), nuestros aeropuertos son claves para el futuro y para asentar la recuperación. Pero tienen que ser competitivos, con costes ajustados y servicios ágiles. Y volar, sobre todo dentro de España, tiene que ser más asequible, sin tener que depender de los chollos con 3 meses de plazo. Hay que ayudar al avión pero también se tienen que ayudar ellos con mejores ofertas. ¡A despegar ¡

miércoles, 11 de julio de 2012

Aeropuertos: más caros y con menos horario


Volar este mes de julio es más caro, por la subida de las tasas aeroportuarias: un 50% en Madrid y Barcelona y por encima del 20% en otros 5 grandes aeropuertos. Además, en octubre se reduce el horario en 19 pequeños aeropuertos, con despidos de personal, para reducir costes. Dos medidas que tratan de paliar el agujero de los aeropuertos, que pierden 220 millones porque sólo 10 de los 47 ganan dinero. La falta de pasajeros no justifica mantener abiertos 19 aeropuertos pequeños, muchos de ellos nacidos por presiones políticas y subvenciones autonómicas y locales a las compañías. El Gobierno dice que no va a cerrarlos, pero las compañías ya han empezado a suspender vuelos regulares. Mientras, se busca sanear los aeropuertos subiendo tasas hasta 2016, aumentando los ingresos en sus tiendas y recortando servicios. Para al final, privatizar los rentables.
enrique ortega

España es el cuarto país del mundo con más tráfico aéreo, por detrás de EEUU, China y Reino Unido: 204 millones de personas utilizaron nuestros aeropuertos en 2011, el segundo año récord (+6%) tras 2007. Pero aun así, “la situación de nuestros aeropuertos no puede ser peor”, según la ministra de Fomento: perdieron 220 millones en 2011, porque sólo 10 de los 47 aeropuertos públicos (y dos helipuertos, Ceuta y Algeciras) ganaron dinero : Palma (44,6 millones), Gran Canaria (22,33), Tenerife Sur (24,98), Alicante (10,02), Lanzarote (8,67), Sevilla (6,05), Valencia (5,63), Ibiza (3,45), Bilbao (1,71) y Fuerteventura (1,21). Los dos más grandes pierden (-95 millones  Barajas y -22 millones el Prat), como Málaga (-20,5 millones), porque tienen que amortizar sus inversiones, las nuevas terminales, algo que no hace Renfe con las vías ni las autovías, obras que se cargaron a los Presupuestos. Por eso, los aeropuertos, además de perder dinero (como la mitad de los 460 aeropuertos europeos) arrastran la losa de la deuda: 14.000 millones, cuyos intereses pagan cada año.

El problema en España es el exceso de capacidad: sobran aeropuertos. Somos un país líder en trenes de alta velocidad y autovías y tenemos 47 aeropuertos, cuando Francia tiene 43 y Alemania 39. En la pasada década se invirtieron 17.211 millones (la mitad en Barajas y el Prat), bajo la presión de gobiernos autonómicos y locales, que alimentaron la burbuja aeroportuaria con subvenciones a las compañías, sobre todo low cost, para que vuelen a sus ciudades: 250 millones entre 2007 y 2011, sobre todo Castilla y León (84,3 millones), Aragón (34 millones), Cantabria (20,7), Cataluña (17,3) y Comunidad Valenciana (16,4). Ayudas que han ido sobre todo a Air Nostrum (filial de Iberia) y Ryanair (casi 100 millones), que ha presionado a la Generalitat para volar a Girona y Reus a cambio de 8 millones y prebendas.

