Hay dos datos económicos de octubre que han pasado casi desapercibidos.
Uno, que España es el 4º país de la OCDE con más jóvenes que ni estudian ni trabajan (“ni-nis”): 1.603.226, el 22,7% de los jóvenes de 15 a 29 años. El
otro, que España es el tercer país que menos se ha beneficiado del Plan europeo de empleo juvenil,
aprobado en 2013: las ayudas han llegado al 10,7% de “ni-nis”
españoles, frente al 60% de “ni-nis” alemanes o el 80% de franceses. Y lo peor:
4 de cada 5 “ni-nis” españoles no se han
inscrito aún en este Plan, no saben que existe. Y un tercer dato, de propina : sólo 1 de cada 8 nuevos empleos
creados en los últimos tres años han sido para
menores de 30 años. Son tres graves
muestras de un país y un Gobierno que no afrontan la grave situación de los jóvenes: viven peor que sus padres y con ellos (el 78%). Urge darles prioridad en un Plan de choque contra el paro
y en un urgente Pacto educativo, para mejorar su formación y empleo. No podemos
dejarles tirados.
enrique ortega |
Esta ya larga crisis
se
ha cebado sobre el empleo de los
jóvenes: de los 3,8 millones de
empleos perdidos en España entre junio de 2008 (el
momento mejor) y marzo de 2014 (el peor), un 60% (-
2.283.600 empleos) los perdieron los
jóvenes, los menores de 30 años. Y el tajo
fue tan tremendo que los jóvenes
perdieron en estos 5 años más de la
mitad de los empleos que tenían en 2008. Por eso, España es el país desarrollado donde más cayó el empleo juvenil entre 2007
y 2015, según un informe de la OCDE de octubre. Y lo atribuyen a que en España muchos jóvenes
trabajaban en la construcción y en la hostelería, con muy poca formación, y por
eso la crisis los echó a un lado con más
virulencia.
En consecuencia, con
esta caída dramática del empleo juvenil, el paro se ha disparado entre los menores de 30 años: si en junio de 2008
había 943.800 parados entre 16 y 29 años, ocho años después, en junio de 2016, los parados jóvenes eran ya 1.249.600,
un 32,4% más. Y la tasa de paro se ha
duplicado: es del 63,52% entre
los jóvenes de 16 a 19 años (era del 41% en 2008), del 43,33% entre los de 20 a
24 años (era del 18,56%) y es del 26% entre los 25 y 29 años (era del 11,8% en
2008). En conjunto, el 42% de los
jóvenes de 16 a 25 años está en paro en España en septiembre (EPA tercer trimestre), más del doble que en Europa (19,6%).
Este es el primer problema de los jóvenes
españoles: su bajo empleo y su elevado
paro, sólo superado por Grecia. Pero hay
otro muy preocupante: España es líder en Europa en abandono escolar, según los recientes datos de Eurostat. Concretamente, un 19,8%
de jóvenes españoles (18 a 24 años) habían dejado
sus estudios prematuramente (sólo con la ESO o sin terminarla): son 631.520 jóvenes españoles que habían abandonado las aulas en
2015. Un porcentaje que casi duplica la tasa europea de abandono escolar, el
11%, aunque hay 17 paises que la mantienen por debajo del 10%, mientras se
acercan a ese nivel Alemania (10,1%) y Reino Unido (10,8%). La causa de este elevado abandono escolar en España es el deterioro del sistema educativo (los
recortes) y, sobre todo, las fugas provocadas
por la burbuja inmobiliaria y el turismo en la década del 2.000, que
provocó la huida de estudiantes
a la construcción y el turismo (con un récord de abandono escolar del 32,2%
en 2014).
Estos dos problemas, alto paro juvenil y enorme abandono escolar,
se traducen en un colectivo de jóvenes llamados “ni-nis”: ni estudian ni trabajan. Y
lógicamente, aquí España también está en
cabeza: somos el cuarto país con más “ninis” de Occidente, un 22,7% de los jóvenes de 15 a 29 años, sólo por detrás de Turquía
(29,8%), Italia (26,9%) y Grecia (24,7%). Y muy por delante del porcentaje de
“ni-nis” de Europa y la OCDE (14,6%, ambos), EEUU (14,4%) o Japón (10,1%),
según los datos que ha sacado la OCDE en octubre. En los 34 países de la OCDE hay 40 millones de
jóvenes “ni-nis”, de los que 13 millones son europeos y 1.603.226
jóvenes españoles “ni-nis” (15-29 años). El mayor porcentaje de “ni-nis” se
da entre los jóvenes de 25 a 29 años (19,7% “ni-nis” en Europa y 25% en España), seguidos de cerca por los jóvenes de 20 a 24 años
(17,3% “ni-nis” en la UE y 22,2% en España), destacando que el mayor porcentaje de jóvenes que ni
estudian ni trabajan se da entre las
mujeres, sobre todo entre las madres
solteras, según la OCDE.
