Mientras digerimos los
resultados electorales, la vida sigue y con ella los problemas. Sobre la
mesa del futuro Gobierno está la crisis de Abengoa, una de las pocas
“multinacionales” españolas, al borde del concurso de acreedores por una pésima
gestión: crecimiento desmedido a
costa de endeudarse sin freno, esconder su situación real, auditores y
organismos de control que “no ven”, políticos en el Consejo y especuladores que
se forran, mientras los directivos que provocaron esta debacle cobran jugosas
indemnizaciones. Malas prácticas
empresariales que ya hemos visto antes, en Bankia y muchas Cajas, Gescartera, Afinsa y Fórum Filatélico, Eurobank,
Marsans, Pescanova, Gowex, inmobiliarias…, sin que se tomen medidas para
erradicarlas. Y así, cada poco nos salta
una crisis, que pagan los trabajadores, pequeños accionistas y
todos los españoles. Hay que clarificar
y sanear la gestión empresarial,
con menos deuda y más transparencia, con controles eficaces para evitar
“sustos” como Abengoa. Apostar por empresas
que gestionen bien y con decencia.
enrique ortega |
Abengoa presentó pre-concurso de acreedores el 26 de noviembre, al
no conseguir que comprara una parte de la empresa (28%: 350 millones de
liquidez) la vasca Gestamp, que se echó atrás ante la elevada deuda y la
reticencia de los bancos a prestar más. Ahora, Abengoa tiene hasta el 26 de marzo para declararse en concurso de acreedores. Si no se evita, será el mayor
concurso de la historia de España, por delante de grandes crisis como
las inmobiliarias Martinsa Fadesa (7.800 euros de deuda) y Reyal Urbis (3.978
millones), Pescanova (-3.000) o Habitat (-2.840 millones). Aún no se sabe lo que Abengoa debe realmente,
pero ronda los 23.000 millones, de los que
10.000 millones son deuda a bonistas y bancos (el 40% a los 5 grandes bancos
españoles y el resto a bancos extranjeros: HSBC, Credit Agricole, Federal
Financing Bank USA, el sueco EKN y el brasileño BNDES), 4.400 millones a
proveedores y 8.100 millones de deuda ligada a activos. El problema no es sólo que
pueda pagar intereses, es que necesita liquidez inmediata (le prestarán 113 millones este miércoles) para pagar las nóminas de diciembre a sus 28.668 trabajadores (6.871
en España) y otros 350 millones para llegar hasta marzo. Y a medio plazo, avales para no perder concursos millonarios ganados por medio mundo y pendientes de ejecutar.
Abengoa era la típica
“historia de éxito”, una empresa de ingeniería nacida en 1941 en Sevilla, que
dio el salto en los años 80 a las energías renovables, con grandes proyectos de
energía solar y biomasa que la han
convertido en una empresa de referencia mundial, con proyectos en 80 países, entre ellos
Estados Unidos, donde el propio Obama la puso como ejemplo en 2009 en una
alocución radiofónica. ¿Cómo ha podido caer? No es
casualidad ni fruto de la mala suerte, sino el resultado de un conjunto de malas prácticas empresariales que por desgracia se han
repetido en muchas otras crisis en España. Veámoslas.
1ª mala práctica:
crecer
demasiado y muy deprisa, a costa de endeudarse. El esquema es
sencillo: se invierte lo que no se tiene, pidiéndolo prestado, pensando que el
crecimiento del negocio será suficiente para pagar los intereses futuros. Y así
se va creando una burbuja de deuda que un día estalla, cuando los bancos y
acreedores se asustan y ya no prestan más. En el caso de Abengoa, su deuda
exclusivamente bancaria (8.904 millones) duplica su valor
contable (4.000 millones). Un desatino como gestión empresarial.
2ª mala práctica: esconder las cuentas reales. Como Abengoa
cotiza en Bolsa y se presenta a decenas de concursos por el mundo, tiene que dar una imagen de solvencia y fortaleza,
no presentar sus debilidades. Y para ello, creó
una maraña de 900 sociedades, con un laberinto de créditos cruzados entre
filiales, que servían para enmascarar el endeudamiento real, simular garantías
y de paso ahorrarse impuestos. Tal es así que los propios bancos acreedores han
encargado a la consultora KPMG que averigüe la deuda “real” de Abengoa.
3ª mala práctica: auditor que no ve y organismo controlador
que tampoco. Abengoa tiene un auditor, Deloitte
(curiosamente, el mismo que tenía Bankia),
que firmó durante tres años (2012,
2013 y 2014) unas “auditorías limpias”
de Abengoa, a cambio de cobrarle una minuta de 20 millones de euros. No fue hasta el pasado 13 de noviembre cuando incluyó
este párrafo en su informe sobre las cuentas de 2015: “la
existencia de una incertidumbre que puede generar dudas significativas sobre la
capacidad de la sociedad para continuar como empresa en funcionamiento”.
