Todos los días damos vueltas a los problemas más inmediatos: paro, empleo, sueldos, vivienda, pensiones, sanidad, educación…Pero hay otros problemas de fondo de los que hablamos menos. Dos son los mayores retos del siglo XXI, junto al cambio climático, según el Banco de España: la revolución tecnológica y el envejecimiento, especialmente preocupante para España, porque somos el país europeo donde nacen menos niños y donde más años se vive, con lo que un tercio de españoles tendrán más de 65 años en 2050 y habrá pocos jóvenes para trabajar. Un grave problema que va a recortar el empleo y el crecimiento, agravando el agujero de las pensiones y el déficit público. Pero nadie plantea medidas para favorecer la natalidad y la familia, reformar las pensiones y los impuestos y mejorar la formación y el empleo, para evitar este “suicidio demográfico”. La baja natalidad y el envejecimiento son un problema de Estado, gobierne quien gobierne. Y resolverlo exige tomar medidas ya, porque tardan décadas en surtir efecto en la demografía.
A partir de una escena de El séptimo sello. enrique ortega |
El bajo número de nacimientos y el envejecimiento de la población son los dos graves problemas demográficos de todos los paises desarrollados, de Japón a EEUU y Europa. Pero España los sufre más, porque tenemos una tasa de natalidad de las más bajas del mundo y un país con una de las mayores esperanzas de vida, con lo que hay cada vez más viejos y menos jóvenes, un auténtico “suicidio demográfico” que lastra la economía y el futuro, como han reiterado la OCDE y el FMI y ahora el Banco de España, que considera los cambios demográficos y los avances tecnológicos como “las dos tendencias estructurales que van a condicionar la economía de las próximas décadas”.
El primer problema es que cada vez nacen menos niños, en Occidente y sobre todo en España. Si
en 1975 nacieron en España 669.378 niños, en 2017 nacieron casi la mitad, 390.024 niños (1.068 diarios),
menos incluso que en 1939 (419.848) y muy lejos del récord histórico de 1964 (697.697 nacimientos, casi
2.000 diarios). Y en 2018 han vuelto a bajar, con 179.800 nacimientos hasta junio (último dato del INE). Los
nacimientos se han desplomado por dos
causas. Una, porque hay menos mujeres en edad fértil
(entre 15 y 49 años), por la caída de la natalidad en los años 80 y 90: hay un millón menos que en 2009.
La otra, porque las españolas esperan
cada vez más para ser madres, ocupadas en estudiar o hacerse una
carrera profesional: si en 1976, las españolas eran madres a los 28,5 años de
media, en 2018 lo son a los 32 años. El resultado es que la tasa
de natalidad ha caído bruscamente, de los 2,76 niños por mujer en 1975
(3,15 en 1900 y 3,01 en 1964) a 1,31 niños en 2018.
Y con ello, España
tiene la 2ª tasa de natalidad más baja de Europa, 1,30 niños por mujer en 2017, por detrás de Malta (1,26
niños por mujer), lejos de la media europea (1,59 niños por mujer UE-28) y por
debajo incluso de los paises del sur de Europa: Italia y Chipre (1,32 niños/mujer), Grecia (1,35) y Portugal
(1,38). Y estamos muy alejados de la mayor natalidad de la Europa del norte,
encabezada por Francia (1,90 niños
por mujer), Suecia (1,78), Irlanda (1,77), Dinamarca (1,75), Reino Unido (1,74)
e incluso Alemania (1,58 niños/mujer),
según los datos de Eurostat (de 2017). Y somos también el país donde las mujeres son madres más tarde (a los 30,9 años en
2017), tras los 31,1 años de Italia y los 29,1 años de media en la UE-28. Y el
país donde nacen menos terceros hijos
(sólo el 8,5% de los hogares con hijos frente al 15% en Europa) y menos cuartos (2,8% de hogares frente
al 6% en Europa).
Si estos datos de natalidad
son preocupantes, lo es más que va a
seguir cayendo en el futuro, según las proyecciones de población hechas por el INE hasta 2065. La principal causa es que se agrava la caída del número de mujeres en edad fértil (15-49
años): habrá 1,8 millones menos en 2031 y 3,5 millones menos (-32,7%) en 2065).
Y también subirá la edad a la que las mujeres españolas tienen hijos: de los 32
años actuales bajará a 31,40 años en 3031 y subirá a 33 años en 2065. El
resultado será que la tasa de natalidad
se mantendrá casi igual: de 1,31 niños por mujer en 2018 a 1,36 en 2031 y
1,38 niños en 2065, según el INE.
