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jueves, 29 de febrero de 2024

La inflación ha beneficiado a los súper

Los precios se han moderado en febrero, bajando al 2,8%  anual. Con ello, parece cerrarse el ciclo de alta inflación, que ha durado 3 años, el peor 2022 (cuando los precios subieron +6% y hasta +10% en verano). Este ciclo ha beneficiado sobre todo a los supermercados, que ganan cuota de ventas (acaparan el 74,9%), en perjuicio de las tiendas tradicionales, logrando beneficios récord. Y las subidas, sobre todo en los alimentos (17 meses subiendo más del 10%), han cambiado nuestras tendencias de compra: ahora, los consumidores sólo buscan ofertas o marcas blancas y miran más el precio que la calidad o el origen, en perjuicio del campo español. Lo peor es que la inflación ha deteriorado las cuentas de los hogares y comemos peor: menos frutas, verduras, carnes y pescados, sobre todo las familias con menos ingresos. Y hay 550.000 niños que apenas comen carne y pescado. Todavía los alimentos están caros, por lo que seguirá la guerra de precios y ofertas en el súper todo el año 2024.  

                   Enrique Ortega

La inflación en febrero (+ 2,8% anual, la más baja desde agosto), anticipada hoy por el INE, parece confirmar una tendencia, tras los datos de enero (+3,4%), diciembre (+3,1%) y noviembre (+3,2%): la inflación se modera, en el entorno del 3%, donde no estaba desde agosto de 2021 (+3,3% anual). Y parece que se cierra un ciclo de alta inflación, que ha durado casi 3 años, con 13 meses de inflación por encima del 6% (todo 2022) e incluso por encima del 10% (junio, julio y agosto de 2022). Ahora, salvo “sustos” por la energía o los conflictos geopolíticos (Ucrania, Palestina y cierre del Mar Rojo), se espera una inflación moderada en 2024, subiendo entre el 3 y el 3,5%, en España (+3,3%) y en toda Europa (+3,2%).

Pero seguirán caros los alimentos: subieron un +7,4% anual en enero y se han "estabilizado en febrero", según el INE, tras 17 meses subiendo más del 10% anual (entre abril de 2022 y septiembre de 2023). Y eso, porque el cambio climático ha reducido drásticamente muchas cosechas, lo que mantiene precios altos, junto al aumento de costes a los agricultores y ganaderos y la recuperación de márgenes en la larga cadena alimentaria. De hecho, llenar el carrito de la compra subió un +30,8% entre septiembre de 2021 y septiembre de 2023, afectado a 9 de cada 10 productos que compramos, según un estudio de la OCU. Y estiman que, sólo en el último año, la cesta de la compra se encareció un +14,1%, afectando al 90% de los productos que compramos, en especial al azúcar (+66%), zanahorias (56%), cebollas (+40%), arroz (+36%) y aceite (+21%). Si la cesta media de una familia es de 502 euros al mes, estamos pagado 118 euros más al mes que hace dos años (384 euros).

Esta subida en la cesta de la compra no va al campo, a los agricultores y ganaderos, que se quejan de que sus precios no cubren costes en muchos productos y que sus márgenes apenas han subido, que las subidas de precios se quedan por el camino: intermediarios, almacenes de distribución, empresas de alimentación, transporte, grandes distribuidores, supermercados y puntos de venta. El sector y los expertos llevan años pidiendo que el Ministerio de Agricultura publique los datos de la cadena alimentaria, pero no se hace de forma transparente y apenas se han aplicado sanciones a los que compran por debajo de coste o disparan márgenes. Pero hay un Observatorio de Precios, el de la organización agraria COAG, que publica mensualmente la diferencia de precios agrícolas y ganaderos entre origen y destino.