Sin embargo, hacía años que algunos expertos ya habían advertido sobre el peligroso endeudamiento de Abengoa: en 2011 lo
advirtió incluso un consejero de Abengoa, Carlos Sebastián (que fue invitado a
irse) y en 2014 lo advirtieron la agencia
Finch (hablaba de un nivel de deuda
real que duplicaba el oficial) y un
informe de BNP Paribas. Hasta un joven estudiante catalán de 17 años detectó problemas en Abengoa, en 2014, al hacer un trabajo de Bachillerato...
No sólo Deloitte no
vio nada hasta el mes pasado. Tampoco
vio nada extraño la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), el organismo que debe vigilar las cuentas de las empresas cotizadas. Sólo el 25 de noviembre,
cuando Abengoa se hunde en Bolsa al no entrar
Gestamp en su capital, la CNMV suspende su cotización en Bolsa, después de que algunos Fondos de inversión
extranjeros se hubieran “forrado” con la caída de Abengoa.
4ª mala práctica:
presencia de políticos en los Consejos de Abengoa. Quizás nadie viera nada
porque Abengoa era una empresa con muchos “apoyos políticos”. Sus dueños, la familia Benjumea y otro centenar de rancios apellidos sevillanos, se
preocuparon siempre por mantener importantes
contactos políticos, ya desde la época de Felipe González y Guerra (“vamos
a hacer patria andaluza” por el mundo).
Y así han desfilado por su Consejo un rosario de ex-políticos: Carlos de
Borbón dos Sicilias (primo del rey Juan Carlos I), Alberto Aza (ex jefe de la Casa Real) y su hijo, Javier Rupérez
(exdiputado y exsenador UCD y PP), José
Terceiro (ex secretario de la Presidencia con UCD), José Borrell (ex ministro PSOE), Luis Solana (expte Telefónica y ex diputado
PSOE), Rafael Escudero (expte socialista Junta de Andalucía), Ricardo Martínez Rico (ex secretario de Estado de Hacienda con Aznar y ex socio de bufete
del ministro Montoro), Carlos Sebastián (hermano del ex ministro Miguel Sebastián, el gran promotor de
las renovables con ZP) y los extranjeros
Alan García (expresidente de Perú) o Bill Richardson (ex secretario de Energía
USA con Clinton).
5ª mala práctica: directivos con blindajes millonarios.
Los responsables del desaguisado de Abengoa ya no están en la empresa, pero se han ido bien indemnizados. El presidente, Felipe Benjumea, tras 25 años en el cargo, dejó la compañía el 24
de septiembre, forzado por los bancos acreedores. Y se fue con una
indemnización de 11,48 millones de euros “por cese anticipado de contrato”.
Antes, el 25 de mayo, se había ido, “por motivos personales”, el
consejero-delegado, Manuel Sánchez
Ortega, quien cobró 4,48 millones de indemnización y con el cobro pendiente
de otros 3,3 millones “si la empresa cumple objetivos”…
6ª mala práctica: los que se forran con la caída de Abengoa.
Como los que saben estaban al tanto desde hace un año de la verdadera situación
de Abengoa, se han aprovechado de ello
para especular. ¿Cómo? Tomando posiciones bajistas, apostando a que Abengoa iba a caer. Se trata de tomar prestados títulos a algunos
grandes accionistas (que cobran por ello), títulos que venden en el mercado a
cambio de un pacto para recomprarlos más adelante (cuando bajen) y devolverlos.
El truco es comprar a 10 y recomprar
cuando bajen a 8 para ganar 2 euros aprovechando la caída. Así estaban en
agosto un 8,5% de las acciones de Abengoa. Y con la caída, muchos fondos han hecho
un gran negocio. El que más, Black Rock (USA), la
mayor gestora de fondos de inversión del mundo. Curiosamente, empezó a comprar a crédito Abengoa en
agosto, un mes después de que fichara a Manuel Sánchez Ortega, el ex consejero delegado de Abengoa que había
dimitido en mayo. Casualidad…(ahora lo investiga la Audiencia Nacional, por "información privilegiada").
Como puede verse, hay un rosario de malas prácticas detrás de
la caída de Abengoa. Una caída que ha hecho perder a los accionistas (hay unos 50.000 pequeños) un 90% de su inversión, ya que la empresa ha
pasado de valer en Bolsa 4.000 millones
a 400. De hecho, un grupo de 250 pequeños accionistas prepara una demanda civil contra la empresa y su
Consejo, mientras hay dos querellas de accionistas
presentadas en la Audiencia Nacional por “administración
desleal, uso de información privilegiada y falseamiento de documentos”.
De momento, la Fiscalía de la Audiencia Nacional ve indicios de delito en la indemnización que cobraron los dos máximos directivos, Felipe Benjumea y Manuel Sánchez Ortega, y les ha exigido 16 millones de fianza.
