En plenas Navidades, Estadística (el INE) publicó unos datos que pasaron desapercibidos: el crecimiento por autonomías, que revela que unas siguen siendo más productivas (y más ricas) que otras, con lo que sigue la desigualdad regional. Y se mantienen las 3 Españas económicas: una España rica (País Vasco, Madrid , Navarra, Cataluña, Aragón y la Rioja), una España pobre (Andalucía, Canarias, Extremadura, Melilla, Castilla la Mancha, Murcia y Ceuta) y una España intermedia entre ambas. El problema es que esa brecha sigue igual desde 2008 y se ha agravado en 2021 y 2022, por la pandemia y la inflación. Pero lo peor es que las 3 Españas siguen ahí desde hace siglo y medio, según los estudios. Hay que aprovechar el Plan de recuperación y los Fondos UE, más los impuestos y un nuevo sistema de financiación autonómica, para corregir estos graves desequilibrios regionales. Conseguir que no haya españoles de 1ª, de 2ª y de 3ª clase, según donde vivan. Un reto histórico.
Enrique Ortega |
España volvió a crecer en 2022, algo más del 5%, casi como en 2021 (+5,5%), aunque todavía no se ha superado el bache de la pandemia (la economía cayó un -11,3% en 2020), que podría lograrse a finales de 2023, siempre que no haya recesión y se crezca al menos el 1%. Pero esta recuperación va a ser desigual por regiones, ya que también lo fue la recesión por la pandemia: en 2020, la economía se desplomó especialmente en Baleares (-23,2% cayó su PIB ) y Canarias (-19,1%), por la drástica caída del turismo, y en Cataluña (-12,3%), Madrid (-11%), Comunidad Valenciana (-10,9%) y el País Vasco (-10,7%), por la caída de los servicios, el turismo y parte de la industria. En 2021, según los últimos datos publicados, las autonomías que más crecieron fueron las que más habían caído (+10,7% creció Baleares y +7% Canarias), pero no es suficiente y todo apunta a que, aunque han crecido en 2022 (aún sin datos), tardarán un año más en recuperarse de la pandemia, hasta 2024, como quizás también Cataluña, Madrid, Asturias, Extremadura, Andalucía, Ceuta y Melilla.
La pandemia y la inflación han agravado un problema que ya teníamos, el desigual crecimiento económico por regiones. El último dato publicado por el INE en diciembre, sobre el crecimiento del PIB por autonomías en 2021 lo refleja ya. Hay 6 regiones más productivas, la España rica, porque producen más por habitante (PIB por habitante) que la media española (25.498 euros por habitante en 2021): Madrid (34.821 euros por habitante, un 36,6% por encima de la media), País Vasco (32.926 euros), Navarra (31.024 euros), Cataluña (29.942 euros), Aragón (28.912 euros) y La Rioja (27.279 euros). Lo preocupante es que son las mismas que antes de la pandemia, salvo Baleares, que se ha caído en 2021 de esta lista de regiones más productivas. Y lo peor es que son casi las mismas que a principios de siglo, en 2000, donde también estaba Baleares (era la 3ª más productiva, tras Navarra y Madrid, y pasó a la 6ª en 2019 y a la 9ª en 2019).
En el otro extremo están las 7 regiones menos productivas, y por tanto la España pobre, según su PIB por habitante en 2021: Andalucía (18.906 euros por habitante, casi la mitad que Madrid y un 25,9% por debajo de la media española), Canarias (18.99º euros), Melilla (19.266 euros), Castilla la Mancha (20.655 euros), Murcia (21.236) y Ceuta (21.244 euros). Son las mismas que antes de la pandemia (2019), aunque cambia el orden: Andalucía es ahora la peor cuando entonces producían menos que ella Melilla y Ceuta. Y lo peor es que estas regiones menos productivas y más pobres son casi las mismas que en el año 2.000, con algunos cambios: entonces estaban en el pelotón de cola Galicia y Asturias (que hoy están en la España intermedia) y no estaban entre las pobres Canarias, Ceuta y Melilla, que entraron en este grupo menos productivo en 2008.
Entre medias, hay 6 regiones que forman la España intermedia, porque su PIB por habitante (2021) está a caballo entre la productividad de la España rica y la pobre, pudiendo subir o bajar en el futuro: Baleares (24.866 euros por habitante, ligeramente por debajo de los 25.498 euros de la media nacional), Castilla y León (24.428), Cantabria (23.730), Galicia (23.349), Asturias (23.235) y la Comunidad Valenciana (22.289 euros). Son prácticamente las mismas regiones intermedias que en 2008 y en el año 2.000, con la excepción ya señalada de Baleares, que entonces estaba entre las más ricas y ahora ha bajado al escalón intermedio, y la mejoría clara de Galicia y Asturias, que pasan de las más pobres al grupo medio.
De hecho, Galicia es la región española donde más ha crecido el PIB per cápita real entre 2000 y 2021 (un +26%, descontando la inflación), según el INE. Y le siguen en la mejoría Extremadura (+25% de aumento PIB real), Asturias (+16), Aragón (+15%), Castilla y León (+13%), País Vasco (+12%), Castilla la Mancha y Madrid (+9%), las únicas 8 regiones que han crecido en este siglo por encima de la media española (+6% entre 2000 y 2021). Las demás han crecido menos y hay 3 regiones cuya productividad (PIB por habitante) ha caído respecto al año 2000: Canarias (-19%), Baleares (-17%) y la Comunidad Valenciana (-2%), lo que habla mucho de los riesgos de vivir del turismo.
Un dato preocupante es que la brecha entre las regiones más productivas (más ricas) y las menos eficientes (más pobres) se ha mantenido elevada todo este siglo, al margen del boom inmobiliario, la crisis financiera, la recuperación posterior y las crisis de la pandemia y la inflación. Así, en el año 2000, Madrid producía más del doble que Extremadura por habitante (21.333 frente a 10.145, 2,10 veces más). En 2008, la brecha bajó a 1,93 veces, pero en 2013 (el peor año de la crisis) subió a 1,97 veces. Y en 2019 a pesar de los 6 años de recuperación, la brecha seguía alta, en 1,84 veces (35.913 euros que producía cada madrileño por 19.454 cada extremeño). Y en 2021, la brecha con Extremadura baja algo (1,82 veces), pero se mantiene con el último de la lista ahora, Andalucía: 1,84 veces.
Pero hay algo más llamativo: esta brecha entre regiones más o menos productivas se arrastra desde hace siglo y medio, según el libro “La desigualdad regional en España 1860-2015”, escrito por tres catedráticos universitarios (Díez Minguela, Martínez-Galarraga y Tirado). Ahí documentan que la desigualdad regional aumentó entre 1860 y 1910, se redujo después entre 1910 y 1950, volvió a bajar entre 1960 y 1985 y lleva siendo elevada desde 1986, a raíz de la entrada de España en Europa, debido a que una economía más abierta ha agravado las diferencias regionales, al competir mejor unas autonomías que otras.
La España rica, pobre e intermedia tiene mucho que ver con la estructura económica de cada región (más o menos industria, más o menos servicios y el tipo de agricultura), su población (poca o mucha y nivel de envejecimiento), la educación y formación de sus trabajadores, el nivel tecnológico, la mayor o menor inversión pública o privada, las infraestructuras disponibles o el peso de la exportación. Y en el caso de Madrid, el factor “capitalidad”, que aporta un “crecimiento extra” porque las instituciones públicas y ser la capital del país atrae empresas, inversiones, población y talento, según este estudio del IVIE. Por todo ello hay regiones más o menos productivas, aunque el factor que más ha jugado en este siglo para explicar la brecha regional es la desigual creación de empleo.
Hasta aquí el primer concepto, las 3 Españas según la mayor o menor productividad de las regiones, que produzcan más o menos por habitante. Pero luego entran en juego “los contrapesos”, mecanismos que intervienen para que esas regiones tengan más o menos renta. En principio, las regiones más productivas son también las más ricas, pero hay factores de corrección de esa brecha económica: las transferencias públicas (pensiones, desempleo, ayudas a la Dependencia), subvenciones y prestaciones sociales, el gasto público en sanidad y educación, las inversiones públicas, impuestos y la financiación autonómica. Y dentro de estas “medidas correctoras” destacan las ayudas europeas, que buscan corregir los desequilibrios regionales y que han sido ingentes (España ha recibido 176.000 millones de Fondos estructurales europeos entre 1989 y 2020, muchos para las regiones).
Todas estas medidas públicas, españolas y europeas, deberían haber servido para corregir la brecha económica entre las regiones, sumando más ingresos a las autonomías más pobres. Pero no ha sido así, como se ve en el último dato de la renta por habitante, los ingresos por persona visto lo que produce y sumando lo que le aporta la acción pública, vía transferencias, ayudas, subvenciones, inversiones, impuestos y financiación. Con los datos de 2020, recién publicados por el INE, seguimos teniendo 3 Españas por nivel de renta.
La España rica son las 9 regiones que tienen una renta disponible de los hogares (per cápita) superior a la media de España (15.817 euros en 2020): País Vasco (20.479 euros, un 22,77% más que el conjunto de españoles), Madrid (19.470 euros), Navarra (17.895 euros), Cataluña (17.723 euros), Aragón (17.160 euros), Asturias (16.712 euros), la Rioja, Castilla y León (16.277 euros) y Cantabria (15.919). Si recuerdan, son las mismas 6 regiones más productivas (con más PIB por habitante), donde el País Vasco supera a Madrid (por los mayores ingresos fiscales derivados del cupo vasco), a los que se suman, como autonomías “más ricas”, Asturias, Castilla y León y Cantabria, gracias a que son tres regiones muy envejecidas y les ayuda mucho los ingresos que reciben por pensiones, ayudas y subvenciones. Aquí, en estas tres regiones, las políticas públicas sí les han ayudado a reducir la brecha.
En el otro extremo, la España pobre, vemos a las mismas 7 regiones que son las menos productivas y tienen también menos renta por habitante: Canarias (12.410 euros de renta disponible per cápita, el 40% menos que en Euskadi), Melilla (12.793 euros), Andalucía (12.844 euros), Extremadura (12.908 euros), Murcia (13.391), Castilla la Mancha (13.647 euros) y Ceuta (13.914 euros), según el INE. Las más pobres vuelven a ser las menos productivas, sin ajustes ni “correcciones” de las políticas públicas, que sólo sirven para “salvar relativamente” a Andalucía (que de ser la región menos productiva pasa a ser la 3ª más pobre) y Extremadura (que es la 4ª más pobre aunque fuera la 3ª menos productiva).
Y en el tercer bloque, la España intermedia por renta, se queda Galicia (15.157 euros por habitante), Baleares (14.913 euros) y la Comunidad Valenciana (14.336 euros), que podrían pasar al grupo de regiones más ricas si les funcionaran mejor las políticas públicas (y un nuevo sistema de financiación autonómica), como les ha pasado a Asturias, Castilla y León Y Cantabria. Quien peor lo tiene es Baleares, cuya renta por habitante se ha desplomado con la pandemia y la crisis del turismo, lo mismo que la Comunidad Valenciana.
También aquí, en la renta por habitante, la brecha entre regiones viene de lejos y ha mejorado poco en 50 años. En 1977, la renta de un habitante de Baleares (la región más rica de España) era 1,81 veces la de un extremeño, según un informe de la Fundación Alternativas. En el 2000, tras el fuerte crecimiento español, la renta de Aragón (líder ese año) era 1,53 veces la de un andaluz. En 2008, al inicio de la crisis financiera, la renta de un vasco era 1,65 veces la de un extremeño y esa brecha llegó a 1,69 veces en 2013 (el peor año de la crisis). En 2018, a pesar de la recuperación, la renta de un vasco era 1,78 veces la de un extremeño, la mayor brecha en este siglo. Mejoró algo en 2019 (baja a 1,64 veces), pero ha vuelto a subir en 2020, donde la renta de un vaso es 1,65 veces la de un canario, la misma brecha de renta que teníamos en 2008… Y todo apunta a que cuando se publiquen los datos de renta regional de 2021 y 2022, con la pandemia y la inflación, la brecha de renta aumentará.
¿Qué se puede hacer? Lo primero, gastar e invertir pensando en corregir estos desequilibrios regionales, tanto los Presupuestos como los Fondos europeos, esos 140.000 millones de euros que van a llegar hasta 2026. El objetivo es regionalizar la mitad de estos Fondos UE, pero la otra mitad, la que gestione el Estado, debería invertirse con el objetivo de reconducir el crecimiento y el empleo de las regiones más pobres. Una segunda medida es planificar las inversiones públicas e infraestructuras para fomentar la inversión e instalación de empresas en la España más atrasada, que no debe vivir sólo del turismo, la agricultura o las pensiones. Y aquí resulta eficaz descentralizar los organismos públicos, como se ha hecho eligiendo a Sevilla sede de la Agencia Espacial Europea. Un tercer frente de actuación es la fiscalidad, homogeneizando impuestos y evitando “paraísos fiscales” (Madrid). Y urge aprobar un nuevo sistema de financiación autonómica (pendiente desde 2014), porque el actual beneficia claramente al País Vasco y Navarra (reciben un 80% más por habitante que el resto, según la Fundación Alternativas), así como a Cantabria, la Rioja, Extremadura, Asturias, Aragón y Castilla y León, curiosamente a 6 de las 9 regiones españolas con más renta…
Al final, se trata de afrontar de una vez un problema que arrastramos desde hace siglo y medio, conseguir crecer de una forma menos desigual y repartir mejor la actividad económica, la inversión y el empleo entre regiones. Tardaremos décadas en lograrlo, pero hay que preparar las inversiones, la educación y las infraestructuras para conseguirlo. Que no haya españoles de 1ª, de 2ª y de 3ª clase, según donde vivan. Es uno de nuestros grandes retos.
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