En enero de 2024, el último Informe (IPOD) refleja que los productos agrícolas se venden en destino a una media de 4,17 veces más del precio que se paga en origen. Y en los productos ganaderos pagamos 3 veces el precio de origen. Esta enorme diferencia es casi la misma que hace un año (4,50 veces se pagaban los productos agrícolas y 2,93 veces los ganaderos). Hay ejemplos “sangrantes”: limón (se paga el agricultor a 0,20 kg y se cobra al consumidor a 1,96 euros, 9,8 veces más), patata (de 0,32 a 1,83 euros, 5,72 veces más), plátano (de 0,27 a 2,25, 8,33 veces más), naranja (de 0,39 a 2,05, 5,26 veces más), tomates ensalada (de 0,61 a 2,39, 3,92 veces más), ternera (de 5,45 euros a 21,03, 3,86 veces más), pollo (de 1,119 a 3,28, 2,76 veces más), cerdo (de 1,66 a 6,45, 3,89 veces más), huevos (de 1,67 a 2,46, 1,47 veces más) o leche (de 0,52 a 0,92 euros litro, 1,77 veces más).

Los supermercados se defienden diciendo que ellos no han disparado los precios de los alimentos, que su margen de venta es inferior al 5% y que sólo ganan dinero gracias a su volumen, a su aumento de ventas. Una facturación que se les ha disparado a cifras históricas estos años, gracias a la inflación, a esa subida del 30,8% en la cesta de la compra. Y ese tirón de la facturación se ha traducido en beneficios históricos para los supermercados (el sector de la alimentación, desde la agricultura a la industria y la distribución, es el que más ha aumentado sus beneficios con la inflación, según el Banco de España), mientras el campo se queja y los consumidores pagamos más. Pero, además, este ciclo de alta inflación (2021-2023) ha coincidido con una “guerra de precios, en la que los grandes supermercados han ganado cuota de mercado, en perjuicio de las tiendas pequeñas de barrio.

El proceso de crecimiento y concentración de los supermercados lleva dos décadas, pero se ha acelerado en los últimos años y sobre todo a partir de 2021, con la inflación. Así, en 2002, los supermercados (e hiper) concentraban dos tercios de las ventas de alimentos y droguería y limpieza (62,1%). Saltaron al 69,4% en 2019 y cerraron 2023 con una cuota de mercado del 74,9%, según la consultora Kantar. Y precisamente, del 12,8% que los super han aumentado su cuota, casi la mitad ha sido desde 2019. La mayor ganancia de cuota la tuvieron el año de la pandemia (+2,2% en 2020) y los dos años con mayor inflación, 2022 (+1,7%) y 2023 (+1,3%). En paralelo, estos años han seguido cerrando tiendas tradicionales (fruterías, carnicerías, pescaderías, tiendas de barrio), que no han podido afrontar la mayor competencia y la guerra de precios desatada por los súper.

Los supermercados más grandes son los más beneficiados por la alta inflación de estos años y la consiguiente guerra de precios. Sobre todo, Mercadona, cada vez más líder: cerró 2023 con una cuota de mercado del 26,2%, según Kantar, +0,6% más que en 2022 y +3% más que en 2019. Su poder de mercado es tal que por sus 1.619 tiendas han pasado en 2023 el 95,2% de los compradores españoles… Le sigue, a mucha distancia, la cadena francesa Carrefour, con un 9,9% de cuota (+0,2% que en 2022 y +1,1% que en 2019), que visitan el 65,2% de los compradores. El 3º en el ranking es la cadena alemana Lidl, con un 6,4% de cuota (+0,5% que en 2020 y +0,1% que en 2019), seguida del Grupo Eroski, con 4,4% de cuota (+0,1% que en 2022 y -0,1% que en 2019) y del Grupo DIA, con 4,1% de cuota (la única que perdió cuota en 2023, -0,5%, por la venta de 233 tiendas a Alcampo). Estas 5 grandes cadenas de supermercados controlan más de la mitad del mercado (51%) de alimentación, droguería y limpieza en España, seguidas de Consum (3,4% cuota), la francesa Alcampo (3,1%) y la alemana Aldi (1,5%), aunque el 2º mayor grupo lo constituyen los supermercados regionales (17% del mercado cuota), que siguen ganando cuota.

