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lunes, 22 de julio de 2024
Las tecnológicas quieren ser tu banco
Apple ha pactado con la Comisión Europea para impedir
una multa millonaria, a cambio de abrir sus dispositivos a otros monederos
de pago. El gigante tecnológico no quiere poner en peligro una parte creciente
de su negocio, los pagos digitales, cuyo uso se ha triplicado. El
trasfondo es la guerra abierta que las grandes tecnológicas
libran con la banca para quitarles parte del negocio,
desde los pagos digitales a Fondos de inversión, seguros y , ahora, los
créditos a particulares y empresas. Google, Amazon, Facebook y Apple,
más las chinas Alibaba, Baidu o Tencent, quieren ser también los
bancos de sus clientes y tienen a su favor un mayor tamaño, millones de
datos de usuarios, más tecnología e innovación y mejor “imagen” que los bancos,
que denuncian competencia desleal, porque las
tecnológicas tienen menos controles financieros y pagan menos impuestos. El riesgo
es que son demasiado poderosos ya para que controlen también nuestro dinero. En
20 años, podríamos “echar de menos” a los bancos de hoy.
El primer banco moderno, Banco de San Giorgio,
se creó en Génova (Italia) en 1406. Durante 6 siglos, los bancos han
controlado el dinero en el mundo, en una situación de monopolio y mucho
poder. Pero en las últimas décadas, con la generalización de Internet,
los grandes bancos del mundo se enfrentan a gigantes tecnológicos
mucho más grandes que ellos, que han puesto su mira en controlar, con medios
propios, los pagos y las finanzas de sus clientes, desde los pagos y
transferencias online a las cuentas corrientes, los Fondos de inversión y
Planes de pensiones, los seguros, y, recientemente, los créditos. En 1998
surgieron los pagos electrónicos con PayPal, en 2007 se lanzó Amazon
Pay, en 2011 nació Google Pay y en 2014 apareció Apple Pay.
Y no han parado de lanzar servicios financieros, consiguiendo licencias
bancarias en todo el mundo.
Los nuevos competidores de la banca se
clasifican en dos grupos, aunque su competencia es similar. Por
un lado están las “Fintech”, grandes empresas tecnológicas que
utilizan recursos tecnológicos innovadores y disruptivos en el sector
financiero: plataformas de pago, plataformas de captación de fondos y
financiación (“crowdfunding”)
, Fondos de inversión y plataformas de asesoramiento, inversión y gestión
financiera. Los gigantes más conocidos son PayPal (425 millones de
cuentas activas en el mundo) y eBay, que la compró en 2002. En general,
se han afianzado más en los paises desarrollados que en los paises emergentes. En
España, a finales de 2023, el Banco de España tenía registradas 51
entidades de pago electrónico y 10 entidades operando con dinero
electrónico.
El otro gran frente de competidores de la banca, los que más
les preocupan, son las “Big Tech”, las grandes tecnológicas que
dominan el negocio de Internet. Son, por un lado, los cuatro gigantes tecnológicos
USA, conocidos como GAFA: Google, Amazon, Facebook y Apple. Y
por otro, los tres gigantes tecnológicos chinos, conocidos como BAT:
Baidu (el Google chino), Alibaba y Tencent. Empezaron lanzando
plataformas de pago propias (monederos digitales) y luego se han lanzado a
ofrecer cuentas y depósitos (Apple
ofrecía depósitos al 4,15% anual, aliado con Goldman Sachs), monedas digitales
y criptomonedas) ,Fondos de inversión, Planes, seguros y, recientemente,
créditos. Todas tienen licencia bancaria en EEUU y el resto del mundo, incluso
en Europa (Google y Facebook a través de Irlanda y Facebook a través de
Luxemburgo. Y van a por todas.
Veamos con más detalle los servicios financieros que ya ofrecen. Google compite con la banca con su Google Pay, los préstamos que
ofrece con Lending Club, los fondos de inversión Google Venture y Google
Capital y los seguros de Google Compare. Amazon ofrece Amazon Pay para
las compras online, Amazon Lending para préstamos a comercios y seguros
médicos. Facebook incluye pagos online a través de Messenger y préstamos
en colaboración con Clearbane. Y Apple, además de Apple Pay y seguros
(con Allianz) ha ofrecido hasta junio un préstamo para compras rápidas (de 50 a
1.000 dólares) con pago aplazado.
