Enrique Ortega |
La “banca en la sombra” se llama a todo un abanico de entidades que no son los bancos tradicionales y que ingresan dinero de los inversores y lo destinan a préstamos y operaciones financieras con empresas, Gobiernos y particulares. En este bloque de entidades financieras no bancarias (NBFI, en sus siglas en inglés) se incluyen Fondos de inversión, Planes de pensiones, aseguradoras, Fondos de alto riesgo, Fondos “buitre”, Fondos inmobiliarios, Fondos monetarios, financieras, empresas de leasing y renting, financieras de consumo, empresas de tarjetas, firmas de “crowdfunding” y “business angels” para financiar a emprendedores… Lo que tienen en común es que no son bancos pero se dedican a recoger dinero de inversores y destinarlo a múltiples proyectos, buscando una alta rentabilidad con alto riesgo en la mayoría de los casos.
Esta “banca en la sombra” surge en EEUU a finales del siglo XX, pero crece sobre todo a partir de 2008, tras la crisis financiera, a costa de la banca tradicional, que se retira parcialmente de dar crédito a las empresas, sobre todo a la economía digital. Y estos Fondos, aseguradoras, Planes de pensiones y financieras empiezan a financiar la economía, atrayendo a inversores con el reclamo de su alta rentabilidad y financiando proyectos y empresas nuevas, en las que encuentran grandes beneficios con alto riesgo. Y así, en 2014, la banca tradicional ya sólo aportaba el 50% de los créditos a las empresas y la otra mitad se financiaba con la “banca en la sombra”, multitud de Fondos y entidades nuevas que están detrás de las tecnológicas y de los nuevos sectores económicos. Y todo ello es posible porque coinciden con una década de dinero barato, con los tipos al 0%, lo que permite a la banca en la sombra “apalancarse” (crecer e invertir a crédito), crear una gran burbuja donde prestan cada vez más a cambio de pagar cada vez más con los recursos de negocios endeudados a tope. Primero en EEUU y luego en Europa y en el resto del mundo.
Y así llegamos al momento actual, en que “la banca en la sombra” acapara ya la mitad de las finanzas mundiales y tiene más activos que la banca tradicional, según el último informe (diciembre 2022) del Finantial Stability Board, un organismo creado en 2009 por el G-20: manejan 239,3 billones de dólares, el 49,2% de las finanzas mundiales, más que la banca tradicional (manejan 182,9 millones, el 37,6% del sistema financiero mundial), los bancos centrales de los paises (44,1 billones, el 9,1%) y las instituciones financieras públicas (20,3 billones, el 4,2% del total financiero mundial). En España, “la banca en la sombra” (sobre todo Fondos de inversión, monetarios e inmobiliarios, Planes de pensiones, aseguradoras, financieras y empresas de leasing, renting y tarjetas) tiene todavía menos peso que en EEUU y Europa (51%): manejan 1,4 billones de euros, el 25,5% del sistema financiero, todavía la mitad que la banca tradicional (2,9 billones, 52,7% del total).
¿Cómo ha crecido este monstruo financiero de “la banca en la sombra” en poco más de dos décadas? Pues a golpe de deuda, de endeudarse para invertir y crecer, aprovechando que el dinero no tenía coste: los tipos de interés han estado al 0% entre 2008 y 2015 y aunque luego subieron algo, volvieron al 0% entre 2020 y principios de 2022. Estos Fondos y entidades de la banca en la sombra se endeudaban y atraían inversores que buscaban alta rentabilidad, a los que aseguraban altos intereses invirtiendo en deuda pública, nuevas empresas y comprando empresas en crisis que troceaban y vendían (Fondos “buitre”). Y operando en corto en Bolsa (comprando valores a crédito para luego devolverlos), contra empresas que creían sobrevaloradas, forzando su depreciación a cambio de elevadas plusvalías. Y depositaban su liquidez en la banca tradicional y en deuda pública, ayudando incluso a financiarse a los bancos tradicionales (con préstamos “repos” garantizados con deuda pública). Todas estas operaciones, con las que han atraído dinero e inversores y han multiplicado sus apuestas en deuda, empresas y bancos, tienen otra característica común: no cumplían reglas ni normas. La “banca en la sombra” no tiene una regulación estricta, como la banca, y sus operaciones pueden ser tan arriesgadas como quieran. Eso sí, a cambio no hay ningún Fondo de Garantías que asegure las inversiones.