En el último año, Mercadona ganó mercado a partir de abril, cuando estaba perdiendo cuota y decidió recortar el precio de 500 productos. Las otras dos cadenas con fuerte crecimiento han sido las alemanas Lidl y Aldi, que se dedican a abrir nuevas tiendas y gastan mucho en publicidad (sobre todo en TV). Y también crece más Carrefour, apoyada en sus promociones y su programa de fidelización, en tanto aguanta Eroski en la zona norte y se sostiene Alcampo, con más tiendas y promociones. Lo que más sorprende es el fuerte crecimiento de los súper regionales, asentados en marcas locales y una buena oferta de frescos, que en algunas zonas superan el 20% de cuota de mercado.

Para 2024, todas las cadenas de supermercados apuestan por seguir ganando cuota a costa de mayores ventas de productos frescos, que son la esencia de las tiendas tradicionales de barrio, que sólo tienen un 24,1% del mercado de alimentos y limpieza pero que todavía acaparan el 32,5% de las ventas de productos frescos, sobre todo frutas y verduras (40% ventas en tiendas tradicionales) y pescado fresco (34,1% cuota). Y también hay una pelea de los súper por los alimentos para mascotas (el 37,8% en tiendas especializadas) y por la venta de platos preparados (21% en tiendas especializadas).

La alta inflación de los tres últimos años ha provocado un cambio en muchos hábitos de compra de los consumidores, según refleja la consultora Kantar. El primero y fundamental, que cada vez compramos más por precio, no por calidad ni por origen. Es algo que se ha consolidado en 2023, el primer año en que las compras por precio (38%) han superado a las compras por calidad (29%), según la Encuesta de hábitos de consumo de MPAC.  Eso provoca que los consumidores hayamos aumentado las visitas para comprar, llenando la cesta entre distintos supermercados y tiendas, para aprovechar precios, ofertas y promociones: casi la cuarta parte de todo lo vendido en 2023 han sido productos en oferta, según la consultora Nielsen. Eso sí, en cada visita, la mayoría (un 74% de los consumidores) compra menos y con una lista escrita, para evitar “caprichos” y disparar el ticket.

Otra tendencia clara en la compra de estos años es el auge de las marcas blancas, las marcas de distribuidor, que ganan peso: en 2023 supusieron el 43,4% de la cesta de la compra, frente al 38,3% en 2021, según la consultora Kantar, con lo que los españoles somos los europeos que más compramos marcas blancas, mientras bajan las marcas de fabricantes. Y hay supermercados, los líderes, donde el peso de las marcas blancas (propias) en las ventas es abrumador, como es el caso de Mercadona (74,5% en 2023), Lidl (81,9%), Aldi (69,3%) o Día (56,3%), mientras también crece en otras cadenas donde tienen menos peso, como Carrefour (31,4%), Eroski (28,4%), Alcampo (24,3%) o incluso El Corte Inglés (un 15,2% de las ventas son ya marca blanca ECI). Sin embargo, el empuje de los supermercados regionales se hace con marcas de fabricantes (y frescos).

En las compras de alimentos, limpieza y droguería, la venta online ganó terreno en 2023, pero lentamente, aunque creció en el 23% de las categorías. Y se espera que este canal siga creciendo, sobre todo para ventas de productos no frescos y de mucho peso o volumen, aunque en Mercadona, por ejemplo, los clientes apuestan más por los pedidos a domicilio que las compras online, que prefieren solo algunos clientes más jóvenes.

Cara a 2024, aunque los precios suban menos, los expertos creen que seguirá la “guerra de precios, en base a promociones, ofertas y formulas de “fidelización” (puntos canjeables). Y la otra batalla de los supermercados serán los frescos, conseguir que el cliente cargue en el carrito frutas, verduras, carnes y pescados no congelados. Es la gran asignatura pendiente que no acaba de aprobar Mercadona (tampoco Alcampo, Lidl, Dia y Aldi) y en la que triunfan muchas cadenas regionales. Pero, a pesar de ofertas, promociones y marcas blancas, la alimentación seguirá con precios altos en 2024 (la subida anual fue el +7,4% en enero, según el INE, más del doble que el IPC general, +3,4%), por las malas cosechas, las subidas de costes en el campo y los altos márgenes a lo largo de la cadena alimentaria (al menos hasta que haya información y multas ejemplares).

