Unos 10 millones de niños y jóvenes no acuden a clase por el coronavirus y todo apunta a que no volverán a las aulas hasta mayo, lo que complica su evaluación. Entre tanto, los rectores de las Universidades españolas están perfilando cómo debe ser la Universidad de 2030, para que no sea una “fábrica de parados” y garantice a los jóvenes un trabajo digno, dado que un tercio de universitarios están “subempleados”. Los rectores reconocen que hay un exceso de titulaciones y que deben “repensar” los estudios, porque las empresas se quejan de que no encuentran los profesionales que necesitan. Además, plantean desviar más jóvenes a carreras técnicas, porque ahora se concentran en los estudios con menos salidas. Y ligar la formación universitaria y profesional, con la FP dual. Pero sobre todo, piden más becas y más financiación pública, un 14,5% inferior a la europea. Mientras, el Gobierno retrasa hasta 2021 la nueva Ley Universitaria y prioriza mejorar las becas, abaratar las matrículas, mejorar los contratos de profesores y atajar el abandono universitario. Pero mejorar la Universidad cuesta dinero y nadie dice de dónde saldrá. Hay que hacerlo si queremos mejores universitarios y más empleo.
enrique ortega |
España es un país con muchos jóvenes universitarios, más que la mayoría de Europa: un 44,3% de los jóvenes españoles (25-34 años) son universitarios, igual que la media de la OCDE (36 paises desarrollados) pero más que la media europea (42,9% en la UE-23) y que Italia (27,8% jóvenes son universitarios), Alemania (32,5%), Portugal (35%) o Finlandia (41,5%), superándonos sólo Reino Unido (50,85% jóvenes son universitarios) y Francia (46,85%), según los datos del “Panorama de la Educación 2019” (OCDE). Y en este curso 2019-2020 hay 1,6 millones de jóvenes estudiando en 82 Universidades (50 públicas y 32 privadas), cursando un Grado universitario (casi 1,3 millones), un Máster (220.000 alumnos) o un Doctorado (otros 90.000 universitarios), en su mayoría mujeres (el 55%) y españoles (sólo el 0,9% de los estudiantes de Grado son extranjeros, frente al 6,5% en Europa).
Lo primero que choca es que el número de estudiantes universitarios haya crecido con la crisis (+5% entre 2008 y 2017, según las estadísticas de la CRUE), a pesar de que hay menos jóvenes en edad de ir a la Universidad, un 22% menos que en 2008 (por la caída de la natalidad en los años 90). El “milagro” está en la estrategia de las Universidades, que ante los drásticos recortes del Estado y las autonomías, han visto la urgencia de “atraer alumnos” como fuera, multiplicando la oferta de títulos y Máster (sobre todo las Universidades privadas: 23 nuevas desde 1998), que han sido una extraordinaria fuente de ingresos a partir del tremendo aumento de tasas (+30% hasta 2018), autorizado en 2012 por el Gobierno Rajoy. En definitiva, al caer la financiación pública, las Universidades han necesitado captar más alumnos cada año para sobrevivir, “pedalear más para no caerse”. A costa de un exceso de alumnos y una “inflación de títulos”, en Grados (se ha pasado de 1.275 en 2008 a casi 3.000 títulos este curso) y sobre todo en Másteres (de 1.736 a más de 3.600), un “exceso de oferta”, que ha devaluado la enseñanza universitaria.
Los rectores niegan esta estrategia, al señalar en su reciente informe “La Universidad española en cifras” que “no hay un exceso de universitarios ni de Universidades”. Pero los datos indican que el porcentaje de jóvenes (19-24 años) matriculados en la Universidad es mayor en España (31,6% en el curso 2017-2018) que en la media de la OCDE (29,1%) y que en Reino Unido (25,3%), Alemania (26,6%) y Francia (26,8%). Y reconocen que se han aumentado un 20% las titulaciones desde 2008, más que los universitarios (+5%). En cuanto al número de Universidades, España tiene 1 Universidad por cada 718.462 habitantes, menos que Francia (1 por 562.185 habitantes), Reino Unido, EEUU, Canadá, Japón o Corea del Sur y más que Alemania (1 Universidad por 998.795 habitantes) e Italia.
Los rectores también destacan que la Universidad española es eficiente y su rendimiento equiparable e incluso mejor que la Universidad de la mayoría de paises. Por un lado, la tasa de abandono de los estudios en el primer año (18,7%) es similar a otros paises, salvo Reino Unido, Canadá y Suecia, los tres paises con las Universidades más eficientes. Y por otro, la tasa de finalización de los estudios en el tiempo teórico es en España del 49% de los alumnos, mejor que en Finlandia (43%), Suecia (42%), Francia (41%) o USA (38%), y sólo peor que 5 de los 23 paises analizados por la CRUE: Reino Unido (71% universitarios finalizan en plazo sus carreras), Irlanda (63%), Israel, Japón y Corea.
Además, los rectores quieren “quitar hierro” al hecho de que España no tenga ninguna Universidad en el top 100 del ranking de Shanghái 2019 de las mejores Universidades del mundo. De hecho, la mejor situada, la Universidad de Barcelona, figura en el puesto “151 al 200” y hay otras 12 Universidades españolas entre las 500 mejores. Los expertos consideran que este ranking valora sobre todo las Universidades más antiguas y más grandes, con premios Nobel y fuertes presupuestos, lo que penaliza a las españolas. Pero si se comparan en aéreas concretas de conocimiento, España tiene 10 Universidades entre las 50 mejores (y 17 entre el top 200) del ranking QS, que valora la reputación académica y empleabilidad.
Eso sí, España tiene una gran diferencia con otros paises: aquí, los universitarios estudian pocas carreras técnicas, las titulaciones STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas), que son las que consiguen más empleo. España es el país europeo grande donde menos alumnos se matriculan en titulaciones STEM: un 23,4%, frente al 28,1% en la UE-23, el 25,5% en Italia y Francia, el 30,5% en Reino Unido y el 37,5% de alumnos matriculados en Alemania, según los datos de los rectores (CRUE). Y además, las matrículas en estas carreras técnicas han caído un -6,1% entre 2013 y 2017, sobre todo en ingenierías (-15,7%, que llega al -60% en ingeniería civil) y telecos (-2,9%), aunque han crecido las matrículas (todavía bajas) en matemáticas (+17,1%), Informática (+8,6%) y Ciencias (+6,1%).
Y otra importante diferencia, como revelan las estadísticas del CRUE, es el mayor coste de las Universidades españolas: somos el 11º país (de 23 estudiados) con las tasas universitarias más altas. De los grandes, sólo se paga más por la Universidad en Reino Unido y en Italia, mientras no se paga casi nada en Francia y es gratuita en muchos paises europeos, entre ellos Alemania, Dinamarca, Suecia o Finlandia. En España, el 73% de los universitarios pagan tasas, un precio medio de 1.050 euros por año en Grado pero con una gran diferencia entre titulaciones y autonomías: se pagan unos 2.000 euros por Grado en Cataluña, 2,8 veces el coste de estudiar en Galicia (700 euros). Y además, el sistema de becas es muy insuficiente (2.000 euros anuales de media, según la CRUE), porque se han recortado en la última década y dejaron fuera a 45.000 universitarios, al exigirles una nota media de 6,5 puntos (desde 2018 son 5,5 puntos), lo que preocupa extraordinariamente a los rectores, porque, junto a las tasas, lleva a un sistema universitario “excluyente”.
Con todo, el mayor problema de la Universidad española es, para muchos, que es “una fábrica de parados”, algo que rechazan explícitamente los rectores, aportando los datos de que los universitarios españoles tienen menos paro y más empleo que el resto de españoles. Y es verdad. Pero los datos también reflejan otros 2 hechos incontestables. Uno, que los universitarios españoles tienen el 2º nivel más alto de paro entre los universitarios europeos: el 8,4% de paro frente al 3,9% de media en la UE-23 y en la OCDE, sólo mejor que Grecia (14%) y muy lejos del 2% del paro universitario en Alemania. Y el otro dato, que la tasa de empleo de los universitarios españoles en la tercera más baja de Europa: trabajan el 81,6% de los titulados, frente al 86,1% en la UE-23, el 90% empleados en Suecia o Paises Bajos, el 89,5% en Alemania o el 85% en Francia, sólo menos que en Grecia (74,5%) e Italia (81%), según los propios datos de los rectores. Eso sí, de los 2.016.000 empleos creados en España entre 2015 y 2019, el 56% han sido para titulados universitarios.
Otro dato importante es que los universitarios ganan más que el resto de españoles, según confirman las estadísticas de la CRUE: un adulto con título de Grado gana un 52% más que una persona con Bachiller (en la OCDE ganan un 44% más) y un empleado con un Máster gana un 85% más (en la OCDE ganan +91%). Además, la brecha salarial por género es menor entre los universitarios españoles: las mujeres ganan un 18% menos (-21,9% entre todos los ocupados). Y es inferior a la brecha universitaria en Europa (-24% de media) que oscila entre el -30% en Italia, el -29% en Francia y el -26% en Alemania, según la OCDE.
Para los rectores, el problema más grave de la Universidad española es su escasa financiación, tanto pública como privada. En conjunto, España destina el 1,3% de su riqueza (PIB) a financiar la Universidad, frente al 1,5% de media en la OCDE (y el 2% en EEUU). Y si miramos sólo la financiación pública, España destina el 0,83% del PIB, frente al 0,97% en la OCDE y el 0,98% del PIB en la UE-23. Eso significa que la Universidad española recibe un 14,5% menos de financiación pública que las Universidades extranjeras. Traducido, significa que le faltan 2.400 millones de euros al año (1.600 públicos). Y no es sólo que se financie peor que en otros paises, es que además, el esfuerzo público (% sobre PIB) para financiar la Universidad es hoy menor que hace 22 años, según los rectores.
Y además, esta financiación pública por universitario está muy mal repartida por autonomías: hay Gobiernos autonómicos que aportan mucho más que la media (6.210 euros por universitario), como la Rioja (9.000 euros), País Vasco (8.500), Cantabria (8.000), Galicia (7.800) y Navarra o la Comunidad Valenciana (7.500 euros), y otras que financian mucho menos, como Madrid (5.000 euros por universitario, Baleares (5.100), Extremadura (5.200), Murcia (5.500) o Andalucía y Castilla la Mancha (aportan 5.900 euros por alumno). Así que depende de la región, unas Universidades están peor financiadas que otras.
Pero todas las Universidades han perdido recursos, dado que el gasto por alumno universitario ha caído de 8.595 euros en 2008 a 8.063 euros en 2017, según la CRUE. El mayor recorte en la financiación lo ha hecho el Estado (de aportar el 11% del gasto en 2008 a aportar un 5,6%, 451,90 euros por universitario en 2017), seguido de las autonomías (aportaban el 80% del gasto y ahora financian el 77%, 6.210 euros por alumno en 2017), mientras los alumnos ahora pagan más: si financiaban el 9% en 2008, en 2017 aportan ya el 17,4% del gasto total, 1.400 euros de media por alumno.
Estos recortes y la menor financiación frente a Europa han obligado a las Universidades a hacer múltiples ajustes, que han deteriorado la calidad de la enseñanza, máximo si ahora ofrecen un 20% más de títulos. Por un lado, entre 2008 y 2017 se perdieron 8.288 puestos de personal docente e investigador, que fueron suplidos con personal contratado en condiciones muy precarias, lo que ha permitido mantener la plantilla total (98.362 empleados en 2017) pero con mucha más inestabilidad laboral y docente. Además, no se ha podido invertir apenas en infraestructura y equipamiento, con un enorme deterioro físico de la Universidad. Y se ha sufrido en primera línea el ajuste en Ciencia, donde, tras un recorte del 22% en I+D+i (2009-2018), España invierte la mitad que Europa.
En consecuencia, lo primero que piden los rectores para perfilar la Universidad de 2030 son más recursos, sobre todo públicos pero también privados. Y, en contrapartida, ofrecen realizar un reajuste en las titulaciones y en los contenidos de la enseñanza universitaria. Reconocen que hay un exceso de oferta de títulos y Máster y que además, “no se corresponde con lo que piden las empresas”. Es hora de que la Universidad española abra sus estudios a los que necesitan las empresas, que se quejan de que los universitarios que les llegan (salen 114.000 nuevos licenciados cada año) no tienen la preparación que necesitan. No es que estén mal formados, sino que “les faltan habilidades cognitivas, motivacionales, sociales e instrumentales”, según lo que trasladan a los rectores. Y por eso, resulta clave una enseñanza universitaria “más práctica”, además de abrir “pasarelas” entre la enseñanza universitaria y la formación profesional, con proyectos de FP dual para universitarios, como las 14 nuevas titulaciones que van a ofrecer las 3 Universidades vascas.
La reconversión universitaria también tiene que llegar a los alumnos, que no pueden seguir matriculándose de carreras sin salida laboral y huir de las titulaciones STEM. Todos los alumnos de Bachillerato que dudan sobre qué estudiar deberían conocer este estudio de Ivie y la Fundación BBVA, que analiza cómo les ha ido 4 años después a los universitarios que acabaron en 2014. Demuestra que los titulados de las ciencias de la salud y las ingenierías han encontrado más trabajo, más estable y mejor pagado que los estudiantes de humanidades y ciencias sociales. Dos ejemplos extremos: medicina (92,1% trabajando, 99,7% como licenciados, con base cotización 34.290 euros) y turismo (65,5% trabajan, sólo el 14% como licenciados y con 19.861 euros de base imponible). Y lo mismo, para bien, los que han estudiado óptica, farmacia, ingenierías y matemáticas. Y para mal, los que estudiaron comunicación, arte y Bellas artes, comercio, relaciones laborales, geografía, arqueología, diseño, publicidad o sociología. Habría que ponerlo en el tablón de Secretaría…
Mientras la Universidad se “autoanaliza”, el nuevo ministro de Universidades declaró en el Congreso que no lanzará el debate sobre una nueva Ley de Universidades hasta 2021, con lo que no entraría en vigor hasta el curso 2022-2023 como pronto (la actual es de 2001 y reformada parcialmente en 2007). Antes, el Gobierno tiene otras prioridades: reformar la política de becas (más recursos, mayores importes y que lleguen a más familias, subiendo el ingreso familiar: frente a los 13.909 actuales, los rectores proponen 18.629 euros), aprobar un nuevo Estatuto del personal docente (para acabar con los falsos asociados y reducir la enorme precariedad de un tercio de las plantillas), un Plan para atajar el abandono universitario y, sobre todo, reducir las tasas universitarias para volver a los costes anteriores a 2012. Aquí, los rectores “tiemblan”: las Universidades no pueden bajar tasas si el Estado y las autonomías no aumentan su aportación. Y nadie habla de hacerlo, de financiar más. Algo difícil mientras no se reforme la financiación autonómica y aumente la recaudación.
En resumen, que tenemos un diagnóstico que explica por qué la Universidad española no funciona bien, básicamente por falta de dinero y por unos planes de estudio que no ayudan a trabajar. Es hora de afrontar los cambios necesarios, con un Pacto entre políticos, autonomías, Universidades, docentes, empresas y alumnos, para acordar un marco estable que alumbre la nueva Universidad 2030. Nos hace mucha falta.
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