Enrique Ortega |
Los Bancos Centrales de todo el mundo siguen con su “cruzada” contra la inflación, subiendo reiteradamente los tipos de interés desde hace más de un año. El pasado 22 de junio, el Banco de Inglaterra sorprendió subiendo los tipos de interés un +0,5%, hasta el 5%, la subida nº 13 hecha en Reino Unido desde diciembre de 2021. Y ese mismo día, subieron los tipos un +0,25% el Banco central de Suiza (hasta el 1,75%) y un +0,50% el Banco central de Noruega (hasta el 3,75%). Ahora, todo apunta a que la Reserva Federal USA volverá a subir los tipos este miércoles 26 de julio, otro +0,25% (será la 11ª subida hecha desde marzo de 2022), colocando el precio oficial del dinero en el 5,50%, el tipo más alto desde 2001. Y un día después, este jueves 27 de julio, está previsto que el Banco Central Europeo (BCE) se sume a esta ola de subidas, aumentando los tipos otro +0,25% (la 9ª subida desde julio de 2022), hasta el 4,25%, el precio más caro del dinero en Europa desde julio de 2008.
El problema no es sólo que el BCE se sume a las subidas del resto, sino que hay unanimidad entre los Bancos Centrales sobre que “tienen que seguir subiendo los tipos”, según se vio en la Cumbre monetaria de Sintra (Portugal), a finales de junio: todos creen que las tensiones de precios siguen ahí y no pueden bajar la guardia. “Aún no hemos terminado el trabajo”, dijo Christine Lagarde, la presidenta del BCE. La Reserva Federal USA anticipó dos subidas más este año (la de julio y septiembre), lo mismo que el BCE, aunque se han levantado voces internas (en Italia, Portugal y Francia) sobre que hay que esperar a ver qué hace la inflación antes de hacer más subidas en septiembre. Pero la representante de la ortodoxia alemana en el BCE, Isabel Schnabel, lo dejó claro: “es mejor pasarse que quedarse corto…”.
Por si los defensores de más subidas no fueran suficientes, en EEUU y en Europa, el Fondo Monetario Internacional (FMI) salió a la palestra, el 19 de julio, pidiendo a la eurozona “endurecer aún más la política monetaria y seguir subiendo tipos”, porque “la inflación va a seguir siendo alta durante algún tiempo”. Es más, el FMI defiende también que los paises europeos recorten los déficits públicos y la deuda, suprimiendo las actuales ayudas contra la inflación, que consideran “culpables” de que los precios no bajen más, al mantener el consumo y la inversión de familias y empresas. Tras las ayudas de estos años contra la pandemia y la inflación, el FMI vuelve a los “ajustes”…
En este contexto de “ortodoxia monetaria”, de defensa a ultranza de las subidas de tipos como la mejor receta contra la inflación, son pocos los que levantan la voz contra las subidas de tipos, por sus efectos negativos sobre familias, empresas y paises. Curiosamente, a finales de junio, la italiana Meloni y el portugués Costa coincidieron en Bruselas en criticar las subidas del BCE, por ser “una receta simplista” (Meloni) o por no tener en cuenta la naturaleza de la inflación, aplicando “un mal diagnóstico y una terapia errónea” (Costa). Francia y Holanda tampoco ven claro seguir con las subidas de tipos en septiembre, lo mismo que España, aunque no podrá manifestarlo al presidir el semestre europeo.
El problema de la persistente subida de tipos es doble. Por un lado, es ineficaz, porque la inflación actual en Europa no está causada por una demanda disparada (“inflación de demanda”), que se pueda frenar encareciendo el precio del dinero, sino que estamos ante una inflación de costes (“inflación de oferta”), motivada por la subida disparada de la energía y los alimentos, ya antes de la invasión de Ucrania y agravada después. Así que por mucho que suban los tipos, eso no va a bajar los precios del petróleo, el gas, la electricidad o los alimentos. Por eso, los tipos empezaron a subir en la zona euro el 21 de julio de 2022, cuando la inflación era del 8,6% (en junio) y tras varias subidas, la inflación siguió aumentando, hasta un máximo del 11,1% en noviembre de 2022. Y sólo ha bajado este año, hasta el 5,5% en junio de 2023, porque han caído los precios del petróleo (por debajo de 90 dólares barril desde noviembre, 27 dólares ahora), el gas (27 dólares ahora frente a 72 a principios de año), la electricidad (92 euros/kWh frente a 147 euros en marzo) y los alimentos (el índice FAO de junio bajó -23,4% sobre marzo 2022). No porque los tipos hayan subido del 0 al 4,25% en un año.