Al final, demasiados aeropuertos públicos, la mayoría con pocos pasajeros: 19 tienen menos de 500.000 pasajeros al año. Y los grandes (Barajas y el Prat) tienen una capacidad imposible de llenar. EL Gobierno ha puesto en marcha un Plan estratégico con el objetivo de pasar de 12 a 30 aeropuertos con beneficios de explotación en 2016. Para ello, pone en marcha tres medidas: subir las tasas aeroportuarias, mejorar los ingresos comerciales (aumentando 22% la superficie comercial en los 7 aeropuertos con más tráfico) y recortar costes, reduciendo los horarios  (un  tercio) en los 17 aeropuertos y 2 helipuertos con menos de 500.000 pasajeros, para ahorrar 35 millones. Ya desde octubre, algunos abrirán sólo medio día, lo que supondrá despidos entre sus 688 empleados. Antes, los sindicatos de AENA ya han denunciado recortes de horas, Plan pensiones, interinos y no cubrir  jubilaciones.

La medida fundamental es la subida de las tasas aeroportuarias, el 71% de los ingresos de AENA. Ya subieron en 2011 un 5% y ahora suben desde julio otro 10,2 % de media, aunque en los 7 grandes aeropuertos (72,8% del tráfico) suben mucho más: 50,3% en Barajas, 53,6% en El Prat y por encima del 20% en Palma, Málaga, Gran Canaria, Alicante y Tenerife Sur. Y la previsión es subirlas hasta un 5% por encima del IPC (el 7%) hasta 2016. AENA dice que las tasas (hasta 7 diferentes) son un 34% más bajas en España que en el resto de Europa, pero las compañías y el sector turístico se quejan de que nuestros aeropuertos no compiten con los europeos sino con los de Grecia, Turquía o el norte de África, que tienen tasas más bajas y eso puede disuadir a los tour operadores. De hecho, en 2012 ha caído el tráfico aéreo (un 5.4% hasta mayo), incluso los vuelos low cost (-1,8%).

Con todo, la subida de tasas, que pagaremos en nuestros billetes y que va a ser investigada por Bruselas, tiene un límite y los expertos apuestan por subir más los ingresos comerciales, que suponen el 26% del presupuesto de AENA y deberían subir al 40% (en Gran Bretaña, aportan el 60% de ingresos). Además, España tiene que mejorar la calidad de sus aeropuertos, reduciendo retrasos: en 2010, entre los 20 aeropuertos europeos con más retrasos, 7 eran españoles. Y AENA es responsable de la mitad de los vuelos europeos con retraso, según Eurocontrol.

Al final, el problema es qué se hace con los 19 aeropuertos con menos de 500.000 pasajeros, que no son viables, ni subiendo tasas ni llenándoles de tiendas: Madrid-Cuatro Vientos, Huesca, Albacete, Córdoba, Logroño, Algeciras(helipuerto), Madrid-Torrejón, Vitoria, La Gomera, Burgos, Salamanca, Ceuta (helipuerto), Badajoz, León, el Hierro, Pamplona, San Sebastián, Melilla y Valladolid. El Gobierno dice que no piensa en cerrarlos “por ahora”. Pero no tienen salida (pierden 96,5 millones), aunque se han invertido más de 500 millones, que se tirarían a la basura si se cierran. De momento, las compañías ya les están cerrando: han dejado de operar vuelos regulares en Badajoz, Huesca, Albacete, Córdoba y Vitoria. Y podrían seguirles Burgos, León, Logroño, Salamanca, Pamplona y San Sebastián.  

A medio plazo, el objetivo del Gobierno Rajoy es privatizar los aeropuertos (los rentables, claro), algo que el Gobierno ZP tenía previsto hacer al 49%. Es un riesgo dejar en manos privadas la vía de entrada de 4 de cada 5 turistas, la primera industria del país. Y un instrumento clave de dinamización regional. La experiencia de algunas privatizaciones (Gran Bretaña) revela que los operadores descuidaron inversiones y servicios, para asegurar beneficios, en perjuicio de usuarios y compañías aéreas. Por eso, no podemos arreglar la burbuja de los aeropuertos sólo privatizando los rentables. Hay que poner orden con cabeza y gestión pública, por el turismo y los usuarios, que somos los que vamos a pagar el saneamiento de los aeropuertos, con los billetes y nuestras compras. No lo olviden.