Pero como habrá menos mujeres fértiles,
los nacimientos caerán bruscamente: de unos 370.000 nacimientos en 2018 se
bajará a 366.402 nacimientos en 2020, 353.595 nacimientos en 2030, 322.799 en 2050 y 294.003 en 2065,
menos de la mitad que un siglo antes.
Esta caída de la
natalidad ya sería preocupante por sí sola (menos niños y jóvenes para
trabajar, cotizar y pagar impuestos), pero se
agrava porque España tiene otro
récord demográfico: es también uno
de los paises con más viejos, además
de tener menos niños. El problema deriva
de algo muy positivo: tenemos más
esperanza de vida que la mayoría del mundo (por nuestra excelente sanidad y
el estilo de alimentación y vida): 83,4 años de media (2017), 3 años
más que la media de la OCDE. De hecho, somos el 5º país con más esperanza de
vida a los 65 años (21,4 años), por detrás de Japón (22,1 años),
Hong-Kong (21,9), Francia (21,7 años) y Macao (21,5 años), según las estadísticas de la ONU. Y esta longevidad
provoca que tengamos más viejos, que seamos uno de los paises con mayor
porcentaje de mayores de 65 años: el
19,2% de los españoles en 2018, lo que nos coloca entre los 15 paises más
envejecidos del mundo, por detrás de Japón (27,9% superan los 65 años), Italia (23,6%), Portugal
(22,3%), Alemania (21,9%), Bulgaria (21,3%), Grecia (20,8%), Croacia (20,5%),
Francia (20,4%), Malta (20,3%),Eslovenia y Letonia (20,2%), Finlandia (22%),
Suecia (20,2%) y Dinamarca (20% de mayores 65 años), según la ONU.
El problema del envejecimiento
de la población española se va a agravar,
porque la esperanza de vida en España va a seguir creciendo, más que en
el resto del mundo: los 83,4 años
que vivimos de media serán 85,8 años en
2040, superando al país ahora más
longevo, Japón
(donde se vivirá hasta 85,7 años). En
2050, los españoles hombres vivirán 85 años (casi 5 más
que los 80,42 de 2018) y las mujeres 89,43 años (frente a 85,80 hoy). Y para 2067, la esperanza de vida de las mujeres
superará los 90 años (90,78) y la de los hombres será de 86,35 años: vivirán 5 y 6 años más que ahora, según el INE. Y eso, que
es bueno, provocará que se multipliquen
los mayores: si hoy, un 19,2% de
españoles tienen más de 65 años, en 2033
serán el 25,2%. Y España será uno de los paises más
envejecidos del mundo para mediados de siglo: un 36,3% de españoles tendrán más de 65 años en 2050, frente al 28%
de media en la OCDE (34 paises desarrollados de Occidente), el 30,7% en
Alemania, el 26,7% en Francia o el 25,4% en Reino Unido, según la OCDE. Sólo nos ganará a viejos Japón, con el 36,5% de población
mayor de 65 años.
No hace falta ser
economista para intuir que con este problema demográfico (pocos niños y
muchos viejos) tenemos un grave problema económico: si hoy ya nos faltan jóvenes para
trabajar, pagar impuestos y cotizaciones para pagar las pensiones y servicios
públicos, en 2050 será aún peor. Porque si
en 2018 hay 2 activos (16-64 años) por
cada dependiente (menores de 16 años y mayores de 65), en 2050 habrá 1,3 activos por cada inactivo: sólo
algo más de la mitad de la población trabajará, pagará impuestos y cotizará
para sostener a casi la otra mitad, niños y jubilados. Eso sí que será un
grave problema, para todo Occidente pero más para España, como vienen alertando el FMI y la OCDE. Y ahora, el Banco de España, que considera el envejecimiento y la tecnología como los dos grandes problemas que van a
condicionar la economía en este siglo XXI.
El reciente informe del Banco de España analiza las consecuencias del envejecimiento
para la economía española sobre el
consumo, el ahorro, la inversión, el crecimiento y el gasto, sobre todo en
pensiones, sanidad y dependencia. Su conclusión es que el aumento de personas
mayores aumentará el consumo de alimentos
y bienes no duraderos, pero no de bienes duraderos y vivienda (que ya tienen),
lo que reducirá el crecimiento y el empleo. Otra tendencia será el aumento del ahorro, pero si los mayores tienen que
ayudar a sus hijos (como ahora), podría incluso bajar. Y bajará la inversión, al caer la
población ocupada y las necesidades de bienes duraderos y vivienda, lo que desplazará los capitales de los paises más
envejecidos a los más jóvenes (en desarrollo).
Todos estos efectos, más una caída de los jóvenes y los
activos provocarán una bajada de la
inflación (y de los salarios: los jóvenes entran cobrando menos que sus
padres), el empleo y el crecimiento (PIB), que será menor en las próximas
décadas por la demografía (y por los cambios tecnológicos). También estima el Banco de España que el envejecimiento reducirá la productividad, al haber menos empleados jóvenes y más
mayores (peor formados y con menos habilidades tecnológicas). Además, el
envejecimiento, al reducir el empleo y los salarios, reducirá los ingresos por impuestos y cotizaciones, agravando los problemas del gasto
público y las pensiones, al haber más personas jubiladas que necesitan
también mayores atenciones sanitarias y más ayudas a la dependencia.
Aquí va a estar el mayor problema, la peor consecuencia del
envejecimiento de la población: exigirá más gasto público mientras se reducen ingresos y cotizaciones.
El primer problema es el futuro de las pensiones, cuyo déficit actual (-18.000 millones en los
últimos tres años) se va a agravar en el futuro si no se toman medidas. Sobre
todo a partir de 2026, cuando se jubilen los españoles nacidos en los años del
“baby boom” (1960-1975). Se van a
disparar las pensiones, de las 9,7
millones actuales a 15 millones de pensiones en 2050. Y
para poder pagarlas, habría que contar entonces con 30 millones de españoles
trabajando, 10,5 millones más que hoy, algo
casi imposible: la Comisión Europea estima que no habrá más de 20 millones de
españoles trabajando para 2050, lo que daría 1,3 ocupados por cada pensión. Y así no salen las cuentas.
El informe del Banco de España señala que si las pensiones contributivas se llevan hoy el 10,6% de la riqueza (PIB), este gasto podría dispararse al 17% del
PIB en 2050 si no se hacen reformas de fondo. El factor clave, el que tira más
del gasto, es la demografía, el envejecimiento de la población: la tasa de
dependencia (proporción de jubilados/activos) se va a duplicar, pasando del 29,8%
hoy al 51-68% en 2050, según distintas previsiones. Así que sólo queda actuar en otros dos frentes: retrasar la edad de jubilación (para
que hay menos jubilados que pagar) y que
cobren menos en el futuro, teniendo en cuenta que van a vivir más años. Actualmente,
la pensión media en España es el 57,7% del último salario, un
porcentaje de los más elevados de Europa, según las estadísticas que aporta el Banco de España: la pensión es el 42% del último sueldo en
Alemania, el 50,5% en Francia, el 58,9% en Italia, el 38,6% en Suecia o el
27,8% en Reino Unido. En su escenario alternativo, el Banco de España propone
bajar la pensión futura un 10-12%, por solidaridad
intergeneracional, para asegurar no sólo las pensiones actuales sino las de
sus hijos y nietos.
Otro problema económico derivado del envejecimiento es el aumento del gasto sanitario, debido a que un tercio de los españoles
tendrán más de 65 años en 2050 (y un 12,7%, 6,15 millones, tendrán más de 80 años). Los expertos estiman que si el
gasto en salud para una persona de menos de 65 años es inferior a 1.800
euros, entre 65 y 70 años supera ya los 2.000 euros, oscila entre 2.200 y 2.500
a partir de los 70 y supera los 3.000 euros por persona para los mayores de 80
años. Eso implica que si el gasto
sanitario y los cuidados de larga duración se llevan hoy el 7% del PIB, en 2050
rondarán el 10%, no sólo por el envejecimiento sino porque la
tecnología y los tratamientos farmacológicos encarecerán también la sanidad.
Y queda un tercer
frente de gasto muy sensible al envejecimiento: el gasto en Dependencia, para atender a los mayores que no se pueden valer por
sí mismos. Hoy hay 3 millones de dependientes (1.300.000 con ayudas reconocidas), pero se estima que
los dependientes se duplicarán para 2050, según el CSIC, por el aumento de la esperanza de vida. Si ahora harían falta unos
2.700 millones más al año (hasta gastar 9.800 millones anuales en Dependencia),
para reducir las listas de espera (250.000) y mejorar los servicios, para 2050, habría que gastar unos
20.000 millones al año para atender la Dependencia, otro 1,8% del PIB.
