jueves, 28 de septiembre de 2017

Autonomías: hay más problemas que Cataluña


España contiene la respiración ante lo que pase este domingo en Cataluña. Pero la clave está en el 2 de octubre, en cómo recuperar a Cataluña: supone la quinta parte de la economía y es el motor de la industria, el turismo y las exportaciones, lo que tira ahora del crecimiento. Habrá que afrontar el futuro con diálogo, reformando de una vez la financiación autonómica. Pero debería aprovecharse para reconfigurar el mapa autonómico y sus competencias. Porque tenemos un país cada vez más desigual, donde según donde vivamos tenemos una sanidad, educación, un seguro de paro, ayudas a la dependencia, renta básica y hasta pensiones diferentes. Y más o menos empleo, paro, salarios, renta y pobreza. Dos Españas, más alejadas con la crisis. Y si no se hace nada, tardaremos 70 años en reducir a la mitad la distancia entre regiones ricas y pobres, según el Banco de España. Este es el problema que debería orientar el debate autonómico. Conseguir una España plural pero menos desigual.


                                                                              enrique ortega

A partir del 2 de octubre, urge recomponer las relaciones con Cataluña, no solo por razones políticas sino también económicas. Es una región clave, no sólo porque allí viven 1 de cada 6 españoles (7.522.596 habitantes) sino porque aporta casi la quinta parte de la riqueza española (19,03% del PIB), y es una economía muy dinámica y productiva, con 608.000 empresas (18,6% del total) que dan trabajo a 3.270.500 personas. Y además, Cataluña es el motor de los dos sectores que están tirando de la recuperación, el turismo y las exportaciones: la visitan uno 1 de cada 4 turistas extranjeros (24%) que llegan a España y supone la cuarta parte de la exportación española (25,3%), más que Madrid y Andalucía juntas. Así que hablamos de una región clave para España, la recuperación económica y la competencia con el exterior.

Restañar las heridas del conflicto con Cataluña obligará a dialogar y negociar, para arrebatar a los independentistas sus “banderas” y convencer a la mayoría que su mejor futuro, político, económico y social, está en seguir en España, no imponerlo por vía judicial o policial. Y la primera bandera que hay que arrebatarles es la económica, el “España nos roba”, la independencia por el bolsillo. La propaganda independentista ha jugado con “las cuentas de la lechera”: perdemos 16.000 millones por estar en España y si fuéramos independientes, aunque tuviéramos más gastos, podríamos conseguir un saldo favorable de 11.591 millones y vivir como Dinamarca. Así que independizarse “sale a cuenta”.

Lo malo es que no es verdad y que estas cuentas son “cuentos”, como demostró el exministro José Borrell en su libro “Las cuentas y los cuentos de la independencia”. Según el ex Conseller catalán de Economía, Mas Collell, la diferencia entre los ingresos aportados por Cataluña y los gastos hechos por el Estado fue de -3.228 millones en 2015, no los -16.000 utilizados por los independentistas. Y en las últimas “balanzas fiscales” (ingresos menos gastos) calculadas por los expertos de Fedea, figura un saldo negativo para Cataluña en 2014 de -9.892 millones de euros, el 5% de su PIB. Pero resulta que hay otras 3 autonomías que presentan también saldos fiscales negativos, dos de ellas mucho mayores que el de Cataluña: Madrid (-19.205 millones, el 9,2% de su PIB), Baleares (-1.516 millones, el 6,3% de su PIB) y la Comunidad Valenciana  (-1.735 millones, el 2,1% de su PIB). Y no piden independizarse, sólo que se cambie ya el actual sistema de financiación autonómica.

La otra bandera que hay que arrebatar a los independentistas es que separados de España, los catalanes iban a vivir mejor. No es verdad. Sobre todo, porque si Cataluña se declarara independiente (algo legalmente imposible), quedaría fuera de la Unión Europea y del euro, según ha reiterado la Comisión Europea. Y eso sería un drama para Cataluña. Primero, porque el Gobierno catalán tendría que poner en marcha un “corralito”, como en Grecia, para impedir una fuga masiva de capitales. Luego, tendría que crear una moneda, que se devaluaría al instante (como la libra: un -19% tras el Brexit). Y tendría muy difícil vender al resto de España y de Europa, porque sus productos tendrían que pagar un arancel (del 5,7% inicialmente), al no estar en la UE. Y como además Cataluña es la autonomía más endeudada de España (75.443 millones de euros en 2017), tendría serios problemas para financiarse en el exterior y no suspender pagos como “país”, mientras los ahorradores catalanes ya no tendrían asegurado el dinero que tengan en sus bancos, al no estar ya amparados por el BCE. Y como es probable que muchas empresas y bancos se trasladarían fuera de Cataluña, bajaría su crecimiento y su empleo. Y con ellos, la renta y el nivel de vida, aumentando la inflación. Los cálculos de los expertos hablan de una caída del PIB catalán del 10 al 20% a medio plazo. O sea, que con la independencia, los catalanes serían más pobres. Así de claro.

