Enrique Ortega |
Los bancos centrales occidentales siguen “erre que erre” con su vieja receta ortodoxa de atacar la inflación a golpe de subidas de tipos de interés, una política monetaria que ya nos llevó a dos grandes recesiones en los años 80. Primero fue el Banco de Inglaterra, que ya ha subido 11 veces los tipos desde diciembre de 2021, del 0 al 4,25% actual (y espera subirlos otro +0,25% más el 11 de mayo). Luego le siguió la Reserva Federal USA, que desde el 16 de marzo de 2022 ha subido ya 10 veces sus tipos de interés, la última vez ayer 3 de mayo, otro 0,25%, dejándolo en el 5,25% actual, el tipo más alto desde septiembre de 2007 (5,25%). Y hoy le toca mover ficha al Banco Central Europeo (BCE): se espera que suba el tipo oficial del dinero en Europa un +0,25%, hasta el 3,75%, el tipo más alto desde noviembre de 2008 (3,75%). Eso siempre que en el Consejo del BCE de hoy no se impongan “los halcones”, los paises que defienden una subida mayor (Holanda, Alemania, bálticos y nórdicos), del +0,5%, frente a “las palomas” (Italia, Francia, España, Portugal y Grecia), que defienden no subir más los tipos.
Este aluvión de subidas de tipos en Occidente ha sido la más rápida de la historia y ha provocado ya un conato de crisis financiera, más en Estados Unidos que en Europa, debido a que los bancos (sobre todo medianos) se han encontrado con una cartera de deuda pública y de hipotecas que ahora valen mucho menos, al haberse disparado los tipos, lo que les hace incurrir en pérdidas contables si los clientes quieren recuperar sus depósitos. Eso ha frenado las últimas subidas de tipos en EEUU (+0,25% tres veces este año, tras subidas del +0,50% y del +0,75% cada vez en 2022), aunque no en Europa (el BCE subió un +0,50% en febrero y marzo), a pesar de la crisis del Credit Suisse.
Además, la Reserva Federal USA ha bajado la guardia, sugiriendo que va a frenar la subida de tipos en los próximos meses, porque la economía está creciendo la mitad de los esperado (un +1% en el primer trimestre de 2023) y teme que caigan más bancos. Sin embargo, el BCE no se muestra preocupado porque sus 7 subidas de tipos (en menos de 9 meses) hayan llevado al estancamiento de la economía europea: los 20 paises de la zona euro sólo crecieron un +0,1% en el primer trimestre de 2023 (y un 0% el trimestre anterior), según Eurostat, con Alemania sin crecer nada (+0% en el primer trimestre de 2023), Francia casi nada (+0,2%) e Italia y España creciendo el 0,5% al inicio de este año. Y con la última previsión del Fondo Monetario Internacional (FMI) de que la zona euro sólo crecerá un +0,8% en 2023, cayendo Alemania (-0,1%) y Reino Unido (-0,3%), mientras esperan que EEUU crezca +1,6%, China +5,2%, Japón +1,2% y las economías emergentes +5,2%.
El BCE persiste en su
ortodoxia monetaria y reitera que seguirá subiendo los tipos mientras la
inflación siga elevada, una receta en la que le acaba de apoyar el FMI, quien le
pidió en abril que subiera los tipos (mientras volvía a pedir ajustes
en el gasto a los paises, como en los viejos tiempos…). Eso indica que podría volver a subirlos en junio o julio,
otro +0,25% (hasta el 4%), aunque
sabe que la inflación va a seguir alta
varios años más: su
previsión es que los precios subirán un +5,3% en 2023, un +2,9% en 2024 y
un +2,1% en 2025, tres años por encima de su objetivo “ideal” de inflación para
la eurozona, el 2%. Así que auguran
tipos altos este año y el que viene y no
bajarán los tipos al menos hasta 2025.
El problema es que esta política monetaria ortodoxa es ahora poco eficaz, ya que la inflación actual es diferente a la de otras veces, cuando la economía estaba “recalentada” por un aumento de demanda, que podía “enfriarse” encareciendo el dinero y frenando así el consumo y la inversión, los detonantes de la inflación “de demanda”. Ahora, la inflación tiene un origen diferente, es una inflación “de oferta”: los precios suben porque suben los costes (inflación “de costes”), sobre todo la energía, las materias primas y los alimentos, no porque se haya disparado el consumo y la actividad. Y los tipos altos poco pueden hacer para bajar el precio del petróleo, el gas, la electricidad, los alimentos y las materias primas, así como las consecuencias inflacionistas de la ruptura de las cadenas de suministros o los embudos en el comercio mundial. Y menos, parar la guerra de Ucrania, un detonante de esta inflación disparada desde el verano de 2021. Por eso, esta vez, la subida de tipos es ineficaz para bajar la inflación, sobre todo en Europa.
Los datos demuestran que las duras subidas de tipos apenas bajan la inflación. De hecho, la inflación en la zona euro estaba en el 8,6% en junio de 2022 (antes de la primera subida del BCE, en julio), siguió subiendo hasta un máximo del 10,1% en noviembre (tras las subidas de julio y septiembre), bajó al 8,5% en febrero (casi igual que antes subidas) y ha subido del 6,9 al 7% en abril de 2023, según Eurostat: 7 subidas para bajar la inflación del 8,6 al 7%, más del triple del 2% objetivo del BCE. Y si analizamos la inflación de fondo (subyacente: sin energía y alimentos frescos), ha subido, del +4,6% que estaba en junio de 2022 (antes de la 1ª subida de tipos del BCE) al 7,5% en marzo y el +7,3% con que cerró abril de 2023, casi el doble de la inflación subyacente que teníamos antes de aplicar “el ricino monetario”. Vaya fracaso.
Las subidas de tipos del BCE (y de la Reserva Federal, aunque menos: la inflación ha bajado del 9,1 en junio 2022 al 5% en marzo 2023) no solo han sido ineficaces sino que han tenido un alto coste para familias, empresas y paises, algo que ya sabían de antemano los responsables de la política monetaria (“el ajuste es doloroso, pero necesario para combatir la inflación”, advertían hace meses en el BCE). Y han llevado a la economía europea al estancamiento, a no crecer, encima para apenas bajar la inflación, lo que se traduce en menor empleo e inversión, en no salir de la crisis de la pandemia y la inflación.
La subida de tipos del BCE está dañando especialmente a las familias, porque las 7 subidas aprobadas han disparado el coste de sus hipotecas y créditos. El Euribor, el tipo al que se prestan los bancos entre sí y que marca la revisión de las hipotecas a tipo variable, se ha disparado en los últimos meses: ha pasado de estar 6 años en negativo (desde 2016) a empezar a subir en abril de 2022 (+0,013%), dispararse en agosto (+1,249%), septiembre (+2,233%) y diciembre (+3,018%) para seguir subiendo hasta rozar el 4% en marzo y luego bajar algo (por temor a una crisis financiera), cerrando abril en el +3,757%. Con ello, la familia que tenga que revisar ahora una hipoteca media (180.000 euros a 25 años, contratada al Euribor+1%) pagará 291 euros más al mes (+3.500 euros anuales). Eso coloca a muchos de los 4 millones de hipotecados (con tipos variables) en una situación muy vulnerable, teniendo que dedicar el 40% y más de sus ingresos a pagar la hipoteca, después de que la inflación les haya comido unos sueldos que apenas han subido los dos últimos años.
Además de afectar a los que tienen una hipoteca, la subida de tipos va a dificultar que muchas familias piensen ahora en endeudarse para comprar un piso. Los tipos de las nuevas hipotecas se han encarecido del 1,38% de media en 2021 al 3,664% en marzo de 2023, según el Banco de España (menos, el 3,47%, de media en la zona euro). Con ello, pedir hoy una hipoteca ha subido, hasta una franja del 3,34% al /5,74% para las de tipo fijo y Euribor +0,48/+0,89% las de tipo variable, que los bancos vuelven a recomendar (porque ganan más). Y encima, como se ha producido una caída de la demanda de hipotecas, los bancos han frenado las subidas y a cambio endurecen la concesión, exigiendo más sueldos y garantías. Con todo ello, comprar una casa es ahora más caro y eso disparará la demanda de alquileres, cuyos precios suben cada día. Y en paralelo, la subida de tipos ha encarecido también los créditos consumo (para comprar un coche, un electrodoméstico o un viaje): han pasado del 6,27% en febrero de 2022 al 7,55% en febrero 2023, según el Banco de España.
Lo que no sube apenas es lo que los bancos pagan por los depósitos, salvo a los más ricos y a las grandes empresas (que tienen más poder de negociación): los depósitos a la vista de las familias se remuneran en España al 0,08% (frente al 0,12% en Europa), los depósitos hasta a 2 años al 0,30% (pagan el 1,07% en la zona euro) y los depósitos a más de 2 años se remuneran al 0,51% (1,72% pagan en Europa). Con este “racaneo” en el pago de depósitos, la banca española se ahorra casi 1.500 millones de euros (924,16 millones que dejan de cobrar las familias y 547,97 millones las empresas), según cálculos del BCE. Así que los bancos ganan con la subida de tipos por partida doble: cobran más por el dinero que prestan (hipotecas y créditos) y pagan casi lo mismo por los depósitos. Resultado: los grandes bancos españoles han ganado 5.696 millones netos en el primer trimestre (entre un +10 y un +69% más), después de pagar 1.120 millones por el nuevo impuesto que han recurrido a los Tribunales.
Junto a las familias, las empresas también llevan meses perdiendo con la inútil subida de tipos del BCE. El tipo medio de los créditos de menos de 250.000 euros, a pymes, ha subido del 1,70% (febrero de 2022) al 4,05%, los créditos de 250.000 euros al millón han triplicado su coste (del 1,35 al 3,93%) y los créditos superiores al millón de euros han cuadruplicado su coste, del 0,83% (febrero 22) al 3,87% (febrero 2023), según el Banco de España. Además de pagar más por financiarse, las empresas tienen ahora más difícil conseguir créditos. Y si miramos a los paises, los Gobiernos tienen más dificultades para colocar su deuda pública, que en el caso de España es muy elevada (1,5 billones): ahora tienen que pagar más intereses a los inversores, por la subida de tipos del BCE. Así, el tipo del bono español a 10 años ha subido del 0,76% (febrero 2022) al 3,657% (diciembre 2022) y al 3,306 ayer. Con ello, más dinero del Presupuesto para pagar la deuda (estaban previstos 31.275 millones en 2023, la 2ª mayor partida tras las pensiones) y menos para gastos sociales.
Como se ve, muchos y
elevados costes para familias,
empresas y paises derivados de la equivocada
política de tipos del BCE y otros bancos centrales. Pero la presidenta del
BCE y los consejeros “halcones” no se fijan en estos costes y defienden “seguir erre que erre”, volver a subir tipos (otro +0,25%, hasta el 4%) en la próxima reunión del 15 de junio. Y luego, esperar y ver, sin
prisa para bajar tipos hasta 2025. Les importan poco los daños a las
familias vulnerables, que no se puedan financiar algunas pymes o que pueden tener problemas para colocar su deuda Italia, Grecia, Portugal o España.
Tampoco temen que algún banco europeo
pueda entrar en crisis, como los bancos USA, porque tienen
el mismo riesgo: los bancos han acumulado mucha deuda pública estos
años, deuda que ahora vale menos de lo
que indican sus libros (la vieja deuda baja su rentabilidad cuando la nueva
sube). Y si tienen que venderla, para afrontar retiradas de depósitos,
incurrirían en pérdidas. Nada de esto les preocupa: ortodoxia, ortodoxia, ortodoxia.
Seguir recetando ricino para purgar la
economía aunque el enfermo entre en coma. Todo vale para bajar la inflación.
El problema es que la
inflación apenas baja e incluso hay el riesgo de que suba, por el repunte del petróleo (tras el recorte de
producción de la OPEP y Rusia), las subidas de los alimentos y materias primas
y el posible recrudecimiento de la guerra en Ucrania. Y sobre todo, porque no
se afrontan las causas de fondo de la inflación actual: el mal funcionamiento de los mercados
energéticos, el lento avance en la lucha contra el Cambio climático, la subida desorbitada de los alimentos y materias primas, los
embudos en las cadenas de producción y comercio, el debilitamiento del comercio
mundial… Y, sobre todo, el aumento
de los márgenes empresariales, que están disparando los beneficios de algunos sectores y empresas a costa del
bolsillo de los consumidores.
El propio BCE acaba de reconocer que los márgenes empresariales han contribuido a dos tercios del crecimiento de la inflación en 2022, sobre todo en la energía, agricultura, industria, construcción, hostelería y restauración. Pero en lugar de pedir a las empresas que moderen sus márgenes, que suben más que los salarios, vuelven a subir los tipos. Y, de paso, dan otra receta a los Gobiernos europeos: que retiren los estímulos para luchar contra la inflación (rebajas de impuestos, ayudas, etc.), porque están ayudando a que no caiga más el consumo y los precios… Ojo, en España, el consumo de las familias ha caído en los últimos 6 meses (según el INE) a pesar de los estímulos, por la inflación y la subida de tipos. Si no existieran, como pide el BCE, la crisis sería peor, sobre todo para los más desfavorecidos. Aún así, defienden quitarlos. Y subir tipos. No les importan las consecuencias. Es la vieja ortodoxia neoliberal que triunfó en la política europea durante la crisis financiera de 2008. Ahora, los Gobiernos están en otra onda, pero el BCE no, como denuncia el Nobel Stiglitz. Aunque sean “independientes”, alguien debería pararles los pies.
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