El otro problema de la subida de tipos del BCE es que supone una receta homogénea para una inflación desigual entre paises. El precio oficial del dinero estará este jueves en el 4,25% para los 20 paises euro, un “ricino” igual para todos cuando su inflación es muy diferente: hay paises del euro con la inflación por debajo del 2%, el objetivo del BCE (1% Luxemburgo, 1,6% España y Bélgica), y otros con la inflación disparada (9% Estonia, 8,3% Croacia, 8,2% Lituania, 8,1% Letonia, 7,8% Austria, 6,8% Alemania, 6,7% Italia, 6,6% Eslovenia, 6,4% Holanda o 5,3% Francia), junto a una inflación moderada en Grecia y Chipre (+2,8%), Portugal (4,7%) e Irlanda (4,8%), según Eurostat. Y con una inflación aún más disparada en Hungría (19,9%), Eslovaquia (11,3%), Chequia (11,2%), Polonia (11%) o Rumanía (9,3%). En resumen: la receta ortodoxa de tipos altos hace falta a la Europa rica del norte pero no al sur, que tienen una inflación más baja. Pero el BCE impone tipos altos a todos.
El problema no es sólo que esta “receta” del “ajuste monetario duro” sea ineficaz (no baja la inflación, sobre todo la subyacente, sin energía y alimentos, porque se debe a una subida de márgenes, no a que la demanda esté disparada) e injusta para los paises con baja inflación, sino que además, tiene un alto coste para familias, empresas y paises, provocando una recesión en la economía europea, al frenar el consumo y la inversión. En el primer trimestre de 2023, la zona euro no creció nada (+0%), tras caer en el 4º trimestre (-0,1%). Y la UE-27 apenas crece: un +0,2% este 1º trimestre, tras caer --0,1% en el 4º de 2022. Hay 8 paises europeos cuya economía cayó en el primer trimestre 2023 (Alemania, Paises Bajos, Irlanda, Grecia, Malta, Estonia, Lituania y Hungría) y 4 están en recesión (2 trimestres consecutivos cayendo): Alemania (-0,5 y -0,3%), la “locomotora europea”, Estonia (-1% y -0,6%), Lituania (-0,5% y -2,1%) y Hungría (-0,6 y -0,3%). Es lo que ha conseguido el BCE…
En España, que creció un +0,6% en el primer trimestre (un 4,2% anual, cuatro veces la media UE), el daño de la subida de tipos es muy evidente. Primero a los 4 millones de familias que están pagando una hipoteca y les sube la mensualidad al revisarla anualmente, por la subida del Euribor: en julio roza ya el 4,2%, cuando hace un año estaba en el 0,992% y en negativo hasta marzo de 2022. Esta continuada subida del Euribor (16 meses) ya ha provocado que muchas familias paguen más de hipoteca, una media de 260 euros más cada mes. Y eso está provocando problemas en las familias más vulnerables, sobre todo a 1.500.000 familias que tienen que destinar ahora más del 40% de sus ingresos a pagar la hipoteca (hay 600.000 familias con apuros para pagarla, según el Banco de España). Esta subida de tipos, además, retrae la compra de viviendas a jóvenes y nuevas familias (en mayo cayeron por 4º mes consecutivo la solicitud de hipotecas y las ventas) y encarece aún más los alquileres. Y también sube el coste de los créditos personales, para comprar un coche, electrodomésticos o un viaje: el tipo está ya al 8%, frente al 6,2% en 2022.
La subida de tipos del BCE también la sufren las empresas, sobre todo las pymes, que tienen ahora más difícil endeudarse (los bancos miran “con lupa” los préstamos) y más caro: los créditos hasta 250.000 euros han más que duplicado su coste (del 1,7% en 2022 al 4,66% en mayo), los créditos de 250.000 euros a 1 millón han triplicado el tipo (del 1,35 al 4,51%) y los créditos de más de 1 millón de euros han cuadruplicado su coste (del 0,83 al 4,34%), según los datos del Banco de España. Y en cuanto a los paises, la subida del BCE encarece los intereses que han de pagar por la deuda pública. En el caso de España, con una deuda de 1.542.000 millones de euros en mayo (el 112% del PIB), ahora tenemos que dedicar más recursos públicos a pagar intereses: el bono a 10 años, por el que se pagaba el 0,76% en febrero de 2022, saltó a un tipo del 3,657% en diciembre de 2022, al 3,408 el 15 de junio y el vienes ya había que pagar a los inversores el 4,467%... Sin estas subidas, ya estaba previsto destinar 31.275 millones del Presupuesto 2023 a pagar los intereses de la deuda.
En definitiva, que la
receta de subida de tipos del BCE, aunque sirve poco para bajar la
inflación (baja por los mercados de la energía y los alimentos), es
muy dañina para las familias, empresas y paises más endeudados, por
lo que recorta la actividad y el crecimiento en toda Europa. Y más
en la Europa del sur, donde las familias, empresas y paises son más vulnerables a las subidas de tipos,
porque tienen menos ingresos, menos competitividad y mucha más deuda pública y
privada. Así que “el ricino” del BCE nos hace más daño, aunque lo necesitemos menos
porque tenemos menos inflación.
Pero el BCE, la Reserva federal y el resto de bancos centrales (todos poseídos de la misma “ortodoxia monetaria”) siguen diciendo que “su trabajo no se ha acabado”, que seguirán las subidas (en septiembre) y que no habrá bajadas en 2024, quizás en 2025, cuando esperan que la inflación vuelva al 2%. Ahora, lo justifican en que “temen un repunte de los salarios”, que reanime la inflación en los próximos meses en Europa. Su argumento es que “falta mano de obra” en todos los paises y que como la actividad y la demanda sigue, hay “tensiones” en el mercado laboral que llevarán a mayores subidas de salarios. Y eso llevará a las empresas a nuevas subidas de precios para compensar los mayores costes salariales.
Los últimos datos de Eurostat sí revelan una subida de los costes salariales en el primer trimestre de 2023, tras tres años de bajos salarios por la pandemia y la inflación: han subido una media del +5% en la UE 27, frente al +3,3% que subieron al inicio de 2022. Pero, curiosamente, donde más suben los salarios es en la Europa rica del norte, la que tiene más inflación: Bélgica (+10,1%), Paises Bajos (+7,5%), Austria (+6,2%) y Alemania (+5%), mientras crecen menos en España (+4,4% en el primer trimestre), Francia (+4,3%) o Italia (+17%). Así que, de nuevo, el BCE aplica su ricino de subir tipos para frenar subidas de salarios que se están dando más en la Europa rica, que gana más por hora trabajada (39,5 euros en Alemania, un 40,5% más que los 23,5 euros por hora que se cobran en España).
Pero hay más. El BCE se preocupa ahora porque los salarios puedan subir este año y reanimar la inflación pero no se ha preocupado nada de la subida de los márgenes y beneficios empresariales en 2022. El propio BCE lo reconoció a finales de marzo: dos tercios de la subida de la inflación en Europa ha sido por la subida de los márgenes empresariales (beneficios) sobre todo en la energía, agricultura, industria, construcción, hostelería y restauración. Algo que contrasta con las subidas de precios entre 1.999 y 2022, cuando sólo en una tercera parte se debieron a subidas de los beneficios. Pero mientras el BCE no hacía nada para contener estos márgenes empresariales, ahora proponen seguir subiendo los tipos para frenar la subida de los salarios, que han perdido poder adquisitivo entre 2019 y 2022 en el sur de Europa (-5,7% en España, -0,3% en Italia) mientras lo ganaban en Alemania (+0,5%), Francia (+1,9%), Paises Bajos (+4,5%) y la mayoría de paises de la OCDE (+0,8%). No frenaron los beneficios récord que han disparado la inflación y ahora quieren frenar la subida de unos salarios que han pagado con su devaluación las últimas crisis.
El BCE y los demás “ortodoxos monetarios” se equivocan, a costa de los paises, familias y empresas más vulnerables. Si siguen por este camino, Europa seguirá estancada y se agravará la recesión en otoño, cuando no contemos tanto con la ayuda del turismo (verano récord) y las exportaciones (entorpecidas por los problemas del comercio mundial y un euro fuerte, que ha provocado una subida del 9,4% para los productos europeos que se paguen en dólares), más la esperada desaceleración de la economía China en la segunda mitad de 2023. Y además, se notarán más los efectos recesivos de los tipos altos, que hacen su mayor daño a partir de los 18 meses de iniciarse (diciembre 2023). Una economía europea estancada y con una inflación todavía alta, es el otoño que nos espera si el BCE mantiene su política de tipos altos y si los paises UE no toman medidas para seguir reanimando la economía, para no suprimir ayudas hasta que se acabe la guerra y Europa vuelva a crecer como antes. Dejen de remar a la contra.
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