También España sería más pobre sin Cataluña. Y sobre todo, recomponer la fractura política y social con Cataluña es un elemento clave para consolidar la democracia y la convivencia. Así que toca, al Gobierno y a la oposición, volcarse en afrontar el problema, buscando soluciones a medio plazo, que exigirán cambios, no sólo políticos sino también económicos: sistema de financiación, competencias, inversiones, solidaridad fiscal. Pero una vez abierto el melón de Cataluña, otras autonomías querrán ir detrás y exigirán otros cambios. Es hora de aprovechar “el problema catalán” para revisar a fondo el modelo autonómico, no sólo en la vertiente política sino sobre todo en la económica, porque presenta problemas serios. El principal, que no ha servido para corregir la desigualdad entre las regiones.

Mucho se habla de “la unidad de España”, pero no hay una España sino al menos dos o quizás tresla rica y la pobre y la intermedia. Y eso lo notan cada día los ciudadanos, que saben que depende de donde vivan tienen más o menos trabajo, más o menos paro, mejores o peores salarios, más o menos pobreza, mejor o peor sanidad y educación, más o menos prestaciones por desempleo o Dependencia, mejores o peores pensiones.

La primera gran diferencia entre regiones es su diferente modelo económico, que hace que unas crezcan más que otras y generen más o menos empleo. Si en toda España trabajan un 62% de adultos (16-64 años), según la EPA, hay 9 autonomías donde hay más personas trabajando, sobre todo en Baleares (70,34%), Navarra (68,40), Aragón (68,27%), Madrid (68,07) y la Rioja (68%). Y otras 8 autonomías, más Ceuta y Melilla, donde hay menos gente trabajando que en el resto de España: Melilla (47% de los adultos), Ceuta (52,23%), Extremadura (52,92%), Andalucía (53,20%), Canarias (55,21%) y Castilla la Mancha (57,78%) sobre todo, según la EPA. Y lo mismo pasa con el paro: hay 5 autonomías con más del 22% de paro (30,22% Melilla, 25,76% Extremadura, 25,24% Andalucía, 24,30% Canarias y 22,24% Canarias), mientras otras cinco tienen un paro “casi europeo” (10,55% Navarra, 10,92% la Rioja, 11,23% País Vasco, 11,39% Aragón y 11,49% Baleares).

Y este mayor o menor empleo lleva también a que los españoles tengan mejores o peores sueldos según donde vivan, según los datos del INE. Si el salario bruto mensual en España es de 23.106 euros (2015), hay 4 autonomías que tienen un sueldo superior: País Vasco (27.571 euros), Madrid (26.448), Navarra (24.863) y Cataluña (24.321). Y de las 13 restantes que cobran menos destacan los bajos sueldos de Extremadura (19.564 euros), Canarias (19.856), Galicia (20.624), Castilla la Mancha (20.670), Murcia (20.928) y Comunidad Valenciana (20.935). Eso significa que un vasco gana de media 4.465 euros más que el español medio y 8.007 euros más que un extremeño (un 29% más). Y si tomamos el salario por hora, al margen de las horas trabajadas, los vascos ganan un 31,6% más que los extremeños.

Pero las diferencias entre regiones no se quedan en el empleo, el paro o los salarios. Las diferencias las notan cada día los ciudadanos, al ir al hospital o al colegio, al ir a la oficina de empleo o al cobrar la pensión, porque hay enormes diferencias en los servicios públicos según donde uno viva y ese quizás sea el mayor fracaso del estado autonómico.

