Este domingo 4 de diciembre, Europa se la juega otra vez: se celebra un referéndum
en Italia y hay elecciones presidenciales en Austria, dos paises donde pueden
avanzar la ultraderecha y el populismo,
tras el triunfo del Brexit y de Donald Trump. Eso agravaría la
situación de Europa, sumida en el estancamiento económico y la falta
de rumbo político, dividida entre los que quieren seguir con la austeridad (la Comisión ha pedido más recortes a
8 paises, entre ellos España) y los que
defienden un Plan de estímulo de
50.000 euros, una miseria (0,5% del PIB), pero supondría un cambio de rumbo para
salir del estancamiento. Y más, con el riesgo de que el paro, la pobreza y la
desigualdad en Europa, más la emigración, alimenten el populismo y la extrema derecha en
las elecciones que habrá en 2017 en Francia, Holanda, Austria y Alemania. Europa se la juega y España mucho más, porque mucho de nuestro crecimiento y empleo
dependen de que la economía europea despegue. Estén atentos.
enrique ortega |
Europa, y sobre
todo la zona euro, llevan más de dos
años atrapados en una trampa de bajo
crecimiento y baja inflación, con mucho paro, sin inversión y con demasiada
pobreza y desigualdad. Es “el estancamiento a la japonesa”, que allí ha durado décadas. Los últimos datos son muy
explícitos. Los 19 paises de la zona euro crecieron
un 0,3% en el tercer trimestre, con Alemania, Francia y Bélgica creciendo
sólo un 0,2%, Italia el 0,3%, Reino Unido el 0,4% y España y Holanda el 0,7%, según Eurostat. El paro está en el 10%, el doble que en EEUU (5,1%) y en los jóvenes se duplica, al 20,3% (42%
en Grecia y España). Y como muestra de que la economía “no tira”, la inflación está en el 0,5% (frente al 2% objetivo), a pesar de que el Banco Central Europeo
(BCE) sigue con su política de dinero barato y comprando deuda. Y el euro roza los 1,05 dólares, el nivel más bajo desde hace 14 años, una muestra clara de la debilidad europea.
Y lo peor. No es sólo que Europa no crezca apenas y haya
casi 21 millones de parados. Es que además, la
crisis ha agravado la situación de las familias europeas. Por un lado, se ha reducido la clase media en toda Europa, según acaba de advertir la OIT. Y por otro, hay ya 119 millones de pobres en Europa,
un 23,7% de la población que vive con
menos del 60% de ingresos que la media, según Eurostat. Y hay pobres en todos los paises, desde el 20% de la población en
Alemania, el 23% en Reino Unido, el 28,7& en Italia o el 17,7% en Francia
al 28,6% de la población en España, el 35,7% en Grecia, el 37,3% en Rumanía o
el 41,3% en Bulgaria. Y de ellos, algo más de un tercio (8,2%) están en pobreza severa, no pueden cubrir sus necesidades básicas: son 41
millones de europeos, 3 millones en España, 4 millones en Alemania y Reino
Unido, 5 millones en Rumanía y 7 millones en Italia. Sin olvidar que 25,2 millones de niños y jóvenes europeos
(0-17 años) son también pobres, según Eurostat. Y además, en Europa ha aumentado la desigualdad entre ricos y pobres con la crisis.
Esta situación de estancamiento, paro, pobreza y desigualdad
explica en buena medida, junto a la emigración, el Brexit británico y alimenta el populismo y la extrema derecha en toda Europa. Por eso son decisivas las dos votaciones que se celebran este domingo 4 de diciembre. Una, en Italia, el referéndum constitucional con el que Renzi busca
más poder y que si pierde puede conducir a unas elecciones anticipadas, donde
avanzarían los populistas de Beppe Grillo y la extrema derecha de la Liga
Norte. La otra, la repetición de las elecciones presidenciales en Austria, donde podría ganar Norbert
Hofer, del ultraderechista Partido de la Libertad de Austria (FPO). Y en 2017, si no se corrige el declive económico y político europeo, hay
riesgo de que estos movimientos “antieuropeos” triunfen en las elecciones generales de marzo en Holanda (Partido Libertad de Holanda, PVV
de Geert Wilders), en las presidenciales
francesas de abril (Marine Le Pen, del frente Nacional), en las elecciones generales de septiembre en Alemania (partido Alternativa para
Alemania, AfD)
o en las generales de octubre en Austria
(FPO).
Toda esta incertidumbre
política en Europa se suma al daño que ya han causado a la economía y a la
política europea el Brexit británico de junio y el
reciente triunfo de Donald Trump en Estados
Unidos. A falta de que tome posesión el 20 de enero y empiece a tomar medidas,
el triunfo del populista y derechista Trump
va a tener dos efectos muy negativos sobre la maltrecha economía europea.
