La salud de los españoles es la mejor de Europa:
tenemos la menor tasa de mortalidad y la mayor esperanza de vida (83,4 años). Y eso gracias a un sistema
sanitario excelente, muy eficaz en el
tratamiento de enfermedades y con bajo coste, menor que el de los grandes
paises europeos, según el chequeo sanitario que acaban de hacer la UE y la OCDE
a 30 paises europeos. Una valoración extranjera mucho mejor que la de los ciudadanos
españoles, que sólo dan un aprobado a la sanidad pública (6,57 puntos), sobre todo por las listas
de espera y el deterioro en urgencias y ambulatorios. El chequeo de la UE nos recomienda gastar más en sanidad, atender mejor a los mayores (geriatría y dependencia), aumentar médicos y enfermeras, reducir el tabaquismo y la obesidad (responsables de 350 muertes diarias) y
dedicar más esfuerzos a la prevención y
a la atención primaria. Podemos estar orgullosos
de nuestra sanidad, pero hay que apuntalarla. La salud es lo primero.
Los españoles
sentimos mayoritariamente que tenemos una buena salud (el 77,8% cree que
es “buena o muy buena”, según la
última Encuesta
Nacional de Salud 2017) pero consideramos la sanidad como nuestro 6º mayor problema (tras el
paro, los políticos, la economía, Cataluña y la corrupción, según el Barómetro
del CIS de noviembre) y sólo le damos a la sanidad pública un aprobado alto (6,57 puntos), según el
último Barómetro
Sanitario de 2018, en el que un 68,3%
de españoles creen que funciona “bien o
bastante bien” y un 26,2% creen
que “necesita cambios fundamentales”.
Así que tenemos una percepción buena de la sanidad pública, pero mejorable. Y desde luego, peor de la que revela el
último Chequeo que nos han hecho, a finales de noviembre, la UE y la OCDE,
junto a otros 29 paises europeos (los 27 de la UE más Noruega e Islandia). Ahí
reflejan que tenemos una salud excelente
y que se debe a tener una sanidad muy
eficaz y más barata que la de la
mayoría de Europa.
El indicador que
resume todos los demás es que España es el
país europeo con la mortalidad más baja: aquí murieron 829 personas por cada 100.000
habitantes en 2016, frente a 1.002 de
media en la UE, 838 en Francia y 843 en Italia, los paises con menor
mortalidad, en contraste con los 1.600 muertes 1.476 muertes en Rumanía o
Letonia, según el último indicador publicado
por Eurostat (datos 2016). Y en 2018,
el último dato publicado por
el INE, en España hubo 915 muertos por 100.000 habitantes,
todavía menos que la mortalidad europea de hace dos años. Y si ajustamos la mortalidad
por la edad (homogeneizando las diferentes edades de los paises),
España tuvo en 2018 la tercera tasa de
mortalidad más baja de Europa: 462
muertes por 100.000 habitantes, sólo por delante de Francia (457) y
Luxemburgo (460) y muy por encima de la media UE (561 muertes), Alemania (540)
e Italia (468), según el reciente
estudio “Estado de la Salud de la UE 2019”.
España tiene menos muertes porque tenemos una sanidad más eficiente, que “evita”
muchas de las muertes que se producen por causas “evitables” y “tratables”.
Así, España tiene una de las
tasas de mortalidad más bajas de Europa en
muertes “evitables” (118 por
100.000 habitantes) frente a 161 en
Europa) y en muertes “tratables” (67
muertes por 100.000 habitantes frente a
93 en la UE). El
estudio europeo señala que un 38% de
las muertes totales serían “evitables” en España (162.500 de las 427.721
que se produjeron en 2018), pero que en Europa lo son más, el 44% de las muertes. Y eso, a pesar de que las tasas de tabaquismo son mayores en España que en
Europa (22% adultos fuman a diario frente al 19% en la UE) y también tenemos más sobrepeso y obesidad (17% de
adultos frente al 15% en la UE), por la deficiente alimentación y el escaso
ejercicio, aunque bebemos menos alcohol
(9% adultos lo consumen en exceso frente al 20% en Europa).
A pesar de estos factores de riesgo, la sanidad española ha conseguido reducir las muertes por
enfermedades cardiovasculares (sobre
todo en cardiopatías isquémicas y enfermedades cerebro-vasculares) y también
por cáncer de pulmón y colorrectal, aunque han aumentado las muertes por
Alzheimer. El
informe señala el éxito de los
tratamientos de los infartos en los hospitales españoles: sólo mueren 6 de cada 100 hospitalizados tras un
infarto (a los 30 días), cuando la media europea es de 9,8 muertos. Y también refleja un mayor éxito en la mayoría de tratamientos
de cáncer en España: sobreviven el 85% de los enfermos con cáncer de mama
(83% en la UE), el 63% con cáncer de colon (60% en la UE) y el 90% de los
cánceres de próstata (87% en la UE), aunque estamos ligeramente peor en
supervivientes de cáncer de pulmón (14% frente al 15% en la UE), por el mayor
tabaquismo en España.
Al final, la menor
mortalidad, por el eficaz tratamiento de las enfermedades que conllevan muertes “evitables” (cardiopatías
isquémicas, accidentes de circulación u muertes relacionadas con el alcohol) y
“tratables” (muertes por cardiopatías,
enfermedades cerebro-vasculares y cáncer) lleva a un resultado espectacular: España
es el país europeo con mayor esperanza de vida
en 2018 (en el año 2000 nos ganaban Suecia a Italia), según el chequeo
sanitario de la UE, que revela que los españoles viven una media de 83,4 años, frente a 80,9 años de media en
Europa. Y mayor esperanza de vida que Italia (83,1 años), Francia (82,7 años), Suecia (82,5
años), Alemania (82,1) o Reino Unido (81,3 años).
Y otro dato muy importante, que resalta
este estudio europeo: España tiene
menos desigualdades en esperanza de vida que la mayoría de Europa por
situación socio-económica (apenas) y nivel educativo: los que tienen bajos estudios viven 2 años menos (en
Europa son 3,6 años menos de vida) y los mejor formados viven 4,2 años más en
España y 6,5 años más en Europa (más brecha por formación). En cuanto a la
brecha de vida por género, en España los hombres
viven 5,5 años menos que las mujeres y en Europa 5,2 años menos.
