Hoy 21 de julio, el Banco Central Europeo (BCE) sube los tipos de interés, por primera vez en 11 años. Y volverá a subirlos en septiembre. Intenta así combatir la alta inflación en la zona euro (+8,6%). Pero la medida parece poco eficaz, porque esta inflación no se debe a que la economía esté “recalentada” por mucho consumo y haya que “enfriarla” encareciendo el dinero, sino a la subida de la energía y los alimentos, que no bajarán porque suban los tipos. Ahora, el dinero más caro va a encarecer créditos e hipotecas, agobiando aún más a familias y empresas. Y a los Gobiernos, porque les subirán los intereses de la deuda pública, recortando su margen para ayudas. Y si Putin corta el gas, las subidas de tipos serán la puntilla que lleve a Europa a otra recesión en otoño. La “medicina” del BCE contra la inflación puede ser inútil y peligrosa. Atajen la inflación por otras vías.
Enrique Ortega |
Pero en 2022, Putin invade Ucrania (24-F) y se acelera la inflación, que ya repuntaba desde el verano de 2021, por la mayor demanda tras la pandemia, el cierre parcial de China (“la fábrica del mundo”), los “atascos” en el comercio mundial y la brusca subida de la energía. En marzo, los precios se dispararon y EEUU toma la iniciativa: subir los tipos de interés (en el 0% desde 2020, por la pandemia), un +0,25%. Y vuelve a hacerlo en mayo y junio de 2022, colocando los tipos en el 1,50-1,75% (la Reserva Federal volverá a subirlos otro +0,75% el próximo 27 de julio). Mientras, el BCE no se decide a seguirles, porque la economía europea está más débil que la de EEUU y la presidenta Lagarde teme frenarla más si sube tipos.
Pero la inflación europea sigue disparada (+8,6% en junio, una subida nunca vista) y los “ortodoxos” del BCE presionan para subir tipos, como en USA. Así que, el mes pasado, Lagarde (BCE) se compromete a subirlos dos veces, hoy (+0.25%, aunque podría ser un +0.5%) y en septiembre (otro +0,50% o más, según se comporten los precios este verano. Y no se descarta otra tercera subida en diciembre, para colocar los tipos oficiales en el 1,5% a finales de 2022 (con una inflación prevista entonces del 7,1%). Y en el 2% en 2023 (donde se espera una inflación del 3,5%, aún lejos del 2% de objetivo de inflación), todavía muy por debajo de los tipos en EEUU, que se pueden colocar en el 3,75% en 2023. Además, desde el 1 de julio, el BCE ha dejado de comprar deuda pública de los paises (sobre todo de Italia, España y Grecia), para retirar estímulos a la economía y atajar así la inflación.
La subida de tipos oficiales en Europa es una medida de primera magnitud, que va a afectar drásticamente a familias, empresas y paises. De hecho, la expectativa de que el BCE subiera los tipos, como USA, lleva subiendo el precio del dinero en los mercados desde principios de año. Así, el Euribor (el interés al que se prestan los bancos entre ellos) está subiendo, tras estar en tipos negativos desde febrero de 2016 (ver gráfico): llegó a su mínimo histórico en diciembre de 2021 (Euribor al -0,501%) y a partir de ahí empezó a subir en enero, febrero y marzo de 2022 (todavía en negativo, en el -0,237%), para ponerse en positivo en abril (Euribor medio al +0,013%), seguir subiendo en mayo y junio (Euribor al +0,852%, el interés más alto de los últimos 10 años) y alcanzar ayer, un interés del +1,164%, un Euribor desconocido desde 2011 (+2,044%).
