Llega el 8-M, uno de los pocos días que hablamos de la discriminación de las mujeres. Este año, el balance es algo más positivo: hay más mujeres trabajando que antes de la pandemia y 908.700 ocupadas más que en 2007, casi 9,5 millones en total, un récord histórico. Y 300.000 paradas menos que hace 15 años. Además, la reforma laboral ha reducido las mujeres con trabajo parcial o temporal. Y la subida del salario mínimo desde 2018 ha recortado su brecha salarial. Pero su situación sigue siendo preocupante: trabajan 1,5 millones mujeres menos que hombres, en peores puestos y con peores ingresos: ganan un 20,9% menos, cobran un 17% menos de paro y un 46% menos de jubilación. Y siguen ocupándose mayoritariamente de las tareas de casa, de los hijos y padres. Así que su mejora es lenta y a este ritmo, la igualdad tardará más de un siglo. Urge un Pacto por la igualdad, desde la escuela al trabajo y los hogares, para mejorar la situación de medio país. Tomémoslo en serio.
Enrique Ortega |
En España hay algo más de 40 millones de personas en edad de trabajar (con 16 años y más). Y más de la mitad son mujeres (20.652.700), más que hombres (19.483.800). A partir de aquí, se rompe la igualdad. La primera discriminación llega en el paso siguiente, al pensar en ponerse a trabajar o no: las mujeres son menos “activas”, se lanzan menos a buscar trabajo, unas porque se casan y se dedican a las tareas del hogar y otras porque tienen que cuidar a sus hijos o a sus padres. La cifra es esclarecedora: de los 40,16 millones de españoles en edad de trabajar, 16,64 millones son “inactivos” (ni trabajan ni buscan trabajo) y más de la mitad de estos “inactivos” son mujeres (9.543.500 en 2022), según la EPA. Así que ya se ha roto la igualdad de partida y hay 2,4 millones de mujeres “inactivas” más que hombres. De hecho, la tasa de actividad de las mujeres españolas es sólo del 53,79% (61% las mujeres europeas) frente al 63,50% los hombres.
Sin embargo, en esta desigualdad de partida, la menor “actividad”, se ha dado un avance en los últimos 15 años: ahora hay 11.109.200 mujeres “activas” en España, trabajando o buscando trabajo (el 53,79% de las mayores de 16 años), frente a 9.572.100 mujeres activas en 2007 (menos de la mitad, el 49,61%). Son 1.537.100 mujeres más “buscándose la vida”, que se han visto obligadas a buscar trabajo (y atender a la vez la casa, los niños y padres o discapacitados) para ayudar a su familia tras la crisis financiera, primero, y la pandemia y la inflación después. Pero aún hay muchas más inactivas que hombres.
La segunda discriminación de partida es que las mujeres que buscan trabajo consiguen menos empleos que los hombres. Los datos educativos indican que están más formadas que los hombres, pero hay una discriminación efectiva en el acceso al primer empleo, les cuesta más a las chicas que a los chicos. Así, entre 16 y 19 años, trabajan hoy 65.000 mujeres frente a 88.400 hombres. Entre 20 y 24 años, 438.700 chicas frente a 529.900 chicos. Y entre 25 y 29 años, 829.000 mujeres frente a 924.000 hombres. Esta discriminación se continúa después, en cascada, en el resto de edades, lo que produce la mayor discriminación para las mujeres, peor que la de sus salarios: en España trabajan hoy 9.486.200 mujeres frente a 10.977.700 hombres. Hay más mujeres en edad de trabajar, pero hay 1.491.500 mujeres ocupadas menos que hombres. La tasa de empleo de las mujeres es del 60,5% (65,2% en la UE y 73,5% en Alemania), frente al 70,3% los hombres.
