La Unión Europea está muy preocupada por el Brexit, pero quien le quita el sueño es China. No es para menos: los productos chinos invaden Europa y el déficit comercial se ha triplicado, mientras en España supone el 61% de nuestro “agujero” exterior. Y se multiplican las inversiones chinas en Europa, comprando empresas con ayudas del Gobierno chino. Mientras, a los europeos les ponen trabas para vender a invertir en China. Por ello, este martes 9 de abril se ha celebrado una Cumbre UE-China, donde los gobernantes europeos han dicho “basta”: quieren una relación económica y comercial más equilibrada, sin competencia desleal. Y han aprobado medidas para vetar inversiones chinas en sectores estratégicos, como las redes 5-G (Huawei). Bruselas busca imponer la unidad entre los 28, porque Italia y algunos paises del Este van por libre con China, facilitando su penetración en Europa. El problema de fondo: Europa es un gigante comercial pero “un enano empresarial” y las grandes multinacionales son de USA o China. Algo que sólo se arregla con más unión europea.
enrique ortega |
China es “el
país revelación” del siglo XXI. Si en
2000 era la 6ª economía del
mundo (tras EEUU, Japón, Alemania, Reino Unido y Francia), en 2007 era ya la tercera,
en 2010 superaba a Japón y en 2018
se consolidó como 2ª economía mundial,
acercándose a EEUU (13,04 billones de dólares de PIB en China frente a 20,51
billones en USA), según los datos del Banco Mundial. Y todo apunta a que, en 2032, China será la mayor economía del mundo, según la consultora CEBR, superando a EEUU, como también India en 2037. El
gran objetivo del ambicioso presidente
Xi Jinping es que en 2049, cuando
se cumpla el centenario de la gran Revolución de Mao Tse Tung, China
vuelva a ser “el gran Imperio del mundo”, como lo fue entre los siglos I y XIX de nuestra era, cuando el imperio chino suponía un tercio del PIB
mundial (el 32% en 1820), según se ve en
este gráfico histórico publicado por The Economist,
que revela cómo China e India suponían
la mitad del PIB mundial hasta la Revolución Industrial y que Europa
era “insignificante” hasta finales del siglo XIX.
El “gran salto adelante” de China, promovido por las reformas
económicas de Deng Xiaoping (entre 1990 y 2003) se ha impulsado en dos motores: las exportaciones (China se
convirtió en “la gran fábrica del mundo”) y las inversiones por todo el mundo (desde Latinoamérica y África a
Europa), impulsadas por un enorme ahorro forzado por el
Gobierno, que hace que China sea “el banquero del mundo“ y el mayor comprador de la deuda pública de EEUU (tiene el 18%) y de medio mundo (China tiene el 20% de toda la deuda pública española), que tiene un tremendo déficit comercial y
muchas deudas con China. El primero en hacer
frente a este imparable gigante chino fue Trump, hace un año, pero con una
estrategia alocada y poco eficiente (como es él), que ha provocado un auge del
proteccionismo y una debacle del comercio mundial que hacen temer otra recesión. Y ahora, Europa
toma conciencia del “problema chino”, una preocupación escenificada en una Cumbre de Merkel y Macron con Xi Jinping en París (26 marzo 2019) y la Cumbre UE-China de este 9 de abril.
Europa está muy
preocupada con los avances de China
y no es para menos. En 2018, China es el
primer país vendedor de Europa (de allí vienen el 20% de las importaciones europeas), muy por delante de EEUU (13%
de las importaciones UE) y Rusia (8%). Y China
es el 2º país comprador de Europa (compran el 15,4% de las exportaciones
europeas), por detrás de EEUU (destino del 17,1% exportaciones UE), según los últimos datos de Eurostat. Una relación
comercial con China muy desequilibrada:
Europa les vende por valor de 209.906 millones de euros y les compra por
394.697 millones, lo que supone que tenemos
un déficit comercial con China de -184.791 millones (2018).Y lo peor es que
ese déficit ha crecido exponencialmente: si
en 2002 era sólo de -55.317 millones,
en 2005 saltó a -109.258, en 2008 a -170.723 y en 2018 a los -184.791 millones
de euros. O sea, que el “agujero comercial” de Europa con China se ha triplicado con creces (x 3,3).