Las grandes tecnológicas chinas están mucho más avanzadas en el terreno financiero, debido al tremendo auge del comercio
electrónico y a su mayor dominio/control del mercado interno chino. Alibaba,
con 700 millones de usuarios activos, controla la primera plataforma de pagos
de China, Alipay (520 millones de usuarios), tiene un banco (MyBank)
donde ofrece cuentas y préstamos, múltiples Fondos de inversión (destaca Yu´e
Bao, un Fondo del mercado monetario) y la plataforma de seguros Cathay China. Tencent
utiliza la plataforma de pagos TenPay (la 2ª mayor en China) , con la
aplicación Wechat, para el envío instantáneo de dinero por mensajería. Y Baidu,
el buscador líder en China, ofrece la plataforma de pagos Baidu Wallet y
controla Baixin Bank, que ofrece cuentas, créditos y
servicios financieros, más Fondos y seguros (en colaboración con
Allianz).
Estos gigantes tecnológicos de Internet ,
norteamericanos y chinos están dando “un gran mordisco” al negocio de los
bancos internacionales. El último dato revela que sólo el negocio de
los préstamos, más reciente que los pagos digitales, aporta ya un 11%
de todos los ingresos de las “Big Tech”, Y se estima que ya conceden un
volumen de créditos que supera los 570.000 millones de dólares, según el Comité de Basilea. Sólo en China, las grandes tecnológicas ya conceden más
préstamos que los bancos tradicionales. Un negocio creciente para los gigantes
de Internet, cuyos ingresos se concentran todavía en la publicidad y las
ventas online que consiguen con las búsquedas, aplicaciones y plataformas
de comercio electrónico: ahora, las comisiones por tarjetas
se reparten entre los emisores y las tecnológicas, cuando hasta ahora las
monopolizaban los bancos.
Los expertos alertan que los gigantes de Internet
están ganando terreno a los bancos en el negocio financiero. Y destacan
sus ventajas en esta “carrera”. La primera, su mayor tamaño y
potencial inversor. Las “Big Tech” son multinacionales gigantes en
comparación con los bancos, tanto en capital como en potencial de inversión.
Dos datos. Uno: la capitalización bursátil (valor en Bolsa) de las grandes
tecnológicas es de 10,64 billones de dólares, 6 veces el valor de los grandes
bancos internacionales (1,75 billones de dólares). Y dos: el valor de Google
(2,19 billones dólares) es 28 veces el valor del mayor banco español, el
Santander (76.200 millones de dólares). La segunda ventaja es que tienen millones de clientes, la mayoría “contentos” con sus servicios,
frente a la “mala imagen” de la banca: Google tiene 400 millones de clientes,
Amazon 300 millones y Facebook 255 millones, frente a 160 millones de clientes
del Santander o los 67 millones del Bank of America. Y la tercera ventaja, su
enorme capacidad inversora y tecnológica para innovar y digitalizar servicios.
Las grandes tecnológicas también tienen “inconvenientes”
para ser el banco de sus clientes. La principal, que ofrecen menos
seguridad, privacidad y “cumplimiento” normativo, ya que su actividad
financiera está menos vigilada y regulada por las autoridades (Banco de España
o BCE). Eso puede facilitar fraudes y crisis, sin que los clientes estén “cubiertos”
por Fondos de Garantía como los bancos (hasta 100.000 euros). Además, esta
menor supervisión y regulación puede hacer que estos gigantes “asuman más
riesgos” en su operativa, tanto en las inversiones como en la concesión
de créditos. Y al aumentar el número de clientes, aumenta también el riesgo
de “ciberataques” (aunque los que están teniendo más problemas, al menos
públicos, es la banca tradicional). Y dado que muchos de estos gigantes de
Internet son muy opacos en su operativa y algoritmos, los
clientes tienen el riesgo de que no se protejan suficientemente sus datos y se
utilicen para usos “no bancarios”.
Con todo, los gigantes de Internet son cada vez “más
Big” (más grandes), “más Tech” (más tecnológicos) y
por ello, más eficientes, según un informe de la consultora PwC,
que justifica así que ganen cuota de mercado a la banca tradicional. Su modelo
de negocio lo visualizan como “la rueda del hámster”: crean
redes con millones de clientes que generan un volumen creciente de datos y ofrecen
cada vez más servicios y actividades, lo que favorece el aumento de redes y
clientes y la diversificación y crecimiento del negocio, “una rueda que
gira sin parar” y crece día a día. Y no sólo se benefician de tener
millones de clientes, sino que “son muy superiores a los bancos en
innovación y tecnología”, en la incorporación de Big Data, algoritmos y
la Inteligencia Artificial (IA), lo que les permite ser más eficientes en la
prestación de servicios financieros (más dinámicos y con menos coste). Y en la
concesión de créditos, porque conocen muy bien a sus clientes (pueden tener
más de 1.000 datos de una empresa), ajustan mucho mejor riesgos, plazos de
concesión y tipos.