Así que, aunque los tipos oficiales del BCE suban hoy, las familias con una hipoteca ya han visto subir su cuota en los últimos meses, si les ha tocado la revisión anual con el Euribor. Y son muchas las familias afectadas: se estima que hay 5,5 millones de hipotecas “vivas”, de las que 4,1 millones (el 75%) son a tipo variable, y el 90% de ellas referenciadas al Euribor (se paga un interés del Euribor+ un porcentaje, del 1 al 3%). Así que 3,6 millones de familias tienen una hipoteca variable que les ha subido ya o les va a subir en los próximos meses, cuando se prevé que el Euribor llegue al 1,5% (y al 2% en 2023). La estimación de subida, para una hipoteca media de 150.000 euros a 25 años, es de 1.396 euros al año, unos 116 euros más de cuota cada mes.
Además, la subida del Euribor y la subida oficial del BCE ya han encarecido los créditos al consumo (para comprar desde un electrodoméstico, un coche o un viaje) que subirán aún más en los próximos meses, dificultando las cuentas de las familias, que tendrán más difícil el que se les conceda (por el temor de la banca a los impagos). La subida de tipos es preocupante para las familias, porque ahora están más endeudadas que antes de la pandemia: tienen deudas por 704.000 millones de euros, según el Banco de España.
La subida de tipos también perjudica mucho a las empresas, que tienen una deuda financiera de 962.000 millones de euros, también más que en 2019, según el Banco de España. Ahora, les subirán los intereses y tendrán más dificultad para financiarse, sobre todo las pymes de los sectores con alta inflación y que más se han visto afectadas por la pandemia. De hecho, el Banco de España ha alertado que están en riesgo de impago el 24% de los créditos concedidos a empresas de sectores vulnerables (hostelería, restaurantes, refino, ocio y transporte), unos 21.500 millones de créditos dudosos o en vigilancia especial.
La subida de tipos del BCE afecta mucho a los distintos paises europeos, sobre todo a los más endeudados: Grecia (su deuda pública alcanza el 193,3% del PIB), Italia (150,8%), Portugal (127,4%), España (118,4%), Francia (112,9%), Bélgica (108,2%) y Chipre (103,6%), según la Comisión Europea. Y les afecta de dos maneras: pagarán ahora más intereses por su elevada deuda pública y además, tienen el riesgo de que “los mercados” (inversores y bancos) se pongan nerviosos y vendan la deuda de estos paises, dificultado su financiación (y encareciéndola) y provocando otra crisis financiera en la Europa del sur, como en 2010-2012.
España es uno de los paises más afectado negativamente por la subida de tipos. Por un lado, tendremos que pagar más por colocar la deuda pública, que en mayo (tras el aumento de las ayudas pública por la pandemia y la inflación) ascendía ya a 1.456.000 millones de euros. De hecho, si en enero de 2022 España colocaba sus bonos a 10 años al 0,60%, en junio ya nos pedían el 2,779% para financiarnos y ahora el tipo es el 2,53%. Eso supone que habrá que dedicar más dinero del Presupuesto a pagar intereses: +12.000 millones extras entre 2022 y 2025, según la estimación de la AIReF, que prevé que tengamos que pagar hasta el 3% para colocar la deuda pública española.
El otro riesgo es que España, y los paises de la Europa del sur (en especial Italia y Grecia) tengan problemas para financiarse, que los inversores no quieran nuestra deuda, ahora que el BCE ha dejado de comprarla. Eso se detecta ya en la subida de la “prima de riesgo”, el porcentaje extra que tenemos que pagar respecto a Alemania para que nos financien: ahora está en el 238% para Italia (ha de pagar un 2,26% más que Alemania para financiar su deuda), en el 219% para Grecia, el 124% para España y el 114% para Portugal. El BCE ha dicho que aprobará un sistema para evitar estas diferencias, para que el sur no pague más por endeudarse y eso rompa el euro, pero no será fácil… Y más con el problema añadido de la inestabilidad política en Italia.