El problema de “la banca en la sombra” se vio venir en 2022, cuando empezaron a subir los tipos de interés y encima de forma rápida: la Reserva Federal de EEUU los empezó a subir en marzo de 2022 y después los ha aumentado 10 veces, del 0% al 5,25% actual. Y el BCE, desde julio de 2022, los ha subido otras 8 veces, del 0% al 4% actual, lo mismo que el Banco de Inglaterra (11 subidas, desde el 0 al 4,50%) y el resto de bancos centrales. Todas las entidades de la “banca en la sombra” se encontraron con el pie cambiado: ahora ya no se podían endeudar sin freno y sus activos valían menos. La deuda pública que habían comprado vale menos (al subir los tipos, se revaloriza la deuda nueva pero se deprecia la antigua), con lo que incurrían en pérdidas contables si la tenían que vender antes del vencimiento, porque sus inversores les exigían liquidez. Y ya no podían asegurar altas rentabilidades en negocios especulativos, sobre todo cuando los bonos del Tesoro dan más del 3%.
Un ejemplo de esta difícil situación de la banca en la sombra se dio en Reino Unido, en octubre de 2022, después de que la primera ministra Liz Truss aprobara un descabellado Plan fiscal, que provocó “turbulencias financieras”. Básicamente, lo que sucedió fue que los británicos que tenían Fondos de pensiones se asustaron y pidieron liquidez a sus gestoras, que se vieron obligadas a vender deuda pública (manejan 2,3 billones de euros, la mitad colocados en deuda pública). Y tuvo que intervenir el Banco de Inglaterra, invirtiendo 73.000 millones en compra de deuda británica. Era un aviso: si los inversores de “la banca en la sombra” se ponían nerviosos, los Fondos, Planes, financieras, aseguradoras y entidades se verían obligados a vender para reintegrarles su dinero, a costa de enormes pérdidas y un riesgo de pánico financiero. Es lo que pasó en EEUU, en marzo de 2023, con la crisis de Silicon Valley y otros pequeños bancos regionales: los inversores se pusieron nerviosos y los bancos no aguantaron.
El riesgo de que “la banca en la sombra” estalle con la subida de los tipos de interés (que devalúa su deuda y sus activos, encareciendo su alto endeudamiento) ha sido advertido en muchas ocasiones por el Banco Internacional de Pagos de Basilea (BIS), una especie de Banco Central de los Bancos Centrales del mundo (Reserva Federal, BCE, Banco de Inglaterra…). En diciembre, el BIS alertaba del aumento de “la deuda en la sombra”, el alto endeudamiento de estas entidades no bancarias, que ahora les resulta mucho más costoso. Y este año, el 4 de abril, el Fondo Monetario Internacional (FMI) lanzó “una alerta global” sobre la banca en la sombra: “pueden provocar tensiones en la economía global”, si los inversores se lanzan a retiradas masivas de dinero. Y eso porque estas instituciones son básicas para la financiación de sectores clave de la economía, de los Gobiernos y sus políticas públicas (compra de deuda) y de la banca tradicional, a la que financian y con la que tienen múltiples lazos (depósitos, valores, deuda, créditos…).
Esta reciente “alerta” del FMI advierte de 3 riesgos de la “banca en la sombra”, que podrían desencadenar otra crisis financiera internacional, incluso más grave que la de 2008: el elevado “apalancamiento” (inversión con deuda), ahora más peligroso con los tipos altos, los desajustes en la liquidez (cuando los activos, deuda o valores, no proporcionan suficiente efectivo para cubrir los desembolsos a los inversores, como pasó en Reino Unido con los fondos de pensiones) y la elevada interconexión de estas instituciones no bancarias entre sí y con el resto del sistema financiero (banca tradicional), lo que complica el panorama global. Y el FMI plantea un dilema a los Bancos Centrales (Reserva Federal, BCE): si conviene seguir subiendo tipos, para frenar la inflación, o hay que frenar las subidas para evitar nuevas crisis financieras (como en algunos bancos USA) en la banca en la sombra. Porque aunque estas entidades no tengan un Fondo de Garantía que cubra a los inversores (como en la banca tradicional), parece claro que si estallan, los bancos Centrales tendrían que intervenir, inyectando liquidez y ayudas (que acabamos pagando todos), como pasó en 2008.
Pero ni la Reserva Federal ni el BCE se dieron por avisados y siguieron subiendo tipos, lo que agrava el riesgo de otra crisis financiera, sobre todo en “la banca en la sombra”, donde no hay apenas vigilancia ni regulación, con lo que no sabemos en realidad el alcance de la “bomba financiera” que nos puede estallar encima. Porque dentro de la banca en la sombra hay entidades muy potentes y solventes, como el Fondo BlackRock (que mueve 10 billones de dólares en todo el mundo: 7 veces el PIB español) y otros grandes Fondos multinacionales y de pensiones, pero también hay Fondos especulativos, Fondos monetarios, financieras y entidades no bancarias que podrían “estallar” y afectar a muchos sectores e inversores, desde EEUU y Europa a China y Japón, detonando una grave crisis financiera.
El temor sigue ahí y la última alerta la acaba de lanzar el propio BCE, el pasado 30 de mayo, con este artículo donde advierte del “riesgo de contagio” entre los problemas de la “banca en la sombra” y la banca tradicional europea, que podría provocar un “efecto dominó en la banca europea si la “banca en la sombra” tiene problemas. Intenta dar un paso más: no sólo advertir de los riesgos de la banca en la sombra sino de alertar que si esos “no bancos” tienen problemas, los tendrá también la banca tradicional. Y eso, argumentan, porque una gran parte de la financiación bancaria que depende de los bancos en la sombra, que tienen gran parte de sus depósitos, valores, deuda y derivados en la banca tradicional. Así que si a la banca en la sombra le va mal, porque sus inversores se ponen nerviosos y buscan liquidez, esas fugas afectarán también a los bancos tradicionales. Y a toda la economía europea, que acude a la banca en la sombra para conseguir el 14% de su financiación
El informe del BCE pone cifras al problema: los 5 mayores bancos europeos (el Santander entre ellos) concentran el 50% de los préstamos y valores de “la banca en la sombra”. Y si ampliamos el análisis a los 13 mayores bancos europeos, concentran el 80% de los préstamos de la banca en la sombra y el 80% de la financiación bancaria con “repos” (venta de activos de la banca para financiarse, recomprándolos en un plazo determinado). Y la “banca en la sombra” posee el 28% de los títulos de deuda bancaria europea, teniendo incluso un papel clave en el mercado de deuda a corto (descuento de papel comercial).
En definitiva, que la banca tradicional europea está “estrechamente ligada” a “la banca en la sombra” (Fondos de inversión, Planes, aseguradoras, Fondos de alto riesgo, Fondos monetarios, financieras…). Y que si la otra banca estalla y entra en crisis, una parte de la banca tradicional se verá afectada y caerá con ella. Así que el BCE recomienda afrontar de una vez el grave problema de la banca en la sombra, un “monstruo” que ha crecido sin control y que amenaza ahora al sistema financiero y a la economía. En Europa y en todo el mundo. Las recetas del BCE, como antes las del FMI, son claras: vigilar y supervisar la banca en la sombra, obligarla a una mayor transparencia y a que tenga listos mecanismos de gestión de crisis, buscando una mayor coordinación y control entre paises. En definitiva, regular y vigilar “la banca en la sombra” para que no nos estalle encima.
Estas alertas, del BIS, el FMI y el BCE, están muy bien, pero el problema de fondo es ¿quién le pone el cascabel al gato? Hablamos de Fondos, Planes y financieras multinacionales, que mueven más dinero que la mayoría de paises y llevan 2 décadas operando sin control, a medio camino entre un casino y un monopolio. Y que han crecido desproporcionadamente porque se han saltado todas las reglas, bajo la única Ley del máximo beneficio. Es la economía financiera de la especulación pura y dura, al amparo del dinero barato y las ganancias supermillonarias. Ponerles ahora coto y normas, en un mundo globalizado, no va a ser nada fácil, a pasar de las alertas oficiales. Tienen demasiado tamaño y poder. Pero precisamente por eso, hay que controlarlos y regularlos. Porque pueden explotar y provocar otra grave crisis financiera. Avisados estamos.
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