Se ha recrudecido la guerra del pan, con supermercados y tiendas lanzadas a la
venta de la barra más barata, aunque la mayoría sea pan congelado y recalentado. Es la guerra del pan low cost, que convive
con las boutiques del pan (de
calidad y caro), mientras en medio, miles de panaderos tradicionales
tratan de sobrevivir en un mercado controlado cada vez por menos empresas más grandes. Y cuando no
compiten, pactan precios entre panificadoras (como las petroleras),
lo que les ha provocado fuertes multas.
Se trata de un negocio con mucha miga y poca transparencia, donde los consumidores no sabemos casi nada del pan que
comemos, pagando barato por su baja
calidad. Y todo apunta a que el pan
subirá, en 2014 y más en 2015, por la subida
de los cereales (importamos más de la mitad) y la posible subida del IVA del 4 al 10%. Ojo al pan low cost: es un mal pan.
enrique ortega |
La guerra
del pan saltó a la actualidad en septiembre
de 2012, cuando un panadero
valenciano se lanzó a fabricar barras
de pan a 20 céntimos de euro, rompiendo el mercado y provocando las iras de
las panificadoras, que presionaron a sus proveedores. A partir de ahí, los grandes supermercados vieron el pan (como antes la leche), como “un
producto escaparate” con el que atraer
clientes, poniendo las barras a bajo precio. Y este noviembre,
la guerra se ha agudizado con un componente
“nacionalista”: la cadena madrileña Valpan ha acusado a la catalana Granier de desatar “la guerra
del pan en Madrid”, vendiendo pan por debajo de coste para ganar el
mercado y subirlo después.
Con ello, ya no sabe
uno lo que cuesta el pan y las diferencias
de precio son tremendas: hay híper
que venden la barra tradicional (75% de
las ventas) a 25 céntimos (Carrefour), otros a 45 (Mercadona o Eroski) mientras
hay franquicias donde vale 75
céntimos y en el chino de abajo cobran
35 céntimos. Y en las panaderías tradicionales ronda el euro. Una guerra
de precios después de que el pan
haya sido uno de los artículos que
más se ha encarecido con el euro, según
la OCU: costaba 45 pesetas en 2001 (0,27 euros) y a finales de 2011 costaba
ya 0,50 euros la barra, un 85% más.
La crisis económica
y la guerra
de precios han aumentado
el consumo de pan en España, que estaba
por los suelos: si en 1964 comíamos 134 kilos de pan por habitante (367
gramos diarios), bajó a 82 kilos en 1975, 56 en el 2000 y 51 kilos en 2009, no
llegando a 36 kilos por persona (menos
de 100 gramos diarios) en 2012, el primer año en que ha
crecido el consumo, un 1,2%, con una producción de 1,65 millones de
toneladas. A pesar de esta ligera subida, que se mantiene en
2013 (+1,8%), España está a
la cola del consumo de pan en Europa, siendo el país que menos come
salvo Gran Bretaña. Los nutricionistas dicen que debíamos comer el doble de pan (unos 200
gramos diarios) para retrasar la diabetes y prevenir enfermedades
cardiovasculares.
En las últimas dos décadas, el mercado del pan en España ha sufrido una doble
revolución, tanto en los
fabricantes como en la forma de
venderse. Por un lado, en los años 60 irrumpieron con fuerza, desde Cataluña
y la Comunidad Valenciana, unas nuevas empresas, fabricantes de masas de pan congelado (y
precocinado congelado), que fabrican
ya el 48% del pan que se vende cada día en España (y hasta el 70% del pan consumido en las grandes capitales). Por otro,
esta disponibilidad de pan congelado permite su venta a cualquiera (se rompe la
cadena tahona-tienda), con lo que el 60%
del pan se vende ya al margen
de las panaderías (40%), en los supermercados
(42%) e híper (8,5%), que hornean el
pan congelado cada día, como las tiendas
de los chinos, gasolineras y miles de variados establecimientos.
