Somos un país “carnívoro” y por eso ha causado tanto revuelo el informe de la OMS
advirtiendo que el consumo de carnes procesadas (embutidos, salchichas, hamburguesas) y de mucha carne roja puede provocar cáncer. Pero el exceso de carne procesada
(hormonas, antibióticos, conservantes, aditivos y mucha sal) no sólo es malo
para la salud. También es malo para la
Tierra y fomenta el Cambio Climático, porque la ganadería emite casi tantos gases de efecto invernadero como el transporte y genera muchos residuos nocivos,
según la ONU y la FAO. Además, producir
carne masivamente esquilma los suelos y el agua y
consume muchos cereales, destinados a engordar animales y no a las personas, para reducir el
hambre en el mundo. Y la ganadería industrial contamina suelos y aguas y reduce la biodiversidad, extinguiendo razas
animales. En resumen: hay muchas razones,
además de la salud, para cambiar la dieta y comer menos carne, sólo dos veces por semana. Por nuestro
bien y el del Planeta.
enrique ortega |
El siglo XXI es la Era de la Carne, sobre todo en el mundo occidental más rico. Si en 1950, la producción mundial de carne
era de 50 millones de toneladas,
en el año 2000 ya se había
cuadruplicado con creces (229 millones) y para 2050 puede duplicarse (465
millones de Tm.). Ello se debe al
fuerte aumento del consumo en los países occidentales
(de 60 kilos por persona al año en 1.964 a 95,7 kilos en 2014), pero también a
que los países en desarrollo han
cambiado su dieta y empiezan a comer más carne. Es el caso de China, que hace 20 años sólo consumía 5
kilos de carne al año por persona y hoy ya come 50 kilos. Ante este aumento del
consumo de carne en los países pobres y el
aumento esperado en la población mundial
(pasaremos de los 7.000 millones de habitantes actuales a 9.000 millones en
2015), las previsiones son que el consumo mundial de carne se duplique, de los 44 kilos actuales por
persona a 80 kilos de media en 2050 (y más de 100 kilos en algunos países ricos).
España ha
cambiado su dieta en las últimas décadas y es también hoy un país carnívoro (el 10º que más carne come en el mundo), con un
consumo de 50,8kilos por persona y año, más del doble que los 23,1 kilos de 1961. Si en los años 60, la dieta de los españoles se basaba en hortalizas, patatas y cereales (57% de
las calorías) y comíamos poca carne y pescado (sólo un 6,3%, según la FAO), hoy
suponen ya el 16% de la alimentación, según el Ministerio de Agricultura. El consumo español se centra en las carnes
más baratas, pollo (14,17 kilos/persona/año) y cerdo (10,7 kg),
seguidas de vacuno (5,89 kilos, sólo 350 gramos de carne roja a la semana),
cordero y otras carnes. Pero el problema
es que un tercio de la carne
producida y consumida es carne procesada (charcutería, embutidos y
hamburguesas, la mayoría a partir de cerdo), la más peligrosa para la salud.
Precisamente, la Organización
Mundial de la Salud (OMS) emitió a finales de octubre un informe
(bastante serio: ha sido elaborado
por un grupo de 22 científicos de 10 países, de la Agencia Internacional de
Investigación sobre el Cáncer, a partir de 800 informes realizados en los
últimos 20 años) en el que advertía
que el consumo de carnes procesadas (salchichas, embutidos,
hamburguesas) aumenta el riesgo de cáncer colorrectal, así
como el consumo excesivo de carnes rojas. Una advertencia mal interpretada (“comer carne produce cáncer”) pero que tiene bastante apoyo médico, científico y estadístico:
la OMS estima que unas 34.000 muertes por cáncer de colon en el mundo se deben al consumo de carne
procesada.