Empecemos por la sanidad. El origen de la desigualdad está en el distinto gasto que hacen en sanidad las distintas autonomías. Las que más gastaron en 2016 fueron Navarra (1.633 euros/habitante), País Vasco (1.632 euros), Asturias (1.578), Extremadura (1.422) y Cantabria (1.418). Y las que menos, Andalucía (1.106 euros/habitante), Cataluña (1.180) y Madrid (1.184), un 50% menos que navarros, vascos y asturianos, según datos de la Fundación en Defensa de la Sanidad Pública (FDSP).Y ese mayor o menor gasto lleva a que unas tengan más camas, médicos y enfermeras que otras. Y con ello, mejor o peor atención. Así, las listas de espera para operarse varían de los 182 días de espera en Canarias o los 173 de Cataluña a los 44 días en la Rioja o los 50 del País Vasco. Y para ir al especialista, entre los 138 días de espera en Cataluña y los 32 en la Rioja, según el Ministerio de Sanidad. Y con ello, el ranking de atención sanitaria, elaborado por la FDSP, varía mucho: sacan sobresaliente la sanidad de Navarra y País Vasco (90 puntos sobre 114), notable las de Aragón (82) y Asturias (79) y suspenden Canarias (49), Comunidad Valenciana (59), Cataluña y Andalucía (60 puntos). Así que ojo a donde se pone uno enfermo.

Lo mismo pasa con la educación. Hay 5 autonomías que gastan en educación más que la media española (5.169 euros/alumno): País Vasco, Navarra, Cantabria, Asturias y Galicia. Y así, el País Vasco gasta en educación (8.076 euros por alumno) el doble que Madrid (4.443 euros) o Andalucía (4.510 euros), según los últimos datos del Ministerio de Educación (para 2014). Y las becas y ayudas universitarias también son muy diferentes según donde vivan los alumnos (2.556 euros la beca universitaria en Andalucía frente a 1.706 euros en Madrid). Y la desigualdad no se queda en el gasto, también llega a los contenidos educativos: hay unos contenidos mínimos, pero a partir de ahí los alumnos estudian diferente según donde vivan. Así, Madrid, Canarias y Castilla y León dan 1.000 horas lectivas de matemáticas mientras los del País Vasco reciben 630 horas y los de Navarra y Baleares unas 700. Y los alumnos de Primaria de los colegios bilingües de Madrid reciben el doble de horas de inglés (840 horas en los 6 años) que los de Andalucía, Aragón y Cataluña (420 horas). Y lo mismo en la ESO y Universidad. Así que la formación depende de en qué región se estudie.

También hay enormes diferencias regionales a la hora de recibir ayudas a la dependencia (para ancianos y discapacitados). En toda España hay 314.709 dependientes en lista de espera (julio 2017), un 25,69% de los dependientes, con la ayuda reconocida pero sin recibirla por falta de presupuesto. Pero hay autonomías donde los dependientes están peor, como Canarias (el 41,4% esperan la ayuda a la que tienen derecho), Cataluña (37,5% esperan), la Rioja (30,6%) o Andalucía (25,6%), mientras en otras son pocos los que esperan, como Madrid (10,73%) o Baleares (14,5%), según datos del IMSERSO. Y si tomamos la cifra de beneficiarios sobre toda la población, donde hay más dependientes atendidos es en Castilla y León (3,51 población total con ayudas), País Vasco (2,74%), Cantabria (2,57%) y Castilla la Mancha (2,40%), mientras el farolillo rojo de la dependencia son Canarias (sólo 0,84% población con ayudas Dependencia), Comunidad Valenciana (1,16%), baleares (1,44%) y Madrid (1,71%). Así que ojo donde nos hacemos viejos.

Y también hay grandes diferencias regionales a la hora de recibir otras ayudas sociales, a la vivienda, a las familias o la renta mínima de inserción que pagan las autonomías a los más pobres. Las cobran 466.266 españoles, pero el importe y el tiempo que las reciben varían mucho según las autonomías, que también exigen requisitos muy diferentes. Donde hay más pobres cobrando ayudas, en proporción a la población es en País Vasco (70.528) y Navarra (15.952) y donde menos en Madrid (73.400), Cataluña (45.5639) y Andalucía (89.831). Y donde más se paga es en Navarra (648,60 euros mensuales), país Vasco (619,29) y Aragón (573,30) y donde menos en Murcia y Ceuta (300 euros), Castilla la Mancha (372) y Madrid (375 euros), según datos del Ministerio de Sanidad y Asuntos Sociales (año 2015).

También hay grandes diferencias regionales en el trato a los parados, debido a la economía de cada región, al tipo de empleo y los sueldos y cotizaciones. Si en toda España, un 52,7% de los parados estimados (EPA) no cobran nada (julio 2017), según datos de Empleo, hay regiones donde hay todavía una mayor proporción de parados que no cobran nada: Melilla (69,8% parados no cobran), Baleares (65,7%), Castilla la Mancha (62,5%), Canarias (58,1%), Castilla y León, Murcia, Galicia y Madrid (el 57% parados no cobran nada). Y además, los parados que sí cobran, reciben un subsidio diferente según donde vivan: más de 800 euros al mes en Navarra (856,9), Baleares (856,5), país vasco (810), Cataluña (805,8), Madrid (804,9) y la Rioja (801,1) y un 15% menos los parados de Extremadura (697 euros), Asturias (734,5), Andalucía (740), Cantabria (746,8) y Canarias (749,9), según datos de Empleo. Así que ojo a dónde nos quedamos en paro.

Y también importa dónde nos jubilemos, porque la pensión depende del tipo de trabajo, el sueldo y la cotización, que varían mucho por autonomías. Si la pensión media era de 922,17 euros en agosto 2017, hay 7 autonomías donde los jubilados cobran más. Y de ellas, 4 regiones donde la pensión media supera los 1.000 euros: País Vasco (1.144,61 euros), Madrid (1.089,20), Asturias (1.087,25) y Navarra (1.058,80). Y del resto, hay 9 autonomías donde los pensionistas cobran menos de 900 euros, destacando la baja pensión media de Extremadura (766,79 euros), Galicia (779), Murcia (810), Andalucía (827,85), Canarias (849) y Comunidad Valenciana (849,39). Así que un pensionista extremeño cobra un 33% menos que uno vasco y un murciano un 29% menos. Desigualdad hasta el fin de nuestros días.

Bueno, son muchos datos, pero resultan esclarecedores para confirmar lo dicho: vivimos en una España muy desigual para los ciudadanos según donde se viva, desde la cuna a la muerte. Antes también era así, pero el Estado de las autonomías no lo ha corregido. La raíz de esta desigualdad está en que hay dos Españas (o mejor tres), a nivel económico: autonomías que producen más, por su estructura económica y su mayor productividad. Y así, si tenemos en cuenta la población, la diferencia se mide en el PIB por habitante, lo que se produce por persona. En España, el PIB por habitante fue de 23.970 euros en 2016, según el INE, el 90% de la media europea (estamos en el puesto 14 del ranking UE, a la misma distancia de Europa que hace 15 años). Y sólo hay 7 regiones por encima de la media, las más ricas: Madrid (32.723 euros/habitante), País Vasco (31.805), Navarra (29.807), Cataluña (28.590), Aragón (26.328), La Rioja (25.692) y Baleares (24.870). Y otras 7 regiones en la cola, la España pobre: Extremadura (16.369 euros PIB/habitante), Andalucía (17.651), Melilla (17.686), Castilla la Mancha (18.591), Murcia (19.411), Ceuta (19.446) y Canarias (19.867).

Esta es la riqueza que genera cada región, según su estructura económica, sus empresas, su inversión y su gente. Pero luego, una parte se lo llevan los impuestos, que son muy diferentes según las autonomías (Cataluña es la autonomía donde se pagan más impuestos, porque así lo ha decidido la Generalitat, no el resto de España) y deberían ayudar a compensar a las más pobres, a corregir las diferencias con las inversiones y las ayudas públicas. Y al final, interesa comparar la renta disponible en cada región, los ingresos netos. Y aquí, los españoles de las regiones ricas ingresan más que los de las pobres. Si la renta disponible por español era de 10.708 euros en 2016, según el INE, hay 6 autonomías más ricas por encima de los 12.000 euros: País Vasco (14.345 euros de renta/habitante), Navarra (13.408), Cataluña (12.660 euros: eso no lo dicen los independentista…), Madrid (12.647), Baleares (12.222) y Asturias (12.060). Y otras 5 autonomías más pobres: Murcia (8.273 euros), Andalucía (8.398), Extremadura (8.674), Canarias (8.702) y Castilla la mancha (8.731). Es la España pobre, 15 millones de personas, un tercio de los españoles, cuya renta es casi la mitad que la de un vasco.

Lo más grave es que las regiones que integran la España rica y la España pobre son casi las mismas desde hace 30 años, como he explicado en otro blog. Y que las diferencias de renta no se han recortado apenas: se han agravado incluso con la crisis. Pero hay otro dato aún más preocupante: si no se hace nada, las diferencias entre las regiones españolas sólo se reducirán a la mitad dentro de 70 años, según un reciente estudio del Banco de España. Así que si queremos una España menos desigual, hay que actuar. Y el problema de Cataluña puede servir para, una vez abierto el melón autonómico, hacer cambios profundos.

