La cacareada recuperación
no llega a los jóvenes. Más de un tercio siguen en paro (37,46%) y somos el tercer país con más paro juvenil, doble
que en Europa. Y tenemos la 4ª tasa más baja de empleo juvenil, mientras se crean empleos muy precarios (sólo el 2% de los contratos hechos a jóvenes en 2017 fueron indefinidos y a tiempo completo) y se abusa del contrato en prácticas, con licenciados trabajando en tiendas o de
camareros. Y hay 1.400.000 jóvenes que trabajan de becarios sin cobrar ni cotizar.
Los jóvenes que sí cobran, ganan 898
euros netos al mes (640 los menores de 24 años). Y con estos sueldos y esta precariedad, el 80% de los jóvenes siguen viviendo con
sus padres. Los jóvenes no salen a la calle para protestar,
como los jubilados o las mujeres, pero su
situación es dramática. Urge un Plan
de empleo, que fomente contratos justos para una generación muy formada
pero subempleada. Y mejorar las ayudas fiscales y al alquiler, para que puedan emanciparse y crear una familia, tarea urgente para asegurar las pensiones. Hay que apostar por su futuro.
La crisis de la última década se cebó sobre los jóvenes: de los 3.802.800 empleos perdidos en España entre 2007 y 2014, casi las tres cuartas partes (2.744.000) los perdieron los jóvenes menores de 30 años, según la EPA. Ahora, han recuperado 914.600 empleos (un 44,6% de todo el empleo creado), que es bastante, pero aún les queda recuperar dos tercios del empleo perdido (1.829.400 empleos pendientes de recuperar por los menores de 30 años). En 2017, los jóvenes consiguieron el 30% de todo el empleo creado, pero aún así, su tasa de empleo es baja: sólo trabajan 2.577.200 jóvenes menores de 30 años, el 39,66% de los jóvenes de esa edad. Y si tomamos a los jóvenes de 15 a 24 años, su tasa de empleo es sólo del 21,1%, la cuarta más baja en Occidente, sólo por debajo del nivel de empleo de los jóvenes en Sudáfrica (12,8% empleados), Grecia (14,4%) e Italia (17%) y muy lejos de Francia (28,6%), la media europea (34,7% jóvenes trabajando), la OCDE (41,4% empleados), Alemania (46,6%), Reino Unido y EEUU (50% jóvenes empleados), según la OCDE (2016).
A los jóvenes que han encontrado trabajo estos años les ha
pasado como al resto de españoles: que han sido empleos muy precarios, más aún entre los jóvenes. Así, sólo 8 de cada 100 empleos han sido indefinidos
(el 5% en Andalucía, Castilla la Mancha y Cantabria) y el 92% temporales, según el Observatorio del Instituto de la Juventud. Y en 2017, sólo el 2% de los contratos hechos a los jóvenes (menores de 30 años) fueron contratos indefinidos y a tiempo completo, según una reciente respuesta parlamentaria del Gobierno. Impresionante. Con ello, el porcentaje de
jóvenes asalariados (16 a 29 años) que trabajan con un contrato
temporal es ya del 57,5% (1.347.100
de 2.333.200 ocupados), un récord histórico. Y si tomamos sólo a los jóvenes
menores de 25 años, el 72% tienen un
contrato temporal. Y además, el 23% de los jóvenes tienen contratos a tiempo parcial, por horas,
la mayoría porque no encuentran otra cosa.
La creación de empleo en los últimos cuatro años ha ayudado
a bajar el paro de los jóvenes, pero
de forma insuficiente, ya que a finales de 2017 había 1.014.400 jóvenes en paro
(de 16 a 29 años), uno de cada seis jóvenes, según la EPA. Lo
más llamativo es que el paro ha aumentado en 2017 entre los jóvenes de 16 a 19 años,
en +2.700 jóvenes, lo que se explica porque hay
chavales que han dejado los estudios y se han animado a buscar trabajo a la
vista de que aumentaba el empleo. Y eso pasa también en edades superiores. Así,
hay 100.000 jóvenes de menos de 24 años
que se han sumado a buscar trabajo desde 2014, la mayoría de ellos (60.000) en
2017. Un fenómeno preocupante porque muchos de ellos han dejado sus estudios
para buscar trabajo y aumentar de momento las cifras del paro.