Con ello, se ha producido un cambio drástico en el negocio
del pan, que factura más de 5.000 millones al año y está integrado por tres
patas. La primera, los fabricantes
de harina panificable, 152 empresas de las que cuentan 35 (grandes o muy
grandes), que importan el 57% del trigo y fabrican para panificadoras. El
segundo eslabón es el que más ha cambiado: los 15.000 panaderos
tradicionales coexisten con las 40 empresas de masas de pan
congelado (las 5 primeras controlan el 75% ventas), que les comen el mercado y han multiplicado por cuatro sus ventas ( ahora 1.000 millones) en
los últimos veinte años. Y luego está el tercer eslabón, los 164.221 comercializadores
de pan, en muchos casos ligados a las panificadoras y empresas de pan
congelado, como distribuidores o
franquicias a las que imponen sus
condiciones y precios, como las petroleras con las gasolineras.
De hecho, la tónica
dominante en el mundo del pan ha sido no la guerra de precios sino pactar precios, como en los
carburantes. Ya en 2007 y en 2008, las asociaciones
de consumidores CAECCU y OCU denunciaron
a las panificadoras por ponerse de acuerdo para subir el pan,
denuncia que provocó expedientes y sanciones de la Comisión
Nacional de la Competencia (CNC) a los panaderos, con una multa en 2009 de 270.000 euros a la
patronal CEOPAN (rebajada a la mitad por la Audiencia Nacional) y otra en 2010 de 22.500 euros a CEOPAN
Asturias. Y recientemente, en julio
de 2013, la CNC ha multado
con 2 millones de euros a 8 panificadoras de Navarra
por acordar en 2011 la misma subida del
pan en todas las panaderías.
En el negocio del pan, los tres eslabones no ganan lo mismo, según un estudio
de Agricultura. Los fabricantes de
harinas suponen un 15% del coste final y ganan 0,002 euros por barra. El grueso de los costes (del 47 al 52%)
radican en la fase de fabricación y la
panificadora gana entre 0,005 y 0,015 céntimos por barra (las
tradicionales) y 0,020 y 0,010 céntimos
las empresas de masa congelada, con más margen de beneficio sobre millones
de barras de pan. Y al final de la cadena, el
despacho de pan gana entre medio y 9
céntimos por barra (o entre 2 y 10
céntimos si tiene que hornearla), más que el resto, pero sobre una venta
baja: la mayoría venden entre 100 y 300
barras diarias. Cuanto más margen tengan las empresas, más poder para bajar el precio de venta y ganar
mercados. Su negocio es vender
mucho pan barato.
Con todo, la clave del precio está en el mal pan
que se vende. Los fabricantes ahorran en
tres cosas. Primero, en la
harina: la de trigo duro de calidad cuesta más del doble que la más
refinada y obtenida con mezcla de varios trigos. Segundo, en la fermentación: los panaderos tradicionales usan la masa madre
y la dejan fermentar de un día para otro, mientras la panadería industrial usa
levadura madre artificial y máquinas para acelerar la fermentación, lo que hace
el pan más indigesto y con más intolerancias. Y tercero, en el proceso de fabricación y cocción, que se hace con muchas máquinas y en hornos eléctricos rápidos,
que cuecen el pan por fuera y no por dentro, con lo que dura poco tierno. Y si encima la
mayoría del pan es precocinado y congelado que luego se hornea contra reloj, así sabe.
Al final, el pan low cost es pan de baja calidad
y provoca el cierre
cada día de más panaderías tradicionales,
que no pueden competir si usan buena
harina, masas trabajadas y hornos de leña. Salvo en las boutiques,
donde el pan es cada vez más caro. Cara al futuro,
cuando las grandes industrias aumenten sus mercados a costa de rebajar
márgenes, el pan volverá a subir, por dos razones. Una, porque el pan
depende mucho de los cereales de
importación (57%) y el mercado
mundial está al alza, por los vaivenes de las cosechas (cambio
climático) y la gran demanda de los países emergentes. La otra, porque puede subir
en 2015 el IVA del pan, del 4 al 10%, aunque Hacienda dice ahora que no lo hará: pero si lo sube ingresaría 698 millones más al año,
una gran tentación para unas arcas
públicas famélicas.
En resumen, si ve que
el pan está barato, desconfíe:
la mayoría es congelado, de baja calidad y con pocas garantías sanitarias (se
hornea en cualquier sitio). No puede ser que compremos una barra de pan sin etiquetado, sin marca, sin conocer sus
ingredientes ni el fabricante. Es urgente
un mayor
control del mercado del pan, con garantías y transparencia. Y luego, el
que quiera ahorrarse unos céntimos a costa de comer cualquier cosa menos pan,
que lo haga. Pero que se pueda comer pan pan, como el de antes, a un
precio asequible. Por favor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario