La inflación volvió a
bajar en noviembre, por 4º mes
consecutivo, hasta el +6.8% anual, el
nivel de principios de año y la menor
inflación anual en Europa. Esta bajada se debe a la menor subida de la luz y los
carburantes, pero los alimentos siguen subiendo, más del doble que el IPC: +15,4% en octubre, el mayor aumento
desde 1994. Y hay 19 alimentos que suben
más del 10% anual (ojo: azúcar, harinas, mantequilla, legumbres y hortalizas,
leche y huevos suben más del 20%). Todo apunta a que la cesta de la compra se
disparará en diciembre, por la Navidad.
Un grave problema para la economía de las familias,
sobre todo las más vulnerables, donde
la comida se lleva el 20% del gasto.
Y no
se toman medidas para frenar esta subida, como se ha hecho con la luz y
los carburantes. Urge pactar un recorte
de márgenes, que se quedan en el
camino del campo al súper. Y algún tipo de cheque comida para las familias más pobres. |
Enrique Ortega |
La inflación
sigue siendo un grave problema en toda Europa, aunque se ha moderado algo en noviembre (bajando del 10,6 al 10% en la zona euro). En España ha bajado mucho
más, por 4º mes consecutivo, del 7,3% en octubre al 6,8% en noviembre, según el IPC
adelantado del INE, que nos sitúa como el país de la zona euro con
menos inflación anual (cercana al 6,5% con que empezamos 2022), ya por detrás
de Francia (7,1%) y muy por debajo del nivel de precios de Italia (+12,5%), Alemania (+ 11,3%), Países Bajos (+11,2%), Bélgica (+10,5%) o Portugal (+10,3%), según el indicador adelantado de Eurostat.
La nueva bajada de la inflación en España en noviembre se
debe a las menores subidas en
la luz y los carburantes, por el efecto positivo de las bajadas
de impuestos a la electricidad y el tope al precio del gas para
producir luz que autoriza la
excepción ibérica y por la bajada
de los precios internacionales del petróleo y los carburantes en noviembre,
ayudados por los 20 céntimos de subvención del Gobierno al repostaje. Pero lo que no bajan son los
alimentos, que, a falta del dato concreto de noviembre, llevan ya 10 meses
consecutivos subiendo, desde
febrero de 2022: subieron del +4,8%
de enero 2022 al +5,6% de febrero,
se dispararon al +10,1% en abril y
siguieron su carrera ascendente, alcanzando una subida del +12,9% en junio, que se aceleró en
verano, para alcanzar un aumento anual del +15,4% en octubre, el último dato detallado del INE, a falta de
concretarse la subida de noviembre.
Una subida anual de
los alimentos inédita en la historia
reciente (desde 1994, que hay datos del IPC) y que dobla con creces la subida
del IPC general, que era del 7,3% en octubre (y el 6,8 % en noviembre).
Pero esa subida media esconde que hay 19
alimentos básicos que han subido más del 10% en el último año. Y entre
ellos, hay 6 alimentos que suben ya más del 20% anual, hasta octubre: azúcar
(+42,8% de subida en el último año), harinas
y cereales (+37,8%), mantequilla
(+34,1%), legumbres y hortalizas
(+25,7%), leche (+25,6%) y huevos (+25,5%), según el IPC de
octubre (INE). Y le siguen muy cerca las subidas de las patatas (+19%), queso
(+18,7%), pollo (+18,3%), arroz (+16%), aceite de oliva (+15,7%), pan
(+14,9%), vacuno (+14,9%), pizzas (+14%), sal y especias (+13,1%), frutas
(+12,8%), pescado congelado (+12,7%),
cerdo (+12,3%) y pescado (+11%).
Con todo, esta subida
histórica de los alimentos en España es
también inferior a la subida de los alimentos en la mayoría de Europa: hay 16
países UE donde la subida de los alimentos ha sido mayor que en España, según
los últimos datos de Eurostat, que revelan cómo la subida del +15,4% en España es inferior al +19,3% que han subido los alimentos en
la UE-27, a la subida en Alemania (+20,3%), Portugal (+18,6%) y los tres países nórdicos (+15,7 al 17,2% de
subida), aunque han subido más aquí que
en Grecia (+14,8%), Italia
(+13,6%), Francia (+12,9%), Irlanda
(+10,6%) y la mayoría de los países del Este.
¿Por qué siguen
subiendo tanto los alimentos? Hay tres
tipos de causas. La primera y
fundamental, el
aumento de los costes de producción
a agricultores y ganaderos: fuerte
subida de la luz y el gas, del gasóleo, de los cereales y
piensos para alimentar el ganado (la comida para gallinas, pollos, cerdos o
vacas ha subido entre un 30 y un 40% en el último año), de los fertilizantes (+70%). Y a ello se suma el encarecimiento de
los costes de transporte y los envases
de los alimentos. Un segundo factor clave han sido el
clima y las malas cosechas, que han reducido la producción de cereales y aceite (entre un -30% y un
-40%). Y luego hay causas
específicas, ligadas a alimentos concretos. Es el caso del azúcar (subida del +42,8%), cuyo precio
internacional se ha disparado por las menores exportaciones de Brasil (que ha
desviado parte de la caña de azúcar a producir bioetanol para aprovechar la
subida de los carburantes) y la India (que se ha reservado más producción propia).
O de la leche, cuyo precio se ha
disparado (+25,6%) no sólo por el aumento de costes sino por el cierre de ganaderías (-7% en el último año). O la subida del
pollo (+18,3%) y los huevos (+25,5%), donde han jugado
también, junto al aumento de costes, la
gripe aviar y el cambio de producción de jaula al suelo (que encarece un
18% el coste de las granjas).
Otro factor clave en la subida de los alimentos ha sido la
depreciación del euro, que encarece todos los productos importados que
hay que pagar en dólares. Con esta crisis, el
dólar ha vuelto a comportarse como “un
valor refugio”, apoyado en su remontada por la diferencia de tipos de interés entre EEUU (4%) y Europa (2%),
que atrae capitales y refuerza aún más el dólar. Entre el 23-F (el día antes de
la invasión de Ucrania) y hoy, el
euro se ha depreciado un -7,7% respecto al dólar, lo que significa que
los alimentos importados (cereales, harinas, piensos, pescados, carnes o azúcar) cuestan un 7,7% más al pagarlos en
euros, además de la subida que hayan podido tener en dólares.
Pero hay otro factor
clave del que se habla poco: los
márgenes que se van sumando a los alimentos, desde el campo al súper,
en una
cadena que tiene muchos
intervinientes: mayoristas que compran al agricultor y ganadero, cadenas
logísticas de transporte y distribución, mercados mayoristas (Mercas), grandes
distribuidores y tiendas y supermercados minoristas. En general, los
consumidores finales tenemos pocos datos de cuántos
márgenes se van sumando al precio inicial y acabamos pagando al comprar los
alimentos. Veamos las pistas que nos
dan los datos publicados.
El Ministerio de Agricultura publica el índice
de precios nacionales, con el precio en origen y el precio en los
Mercas. Pero no publica todos los precios, sólo algunos. Y ahí vemos que los precios en origen, los que se pagan al
agricultor, han subido: un 16,3% la ternera entre la primera semana del año
(4,40 euros kilo) y mediados de octubre (5,11 euros), un 34,3% el pollo, un
53,7% los huevos, un 69% la patata, un 54,2% el tomate, un 33,7% las naranjas o
un 31,7% el plátano. Luego hay que ver la subida, en esas mismas fechas, en
los Mercas, aunque falta mucha información. En las patatas, el precio
en el Merca sube menos (+64,9%) que al agricultor, en las judías verdes sube el doble (+99,4% en los Mercas frente al
38% al agricultor), en el tomate también
sube más en los Mercas (+63,9%) y muchísimo más en el caso de las naranjas (+422% de enero a octubre) y el plátano (+117%).
Es sólo una muestra, porque lo ideal sería tener “un
escandallo” del precio de cada alimento, con el detalle del margen que se carga en cada fase, entre el agricultor y
ganadero y la tienda final. Lo más parecido es el índice IPOD
que publica desde hace años la organización agraria COAG. El de octubre indica que los productos agrícolas multiplican su precio
4,26 veces entre el agricultor y el consumidor. Y carnes, leche y huevos, se encarecen 2,76 veces, lo que da un aumento general de los
alimentos de 3,95 veces. Y aporta
ejemplos muy ilustrativos: el ajo sube 9,20 veces (de 0,65 euros kilo
que se paga al agricultor a 5,98 euros kilos que paga el consumidor, la patata 4,71 veces (de 0,34 a 1,64 euros
kilo) , los tomates 2,51 veces (de
0,84 a 2,11 euros kilo), la lechuga
7,13 veces (de 0,16 a 1,14 euros kilo), el melón
3,73 veces (de 0,49 a 1,83 euros kilo), la ternera
3,71 veces (de 5,12 a 18,99 euros kilo), el pollo 2,33 veces (de 1,38 a 3,21 euros kilo), la leche 1,98 veces (de 0,47 a 0,93 euros
litro) y los huevos 1,39 veces (de
1,47 a 2,05 euros docena).
El sector agroalimentario, desde los mayoristas a los
grandes distribuidores, híper y súper niegan
que ellos estén subiendo sus márgenes. Incluso algunos dicen que no
están repercutiendo al consumidor todos los aumentos de costes. Pero hay un
dato cierto: los precios de la energía
(luz, gas, carburantes) llevan 4 meses
consecutivos cayendo y los alimentos siguen subiendo, a pesar de la
reducción de una parte importante de los costes (energía y transportes). Por
ello, muchos consumidores se temen que esta rebaja de costes se está llevando a
los márgenes y no a bajar los precios finales. El problema es que el Gobierno, niega que los alimentos suban
porque suben los márgenes: “Dejémoslo
claro: la cadena alimentaria está funcionando de forma correcta en España (…)
Tenemos un problema de costes, no de márgenes”, declaró
el ministro de Agricultura, Luis Planas, en
noviembre.
También dijo el Ministro de Agricultura que los precios de los alimentos “no
van a bajar a corto plazo”, sino
que “subirán
muy probablemente de aquí a Navidad: no lograremos reducirlos, aunque espero que a principios de año
disminuyan de forma significativa”. Es lo
que cree también el Banco Mundial,
que augura una subida mundial de los alimentos del +18% este año, que subirían sólo el +6% en 2023 y se estabilizarían en 2024, aunque reconoce que la previsión depende de que se moderen los precios de la
energía (no hay garantías) y de que no
se repitan los problemas climáticos extremos, que hunden las cosechas.
En definitiva, que el
Gobierno “ha tirado la toalla” y no toma medidas para frenar los precios de
los alimentos, tras haber dedicado
muchos recursos a bajar los precios de la energía. ¿Se puede hacer algo para frenar la subida de los alimentos? Las
organizaciones agrarias insisten en controlar
los márgenes, que les arruinan a ellos y a los consumidores. Y el sector
agroalimentario, apoyado por el PP, pide bajar
el IVA a los alimentos, como se ha hecho con la luz y el gas. Suena bien, pero sería injusto y
problemático. Veamos por qué.
En primer lugar, el sector agroalimentario (y el PP) no dicen que España
es de los paises con más alimentos al tipo superreducido del IVA del 4%. Por un lado, este tipo superreducido sólo
existe en 4 paises europeos: España (4%), Francia (2,1%), Irlanda (4,8%) y
Luxemburgo (3%). Y además, ese tipo
superreducido ya se aplica en
España a la mayor parte de los alimentos
básicos: pan, harinas, leche, queso,
huevos, frutas, verduras, hortalizas, legumbres, tubérculos y cereales. De
hecho, España
es el país europeo, tras Italia, con más productos al 4%. En
Alemania, la mayoría de alimentos pagan un IVA del 7% y en Francia un tipo superreducido
del 5,5%. Se podría extender el tipo del 4% a alimentos que ahora pagan el 10%
(aceites, carne, pescado, agua, conservas y productos de higiene). Pero eso
tiene 2 problemas. Uno, que sería
injusto, porque favorecería más a las familias con más ingresos. Y la
segunda pega: tendría un alto coste
para el Estado, que ya ha gastado 38.500 millones en medidas contra la
inflación. Tanto la Comisión Europea como el FMI y la OCDE le han dicho a
España que tiene que controlar las ayudas
y centrarse en las familias más
vulnerables.
Así que bajar el IVA de los alimentos no es la panacea, ya
que es injusto y costoso para las arcas públicas (podría obligar a recortes en
2023), además de acarrear otro problema: que
las tiendas no repercutan esa bajada del IVA en una rebaja de los precios
finales al consumidor. Es difícil controlar todos los establecimientos y ya vimos lo que
pasó al rebajar el IVA de las entradas
de cine: muchas empresas no bajaron el precio final y lo llevaron al
margen.
Hace unos meses, Yolanda
Díaz se reunió con algunas grandes
distribuidoras, como Carrefour, Alcampo, Lidl, Mercadona o Día para intentar un acuerdo para limitar voluntariamente los precios de algunos productos básicos. Incluso Carrefour se adelantó con
una cesta de 30 productos a 30 euros (sin leche, huevos ni carnes), como ha
hecho en Francia y Bélgica. Pero no
se ha avanzado más y no hay “autocontrol” de precios en los
supermercados, que insisten en que “están
ayudando a contener los precios”. Pero la realidad es que los precios suben semana a semana y lo
harán más en diciembre, por la Navidad.
La subida de la cesta
de la compra es un problema muy serio para las familias, porque los alimentos suponen entre el 15% y el 16% del
gasto de los hogares y supera
el 20% en las familias más vulnerables. Y a diferencia de la luz, la
calefacción o los carburantes, no es
fácil ahorrar en comida, un gasto diario y semanal recurrente. Por eso, urge
tomar medidas para frenar las
subidas, ahora de cara a diciembre y la Navidad, con un control exhaustivo de los “escandallos” de precios y con multas ejemplares
a los que abusen. Y en paralelo, el Gobierno debería aprobar ya un
cheque comida, a entregar directamente a las familias con bajos
ingresos, en colaboración con Cáritas, Cruz Roja y otras ONGs. No se puede permitir que los precios
multipliquen las colas del hambre. Y menos en Navidad. Hagan algo.