En conjunto, el paro juvenil
se redujo en 110.200 jóvenes en 2017, pero la tasa de paro juvenil sigue siendo
muy elevada: 54,20% (más de la mitad) entre los jóvenes de
16 a 19 años, el 33,95% para los de
20 a 24 años y el 21,71% para los de
25 a 29 años, tasas muy superiores a la media del paro en España (16,55% en
2017, según la EPA).
En conjunto, España tiene la tercera
mayor tasa de paro juvenil de Occidente, según las estadísticas de la OCDE (2017): 37,46% de los
jóvenes menores de 25 años, sólo por detrás de Sudáfrica (53,3%) y Grecia
(47,4%) y el doble de la media UE-28
(18,7% de paro juvenil), quedando por
encima del paro juvenil de Italia (37,8%), Francia (24,6%), Portugal (23,9%), Reino
Unido y la OCDE (13%), EEUU (9,2%), Alemania (7%) o Japón (4,7%). Y encima, en
España hay 5 autonomías con una tasa
de paro juvenil exagerada (menos
25 años): Melilla (68,59%), Extremadura (51,03%), Ceuta (48,94%), Andalucía
(47,88%) y Castilla la Mancha (46,08%).
Mucho paro juvenil y poco
empleo, que además de precario se ve rodeado de “abusos” en la contratación
por parte de las empresas. El sindicato CCOO acaba de publicar un informe sobre los contratos de formación y aprendizaje donde denuncia que las empresas (sobre todo las más
pequeñas) utilizan este contrato para ofrecer empleos a jóvenes licenciados que
no pretenden mejorar su nivel educativo sino conseguir mano de obra barata.
Así el 35% de estos contratos de
formación se hacen en la hostelería y el
comercio para jóvenes universitarios, encadenando
ilegalmente contratos: un licenciado puede ser contratado para “aprender”
de camarero y al año hacerle otro contrato como dependiente y al año otro como
empleado de limpieza. La misma persona y sin
cotizar un euro por él, ya que estos contratos están exentos, lo que ha
privado a la Seguridad Social de ingresar 1.893 millones en cotizaciones los
últimos 5 años (bonificaciones como ésta son una de las razones de su déficit). CCOO denuncia que con los contratos de formación se está subvencionando
contratos precarios y ayudando a que las academias privadas (que cobran por
cada “alumno”) ganen dinero, mientras la patronal
CEOE quiere ahora que estos contratos
de formación” se amplíen a mayores de 45 años (ahora el límite
son 30 años).
Otro “abuso” en la contratación de jóvenes son los becarios. Un estudio de InfoJobs ya
revelaba, en 2015, que el 52% de los becarios trabajaban gratis.
Y ahora, en 2018, un informe de CCOO denuncia que en
España hay 1.445.000 becarios que ni cobran ni cotizan: 1 millón son universitarios en prácticas externas, 63.000
desempleados en formación para el empleo y 100.000 en otras tres modalidades de
prácticas no laborales. De hecho, cotizar por los becarios es obligatorio desde
2011, pero CCOO estima que sólo cotizan una minoría, unos 80.000 (otra causa del déficit de la Seguridad
Social). Y encima, la patronal CEOE acaba de pedir que no se les obligue a cotizar ni a pagar a los becarios…
Otro problema muy habitual en la contratación de los jóvenes es que hacen trabajos que poco
tienen que ver con su formación, están “sobrecualificados”
para el empleo, lo que les
desanima mucho y supone un despilfarro de los recursos invertidos en
formarles. En 2017, el 47,7% de los menores
de 30 años estaban “sobrecualificados” para el trabajo que hacían, según el Observatorio del Instituto de la Juventud, especialmente en Aragón,
Extremadura y Baleares, donde los jóvenes sobrecualificados suponían el 53% de
los contratos. Y los universitarios que han hecho un master, aunque trabajen en lo suyo, ven que el 26,8% ganan menos de 1.000 euros y que el 61% no supera los 1.600 euros al mes, según un estudio del CRUE. Tanto estudiar para esto...