En definitiva, que la subida de tipos (la que ya tenemos en los mercados y la oficial aprobada hoy por el BCE) va a encarecer aún más los costes de las familias y empresas y de los paises, obligándoles a gastar más en pagar intereses, a costa de recortar ayudas y otros gastos. Así que si teníamos un grave problema con la inflación disparada (más costes para todos), ahora las familias, empresas y Gobiernos tienen otro problema: el dinero más caro. O sea, más costes aún, menor margen de maniobra para gastar e invertir. Un mayor riesgo de que se frene más el crecimiento y el empleo, de que vayamos a otra recesión, sobre todo en Europa, donde la economía creció sólo un 0,7% en el primer trimestre (UE-27), pero mucho menos en Alemania (+0,2%), Italia (+0,1%) y España (+0,3%), cayendo en Italia (-0,2%), según Eurostat. Y con la amenaza del corte total del gas ruso, que si se confirma, llevaría a Alemania, Italia y a toda Europa a otra recesión en el último trimestre de 2022.
Como se ve, el coste y los riesgos de subir los tipos de interés, tras 11 años en el 0%, son muy elevados. Entonces, ¿por qué se encarece el dinero? La teoría monetaria “ortodoxa” indica que es la mejor arma contra la inflación que atenaza al mundo: con el dinero más caro, se gasta y se invierte menos, baja la demanda y con ella los precios. Pero en la actual coyuntura, esto no es así, porque la teoría funciona cuando tenemos una “inflación de demanda”, cuando una economía está “recalentada”, hay demasiado gasto y hay que frenarlo para bajar los precios. Pero ahora no pasa esto, sino que tenemos “una inflación de oferta”: han aumentado los costes, sobre todo la energía y los alimentos, y no van a bajar ni la luz ni los carburantes ni los cereales porque el dinero sea más caro. Al contrario, van a aumentar otros costes (créditos, hipotecas e intereses de la deuda pública y privada) y eso alimentará aún más la inflación, reduciendo el margen de familias, empresas y Gobiernos.
Pero las autoridades monetarias de EEUU y Europa no quieren ver este análisis, se agarran a la vieja ortodoxia de que la mejor arma contra la inflación es subir los tipos. Pero ahora no es así: es una medida poco eficaz y con múltiples costes. Lo que puede provocar es deteriorar más la salud del enfermo, al quitarle la respiración asistida del dinero barato. El gran objetivo no es sólo bajar la inflación sino evitar que el mundo entre en otra recesión, tras la larguísima crisis de 2008 y la pandemia. Y con las subidas de tipos hechas y anunciadas, el enfermo entrará en coma. Y encima no bajará la inflación.
Es hora de que Europa (y EEUU y el G-7) se planteen otras alternativas frente a la inflación, que no sea “el ricino” de los tipos. Hay que negociar a nivel mundial una recomposición de las economías, aumentando la oferta de energía (petróleo y gas), con acuerdo con la OPEP y los principales productores (dejando a Rusia al margen). Hay que reestructurar los mercados de alimentos y materias primas, con acuerdos internacionales y la creación de stocks de seguridad, que eviten los altibajos de precios y las hambrunas. Y hay que recomponer las cadenas de suministros, desde Asia a Europa y EEUU, racionalizando el tráfico marítimo de mercancías y la globalización. Y hay que replantear una política racional de producción internacional de bienes y servicios, para evitar los cuellos de botella derivados de la falta de inversiones y la escasez de plantillas (mal pagadas) en medio mundo. En definitiva, hay que “redefinir el capitalismo”, tras la crisis, la pandemia y la guerra.
Pero claro, todo esto es muy difícil y exige tiempo y valentía política, algo que no parecen tener los líderes actuales, que prefieren dejar la solución a la inflación en manos del BCE y la Reserva Federal, anclados en sus viejas recetas monetarias, hoy inútiles y peligrosas. Así que ahora, por si no teníamos bastante con la inflación disparada, nos subirá la hipoteca, los créditos y el coste de la deuda pública. Un nuevo problema para arreglar otro. Y “más boletos” para que este otoño entremos en crisis, tras el espejismo del turismo récord este verano. Lo siento, pero con la subida del BCE hoy, hay menos motivos para la esperanza.
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