Pero más que los accionistas, esta crisis la van a pagar los 28.668 trabajadores de Abengoa (6.871 en España), porque ya se preparan ventas (por 3.000 millones) y despidos: se habla de unos 4.000, 2.000 en Brasil y otros 500 en España. Y al final, igual nos toca a todos pagar algo de los platos rotos de Abengoa. De entrada, hay casi 1.000 millones de dinero público en juego: 450 millones de créditos y avales de las entidades públicas ICO, CESCE y Cofides y otros 582 millones prestados por Bankia (63% propiedad del Estado). Y ahora falta saber cuánto más acabará costándonos la salvación de Abengoa, en forma de más créditos (el ICO va a poner 20 millones más), ayudas fiscales o laborales.
Pero más que los accionistas, esta crisis la van a pagar los 28.668 trabajadores de Abengoa (6.871 en España), porque ya se preparan ventas (por 3.000 millones) y despidos: se habla de unos 4.000, 2.000 en Brasil y otros 500 en España. Y al final, igual nos toca a todos pagar algo de los platos rotos de Abengoa. De entrada, hay casi 1.000 millones de dinero público en juego: 450 millones de créditos y avales de las entidades públicas ICO, CESCE y Cofides y otros 582 millones prestados por Bankia (63% propiedad del Estado). Y ahora falta saber cuánto más acabará costándonos la salvación de Abengoa, en forma de más créditos (el ICO va a poner 20 millones más), ayudas fiscales o laborales.
Abengoa es una
multinacional española muy conocida en el mundo, con deuda, proyectos y empleados en muchos países, y salvarla debería ser una prioridad del futuro Gobierno.
Pero no a cualquier precio. Debería
forzarse un acuerdo con la banca y los acreedores, los que han ganado estas
décadas cobrando intereses, para que recapitalicen y salven a corto plazo
Abengoa. Y luego, poner en marcha un Plan de futuro realista, buscando socios estables. La banca (que prefiere el concurso) ya ha dicho que no quiere entrar en el capital de la empresa (el Santander o la Caixa han entrado en el grupo Prisa- El País/la SER- pero no quieren entrar en una
multinacional de energías renovables) y tampoco hay inversores españoles interesados (parece que a nuestros “ricos” sólo
les interesa el ladrillo y las SICAV). Así que todo apunta a que si alguien salva a Abengoa será un inversor extranjero, otra vez más. O
se liquidará.
La historia de Abengoa y sus malas prácticas es la historia de muchas empresas españolas,
fuertemente endeudadas en los años del
boom y asfixiadas por el pago de intereses. Hay que saber que las 35 empresas
del IBEX tienen 200.000 millones de deuda, la mitad de su valor en Bolsa. Y que hay todavía 5 empresas que deben más de lo que valen: Sacyr (351% deuda/capitalización),
FCC (341%), OHL (304%), Arcelor (197%) y Acciona (119%). No en vano, la deuda total de las empresas españolas ronda el billón de euros, una grave
hipoteca para la recuperación de España, según ha reiterado el FMI: 1 de cada 4 empresas
españolas necesitan el beneficio de 10 años para devolver su deuda, mientras en
el resto de Europa sólo necesitan 5 años (están menos endeudadas). Y algo
tremendo: el 25% de las empresas españolas necesitan el 60% de sus márgenes
para pagar intereses. Claro, así, con esta losa de la deuda, no pueden pensar en
invertir o contratar más.
Pero hay otras malas prácticas de Abengoa que son también muy habituales: esconder la
situación real de las empresas (lo llaman “ingeniería financiera”), auditores que no ven (caso de Bankia, Pescanova, Gowex y tantos otros), organismos
de control que no vigilan (no hay una sola crisis empresarial o
bancaria detectada a tiempo por la CNMV, el Banco de España o el Gobierno), políticos en Consejos de Administración
(hasta 50 exministros, altos cargos y políticos han llegado a estar sentados en
empresas del IBEX), blindajes e indemnizaciones escandalosas de directivos que han
hundido bancos y empresas (desde Bankia y varias Cajas a FCC, Indra y tantos
otros: hay 924 directivos de empresas del
IBEX con contratos blindados) y especuladores
bursátiles que se forran con las crisis. Y en todos los casos, siempre pagan los mismos: los trabajadores,
los pequeños accionistas y el Estado (todos nosotros), que tiene que
“nacionalizar” o ayudar a empresas en crisis.
Es hora de cambiar, de aprovechar la crisis de Abengoa para perfilar un nuevo modelo empresarial, con menos endeudamiento (urge
ayudar a renegociar la deuda más agobiante para muchas empresas) y más
transparencia en la gestión, obligando a unas auditorías más reales y a
un control externo más efectivo de las cuentas, a la vez que se erradican
prácticas injustificadas (políticos en Consejos) e inmorales (blindajes a
directivos). Es hora de fijar normas más
estrictas sobre la gestión empresarial, para evitar que cada poco salten
crisis y escándalos que ponen en peligro empresas y empleos. Un capitalismo ético.
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