Entre el paro, la precariedad laboral y el tipo de contratos
que tienen, el 39,3% de los jóvenes
españoles menores de 30 años no ingresa nada, según el Observatorio 2017 del
Instituto de la Juventud. Y entre los que sí ganan algo, el sueldo neto mensual es de 898,35 euros para los trabajadores
menores de 30 años (y 640 euros al mes para los menores de 24 años). Una
estimación que parte del Decil de Salarios de la EPA, que fija un salario
medio bruto para los jóvenes de 1.029,30
euros al mes (2016), casi la mitad del salario medio bruto para todas las
edades (1.878,1 euros brutos). El salario varía con la edad de los jóvenes,
según la Encuesta de Salarios del INE 2015: si el sueldo medio bruto español es de 23.106 euros anuales, los jóvenes menores de 20 años ganan la tercera
parte (7.526 euros brutos), los de 20 a 24 años la mitad (11.228 euros) y los
que tienen entre 25 y 29 años ganan dos tercios de la media (16.046 euros
brutos). Y las mujeres jóvenes
menos, porque si la brecha de género es del -22,86%,
entre 20 y 24 años sube al -23,74% y luego baja al -14% entre 25 y 29 años.
Con este nivel de
ingresos, poco pueden hacer los jóvenes, desde alquilar o comprar un piso
a pensar en formar una familia o,
mucho menos, ahorrar para la jubilación,
como les piden algunos. Y la situación ha ido a peor en los dos últimos años,
con la subida de los precios de los pisos (+6,2% en 2017, la mayor subida en 10 años) y de los alquileres (+18,4% en 2017, la mayor subida en 11
años). Estas fuertes subidas han afectado muy negativamente a los jóvenes, que tienen ahora mucho más difícil emanciparse.
Así, comprar un piso le supone a un joven, de media, dedicar el 61% de sus
ingresos a pagar la hipoteca, algo que además de imposible les invalida ante los
bancos (cuyo tope es que el hipotecado destine a pagarles el 30% de los
ingresos). Pero tampoco pueden alquilarlo porque el alquiler medio, de 767
euros (difícil de encontrar en una gran ciudad) les supone a los jóvenes dedicar el 85,4% de sus ingresos, según el Observatorio del Instituto de la Juventud. Imposible.
La consecuencia es evidente: con estos precios de pisos y
alquileres y sus limitados ingresos (encima muy precarios e inestables), los jóvenes optan por quedarse a vivir con sus padres: en el verano de
2017, el 80,6% de los españoles jóvenes
menores de 30 años vivían con sus padres, nada menos que 5.236.860 jóvenes, 4 de cada
5 en esas edades, según el Observatorio del Instituto de la Juventud.
Y hay 8 autonomías donde suben al 82% los jóvenes no emancipados: Andalucía, Extremadura,
Murcia, Asturias, Cantabria y el País Vasco, la mayoría de España. Un dato que
contrasta con el 70% de jóvenes no emancipados en Europa.
Si el presente de los jóvenes es difícil, a pesar de la
recuperación, el futuro se presenta más problemático, por dos razones. Una,
porque para 2030, un tercio de los empleos actuales (34%) están
en riesgo, por la robotización de
la economía, según un reciente estudio de la consultora PWC hecho en 27 países, que señala a España como el 4º país
más afectado por la automatización del trabajo, tras Eslovaquia (perdería el
44% de los empleos actuales), Italia (-39%) y Alemania (-37%). Ya hace un par
de años, la OCDE señalaba a España como el tercer país occidental más afectado por la
robotización, tras Alemania y Austria.
Pero hay otro motivo de preocupación: el empleo del futuro será más
especializado y el 70% de los nuevos empleos que se creen en 2025
requerirán una “alta formación”,
según la Comisión Europea. Y nuestros jóvenes (25-34 años) tienen todavía baja
formación, aunque un tercio largo sean universitarios, según el último informe educativo de la OCDE: el 35%
tienen baja formación (sólo tienen la ESO o ni siquiera) frente a menos de la
mitad en la OCDE (16%) y en Europa (15%
en UE-22 y 13% en Alemania, Francia y Reino Unido), con lo que somos
el país europeo con más porcentaje de jóvenes poco formados y el
tercero de la OCDE, tras Turquía (45% jóvenes poco formados) y México (53%). En
un nivel medio (con Bachillerato y
FP) están el 24% de los jóvenes
españoles, frente al 42% en la OCDE
y el 40% en la UE-22. Y otra vez, tenemos casi tantos jóvenes universitarios
(41% como la OCDE (43%) y más que Europa (40% en UE-22). Una pirámide de formación totalmente “de
locos”: muchos jóvenes muy
formados, muchos jóvenes sin formación y pocos con formación media.