El primero y fundamental, reformar el sistema de financiación autonómica de 2009, lo que se comprometió hacer Rajoy, en la Conferencia de presidentes autonómicos, dentro de este año, algo que parece ya imposible. Urge buscar un sistema que sea más justo, en el que Cataluña, Madrid y la Comunidad Valenciana no pierdan tanto, pero que a la vez ayude a corregir desigualdades, con lo que las regiones más ricas tendrán que pagar más de lo que reciben. Y además, habrá que destinar más recursos a financiar las autonomías, recortándolos del Estado central, porque hacer frente a sus competencias (sanidad, educación, dependencia, justicia…) les resulta cada vez más costoso. Eso supone permitirles más fuentes de ingresos y restarlos al Estado, un pulso económico que también es político (pelea por el poder): hoy, el 50% de los ingresos los capta el Estado, el 35% las autonomías y el 15% los Ayuntamientos. Si queremos ir a un estado con potentes competencias autonómicas, tienen que tener más ingresos. Y para que los ciudadanos no paguemos dos veces, el Estado tendrá que tener menos. Esa es la base fiscal de un Estado federal (como el alemán), si es a lo que aspiramos.

Pero además, necesitamos un Estado central potente para que ejerza un papel reequilibrador, asegurando un reparto equitativo del esfuerzo fiscal (que paguen más impuestos los que más tienen y por tanto, las regiones más ricas) y de las ayudas e inversiones necesarias para reequilibrar las regiones, para que en los próximos 20 años se acorten las diferencias entre la España rica y la España pobre, aumentando la producción (con una estructura económica más competitiva, más industria y mejor formación y tecnología)  y la renta de las regiones más rezagadas.

Y en tercer lugar, hace falta un enorme esfuerzo de coordinación, de diálogo, para que los servicios públicos sean homologables, al margen de donde se viva. Eso debería exigir establecer una agenda mínima de prestaciones públicas (sanitarias, educativas, ayudas sociales…) y tratar de acortar las diferencias actuales, con un Fondo de compensación para mejorar los servicios de las regiones más atrasadas, con evaluaciones públicas periódicas.

Como puede verse por todos los datos aportados, queda mucho por hacer para conseguir que el Estado autonómico funcione mejor y ayude a reducir las desigualdades, de empleo, renta y servicios públicos. Habría que aprovechar la fractura con Cataluña para abrir el debate y no sólo hablar de Constitución y derechos políticos sino de economía, renta y servicios, los problemas de verdad que afectan cada día a todos los españoles. Para intentar conseguir que en los próximos 20 años, todos estemos mejor, al margen de donde vivamos. Conseguir una España plural pero menos desigual.

lunes, 25 de septiembre de 2017

Doble paro que Europa por tener poca formación


España crea empleo (precario) pero seguimos con más del doble de paro que Europa y más de cuatro veces que Alemania. No es una maldición bíblica. La OCDE acaba de recordarnos una causa básica, la poca formación de los españoles: el 42% de adultos apenas tiene la ESO, frente al 20% en Europa. Y tienen baja formación el 35% de jóvenes, frente al 23% de europeos. Por eso trabaja menos gente, hay más paro y ganamos menos. Y lo peor es que estamos igual desde 2005. Y en vez de tomar medidas, se ha recortado el gasto en educación y formación. Pero ni Gobierno ni oposición han dicho una palabra del informe OCDE: están a "otras cosas". La OCDE pide que España gaste más en educación (somos el 6º país que menos gasta) y que apueste por otra educación, más práctica y ligada al empleo. Y que gastemos más y mejor en la formación de trabajadores y parados. Es la mejor receta contra el paro.


                                                                                                            enrique ortega    

Los datos del último informe de la OCDE (“Panorama de la educación 2017”) sobre la baja formación de los españoles, todos los adultos y también los jóvenes, son demoledores. En 2016, el 41,7% de los españoles adultos (25 a 64 años) tenían una formación baja (sólo tenían la ESO o ni siquiera), frente al 22% de adultos de la OCDE (35 paises desarrollados) y al 20% de adultos europeos (el 15% en Alemania). Y por si fuera poco, en el nivel medio de formación (con Bachillerato o Formación Profesional) sólo están el 22,6% de los adultos españoles, frente al 44% de adultos en la OCDE y el 46% en Europa (UE-22). Eso sí, por arriba, con formación universitaria o FP superior tenemos al 35,7% de adultos, casi igual que el 37% de adultos OCDE y por encima del 34% de adultos muy formados en Europa. En definitiva, hay muchos españoles con baja formación y sólo están peor (entre los 35 paises de la OCDE) Portugal (52% de adultos poco formados), Turquía (62%) y México (63%). Y tenemos  pocos españoles con formación media y bastantes universitarios.

Pero eso no sólo pasa entre los adultos. Los jóvenes españoles (25-34 años), que teóricamente son la generación “mejor formada”, están muy lejos de la formación del resto de jóvenes occidentales, según el último informe educativo de la OCDE: el 35% tienen baja formación (sólo tienen la ESO o ni siquiera) frente a menos de la mitad en la OCDE (16%) y en Europa (15% en UE-22 y 13% en Alemania, Francia y Reino Unido), con lo que somos el país europeo con más porcentaje de jóvenes poco formados y el tercero de la OCDE, tras Turquía (45% jóvenes poco formados) y México (53%). En un nivel medio (con Bachillerato y FP) están el 24% de los jóvenes españoles, frente al 42% en la OCDE y el 40% en la UE-22. Y otra vez, tenemos casi tantos jóvenes universitarios (41% como la OCDE (43%) y más que Europa (40% en UE-22). Una pirámide de formación totalmente “de locos”: muchos jóvenes muy formados, muchos jóvenes sin formación y pocos con formación media.

Lo peor es que esta baja formación ha mejorado algo entre los adultos españoles desde 2005 (entonces, el 50,3% tenía baja formación), pero sigue igual de mal entre los jóvenes, aunque han pasado 11 años: el 36% poco formados en 2005 y ahora el 35%. Y hay más. España es uno de los paises de la OCDE con menos peso de la Formación Profesional (FP), una formación con mucho empleo (74% en España y 80% en la OCDE) y poco paro: sólo el 12% de los adolescentes españoles (15-19 años) están matriculados en FP, menos de la mitad que en la OCDE (26%) y que en Europa (29% en UE-22), mientras tenemos más estudiando Bachillerato (47%) que la OCDE (36%) y Europa (35%).

Pero lo más preocupante es que hay muchos jóvenes españoles (18-24 años) que no estudian ni trabajan (ni buscan trabajo).Son los llamados “ni-nis”, un 23,2% de los jóvenes en España en 2016, frente al 15,3% en la OCDE y el 15,2% en Europa (UE-22), según el informe “Panorama de la Educación 2017”. Somos el 4º país occidental con más “ni-nis” y el segundo de Europa, sólo por detrás de Turquía (33% de “ni-nis”), Italia (28%) y Grecia (23,5%). Es toda una “generación perdida”, 745.000 jóvenes españoles que ha dejado de formarse y de buscar trabajo y que son el mayor fracaso como país.

Tras documentar el bajo nivel educativo de los españoles, el informe de la OCDE señala las consecuencias: menos empleo, más paro, peores salarios. Porque hay una estrecha relación entre menos formación y menos empleo. Así, los datos de la OCDE revelan que el porcentaje de adultos (25-64 años) empleados en España era en 2016 el 67%, muy por debajo de la media de la OCDE (75% de adultos empleados) y de la UE-22 (74% empleados). Y así somos el 2º país con menos empleo de la OCDE, tras Grecia (59% adultos trabajando), muy alejado de Suecia (84% adultos trabajan), Alemania, Dinamarca y república Checa (80%), Reino Unido o Francia, paises con mucha mejor formación de los adultos. Y lo mismo pasa con los jóvenes (25-.34 años), menos ocupados en España.

Menos empleo y más paro por la baja formación sobre todo, aunque también juega en contra un modelo económico poco competitivo, basado en el turismo, el ladrillo y los servicios, no en la industria y la tecnologíaEspaña triplica la tasa de paro de la OCDE (17,2 frente a 5,9%) y duplica con creces la de Europa (7,7% en la UE-28 en julio 2017), siendo el 2º país con más paro de los 35 OCDE, tras Grecia (21,7%). Y si miramos el paro juvenil (25-34 años), España es el tercer país de la OCDE (tras Eslovaquia y Grecia) con más paro entre los jóvenes con baja formación (30,5%, frente al 16,8% en la OCDE y el 20,4% en Europa) y el segundo (tras Grecia) con más paro entre los jóvenes con formación media (20,8% frente a 9,1% de paro en la OCDE y 10,3% en UE) e incluso entre los universitarios: sufren el 16% de paro en España, frente al 6,6% en la OCDE y el 7,4% en Europa.

Y también, a menos formación, menos salarios, señala la OCDE: los que tienen baja formación ganan en España un 29% menos que los que hicieron Bachillerato o FP Superior, mientras en la OCDE ganan sólo un 22% menos. Y los universitarios ganan en España un 53% más que los de Bachillerato o FP (y el doble que los poco formados), frente a un 56% más que ganan los universitarios OCDE. Incluso, el estudio analiza la relación entre formación y depresión: se deprimen menos los que tienen más formación. Tanto en España, un país con menos depresión (un 3% frente al 10% de los poco formados), como en la OCDE y en Europa (el 6% frente al 12% de deprimidos entre los poco formados).

Como vemos, el panorama de la formación de los españoles es bastante preocupante. Y nos coloca a la cola de Europa en “capital humano”, uno de los factores claves para competir y crear riqueza y empleo: España ocupa el puesto 44 de 130 paises en capital humano, en aprovechamiento de los trabajadores (formación y productividad), según el último ranking del Foro Económico Mundial. En Europa estamos sólo por detrás de Grecia y en el mundo nos superan en capital humano paises como los bálticos, Kazajistán, Tailandia, China, Rumanía, Rusia, Polonia, Eslovaquia, Hungría o Bulgaria. De esto no presume Rajoy.

¿Por qué la formación de los españoles es tan deficiente? La respuesta es doble: porque gastamos menos en educación y formación y porque la educación además funciona mal en España, según este informe de la OCDE. Primero, gastamos menos, un 18,5% menos en educación: 8.752 euros por alumno en 2014 frente a 10.759 euros en la OCDE y 10.897 euros en Europa (UE-22). Y si comparamos el gasto directo en educación por paises, España es el 6º país europeo que menos gasta en educación en relación a su riqueza: el 4,3% del PIB en 2014, sólo por delante de Luxemburgo (3,6% PIB), Hungría (3,8%), Republica checa y Eslovaquia (3,9%) e Italia (4%). Y lejos no solo del 5,2% del PIB que gasta la OCDE o del 4,9% que gasta Europa, sino del 6,6% que gasta Reino Unido, del 6,5% de Dinamarca, del 6,3% de Corea o del 6,2% del PIB que gastan Noruega, EEUU y Canadá.

Ya no es sólo que gastemos menos, es que España ha recortado su gasto en educación desde 2010 (gastábamos el 4,5% del PIB), a pesar de que la baja formación se estancaba. Y no sólo el gasto directo en los centros sino también las ayudas a estudiantes y familias, con lo que el gasto total en educación ha caído del 9,4% del PIB en 2005 al 8,2% en 2014, según la OCDE. Y a pesar de ser uno de los paises con peor formación, España es el país de la OCDE que más ha recortado su gasto total en educación desde 2010, más que los otros 8 únicos paises OCDE (son 35) que también los han recortado. Mal camino.

Pero además de tener menos fondos, la educación funciona mal en España, según la OCDE. La mejor muestra, señalan, es el elevado abandono escolar temprano, de jóvenes (18 a 24 años) que dejan sus estudios al final de la ESO (o sin acabarla): eran el 19,97% en 2015, el porcentaje más elevado de toda la OCDE (35 paises desarrollados) y casi el doble que la media europea (11%), según la OCDE. Y los alumnos españoles que sí estudian tienen menos habilidades (en ciencias, matemáticas y lectura) que en la mayoría de la OCDE, según todos los informes PISA. Y están entre los que más repiten: un 36% de los que están en 4º de la ESO han repetido alguna vez, una de las mayores tasas de Europa y el triple que la OCDE, según el informe de la Fundación Europea Sociedad y Educación. Además, el último informe de la OCDE sobre España (marzo 2017) señala que la educación universitaria es “de baja calidad”, porque las habilidades de los universitarios están “entre las más bajas de la OCDE”. Y si tomamos a todos los adultos, la OCDE resalta que somos el 5º país con peor nota en comprensión lectora y matemática, sólo por delante de Chile, Turquía, Italia o Israel.

Por si fuera poco esta negativa radiografía de la enseñanza reglada, España también gasta poco y mal en la formación a adultos que han salido de las aulas, a trabajadores y parados. Somos uno de los paises con los adultos peor formados pero hacemos poco por mejorarlo. De hecho, el 53% de los adultos españoles no hacen ninguna formación, el 7º porcentaje más alto de la OCDE. Y del resto, sólo un 4% hacen una formación “formal·. Si miramos a los trabajadores, sólo un 11,9% hicieron algún curso de formación en 2015, frente al 14,7% en Europa, el 12,5% en Alemania, el 20,9% en Reino Unido o el 23% en Francia, según la Comisión Europea. Y mirando a los parados, sólo el 7,4% hicieron algún curso en 2015, frente al 9,6% de parados que se forman en Francia, el 23,7% en Alemania o el 25% en Italia.

Y todavía hay más. Para ser un país con adultos poco formados, el gobierno Rajoy ha recortado la aportación estatal a la formación profesional de adultos, a la séptima parte: de 934 millones en 2011 a 134 millones en 2015. Y aunque la aportación de empresas y trabajadores a la formación se ha mantenido, el problema es que una cuarta parte del dinero disponible no se gasta: se han perdido, por no solicitarse o hacerse cursos, 14.533 millones de cuotas entre 1993 y 2016, según ha denunciado la patronal CEOE, un dinero que los Gobiernos han gastado en otras cosas. Así que en la formación de adultos, falta demanda de cursos y la cuarta parte del dinero disponible no se gasta en formación. Así nos va.

La baja formación es, junto a la caída y el envejecimiento de la población, uno de los dos “talones de Aquiles” de la economía española, según el Banco de España. Mejorarla es uno de los retos claves para afrontar el futuro, ya que, para 2020, sólo un 15% del empleo disponible será para los europeos peor formados, ese 41,7% de españoles hoy, según un estudio de CEDECOP. Y en España, de los nuevos empleos disponibles dentro de una década (entre 8.8 y 10 millones), sólo el 2,3% serán para los que tengan poco formación, un 39,35% para los que tengan estudios medios y más de la mitad (58,4%) para los que tengan educación superior, según un estudio de la Fundación BBVA e Ivie.

Así que habría que dejar de hacer triunfalismo con el empleo y apostar por mejorar la educación y la formación de los españoles, para dejar de ser los eternos líderes en paro. Eso obliga a actuar en dos frentes: la educación de los jóvenes y la formación de trabajadores y parados. La primera medida debería ser blindar un mayor gasto en educación, tanto para la educación reglada como para la formación profesional. El objetivo podría ser gastar en educación la media europea: 5% del PIB. Eso, contando con que en 2017 gastaremos el 4,1% del PIB (46.000 millones de euros) supondría gastar 9.000 millones más al año. Y otros 2.000 millones en la formación de trabajadores y parados. Total, 11.000 millones, la cuarta parte de lo que nos va a costar el rescate de la banca.

Pero no basta con gastar más en educación y formación. Hay que plantearse una auténtica reforma educativa, pactada, que trate de conseguir otra educación, desde la guardería a la Universidad. Una educación menos memorística, basada más en el desarrollo de habilidades (ciencias, matemáticas, lectura, expresión verbal, idiomas, tecnología) y más ligada a lo que demandan  las empresas, con un mayor peso de la Formación Profesional. Y la propia OCDE nos propone gastar más en mejorar la formación de los profesores, volcándose en recuperar a los alumnos con problemas para reducir el abandono escolar. Y avanzar en la formación dual (trabajar y estudiar), que sólo siguen el 0,4% de los estudiantes de FP Superior (frente al 17% en la OCDE). Y trazar caminos para recuperar a los jóvenes ni-nis. En paralelo, hay que fomentar los cursos para adultos que trabajan y sobre todo para parados, en especial los jóvenes, las mujeres y los parados mayores de 45 años. Con cursos de formación más atractivos, más ligados al empleo y una gestión más transparente, que evite la corrupción detectada en Andalucía y Madrid.

En España trabaja menos gente que en Europa y por eso tenemos el doble de paro y somos menos ricos. Conseguir que haya más españoles trabajando, menos paro y mejores salarios obliga a mejorar la formación, que es muy deficiente. La OCDE, la Comisión Europea, el FMI y cientos de expertos lo llevan diciendo años. Y aquí, ni el Gobierno ni la oposición toman nota, están a “otras cosas”. Un año más, el informe de la OCDE sobre la educación es un tremendo revulsivo, que debería llevarnos a afrontar con urgencia uno de los grandes retos de España: mejorar la educación y la formación de niños, jóvenes y adultos. No miren para otro lado.