El Parlamento Europeo promovió, desde 2010, que había que dar alguna salida a estos 13 millones de
“ni-nis” europeos y consiguió que el Consejo europeo del 7 y 8 de febrero de 2013 hiciera un hueco presupuestario
(mínimo, de 6.400 millones hasta 2020) para aprobar un Plan de empleo Juvenil, que salió adelante en la Cumbre europea del 22 de abril de 2013.
El Plan se llamó Garantía Juvenil y suponía ofrecer a los jóvenes europeos (antes
de 4 meses desde que acabaran sus estudios o estuvieran en paro) una
de estas 3 alternativas: un
trabajo, unas prácticas remuneradas o formación.
La iniciativa, aunque con pocos recursos, era buena, pero empezó sufriendo muchos retrasos antes de ser puesta en marcha por los países europeos. Y más en España. El Gobierno Rajoy estuvo meses peleando con Bruselas para que nos adelantaran los fondos (España es el país que
recibe la mayor aportación del Plan, casi 1.900 millones) y el resultado es que el Consejo de Ministros no dio luz
verde a la Garantía Juvenil hasta el 4 de julio de 2014, 14 meses después de que lo aprobara el Consejo Europeo.
Y una vez aprobado formalmente, su implantación
ha seguido siendo lenta: a finales
de 2014 sólo se habían inscrito 20.660
jóvenes, al año (30 junio 2015) sólo 71.101 y han tenido que pasar 2 años para superar los 300.000 inscritos (y
eso, tras subir en julio de 2015 la edad para inscribirse en el Plan, de 25 a 29 años). A finales de
septiembre de 2016 (último dato oficial) había 341.097 jóvenes
inscritos en el Plan de Garantía Juvenil, sólo un 21% de los 1.603.226 jóvenes de 16 a 29 años que
ni estudian ni trabajan en España, según la OCDE.
O sea, que 4 de cada
5 “ni-nis” españoles no se han registrado todavía en el Plan de empleo europeo de 2013. Los
expertos lo achacan, además del retraso en aprobarlo en España, a que no se
ha divulgado suficiente entre los jóvenes, como critica el Instituto de la Juventud.
Otra crítica es que el proceso de
inscripción resulta complejo. Y otro problema es que la puesta en marcha
del Plan la gestionan las autonomías
y cada una va a su aire: así, lo están haciendo mejor Andalucía (38% de todos los
inscritos), Cataluña (13%) y Madrid (10%) pero van muy lentos en Extremadura, Castilla
la Mancha o Murcia (4% inscritos), en Aragón (2%), Baleares y Canarias (3%) o en Ceuta (726 inscritos), la Rioja (933), Navarra (4.797) y País Vasco (4.378 jóvenes inscritos).
Al final, estos
retrasos reiterados en la aplicación del Plan de Garantía Juvenil se han
traducido en la segunda noticia de este blog: España es el tercer país europeo que menos se ha beneficiado del Plan europeo de empleo juvenil,
según el reciente balance
de la Comisión Europea: sólo han recibido ayudas un 10,7% de los jóvenes sin trabajo ni formación (ni-nis), él menor porcentaje tras
Hungría (3% jóvenes) y Malta (6%), empatados con Italia (10,7%) y muy alejados de Alemania (60% de ni-nis
han recibido ayudas) y Francia (80%
de jóvenes beneficiados), dos paises con la tercera parte de paro juvenil que
España pero que ya tenían preparada toda
la infraestructura de webs y solicitudes antes incluso de aprobarse el
Plan. Y hay otro problema con
España: las ayudas que se han dado a los jóvenes “ni-nis” con dinero europeo han sido sobre todo para formación (55%), sólo un 32% han recibido un trabajo y
el resto unas prácticas, mientras en Europa, el 70,2% de jóvenes han recibido
un empleo y sólo un 13,6% cursillos o un 16,2 % cursillos. O sea, España no sólo ha conseguido menos ayudas,
sino que se han traducido en menos empleos y más cursos que en Europa.
Esta es la dura
realidad a la que se enfrentan los jóvenes
españoles: tienen el doble de paro y no se benefician de las ayudas
europeas, por incompetencia del Gobierno (y
su propio “abandono” como “ni-nis”). Y eso les pasa cuando las empresas españolas, que llevan dos
años y medio creando empleo (precario sí, pero empleo), tampoco cuentan con ellos, con los jóvenes. El dato es esclarecedor: de los 1.392.300 nuevos empleos creados en España en 2014, 2015 y 2016 (hasta septiembre), sólo
173.600 (un 12,4%) han sido para jóvenes menores de 30 años, según la EPA. O
sea, que sólo 1 de cada 8 nuevos empleos son para los jóvenes. Con una excepción, este verano: de los 226.000 nuevos empleos creados, 159.200 (nada menos que dos tercios) fueron para menores de 30 años, según la EPA del tercer trimestre. Ahora falta ver los próximos trimestres para saber si se ha iniciado o no un cambio de tendencia.