Vivimos más años, sí, pero el
informe de la UE señala un problema
de esta mayor longevidad española: la peor calidad de una vejez más larga. Tenemos más
mayores con enfermedades crónicas (el 59% de los mayores de 65 años en
España, frente al 54% en la UE), con
discapacidad o limitaciones para valerse por sí mismos (el 21% de los
mayores frente al 18% en Europa) y con
depresión (el 39% de mayores en España frente al 29% en la UE). Esto exige,
señalan, un gran esfuerzo no tanto en sanidad como en asistencia geriátrica y
en ayudas a la dependencia, esfuerzo que aumentará a medida que España
envejece a lo largo de este siglo.
El chequeo sanitario europeo resalta
también que la sanidad pública española
es “prácticamente universal”
(atiende al 100% de los empadronados) y que lo hace con un gasto mucho menor que en la media europea: 2.371 euros de gasto sanitario por
habitante, frente a 2.884 euros de
media en la UE. Eso nos coloca como el 11º país que menos gasta en sanidad de los 30 analizados. Si se
toma el gasto sanitario total en relación al tamaño de la economía, el gasto
sanitario en España era del 8,9% del PIB
(2017) frente al 9,8% de media en la
UE, el 11,3% de Francia, el 11,2% de Alemania, el 11% de Suecia, el 9,6% de Reino Unido o el 8,8% de Italia.
Además de gastar menos en sanidad, el
estudio revela que los hospitales
españoles son más eficientes que la media europea. Por un lado, somos el 4º país con menos camas de hospital por
paciente: 3 por cada 100.000 habitantes frente a 5 de media en la UE. Esto
es consecuencia del recorte de inversiones en nuevos hospitales, pero también
de que han aumentado las intervenciones no hospitalarias
(intervenciones ambulatorias de cataratas, amigdalitis y hernia inguinal)) y
las llamadas “hospitalizaciones evitables”, sobre todo de enfermos de
diabetes e insuficiencia cardiaca: España tiene 400 hospitalizaciones “evitables” por cada 100.000 habitantes, un
tercio menos de las 600 que se registran en Europa. Además, otro dato de
eficiencia es que la duración de la
estancia en hospitales se ha reducido, a 6,2 días en España y a 8
días en la UE, según el chequeo sanitario europeo.
España tiene menos
gasto sanitario y menos peso del
gasto público en sanidad, que ha bajado por los recortes y el auge de la
sanidad privada en las últimas dos décadas. Así, el gasto
público supone en España el 71%
del gasto sanitario total frente al 79%
en Europa. Y, en consecuencia, el gasto
privado en sanidad es mayor en España y ya supone un 29% del gasto total,
por encima del 21% europeo. Eso se debe a que las familias cargan ahora con dos
gastos que son mayores que en Europa: el
copago farmacéutico (supone el 24% del gasto sanitario en España, frente al
19% en la UE) y el gasto en atención
dental. Por estos dos conceptos, y algunos otros pagos no cubiertos por la
sanidad pública, los españoles pagan de
su bolsillo un 50% más en salud que la media europea
(el 23,6 de pagos directos respecto al gasto total frente al 15,8% de media en
la UE).
Tras reiterar la
eficacia de la sanidad española,
el
chequeo no olvida los problemas que sufre
de listas de espera, recordando que han aumentado desde 2010 a 2018, por
los recortes: de 90 a 100 días una
operación de cataratas (60 días en
Reino Unido y Holanda y 120 días en Portugal) o de 135 a 150 días una artroplastia de cadera (52 en Holanda,
85 días en Reino Unido y 128 días en Portugal). Y llama la atención sobre las grandes
diferencias regionales en España: entre los más de 150 días que esperan
la mitad de pacientes en Castilla la Mancha, Canarias o Extremadura y los 50
días de Madrid, la Rioja o Navarra.
El otro problema
que destaca en la sanidad española es la
falta de médicos y sobre todo de enfermeras,
así como la tremenda precariedad del personal sanitario
(el 30% del personal tenía contrato temporal en 2017). España
tiene más médicos (3,9 médicos
por 1.000 habitantes) que la media UE (3,6 médicos), pero la tercera parte
tienen más de 55 años y se jubilarán en una década y faltan en algunas
especialidades y en atención primaria. En cuanto a enfermeras,
tenemos muchas menos (5,7 por 1.000
habitantes) que la UE (8,5). Y en general, estamos
por debajo en médicos y enfermeras que Noruega, Islandia, Alemania, Suecia,
Dinamarca, Portugal y Austria, según
este estudio de la UE y la OCDE.
Cara al futuro, el
estudio europeo señala que la
sanidad española va a sufrir “una tensión en el gasto”, derivado
del mayor envejecimiento de la población y del aumento del gasto en cuidados
a largo plazo a los mayores (dependencia y atención geriátrica), máxime
cuando hoy hay 9 millones de españoles mayores de 65 años y en 2050 habrá 16,4 millones de mayores. Y alerta a España que esta
tensión “puede poner en peligro la
viabilidad del sistema a largo plazo”. Además, señala que el nuevo
gasto sanitario, a partir de 2015, se ha
ido más a la atención hospitalaria, que gana peso en el gasto frente a la
atención primaria.
Precisamente, la propuesta básica de este chequeo
a la sanidad española y europea es “apostar más por la prevención y la atención
primaria”. O sea, volcarse más en campañas contra el tabaquismo, la
obesidad y el alcohol y en mejorar la atención de los médicos de familia y
ambulatorios que gastar más en hospitales. Además, el
estudio señala otras recetas
para apuntalar
nuestra sanidad: más gasto sanitario (equipararnos al gasto medio
en Europa, ese 9,8% del PIB, supondría gastar 11.000 millones más cada año), más médicos y sobre todo más enfermeras (con contratos más
estables), más cirugía ambulatoria, más avances en la lucha contra algunos
cánceres, menos uso de antibióticos, mayores campañas contra el tabaquismo, la
obesidad, el sedentarismo y el alcohol y mayores recursos y medios para la
dependencia y la atención geriátrica a los mayores. Sin olvidar una renovación tecnológica de los hospitales
(el 50% de los equipos tienen más de 10 años de vida, lo que nos coloca como el
2º país con la tecnología sanitaria más obsoleta de la UE, según la patronal Fenin)
y el desarrollo de la telemedicina,
todavía atrasada en España.
En definitiva, que podemos
sentirnos muy orgullosos de nuestra
sanidad, según este chequeo de la UE y la OCDE: permite que seamos los
que vivimos más años en Europa. Pero hay
que apuntalar el sistema, con
dinero, personal, mejoras y reformas, para afrontar un país más envejecido y una tecnología sanitaria y unos medicamentos
mucho más costosos. Habrá que buscar el
dinero “debajo de las piedras” y gestionar con eficacia, para que esta sanidad excelente que tenemos no se deteriore más. Y para que
aguante la tensión de un futuro donde aún viviremos más años. La salud es lo primero.
La recuperación
económica iniciada en 2014 no se ha notado en el gasto en Cultura: en los
dos últimos años, el gasto cultural ha bajado y todavía gastamos 100 euros menos por persona
que en 2007. Y menos que la mayoría
de Europa. El problema no es sólo que las
familias hayan recortado su gasto en Cultura, sino que lo han hecho el Estado central y las autonomías (sobre
todo) y los Ayuntamientos, que
gastan hoy en Cultura 2.000 millones
menos (-28,4%) que antes de la crisis. Y este menor gasto, privado y
público, está afectando seriamente a las actividades culturales, con menos
empleo y más precariedad que en 2008. Por eso, el sector pide al futuro
Gobierno un Pacto de Estado para conseguir más dinero, menos IVA,
desarrollar el Estatuto del Artista,
luchar contra la piratería, una Ley
de Mecenazgo y campañas para
promover la Cultura dentro y fuera de España. Por un país más culto,
que es siempre un país más próspero y más libre. Más Cultura.
La crisis de 2008
trajo consigo un recorte del gasto en todo
y especialmente en cultura, un
bien “prescindible”: si las familias españolas gastaban en Cultura 1.020 euros de media en 2007, pasaron a gastar 673 euros en 2013. Luego, en 2014, con
la recuperación económica, se reanimó también el gasto cultural, más
lentamente, en 2015 (717 euros) y 2016 (764 euros). Pero en los dos últimos años, el gasto en Cultura de las familias ha
vuelto a caer: a 718,3 euros en 2017 y a 682,5 euros en 2018, según el Anuario de Estadísticas Culturales 2019, recientemente publicado por el Ministerio
de Cultura. Eso supone que las familias españolas gastaron en Cultura un total
de 12.714 millones de euros en 2018,
un 2,3%
de todo su gasto, el porcentaje más bajo desde 2007, cuando gastaban el 3,2% de sus ingresos.
Si miramos el gasto
por persona en Cultura, también ha
caído en los dos últimos años y estaba en 274,60 euros en 2018, algo mejor que al inicio de la recuperación (260 euros se gastaban en 2014) pero muy por debajo (un 28,4% menos) del gasto cultural que hacía
cada español en 2007: 375 euros (100
euros más que ahora), según las estadísticas de Cultura. Los que más gastan en Cultura son los jóvenes (389 euros
de gasto entre 16 y 29 años), los solteros
(384 euros), los que trabajan (309
euros los ocupados, 189 los parados y 214 euros los jubilados), los que tienen más estudios (195 euros gastan los que
tienen la ESO o menos y 378 los universitarios), los que tienen más ingresos (382 euros gastan los que
ganan más de 3.000 euros y sólo 168 los que ganan menos de 1000 euros) y los que viven en la España más poblada
(300 euros gastan los que viven en ciudades de más de 100.000 habitantes y 240
los que viven en pueblos de menos de 10.000, con un mayor gasto en Navarra y
Madrid y uno menor en Extremadura, Canarias y Galicia), según la detallada
estadística del gasto cultural que incluye el Anuario de Estadísticas Culturales 2019.
El gasto en Cultura que hacen los
españoles se reparte fundamentalmente entre el gasto en libros (14,7% del gasto total), el gasto que más cae, espectáculos (12,8%), soportes, equipos
y accesorios audiovisuales (24,4%) y
telefonía móvil y servicios
relacionados con Internet (35,84%),
un gasto que para muchos no se debería incluir dentro del concepto de “gasto cultural”, con lo que el gasto
real en Cultura seria un tercio menor.
El gasto de las
familias supone un 71% del gasto total en Cultura. El otro 29% lo aporta el
gasto público en Cultura, que “tira” del sector y lo dinamiza. El
problema es que no ha hecho de contrapeso, sino que también ha caído durante la crisis (por los recortes) y apenas
ha mejorado con la recuperación. Así, si en 2008 se dedicaron al gasto público en Cultura 7.111 millones de euros, en 2011 ya había caído a 5.837 millones y en 2015, tras los duros recortes de Rajoy
y sus dirigentes autonómicos y locales, había caído a 4.877
millones, según los datos oficiales de Cultura. Y en
2017, último dato publicado, el gasto público en Cultura sólo ha subido a 5.092 millones de euros, que son 2.019 millones menos que en 2008 (-28,4%). El mayor recorte en el gasto cultural lo han hecho las autonomías (de 2.129 millones en
2008 a 1.144 millones en 2017, un -46,2%), seguidas del Estado central (de 1.075 a 678
millones, un -36,9%) y los Ayuntamientos
(de 3.907 millones a 3.270, un -16,30%),
que soportan casi dos tercios del gasto público total en Cultura en España.
Estos datos indican que se
han perdido más de 1 de cada 4 euros públicos que se gastaban en Cultura en
2008. Estos recortes han hecho mucho daño a las actividades culturales y a
los artistas y creadores, más en unas
regiones y ciudades que en otras, porque el recorte ha sido desigual.
El resultado es que el gasto autonómico por
habitante en Cultura es muy dispar: alto
en Navarra (63,4 euros/habitante), País
Vasco (52,2 euros), Extremadura
(32,5) y Cantabria (30,2) y bajo en Canarias (10 euros/habitante),
Castilla la Mancha (13,8 euros), Madrid
(14,4 euros) y Aragón (14,6 euros), según los datos de Cultura.
La “tercera pata” del gasto cultural, junto al de las
familias y las Administraciones públicas, la ponen las empresas, los bancos y las aportaciones particulares, que
también recortaron mucho su mecenazgo cultural con la crisis y que no lo han
recuperado tampoco. En especial, se echa de menos el importante
patrocinio cultural de las Cajas de Ahorros, dado que han desaparecido o han
sido absorbidas la mayoría de las 48 Cajas existentes en 2008.