Pero aquí, con ser datos preocupantes, también ha habido un gran avance en los últimos 15 años. Por un lado, hay más mujeres trabajando (9.486.200) que antes de la pandemia (9.158.300) y las mujeres se han llevado más empleos de los creados desde 2019 que los hombres (+327.900 frente a +169.100). Y por otro, se ha dado un salto de gigante en el empleo femenino respecto a 2007: hoy trabajan 908.700 mujeres más que antes de la crisis financiera (9.486.200 frente a 8.577.500), una cifra de mujeres ocupadas que nunca se había alcanzado en España, según la EPA. Y en contrapartida, hoy trabajan 1.198.200 hombres menos que en 2007 (10.977.700 frente a 12.175.900). Pero no olvidemos que todavía, hay casi 1,5 millones de mujeres menos trabajando que hombres.
La tercera discriminación de partida que sufren las mujeres es que tienen peores contratos, ocupaciones y categorías que los hombres, lo que se traduce en peores sueldos, según se detalla en este estudio de CCOO. Respecto a los contratos, se les imponen más dos tipos de contratos precarios y mal pagados: los contratos a tiempo parcial (por horas o días) y los contratos temporales. Veámoslo. Del total de ocupados a tiempo parcial, 2.781.700 a finales de 2022, el 73,5% son mujeres (2.045.600). Y la mayoría reconocen que tienen este contrato “porque no encuentran otro a jornada completa” (el 51,7%) o porque es el único que les permite cuidar a hijos y padres (lo argumentan el 16,2% de las mujeres y el 2,7% de los hombres). Consecuencia: ganan menos, porque el salario de estos contratos a tiempo parcial es el 40,3% del salario a jornada completa (11.642 euros frente a 28.881), según el INE.
Las mujeres tienen también más contratos temporales que los hombres: a finales de 2022 eran temporales el 20,55% de los contratos de las mujeres (1.724.300) y el 15,47% de los hombres (1.390.400), según el INE. Y en el sector público, la discriminación es mayor, según CSIF: hay el doble de mujeres con contrato temporal (712.000) que hombres (352.000). Y esto lleva acaparado, además de más precariedad, peores sueldos para las mujeres: un trabajador con contrato temporal gana el 72,2% que uno con contrato indefinido (19.228 euros de media frente a 26.623 euros), según el INE.
Aquí también, las mujeres han avanzado en el último año, gracias a la aprobación de la reforma laboral, que ha reducido los contratos a tiempo parcial y temporales. Así, los contratos a tiempo parcial de las mujeres se han reducido en -25.000 en 2022 (y crecieron +68.700 en los hombres) y aumentaron en +157.000 sus contratos a tiempo completo (sólo aumentaron +78.100 en los hombres), según el INE. Y los contratos temporales se han reducido drásticamente el año pasado (de 2.290.500 a 1.724.300): cayeron del 27,77 al 20,55% del total de contratos de las mujeres (y del 23,12 al 15,47% en los hombres). Pero no olvidemos que, a pesar de esta mejora, las mujeres tienen más contratos precarios.
Otra discriminación laboral de las mujeres, además de tener peores contratos, es que trabajan más en las actividades peor pagadas. Así, trabajan más mujeres (el 41% de las mujeres y el 32% de los hombres) en los 7 sectores que tienen un salario inferior a la media, según el informe de CCOO: empleo doméstico, hostelería, agricultura, cuidados, servicios administrativos y auxiliares, actividades artísticas y recreativas y comercio. Y además, las mujeres se concentran en las ocupaciones no cualificadas y peor pagadas: técnicos y profesionales salud y enseñanza (70% mujeres y un 10% menos de sueldo), oficinas y atención al público (72% mujeres y -12% sueldo), trabajadores de los servicios de salud y cuidados (80% mujeres y -36% ingresos), restauración y comercio (62% mujeres y -21% sueldo medio) y trabajadores no cualificados de los servicios (82% mujeres y -40% de sueldo).
Otra discriminación laboral es que las mujeres acceden menos a los puestos directivos y a responsabilidades de dirección: España tiene sólo un 6% de mujeres en puestos de dirección general, sólo un 17% de mujeres entre los directivos que reportan al CEO (primer cargo ejecutivo) y un 33% de los consejeros de las empresas, según el estudio “Woman matter España: tramos pendientes”, de la consultora McKinsey. Y la presencia de mujeres sólo alcanzan el 16,5% de los Comités de Dirección, el 37,4% de los consejeros de las empresas del IBEX-35, donde sólo hay 4 presididas por mujeres. Y si se analizan 119 grandes empresas, sólo 13 cuentan con alguna mujer en sus órganos de gestión, según el IESE.
Todas estas discriminaciones de la mujer en el trabajo, desde el tipo de contrato al sector donde trabajan, su cualificación o su categoría y responsabilidad se traducen en la discriminación más conocida (aunque no sea la peor): la discriminación salarial. En 2021, la “brecha salarial”, lo que debería subir el sueldo de las mujeres para igualarse al de los hombres, fue del 20,9% (ganaron de media 22.601 euros brutos frente a 27.322 los hombres), según el cálculo de CCOO a partir de la EPA. Una “brecha” salarial peor que la de 2020 (19,3%), pero que ha bajado sensiblemente desde 2018 (26,5% de “brecha”), gracias sobre todo a la subida del salario mínimo interprofesional (SMI), que aumentó un 47% estos 5 años (de 735 a 1.080 euros), lo que ha beneficiado más a las mujeres (que son un 55% de los 2,5 millones de trabajadores que cobran el SMI).
Con todo, la “brecha salarial” entre mujeres y hombres sigue siendo muy elevada. La culpa de un 40% de esta brecha se debe a que las mujeres copan los contratos a tiempo parcial (73,5% del total), según el análisis de CCOO. Otro factor clave son los complementos salariales (por puesto directivo, peligrosidad, nocturnidad, disponibilidad horaria, antigüedad…), que suponen el 39,4% del salario final de los trabajadores y que tienen mucho más peso en las nóminas de los hombres que en las de las mujeres. Y el tercer factor clave para explicar la brecha salarial, según CCOO, es la maternidad, que “lastra el salario de las mujeres” y también su empleo. Así, la tasa de empleo (entre 25 y 34 años) está más próxima entre hombres (83,7%) y mujeres sin hijos (71,9%), pero empieza a caer cuando las mujeres tienen un hijo (al 68,9% de empleo, mientras en los hombres sube al 88,6%: ojo, ellos trabajan más con 1 hijo) y se desploma con 3 hijos (64,6% de empleo en las mujeres y el 90% en los hombres). Y tras el primer hijo, el salario de las mujeres cae un 11%, llegando a perder a medio plazo hasta el 28% de su sueldo inicial.
La brecha salarial de las mujeres (-20,9% de sueldo) aumenta si trabajan en una serie de sectores "malpagados", que además son los más feminizados, con más porcentaje de mujeres: administrativas y servicios auxiliares (-44% de brecha salarial y 56% trabajadoras son mujeres), cuidados (-43% de brecha y 68% mujeres), actividades profesionales científicas y técnicas (-42% sueldo sobre hombres y 57% mujeres), inmobiliarias (-42% brecha y 61% mujeres), finanzas y seguros (-37% brecha y 55% mujeres), sanidad y servicios sociales (-27% brecha y 78% mujeres) y comercio (-35% brecha y 52% mujeres), según el informe de CCOO.
Esta no es la única brecha de ingresos que sufren las mujeres. Si se quedan en paro (había 1.740.085 mujeres paradas inscritas en las oficinas de empleo en febrero de 2023, frente a 1.168.312 hombres), también cobran menos que los hombres, generalmente porque muchas de ellas han cotizado por desempleo menos tiempo o con interrupciones (por la maternidad y los cuidados). Así, la media que cobraron las mujeres en paro que recibieron un subsidio contributivo (395.816, una minoría, porque la mayoría reciben un subsidio asistencial) fue de 823,50 euros, una “brecha” del -17,23% sobre lo que cobraron los parados hombres (965,4 euros de media). Y esta brecha es mayor del 20% para las mujeres paradas con más de 50 años (alcanza el 29,72% de diferencia entre las mayores de 60 años), según datos del SEPE.