Toda Europa tiene
déficit comercial con China, salvo 4
paises europeos que tienen superávit (venden a los
chinos más de lo que les compran): Alemania
(+18.247 millones de euros en 2018), Bélgica
(5.667), Finlandia (+1.447 millones) e Irlanda (1.012 millones), según
Eurostat. Del resto, los paises que sufren el mayor
desequilibrio comercial con China son Holanda (-74.156 millones de euros, el 40% del “agujero comercial
europeo), Reino Unido (-29.954
millones, el 16,2% del déficit total), España
(-20.632 millones de déficit en 2018, según Comercio),
Italia (-17.611 millones), Portugal
(-15.856 millones), República Checa
(-10.987 millones) y Francia (-8.524
millones de déficit comercial), según Eurostat (2018).
En el caso de España,
nuestras compras a China se han multiplicado por 15 en este siglo (de 1.756 millones
importados en 1995 a 26.908 millones importados en 2018), mientras las
exportaciones a China han crecido sólo
9,2 veces (de 679 millones exportados en 1995 a 6.276 millones exportados
en 2018), con 15.000 empresas españolas que exportan a China (el 10% de
nuestros exportadores), según el Instituto Elcano. Con estos intercambios, el déficit comercial de España con China se
ha multiplicado por 20, pasando de -1.077 millones en 1995 a -18.300 en
2008 y -26.908 millones en 2018, según Comercio. Lo que más exporta España a China son alimentos (aceite, carne de
cerdo y vino), materiales de automoción, aparatos mecánicos y minerales. Y
compramos a China ropa y bienes de consumo, electrónica e informática,
productos industriales y químicos, según el ICEX.
La otra preocupación
de Europa es la avalancha de inversiones chinas en el continente. China se ha convertido en el
mayor inversor mundial (en 2016 invirtieron en 7.961 empresas de 164
paises) y una cuarta parte de esas
inversiones chinas van a Europa. En 2018, la inversión china en Europa rondó los 70.000 millones de euros, según la firma Baker Mackenzie, destacando las inversiones hechas en Reino Unido,
Suecia, Alemania, Luxemburgo, Francia y España, el 6º destino europeo de las
inversiones chinas (1.020 millones
de euros en 2018). La inversión de China en Europa ha
dado un tremendo salto en la última década, multiplicándose por 100
(de 707 millones de euros en 2008 a 70.000 en 2018) y acumulando ya los 181.000
millones de euros invertidos entre 2000 y 2018.
Esas inversiones chinas en Europa se
dirigen sobre todo a empresas tecnológicas (31,3%), industria y automóvil (24,7%),
servicios (16,2%) y otros, como infraestructuras transporte y sector inmobiliario, destacando
por paises Reino Unido (42.200
millones de euros chinos invertidos entre 2000 y 2017), Alemania (20.600), Italia (17.300), Francia (12.400), Holanda
(9.000), Finlandia (7.100), Portugal (6.000) y España (3.400 millones). Entre
las empresas europeas que han caído en las redes chinas, recordemos Volvo (Suecia), Pirelli
(Italia), TAP y EDP (Portugal), Lumileds (Holanda), Peugeot (Francia), Kious
(Alemania), Pizza Express (RU), Syngenta (Suiza) o la reciente Supercell Oy (empresa
de videojuegos finlandesa). En España, las mayores inversiones chinas han comprado Urbaser (servicios y medio
ambiente), instalaciones en los puertos de Valencia, Bilbao y Barcelona, Madrileña
de Gas (energía), Grupo Miquel (alimentación), Marqués de Atrio (bebidas), NH Hoteles (vendida), Osborne (vendida), Eptisa (ingeniería), Clínica Baviera (salud), Iberwind (energía) y los Clubes de fútbol Atlético de Madrid
(grupo Wanda), Valencia (Peter Lim), Espanyol (Rastar Group), Granada (grupo
Desport) y Lorca (Xu Genbao).
Tras una década de creciente invasión china en Europa, los
dirigentes comunitarios empiezan a tomar conciencia de que hay un problema y deben “frenar a China”, que la Unión
Europea tiene que defenderse. Básicamente, porque el éxito chino es
consecuencia de una política comercial proteccionista (ayuda a los exportadores chinos y problemas a
los europeos que quieren vender en China) y las inversiones chinas crecen al amparo de empresas públicas (el
60% de las que vienen) y privadas que
compiten “dopadas”, gracias a
ayudas y créditos sin interés y sin límite del Gobierno chino. Vamos, que el
gigante chino hace competencia desleal a los europeos, que pierden así
crecimiento y empleo en beneficio de China.
“El tiempo de la ingenuidad se ha acabado”, ha dicho recientemente el presidente francés Macron, abanderado de la cruzada
contra China. Y aunque tanto Francia como Alemania han vetado algunas inversiones chinas, quieren que la UE, como un
bloque, adopte una política común frente a China, a la que definen
ahora como “un rival sistémico”. Y
para perfilar esta nueva política frente a China, la Comisión Europea aprobó el 12 de marzo este Documento
donde se proponen 10 acciones concretas
para afrontar la invasión comercial e inversora de China. Un Plan que fue
aprobado en la Cumbre europea del 21-22 de marzo de 2019, junto a la postura sobre el Brexit. Y luego fue expuesto a China en la mini Cumbre de París, el 26 de marzo, entre Macron, Merkel, Juncker (CE) y Xi Jinping.
Y ha sido el documento sobre el que ha girado la Cumbre UE-China, celebrada este martes 9 de abril en Bruselas.
La nueva estrategia de la Unión Europea ante China tiene 2 objetivos. Uno, presentar un
frente común y único ante China, que tiene acuerdos e inversiones
bilaterales con Italia (el gobierno populista firmó el 22 de marzo un acuerdo comercial y 29 acuerdos de colaboración con
China, en el terreno comercial, bancario o turístico), Portugal y Grecia, 5
paises de los Balcanes y 11 paises del Este europeo (sobre todo con Hungría y
Polonia), el Foro 16+1, un "caballo de Troya" chino para penetrar en Europa país a país y dividir así la
“resistencia europea”. El otro objetivo es “equilibrar” las relaciones comerciales y vigilar las inversiones chinas, para
que no penetren en sectores estratégicos o sensibles, sobre todo en las futuras redes 5G, donde EEUU tampoco quiere a Huawei, porque temen que su tecnología “abra una puerta trasera” a China en las
comunicaciones estratégicas europeas.
Esta nueva estrategia
UE frente a China propone a los paises europeos actuar en 4 frentes. El primero, buscar unas relaciones comerciales e
inversiones “más equilibradas y
más recíprocas”, acabando con la competencia desleal de China.
La Comisión explica que el Gobierno chino ha ido creando grandes
empresas (los llamados “campeones
nacionales”), multinacionales estatales
y privadas que compiten gracias a las infinitas subvenciones que reciben y
a un crédito público y privado inagotable y barato. Y así consiguen ganar terreno en Europa, vendiendo e invirtiendo,
mientras, en paralelo, China cierra sus
mercados y discrimina a los productos e
inversiones europeas. La segunda queja es que Europa tiene el mercado de contratación pública mayor
del mundo (2 billones de euros anuales que compran los Estados y sus
Administraciones públicas) y el más
abierto, que aprovechan para vender las “dopadas” empresas chinas, mientras
en China, las empresas europeas más
competitivas tienen bastante cerrada la
entrada para competir en contratos públicos chinos de transportes,
telecomunicaciones, electricidad, construcción y equipos médicos.
En ambos casos, la nueva estrategia europea defiende igualdad de trato: si los chinos quieren vender o invertir en Europa, sus empresas no
pueden tener ayudas o créditos públicos, prohibidos a las empresas europeas. Y
si no me dejan exportar o invertir en determinados sectores en China, tampoco
podrás hacerlo aquí. Además, Europa no
quiere que la inversión extranjera (ni China ni USA ni rusa) entre en sectores estratégicos, porque
puede poner en riesgo la seguridad de la UE. Y por eso, la Comisión y el
Parlamento europeo han aprobado, el 20 de febrero de 2019, un Reglamento que regula las inversiones extranjeras directas en Europa, una normativa que tienen que aprobar los
paises y que entrará en vigor plenamente en noviembre de 2020. Con ella, se mirarán con lupa y se vetarán si hace
falta las inversiones extranjeras en sectores estratégicos, empresas
tecnológicas, infraestructuras y equipos críticos (como las redes 5G), con especial vigilancia y
sanciones frente a los “ciberataques”.