Lo que hace daño a
la salud no es comer carne, sino comer carne en exceso y sobre todo abusar de las carnes procesadas
industrialmente, base de la “comida
basura”. Y no sólo porque el abuso de las carnes (sobre todo grasas)
dispare el colesterol, la tensión, la
obesidad y las enfermedades
cardiovasculares. Es que, primero, la ganadería intensiva industrial aporta
a nuestra dieta muchas hormonas y antibióticos nocivos (España es el segundo país que consume más
antibióticos para la ganadería industrial, 2.000 Tm en 2011). Y después, al
procesarse industrialmente la carne, se la añaden más productos que pueden ser nocivos: conservantes y aditivos,
antioxidantes, excipientes y mucha sal (el 75% de la sal que consumimos
viene de procesar los alimentos, no está en el alimento original: una hamburguesa, por ejemplo, tiene 13 veces
más sal que un filete normal).
Pero comer carne en exceso no es sólo malo para la salud, también perjudica
al Planeta, porque colabora decisivamente en las emisiones de gases
que provocan el Cambio Climático: la
ganadería es culpable del 18% de emisiones de gases de efecto invernadero,
casi tanto como el transporte, según múltiples informes de la ONU y la FAO. El ganado es responsable de un 37% de las emisiones de metano
(al hacer su digestión) y el 65% de las emisiones de óxido nitroso (estiércol), gases más peligrosos para el clima que
el CO2. Y provoca dos tercios de las emisiones mundiales de amoniaco (estiércol), culpable de la
lluvia ácida. Además, producir carne masivamente lleva a talar bosques para pastos
y esta deforestación causa el 9% de todas las emisiones mundiales de CO2. Por eso, desde 2008, la ONU lleva recomendando consumir menos carne para frenar el cambio climático.
Pero hay más. Para
alimentar de carne al mundo, no sólo hay que talar bosques y utilizar mucha
superficie
(el 69% de la superficie agrícola del mundo es para pastos o para producir
grano para los animales), sino que la ganadería consume
mucha agua (el 8% de todo el agua del mundo) y mucha energía (tanto para las granjas como para el procesado,
distribución y transporte de la carne por el mundo), energía que también emite
CO2. O sea, que producir carne consume una gran parte de los recursos naturales del Planeta. Producir un kilo de carne de vaca se lleva 10 kilos de pienso (6 kilos el
cerdo y 4 kilos el pollo) y 15.000 litros de agua, cuando producir 1 kilo de maíz consume 1.500 litros de
agua (la décima parte).
Y además, consumir
carne es un lujo en un mundo donde hay 795 millones de personas que pasan
hambre (25.000 personas mueren cada día por desnutrición, 8.000 de ellos niños)
y casi 2.000 millones de malnutridos
(casi un tercio del Planeta), según datos de la FAO. Y eso porque la carne se lleva los cereales que debían ir
a alimentar a las personas: producir 200 gramos de carne se lleva 45 cuencos de cereales, que pueden
alimentar a 20 personas. Así que cuando
comemos carne, “nos apropiamos” de los recursos (cereales) que podrían
alimentar a 5,8 o 10 personas, como señala Martín Caparrós en su excelente libro “El
hambre”. Lo que sucede con la
carne es que todavía es un lujo de países ricos y la mayoría del mundo apenas come carne (5 kilos al año
por persona en la India, frente a 50,8 kg en España y casi 100 en USA), se alimenta de cereales, que cada vez
van más al ganado, no a ellos, disparando los precios internacionales y
aumentando la desnutrición y el hambre.
¿A cuenta gente
puede alimentar el Planeta? Depende de lo
que comamos. Si todo el mundo comiera tanta carne como EEUU, los recursos sólo darían para
alimentar a 2.500 millones de personas (somos 7.000), según Martín Caparrós. Si comiéramos la mitad de carne, como Italia, se podría alimentar
a 5.000 millones. Y si fuéramos más vegetarianos, como en la India (2 de cada 5
personas), podríamos alimentar a 10.000
millones. Luego la alternativa es clara: o el mundo come menos carne o no habrá recursos para alimentar a todos.
Y se da además el contrasentido de que 791
millones de personas pasan hambre y
hay 671 millones de obesos,
una enfermedad que se extiende imparable: en EEUU, un tercio de la población es obesa y en España
lo son el 16,9% de los españoles (y el 30% de los niños, según la OCDE). No es sólo porque se abuse de la carne
procesada y la comida basura, también cuenta el sedentarismo, los hábitos de
vida y la contaminación. Pero la dieta
carnívora no ayuda.