Los expertos financieros, como la consultora KPMG,
consideran que los gigantes tecnológicos son “la mayor amenaza para la
banca” en todo el mundo, una preocupación mayor que los ataques
cibernéticos o el uso de la inteligencia artificial (IA). Y también lo
creen las autoridades financieras, a las que preocupa “la
falta de reacción” de la banca tradicional ante la competencia
creciente de las tecnológicas. El Mecanismo Único de Supervisión, el supervisor
europeo, ha resaltado que los bancos sólo dedican el 5,2% de su plantilla
y el 4% de sus costes operativos a
proyectos de transformación digital, mientras los gigantes de Internet
invierten millones de dólares cada año por desarrollar nuevos productos y
servicios a sus usuarios, entre ellos servicios financieros.
Los bancos internacionales, y especialmente los
europeos, se están quedando atrás en la transformación digital
frente a las grandes tecnológicas, según todos los expertos. Y la mayoría de bancos
han optado por colaborar con los gigantes de Internet antes que competir
con ellos. De hecho, el 65% de los bancos internacionales colaboran con
las plataformas de pago, en el mundo y en España. Y las grandes “Big Tech”
tienen acuerdos con grandes bancos: Apple y Amazon con JP Morgan, Citibank
con Amazon y Apple con Goldman Sachs. Y son pocas las experiencias de
colaboración interna de la banca para invertir en nuevos desarrollos y ganar
espacio en las finanzas digitales. Bizum es un caso de éxito en España
(26 millones clientes), lo mismo que Zelle o Paze en Estados Unidos.
Mientras, los gigantes tecnológicos avanzan en
su oferta financiera, utilizando su poder y gran tamaño, apoyándose en su
situación de “cuasi-monopolio”, pero con flexibilidad para cambiar si
hace falta, como demuestra el comportamiento reciente de Apple en
Europa. La Comisión Europea le abrió un expediente a Apple por
cerrar sus dispositivos a tecnologías de pago que no fuera de su “ecosistema”,
lo que suponía un “abuso de mercado”, por el que se arriesgaba a una multa millonaria
(hasta 40.000 millones de dólares). Finalmente, hace diez días, Apple llegó a un pacto con la Comisión, por el que abría a otros
desarrolladores rivales (con la tecnología NFC) la entrada gratuita (durante 10
años) en Apple Pay y en el monedero de Apple. Evita así una multa millonaria,
pero a la vez mantiene su presencia destacada en el negocio de los monederos
digitales, cuyo uso se ha triplicado en los últimos años.
Las grandes tecnológicas van a seguir ganando terreno
y clientes a los que ofrece “ser su banco”, algo que los
internautas “ven bien”, sobre todo en el caso de Google, Apple y Amazon. Su gran
ventaja es que son multinacionales conocidas, con buena imagen, que innovan
cada día con bajos costes, lo que atrae a sus usuarios, que no se preocupan
demasiado por el uso de sus datos y las comisiones “encubiertas” que pagan.
Mientras, los bancos se quejan ante los Gobiernos de que las
grandes tecnológicas les hacen “competencia desleal”, porque no
se les exige cumplir con la regulación y supervisión que
tienen los bancos (cada día más estricta, para evitar futuras crisis bancarias)
y encima apenas pagan impuestos (la mayoría radican sus
operaciones en paraísos fiscales y operan con “ingeniería fiscal”. En paralelo,
las autoridades monetarias de la UE temen que la actividad financiera de las
grandes tecnológicas pueda “generar desafíos regulatorios, como dominio de
mercado, discriminación de precios, algoritmos discriminatorios y amenazas a la
privacidad de los usuarios”.
En medio de esta “guerra financiera” entre
los bancos y los gigantes tecnológicos, la Comisión Europea ha apostado por
“una mayor digitalización de la economía y las finanzas”, que va a
beneficiar a los gigantes de Internet y que preocupa a los bancos. El
objetivo europeo es acelerar los pagos digitales y el uso del euro digital,
lo que facilitará aún más que las grandes tecnológicas presten servicios
financieros. En 2023 se aprobó una Ley para regular el acceso a los datos digitales (FIDA, en inglés), una Ley de datos que entrará en vigor el
11 de septiembre de 2015. Para entonces, los bancos deberán dar acceso a los
datos de sus clientes (con su consentimiento) a las grandes
tecnológicas. Y cuando los tengan, podrán cruzarlos con los millones de
datos que ellos tienen, para poder ofrecer a esos clientes de los bancos
tradicionales sus servicios, desde pagos a tarjetas y créditos. Será una
auténtica conmoción en los mercados, entre la banca (David) y las
tecnológicas (Goliat).