En definitiva, que el
envejecimiento se puede llevar, entre pensiones, sanidad y Dependencia, del 27 al 30% de la riqueza del país
(PIB) en 2050. Y eso puede provocar
una grave
crisis de las cuentas públicas, máxime si hay menos gente que trabaja, cotiza y paga impuestos. Por eso es
preocupante la demografía y el problema de tener menos niños y más viejos. Y por
eso urge actuar ya contra el “suicido demográfico” de España,
porque las medidas tardan años en dar frutos. Y actuar en varios frentes, no sólo
con recortes.
En primer lugar, hay que actuar en el frente demográfico:
intentar aumentar los nacimientos, con ayudas e incentivos a las mujeres y a
las familias, para que tengan más hijos. Actualmente, las ayudas por hijo son más bajas que en Europa: 24,25 euros por cada
uno de los 4 primeros, frente a 133/357/542 en Francia, 184/184/190/215 en
Alemania, 107/71/71/71 en Reino Unido o 22/34/50/65 euros en Italia. Tanto el Instituto de Política Familiar
como Save the Children proponen pagar 100
euros mensuales por hijo y 150 euros para familias monoparentales y pobres.
Otra medida sería mejorar la oferta de guarderías
subvencionadas (escasas y caras) y rebajar el IVA de los pañales y productos infantiles que tienen el
21% (se baja el IVA al cine y no a los
pañales, que deberían pagar un IVA del 4%). Además, hay que aumentar los permisos de maternidad y
paternidad, mejorar las ayudas al alquiler para las familias con hijos,
mejorar las becas para estudios, libros y transporte escolar y fomentar unos horarios laborales que faciliten la
natalidad.
Un elemento clave para fomentar la natalidad es facilitar el trabajo de las mujeres que son madres, para que tengan hijos
antes y tengan más. Este objetivo exige profundos cambios en las empresas y convenios, así como en la mentalidad
de los hombres, que deben aumentar su ayuda (escasa) en el cuidado de los
niños. En Francia, se rebajan las cotizaciones a las madres trabajadoras y el
fomento de la natalidad está presente en
todas las políticas públicas, desde los descuentos en servicios públicos a
las ayudas al alquiler para parejas jóvenes con hijos. Y claro, nacen más
niños.
Otro frente de actuación es el frente fiscal. No se puede hacer frente a los costes futuros del
envejecimiento con la baja recaudación fiscal que tenemos:
en 2018, España recaudó un 38,9% del PIB en impuestos frente al
45% de media en la UE-28 y el 46,3%
en la zona euro, según Eurostat. Eso significa, a lo claro,
que España recauda cada año 73.703
millones menos que la UE-28 y 89.410 millones menos que los paises del euro.
Pongamos 80.000 millones menos de media.
Si nos equiparáramos fiscalmente con
Europa, podríamos destinar esos 80.000
millones a reducir el déficit y gastar más en afrontar el envejecimiento.
Y eso pasa por subirlos impuestos, no a la mayoría
que ya pagamos sino a los que pagan menos: grandes empresas, bancos,
multinacionales y los más ricos. Y además, habría que subir algunas cotizaciones sociales, en línea con Europa, para financiar mejor las pensiones.
El tercer frente de actuación es el frente económico. Hay que modernizar la economía, potenciar la
industria, la tecnología y la digitalización, conseguir empresas más
competitivas y unos trabajadores mejor formados, para producir más y con más eficacia, para que haya más empleo para más gente, la única manera de pagar de verdad la
factura del envejecimiento, con más
gente trabajando: hoy trabajan el 67% de los españoles mayores de
20 años, frente al 73,2% de los europeos,
el 71,3% de los franceses y el 79,9% de los alemanes, según Eurostat. No basta con ser más españoles: tiene que haber más trabajo. Y
hay que fomentar la inmigración regulada, para compensar
con mano de obra extranjera (que cotiza y paga impuestos) la caída de la población nacida en España.
Como hemos visto, el envejecimiento es uno de los grandes
retos del siglo y más para España. Habría que conseguir otro Pacto
de Estado por la demografía, al margen del partidismo, empezando quizás
por crear un Ministerio de la Familia
(como existe en Francia, Alemania, Austria, Bélgica, Luxemburgo o Rumanía) y un Plan 2020-2050, para revertir tendencias y marcar objetivos,
medidas y recursos. Hay que actuar cuanto antes, porque, en
demografía, los cambios exigen tiempo.
Si no hacemos nada, el envejecimiento nos
comerá.
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