Pero hasta ahora, los
jóvenes se han quedando fuera de los nuevos empleos. Y los que consiguen
un trabajo, tardan y es muy precario. Los jóvenes que acaban sus estudios
necesitan 2 años para encontrar empleo (el doble que los alemanes) y 6 años en
encontrar un trabajo fijo (frente a 2 años de alemanes o daneses), que muchas
veces no es para lo que estudiaron (el 57% de los jóvenes están
“sobrecualificados” para el trabajo que hacen), según un documentado estudio de la OCDE (2015). Y además, los
jóvenes sufren más la precariedad que el resto de españoles: un 71% de sus
contratos son temporales y un 42% trabajan a tiempo parcial (un tercio, por
menos de una semana). Y por ello, su
sueldo es muy bajo: el salario medio bruto de un joven de 20 a 24 años
era de 11.835 euros brutos (690 euros
netos en 14 pagas), la mitad
del salario medio español (22.858 euros brutos), según los últimos datos del INE (2014).
Con estos ingresos, los pocos jóvenes que trabajan (2.382.500, el 33,7% de los 7.062.670 jóvenes españoles que tienen entre 16 y 29
años) apenas pueden mantenerse. Y peor están esa mayoría de jóvenes restante,
que no tienen trabajo ni ingresos. Todo ello se traduce en una gran
penuria económica de los jóvenes, que les impide emanciparse: un 70% de los jóvenes españoles de 22
a 29 años viven con su familia, frente a un 16% en Francia, un 21% en
Alemania y un 30% en Reino Unido, según el informe de la OCDE de 2015. Y si ampliamos la franja de edad, de 16
a 30 años, el 78,5 % de los jóvenes españoles
viven con sus padres, más hombres (82,6%) que mujeres (74,4%), según datos del Consejo de la
Juventud (2014). En definitiva: los jóvenes españoles viven peor que sus padres y con ellos.
Los datos son demasiado
abrumadores como para no hacer nada. ¿Qué se puede hacer? Algunos repiten “soluciones mágicas”
frente al paro juvenil, “atajos interesados”. Como la receta del FMI, que propuso a Europa,
en 2014, bajar el salario mínimo (en España es de 655 euros al mes, una
miseria) para animar a las empresas a que contraten a jóvenes. O la patronal CEOE, que ha pedido varias
veces al Gobierno aprobar un contrato de formación para menores (… ¡de 35 años¡) que tenga un salario
inferior al mínimo (similar a los famosos “mini-jobs” de 400 euros que tanto se utilizan en Alemania). En definitiva, ofrecerles “contratos basura” aprovechando que
casi la mitad está en
paro.
Las medidas a tomar
deberían ir por otro lado. La receta básica de la OCDE, en su largo informe sobre España de 2015, es más y mejor formación, mejorar la educación de los jóvenes españoles, desde el Colegio a la
Universidad. Y eso porque consideran que nuestros jóvenes están mal formados, como revela periódicamente el informe PISA.
Y además, lo que se les enseña, poco tiene que ver con lo que luego demandan
las empresas. Eso exige un cambio en el sistema educativo, con
dos objetivos: recuperar parte de
los alumnos perdidos (esos 631.520
jóvenes españoles que han abandonado las aulas) y conseguir formarles mejor, a ellos y al resto.
Porque el 98% de los empleos del futuro (para 2025) van a ser
solamente para los que estén muy
formados, para los que tengan educación superior (un 58,4% para
universitarios y FP superior) o estudios medios (39,3% de los empleos), según la Fundación BBVA e Ivie. Y en España, hoy, los jóvenes están poco formados para ese reto: un 40% de los jóvenes de 16 a 34
años tienen sólo la ESO (o ni siquiera) frente al 29% en Europa. Y sólo el
30,7% tiene Bachillerato o FP, frente al 45% en Europa. Eso sí, tenemos más
universitarios que Europa (29,3% de jóvenes frente a un 26%), pero falla la parte de abajo de la pirámide educativa.
Junto a un gran cambio educativo, el otro
bloque de medidas en favor de los jóvenes deberían ser cambios en la política de empleo: urge poner en
marcha un Plan de choque contra el paro centrado en los jóvenes, las mujeres y los
mayores de 50 años. Y eso pasa por un mayor esfuerzo en formación, en cursos eficaces para parados jóvenes, ligados a lo
que demandan las empresas, junto a un mayor esfuerzo en la formación dual, en acuerdos con empresas para que complementen con
prácticas la formación de los jóvenes, sobre todo en la Formación Profesional (FP), que debe relanzarse mucho más (como en Europa). Y urge
una reforma de las oficinas de empleo (SEPE), con más medios y personal, para que
puedan asesorar a los jóvenes a colocarse (hoy sólo colocan a un 1,7% de los
parados).
La tarea no es
sencilla, pero lo grave es que se hace muy poco mientras se están perdiendo varias generaciones de españoles, en
el paro y la apatía, sin darles una salida educativa ni profesional. No podemos tolerar el drama de
los ni-nis, que 1 de cada 4,5
jóvenes españoles ni trabaje ni estudie, no sepan qué hacer con su
vida. Es un fracaso de todo el país, que hipoteca la vida de todas las familias y nuestro futuro. Incluso la política y la democracia.
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