En resumen, los gigantes de Internet se preparan para
asaltar aún más los mercados financieros cuando tengan en 2025 nuestros datos
de la banca, tras invertir millones y tiempo en ofrecer nuevas plataformas
de servicios financieros, más ágiles y atractivas (y con menos coste, al menos
teóricamente). Y entonces, Google, Apple o Amazon, pelearán por ser “nuestro banco”,
como son nuestro buscador o nuestra plataforma de compra. El problema puede
ser que estos gigantes, con tanto poder, tengan un control excesivo sobre
nuestro dinero, con menos competencia, regulación y contrapesos.
Que si hoy no sabemos lo que hacen con nuestros datos, mañana tampoco sabremos
lo que hacen con nuestro dinero. Y como sabrán todo de nosotros, estaremos más
en sus manos. Podría pasar que dentro de 20 años, “echemos de menos” a
nuestro banco de hoy…
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domingo, 10 de marzo de 2013
Pelea por la alimentación, del campo al súper
Cuando vamos al súper, no sabemos la pelea que hay detrás de los alimentos que compramos, entre los agricultores
y ganaderos que los producen, las industrias que los transforman y los
supermercados
que nos los venden. Cada uno busca su margen, en una cadena que nos pone el
carro de la compra por las nubes.
Pero en esa pelea, los que venden al final son los que se
llevan la mejor parte, porque son muy
poderosos: cinco grandes supermercados controlan el 64%
del mercado de los alimentos, un 27% sólo uno, Mercadona. Y con esa fuerza, imponen
sus condiciones, marcas blancas y
precios. Ahora, el Gobierno ha aprobado una Ley para evitar abusos,
aplaudida por el campo y las industrias. Falta ver que no acabe subiéndonos más los precios a los consumidores, después que en 2012, con la recesión, haya
caído el consumo de alimentos, por
primera vez en dos décadas.
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enrique ortega |
Los españoles nos
gastamos unos 60.000 millones de
euros al año en comer
y beber, unos 4.100 euros por hogar (7 de cada 100 euros del gasto
familiar). Un pastel por el que se pelean cada día tres sectores: los que producen los alimentos, los que los fabrican
y los que los venden. Una cadena con una fuerza
muy desigual: frente a un millón
de agricultores y ganaderos muy
dispersos (en realidad sólo 330.000
producen efectivamente alimentos para vender) hay 30.000 industrias (la mitad pequeñas, con menos de 2 trabajadores,
y sólo una decena venden más de 2.000 millones) y una docena de grandes distribuidores (híper y grandes supermercados)
que les compran a ambos y controlan la venta final a los
consumidores: qué se vende, con qué calidad y a qué precio. Son los que mandan.
El problema de
esta cadena
alimentaria es que al final se produce un embudo: los alimentos
han de pasar por el control de los distribuidores, que son los que los venden. Y son pocos y con mucho poder. Cinco de ellos controlan el 64 % de la
distribución (2011), según un estudio
de The Battle Group: Mercadona (27%), Carrefour
(12,2%), grupo Eroski (9,6%), Día
(9,4%) y grupo Auchan-Alcampo (5,8%). Y
ese poder les ha llevado a imponer sus condiciones de compra a
agricultores, ganaderos e industrias alimentarias. Incluso fijando condiciones
abusivas, según denunció
la Comisión de Defensa de la Competencia
(CNC): pagos y condiciones especiales por vender productos, retraso en los
pagos, publicidad ilícita y gestión desigual de marcas… Y han utilizado técnicas
de vender a pérdidas “productos gancho”(leche, aceite, conejo),
tirando precios y hundiendo a
agricultores y ganaderos.
Con todo, el gran
cambio ha sido el lanzamiento de las marcas
blancas de estos distribuidores, convertidos así en “juez y parte”: venden artículos de marca de productores e
industrias y venden a la vez sus marcas blancas. Y ayudan a sus marcas con prácticas
que se consideran abusivas
y que desvela un informe
de The Battle Group: les cargan menores márgenes que a las marcas de
fabricantes (entre 2 y 28 veces menos), les colocan mejor en sus estanterías y
les dan un mejor trato en compras y pagos. El resultado ha sido el boom de las marcas blancas, apoyado en su bajo precio y alta calidad: ya suponen el 36,7 % de la cesta de la compra (eran
el 22% en 2004), según Nielsen.
En alimentación, las marcas blancas
acaparan ya el 43,5% del mercado, en bebidas el 20%, en droguería y limpieza
el 50,8% y en perfumería e higiene el 22,4% de las ventas.
Las marcas
blancas se han consolidado en nuestras compras (España es el cuarto país donde tienen más
peso en Europa), pero eso ha dado una
fuerza tremenda a los cinco grandes
distribuidores,
en especial a Mercadona, la que más crece. Y están pasando tres cosas. Una, que las marcas blancas están hundiendo a muchas industrias y marcas
de fabricante, expulsando competidores. Y con ello, han podido subir los precios de sus marcas blancas, como demuestra el estudio
de The Battle Group. Y la tercera, que su política de compras (y ventas a pérdida, con “precios
escaparate”) está hundiendo el campo.
Por ello, agricultores,
ganaderos e industrias llevan años pidiendo
medidas al Gobierno, acusando a los grandes distribuidores de oligopolio,
sobre todo en
algunas autonomías (Mercadona controla el 41,6% de las
ventas alimentarias en la Comunidad Valenciana y el 32,4% en Andalucía,
mientras Eroski controla el 46,3% de las ventas en Euskadi, donde va a entrar ahora Mercadona, con 25 nuevos supermercados). El Gobierno Zapatero sacó una Ley de la cadena alimentaria en julio
de 2011, pero no pudo aprobarse
por el adelanto electoral. Ahora, el Gobierno
Rajoy ha aprobado una
nueva versión, muy similar, que está en el Congreso y podría salir en julio, unos meses antes
de que Bruselas apruebe una normativa
comunitaria para dar transparencia al mercado alimentario.
La Ley
que se debate en el Parlamento obliga a productores, industria y distribuidores
a hacer contratos por escrito en la compra de alimentos y productos, prohibiendo las ventas a pérdida y las prácticas comerciales abusivas, así
como la gestión ilícita de marcas. Y
establece multas de 3.000 a 1 millón de euros. Además del palo de la Ley, habrá la
zanahoria de “Códigos de buenas
prácticas” en los contratos
alimentarios, todo ello supervisado por una Agencia de Control Alimentario y un Observatorio que vigilará conductas y precios. Una Ley aplaudida
por las organizaciones agrarias y la industria alimentaria, porque traerá
más control y transparencia, aunque el gran poder de las distribuidoras
está ahí. Y como ahora tendrán más complicado imponerlo, puede que las nuevas normas
(criticadas
por la CNC) se acaben traduciendo, para
los consumidores, en futuras subidas de precios de los alimentos.
Pero algo había que hacer, porque las marcas blancas y los grandes supermercados están cambiando
nuestros hábitos
de consumo. Con el gancho de comprar más barato, tenemos menos
donde elegir y hay menos innovación en los alimentos (son las marcas de
fabricantes las que lanzan el 80% de los nuevos productos, según un estudio
de ESADE). Además, han desaparecido las tiendas
tradicionales (28% ventas) y han caído incluso los híper (16%), que se han
dejado juntos un tercio del negocio en beneficio de los grandes
supermercados (47% ventas), por el tirón
de las marcas blancas.
Quizás sea ir contra
corriente poner orden en el mercado
alimentario, pero si no apoyamos al campo,
cada vez habrá menos agricultores y
ganaderos dispuestos a producir alimentos (no les compensa y cierran, como han hecho 40.000 de los
60.000 productores
de leche que había hace una década). Hay que ayudarles a que se organicen y monten
cooperativas fuertes, que puedan
negociar con los grandes distribuidores (hoy, las 4.000
cooperativas españolas venden casi lo mismo que las cuatro grandes
cooperativas de Holanda).
Hay que ayudar a la industria
alimentaria española, para que compita con transparencia, innove y
exporte, porque es algo con lo que podemos
competir fuera. Y todo ello, simplificando
y haciendo transparente la distribución,
porque no es de recibo que los alimentos tripliquen y cuadrupliquen su precio del campo al súper, según
demuestra cada mes el Observatorio
de precios.
Precisamente, los precios
altos y la recesión
han dado la puntilla al consumo de alimentos, que ha caído en 2012, según Nielsen,
por primera vez en varias
décadas. Hay que cambiar el modelo,
aprovechando la nueva Ley. Sin reglas claras y precios transparentes
en la alimentación, sufriremos todos, menos los grandes distribuidores. Y con la comida no se juega.
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