Los que hemos vivido una inflación del 27 % (1977), no acabamos de creer que los precios estén
cayendo. Pero así es: la inflación
anual está en el -0,2%. Algo que no
pasaba desde 2009.Y lo mismo sucede en
Portugal, Grecia, Irlanda y Chipre, lo que hace que Europa tenga un 0,5% de inflación
mientras apenas crece. Inflación baja y débil crecimiento son
un cocktail peligroso que dificulta la recuperación, porque los precios bajos retraen las ventas y dificultan
pagar las deudas, un problema grave para España. Por eso, políticos y
expertos han pedido al BCE que actúe contra
una posible deflación. Pero Draghi no ha hecho nada, a la espera de las elecciones
y presionado por Alemania y los países
acreedores del norte, a los que la
deflación no preocupa como al sur. Otra vez más, Europa no toma medidas y deja que España y el sur peleen sin ayuda
contra el estancamiento y la baja inflación.
Al BCE, a Alemania y a Bruselas, les ciega su ideología y sus intereses.
Así nos va.
enrique ortega |
Lo normal es que los
precios suban y se coman parte de
nuestro sueldo. Cuando bajan, es que
la economía está muy enferma, como
pasó en la Gran
Depresión: los precios cayeron un 24% entre agosto 1929 y marzo 1.933.
O en Japón,
donde los precios han caído un 25% desde mediados de los 90. En España, aunque
ya no nos acordamos, los precios cayeron al principio de esta
crisis: tuvimos 8 meses de inflación anual negativa, entre marzo y
octubre de 2009, con un pico de -1,4% de
inflación en julio 2009. Y
también cayó en otros países europeos.
Ahora ha vuelto la baja inflación: si en junio de 2013 estaba en el 2,1% (un nivel “normal”), en septiembre cayó al 0,3% (por el efecto de la subida del IVA un año antes) y ha
estado entre el 0 y el 0,2% desde
entonces (-0,1% en octubre), para bajar al -0,2% en marzo.
Una inflación negativa que se da también
en los otros países europeos con problemas: Portugal (-0,1%), Grecia (-1,2%), Irlanda (-0,1%) y Chipre
(-1,3%).Mientras, la Europa del norte tiene inflación
positiva: +1% Alemania, +1,7% Reino Unido, Francia +0,9%, Austria +1,5%,
Bélgica +1%, Holanda +1,1%, Finlandia +1,3% e Italia +0,5%. Con todo, la
media de inflación europea ha bajado
al +0,5%, lejos del tope-objetivo del 2% del Banco Central
Europeo (BCE).
¿Por qué la inflación
baja? La razón fundamental es la
crisis, la falta de demanda y
de consumo, que se ceba más en España y la Europa del sur: las empresas no venden y para conseguirlo, dentro
y fuera, tiran los precios. Además,
la política de austeridad, con los
recortes y la bajada de salarios, junto a la subida de impuestos, hunden los ingresos de las familias,
que reducen sus gastos y no consumen.
Y para dar la puntilla, tenemos un euro
fuerte, que lleva dos años
subiendo por culpa de las restricciones monetarias europeas, con lo que se abaratan las importaciones, bajando los precios de la energía y los
alimentos.
Mientras la economía
y el consumo
no mejoren, los precios van a seguir bajos por bastante tiempo. El BCE
cree que acabarán en el 1% en 2014
y que no volverán al 1,5% hasta 2016. Y el Banco
de España prevé una inflación del 0,4%
en 2014 y el 0,8% en 2015. Es una inflación
baja (la llaman desinflación), pero no
es deflación,
una palabra que sólo se puede aplicar cuando
los precios bajan 6 meses seguidos (como en 2009). Pero aunque no estemos
en deflación, el riesgo existe. Y la inflación baja también es una
fuente de problemas.
Siempre hemos creído que tener los precios bajos es bueno,
porque podemos comprar más con nuestros
ingresos y ahorros.
Y además, permite a las empresas competir
mejor fuera, exportar. Es verdad. Pero los
precios bajos tienen dos graves
problemas, más para una economía que intenta salir de la crisis. El primero, que la baja inflación lleva
a los consumidores a retrasar sus
compras (más si les recortan sus ingresos), pensando que comprar mañana
será más barato. Y con precios bajos,
las empresas
ganan menos, tienen menos márgenes, invierten menos, no crean empleo y
pueden acabar cerrando.
Por otro lado, la
inflación baja es mala para los
que tienen deudas: si los tipos
de interés están al 3% y la inflación es del 2%, estamos pagando unos tipos reales del 1%. Pero si la
inflación baja al -0,2%, pagaremos entonces un
tipo real del 2,2%, más del doble. Un
dato real: España paga hoy por la deuda pública a 10 años el triple de interés real que en 2011 (3,42% frente a 1,21%),
aunque ha bajado la prima de riesgo y
el
interés nominal (del 6% al 3,3%), por culpa de la bajísima inflación. Y además,
nuestro patrimonio, nuestro sueldo, el PIB de nuestro país valen menos, con lo
que el porcentaje (el peso) de la deuda a pagar es mayor. Esto es
especialmente preocupante para un país como España, donde el Estado
debe casi un billón de euros (961.555), las empresas
otro billón (1.072.000) y las familias
787.400 millones. La baja inflación perjudica a los deudores: les aumenta la deuda pendiente de pagar.
Y por si fuera poco, la desinflación mengua los ingresos
públicos: a precios más bajos, menos
recaudación (sobre todo por IVA). O sea, con precios bajos, más déficit
público.
Menos consumo, menos
crecimiento y empleo, más pago de intereses y más déficit público, los costes de tener una baja inflación.
En definitiva, la
desinflación agrava la crisis y
dificulta la recuperación, además del riesgo
de entrar en deflación. Por todo ello, tanto la Comisión
Europea como el
FMI, el Banco
de España y los Gobiernos
español e italiano habían pedido al
BCE que tomara
medidas para reanimar la
inflación en Europa. Las más efectivas son bajar los tipos de interés y aumentar
el dinero en circulación, para facilitar la actividad y, de paso, bajar la cotización del euro, que alimenta la desinflación y dificulta las
exportaciones.
Pero el BCE se ha
limitado a hacer
declaraciones y no ha tomado medidas
efectivas, que retrasa hasta que haya
más riesgo de deflación (y hasta que
pasen las elecciones europeas del 25 de mayo…). Y eso porque Alemania
y los países del norte no están
preocupados por la baja inflación. Primero, porque no la tienen tan baja. Y
segundo, porque son países acreedores y como tales, les viene
bien que haya una baja inflación, porque van a cobrar más y protegen a sus
ahorradores. El problema lo tienen más los
países
del sur, que son deudores y con un alto paro: la desinflación nos mata.
Una vez más, el
BCE y los fundamentalistas de Bruselas se pliegan a los
intereses de la Europa del norte,
que crece más, tiene poco paro y una
inflación no preocupante. Y mientras, España
no acaba de salir de la recesión: la economía está estancada, no
hay consumo, baja la renta de las familias, se crea poco empleo precario
(temporal, a tiempo parcial y autoempleo de autónomos), sube la deuda,
el déficit
público se estanca (sólo bajó 2.637 millones en 2013, a pesar de los
recortes y subidas de impuestos), las exportaciones
crecen menos y el crédito
sigue cayendo, con lo que no hay
dinero para una posible recuperación.
La baja inflación
es un síntoma más de la profunda crisis
que sufrimos pero puede ser muy
peligrosa y llevarnos a una tercera
recesión. Por eso, es
urgente que Europa se tome en serio reanimar
la economía y el crédito, con tipos
bajos y liquidez suficiente, como han hecho Estados
Unidos, Japón,
China
e incluso Gran Bretaña, con bastante éxito. Hay que poner la vista en el paro, el más alto
desde la postguerra mundial, y en la inflación, que ha bajado a niveles peligrosos. Alemania y los países del norte tienen que subir salarios, consumir
y crecer más, tirando de la Europa
del sur. Y necesitamos un Plan
Marshall para reanimar la economía europea, compartir la deuda (eurobonos)
para que no sea una losa para los países
del sur y facilitar
crédito a bajo interés, para que haya inversión y empleo. Acabar
con la austeridad que nos ha llevado a la recesión y, ahora, a la
desinflación.
Esto es lo que nos
jugamos en los próximos meses. Y las soluciones van a depender mucho de los
resultados de las próximas
elecciones europeas. Pensémoslo al ir a votar.
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