Al final, entre tanto recorte y el menor gasto de las
familias, la industria cultural se ha resentido.
En 2017, según los últimos datos publicados, facturó por valor de 27.728
millones de euros, lo que aporta un 2,4%
al crecimiento español (PIB). Una aportación mucho menor a la de antes de la
crisis (aportaba el 3,1% del PIB en 2005
y el 2,8% en 2007) y que es similar a la
del inicio de la recuperación (2,4% del PIB), sin mejorarla. Eso sí, hoy hay más “empresas culturales” (122.673)
que en 2009 (112.643), pero son mucho más
débiles y “precarias”: el 64,7% son
empresas sin asalariados
(autónomos), el 28,7% son microempresas (de 1 a 5 trabajadores), el 6% tienen
de 6 a 49 trabajadores y sólo un 0,6% de todas las empresas culturales (736 empresas) tienen más de 50 trabajadores. Y
además, las dos terceras partes de
las empresas culturales están concentradas
en Madrid (22%), Cataluña (20%), Andalucía (13,2%) y Comunidad Valenciana
(9,6%), según Cultura.
El empleo cultural
ha mejorado en los últimos años, pero todavía no ha recuperado la ocupación
que había antes de la crisis: hay 690.300
personas trabajando en actividades culturales (el 3,6% del empleo total),
todavía menos que los 706.300 empleados en la Cultura en 2008. Y se trata de un
empleo precario, con menos asalariados (69,9% frente al 84% en toda la
economía) y más autoempleo (30,1%), con más hombres (60,9%) que mujeres, más
jóvenes y más universitarios (69,3%), pero con bajos sueldos y cotizaciones,
que se traducirán en su día en menos paro y pensiones más bajas.
España está por
detrás de Europa también en gasto
cultural, sobre todo el que hacen las familias. La última estadística
europea (Eurostat 2017) hace referencia no al gasto cultural sino al gasto en “entretenimiento y
cultura”: 1.100 euros por persona
en España, frente a 1.200 euros en Italia, 1.400 euros de media en la UE-28 y Francia, 1.800 euros en
Alemania, 2.200 en Reino Unido, 2.300 en Suecia y 3.700 euros en Islandia. Y a
nivel de los hogares, un gasto en cultura “y
entretenimiento” del 7,4% del gasto total de las familias, frente al 8,5% de
media que gastan los hogares europeos.
En cuanto al gasto
público en la Cultura, el esfuerzo español fue mucho mayor (sobre todo en
la época dorada del ladrillo, traducida en conciertos, salas de exposiciones y
centros culturales) y ahora está en la media europea, donde tienen más peso el gasto privado y el
mecenazgo empresarial y financiero a la Cultura. Al final, España gasta el 1,1% del PIB en “ocio, cultura y culto” (ojo, aquí se
incluyen las ayudas a la Iglesia), lo
mismo que la media UE (1,1% del PIB) pero menos que Francia (gasta el 1,4%
del PIB) y los paises nórdicos (1,5% del PIB gasta Finlandia y un 1,7% Dinamarca), aunque más
que Reino Unido(0,6% PIB), Italia (0,8% del PIB) y Alemania (gasta 1% del PIB),
según la última estadística de Eurostat (2017).
Centrándonos otra vez en España, el Ministerio de Cultura acaba de publicar los resultados
de una amplia Encuesta sobre “los hábitos culturales de los españoles” (2018). La
práctica cultural más extendida en el último año fue escuchar música (87,2% de
los encuestados), seguida de leer
(65,8%), ir al cine (57,8%), visitar
monumentos (50,8%), ir a museos o galerías (46,7%), asistir a espectáculos el 46,8% (conciertos
modernos el 30,1%, clásicos el 9,4% y teatro el 24,5% de los encuestados) y un
26,8% acudir a bibliotecas.
Respecto a los libros,
la facturación editorial ha crecido un 2% en 2019 (2.350 millones de ventas
esperadas), por 6º año consecutivo de mejoría, gracias a que España es una
potencia editorial en el mundo, aunque no seamos una potencia lectora por
desgracia. El sector editorial sufre directamente dos problemas ajenos: uno, la piratería (en 2019 se han descargado
425 millones de libros ilegales, lo que supone dejar de ingresar 215 millones) y el otro, la crisis de las librerías, por culpa
de las ventas online (Amazon) y la piratería.
En cuanto al cine, cayó (por segundo año
consecutivo) la cifra de espectadores en 2018 (98,9 millones, un 0,9% menos que
en 2017, frente a 108 millones en 2008) y también la recaudación (587,5
millones de euros, un 0,90% menos), con un claro dominio de las películas
extranjeras (1.483 y 482,7 millones recaudados) sobre las españolas (464 y 103
millones de euros). Los museos (un 73,5% públicos) han sido
un éxito en 2018, con 65,4 millones
de visitantes (5 millones más que en 2017). Y choca también que el 26,8% de los
encuestados hayan visitado físicamente o por Internet las 6.636 bibliotecas (60,8% públicas). Eso sí,
sólo un 9,5% de los encuestados asistieron a festejos taurinos, 1.521 celebrados
en 2018 (sólo 369 fueron “corridas de toros”), menos de la mitad de los que se
celebraban en 2007 (3.800).
Salvo escuchar música, las actividades culturales de
los españoles son muy “modestas” y las hacen menos de la mitad de los
encuestados. Quizás porque la Cultura ha
quedado relegada por el “enganche” a
Internet y a la televisión. En 2019, 32.316.000 españoles conectaron con
Internet, el 80% de la población (en 2007 eran 9,94 millones, el 26,2%), según
la tercera oleada del EGM.
Y se conectaron a Internet para comunicarse más que para consumir
Cultura: un 97,1% para usar
WhatsApp, el 71,8% por el correo electrónico, el 68,1% para conectarse a las
redes sociales, un 65,4% a distintas APPs, un 61,9% para leer noticias, un
39,3% para utilizar la banca online, un 39,2% para escuchar música online, un
39% para ver vídeos y un 24,2% para comprar bienes y servicios… Más entretenimiento que “Cultura”.
Y el otro gran entretenimiento es ver la TV, en abierto y cada vez más series y películas en canales de pago (6,8 millones de
abonados en marzo 2019) que ofrecen las telecos o multinacionales
especializadas (Netflix, HBO, Amazon Prime, Apple TV, Disney+). En noviembre de
2019, hubo 31,9 millones de españoles
(el 70,7% de la población) que se conectaron
diariamente a la televisión, con 236 minutos de media (3 horas y 56
minutos), según la última estadística de Barlovento Comunicación. Eso sitúa a España como el 4º país más “teleadicto” de Europa, tras Polonia (264 minutos),
Rusia e Italia (248).
Volviendo a la Cultura, Cultura, el
sector está algo más optimista que hace un par de años, a pesar de la
caída del gasto privado y público, pero da
un suspenso a su actividad (4,7 puntos en 2018, frente a 4,4 en
2017 y 5,1 en 2011), según la última Encuesta hecha a los agentes culturales
por la Fundación Alternativas en 2018: baja la nota que dan al sector del libro
y las bibliotecas(4,3), sube algo la valoración al sector audiovisual (4,7
puntos) y sólo aprueban el diseño y la creación publicitaria (5,3 puntos). Como
puntos
fuertes destacan el potencial digital de la cultura (más oferta y más
barata) y como puntos débiles, la poca eficacia y medios de las políticas
culturales públicas, la remuneración de los creadores y la lamentable
proyección exterior de la cultura (critican el concepto “empresarial” de la Marca España).
El Informe 2019 sobre “el Estado de la Cultura”, también de la Fundación Alternativas, señala
que los
sectores más valorados por los gestores culturales son (por este orden)
la gastronomía, la moda, la literatura, el diseño,
la fotografía y la arquitectura (casi todas al margen del
concepto “tradicional” de Cultura). Y bajan del puesto 6º las actividades
culturales más “puras”: el teatro,
las artes plásticas, la música clásica y contemporánea, el cine, la danza y los
museos (por este orden descendente). Y frente a la posible explicación de
que la decadencia de la Cultura más “clásica” se debe al auge de la Cultura digital,
los gestores culturales lo niegan. Y se apoyan en que la facturación de
contenidos digitales fue de 9.834 millones de euros en 2017, menos que en 2011
(10.172 millones), según la ONTSI.
Cara al futuro, el mundo de la Cultura pide
al futuro Gobierno que promueva un Pacto de Estado por la Cultura,
al margen de las ideologías, asentado en distintas medidas. La primera, recuperar
el gasto público en Cultura de antes de la crisis, lo que supondría gastar 2.000 millones más al final de
la Legislatura, sobre todo el Estado central y las autonomías. La segunda,
desarrollar los temas laborales, fiscales y normativos del Estatuto del creador y del artista (aprobado por unanimidad en el Congreso
en septiembre de 2018), para lo que existe una Comisión integrada por 12
Ministerios, implantar el IVA
del 4% a los libros y periódicos digitales (iba en el frustrado Presupuesto
para 2019) y aplicar uno general del 10% a toda la producción artística y cultural, luchar más eficazmente contra la piratería, aprobar de una
vez la Ley de Mecenazgo (prometida por el
PP en 2013), apoyar financieramente a RTVE
(eslabón clave en la promoción cultural) y realizar campañas de apoyo a la Cultura (lectura, cine, artes escénicas…),
favoreciendo un acceso menos desigual.
En definitiva, apostar por la Cultura para mejorar el país y nuestra vida. Más Cultura.
No sabemos si en 2020
volverá a haber crisis, pero por si acaso, esta
Navidad los españoles vamos a gastar más que la anterior:
una media de 554 euros extras por familia, el 2º mayor gasto navideño
en Europa. Gastaremos más en regalos, comida y ocio,
aunque menos en viajes, a pesar de ser más pesimistas que los demás
europeos: un 52,5% de españoles piensan que la economía está peor que hace 6
meses y el 46,5% cree que estará peor el verano que viene, según el último
Barómetro del CIS. Pero de momento, estas Navidades, a gastar se ha dicho. Claro que no todos: 1 de cada 4 españoles lo está
pasando mal, hay 1,8 millones en
situación de pobreza extrema y 40.000
personas sin hogar, viviendo en la calle. Por eso, las ONGs ayudan estas Navidades a más de 3 millones de españoles. No
les olvidemos y seamos solidarios. Gastemos con moderación y de forma
sostenible, para no cargarnos más el Planeta.
¡Feliz Navidad¡
La Navidad es
siempre la gran fiesta del consumo.
Pero este año 2019, los españoles vamos
a gastar un 2,4% más que las Navidades 2018, cuando se redujo el gasto un 5%, por primera vez desde el inicio de la
recuperación en 2014. España es el
país europeo que celebra la Navidad durante
más tiempo (15 días largos) y el 2º país que más gasta: 554
euros extras por familia, sólo por detrás de Reino Unido (639 euros) y
por delante de Italia (545 euros), Alemania
(487 euros), Portugal (387 euros), Polonia (352 euros) o Rusia (367 euros),
según una encuesta realizada en 10 paises europeos por la consultora Deloitte. La encuesta
revela que no toda España gastará más esta Navidad: gastarán menos que la Navidad 2018 en Cataluña, la Rioja, Castilla la Mancha, Extremadura, Baleares y
Canarias. Y gastarán más, el Centro, Norte y Levante, sobre todo Madrid,
Galicia y Navarra.
El gasto navideño se reparte principalmente
entre los regalos (238 euros frente
a 193 de media en Europa), la comida
(173 euros extras por familia, frente a 131 en Europa), el ocio (79 euros frente a 51) y los viajes (64 euros frente a 86 en Europa), el único gasto navideño
que baja este año, según el estudio de Deloitte. Los mayores
de 40 años son los que gastan más en regalos y los hogares jóvenes los que más gastan en comida y tecnología. Los regalos que más se compran son ropa
y calzado, libros, perfumes, chocolates y videojuegos, aunque lo que más
aumenta es regalar dinero. Y se espera vender un 4% más de juguetes este año, una
media de 190 euros por niño. Un tercio de las compras navideñas ya se han anticipado
este año en el Black Friday. Y un
28% se hacen por Internet, mientras
el lugar preferido de compras físicas son los grandes almacenes (54%). Y dos tercios de las compras navideñas se
hacen con tarjeta, el 20% en
efectivo y el 8% restante con tarjetas regalo, financiación (préstamos o
tarjetas revolving) o transferencias, según American Express.
El estudio de Deloitte refleja que los españoles gastaremos más esta Navidad que la mayoría de europeos a pesar de que somos más pesimistas sobre la situación económica y el futuro. Así, sólo un
60,3% de encuestados españoles ven la situación económica estable o creciendo
(eran el 73,7% en las Navidades 2018), frente a un 63,8% de europeos. Y menos
de la mitad de españoles (48,4) creen que la economía se mantendrá estable o
creciendo en 2020, frente a un 53% de europeos. Al preguntarles por qué gastan en Navidad, los
españoles explican su mayor consumo a pesar del pesimismo: por disfrutar y evitar pensar en los problemas, por las promociones, por que las compras online les permiten gastar más
y, algunos, porque este año tienen más
ingresos. De hecho, el 71% de los españoles encuestados
tienen esta Navidad la misma renta o más
que el año pasado. Y eso porque han subido más en 2019 los sueldos, las
pensiones, el salario mínimo y el de los funcionarios. Y se han creado 346.300 nuevos empleos, aunque la mayoría sean
precarios y estén mal pagados.
En cualquier caso, parece que los españoles no renunciamos a
gastar más en Navidad, aunque notemos que la recuperación se ha enfriado
en los últimos meses y temamos que 2020
puede ser peor. El último Barómetro del CIS, de noviembre
2019, es muy explícito: el índice de confianza del consumidor
era de 77,4 puntos, lo que suponía una caída de 24,9 puntos sobre junio 2019 (índice
102,3). Y por si no fuera claro, el
52,5% de los españoles encuestados en noviembre creían que la situación económica era “peor” que 6
meses antes, el 34,5% “igual” y sólo
un 7,8% “mejor”. Además, al
preguntarles cómo veían la economía dentro de 6 meses, para el verano de 2020, el 46,5% de los encuestados la ven “peor”, un 20,5% igual y sólo el 21,6% peor. Y a pesar de este pesimismo,
los españoles inundamos las tiendas, centros comerciales y carreteras, lanzados
a una
vorágine de compras, más incluso que la Navidad pasada. Que nos quiten lo bailao…
Pero que no nos engañe
el bullicio y la publicidad. No todo
el mundo se lanza a gastar estas Navidades: 1
de cada 4 españoles lo está pasando mal, esos 12.188.288 españoles que están en situación de pobreza y exclusión social, según la última estadística europea
(AROPE 2018). Son españoles que ingresan menos del 60% del ingreso medio (ganan
menos de 739 euros los solteros y menos de 1.552 euros las familias), 10 de
esos 12 millones, o que sufren graves carencias o están subempleados, los 2
millones restantes. Demasiadas familias agobiadas por sus bajos ingresos, la precariedad de su trabajo o
el paro del que no salen. Y entre ellas, destacan los 1.800.000 españoles que malviven en la pobreza más extrema, según Cáritas. Y muy especialmente, las 40.000
personas que viven sin techo, en la calle. Para
todos ellos, también es Navidad, aunque apenas puedan gastar.
De hecho, Caritas
ya ha advertido que este año han aumentado las peticiones de ayuda,
sobre todo de españoles, jóvenes y mujeres solas con niños. Y recuerdan que 1 de cada 4 familias que les pide ayuda
ahora tienen trabajo, no son los “pobres clásicos”. Con todo, las ONGs estiman que atenderán estas Navidades a más de 3 millones de personas, con
comida, ropa y ayuda diversa (sobre todo, para pagar la luz y el alquiler).
Muchos son nuestros vecinos, que necesitan ayuda aunque no lo creamos. Así que
esta Navidad, además de gastar, seamos
solidarios y ayudemos a los que podamos.
Además, esta Navidad debemos
pensar más que nunca en el medio ambiente. Estas fiestas
son un verdadero “atentado a nuestro Planeta”: se dispara el consumismo,
las compras innecesarias, el gasto en comida
(un tercio se tira o desperdicia,
porque compramos de más), el consumo de
energía, en las casas y en las ciudades (ahí tienen el bochorno de Vigo y
Madrid compitiendo por bombillas mientras tienen las urgencias médicas colapsadas…),
los trayectos en coche y los residuos y basuras. Deberíamos intentar
celebrar una Navidad más sostenible,
como recomiendan desde Ecologistas en Acción, para no agravar más el Cambio Climático, ya
bastante grave y sin freno desde muchos Gobiernos.
Bueno, no quiero ser “agorero”
y estropearles la Navidad recordándoles que hay familias que lo pasan mal y
que el Planeta nos pide ser más cuidadosos. Pero nadie ha dicho que la Navidad sea
gastar por gastar y contaminar a tope. Al margen de las creencias de
cada uno, la Navidad ha sido siempre una época de relacionarse con los demás,
de estar más con la familia y los amigos, de solidaridad con los que menos
tienen. Y eso cuesta poco, no exige
gastar por gastar ni endeudarse para asustarnos en enero. Piénsenlo. Y vivan esta
Navidad de otra manera que la que nos
venden los anuncios. Disfrutarán más.
¡ Feliz Navidad ¡
Las próximas
Navidades, en 2020, empezarán a circular en España trenes AVE gestionados por la
francesa SNCF. Y en enero de
2022, operará la italiana Trenitalia.
Pero esta apertura a la competencia se
limitará a las líneas que unen Madrid con Cataluña, Levante y Andalucía, el
“negocio mollar”, así que sólo 10
ciudades se beneficiarán de más trenes y tarifas más bajas. El riesgo
es que las restantes líneas AVE se deterioren, al concentrarse RENFE en esos
corredores. Y que la liberalización siga concentrando inversiones en el AVE,
en perjuicio del resto de la red. Es lo que ha pasado: 4 de cada 5 euros de inversión ferroviaria se han ido al AVE, que sólo
utilizan el 4,20% de los usuarios del tren. Mientras, un tercio de las líneas
siguen sin electrificar, con locomotoras diesel, y media España está ferroviariamente
abandonada. Es hora de potenciar el tren de cercanías, regional o larga distancia y las
mercancías, no sólo un AVE costoso y vacío. Al tren.
En 1941, Franco creó la RENFE, nacionalizando varias empresas privadas medio quebradas por los
daños de la guerra. El monopolio estatal
reconstruyó la red ferroviaria e impulsó este transporte, mayoritario hasta la
llegada masiva de los coches en los años 60 y 70. Y en 1992 se lanzó el primer AVE, en un
intento de competir con el avión y los autobuses. Pero RENFE tenía pérdidas millonarias y eso evitó
que fuera privatizada, como 130 empresas publicas vendidas por González (80 empresas: 13.200 millones
de ingresos) y Aznar (50 empresas: 30.000 millones). En 2004, la Unión Europea obligó a España a dividir Renfe, como primer paso para terminar
con el monopolio: se creó ADIF para gestionar las infraestructuras y RENFE
Operadora para la gestión comercial de los trenes. Y el 1 de enero de 2005 se abrió a la competencia el tráfico de mercancías, donde 25 empresas
privadas le han quitado ya un 30% del mercado a RENFE. Ahora, el 14 de diciembre de 2020, España abrirá a la competencia el AVE, en
3 corredores adjudicados a la francesa SNCF y la italiana Trenitalia.
La liberalización del
transporte ferroviario es una exigencia europea, aprobada en 2016, que impone a todos los paises el permitir que cualquier empresa europea opere
en cualquier país comunitario a partir de diciembre de 2020. Ya antes de
esa fecha, hay muchos paises con el tráfico ferroviario liberalizado. El primero, Reino Unido, donde Thatcher y Major
privatizaron la red ferroviaria en 1993. Alemania
(1994), Dinamarca, Polonia y Suecia
(2010) también han liberalizado totalmente su mercado ferroviario, lo mismo que
Austria (2008), Eslovaquia, Hungría, Letonia, República Checa (2011) e Italia
(2012). Ahora, Francia, España, Bélgica,
Luxemburgo, Irlanda, Grecia y Finlandia se preparan para
liberalizar el transporte ferroviario en diciembre de 2020.
En el caso de España,
la empresa pública ADIF convocó
una subasta
para abrir el servicio del AVE, a la que se presentaron 6 candidatos. La adjudicación, el 27 de noviembre, fue para RENFE (48 nuevos trenes diarios por sentido, un 20% más que el servicio actual, con lo
que operará 96 trenes diarios), la
empresa pública italiana Trenitalia
(con la española Air Nostrum, que participa con un 40%), a la que se adjudican 16 trenes diarios por sentido, y la
compañía pública francesa SNCF, a la
que se adjudican 6 trenes diarios por
sentido. En los tres casos, son concesiones para gestionar nuevos trenes en los 3 corredores con mayor demanda, donde está el
negocio: Madrid-Barcelona-frontera
francesa, Madrid-Valencia-Alicante y
Madrid-Sevilla-Málaga. La francesa SNCF será la primera en operar, el 14 de diciembre de 2020, con un AVE “low cost”,
10 trenes Alsthom de 2 plantas con 500 pasajeros. La otra ganadora, Trenitalia,
demorará su operativa en España hasta enero de 2022, porque tiene que homologar
sus 23 trenes Frecciarossa 1.000 que ya ruedan en Italia.
La concesión es
en principio por 10 años y las empresas
tendrán que pagar un canon a ADIF
por el uso de las vías y estaciones, como ya paga Renfe desde 2004. Canon que
se ha rebajado, para atraer a empresas a esta subasta, y que es clave para
rentabilizar la concesión y para que ADIF obtenga ingresos extras para invertir en la red del AVE y en el resto de la
infraestructura ferroviaria: se estima que ingresará 200 millones extras al año
durante 10 años. De entrada, la Comisión de la Competencia (CNMC) ha dado el visto bueno a la adjudicación, aunque insiste en el libre acceso y facilidades a
las estaciones para vender billetes y atender pasajeros y en la formación de
maquinistas, hasta ahora reservada a RENFE. Además, España ha sido generosa en
el proceso de liberalización, porque Francia no parece dispuesta a permitir que
empresas extranjeras gestionen líneas que lleguen a París.
El Gobierno y ADIF destacan que la liberalización del AVE va a ser muy positiva para los usuarios,
porque aumentará mucho la oferta, hasta un 65% más de plazas (+50% en la línea Madrid-Barcelona,
+40% en Madrid-Levante y +60% en Madrid-Sevilla-Málaga). Y eso permitirá bajar
los precios, hasta un 70% (costando 30 euros el AVE Madrid-Barcelona) según la portavoz del Gobierno, y un 40%
según fuentes de RENFE, con un coste medio del billete de 32 euros. El riesgo
es la
calidad del servicio, que puede
deteriorarse por la “guerra de precios” que se va a desatar dentro de un
año. De hecho, los franceses del SNCF tienen un AVE París-Cannes por 29 euros, eso sí, en un tren de 1.000 pasajeros, con
asientos más estrechos y permitiendo sólo un equipaje de mano.
Para afrontar esta mayor competencia extranjera, RENFE ya
está preparando una estrategia comercial más agresiva con el AVE. En enero de 2020 pondrá a la
venta los primeros billetes de su AVE low cost AVLO, que lanzará en la Semana Santa de 2020,
empezando por la línea a Barcelona (los billetes costarán de 10 a 60 euros), para seguir después con Levante y
Andalucía. Además, utilizará las 1.927 oficinas
de Correos para vender billetes, mientras
ultima una App para integrar la venta
de billetes de AVE, metro, taxi, autobús, VTC, bicicletas y patinetes en una
misma aplicación. Medidas para anticiparse
a la llegada de la competencia de SNCF y Trenitalia.
En paralelo, RENFE
estudia “devolverles la pelota” y presentarse a la liberalización del tren en Francia y en Italia, donde pretende
operar con 10 de los 30 nuevos Talgo
Avril, con 600 asientos (100 más que en España), compitiendo con el AVE “low
cost”. Para entrar en Francia, RENFE tendría que romper su actual acuerdo con
SNCF, por el que la empresa española no llega a París a cambio de que los
franceses no lleguen a Barcelona. En cualquier caso, RENFE lo tiene difícil, porque a nivel ferroviario es un David frente a dos Goliat: la empresa española factura 3.979
millones de euros anuales, la tercera
parte que los italianos de Trenitalia (12.078 millones) y la octava parte que los franceses de la
SNCF (33.311 millones anuales). Y tiene una plantilla de 14.000 empleados
frente a 83.000 los italianos y 160.000 los franceses.
A medio plazo, la
liberalización quitará a RENFE un trozo
de mercado, pero muy restringido
a tres corredores del AVE. Y no se espera que pierda mucho negocio. En los
paises europeos que han liberalizado el ferrocarril, las empresas públicas que
tenían el monopolio han perdido una media del 3,5% del mercado, salvo en
Italia, donde la pérdida ha sido del 16,5%, según la CNMC. El mayor riesgo es que España concentre sus inversiones en estos
tramos del AVE sometidos ahora a una mayor competencia, en perjuicio del resto de líneas del AVE y, sobre todo, del abandono
del resto de la red ferroviaria. Es lo que pasó en Italia, a partir de
la liberalización de 2012, donde Trenitalia
canceló servicios ferroviarios menos rentables. Y en Reino Unido, ahora el
tren cuesta el doble de subvenciones que antes de ser privatizado.
La apertura a la
competencia del AVE, a partir del 14 de diciembre de 2020, beneficiará sólo a 10 capitales (Madrid, Zaragoza, Lérida, Barcelona, Gerona,
Valencia, Alicante, Sevilla, Granada y Málaga) de las 27 provincias que
disfrutan del AVE. En total, 11 millones
de viajeros que tendrán más trenes y tarifas más bajas, frente al resto de viajeros del AVE (otros
10,3 millones), que no notarán
mejoría y cuyas líneas y servicio se puede deteriorar al necesitar RENFE
concentrarse en las líneas con más competencia. Es el caso de Madrid-León, por ejemplo, una línea con
sólo 481.000 pasajeros anuales.
Pero el mayor contrasentido es que España sigue apostando por el AVE,
minoritario en pasajeros (21,3 millones en 2018, el 4,20% del total de
viajeros) frente al resto del servicio ferroviario, muy abandonado. Hasta
ahora, la “fiebre” por el AVE ha supuesto una inversión
total de 51.775 millones de euros, según ADIF, la cuarta parte aportados por fondos europeos y el resto por los
contribuyentes españoles (835 euros por
persona). La cuestión es que se ha invertido en el AVE 31.414 millones de euros entre 2008 y 2018, frente a 6.338 millones en el resto de la red
ferroviaria. A lo claro: el AVE se ha llevado 4 de cada 5 euros invertidos en el ferrocarril entre 2008
y 2018, para dar servicio al 4,20% de los viajeros, mientras el resto de la red sólo se llevaba el euro
restante (para el 95,6% de pasajeros).
La consecuencia es que tenemos la red de AVE más extensa del mundo por habitante y la 2ª en
kilómetros tras China (3.240 km de AVE frente a 13.000 km de red convencional), muy por delante de Francia
(2.600 km de AVE sobre un total de 30.000) o Italia (1.000 km de AVE en una red
de 16.700 km). Y además de ser la más extensa, es la red de AVE más vacía: tenemos una media de 15 viajeros por kilómetro, frente
a 50 viajeros en Francia, 63 en China, 84 en Alemania o 166 en Japón, según
la Unión Internacional de Ferrocarriles (UIC), Y ello, porque el AVE ha
ido creciendo por razones políticas, por presiones de regiones y
políticos, no por una planificación ferroviaria. Y además, se ha construido con múltiples extracostes y
despilfarro de dinero público, según una auditoría del Tribunal de Cuentas Europeo, que se queja de que los 23.700 millones de
fondos europeos dirigidos a los AVE de la UE (47,3% de esos fondos a España) se
hayan gastado en redes no conectadas entre paises, con altos costes y baja
ocupación. En ello abunda la Asociación de Geógrafos españoles: estiman en 26.240 millones el despilfarro y los sobrecostes en el Ave español.
El problema es que como las
inversiones en ferrocarril (todas) han sufrido un drástico recorte entre
2009 y 2018, bajando a la cuarta parte (de 5.983
millones a 1.510), todo el esfuerzo inversor que se ha hecho en el AVE ha sido
a costa del resto de la red ferroviaria. Y así nos encontramos con que el
37% de la red no está electrificada (5.617 km) y que un tercio de las locomotoras de RENFE que cubren
vías regionales tienen más de 30 años
de antigüedad, porque desde 2006 no se ha convocado ningún concurso para
renovar material. Y casi la mitad de España está desatendida, con trenes viejos que tardan una eternidad porque
circulan por vías sin renovarse ni modernizarse. No sólo es el caso de
Extremadura, sino también Galicia, Murcia (4,30 horas por tren a Madrid), País
Vasco (5 horas a Bilbao) y parte del servicio interno ferroviario en las dos Castillas,
Aragón y Andalucía.
Al final, la reflexión es que se apuesta por el AVE (4,20% de viajeros) y no por Cercanías
(474 millones de viajeros en 2018, el 93,5%), largo recorrido o trenes regionales, cada vez con peor servicio y,
en consecuencia, con menos viajeros. Ahora, el riesgo es que si RENFE tiene que
competir más con el AVE, las inversiones públicas (escasas) sigan volcándose
ahí como hasta ahora, y no en mejorar Cercanías, trenes regionales y larga
distancia, donde están los viajeros. Habría que volcarse en el ferrocarril, para luchar contra “la España vaciada” y contra
las altas emisiones de CO2 del transporte. Actualmente, sólo el 6,41% de los españoles viajan en tren
(el 79,2% en coche, el 7,14% en autobús, el 7% por avión y el 0,25% por mar).
Y de las mercancías, sólo el 1,68%
se transportan en tren (18% en la UE), frente al 95% por carretera y el 3,59%
por mar, según el Observatorio del Transporte.
En resumen: está muy bien que pronto tengamos un AVE a
Barcelona, Valencia o Sevilla cada media hora, por menos de 40 euros, pero la clave es apostar por el tren para ir a
trabajar en Cercanías o viajar en trenes menos rápidos pero suficientes, no
sólo para las personas sino sobre todo para las mercancías, potenciando el corredor mediterráneo y atlántico, en beneficio de la eficiencia económica y el
medio ambiente. Para conseguirlo, hace
falta invertir en modernizar toda la red ferroviaria, no sólo en el
AVE. Aunque vengan los franceses. Al tren.