Al final de su vida laboral, cuando se jubilan, las mujeres se encuentran con otra brecha mayor: cobran de media un 48,94% menos de pensión (966,40 euros frente a 1.439,42 euros), según los datos de pensiones de la SS a 1 de febrero. Y en el caso de la pensión de jubilación, la brecha de las mujeres es del -46,84% sobre lo que cobran los jubilados hombres (1.071,45 euros frente a 1.573,56 euros). Esto se debe a que las mujeres cobran normalmente menos sueldos y tienen más interrupciones en sus cotizaciones, por la maternidad y los cuidados a padres y discapacitados (que básicamente hacen ellas). Eso explica también que las mujeres reciban un menor número de pensiones de jubilación: 2.555.661 pensiones de jubilación de mujeres frente a 3.772.863 de hombres, según la SS.
Y después de jubilarse, las mujeres viven más años que los hombres (su esperanza de vida es de 85,8 años, frente a 80,2 los hombres), con lo que tienen más riesgos de necesitar ayuda y convertirse en dependientes al final de su vida. De hecho, 2 de cada 3 dependientes con más de 80 años son mujeres. Y por eso, sufren más los problemas de faltas de residencias y atención especializada y las “listas de espera” (dependientes con derecho reconocido que esperan atención), que afectan a 179.380 dependientes. Y eso provoca que sean mujeres 44 de los 70 dependientes mayores que mueren cada día sin que les llegue la ayuda de la dependencia que tienen reconocida.
Por si fueran pocas todas estas discriminaciones, la mujer sufre también otra discriminación en su propia casa, porque carga con la mayor parte de las tareas del hogar y de los cuidados de hijos y padres, lo que además complica su trayectoria laboral. Los datos son evidentes: el 49,7% de las mujeres que viven en pareja se ocupan de la mayor parte de las tareas domésticas, frente a sólo el 4,3% de los hombres, según la Encuesta ECEPOV del INE (diciembre 2022). Y si se suman las que hacen una parte importante de las tareas, resulta que el 95,1% de las mujeres asumen la totalidad o buena parte de las tareas domésticas, frente a sólo el 50% de los hombres. Un 40,2% de las mujeres se ocupan mayoritariamente del cuidado de los niños, frente al 4,8% de los hombres. Y un 48,3% se encargan mayoritariamente del cuidado de los mayores, frente al 20,5% de los hombres.
En los últimos dos años, se aprobaron dos Decretos-Leyes para conocer la discriminación salarial de las mujeres (es obligatorio que las empresas lleven un registro) y para implantar Planes de igualdad en empresas de más de 50 trabajadores (obligatorios desde el 8 de marzo de 2022). Así que ahora, sindicatos y empresas conocen mejor la situación, Pero falta que aprueben medidas en los convenios para reducir la discriminación laboral y salarial, donde se ha avanzado poco, junto a más incentivos al empleo femenino. Y en paralelo, hay que actuar en otros frentes: en la educación (para extender la educación pública de 0 a 3 años), en la Universidad (para promover que las mujeres estudien más carreras técnicas y FP), en las empresas y organismos públicos (para promover el acceso de mujeres y su promoción interna, además de medidas de conciliación laboral y racionalización de horarios) y en los hogares, para que los hombres se repartan de verdad las tareas y el cuidado de niños y mayores.
Con la desigualdad entre hombres y mujeres pasa lo mismo que con el Cambio Climático: si se avanza poco a poco, poniendo parches, la solución no llegará este siglo: al ritmo actual, la igualdad de las mujeres tardaría 135 años, según el Foro de Davos. Urge acelerar las medidas económicas, laborales, educativas y sociales, como uno de nuestros grandes retos en las próximas décadas, al margen de las ideologías. Media España exige igualdad.
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