Uno, las consecuencias de su proteccionismo comercial. Europa es un continente que crece (poco)
gracias en gran parte a las exportaciones, al superávit comercial que consigue tras vender a todo el mundo. Y un 20,7% de esas exportaciones van a Estados Unidos, que amenaza con aranceles (impuestos) y limitaciones a los productos
extranjeros. La consecuencia sería un menor crecimiento y menos empleo en
Europa (también a España, porque el 4,5 % de las exportaciones van a USA). El otro efecto negativo de la
victoria de Trump es que su política de estímulos internos va a aumentar la
inflación en EEUU y subirán los tipos de interés, que llevan 8 años en cero. Y eso obligará
a Europa, al BCE, a subir también los tipos, si no quiere una fuga de capitales y un desplome
del euro. Y con tipos más altos, Europa crecerá aún menos y habrá menos empleo
(y España, unos de los paises más endeudados, tendrá más gasto en intereses).
Así que la victoria
de Trump, junto al Brexit y el avance de los populismos y la extrema derecha, obligan a Europa a tomar medidas urgentes,
antes de que la situación pueda empeorar
más en 2017. Mario Draghi, el
presidente del BCE, lleva meses repitiendo que él ya no puede hacer más, que el dinero barato y comprar deuda de los
paises ya ha agotado su efecto, que hay
un exceso de liquidez y sin embargo la economía no despega. Es más: la
inflación se ha recuperado, de estar en negativo a subir el 0,5%, pero
es un espejismo, porque se debe a la subida del petróleo y los alimentos. Si no
fuera por ellos, la inflación “de fondo” estaría en cero o en negativo. Así que la
economía está sin pulso. Por eso, el BCE, como antes el FMI, la OCDE y
el G-20 llevan meses pidiendo a las autoridades europeas que tomen medidas para reanimar la economía europea, con más
gasto y más inversión.
Hace unas semanas, el 19 de noviembre, la Comisión
Europea vio por fin “las orejas al lobo”, tras el triunfo de Trump, y
su presidente, Jean Claude Juncker propuso que Europa aprobara un
Plan de estímulo para la eurozona de 50.000 millones de euros. “No soy un fanático de la austeridad”,
aseguró el político conservador, que lleva defendiendo recortes en Europa desde
2010 y que es responsable, junto a otros “fundamentalistas” del déficit, de la segunda recesión en Europa (2011-2013). Parece “un
cambio de rumbo”, pero ojo, tardío
y muy tímido: supone inyectar muy poco dinero, sólo 50.000
millones (el 0,5% del PIB), 200 veces
menos del billón de dólares que ha prometido Trump como
Plan de choque para EEUU… Haría falta 10 veces más de dinero, al menos,
para inversiones en infraestructuras, tecnología, industrias, medio ambiente y
educación, para relanzar la economía europea.
El problema es de dónde sale ese dinero, quien lo
paga. Y Alemania, que financia el 17% del presupuesto comunitario, no está por la labor de pagar más.
Ni tampoco gastar e invertir más ella por su cuenta, dado que tiene superávit
en sus cuentas públicas, como le vienen pidiendo a Merkel el FMI, la OCDE, el
BCE, Obama y el G-20. “Nein” (no) han reiterado
una y otra vez, en defensa de la austeridad a ultranza en Europa. Por eso, no ven con buenos ojos la propuesta de
Juncker de gastar más, aunque sólo sean 50.000 millones. Y han presionado a
la Comisión, junto a otros “fundamentalistas” de Bruselas, para que envíe
primero una carta (en octubre: verla aquí) y haga después un apercibimiento público (el 16 de noviembre) a
8 paises de la zona euro para que recorten más sus proyectos de
Presupuestos para 2017, porque incumplen el déficit exigido por Bruselas.
Es una petición oficial de más ajustes a España, Italia, Portugal, Bélgica,
Finlandia, Lituania, Eslovenia y Chipre.
¿En qué quedamos: Europa gasta 50.000 millones más o se exige a 8
paises que recorten sus Presupuestos? Son medidas contradictorias,
que revelan las diferencias políticas en Europa, aunque siga dominando la austeridad de Alemania y
parte de la Comisión. Pero la realidad es
muy tozuda y al Brexit se ha sumado la victoria de Trump para enturbiar el
futuro de un continente estancado. Los políticos europeos saben que o hacen algo o la economía seguirá estancada, habrá poco empleo,
mucho paro y demasiada pobreza y desigualdad. Y si no dan soluciones la
derecha neoconservadora y la
socialdemocracia desnortada, los europeos se echarán en los brazos de políticos populistas y ultraderechistas, que prometen "soluciones nuevas" para viejos problemas que otros no resuelven. Es lo que ha
pasado en Reino Unido y Estados Unidos y lo que puede pasar en Italia, Austria,
Holanda e incluso Francia o Alemania, los países clave. Por eso, si
la situación se agrava políticamente en 2017, con los efectos de la política de Trump y del Brexit, Merkel, Hollande y Renzi
tendrían que forzar un golpe de timón en Bruselas para no ser desalojados del
poder.
Pero a Europa no le basta con “parches” como los 50.000 millones de gasto
extra que defiende Juncker. Es una gota
en un océano. Harían falta al menos 500.000
millones de gasto adicional, en un Plan de choque destinado a inversiones
transeuropeas, en infraestructuras, tecnología, digitalización,
industria, energía, medio ambiente, formación y ayudas al empleo, para
conseguir crecer mucho más, crear más empleo y bajar el paro a la mitad (al 5%
de USA). Y ese dinero extra se puede conseguir con nuevos impuestos (tasa
Tobin sobre operaciones financieras, impuestos medioambientales) y haciendo que paguen más impuestos los grandes
empresas y sobre todo las multinacionales,
que apenas pagan en Europa (Apple, el 0,005% de sus beneficios). Y en paralelo, los paises más ricos y sin déficit, como Alemania, Holanda, Austria y
los del norte de Europa, deberían gastar
más por su cuenta, además de aumentar
salarios, para crecer más y tirar del resto, de la Europa del sur. Es lo
que llevan dos años pidiéndoles el FMI, la OCDE, el BCE, el G-20 y Obama.
España se juega mucho a
que Europa cambie el rumbo y reanime su economía, a que no sigan los
recortes. Primero, porque Bruselas nos
pide que recortemos este año y en el Presupuesto para 2017 (8.000 millones de euros,
no los 5.500 de los que se hablaba), lo que frenará un crecimiento y un empleo que
ya de por sí serán más bajos por la coyuntura internacional (2,3% de crecimiento frente a 3% este año y 400.000 nuevos empleos frente a 480.000). Pero además, lo que pase en el mundo y en
Europa afecta mucho a la economía española. Baste decir que más de la mitad de la recuperación económica
de 2014 a 2016 ha sido por tres factores externos, no por la política de Rajoy: bajada del precio del petróleo, bajada del euro
y de los tipos de interés. Y España es un país muy vulnerable a lo que pase por el mundo y en Europa, porque somos uno de los países más endeudados y dependemos mucho de los mercados y
de los tipos de interés (si suben un 1%, los intereses de la deuda, nos cuestan
3.000 millones más, que habrá que recortar de otro lado). Además, dependemos
mucho de Europa para exportar (el 72% de nuestras ventas al exterior) y para recibir turistas (el 88% son europeos), dos motores
claves de nuestro crecimiento.
Así que atentos a lo que pasa ahora en
Europa y como digiere el Brexit y la futura política de Donald Trump. Rajoy y la oposición deberían “hacer piña ante
Bruselas”, para forzar un cambio de
rumbo, para que los líderes europeos aprueben un ambicioso Plan
de reactivación para Europa, del que España sería uno de los paises más beneficiados. Y mientras, en
España, deberían aprobar un Plan propio para reanimar también nuestra economía, porque tenemos el doble de paro que
Europa y no podemos esperar a ver qué hace Bruselas. La clave es recaudar más, sin subir los impuestos a la mayoría, consiguiendo más ingresos de
las grandes empresas, las multinacionales
y los más ricos, que pagan menos de lo que deben. Así se podrían recaudar 40.000 millones de euros más
al año, según los técnicos de Hacienda (GESTHA). Y con esos mayores recursos, España
podría gastar una parte (30.000 millones) en políticas de empleo
(ayudas a parados y formación), en salvar las pensiones, en sanidad, educación,
dependencia y algunas inversiones en tecnología e infraestructuras, destinando otra parte (10.000 millones)
de esos mayores ingresos a reducir el
déficit público. Se puede hacer. Es cuestión de voluntad política y de
hacer pagar más a algunos muy poderosos.
En resumen, que Europa está estancada y en una encrucijada
donde nos jugamos el proyecto europeo y hasta la propia democracia. Y esta es una batalla que afecta mucho a España.
Así que estemos atentos a lo que pasa en el próximo año, en Europa y en Estados
Unidos, porque de ello va a depender en
buena medida nuestro trabajo y nuestro nivel de vida. Y también nuestro futuro como ciudadanos de un
continente que no puede perder libertad y bienestar. Europa se la juega y nosotros con ella.
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