Otra consecuencia de los altos precios de los alimentos es el cambio en los hábitos alimenticios de los españoles: comemos menos frutas, verduras, carnes y pescados que antes, porque son los alimentos que más han subido estos años. Y, además, el 63% de las familias consume ahora alimentos de peor calidad, según un estudio de Facua. Se ha reducido la dieta de ternera (-15% en dos años) e incluso de pollo (el 60,7% lo consumen una vez por semana), de frutas y verduras (sólo el 62% de los encuestados las consume 4 de 7 días, frente al 77,7% que lo hacían antes) y de pescado (el 60,9% familias lo consume sólo 1 vez a la semana). Una peor alimentación, por la inflación, que es malo para la salud.

Pero hay más. La alta inflación y los elevados precios de los alimentos ha dañado más a las familias con menos ingresos, las más vulnerables, que han tenido que reducir otros gastos o no pagar recibos para poder comer. Y para poder comer peor. La alta inflación ha provocado que el 9,3% de los españoles llegara a fin de mes con mucha dificultad en 2023 (el 8,7% en 2022), según la última Encuesta de Condiciones de Vida (INE). Y que un 6,4% de la población (más de 3 millones de españoles) no hayan podido comer carne, pollo o pescado al menos cada 2 días. Además, como la inflación ha aumentado la pobreza, hay un 6,9% de niños y adolescentes (556.000 menores de 18 años), que tienen problemas para comer cada 2 días carne, pollo o pescado, según la ONG Educo. No es sólo que los alimentos sean caros, es que muchos españoles se ven obligados a comer peor.

En resumen, parece que lo peor de la inflación ha pasado, pero todavía será cara la comida, en especial los productos frescos, los más necesarios para una dieta sana. Y como reacción, comprar será otro año más una dura tarea, que nos obligará a comparar precios y buscar ofertas y promociones. Y seguiremos comprando más por precio que por calidad o por origen, lo que perjudicará a nuestros agricultores y ganaderos, porque los distribuidores y supermercados buscarán lo más barato, venga de donde venga. Es lo que hay.

jueves, 1 de diciembre de 2022

Los alimentos siguen subiendo

La inflación volvió a bajar en noviembre, por 4º mes consecutivo, hasta el +6.8% anual, el nivel de principios de año y la menor inflación anual en Europa. Esta bajada se debe a la menor  subida de la luz y los carburantes, pero los alimentos siguen subiendo, más del doble que el IPC: +15,4% en octubre, el mayor aumento desde 1994. Y hay 19 alimentos que suben más del 10% anual (ojo: azúcar, harinas, mantequilla, legumbres y hortalizas, leche y huevos suben más del 20%). Todo apunta a que la cesta de la compra se disparará en diciembre, por la Navidad. Un grave problema para la economía de las familias, sobre todo las más vulnerables, donde la comida se lleva el 20% del gasto. Y no se toman medidas para frenar esta subida, como se ha hecho con la luz y los carburantes. Urge pactar un recorte de márgenes, que se quedan en el camino del campo al súper. Y algún tipo de cheque comida para las familias más pobres.

Enrique Ortega

La inflación sigue siendo un grave problema en toda Europa, aunque se ha moderado algo  en noviembre (bajando del 10,6 al 10% en la zona euro). En España ha bajado mucho más, por 4º mes consecutivo, del 7,3% en octubre al 6,8% en noviembre, según el IPC adelantado del INE, que nos sitúa como el país de la zona euro con menos inflación anual (cercana al 6,5% con que empezamos 2022), ya por detrás de Francia (7,1%) y muy por debajo del nivel de precios de Italia (+12,5%), Alemania (+ 11,3%), Países Bajos (+11,2%), Bélgica (+10,5%) o Portugal (+10,3%), según el indicador adelantado de Eurostat.

