Este domingo 13, los Consejos
de Administración aprueban la
absorción de Bankia por CaixaBank, que culminará en diciembre. Nace CaixaBankia,
el primer banco en España y el 10º de la
zona euro, que lleva en sus tripas 18 Cajas y 3 bancos, fusionados desde 2009.
La fusión ha sido promovida por el BCE y
el Banco de España, con el visto bueno del Gobierno, que la ven necesaria
para recortar costes y afrontar mejor la recesión del coronavirus, los
bajos tipos y la competencia digital. Eso sí, traerá despidos, cierre de sucursales y menos competencia. Y no se recuperarán los 24.000 millones públicos aportados. Ahora se esperan más fusiones,
para evitar otra crisis bancaria, tanto en España (BBVA, Sabadell, Unicaja,
Liberbank…) como en Europa. Lo importante no es lograr bancos más grandes y más
resistentes sino crear una nueva banca, más eficiente, más transparente y más
justa, que mejore su deteriorada imagen frente a clientes y empresas. Necesitamos una nueva banca.
enrique ortega |
A la 6ª ha sido la vencida.
El presidente de la Fundación La Caixa, Isidro Fainé, lleva
31
años intentando fusionarse con Caja Madrid. Lo intentó primero en abril de 1989, después en 2009, dos veces en 2012 (la primera, en enero, rechazada por Rato,
entonces presidente de Caja Madrid) y la quinta en 2017, poco antes de irse el ministro de Guindos al BCE. Ahora, por
fin, la fusión de la gran Caja catalana y la madrileña saldrá
adelante, por la urgencia de la crisis abierta con el coronavirus y el
apoyo explícito del BCE, el Banco de España y el propio Gobierno, que no
quieren otra crisis bancaria como la de 2010-2015.
Hace un par de años que se esperaban nuevas fusiones bancarias, pero la pandemia las ha precipitado, por el
desplome del crédito, que es la puntilla a una banca que sufre desde hace años
unos tipos de interés cero y márgenes negativos, acrecentados por la
competencia de los gigantes digitales y sus medios de pago y bancos online. Los
resultados son muy explícitos:
en el primer semestre de 2020, CaixaBank
había reducido sus beneficios un 67% y Bankia un 64%. Se les había agotado la gasolina para afrontar esta grave recesión.
La fusión, contemplada desde 1989, podría ser la solución, al aportar una
reducción de costes y muchas “sinergias” (ventajas). Sólo quedaba buscar el momento ideal. Y tener apoyos políticos en España y Europa.
El momento de la
fusión lo iba a fijar la Bolsa. CaixaBank, tres veces más grande que Bankia (en activos y beneficios) iba a
ser el
comprador, el que mandara en la fusión. Y buscaba pagar lo menos
posible por Bankia. En
mayo de 2013, una acción de CaixaBank valía lo que 1,21 de Bankia. La
fusión era demasiado cara. Luego Bankia mejora y hasta 2017 su acción vale más
que la de CaixaBank. A partir de ahí, sube CaixaBank y el
21 de mayo de 2020, en plena recesión, la acción de CaixaBank vale lo que 2,12
acciones de Bankia (ver
gráfico cotizaciones). Ya es un buen momento para comprarla barata. Y
esa proporción de canje se ha mantenido hasta mediados de julio. Era el momento
del ataque. Faltaban los apoyos políticos y financieros.
Y llegaron, con mucha fuerza. Primero, del Banco Central Europeo (BCE), con
múltiples declaraciones a favor de las fusiones, como antídoto contra una nueva
crisis bancaria. Y con hechos: el 1 de julio, el Consejo de
Supervisión del BCE
rebajaba las exigencias de capital a los bancos que se fusionaran, una medida clave. Y
por si no estuviera claro, el 20 de
julio, el vicepresidente del BCE decía
en Madrid sobre las fusiones: “Es
ineludible. Si eran necesarias en el pasado, ahora son inevitables (…) En las
próximas semanas y meses se deben ver movimientos a nivel nacional y en la zona
euro”. Y el 1 se septiembre, dos días antes de saltar la noticia de la
fusión, el BCE, el Banco de España y la
patronal bancaria coincidían
en Santander en decir que “no queda
otra que las fusiones”. Más claro, agua.
Con estos apoyos políticos y la Bolsa a favor,
CaixaBank prepara
la operación en agosto, negociando con el FROB, que tiene el 62% de Bankia (en representación del Estado, que es el mayor accionista, al
haberle aportado 24.069 millones de
dinero público en 2012). Otra ventaja
de CaixaBank en esta fusión es que ningún otro banco va a pujar por Bankia:
sólo la fusión con CaixaBank permite que
el Estado no sea el primer accionista de la entidad resultante (tendrá el
15% de CaixaBankia y la
Fundación CaixaBank el 30%, el paquete de control). Si Bankia se fusionara con el Santander, el
Estado sería el primer accionista del banco resultante (con el 5,8% del
capital). Con el BBVA, el Estado sería también el primer
accionista (con más del 10%), lo mismo que si Bankia se fusionara con Bankinter (tendría el 30%), Sabadell (tendría incluso el 40%), con Unicaja (50%) o Liberbank (más del 50%). Así que el único novio posible para Bankia era
CaixaBank. Para los demás, comprar Bankia
equivalía a nacionalizarse.
Visto el panorama, las negociaciones
de la fusión han sido rápidas y culminarán este domingo 13 de agosto, al
aprobar la operación los dos Consejos de Administración, paso previo para un
proceso que podría
culminar en diciembre, tras autorizar la fusión las autoridades europeas y
españolas. Los temas polémicos en cualquier fusión están claros: quién
manda (CaixaBank, que absorbe a Bankia y pone
al consejero delegado, aunque se mantenga como presidente el actual
presidente de Bankia), el nombre
(CaixaBankia, casi igual) y la sede
(Valencia, la actual sede de CaixaBank). Y además, facilita el proceso que las
dos entidades tengan “una cultura de
Cajas”, muy centradas en el negocio a particulares, pymes y empresas, con
muchas hipotecas (28% del total).
Se crea así el
primer banco por activos en España
(con 627.211 millones de euros), aunque será
el tercer banco español por tamaño global, dado que los otros dos grandes españoles
tienen mucho más negocio extranjero y por eso tienen más tamaño global ( más de
1 billón de activos totales el Santander y 753.000
millones el BBVA). En conjunto, tendrá unas 6.200 oficinas en España, 43.500 empleados y 21 millones de clientes,
concentrados en Cataluña, Madrid, Levante, Baleares y Andalucía. Un gigante bancario que lleva
en sus tripas 18 Cajas
absorbidas desde 2009 (Caixa Girona, Caja Navarra, Caja Burgos, Caja Canarias,
Caja Sol y Caja Guadalajara absorbidas por CaixaBank y Bancaja, Caixa Layetana,
Insular de Canarias, Caja Ávila, Caja Segovia, Caja Rioja, Caja Murcia, Sa
Nostra, Caja Granada y Caja Penedés, absorbidas por Caja Madrid) y
3 bancos (Bankpyme, Banco de Valencia y Barclays España, absorbidas por
CaixaBank).
La fusión gusta al
BCE, al Banco de España, a
la mayoría del Gobierno y a muchos expertos porque piensan que es una
vacuna para evitar otra crisis bancaria, dado que la actual recesión
podría volver a deteriorar las cuentas de Bankia (y de otros bancos). La
primera ventaja de cualquier fusión es que recorta gastos (por recorte de
oficinas y plantillas) y consigue “sinergias”,
ventajas derivadas de tener un mayor tamaño. Además, serán muy importantes los
beneficios diferidos que se logran: al comprar un banco por menos
de su valor en libros (Bankia, a 0,28 veces su valor), la diferencia entre lo
que CaixaBank paga y su valor en libros se computa como un beneficio contable (fondo
de comercio negativo) y este
beneficio extra servirá para pagar los costes de la fusión. Además, una fusión
tiene beneficios fiscales, con lo
que el banco resultante se ahorrará
muchos impuestos durante años.
Otra ventaja, que ha pesado mucho al dar luz verde el FROB y
el Gobierno, es que ahora habrá más
posibilidades de recuperar parte de
las ayudas públicas a Bankia, porque la entidad resultante tendrá más beneficios (el Estado cobrará más
dividendos) y valdrá más la participación
pública cuando se venda. El Gobierno
debería haber vendido su 62% en Bankia antes de finales de 2017, por
exigencia de Bruselas, pero ha habido tres prórrogas (2 con de Guindos y una
con Calviño) y ahora la salida de Bankia está fijada para antes de diciembre
de 2021 (aunque podría retrasarse por 4ª vez). En cualquier caso,
parece que la venta del paquete público en Bankia (62% antes y 15% ahora en la
nueva entidad) puede ingresar más si está
fusionada con CaixaBank que sola. Pero ojo: por muy bien que vayan las
cosas, no
se va a recuperar todo el dinero público invertido en Bankia (24.069
millones, de los que ya se han recuperado 3.182 millones estos años). Y eso
porque, a fecha de hoy, el valor en Bolsa
de esa participación pública en Bankia no
llega a los 2.000 millones…
Pero parece claro que se podrá recuperar más si Bankia se fusiona
con CaixaBank que si afronta solo esta nueva crisis. Eso sí, la fusión
tiene varias
desventajas y problemas. El primero, los recortes de plantilla, la pérdida de unos 8.000 empleos, el
18%. Y aunque sean jubilaciones anticipadas, son personas que dejan de trabajar
y una parte del coste acabará cargando en la Seguridad Social. Un problema que se
suma a los recortes de otros bancos, que tienen previsto cerrar
4.000 oficinas entre este año y el próximo (con ello, la banca habrá
pasado de 38.986 empleos en 2009 a 19.900 en 2021, la mitad). El otro problema
es el cierre de sucursales, unas
1.500, el 25% del total, sobre todo en Madrid y Cataluña, lo que perjudicará a
muchos clientes (sobre todo en zonas rurales, ya sin oficinas).
Y queda un tercer problema, la menor
competencia bancaria,
al reducirse el número de entidades, que ha pasado de 42 Cajas y 20 bancos en 2007 a 10 bancos ahora tras esta fusión
(ver
listado entidades). La consecuencia es que los grandes tienen cada vez más
cuota de mercado y hay quien teme que se configure un oligopolio. De hecho, los 5 grandes bancos han pasado de
controlar el 42% del mercado en 2008
al 61,8% en 2016 y el 68,5% en 2018,
siendo el 4º país europeo donde más ha crecido la concentración bancaria, tras
Chipre, Letonia y Lituania. Pero todavía tenemos un nivel medio
(“moderado”) de concentración bancaria, según el BCE: ocupamos
el puesto 13º en la UE, con un índice
Herfindall de concentración de 1.328 puntos, por debajo de los niveles
altos de Estonia (2.698), Finlandia (2.570), Chipre (2.375), Grecia (2.304),
Lituania (2.278) y Holanda (2178) y muy por encima de la concentración bancaria
de Alemania (índice 275), Reino Unido (353) o Italia (579).
La consecuencia
de esta mayor concentración bancaria es más poder de las entidades para imponer condiciones a sus clientes,
particulares y empresas, desde la concesión de créditos e hipotecas a las
comisiones que fijan por tarjetas y servicios financieros. Claro que en los
últimos años han entrado en el mercado financiero nuevos
operadores, desde bancos online a empresas de tecnología (Google, Apple,
PayPal, Amazon…) o telecos (Orange ha creado un banco y Movistar presta
dinero), que compiten
abiertamente con los bancos tradicionales. Y eso, para las
autoridades y muchos expertos, asegura a los clientes que la competencia se va a acrecentar, aunque se reduzca el número de
bancos. Eso sí, con la fusión de Bankia desaparece la posibilidad de
convertirla en un banco público (como
quería Podemos), que sirva como contrapunto a la gestión de los bancos
privados.
Ahora, con CaixaBankia, “se
ha abierto la veda de las fusiones”. El BCE, el Banco de España y
los Gobiernos van a promoverlas, como antídoto contra futuras crisis bancarias
por culpa de la recesión provocada por la pandemia. La idea es que maduren fusiones
dentro de los paises (en Italia, Monte dei Paschi de Siena, rescatado
con dinero público, está
buscando una fusión como Bankia) y luego se llegue a fusiones transfronterizas,
entre bancos de distintos paises de la zona euro. En España, los ojos están
puestos en Banco
Sabadell, un mediano rentable y bien gestionado, y el
BBVA, el único de los grandes que no ha entrado en fusiones recientes (Santander está todavía digiriendo al
Popular). Y luego, podría culminar la fusión de Unicaja (Caja Duero, Caja España, Caja Jaén y Unicaja) y Liberbank
(CajAstur, Caja Castilla la Mancha, Caja Cantabria y Caja Extremadura), que fracasó
en mayo de 2019, por las exigencias de capital del BCE (ahora rebajadas). Y
faltaría encajar en el puzle de las fusiones a Abanca (las antiguas Cajas gallegas,
compradas por el grupo venezolano Banesco), Kutxabank (BBK, Kutxa, CajaSur y Vital), Ibercaja (Caja Inmaculada, Caja Badajoz, Caja Círculo Burgos e
Ibercaja) y Bankinter (que quiere
seguir solo).
La clave de las fusiones no es tanto sus cuentas sino aclarar quién manda: resolver “la lucha de egos”, encontrar el encaje entre directivos
para que uno mande antes de retirarse (como presidente “florero”) y otro mande
de verdad. Y lo mismo la negociación del nombre
y la sede, los otros dos temas polémicos, más que el encaje de las cuentas. Eso sí, cualquier fusión necesita
que haya un banco con músculo que absorba a otro más débil: sumar dos
bancos débiles solo agrava los problemas de ambos.
Pero el tamaño no lo
es todo. Los
problemas de la banca, en
España y en Europa, son
de antes de la pandemia: bajos tipos de interés (incluso negativos),
baja demanda de crédito, reducción de márgenes y dura competencia de nuevas
entidades (gigantes de Internet y telecos). Todo ello se ha agravado con el desplome de la actividad por el coronavirus,
pero los problemas estaban ahí y no se resuelven sólo con fusiones. La
banca tiene que reconvertir su negocio, digitalizándolo y
aumentando el peso de la banca online, recortando costes y mejorando sus
servicios a los clientes. Y sobre todo, tiene que ser más transparente y
mejorar su relación con particulares y empresas, que multiplican sus reclamaciones
(14.621 presentadas ante el Banco de España en 2019 y un
22% desoídas) y sus
recursos en los tribunales (que la banca pierde uno tras otro). Y todo ello
ha deteriorado su imagen: “La banca se ha ganado su mala reputación que
tiene. No podemos echarle la culpa a nadie, no ha venido una norma y nos ha
puesto mala reputación, sino que el sector se lo ha ganado”, decía
a finales de 2019 el consejero-delegado de CaixaBank, Gonzalo Cortázar, que
será ahora el primer ejecutivo de la nueva CaixaBankia.
En definitiva, vuelve el baile de las fusiones,
pero la reconversión de la banca no pasa sólo por entidades más grandes sino por bancos
más eficientes, más transparentes y más justos, que no ganen
escondiendo costes y comisiones al cliente sino ofreciendo un mejor servicio en
competencia con los gigantes de Internet. Necesitamos una nueva banca.
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