La crisis iniciada en 2008 y sus secuelas han afectado poco a la salud física de los españoles pero ha dañado nuestra salud mental, según un estudio de 2018 realizado por encargo del Ministerio de Sanidad. Y han sido los parados, sobre todo los que llevan varios años sin trabajar, los que sufren más trastornos mentales. Ellos y sus familias, incluidos niños y jóvenes con trastornos de conducta y fracaso escolar. Al final, 9 de cada 100 adultos tienen algún trastorno mental y más de 1 millón de españoles tiene un trastorno mental grave. Y hay 10 muertes por suicidios al día en España, el triple que muertes por tráfico, muchos por depresión y trastornos mentales. La OMS considera que, para 2030, la salud mental será la primera causa de discapacidad en el mundo y el mayor reto sanitario de Europa. Urge tomar medidas para mejorar la salud mental de los españoles y reducir la angustia de parados, trabajadores precarios y familias pobres. Conseguir que la crisis no les supere.
La Gran Recesión de 2018 ha cambiado a fondo nuestras vidas, desde el trabajo y los sueldos a cómo gastamos, dónde vivimos y hasta los hijos que tenemos. Pero, ¿ha afectado también a nuestra salud? Para saberlo, el Ministerio de Sanidad encargó un estudio a 6 expertos universitarios. Y sus conclusiones, publicadas a finales de 2018, son reveladoras: la crisis ha afectado poco a nuestra salud física (de momento: dicen que podría pasarnos factura más adelante) y bastante a nuestra salud mental, empeorándola.
El estudio
revela que la salud física
de los españoles no parece haber empeorado con la crisis: seguimos con una baja tasa de mortalidad y con una de las mayores esperanzas de vida del
mundo, con muchos años de vida saludable y baja mortalidad infantil, aunque
advierten que debemos ser cautelosos, porque a veces los efectos negativos de
las crisis tardan en manifestarse. Eso sí, hay
algunos indicadores sanitarios que han empeorado: han aumentado los tumores y ganan peso entre las causas
de muerte, han ido a más la diabetes,
hipertensión y obesidad (quizás en parte por el estrés y los malos hábitos
por la crisis), hay más enfermedades de corazón
y asma (sobre todo entre inmigrantes) y los jóvenes consumen ahora más alcohol, tabaco, drogas y pastillas que
antes de la crisis. Y además, los recortes
de presupuestos y plantillas (médicos y enfermeras) han deteriorado la asistencia sanitaria, colapsando
consultas y urgencias y multiplicando las listas de espera.
Pero lo más llamativo
de la crisis ha sido que ha empeorado bastante la salud mental de los españoles, según el estudio,
sobre todo “en los varones en edad
laboral, especialmente en personas en situación de desempleo o con empleos
precarios”. Aquí, en estos dos
colectivos, “la prevalencia (riesgo) de padecer una enfermedad
mental es del 29,2%, frente al 14,9%
en el conjunto de la población ocupada”, concluyen. Y además, los problemas
mentales han afectado más a los
españoles sin estudios: el 27% han estado en riesgo de padecer un problema
mental o depresión, frente al 14,7% entre españoles universitarios. Y no han
sido sólo los trabajadores precarios o parados poco formados los que han
sufrido o sufren problemas mentales: la enfermedad ha caído sobre sus familias, en especial sobre mujeres (separaciones y malos tratos), niños y jóvenes, que tras sufrir problemas económicos en casa, padecen
más problemas de trastornos de conducta, adicciones
y fracaso escolar, según un estudio sobre adolescentes de 2016, coordinado por Josep Matalí.
Otro estudio,
recientemente publicado por el Observatorio Social de la Caixa, ha analizado los efectos del desempleo en la
salud mental de los parados españoles, entre 2006 y 2011. Y
también concluye que el paro, sobre
todo el de larga duración (más de 1 año sin trabajo) ha afectado muy negativamente a la salud
mental de estos parados. Concretamente, han comprobado que un aumento del
10% en el paro en la construcción (aumentó del 6 al 24% durante la crisis)
aumentó un 3% las enfermedades mentales en estos parados. Y eso, porque el desempleo provoca aislamiento, estrés económico, “auto condena” y
sensación de “inutilidad personal”, priva a las personas de rutinas y
experiencias compartidas y les quita la posibilidad de “contribuir al bienestar
de la familia y la sociedad”, factores que llevan en muchos casos a la
depresión y a los trastornos mentales.
El riesgo de
sufrir un problema mental se agrava si el parado lleva mucho tiempo
sin trabajo, según todos los estudios médicos. Y esto ha pasado más
factura en España porque somos el
2º país de Europa (tras Grecia) con más paro de larga duración, según Eurostat: lo sufren el 6,4% de la población activa en España, frente al
2,9% en la UE-28. En junio, último dato de la EPA, había 1.006.900 parados que
llevaban más de un año sin trabajar, el 44,71% de todos los parados (y de
ellos, 668.342 llevan más de 4 años parados, según el SEPE). El problema afecta sobre
todo a los parados mayores de 50 años: son
el 70% de los desempleados que llevan más de 4 años sin trabajar. Y además, tienen un futuro oscuro,
porque las empresas reconocen que “descartan”
de entrada la mayoría de currículos de las personas con más de 55 años, según una encuesta de la Fundación Adecco.
Al final, el paro, el trabajo precario y los bajos
salarios que nos ha dejado la crisis
han agravado
los problemas de salud mental, en España y en el resto del mundo. La
propia Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca el paro (sobre todo el de larga
duración) como “un factor de riesgo”
de los problemas mentales, aunque añade otros: horarios excesivos, condiciones de trabajo, inseguridad
laboral, falta de trabajo en equipo y, sobre
todo, el “acoso laboral” (“mobbing”). Y todo ello provoca que haya 264 millones de personas en el mundo con depresión, según la OMS,
lo que cuesta muchas vidas (se producen 800.000 suicidios al año) y muchas pérdidas económicas (1
billón de dólares al año). Y vamos a más, por lo que la OMS estima que para 2030,
la salud
mental será “la primera causa de discapacidad en el mundo” y “el principal reto sanitario en Europa”.
En España, la crisis ha agravado la salud mental y
ahora los datos son muy preocupantes. El primero, que un 9% de españoles adultos tiene “algún trastorno mental”, lo que
supone 3,5 millones de españoles. Y, de ellos, entre el 2,5 y el 3% de la población adulta tiene “un trastorno mental grave”: son más de 1 millón de españoles,
según la última estadística aportada por la Confederación Salud Mental España. El segundo dato llamativo es que los problemas
mentales tienen un coste anual que ronda los 80.000 millones de euros (entre el
6 y el 8% del PIB), sumando costes económicos y sanitarios.
Pero el peor coste
de los problemas mentales es en vidas humanas: en España se
produjeron 3.679 suicidios en 2017, según el INE, más
de 10 muertes por suicidio al día (3 de cada 4 son hombres), entre
el 65% y el 95% provocadas por depresiones y trastornos mentales, según Salud Mental España. Son la primera causa de muerte no natural en España
desde hace 11 años y la tercera causa de muerte entre jóvenes (se suicidan unos 300 al año). En
conjunto, duplican las muertes por
accidentes de tráfico, superan en 11 veces a los homicidios y 80 veces las
muertes por violencia de género. Y además, otras 200 personas intentan suicidarse cada
día en España sin conseguirlo, según Salud Mental España.
Los problemas de salud mental se han
agravado con la crisis y la perspectiva es que sigan creciendo: el
15% de los adultos españoles tendrán algún problema de trastorno mental
a lo largo de su vida, según estima Salud Mental España: son 5,8
millones de personas, casi 1 de cada 6 españoles. Como para que el problema,
agravado con la crisis, sea una prioridad
para la salud pública. Sin embargo, los expertos denuncian que faltan
medios y recursos: hay pocos servicios de atención a los enfermos
mentales y las consultas y unidades hospitalarias están colapsadas. La Confederación
Salud Mental España se queja de que no
se incluya la atención mental en los programas de salud pública y que no exista
un Plan de prevención del suicidio, que mata el doble que el tráfico. Y
denuncian que hay un “estigma social” sobre las enfermedades
mentales y el suicidio, que la sociedad y los Gobiernos “miran para otro lado”,
cuando debería ser una prioridad en la agenda política, sanitaria y social.
En junio, la ministra de Sanidad en funciones se comprometió en el Senado a elaborar una
Estrategia Nacional de Salud Mental antes
de fin de año, promesa que va a depender del resultado electoral. Salud Mental
España, que colabora en preparar esa estrategia, ha propuesto una serie de medidas,
que se centran en cuatro frentes:
aprobar un teléfono de 3 cifras (similar al
016 o el 112) para atender a los posibles suicidas, prevenir los problemas emocionales desde la escuela, apoyar a las familias, mujeres e inmigrantes
más vulnerables y visibilizar el
suicido y los problemas mentales en los medios (Campaña #Habladelsuicidio),
para quitarles el negativo "estigma social" que ahora tienen (en Canadá se ha
hecho, con buenos resultados).
Quizás venga otra
crisis. Pero llegue o no, todavía hay
10 millones de españoles vulnerables,
según el informe FOESSA, por problemas de paro, trabajo precario, pobreza, falta de
vivienda, aislamiento social y muchos otros. Y si vuelven los problemas, lo
sufrirán en su salud, física y mental. Por eso, una de las prioridades del próximo Gobierno debería ser aprobar un Plan de choque por la salud mental concentrado
en las “bolsas de desolación”: los
colectivos (mayores de 50 años, mujeres y jóvenes), sectores (industria, campo,
servicios) y provincias (Melilla, Ceuta, Cádiz, Granada, Jaén, Las Palmas,
Sevilla y Badajoz tienen más del 20% de paro) que más sufren la crisis. Y un Plan específico contra el paro de
larga duración, el mayor detonante de problemas mentales, con medidas
concretas para fomentar la contratación de los mayores de 50 años, mujeres y
jóvenes. Y por supuesto, aprobar ese prometido Plan de Salud mental, integrado en una política sanitaria con más medios.
La crisis de 2008 y
sus secuelas hasta hoy nos ha cambiado la vida, pero a muchos también
la salud, provocando depresiones, trastornos mentales y suicidios, que han hundido a miles de familias. Es
hora de mirar de frente ese problema y tratar de paliarlo, con decisión política, medios y apoyo
social. Porque la economía debe servir
para mejorar la vida de las personas, no para hundir su salud física y
sobre todo mental. Crezcamos sanos.
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