jueves, 10 de septiembre de 2020

La 1ª fusión bancaria de esta crisis


Este domingo 13, los Consejos de Administración aprueban la absorción de Bankia por CaixaBank, que culminará en diciembre. Nace CaixaBankia, el primer banco en España y el 10º de la zona euro, que lleva en sus tripas 18 Cajas y 3 bancos, fusionados desde 2009. La fusión ha sido promovida por el BCE y el Banco de España, con el visto bueno del Gobierno, que la ven necesaria para recortar costes y afrontar mejor la recesión del coronavirus, los bajos tipos y la competencia digital. Eso sí, traerá despidos, cierre de sucursales y menos competencia. Y no se recuperarán los 24.000 millones públicos aportados. Ahora se esperan más fusiones, para evitar otra crisis bancaria, tanto en España (BBVA, Sabadell, Unicaja, Liberbank…) como en Europa. Lo importante no es lograr bancos más grandes y más resistentes sino crear una nueva banca, más eficiente, más transparente y más justa, que mejore su deteriorada imagen frente a clientes y empresas. Necesitamos una nueva banca.

enrique ortega

A la 6ª ha sido la vencida. El presidente de la Fundación La Caixa, Isidro Fainé, lleva 31 años intentando fusionarse con Caja Madrid. Lo intentó primero en abril de 1989, después en 2009, dos veces en 2012 (la primera, en enero, rechazada por Rato, entonces presidente de Caja Madrid) y la quinta en 2017, poco antes de irse el ministro de Guindos al BCE. Ahora, por fin, la fusión de la gran Caja catalana y la madrileña saldrá adelante, por la urgencia de la crisis abierta con el coronavirus y el apoyo explícito del BCE, el Banco de España y el propio Gobierno, que no quieren otra crisis bancaria como la de 2010-2015.

Hace un par de años que se esperaban nuevas fusiones bancarias, pero la pandemia las ha precipitado, por el desplome del crédito, que es la puntilla a una banca que sufre desde hace años unos tipos de interés cero y márgenes negativos, acrecentados por la competencia de los gigantes digitales y sus medios de pago y bancos online. Los resultados son muy explícitos: en el primer semestre de 2020, CaixaBank había reducido sus beneficios un 67% y Bankia un 64%. Se les había agotado la gasolina para afrontar esta grave recesión. La fusión, contemplada desde 1989, podría ser la solución, al aportar una reducción de costes y muchas “sinergias” (ventajas). Sólo quedaba buscar el momento ideal. Y tener apoyos políticos en España y Europa.

El momento de la fusión lo iba a fijar la Bolsa. CaixaBank, tres veces más grande que Bankia (en activos y beneficios) iba a ser el comprador, el que mandara en la fusión. Y buscaba pagar lo menos posible por Bankia. En mayo de 2013, una acción de CaixaBank valía lo que 1,21 de Bankia. La fusión era demasiado cara. Luego Bankia mejora y hasta 2017 su acción vale más que la de CaixaBank. A partir de ahí, sube CaixaBank y el 21 de mayo de 2020, en plena recesión, la acción de CaixaBank vale lo que 2,12 acciones de Bankia (ver gráfico cotizaciones). Ya es un buen momento para comprarla barata. Y esa proporción de canje se ha mantenido hasta mediados de julio. Era el momento del ataque. Faltaban los apoyos políticos y financieros.

Y llegaron, con mucha fuerza. Primero, del Banco Central Europeo (BCE), con múltiples declaraciones a favor de las fusiones, como antídoto contra una nueva crisis bancaria. Y con hechos: el 1 de julio, el Consejo de Supervisión del BCE rebajaba las exigencias de capital a los bancos que se fusionaran, una medida clave. Y por si no estuviera claro, el 20  de julio, el vicepresidente del BCE decía en Madrid sobre las fusiones: “Es ineludible. Si eran necesarias en el pasado, ahora son inevitables (…) En las próximas semanas y meses se deben ver movimientos a nivel nacional y en la zona euro”. Y el 1 se septiembre, dos días antes de saltar la noticia de la fusión, el BCE, el Banco de España y la patronal bancaria coincidían en Santander en decir que “no queda otra que las fusiones”. Más claro, agua.

Con estos apoyos políticos y la Bolsa a favor, CaixaBank prepara la operación en agosto, negociando con el FROB, que tiene el 62% de Bankia (en representación del Estado, que es el mayor accionista, al haberle aportado  24.069 millones de dinero público en 2012). Otra ventaja de CaixaBank en esta fusión es que ningún otro banco va a pujar por Bankia: sólo la fusión con CaixaBank permite que el Estado no sea el primer accionista de la entidad resultante (tendrá el 15% de CaixaBankia y la Fundación CaixaBank el 30%, el paquete de control). Si Bankia se fusionara con el Santander, el Estado sería el primer accionista del banco resultante (con el 5,8% del capital). Con el BBVA, el Estado sería también el primer accionista (con más del 10%), lo mismo que si Bankia se fusionara con Bankinter (tendría el 30%), Sabadell (tendría incluso el 40%), con Unicaja (50%) o Liberbank (más del 50%). Así que el único novio posible para Bankia era CaixaBank. Para los demás, comprar Bankia equivalía a nacionalizarse.

Visto el panorama, las negociaciones de la fusión han sido rápidas y culminarán este domingo 13 de agosto, al aprobar la operación los dos Consejos de Administración, paso previo para un proceso que podría culminar en diciembre, tras autorizar la fusión las autoridades europeas y españolas. Los temas polémicos en cualquier fusión están claros: quién manda (CaixaBank, que absorbe a Bankia y pone al consejero delegado, aunque se mantenga como presidente el actual presidente de Bankia), el nombre (CaixaBankia, casi igual) y la sede (Valencia, la actual sede de CaixaBank). Y además, facilita el proceso que las dos entidades tengan “una cultura de Cajas”, muy centradas en el negocio a particulares, pymes y empresas, con muchas hipotecas (28% del total).

Se crea así el primer banco por activos en España (con 627.211 millones de euros), aunque será el tercer banco español por tamaño global, dado que los otros dos grandes españoles tienen mucho más negocio extranjero y por eso tienen más tamaño global ( más de 1 billón de activos totales el Santander y 753.000 millones el BBVA). En conjunto, tendrá unas 6.200 oficinas en España, 43.500 empleados y 21 millones de clientes, concentrados en Cataluña, Madrid, Levante, Baleares y Andalucía. Un gigante bancario que lleva en sus tripas 18 Cajas absorbidas desde 2009 (Caixa Girona, Caja Navarra, Caja Burgos, Caja Canarias, Caja Sol y Caja Guadalajara absorbidas por CaixaBank y Bancaja, Caixa Layetana, Insular de Canarias, Caja Ávila, Caja Segovia, Caja Rioja, Caja Murcia, Sa Nostra, Caja Granada y Caja Penedés, absorbidas por Caja Madrid) y 3 bancos (Bankpyme, Banco de Valencia y Barclays España, absorbidas por CaixaBank).

La fusión gusta al BCE, al Banco de España, a la mayoría del Gobierno y a muchos expertos porque piensan que es una vacuna para evitar otra crisis bancaria, dado que la actual recesión podría volver a deteriorar las cuentas de Bankia (y de otros bancos). La primera ventaja de cualquier fusión es que recorta gastos (por recorte de oficinas y plantillas) y consigue “sinergias”, ventajas derivadas de tener un mayor tamaño. Además, serán muy importantes los beneficios diferidos que se logran: al comprar un banco por menos de su valor en libros (Bankia, a 0,28 veces su valor), la diferencia entre lo que CaixaBank paga y su valor en libros se computa como un beneficio contable (fondo de comercio negativo) y este beneficio extra servirá para pagar los costes de la fusión. Además, una fusión tiene beneficios fiscales, con lo que el banco resultante se ahorrará muchos impuestos durante años.

Otra ventaja, que ha pesado mucho al dar luz verde el FROB y el Gobierno, es que ahora habrá más posibilidades de recuperar parte de las ayudas públicas a Bankia, porque la entidad resultante tendrá más beneficios (el Estado cobrará más dividendos) y valdrá más la participación pública cuando se venda. El Gobierno debería haber vendido su 62% en Bankia antes de finales de 2017, por exigencia de Bruselas, pero ha habido tres prórrogas (2 con de Guindos y una con Calviño) y ahora la salida de Bankia está fijada para antes de diciembre de 2021 (aunque podría retrasarse por 4ª vez). En cualquier caso, parece que la venta del paquete público en Bankia (62% antes y 15% ahora en la nueva entidad) puede ingresar más si está fusionada con CaixaBank que sola. Pero ojo: por muy bien que vayan las cosas, no se va a recuperar todo el dinero público invertido en Bankia (24.069 millones, de los que ya se han recuperado 3.182 millones estos años). Y eso porque, a fecha de hoy, el valor en Bolsa de esa participación pública en Bankia no llega a los 2.000 millones

Pero parece claro que se podrá recuperar más si Bankia se fusiona con CaixaBank que si afronta solo esta nueva crisis. Eso sí, la fusión tiene varias desventajas y problemas. El primero, los recortes de plantilla, la pérdida de unos 8.000 empleos, el 18%. Y aunque sean jubilaciones anticipadas, son personas que dejan de trabajar y una parte del coste acabará cargando en la Seguridad Social. Un problema que se suma a los recortes de otros bancos, que tienen previsto cerrar 4.000 oficinas entre este año y el próximo (con ello, la banca habrá pasado de 38.986 empleos en 2009 a 19.900 en 2021, la mitad). El otro problema es el cierre de sucursales, unas 1.500, el 25% del total, sobre todo en Madrid y Cataluña, lo que perjudicará a muchos clientes (sobre todo en zonas rurales, ya sin oficinas).

Y queda un tercer problema, la menor competencia bancaria, al reducirse el número de entidades, que ha pasado de 42 Cajas y 20 bancos en 2007 a 10 bancos ahora tras esta fusión (ver listado entidades). La consecuencia es que los grandes tienen cada vez más cuota de mercado y hay quien teme que se configure un oligopolio. De hecho, los 5 grandes bancos han pasado de controlar el 42% del mercado en 2008 al 61,8% en 2016 y el 68,5% en 2018, siendo el 4º país europeo donde más ha crecido la concentración bancaria, tras Chipre, Letonia y Lituania. Pero todavía tenemos un nivel medio (“moderado”) de concentración bancaria, según el BCE: ocupamos el puesto 13º en la UE, con un índice Herfindall de concentración de 1.328 puntos, por debajo de los niveles altos de Estonia (2.698), Finlandia (2.570), Chipre (2.375), Grecia (2.304), Lituania (2.278) y Holanda (2178) y muy por encima de la concentración bancaria de Alemania (índice 275), Reino Unido (353) o Italia (579).

La consecuencia de esta mayor concentración bancaria es más poder de las entidades para imponer condiciones a sus clientes, particulares y empresas, desde la concesión de créditos e hipotecas a las comisiones que fijan por tarjetas y servicios financieros. Claro que en los últimos años han entrado en el mercado financiero nuevos operadores, desde bancos online a empresas de tecnología (Google, Apple, PayPal, Amazon…) o telecos (Orange ha creado un banco y Movistar presta dinero), que compiten abiertamente con los bancos tradicionales. Y eso, para las autoridades y muchos expertos, asegura a los clientes que la competencia se va a acrecentar, aunque se reduzca el número de bancos. Eso sí, con la fusión de Bankia desaparece la posibilidad de convertirla en un banco público (como quería Podemos), que sirva como contrapunto a la gestión de los bancos privados.

Ahora, con CaixaBankia, “se ha abierto la veda de las fusiones. El BCE, el Banco de España y los Gobiernos van a promoverlas, como antídoto contra futuras crisis bancarias por culpa de la recesión provocada por la pandemia. La idea es que maduren fusiones dentro de los paises (en Italia, Monte dei Paschi de Siena, rescatado con dinero público, está buscando una fusión como Bankia) y luego se llegue a fusiones transfronterizas, entre bancos de distintos paises de la zona euro. En España, los ojos están puestos en Banco Sabadell, un mediano rentable y bien gestionado, y el BBVA, el único de los grandes que no ha entrado en fusiones recientes (Santander está todavía digiriendo al Popular). Y luego, podría culminar la fusión de Unicaja (Caja Duero, Caja España, Caja Jaén y Unicaja) y Liberbank (CajAstur, Caja Castilla la Mancha, Caja Cantabria y Caja Extremadura), que fracasó en mayo de 2019, por las exigencias de capital del BCE (ahora rebajadas). Y faltaría encajar en el puzle de las fusiones a Abanca (las antiguas Cajas gallegas, compradas por el grupo venezolano Banesco), Kutxabank (BBK, Kutxa, CajaSur y Vital), Ibercaja (Caja Inmaculada, Caja Badajoz, Caja Círculo Burgos e Ibercaja) y Bankinter (que quiere seguir solo).

La clave de las fusiones no es tanto sus cuentas sino aclarar quién manda: resolver “la lucha de egos”, encontrar el encaje entre directivos para que uno mande antes de retirarse (como presidente “florero”) y otro mande de verdad. Y lo mismo la negociación del nombre y la sede, los otros dos temas polémicos, más que el encaje de las cuentas. Eso sí, cualquier fusión necesita que haya un banco con músculo que absorba a otro más débil: sumar dos bancos débiles solo agrava los problemas de ambos.

Pero el tamaño no lo es todo. Los problemas de la banca, en España y en Europa, son de antes de la pandemia: bajos tipos de interés (incluso negativos), baja demanda de crédito, reducción de márgenes y dura competencia de nuevas entidades (gigantes de Internet y telecos). Todo ello se ha agravado con el desplome de la actividad por el coronavirus, pero los problemas estaban ahí y no se resuelven sólo con fusiones. La banca tiene que reconvertir su negocio, digitalizándolo y aumentando el peso de la banca online, recortando costes y mejorando sus servicios a los clientes. Y sobre todo, tiene que ser más transparente y mejorar su relación con particulares y empresas, que multiplican sus reclamaciones (14.621 presentadas ante el Banco de España en 2019 y un 22% desoídas) y sus recursos en los tribunales (que la banca pierde uno tras otro). Y todo ello ha deteriorado su imagen: La banca se ha ganado su mala reputación que tiene. No podemos echarle la culpa a nadie, no ha venido una norma y nos ha puesto mala reputación, sino que el sector se lo ha ganado”, decía a finales de 2019 el consejero-delegado de CaixaBank, Gonzalo Cortázar, que será ahora el primer ejecutivo de la nueva CaixaBankia.

En definitiva, vuelve el baile de las fusiones, pero la reconversión de la banca no pasa sólo por entidades más grandes sino por bancos más eficientes, más transparentes y más justos, que no ganen escondiendo costes y comisiones al cliente sino ofreciendo un mejor servicio en competencia con los gigantes de Internet. Necesitamos una nueva banca.

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