La nueva bajada de la inflación en España en noviembre se debe a las menores subidas en la luz y los carburantes, por el efecto positivo de las bajadas de impuestos a la electricidad y el tope al precio del gas para producir luz que autoriza la excepción ibérica y por la bajada de los precios internacionales del petróleo y los carburantes en noviembre, ayudados por los 20 céntimos de subvención del Gobierno al repostaje. Pero lo que no bajan son los alimentos, que, a falta del dato concreto de noviembre, llevan ya 10 meses consecutivos subiendo, desde febrero de 2022: subieron del +4,8% de enero 2022 al +5,6% de febrero, se dispararon al +10,1% en abril y siguieron su carrera ascendente, alcanzando una subida del +12,9% en junio, que se aceleró en verano, para alcanzar un aumento anual del +15,4% en octubre, el último dato detallado del INE, a falta de concretarse la subida de noviembre.

Una subida anual de los alimentos inédita en la historia reciente (desde 1994, que hay datos del IPC) y que dobla con creces la subida del IPC general, que era del 7,3% en octubre (y el 6,8 % en noviembre). Pero esa subida media esconde que hay 19 alimentos básicos que han subido más del 10% en el último año. Y entre ellos, hay 6 alimentos que suben ya más del 20% anual, hasta octubre: azúcar (+42,8% de subida en el último año), harinas y cereales (+37,8%), mantequilla (+34,1%), legumbres y hortalizas (+25,7%), leche (+25,6%) y huevos (+25,5%), según el IPC de octubre (INE). Y le siguen muy cerca las subidas de las patatas (+19%), queso (+18,7%), pollo (+18,3%), arroz (+16%), aceite de oliva (+15,7%), pan (+14,9%), vacuno (+14,9%), pizzas (+14%), sal y especias (+13,1%), frutas (+12,8%), pescado congelado (+12,7%), cerdo (+12,3%) y pescado (+11%).

Con todo, esta subida histórica de los alimentos en España es también inferior a la subida de los alimentos en la mayoría de Europa: hay 16 países UE donde la subida de los alimentos ha sido mayor que en España, según los últimos datos de Eurostat, que revelan cómo la subida del +15,4% en España es inferior al +19,3% que han subido los alimentos en la UE-27, a la subida en Alemania (+20,3%), Portugal (+18,6%) y los tres países nórdicos (+15,7 al 17,2% de subida), aunque han subido más aquí que en Grecia (+14,8%), Italia (+13,6%), Francia (+12,9%), Irlanda (+10,6%) y la mayoría de los países del Este.

¿Por qué siguen subiendo tanto los alimentos? Hay tres tipos de causas. La primera y fundamental, el aumento de los costes de producción a agricultores y ganaderos: fuerte subida de la luz y el gas, del gasóleo, de los cereales y piensos para alimentar el ganado (la comida para gallinas, pollos, cerdos o vacas ha subido entre un 30 y un 40% en el último año), de los fertilizantes  (+70%). Y a ello se suma el encarecimiento de los costes de transporte y los envases de los alimentos. Un segundo factor clave han sido el clima y las malas cosechas, que han reducido la producción de cereales y aceite (entre un -30% y un -40%). Y luego hay causas específicas, ligadas a alimentos concretos. Es el caso del azúcar (subida del +42,8%), cuyo precio internacional se ha disparado por las menores exportaciones de Brasil (que ha desviado parte de la caña de azúcar a producir bioetanol para aprovechar la subida de los carburantes) y la India (que se ha reservado más producción propia). O de la leche, cuyo precio se ha disparado (+25,6%) no sólo por el aumento de costes sino por el cierre de ganaderías (-7% en el último año). O la subida del pollo (+18,3%) y los huevos (+25,5%), donde han jugado también, junto al aumento de costes, la gripe aviar y el cambio de producción de jaula al suelo (que encarece un 18% el coste de las granjas).

Otro factor clave en la subida de los alimentos ha sido la depreciación del euro, que encarece todos los productos importados que hay que pagar en dólares. Con esta crisis, el dólar ha vuelto a comportarse como “un valor refugio”, apoyado en su remontada por la diferencia de tipos de interés entre EEUU (4%) y Europa (2%), que atrae capitales y refuerza aún más el dólar. Entre el 23-F (el día antes de la invasión de Ucrania) y hoy, el euro se ha depreciado un -7,7% respecto al dólar, lo que significa que los alimentos importados (cereales, harinas, piensos, pescados, carnes o azúcar) cuestan un 7,7% más al pagarlos en euros, además de la subida que hayan podido tener en dólares.

Pero hay otro factor clave del que se habla poco: los márgenes que se van sumando a los alimentos, desde el campo al súper, en una cadena que tiene muchos intervinientes: mayoristas que compran al agricultor y ganadero, cadenas logísticas de transporte y distribución, mercados mayoristas (Mercas), grandes distribuidores y tiendas y supermercados minoristas. En general, los consumidores finales tenemos pocos datos de cuántos márgenes se van sumando al precio inicial y acabamos pagando al comprar los alimentos. Veamos las pistas que nos dan los datos publicados.

El Ministerio de Agricultura publica el índice de precios nacionales, con el precio en origen y el precio en los Mercas. Pero no publica todos los precios, sólo algunos. Y ahí vemos que los precios en origen, los que se pagan al agricultor, han subido: un 16,3% la ternera entre la primera semana del año (4,40 euros kilo) y mediados de octubre (5,11 euros), un 34,3% el pollo, un 53,7% los huevos, un 69% la patata, un 54,2% el tomate, un 33,7% las naranjas o un 31,7% el plátano. Luego hay que ver la subida, en esas mismas fechas, en los Mercas, aunque falta mucha información. En las patatas, el precio en el Merca sube menos (+64,9%) que al agricultor, en las judías verdes sube el doble (+99,4% en los Mercas frente al 38% al agricultor), en el tomate también sube más en los Mercas (+63,9%) y muchísimo más en el caso de las naranjas (+422% de enero a octubre) y el plátano (+117%).

Es sólo una muestra, porque lo ideal sería tener “un escandallo” del precio de cada alimento, con el detalle del margen que se carga en cada fase, entre el agricultor y ganadero y la tienda final. Lo más parecido es el índice IPOD que publica desde hace años la organización agraria COAG. El de octubre indica que los productos agrícolas multiplican su precio 4,26 veces entre el agricultor y el consumidor. Y carnes, leche y huevos, se encarecen 2,76 veces, lo que da un aumento general de los alimentos de 3,95 veces. Y aporta ejemplos muy ilustrativos: el ajo sube 9,20 veces (de 0,65 euros kilo que se paga al agricultor a 5,98 euros kilos que paga el consumidor, la patata 4,71 veces (de 0,34 a 1,64 euros kilo) , los tomates 2,51 veces (de 0,84 a 2,11 euros kilo), la lechuga 7,13 veces (de 0,16 a 1,14 euros kilo), el melón 3,73 veces (de 0,49 a 1,83 euros kilo), la ternera 3,71 veces (de 5,12 a 18,99 euros kilo), el pollo 2,33 veces (de 1,38 a 3,21 euros kilo), la leche 1,98 veces (de 0,47 a 0,93 euros litro) y los huevos 1,39 veces (de 1,47 a 2,05 euros docena).

El sector agroalimentario, desde los mayoristas a los grandes distribuidores, híper y súper niegan que ellos estén subiendo sus márgenes. Incluso algunos dicen que no están repercutiendo al consumidor todos los aumentos de costes. Pero hay un dato cierto: los precios de la energía (luz, gas, carburantes) llevan 4 meses consecutivos cayendo y los alimentos siguen subiendo, a pesar de la reducción de una parte importante de los costes (energía y transportes). Por ello, muchos consumidores se temen que esta rebaja de costes se está llevando a los márgenes y no a bajar los precios finales. El problema es que el Gobierno, niega que los alimentos suban porque suben los márgenes: “Dejémoslo claro: la cadena alimentaria está funcionando de forma correcta en España (…) Tenemos un problema de costes, no de márgenes”, declaró el ministro de Agricultura, Luis Planas, en  noviembre.

También dijo el Ministro de Agricultura que los precios de  los alimentos “no van a bajar a corto plazo, sino quesubirán muy probablemente de aquí a Navidad: no lograremos reducirlos, aunque espero que a principios de año disminuyan de forma significativa”. Es lo que cree también el Banco Mundial, que augura una subida mundial de los alimentos del +18% este año, que subirían sólo el +6% en 2023 y se estabilizarían en 2024, aunque reconoce que la previsión depende de que se moderen los precios de la energía (no hay garantías) y de que no se repitan los problemas climáticos extremos, que hunden las cosechas.

En definitiva, que el Gobiernoha tirado la toalla” y no toma medidas para frenar los precios de los alimentos, tras haber dedicado muchos recursos a bajar los precios de la energía. ¿Se puede hacer algo para frenar la subida de los alimentos? Las organizaciones agrarias insisten en controlar los márgenes, que les arruinan a ellos y a los consumidores. Y el sector agroalimentario, apoyado por el PP, pide bajar el IVA a los alimentos, como se ha hecho con la luz y el gas. Suena bien, pero sería injusto y problemático. Veamos por qué.

En primer lugar, el sector agroalimentario (y el PP) no dicen que España es de los paises con más alimentos al tipo superreducido del IVA del 4%. Por un lado, este tipo superreducido sólo existe en 4 paises europeos: España (4%), Francia (2,1%), Irlanda (4,8%) y Luxemburgo (3%). Y además, ese tipo superreducido ya se aplica en España a la mayor parte de los alimentos básicos: pan, harinas, leche, queso, huevos, frutas, verduras, hortalizas, legumbres, tubérculos y cereales. De hecho, España es el país europeo, tras Italia, con más productos al 4%. En Alemania, la mayoría de alimentos pagan un IVA del 7% y en Francia un tipo superreducido del 5,5%. Se podría extender el tipo del 4% a alimentos que ahora pagan el 10% (aceites, carne, pescado, agua, conservas y productos de higiene). Pero eso tiene 2 problemas. Uno, que sería injusto, porque favorecería más a las familias con más ingresos. Y la segunda pega: tendría un alto coste para el Estado, que ya ha gastado 38.500 millones en medidas contra la inflación. Tanto la Comisión Europea como el FMI y la OCDE le han dicho a España que tiene que controlar las ayudas y centrarse en las familias más vulnerables.

Así que bajar el IVA de los alimentos no es la panacea, ya que es injusto y costoso para las arcas públicas (podría obligar a recortes en 2023), además de acarrear otro problema: que las tiendas no repercutan esa bajada del IVA en una rebaja de los precios finales al consumidor. Es difícil controlar todos los establecimientos y ya vimos lo que pasó al rebajar el IVA de las entradas de cine: muchas empresas no bajaron el precio final y lo llevaron al margen.

Hace unos meses, Yolanda Díaz se reunió con algunas grandes distribuidoras, como Carrefour, Alcampo, Lidl, Mercadona o Día para intentar un acuerdo para limitar voluntariamente los precios de algunos productos básicos. Incluso Carrefour se adelantó con una cesta de 30 productos a 30 euros (sin leche, huevos ni carnes), como ha hecho en Francia y Bélgica. Pero no se ha avanzado más y no hay “autocontrol” de precios en los supermercados, que insisten en que “están ayudando a contener los precios”. Pero la realidad es que los precios suben semana a semana y lo harán más en diciembre, por la Navidad.

La subida de la cesta de la compra es un problema muy serio para las familias, porque los alimentos suponen entre el 15% y el 16% del gasto de los hogares y supera el 20% en las familias más vulnerables. Y a diferencia de la luz, la calefacción o los carburantes, no es fácil ahorrar en comida, un gasto diario y semanal recurrente. Por eso, urge tomar medidas para frenar las subidas, ahora de cara a diciembre y la Navidad, con un control exhaustivo de los “escandallos” de precios y con multas ejemplares a los que abusen. Y en paralelo, el Gobierno debería aprobar ya un cheque comida, a entregar directamente a las familias con bajos ingresos, en colaboración con Cáritas, Cruz Roja y otras ONGs. No se puede permitir que los precios multipliquen las colas del hambre. Y menos en Navidad. Hagan algo.