Tras estos dos frentes, comercial e inversor, la Unión
Europea, hace otras dos advertencias a China, una política y otra militar. El frente político del documento de la
Comisión insta a China a colaborar en la
política internacional, con la defensa de los derechos humanos (“la situación de los derechos humanos en
China se está deteriorando”, dice textualmente), una lucha más eficaz
contra el cambio climático (China ayuda a construir centrales de carbón en varios paises) y profundizar en los objetivos de paz y seguridad en
el mundo (la UE les critica sus peligrosas reivindicaciones en el mar del sur de China, donde desoyen el
laudo de la ONU). Y en el frente militar,
Europa muestra su preocupación por el militarismo de China (ha
disparado sus inversiones en Defensa) y “su ambición por tener en 2050 las Fuerzas Armadas tecnológicamente más avanzadas del
mundo”, lo que, según la Comisión “plantea problemas de seguridad
para la UE”…
Hasta aquí, “el toque” de Europa a China, firme, aunque tardío. Ahora habrá que
ver si se queda sólo en palabras o si la UE denuncia a China ante la
Organización Mundial del Comercio (OMC), por “competencia desleal”. Mientras,
China, enfrentada a Trump, quiere “suavizar”
su encontronazo con Europa, prometiendo que “van a ser buenos” y van a liberalizar sus mercados a las ventas e
inversiones europeas. De hecho, antes de esta Cumbre, China ha tratado de “calmar a Europa” aprobando una nueva Ley de inversiones extranjeras
más flexible (e insuficiente, según los expertos occidentales), que entrará en
vigor el 1 de enero de 2020. Pero es sólo una
justificación, un “señuelo”, mientras intenta mejorar su posición inversora y
comercial en la Europa del Este y del sur, con apoyo de Italia. Y mientras gana
tiempo, el capitalismo de Estado chino sigue creciendo (menos, pero un 6,6%, 6 veces lo que la zona euro) y ganando peso
en el mundo, a golpe de inversiones, créditos y ventas, con el horizonte de volver
a ser el Gran imperio del mundo para 2049.
China tiene que
seguir creciendo, sin que ni Europa ni Trump le paren, porque la
estrategia del Partido Comunista Chino, que rige el país y la economía
(los principales empresarios públicos y privados están afiliados) es un
“contrato social” en que ofrecen a los 1.400 millones de chinos vivir
mejor (su renta per cápita se ha triplicado desde 2008) a cambio de no tener
libertades y de pertenecer al país más poderoso del mundo, como explica el
profesor Julio Aramberri en su reciente libro “La China de Xi Jinping”, un
extraordinario análisis donde sostiene que el
desarrollo chino no traerá la democracia y sí un nacionalismo militarista,
peligroso para el mundo. China está empeñada en reforzar su creciente poderío económico con una mayor influencia internacional, asentada a golpe de invertir en medio mundo, endeudar y hacer dependientes a los paises en desarrollo y asegurarse una mayor presencia estratégica a través de la nueva Ruta de la Seda, cuatro nuevas vías terrestres y marítimas de llegar a Europa a través de Asia, Oriente Medio y África. Así que está
bien que Europa “se ponga las pilas”.
Pero no basta con el cierre de filas frente a
China. Europa tiene que tomar conciencia de que el mundo está cambiando
y que la Unión Europea es un gigante económico
y comercial pero “un enano empresarial”: entre las 40 mayores empresas del mundo,
sólo 5 son europeas (Shell, BP, Volkswagen, Daimler y Total).
Y entre las 10 mayores multinacionales, 7 son tecnológicas: 5 son de EEUU y 2 de China, ninguna de Europa. Aquí está el
fondo del problema: Europa no puede defender su futuro sin grandes empresas que
puedan competir con las chinas y norteamericanas (luego con las indias). Y para
ello, hay que lanzar ya una estrategia para crear “campeones europeos”,
grandes empresas europeas fruto de la fusión de menores empresas alemanas,
francesas, británicas, italianas o españolas. Eso exige tiempo, ayudas y financiación, además de leyes, cuestiones
todavía pendientes y que figuran como un reto clave del futuro Gobierno europeo que salga del 28-M.
En definitiva, que sabemos poco de China, Europa se ha descuidado y ahora los
chinos han penetrado a tope en lo que compramos y en nuestras empresas, en perjuicio de los empleos europeos.
Pero no se les puede frenar con normas y denuncias, hay que pararlos
con una economía europea más competitiva. Y eso pasa por integrarnos
más los europeos, en avanzar en los
Estados Unidos de Europa. Unirnos
más, no dividirnos.
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