El cuarto problema de consumir
demasiada carne es que la ganadería intensiva (industrial),
con enormes productores mundiales de cerdo (la mitad los cría China, siendo
España el cuarto productor mundial), pollo (Brasil y EEUU) o carne (Argentina y
Brasil), es una enorme fuente de contaminación, tanto de las aguas (acuíferos, ríos y océanos)
como de los suelos, por el estiércol (purines). Y un quinto problema: la
ganadería industrial está destruyendo la biodiversidad del
Planeta, contribuyendo a la extinción de especies: hay 6.300 razas animales
identificadas, pero comemos sólo unas pocas razas de pollo (4), cerdo (5),
vacuno y leche (5 razas), con lo que un
20% del ganado mundial está en riesgo de extinción, según la FAO.
Así que hay mucho en que pensar cuando nos comamos una hamburguesa o un chuletón,
no sólo en nuestra salud: se impone cambiar la dieta para ayudar a prevenir el cambio climático, conservar los recursos
del Planeta y evitar el hambre y la desnutrición. ¿Qué se puede hacer? Lo
primero, reducir el consumo de carne (y
lácteos), comer carne sólo dos veces
por semana, como recomienda la OMS y la ONU, aumentando el consumo de verduras, legumbres, cereales y frutas, la “dieta
mediterránea”. Lo segundo, comer
las carnes más sanas, evitando las carnes procesadas industrialmente
(charcutería, hamburguesas…), que son las más perjudiciales, sobre todo por los
aditivos que llevan. Y tercero, promover
una ganadería menos industrial y más “ecológica”(sólo 1,2% ganadería en España), donde los ganaderos se preocupen
más de las dietas animales (para generar menos metano), de la gestión de residuos y de utilizar menos
hormonas y aditivos. Y, sobre todo, consumir carnes de la zona, no importadas,
ya que las carnes industriales importadas suponen más emisiones (producción, transporte y distribución).
Claro que todo esto supone consumir una carne más cara.
Además, es urgente que
el consumidor esté mejor informado de
lo que come. Hay que obligar a los ganaderos y a la industria a que
incluyan un etiquetado con más información, no sólo de hormonas, antibióticos, aditivos y
sal, sino también de los efectos negativos de producir esa carne sobre el medio
ambiente. Hoy día es posible saber las emisiones de la carne, informar al consumidor de “su huella de carbono”: así sabemos que producir 1
kilo de cordero supone 10.629
gramos de CO2 equivalente, frente a sólo 140 gramos de CO2 por
kilo de naranjas o 299 gramos por kilo de tomates.
Y que producir otras carnes perjudica menos al clima: 7.275 gramos de CO2
equivalente por kilo de vaca, 4907
gramos por kilo de ternera, 2.592
gramos por kilo de cerdo o 1.409
gramos CO2e por kilo de pollo (ver este cuadro con las emisiones de CO2 que cuesta producir distintos alimentos en España).
Somos un país adicto a la carne y hablar
de sus efectos nocivos (ojo: cuando se consume en exceso) no es popular. Y las advertencias de la OMS aún gustan menos a la industria de la carne, un sector muy poderoso e influyente
en el mundo (controlado por pocas multinacionales
de EEUU, Europa, Brasil y Argentina, aporta el 40% del PIB agrícola y da empleo
a 1.300 millones de personas) y también en España: la cárnica es la cuarta industria española (tras el automóvil, las petroleras y las
eléctricas), con 81.000 empleos directos y 3.000 empresas que facturan más de
22.000 millones al año, en fuerte expansión multinacional. Por eso han
querido desprestigiar el informe de la OMS, sin aportar estudios
independientes rigurosos.
Pero convenzámonos, consumir demasiada carne es malo, no
sólo para la salud, sino también para el medio ambiente y el clima,
sin olvidar la lucha contra el hambre. Así que tendremos que tomárnoslo en serio y cambiar la dieta, comiendo carne dos días por semana y consumiendo
menos carne procesada y menos carne roja. Por
nosotros y por el Planeta.
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