Ante este difícil panorama
para los jóvenes, con poco empleo, mucho paro y un futuro que exige más formación,
ni
el Gobierno Rajoy ni la “oposición” plantean alternativas, mientras los
jóvenes se mantienen “dormidos”, tratando de sobrevivir al día a día. Es
urgente tomar medidas para afrontar el futuro de nuestros hijos y nietos, cada
día más oscuro. Y como en todo lo demás, no hay “soluciones milagro”, sino
que hace falta afrontar un abanico de medidas a corto, medio y largo plazo, que
exigen dinero, medios y valentía política.
Lo más urgente es
poner en marcha un Plan de empleo que gire en torno a los jóvenes, las
mujeres y los mayores de 45 años, los que menos se benefician de la
recuperación. Hay que acabar con los “contratos basura” para jóvenes, que
esconden la “explotación laboral” y la precariedad bajo paraguas de formación y
aprendizaje. Y fomentar la contratación estable a tiempo completo, con
incentivos fiscales y más inspección de trabajo. E implicar a las empresas y a
la Universidad en la formación para el empleo, con más prácticas remuneradas y unos cursos de
formación actualizados para los jóvenes parados. Y, por supuesto, una reforma a fondo de las oficinas de empleo (SEPE), para que
reorienten y coloquen a los jóvenes. No basta con gastar el dinero europeo (Garantía Juvenil) en buscar un contrato en prácticas o un curso de formación
a los jóvenes por unos meses. Hacen falta contratos de
verdad.
En paralelo, hay que reformar de arriba abajo la enseñanza, desde la ESO al Bachillerato y la Formación
Profesional y la Universidad, para que los niños y jóvenes actuales estudien lo
que la economía va a demandar dentro de 2 décadas (quizás no sepamos qué, pero si sabemos los estudios que no tendrán salida, para no
seguir “fabricando parados”). Y en esta tarea, resulta clave recuperar
a los jóvenes perdidos por el camino, ese 18,2% de jóvenes que han abandonado los estudios (en Europa son el 10,7%) en 2017 (570.672 jóvenes de 18 a 24 años) para
irse al paro o al subempleo y que habría que recuperar para las aulas, para que
tengan oportunidades de empleo en el futuro.
Un tercer frente de actuación es apostar por una política de apoyo a la familia (en España sólo se gasta el 0,7% del PIB en ayudas a la familia, según Eurostat, frente al 1,7% de media en la UE-28 y el 2,4% en Francia, que tiene incluso un Ministerio de Familia, como Alemania), con múltiples
actuaciones para ayudar a los jóvenes a
emanciparse y crear una familia: ayudas a la vivienda (sobre todo al
alquiler: el nuevo Plan de vivienda da 390 euros de ayuda mensual a los jóvenes que ganen menos de 19.000 euros, pero es insuficiente para muchos jóvenes y además las ayudas provocarán más subidas de los alquileres), promoción de guarderías, horarios laborales más razonables, mejora
permisos paternidad y maternidad, ayudas a la natalidad y medidas fiscales,
para frenar la caída de la población y aumentar el número de cotizantes, clave para
salvar las pensiones a medio plazo (las de "los jóvenes de hoy").
Pero sobre todo, Gobierno, políticos e instituciones tienen
que demostrar a los jóvenes que saben dónde vamos, que nos
preocupamos por las nuevas generaciones y por sentar las bases del futuro de
España. Porque lo que hay ahora, con el
80% de los jóvenes dependiendo de los padres, es la muestra de un gran fracaso, como país y como
generación. No se escuden en el “conformismo” de los jóvenes o en su “impotencia”
para seguir sin hacer nada. Nos estamos jugando su futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario